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004|𝐀𝐓𝐇𝐀𝐍𝐀𝐒𝐈𝐀

EL JARDÍN IMPERIAL del Palacio Imperial no había duda alguna era magnífico, un lugar de una belleza magnífica e inigualable, donde la opulencia se entrelazaba con un aire solemne y majestuoso. sin embargo, para él, el esplendor del jardín imperial estaba teñido por una melancolía persistente, una sombra de desencanto del pasado que se cernía sobre cada sendero que recorría.

Un rincón donde el arte de la naturaleza parecía haber sido esculpido para la grandeza, pero que, en su percepción, se había convertido en un reflejo de una herida que nunca cerraba.

Aun así, ese pesar habitual se disipó en el instante en que sus ojos se encontraron con los de Claude de Alger Obelia

¿No era lamentable?

Sí. Era verdaderamente lamentable que la presencia del emperador fuera la razón por la cual el magnífico Jardín imperial, teñido de esplendor en este momento se percibiera como un lugar desprovisto de su esencia.

Vacío, sofocante.

Kahild reprimió el suspiro que amenazaba con traicionarlo pero en lugar de ello, esbozó una sonrisa dulce, delicada e inocente, una expresión que ocultaba el sentimiento de humillación que lo carcomía por dentro, envolviéndola en una máscara de absoluta serenidad.

-Su Majestad...-Murmuró con voz aterciopelada, perfectamente calculada.

Claude apenas le dedicó una mirada antes de responder, su tono tan afilado como la hoja de una espada:

-Kahild, no es necesario fingir.

No había espacio para excusas ni para juegos de palabras adornados con falsas intenciones. Y mucho menos para esa reconfortante mentira de que su encuentro no era más que una casualidad.

Por que nada de lo que hacía el príncipe heredero del Imperio de Obelia era casualidad.

Kahild dejó escapar una risa breve, casi burlona pero no burlándose de Claude, sino de sí mismo.

-¿Por qué fingir?-Su sonrisa permaneció impecable, aunque en el fondo era un reflejo de su propia desesperación-Quería ver a su Majestad el Emperador.

Qué humillante era decirlo en voz alta, estaba admitiendo aquello que jamás debía pronunciar:lo necesitaba

Claude lo contempló con una mirada que parecía atravesarlo, estudiándolo con esa precisión meticulosa de un depredador que juega con su presa antes de devorarla, su atención descendió lentamente hasta su cuello y entonces hizo un leve gesto-un cambio difícil e imperceptible en su expresión-que Kahild no entendí ni quería entender.

Un escalofrío recorrió su espalda.

-¿Verme?-Repitió Claude, impregnando cada sílaba de un desinterés e indiferente calculada.

Kahild sostuvo la mirada sin vacilar. Llevó una mano con elegancia hasta el lujoso plató del emperador y tomó una pequeña galleta.

Un dulce refinado, exquisito pero demasiado dulce para su paladar.

-¿Por qué no?-Cuestionó con el mismo tono de desinteres e indiferencia del Emperador de Obelia-¿O su Majestad tiene un problema conmigo?

La galleta se deshacía en su boca, pero el ambiente se volvía cada vez más denso, el aire alrededor parecía detenerse, como si el Jardín imperial se hubiese transformado en un campo de batalla donde una sola palabra equivocada podría conducir a la ruina.

Entonces, Kahild rompió el silencio con una afirmación despreocupada, aun que devastadora:

-Pensé que nuestra relación era cercana e íntima.-El golpe fue certero, en ese instante, la atmósfera se tornó mucho más sofocante.

El jardín perdió su encanto, sus colores se opacaron, su grandiosidad quedó reducida a una simple ilusión. una tensión creció, convirtiéndose en una amenaza tangible, extendiéndose con una presencia silenciosa.

Un susurro habría bastado para quebrar el precario equilibrio que los sostenía.

-Príncipe Kahild, ¿no cree que es innecesario?-La voz del caballero escarlata irrumpió como un filo cortante, arrancándolos del abismo del silencio.

Kahild no le dedicó una mirada.

No podía.

Porque en aquel instante, su vergüenza era más grande que cualquier otra emoción.

Pensó que el ambiente tenso e incómodo, el peso de la humillación que se enroscaba en su interior, duraría para siempre pero entonces, una voz dulce e inocente irrumpió en la escena.

-Gracias por invitar a Athy a tomar el té.-No esperaba encontrarse con esa niña en el Jardín Imperial, pero agradecía su interrupción en esa conversación tensa e incómoda

Su mirada recorrió en silencio su apariencia: cabello dorado, un rostro dulce e inocente, libre de malicia.

Brillaba como esa bailarina de Siodonnia.

Era de suponer por que el interés de Claude en ella.

-Es un gusto conocerte, Athanasia.-Notó su mirada curiosa pero brillante e inocente, sonrió como era habitual para el, trato de no concentrarse en ese sentimiento de disgusto e incomodidad que empezaba a hacerse presente en su interior.

"Qué lamentable" Pensó en el momento de mirar esa Joya imperial que portaba, un símbolo inconfundible de un miembro de sangre real, sin embargo, realmente agradecía que su apariencia no compartiera los rasgos del hombre que ocupaba el trono de Obelia.

-Uh...¡Para Athy también es un gusto conocerte!-Athanasia reaccionó un poco tarde y un leve rubor carmesí apareció en sus mejillas, avergonzada de su demora en saludar.

Pero, ¿Cómo evitarlo? el era encantador, muy encantador, portaba un cabello blanco platinado, ojos de un color celeste brillante, sonrisa dulce e inocente que opacaba la magnificencia del Jardín Imperial sin esfuerzo.

"¿Cómo existe un hombre así?" No entendía mucho, en el libro original no había mención de un hombre como él. ¿Tal vez su ausencia en Lovely Princess era por que de una u otra manera opacaría a Jeanette Margarita?

Es un angel, un ángel que el cielo envió para que los mortales apreciaran su belleza.

-Qué curioso-Claude murmuró, sacándola de su ensimismamiento-Estás mirando mucho.-Su mirada era peligrosa e intensa, examinándola con una precisión inquietante.

-Athy no puede evitar mirarlo, ¡El ángel tiene una belleza encantadora!-Rió dulcemente, ocultando el miedo que esa presencia de Claude provocaba. ¿Por qué hablaba ahora?

Era mejor cuando guardaba silencio.

-¿Ángel?

-Su Alteza el Príncipe Heredero luce como un ángel que el cielo envió, ¿No?-El caballero escarlata hablo e intervino, demostrando emoción.

-¡Sí! Él es un ángel...-Entonces, se congeló, su pequeña mente procesó qué acababa de mencionar Felix.

¿Cómo? ¿Cómo que Príncipe heredero? Disimuló esa sorpresa que sentía, miró en silencio el rostro sonriente de quien era el Príncipe heredero, no parecía tener ningún problema ni inconveniente en que hablaran de su persona.

Athanasia no entendía mucho, ¿Realmente este dulce e inocente hombre era el peligroso e inigualable Príncipe Heredero del que hablaban en el Palacio Esmeralda?

<3

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