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❝MGAV07❞

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❀ՏͲϴᎡᎽ ᏔᎡᏆͲͲᎬΝ ᏴᎽ:  MGAV07
❥ᏟᎪͲᎬᏀϴᎡᏆ́Ꭺ: 𝐈𝐍𝐅𝐄𝐑𝐍𝐎

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AN ADDICTIVE GAME
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En serio creía que él lo disfrutaba. Burlarse de mí debía ser divertido. Podía ver su mirada juguetona sin esfuerzo. Siempre procuraba que estuviera cerca cuando iba a besar a otra chica. Las besaba con deseo, pero en ningún momento cerraba los ojos, los mantenía fijos en los míos. ¿No era incómodo besar a alguien y que no cerrara los ojos?
Cuando se separó de aquella peliazul que había visto alguna vez en el campus, un fino hilo de saliva mantuvo sus labios conectados hasta que se rompió. Él se limpió el belfo inferior con el pulgar mientras una sonrisa socarrona se asomaba en su rostro. Después movió un poco su piercing con la lengua.

―Es hora de irnos, DaeRan. Llegó mi hermano.
MinHee me sacó del ensimismamiento mientras me daba mi teléfono. Se lo había encargado porque su pantalón tenía bolsillos y mi falda no. Habíamos sido amigas por alrededor de seis años. Apreciaba mucho su paciencia conmigo.

―Como siempre, tan puntual ―murmuré mientras salíamos de la casa de no sé quién y me acomodaba los anteojos.

En el auto, MinHee tomó el asiento del copiloto y yo fui directo a la parte de atrás. Era incómodo, para mí, seguir viendo al hermano mayor de mi mejor amiga. Hace unas semanas se había peleado con JeongGuk por mi culpa. No podía evitar imaginar cómo MinHee me vería cuando JeongGuk y yo volviéramos a estar juntos. Siempre era la misma cara de decepción. Estar con JeongGuk era dejar a MinHee y no es que eso me pusiera feliz, sin embargo, no me gustaba lidiar con las constantes menciones a lo poco sano de mi relación. Además, ahora también se añadía el factor de TaeHyung: la culpa por la pelea y la lealtad a su agresor.

―¿Qué tal la fiesta?

Admiraba lo cercanos que eran los hermanos Kim. Siempre estarían el uno para el otro.

―Pues fiesta. Normal ―le respondió ella.

―Tan elocuente como siempre ―bromeó TaeHyung―. ¿Ya se pusieron los cinturones?

―Sí ―respondimos a la vez.

Entonces arrancó el auto. MinHee y TaeHyung empezaron a conversar de algo que no quise escuchar. Solo miraba por la ventana. La carretera era más oscura debido a la llovizna del momento. Muchas luces neón se reflejaban en ella. No podía, sin embargo, apreciar la vida nocturna de la ciudad, ya que cuando me subí al auto, aún pude ver la herida en el pómulo de TaeHyung. No había sanado del todo. La pelea que tuvo con JeongGuk fue muy brusca. Tanto que el nombrado casi me golpea cuando me interpuse para que se detuvieran.
JeongGuk se había puesto muy celoso. Se molestó mucho conmigo. No me habló durante una semana entera, aunque no le eché de menos, porque me tenía acostumbrada. Desde los dieciséis años éramos un ir y venir constante. No éramos capaces de dejarnos de verdad, pero él aprovechaba esos momentos para jugar. Jugaba con mi corazón sobre todo.

(( 🍒 ))

El habitual sonido de forcejeo en la ventana se hizo presente. En cuestión de segundos, JeongGuk se está metiendo por ahí como si las puertas no existieran. Nunca entendí su fijación por hacerlo. Dijo que era divertido. Yo solo podía pensar si algún día iba a llegar el momento en que tuviera un accidente por hacer ese tipo de cosas.

―Qué buena manera de recibirme. ―Me miró de arriba a abajo y sonrió de lado.

Antes de adentrarse más en mi habitación, se quitó sus características botas y las colocó sobre el alféizar.

―Apestas a alcohol ―bramé mientras me ponía la camiseta. Debajo solo quedó mi ropa interior.
Me puse los lentes por inercia.

―Siempre me ha fascinado cómo te ves con mi ropa. Anda, dame un beso. ―Se agachó a mi altura y me miró insistente.

―Sabes que no voy a besarte después de que te besaste con otra. ―Me crucé de brazos y le vi sin gracia.

Soltó una risita sarcástica y empezó a desnudarse. Le gustaba hacer eso. Siempre se detenía al quedar en ropa interior y, en ese momento, se metía bajo las cobijas como si se tratara de su cama. Como si se tratara de su casa. Aunque él no era bienvenido.

―Sigues sin alejarte de TaeHyung ―gruñó.

―¿Quieres irte? ―Señalé la ventana.

―No.

―¿Cuántas veces vas a seguir haciendo lo mismo conmigo? ¿Por qué dices que me amas pero buscas a otras?

―¿En serio quieres tener esta conversación de nuevo? ―Resopló―. Besaste a TaeHyung.

―Como si tú no hubieras besado a un centenar de chicas más ―contraataqué.

―Pero nunca lo he hecho mientras estamos juntos ―mintió y él estaba consciente de que yo sabía―. Tú sí. Ni siquiera tienes justificación. Ahora que terminamos, ¿por qué no fuiste corriendo hasta él? Es tan fácil.

En el fondo quise hacer lo que dijo, pero me abstuve por la estima que les tenía a los hermanos Kim. Después de todo, no era un secreto que JeongGuk y yo acabábamos regresando de una forma u otra. El juego infantil era evidente.

―Te enojarías si lo hago.

―Claro, pero ya te lo dije una vez, si empiezas a salir seriamente con alguien mientras no estamos juntos, me voy a hacer a un lado aunque no quiera. ―Se pasó la mano por el cabello. Lo tenía muy largo y me gustaba como se ondulaba. En otras circunstancias, JeongGuk me dejaría hacerle algún peinado bobo solo para complacerme―. Pensé que harías eso esta vez. Tu fuiste la que me dejó.

―No vas a soltarme tan fácil. Te conozco.

Otra risita sarcástica de su parte.
―Bueno, es verdad que siempre vas a ser mi mujer. Siempre lo has sido. A ti te gusta serlo, ¿no?

―Pero solo cuando me miras a mí.

―¿No es obvio? Yo siempre te estoy mirando. Cada vez que estás en mi panorama te veo. Te observo. Te deseo.

―JeongGuk…

―DaeRan, sabes que no podemos vivir sin el otro.
Fue gracioso, porque era verdad; éramos dependientes y, aun así, caímos en la dinámica de terminar y regresar. A JeongGuk le gustaba terminar conmigo si se molestaba y regresaba cuando no aguantaba su soledad. Antes lo hacía para mantenerme bajo control, pero hace mucho que no funcionaba así. Nos dañó a ambos, solo que yo aprendí a las malas que debo sacar algo de mi sufrimiento.

El hecho de que yo terminé con él esta vez le sorprendió. Se rio a carcajadas cuando lo hice hasta que se dio cuenta que no era broma. Me pidió que lo pensara mejor, que no le dejara, porque no podía vivir sin mí, pero quise saber como se sentía estar en sus zapatos por una ocasión, aunque sabía que separarnos era sufrir una muerte más. Como muertos en vida sin la emoción que nos daba estar juntos. Era adictivo. Me gustaba como podía ver la expectativa en sus grandes ojos de corderito. Se mantenía anticipando el momento en el que cayera ante él para regresar otra vez.

―Creo que tú no puedes vivir sin mí. Yo estoy bien sin ti.

Molestarle un poco siempre era divertido.
Apretó la mandíbula y, como estaba esperando, se levantó de la cama, fue hasta mí y se contuvo para no tocarme. El contacto físico significaba mucho para él y quitárselo por un tiempo era devastador.

―¿Quieres dejar de jugar ya? ―bramó.

―No estoy jugando. ―Me encogí de hombros.

―Carajo, ¿qué se supone que haga? Te extraño demasiado ―su actitud desesperada era gratificante. Adoraba ver cuánto me quería―. Regresa conmigo. Han pasado dos semanas. Nunca nos separamos por más de dos semanas, DaeRan.

―Pero no parece que me extrañes. Sigues besando a otras. Vete con ellas.

―Solo te quiero a ti. Te necesito y lo sabes.
Quise sonreír complacida.

―¿En serio? ¿Qué me vas a dar a cambio?
―Yo nunca te lo pongo tan difícil para que regresemos ―se quejó―. Déjame poder tocarte. Por favor.

―¿No te parece que sería mejor si dejaras de terminar conmigo cada que te enojas? Si tanto me necesitas y tanto me extrañas, ¿por qué te gusta dejarme?

―Porque soy imbécil.

―¿Qué tal si regresamos cuando dejes de serlo?
Asintió lento y pegó su lengua al interior de la mejilla. Esa era mi señal para dejar de jugar. Primero venía la respiración profunda y después decía mi nombre en la nota más grave de su registro a modo de advertencia. No creo haberme dado cuenta cuando dejé de temer por las posibles consecuencias, sin embargo, aunque molestarle me causaba placer a mí, también quería que él se sintiera bien.

―Tus juegos me molestan ―gruñó.
Sonreí con disimulo y le abracé por el cuello hasta que mis labios estuvieron junto a su oreja.

―Corre, lávate los dientes para que pueda besarte ―susurré.

(( 🍒 ))

―¡Largo de mi casa! ―el grito de papá fue tan fuerte que me hizo despertar.

JeongGuk fue arrebatado de mi lado y me senté de golpe, viendo como papá le tiraba su ropa a Jeon y le empezaba a empujar fuera de mi habitación, escaleras abajo. Esa no era la primera vez que algo así pasaba. Mis padres odiaban a JeongGuk. Para ellos, él era una mala influencia.

Mi primera fiesta, mi primer trago, la primera borrachera, la primera calada que le di a un cigarrillo. Muchas primeras veces se fueron con él. Tomando en cuenta la idea que mis padres tenían de mí, seguro se decepcionaron y, para no pensar lo peor, todas esas cosas malas se las atribuyeron a JeongGuk, aunque en todo momento yo acepte lo que él me ofreció. Al final del día, éramos dos caras de una moneda. Padres sobreprotectores y padres ausentes. Disciplina y libertinaje. Ninguna de ellas fue una opción para nosotros, sino una realidad. Se nos dio como si no nos fuera a hacer mal.

No me convertí en un modelo a seguir. Pero, bueno, mis padres seguían teniendo la imagen idealizada de mí que ellos mismos construyeron. Si erré en algún punto, seguro fue la culpa de otros, pero nunca se detuvieron a pensar que ellos también influyeron.

―Papá, detente.

Aún con cara de dormida, me puse entre JeongGuk y mi padre, justo antes de que el último abriera la puerta y le echara a la calle en ropa interior. Ni siquiera me tomé el tiempo de ponerme los anteojos.

―DaeRan, quítate. Este no es tu problema ―dijo papá entre dientes y con el ceño fruncido.

―Al menos puedes dejar que se vista. Los vecinos se van a escandalizar si le echas así.

―No me interesa. Deja de defender a este. ―Papá hizo un ademán hacia JeongGuk―. No te hace bien. ―De nuevo las mismas palabras.

―No te preocupes mucho. Es una etapa ―mentí.
―¿No debo preocuparme por que te vayas a casar con este cretino? ―preguntó levantando una ceja y sin tragárselo.

―Obviamente eso nunca va a pasar, papá.
Al terminar la frase, JeongGuk abrió la puerta principal con tanta fuerza que el pomo chocó contra la pared. Salió dando pisadas fuertes y con las manos en puño. Llevaba la ropa mal acomodada, pero al menos la llevaba.

Debí cerrar la boca o pensar en otra salida. Solo quería convencer a papá por enésima vez, porque sabía de sobra que JeongGuk quería casarse. Sabía que quería hacerlo conmigo. Él me había dado un anillo de promesa el año pasado. Ni siquiera podía hacerme una idea de cómo podría salir bien si llegábamos a dar ese paso, porque nuestros antecedentes eran horribles.

Después de que JeongGuk se fue, subí a mi habitación con prisa y me mantuve escondida para que él no pudiera verme desde su habitación. Cuando él estuvo en ella, abrió el primer cajón de su velador y sacó ese pequeño frasco. Lo agitó y lo tiró a cualquier lado. Murmuró algo, seguramente una mala palabra, y salió con rabia de su casa.

Durante nuestro último año de instituto, JeongGuk ingirió su primer somnífero. Las pastillas eran habituales cuando parecía que íbamos a separarnos en serio. Una vez me dijo que no podía dormir con el constante pensamiento de perderme, así que tomó una. Me costó creerlo en ese momento; me refiero a que le afectara mi ausencia, pues sabía que cuando empezamos las idas y venidas, yo solo era algo desechable. Iba a usarme hasta que tuviera suficiente, pero en algún punto lo suficiente se quedó corto en su cabeza. Quiso más y se lo di al tiempo que hacía movimientos en su juego. Emplear de vez en cuando el tira y afloja con él era divertido, porque su lado posesivo, competitivo y persistente le hacía aferrarse a mí con más fuerza. Aunque a ojos ajenos la víctima parecía yo, en realidad no era tan inocente después de todo. Yo me esforcé para que se mantuviera a mi lado.

Siendo sincera, era obvio, desde cualquier punto de vista, que yo no iba a ser la salvación de JeongGuk y que él no iba a ser la mía. Éramos nuestra destrucción y, aunque él hubiera adoptado la idea de que estar conmigo le hacía mejor, no era cierto. Lo que sí estaba más que claro, aunque JeongGuk se quería hacer el duro, era que él comía de mí mano tanto como yo comía de la suya.

En esos momentos siempre pensaba que mi doble moral era obvia. Si MinHee saliera con alguien que sea su perdición, intentaría sacarla de ahí, sin embargo, yo no intentaba salir del mismo escenario.

(( 🍒 ))

Lámpara prendida, libros, papeles regados. Estaba sentada, estudiando, o al menos lo estaba intentando. JeongGuk se había ido hace horas. El sol estaba cerca de ocultarse y él no había regresado. Me sentía demasiado ansiosa. Con su impulsividad, siempre cabía el riesgo de que algo saliera mal.

Casi fue como volver a respirar cuando le vi en la esquina de la manzana. Lucía taciturno. Las manos en los bolsillos de la sudadera y, de su muñeca derecha colgaba una funda blanca con el logo de una farmacia cercana. Estaba segura de que había comprado más pastillas.

Me acomodé los anteojos e hice mi mayor esfuerzo para escabullirme sin que mis padres supieran. Aunque, siendo realista, solo se daban cuenta que me escapé en el momento en el que volvía.

―¿Por qué te demoraste tanto? ―le pregunté a JeongGuk cuando le alcancé en la acera, pero no respondió―. ¿Te enojaste? Lo siento.

Le seguí hasta su casa, en espera de alguna reacción. Se quitó los zapatos, haciéndome recordar que sus botas seguían en el alféizar de mi ventana, se calzó las zapatillas y lanzó un par frente a mí. Lo tomé como una invitación y le seguí hasta la cocina como un pato recién nacido que sigue a su mamá.
Ahí se sirvió un vaso de agua con mucha parsimonia. Después tomó el frasco blanco, lo abrió y lo agitó con dirección a su mano izquierda para que, según creí, cayera una pastilla, sin embargo, dejó caer la mitad del contenido. Sin siquiera pestañear, se metió el puñado de somníferos en la boca. Mi primer reflejo fue darle una cachetada que le hizo escupirlos. Me miró sin gracia.

―¿¡Qué mierda, Jeon JeongGuk!? ¿¡Qué te pasa!? ―chillé.

Me afectó la simple idea de lo que podía causar tal cantidad de pastillas para dormir. Era casi empírico que eso no solo te haría dormir durante toda la noche, sino para siempre.

―¡Le dijiste a tu padre que ibas a dejarme! ―me gritó de vuelta―. ¡Dijiste que nunca te casarías conmigo, DaeRan! ¿Por qué? ―la última pregunta fue un murmullo.

Me relamí los labios y suspiré.

―Sabes que no es en serio. Sabes que debo mentirle a mi papá, JeongGuk. ¿Por qué haces esto de nuevo?

En mi cabeza apareció aquel sonido de la máquina que mide el ritmo cardíaco de un paciente hospitalizado.

―Incluso si era mentira, no pude soportar la idea. ¿Qué haría sin ti? La respuesta es morir.

―Pero estoy aquí. Mira. ―Extendí mi mano izquierda. En el anular estaba el anillo que me dio―. Hicimos una promesa, JeongGuk.

―Aun así, sabes que en serio te hago mal, DaeRan. Te dañé.

Ya había escuchado eso mucho: "JeongGuk no es bueno para ti". Siempre lo ignoré.

―Entonces debes quedarte a mi lado para compensar los daños. No puedes dejarme. Deja de ser imbécil ―dije con desesperación.

Suspiró y dejó el frasco de pastillas sobre la encimera. Miró al techo y luego cerró los ojos.

―¿Por qué sigues conmigo? ¿Por qué me aceptaste? ¿Por qué después de lo que hice? ―el cúmulo de preguntas salió con calma. Una tras otra. Era la primera vez que las escuchaba de él.

―Porque me buscaste. Por eso.

No empezamos bien, siendo objetivos. Ni siquiera empezamos gustándonos. Nos hicimos querernos. Nuestro inicio tuvo factores hormonales más que otra cosa. Fue la curiosidad lo que nos llevó hasta ese punto. La curiosidad nos hizo confiar en el otro sin darnos cuenta y, cuando la epifanía nos alcanzó, ya era tarde. No pudimos separarnos.

―Pero tú sabías que solo quería usarte ―murmuró como si hubiera querido que yo no escuchara.

―¿Y entonces por qué tú sigues conmigo?

―devolví la pregunta.

―Porque te amo, DaeRan. Y odio amarte. Odio sentir lo que siento por ti. Yo no soy así. Me da miedo quien soy cuando estamos mucho tiempo juntos. Soy tan… frágil.

―Pero eso no está mal.

―Pero no me gusta ―levantó la voz sin llegar a gritar.

―¿Y entonces qué? ¿Quieres dormir para siempre?

―Quiero tenerte para siempre. Por eso dolió lo que dijiste. Incluso si me aseguras que no vas a dejarme, sigo teniendo miedo de que te vayas. He tenido miedo desde esa vez en el instituto.

Sabía que se refería al día en que otro chico me pidió ser su novia frente a un montón de personas. Eso pasó porque JeongGuk no quería que nadie supiera que nosotros teníamos algo. Tal vez fue porque yo no fui bonita sino hasta el último año de instituto, cuando muchos empezaron a notarme.

―Solo confía en mí.

Tomé su mano y él decidió que prefería abrazarme.

―No vuelvas a decir cosas así, DaeRan. Me lastimas.

―Tal vez tú podrías intentar quedarte conmigo definitivamente.

―Es muy difícil.

―¿Entonces cómo se supone que nos casemos?

―Podemos pensar en eso luego ―evadió el tema.
De cualquier forma, yo me iba a quedar con él, aunque él me dejara. Lo tenía tan claro que era doloroso. ¿Cuántas veces más iba a alejarse para volver? ¿Cuántas podía aguantar sin quebrarme por completo?

―No parece que tengamos arreglo ―murmuré.

―Pero seguimos intentando.

Estábamos tan acostumbrados a herirnos de una forma u otra. Lo aceptábamos sin objetar, porque queríamos mantenernos juntos. Estarlo se sentía bien aunque estuviera mal. Y podía ser un error obvio, pero no éramos perfectos. Íbamos a equivocarnos y a escogernos aunque fuera la decisión más estúpida. No se trataba de analizar la situación y optar por el mejor escenario, solo nos aferrábamos al otro como si nuestra felicidad se fuera en ello.

―Ya no vuelvas a tomar tantas pastillas ―pedí y apreté más a JeongGuk entre mis brazos.

―No lo haré mientras estés conmigo.

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