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❝Closetdorado❞

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❀ՏͲϴᎡᎽ ᏔᎡᏆͲͲᎬΝ ᏴᎽ:  closetdorado
❥ᏟᎪͲᎬᏀϴᎡᏆ́Ꭺ: 𝐌𝐀𝐍𝐈𝐀𝐂

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DEBITOR
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Verano del 2004
Orfanato 'New Hope'

Kim Namjoon yacía sentado en una esquina de la cutre habitación en la que dormía él y los otros cinco niños que sufrían igual o peor de lo que él lo hacía. Namjoon no estaba en ese lugar por gusto, menos por elección propia, sino porque la vida había sido injusta con él desde el día en que había nacido. No tenía mamá tampoco tenía un papá, apenas y conocía su nombre y era más que nada mucha suerte tener una identidad en un lugar como en el que él vivía.

Desafortunadamente, para Namjoon no había un arcoiris que saliera después de cada tormenta porque en su vida, siempre, siempre había rayos. Desde muy pequeño había aprendido lo que era el dolor, ser abandonado con solo pocos años de vida no era fácil de digerir pero siempre se podía superar, Namjoon no extrañaba a su madre porque nunca había sentido el calor de una, tampoco quería jugar a la pelota con su padre porque él en realidad no había conocido al hombre que lo engendró; no extrañaba lo que no tenía y nunca tuvo, más bien, él sufría por lo que vivía de continuo.

Era de esperarse que alguna vez, durante sus ocho años en el internado, alguien tratara de adoptarlo y darle un hogar pero él ya había perdido la esperanza pues cada persona que llegaba al orfanato en busca de un hijo, siempre pasaba de largo por donde estaba él. ¿Era su color de piel? No era blanco como el papel como el resto de niños que vivían en el horrible edificio, también, cómo extra tenía el cabello raro y tieso, eso tal vez era porque no gozaba de una rutina de cuidado capilar adecuada pero, aún así afectaba su destino.

Nadie quería al niño feo con la piel trigueña y el cabello ondulado, nadie quería a un niño defectuoso que dependía de lentes con aumento descomunal para poder distinguir las señales de tránsito o las letras que aprendía en la escuela. Nadie buscaba a un niño flacucho y que enfermaba constantemente producto de la mala alimentación y todo el desgaste físico por el que pasaba sin él haberlo solicitado. Nadie quería al pequeño Kim Namjoon.

Ya se había resignado. Para un niño de diez años, entender que no tenía oportunidad de probar lo que era tener una familia, resultaba difícil. Era un proceso doloroso en donde su destino se marcaba claramente. Se había resignado a pasar su vida entera en el cutre orfanato con mala calefacción y de olores putrefactos. Su destino estaba listo para augurar el dolor, sufrimiento y la pobreza. Kim Namjoon olía a fracaso y aunque los demás dijeran que era solo el fétido olor que salía de los conductos de desagüe, él sabía que en realidad lo que olía mal era su futuro y su presente.

Namjoon vivía un infierno no solo por las condiciones tan precarias en las que estaba el lugar, era también por lo que pasaba con él. Las personas que trabajaban en aquel lugar no eran del todo buenos, en realidad el pequeño Nam podía contarlas con los dedos de sus manos y aún sobraban, siempre se recibía maltrato de todo tipo y en todo tiempo, no habían buenos tratos y las pocas veces en las que la situación no parecía ser mala era porque habían visitas, parejas buscando hijos o autoridades oficiales.

El Orfanato nunca iba a buscar alguna clausura por lo tanto tenían que actuar bien y eso los incluía a ellos. Ya se sabía el guión de memoria, siempre actuar feliz, tener siempre una buena imagen y estar aseado, también mostrar destrezas en la escuela y de paso practicar el compañerismo. Debían mostrar que dentro se vivía entre algodones y flores aunque la realidad fuera otra.

Para Namjoon, en el día era más o menos todo llevadero, podía ir a la escuela y aunque las profesoras no fueran del todo buenas, al menos eran más agradables que el personal de trabajo de orfanato, nunca le gritaban y siempre estaban dispuestos a ayudarlo pero, no podía pasar todo el tiempo en la escuela aunque quisiera, no solo para huir de las personas que lo lastimaban, sino también para aprender un poco más porque había descubierto que era un buen estudiante aunque aquello no le sirviera de mucho porque una vez que dejara el lugar y se fuera a vivir por su cuenta, jamás podría tener una vida normal y tranquila, siempre sería un punto negro en una gran hoja blanca.

Namjoon y sus compañeros estaban a la espera en el cutre y sucio cuarto donde tenían que anticipar y esperar con ansias a que sus cuidadores o a quienes ellos llamaban 'verdugos' fueran en su busca, no para darle las buenas noches o contarles un cuento para dormir plácidamente en el duro colchón que tenían, era más bien para torturarlos, de distintas maneras.

Al principio fueron solo golpes y alguno que otro trabajo extra, ya fuera lavar la loza o barrer el patio, que eran tareas que no les correspondían pues para eso había personal. Después, cuando la explotación laboral y sin lucro ya no pareció ser suficiente, empezó lo peor. Namjoon podía soportar las largas jornadas laborales incluso si para su edad no fuera comprensible, estaba acostumbrado a ello, pero cuando las cosas cambiaron, el pequeño y escuálido cuerpo de Nam sufrió de maneras en las que nadie más sobre la faz de la tierra quisiera hacerlo.

Los golpes pusieron un antes y un después en su vida, porque ya no pensaba en que solamente tenía que trabajar de criado en el orfanato, sino que tenía que pensar en cómo curar las heridas que los golpes fuertes le dejaban. Casi siempre su cuerpo acababa masacrado, él jamás había visto que a ningún otro niño de afuera le pasara lo mismo, cuando empezó a marcar esas diferencias entendió que de alguna manera su vida era diferente y él lo sabía. Sabía que vivir sin un hogar no era lo normal pero, pensaba que eso era solo una pequeña desventaja y podía lidiar con ello, lo que no podía procesar era que aún estando en condiciones tan malas, tuviera que sufrir más.

Cuando todo pareció haber tomado un rumbo en su vida y después de que aceptó que tenía que vivir las situaciones que lo rodeaban incluso si quería o no, un nuevo reto vino a él. Hacía apenas un año desde que habían empezado los abusos sexuales de todo tipo y las tareas que antes se compensaban con barrer o lavar, tenía que compensarlas con trabajos que incluían su boca sobre un genital, ya fuera del conserje o de quien cuidaba las puertas de las habitaciones por la noche.

La primera vez que lo llamaron creyó que era algo de una sola vez, jamás pensó en que la situación iba a empeorar después. Pasaron los días, las semanas y los meses hasta que llegó el año y nada había cambiado. Todas las noches era lo mismo, esperar el turno y hacer lo que los verdugos pedían. Siempre, en la habitación veintitrés todos pedían bajo súplicas que les dieran un descanso pensando en que así podían librarse, aunque fuera una noche, de los terribles actos a los que los obligaban.

— ¿Quién va esta noche? — preguntó Jiwon. Era de los mayores de la habitación y aunque siempre trataba de proteger a los más pequeños, incluido Namjoon, casi nunca sus intentos funcionaban.

— Namu — respondió Suga, un niño con la piel blanquecina como la nieve que casi nunca hablaba y tampoco se quejaba pero era bien sabido que, al igual que el resto, no le agradaba el lugar. Suga miró a Namjoon con una mueca de disculpa — No podemos hacer nada por ti esta noche.

Namjoon lo sintió en lo más profundo de él. Ya sabía lo que iba a pasar pero aún así temía y jamás iba a acostumbrarse a vivir esos terribles minutos de desesperación al pedir con ahínco que lo dejaran ir.

— ¿Puedo fingir que sigo enfermo? — preguntó Namjoon con el mínimo de esperanza a que sus mayores le dijeran que sí.

— Dijiste eso la semana pasada, evadiste tu turno y Bohe lo hizo por ti — dijo uno de ellos exaltado. Namjoon al ser el más pequeño siempre era protegido pero, todo el tiempo había alguien que sintiera celos. Doyeon era uno de ellos.

Estaba igual de roto que el resto pero en lugar de unirse a sus compañeros de cuarto y al menos compartir penas, siempre estaba a la defensiva.

— Lo haré yo por él — dijo Suga. Este sabía muy en el fondo que talvez no iba a funcionar y que todo sería en vano pero, nada perdía con intentarlo.

— ¿Hasta cuando lo van a proteger? — preguntó Doyeon enojado por la manera en la que cuidaban a Namjoon. Él pequeño Nam solo escuchaba lo que sus mayores decían — Ustedes van a salir primero que él, ¿qué harán?

— No empieces, Doyeon. Soy yo quien se está sacrificando por Namu — dijo Suga enojado — No te metas, ya sabemos que eres un egoísta con todos. ¡Namjoon solo tiene diez años!

— Tú tienes catorce — respondió éste muy enojado — Namjoon debería aceptar lo que es.

— Basta — habló Jiwon. Al ser el mayor de todos casi siempre lo que decía se hacía. Tenía dieciséis años por lo tanto siempre era él quien ponía el orden en el lugar — Creo que no debemos discutir. Namjoon tienes que ir tú — Namjoon empezó a hiperventilar muerto de miedo.

— Dije que puedo ir yo — dijo Suga enojado.

— Está bien, hyung. Iré yo — Namjoon tenía cristalizados los ojos producto de las fuertes ganas de llorar pero, aún así pudo enfrentar a la bondad de Suga.

Suga se acercó a él para abrazarlo muy por encima dado que casi siempre evitaba el contacto físico. Namjoon se pegó a él y se puso de puntillas para hablarle al oído y hacerle una promesa de la cual él no estaba seguro.

— Hyung, cuando salga de aquí voy a vengarme de todos ellos y te devolveré el favor — Suga escuchó atentamente las palabras que el pequeño Namjoon le decía en un intento de agradecer la disposición de su amigo.

Ambos se soltaron del abrazo, tan pronto como lo hicieron la puerta de su habitación se abrió y el conserje pasó hasta estar dentro por completo. Todos se formaron en una hilera y bajaron la cabeza.

— Namjoon, eres el elegido de esta noche — Namjoon escuchó el sonido de la voz rasposa del conserje y no pudo evitar sentir asco y miedo — Ven, pequeño.

Namjoon empezó a caminar hacia su perpetrador dando cada paso con miedo y sintiendo que su corazón latía cada vez más rápido. Nam levantó la cabeza y observó la gran sonrisa que el conserje Park tenía. Todo de él lo asustaba, sus dientes amarillos, su barba mal cortada y la fea cicatriz que pasaba por su ojo derecho.

El conserje le tomó la mano y después lo empezó a jalonear hacia la salida. Namjoon sintió que su ritmo cardíaco empezó a latir más rápido y el miedo fue más constante y más fuerte. Se alejaron de la habitación hasta el final del pasillo donde había una puerta que conectaba a unas escaleras por donde se podía bajar a un sótano, el lugar donde ocurrían las torturas.

Era un cuarto negro por completo lleno de basura de todo tipo y papeles viejos por doquier. El olor a desperdicios era fuerte y por las tuberías que pasaban se podían observar fugas de agua sucia lo que le daba un aspecto aún más asqueroso.

Namjoon y el conserje Park bajaron por las escaleras hasta que llegaron al final y pudieron encaminarse hasta donde el resto de perpetradores esperaban.

— Hasta que aparecen — dijo Jenni, una de las mujeres que trabajaba en la cocina — Estábamos ansiosos por ver a este pequeño — se acercó a Namjoon a paso lento y le acarició la cabeza — Está semana no pudiste escapar.

Todos rieron tan fuerte que perturbaron la mente de Namjoon hiriendo sus sentidos prontamente.

El conserje se alejó de él y fue a tomar asiento justo al resto mientras que Jenni se quedó con él, para tocarlo. Jenni fue bajando su mano por la espalda de Namjoon lo que hizo que éste esquivara el tacto pero no pudo escapar.

— Serás nuestro esta noche — susurró Jenni al oído de Namjoon.

Nam, con mucha furia dentro de él, guardó bien la imagen de ellos en su cabeza porque aunque fuera pequeño aún y no tuviera ni la más mínima idea de cómo iba a ser su vida en unos años más, estaba seguro de que lo que fuera que hiciera siempre iba a pensar en ellos y en cumplir la promesa que le había hecho a Suga.

— Ponte de rodillas, niño — Jenni empujó su cuerpo hasta que sus rodillas se doblaron — Vengan muchachos, el pequeño está listo.

El conserje Park y dos hombres más se acercaron y se plantaron frente a Namjoon. Todos a la vez empezaron a bajarse el cierre del pantalón mostrando sus miembros. Namjoon sabía lo que debía hacer pero no le gustaba. Cerró los ojos y se obligó a sí mismo a hacerlo mientras imploraba en su mente que alguna vez en el futuro pudiera cobrar cada una de las cosas que lo hicieron vivir.

Verano del 2012
Puerta de salida del Orfanato 'New Hope'

Con dieciocho años cumplidos por fin pudo ser libre, al menos físicamente porque su mente y sus sentimientos siempre estarían atrapados en aquel terrible lugar en donde había vivido los peores años de su vida. Kim Namjoon era medianamente libre.

Fue el último de la habitación veintitrés en salir, por ende fue el último en aguantar todas las cosas que los perpetradores planeaban. Algo había cambiado, sin embargo, él no era el mismo niño de diez años tonto y con miedo a todo, era básicamente un "casi adulto" que había aprendido de la peor manera lo duro que era la vida para él.

No tenía un lugar a donde ir, aún era un crío de preparatoria con la desventaja de que estaba por su cuenta. Solo tenía una pequeña mochila con las pocas cosas que le pertenecían y su uniforme de escuela, uniforme que pensaba tirar a la basura pues no pensaba acabar la preparatoria, no tenía tiempo para estudiar.

En el bolsillo de su pantalón, Namjoon guardaba a buen recaudo una fotografía vieja que tenía con Suga, el hombre que alguna vez lo había salvado. Suga dejó el orfanato cuatro años antes que él y tras no tener ni la menor idea de cómo contactarlo, prefirió simplemente vivir con su recuerdo y conservar la fotografía pero, al estar fuera y sentir ese pequeño aire de libertad, pensaba que ir en su busca era buena idea.

Buscó entre su mochila la pequeña cartera con billetes que había ahorrado por largos años desde que le consiguieron un trabajo de medio tiempo en el orfanato y sacó un billete para poder comprarse algún pan en el camino y conseguir energía para pensar en qué hacer con su vida.

Namjoon no era tonto, sabía que debía primeramente encontrar un trabajo y de alguna manera abrirse paso en el mundo de lo contrario se quedaría atrás. No le faltaba mucho para acabar la preparatoria y contando sus habilidades mentales era más que obvio que la terminaría sin ningún problema pero, no quería, estaba tan destruido por dentro que pensar en llevar una vida normal era casi un lujo para él.

Namjoon empezó a caminar sin dirección alguna hasta que llegó al inicio de una calle llena de tiendas de café y de ropa, también de unos cuantos restaurantes. Entró en una cafetería observando todo a su alrededor.  El mundo real era tan diferente a lo que él siempre había visto en aquellas cuatro paredes. Se entretuvo con la decoración pues ver más colores a parte del gris iba a ser siempre un destello de emoción para él. Luego se acercó al mostrador y pidió un pequeño pastel con una taza de café negro sin azucar.

Mientras esperaba su orden sus ojos fueron al televisor que la dueña de la cafetería tenía colgando de la pared. Se entretuvo en las noticias que pasaban hasta que vio a la persona que buscaba. Suga estaba en las noticias y de hecho, era el protagonista.

Se acercó más a la pantalla para escuchar con más claridad.

— Está mañana se reportó el hallazgo de un cuerpo sin vida en la orilla del río Han. Aparentemente la víctima se lanzó desde el puente para acabar con su vida. Según un video de la cámara de seguridad, este ciudadano no era la primera vez que se acercaba al puente con intenciones de saltar hasta que logró su cometido, esto presuntamente pudo haber sido provocado a causa de una fuerte depresión, según expertos en el tema. — sintió que su corazón se apretujaba con cada palabra que la reportera soltaba — La víctima responde al nombre de 'Min Yoongi' y desafortunadamente no tiene una familia porque según informes, el señor Min creció en un orfanato.

La reportera siguió hablando y mostrando más fotos de Yoongi, todo lo que Namjoon pudo hacer fue apretujar la foto que guardaba en su bolsillo sintiendo una presión increíble en su pecho.

— … El cuerpo de la víctima permanecerá en la morgue del hospital Asan de Seúl hasta que alguna autoridad decida darle santa sepultura.

Desconectó su cerebro de las palabras de la reportera y fue de regreso al mostrador para tomar su orden y pagar. Su corazón estaba completamente destruido puesto que el 'hyung' de toda su vida estaba muerto. Salió de la cafetería dispuesto hacer cualquier cosa para darle a su viejo amigo una despedida más o menos decente. No estaba seguro de que hacer dado que él no tenía dinero y era solo un crió de dieciocho años, pero no iba a rendirse.

Namjoon tomó un autobús que lo llevaba hasta el hospital, todo el camino estuvo impaciente pensando en todos los recuerdos que habían formado juntos pues, a pesar de la frialdad de Suga, ellos siempre habían logrado conectar sus personalidades y hacerla una sola.

Sabía que la muerte de su amigo había sido producida por la terrible vida que había llevado en su niñez, es que para él era de locos sobrevivir a algo así y no tener problemas mentales fuertes. Talvez Suga solo sentía que su vida no valía la pena y miró el suicidio como única solución.

A Namjoon le dolía pensar en eso, pues él no había estado ahí para proteger a la única persona que lo había cuidado en el infierno del que salió. Suga lo había protegido a él pero él no pudo protegerlo de regreso y eso era una gran culpa para cargar.

Al llegar al hospital se presentó como un antiguo amigo de Suga y mostró la foto que ambos compartían para que fuera más verídico. Le dejaron pasar a la sala donde estaba su amigo y ahí, acostado en una cama fría su cuerpo yacía envuelto en una bolsa blanca. El médico de turno decidió dejarlo solo para que pudiera despedirse de él no sin antes abrir la bolsa y mostrarle el rostro de su pálido amigo.

Namjoon miraba al mismo niño con quien había crecido en el orfanato. Las mismas facciones solo que un poco más endurecidas por la edad, seguía teniendo el lunar en su mejilla y sus pestañas al estar hacia abajo se veían más abundantes. Era igual, lo único que cambió fue su cabello, ya no era negro, tenía un fuerte color menta y las raíces que venían creciendo de color negro le daban un mejor aspecto.

— Te hice, una promesa, hyung — dijo Namjoon sintiendo inmensas ganas de llorar — Y la voy a cumplir — muy seguro de sí sus palabras volvieron a ser una promesa para el cuerpo inerte de su amigo.

Namjoon cerró la bolsa blanca de nuevo y sintió lástima al dejar a su amigo ahí dentro sin poder darle una sepultura como él lo merecía, porque aunque la vida de ambos había sido una completa mierda en el orfanato, al menos la muerte debía pintar un poco mejor, pero nada. Ni siquiera podía permitirse sepultarlo dignamente o posiblemente poner un ramo de flores y algunas ofrendas.

Salió de la sala con la cabeza hacia abajo y el corazón en la mano, dispuesto a hacer de todo para cumplir la promesa a Suga.

Verano del 2014
Facultad de Criminología, Seguridad e Investigación (Seúl)

Después de muchos esfuerzos y de casi muchos derrotas cantadas, Namjoon logró entrar a la universidad. Para él era una odisea, no esperaba convertirse en alguien que pudiera aportar a la sociedad, no con la vida que él había llevado desde muy pequeño.

— Felicidades por tu primer examen, Namjoon — uno de sus maestros de facultad le felicitó con una pequeña inclinación de cabeza, Namjoon, quien a pesar de todo era educado, hizo una reverencia de noventa grados ante su mayor — No tienes que hacerlo, hijo.

'Hijo' esa palabra le golpeó pues era primera vez que la escuchaba tan genuinamente como si quien la dijera no tuviera más que bondad en su corazón. ¿Era porque nunca se había sentido hijo de alguien y su falta de padres lo habían convertido en un tonto?
Para él era eso, solo un resultado de su solitaria vida y todo lo malo que lo rodeaba constantemente, pero no podía evitar encontrar consuelo o un poco de alivio al escuchar esa pequeña palabra salir de la boca de alguien más y dirigirse a él.

— Usted es mi mayor, señor Kim — Namjoon siguió con su cabeza inclinada incapaz de ver a los ojos a su profesor.

— Apuesto a que no soy tan mayor — dijo él profesor en tono relajado. Namjoon al escuchar que su maestro le daba pase para entablar una conversación, decidió levantar la cabeza por fin — Eres un gran estudiante y yo siempre premio la inteligencia.

— Eso es porque usted es un gran profesor. No hubiera obtenido esa nota de no ser por usted — Namjoon quien nunca estaba inclinado a ganarse a las personas por medio de las palabras decidió alabar a su maestro sin limitaciones — Me he enamorado del curso gracias a usted.

— Te invito a tomar un café — respondió el profesor Kim — Me gustaría charlar contigo. Siento un poco de curiosidad, si soy honesto.

— ¿Es porque vengo de un orfanato y logré entrar a la universidad de Seúl, cierto? — Namjoon hizo la pregunta sin intenciones de incomodar a su maestro dado que no le interesaba, solo quería que él respondiera si era por eso, no iba a cambiar nada.

— Sí — Namjoon se sorprendió por la franqueza del señor Kim  — Eres una verdadera leyenda, he visto pocos jóvenes como tú lograr esto — sin querer, ambos habían empezado a caminar sin dirección ni rumbo — ¿Qué te motiva a estudiar criminologia? ¿Buscas a alguien?

El profesor le hizo las preguntas más importantes de su vida y para las únicas que tenía respuesta dado que existía un objetivo.

— Sí, busco a alguien — respondió Namjoon sin miedo a tener que responder más preguntas pero por la dudas dijo:— No pregunte, se lo agradecería.

— No iba a hacerlo. Solo tenía curiosidad. En todo caso yo se que tu eres buen estu… — el señor Kim fue interrumpido por una llamada de su celular.

Con la mano le hizo una mueca a Namjoon para que le diera un momento mientras se alejaba a zancadas de él.

Namjoon suspiró tranquilo pues las preguntas habían acabado, dispuso a darse la vuelta para regresar a la pequeña habitación en la que vivía, descansar un poco y luego ir al trabajo de medio tiempo que le ayudaba a vivir. Cuando dio un paso hacia atrás sintió como pisaba unos pequeños dedos y luego escuchó un chillido.

— ¡Imbécil! — fue un chillido completamente afeminado por lo que supuso que se trataba de una mujer — ¡Fíjate por donde vas a poner tus botas de leñador! — él se apartó como si ella tuviera la peste y decidió mirarla de lejos.

— Lo lamento, yo solo iba a dar la vuelta para irme a casa — Namjoon se sentía cohibido dado que eran pocas veces las que hablaba con una mujer.

— No haré nada con un simple lo sien… to — la mujer se dignó a mirarlo a la cara y detuvo sus palabras de golpe. Simplemente observaba a Nam sin decir una sola palabra.

Para Namjoon el silencio fue un tanto incómodo así que decidió alejarse sin darle la espalda a la chica.

— Soy Aran — se presentó ella olvidando su enojo — ¿Tú eres…?

Namjoon no podía creer como alguien cambiaba de humor tan rápido.

— No importa, no hablo mucho — respondió él seguro de que era tiempo de alejarse — Adiós — empezó a alejarse aún viéndola al rostro.

— ¡Dime tu nombre! — gritó ella desesperada.

Namjoon le dio la espalda y cogio aire para gritar.

— Soy Kim Namjoon.

— ¡Kim Namjoon, tu y yo hablaremos mucho! — ella se lo prometió con una sonrisa en el rostro y él lo recibió como un balde de agua fría.

No podía tener una distracción. Namjoon puso un recordatorio mental de siempre evitar toparse con ella e ignorarla a toda costa.

Verano del 2016
Afuera de Seúl, antigua fábrica de pinturas Han.

Kim Namjoon sonrió cuando vio la visita que tenía en su pequeño escondite. La miraba con diversión y la ansiedad corría por sus venas. Sería un mentiroso si dijera que la emoción de saber que tenía a uno de sus perpetradores atado en una silla y con la boca cubierta no era lo mejor que había sentido.

Escuchaba los gritos de ella, suplicando que la soltara y diciendo a medias que estaba loco, sus palabras eran casi balbuceos gracias a la cinta que le impedía hablar. Namjoon, quien había adquirido el feo hábito de fumar, sacó su cigarro de la boca y se fue acercando a ella poco a poco.

— Hola, Jenni — dijo con una sonrisa de maníaco que mostraba lo dañado que lo habían dejado aquellas personas que abusaron de él y del resto de niños de la habitación veintitrés — ¿Quieres hablar? — preguntó haciendo una sonrisa conciliadora — Bien, seré considerado por un momento. Supongo que quieres decir tus últimas palabras. Sostén mi cigarro — sin pensarlo puso el cigarro aún encendido en su cuello y lo apretó por unos segundos deleitándose por la manera en la que Jenni gritaba. Desató el nudo de su boca y los gritos se intensificaron — Shhh, vas a espantar a las personas que caminan por ahí.

— ¡Eres un desquiciado! — dijo ella llorando. Namjoon no pudo hacer otra cosa más que reír fuertemente — ¡Un maldito loco!

— ¿Y tú qué eras? — Namjoon cambió su expresión en un instante y apretó su mandíbula. Tomó el cuello de ella entre sus manos y lo apretó — Tú te reías así, escucho tu risa cada noche que voy a la cama y aún así crees que yo soy el desquiciado.

— Suel…ta…me — Jenni hacía de todo para apartar las fuertes manos de hombre de Namjoon pero no podía. Namjoon dejó su cuello y volvió a alejarse de ella.

En clases, como parte de su formación como detective tenía que saber manipular un arma, entonces, hizo de todo para poder tomar una sin permiso del gabetero del señor Kim. Tomó el arma en sus manos y se la mostró a Jenni.

— ¿Sabes que seré un detective? — preguntó fingiendo limpiar el arma.

— ¡Maldito bastardo! — Las palabras de Jenni salieron llenas de odio.

— No soy bastardo, soy huérfano — él se rió por lo que decía — Como te decía, me han dicho que tengo que practicar mi tiro, de lo contrario voy a reprobar la clase.

Jenni lo miró sin entender lo explícitas que habían sido sus palabras.

— Necesito un muñeco de práctica, tonta — Namjoon rió con la sonrisa de un loco — Y tú has sido la ganadora.

— ¡¿Qué?! ¿Qué clase de loco eres? — preguntó asustada.

— No estoy loco, solo tomo mi venganza — respondió él tranquilamente — Podría hacerte lo mismo que tú me hiciste a mí pero creo que eso es muy bajo. Tomar el cuerpo de otra persona sin consentimiento es muy malo.

— Vas a matarme, cabrón…

— Sí, pero eso solo será una vez. No volverás a pasar por esto nunca más. No como yo que sufría cada semana — Namjoon no podía ocultar el dolor de sus palabras cada vez que recordaba la manera tan cruel en la que había vivido en el orfanato. Nunca esperó que le trataran como rey, más siempre quiso que lo hicieran como humano — ¿Cuál es la parte favorita de tu cuerpo?

— No… por favor, no — ella empezó a llorar pero eso no importaba con Namjoon.

— Jenni, Jenni. Ya sabes que esas palabras nunca funcionan. Yo siempre las decía pero nunca surgió efecto — el recordaba todas las veces que había suplicando entre lágrimas que no lo lastimaran — Creo que tú parte favorita son los hombros — Nam hizo una mueca y cargó el arma.

— ¿Por qué solo me castigas a mi? No fui la única que te dañó.

Namjoon empuñó el arma, dispuesto a silenciar su voz.

— Ya sé, voy por orden y las damas siempre van primero — disparó sin pensarlo más justo sobre el hombro de Jenni.

El siguiente disparó fue a su garganta.

El siguiente a su frente.

Los últimos dos a sus pechos. El derecho e izquierdo.

— Sí, creo que pasaré la prueba. Tengo buena puntería — dijo para sí mismo. No sintió remordimiento alguno después de disparar.

Guardó el arma de regreso en su empaque y procedió a limpiar lo que había hecho.

Como primer principio de investigación y acorde a lo que había aprendido en la facultad, los investigadores siempre buscaban las balas, así que para evitar cualquier altercado decidió retirar la evidencia del cuerpo de Jenni.

Se puso unos guantes y cogió las pinzas que le había robado a Aran y procedió a limpiar el cuerpo de la mujer.

Verano del 2018
Apartamento de Choi Booksoon (perpetrador número 2)

— Yo sabía que si buscaba un poco más iba a encontrarme con toda la rareza y enfermedad que los rodea — dijo Namjoon orgulloso por la manera en la que había logrado que ambos estuvieran en una misma habitación — No es normal preferir comer niños a mujeres.

— ¿Quién mierda eres? — preguntó uno de ellos.

— ¿No me recuerda, señor Jung? — Namjoon regresó una pregunta — ¿El pequeño de la habitación veintitrés? — los dos hombres se vieron a la cara y luego suspiraron.

Para Namjoon era importante que ellos recordaran lo que habían hecho, de lo contrario el sacrificio sería en vano.

Había seguido las pistas de los dos hombres por al menos un año y no había sido fácil hacer que ellos mordieran el anzuelo. Los hombres ya se habían retirado como trabajadores mayores del Orfanato por tanto vivían una vida tranquila alejados en la zona rural de Seúl. Namjoon no entendía cómo alguien podía vivir con la mente tranquila después de todo lo malo que había hecho.

El no era Dios, jamás se compararía con un ser divino. Él se autoproclamaba malo, ni una persona asesina tenía cabida en el cielo.

— ¿Qué vas a hacernos? — preguntó Booksoon.

— Vamos a hacer lo que más les gusta a ustedes dos — respondió él con una sonrisa — Van a follar; luego veremos.

Los hombres le miraron sin entender pues no era normal pedir algo de esa manera.

— No finjan  — prosiguió Namjoon — Se que las mujeres no son de su agrado.

— ¿Tú qué sabes? ¿Has probado una? — preguntó Jung.

— ¿Con esa cara de marica? — se burló Choi — Dudo mucho que lo haya hecho.

— ¿Le preguntamos a tu hija? — la cara de Booksoon cambió de repente y la expresión burlesca fue reemplazada por una de miedo — Tengo unas fotos, ¿Quieres verlas?

— ¡Te voy a matar, hijo de puta! — Namjoon rió por el enojo de él.

— Haz lo que te digo y luego veremos — Namjoon los apuntó con el arma que había comprado luego de su graduación de la universidad — Rápido.

Los hombres se miraron a la cara una vez más y después prosiguieron a hacer lo que Namjoon decía.

Namjoon los miró con sumo interés, no por el contacto entre dos hombres, era más que nada por el interés a su muerte.

Ambos desnudos empezaron a tomarse, fingiendo timidez frente a Namjoon pero este sabía que no valía la pena que se comportaran así.

— Metesela de una vez — demandó Namjoon. Los dos hombres rápidamente se pusieron en posición dado que Nam seguía apuntándoles con el arma.

Nam escuchó el lamento de uno de ellos y después sonrió cuando los observó unidos. Sin mediar más palabras no dudó en dispararles, primero a Jung en la cabeza y luego a Choi en la garganta. Ambos hombres cayeron al suelo aún unidos por él miembro de Booksoon.

Namjoon se acercó a ellos y los miró por última vez con una sonrisa en el rostro. De nuevo, el remordimiento no estaba, solamente el placer culposo de haber asesinado a alguien.

Verano del 2023
Oficinas del cuerpo de investigación de Seúl.
Oficina del detective Kim Namjoon.

— Jefe, tenemos un código — uno de los oficiales entró corriendo a su oficina — Es urgente.

— ¿Qué ha pasado ahora? — Namjoon preguntó fingiendo no saber el motivo por el cual él oficial estaba en su oficina.

— Hemos encontrado otro. Había la misma marca en el piso con la sangre — el oficial empezó a explicar los hechos, lo cual no era necesario porque Namjoon había sido el protagonista.

— ¿Qué vienes a decirme en sí? ¿Qué hay un asesino en serie suelto por ahí o que alguien nos está jugando una broma? — preguntó Nam con sarcasmo — No te leo, Jeon.

— Disculpe, señor. Digo que necesitan su ayuda en la investigación de los hechos, ahora mismo una patrulla se dirige al lugar de lo ocurrido y esperan que usted se una — el novato de la oficina hizo una pequeña reverencia ante su mayor.

— Gracias, Jeon. Iré en unos minutos luego de tomarme mi taza de café.

El oficial se retiró de la oficina dejándole solo, contemplando hacia la nada. No tenía palabras solo la inmensa satisfacción de saber que había cumplido la promesa a Suga y que todos los que le habían hecho daño estaban muertos.

Apuró su taza de café, tomó sus lentes de sol y su abrigo para dirigirse a la planta de estacionamiento y tomar su auto.

De camino al lugar donde había dejado el cuerpo sin vida de Park, el último de su lista, no sintió más que ansias por ver la escena del crimen desde otra perspectiva.

El tráfico era ligero por lo que no fue difícil llegar. Entró al bloque de edificios de ladrillos rodeados por policías y aparcó su auto en la isla. Se bajó a paso lento y tomó su maletín.

Lo dejaron pasar a la escena y con paso seguro entró.

— Asumo que es todo un artista nuestro asesino escurridizo — dijo uno de los tenientes oficiales — Es un bastardo loco. Hacer todo esto para asesinar a alguien requiere demencia — aseguró con sus palabras.

Namjoon no dudaba de ello dado que sabía que algo no trabajaba bien en su mente pero se negaba a buscar ayuda porque sabía que gran parte de ello se iría cuando todo fuera consumado.

Rebobino la escena en su cabeza, una vez más y por placer culposo.

— Estás loco, hijo — dijo entre lamentos el señor Park — Vengarte no está nada bien — de sus ojos brotaban lágrimas.

— No es bueno pero recompensa — respondió Namjoon — La venganza nunca depende del vengador, casi siempre es del deudor.

— Por favor, dame una oportunidad más para vivir. Fue un error lastimarte y se que no debió pasar — pidió desesperado en medio de las lágrimas — Te lo imploro, tengo una hija y una esposa.

— Yo no soy Dios para perdonar a la gente — aclaró él siguiendo con el trabajo de enredar cuerdas de pesca en el cuello del señor Park.

Namjoon sabía que tenía que ser cuidadoso en cómo hacía las cosas así que para no ser descubierto decidió cubrir sus manos con guantes. No podía dejar ni un cabo suelto, incluso si era él quien cubría la investigación.

— Respiré, señor Park y piense en todas las veces en las que me obligó a chupar su miembro y el de sus amigos. ¿Merece usted perdón? — Namjoon se alejó de él después de que terminó de enredar las cuerdas y se fue hasta el otro lado de la habitación dispuesto a hacer la parte faltante del plan — No merece nada, sin embargo, le estoy dando una muerte creativa.

— ¡La ley te va a condenar!

— Yo soy la ley, señor Park.

Namjoon apretó el botón que ayudaba a que todas las cuerdas se tensaran hasta que al señor Park no le pasara ni un poco de aire y su cuello reventara.

Mientras los minutos avanzaban fue viendo con sus propios ojos la manera en la que su último deudor perdía el aire. Las cuerdas llegaron a su tope e hicieron  explotar el cuello del señor Park salpicando de sangre por todos lados.

Namjoon sonrió y embarró su dedo con la sangre salpicada y luego se lo llevó a la boca.

— Feo por fuera, feo por dentro — dijo sin perder la sonrisa de su rostro.

Se alejó de la sala dejando el cuerpo del señor Park suspendido en el aire por las cuerdas y a punto de desprenderse de su cabeza.

Se había terminado…

Suga, su único hyung, tenía que estar feliz en el cielo porque esperaba que ese fuera el lugar donde él estaba. Solo los ángeles protegen y solo un hijo de Dios ama cómo Suga lo amó.

Namjoon hizo su trabajo y efectivamente no encontró ni una sola huella en la escena del crimen, eso significaba que él era un buen detective y un buen asesino.

El caso del señor Park pasaría al archivo de casos sin resolver por los que ningún familiar reclamaba.

Regresó a su casa feliz, con ansias de abrazar a su hija y a su esposa. Entró al salón donde siempre encontraba a las únicas dos personas de su vida que sí valían la pena.

— ¡Papá! — Una nena de cuatro años salió corriendo a recibirle. Se abrazó a sus piernas con verdadero fervor para abrazarlo.

— ¡Princesa mía! — Namjoon la levantó en el aire y le besó las pequeñas mejillas — ¿Qué haces despierta si es tarde?

— Ya sabes cómo es — respondió Choi Aran, su esposa — No se va a la cama sin verte.

Se acercó a su esposo y depositó un beso en sus labios.

— Mamá, papá es mío — dijo su hija Saena, mostrando inconformidad por el beso entre sus padres — Solo mío.

— Soy de ambas — respondió Namjoon con una verdadera sonrisa en el rostro. Amaba verlas pelear por él — Hay mucho Namjoon por los momentos.

— Ve a dormir, Saena — pidió la madre rogando que su hija hiciera caso — Tu padre y yo tenemos que hablar.

— Si me voy tú vas a besarlo y tu vas a dejarte — dijo señalando a su padre y haciendo un puchero — No quiero.

— Los papás hacen eso — respondió Aran — Mañana iremos de compras con la tarjeta de tu padre — a la niña se le iluminaron los ojos cuando escuchó a su madre.

— ¡Siiii! — saltó de los brazos de su padre y se fue corriendo a su habitación.

— Es fácil — respondió Aran. Con libertad se pegó a su marido y lo besó con seguridad — Te extrañé todo el día.

Namjoon nunca rechazaba las atenciones de su esposa y luego de un día agotador besar sus labios era lo mejor que le podía pasar.

— Ya estoy en casa — respondió Namjoon. Aran empezó a guiar su cuerpo hacia el cuarto de baño que compartían y lo metió dentro a la fuerza — ¿Qué haces?

— Vamos a darnos una ducha — respondió ella con simpleza.

— Algo quieres, pero lo haré. Estoy frito y un baño me haría bien.

— ¿Qué hiciste hoy? — Aran ayudó a quitar la ropa del cuerpo de Namjoon y luego hizo lo mismo con la suya. Ambos entraron en la tina y se recostaron contra la baldosa — ¿Atrapaste a los malos?

— No. Investigué un caso. Simplemente.

— ¿Entonces por qué estás tan cansado?

— Porque el cansancio que siento lo traigo desde que era un niño — respondió Namjoon, dispuesto a ser sincero con la mujer que amaba.

— Sabes que no quiero que lleves esas cargas tú solo — Aran era comprensiva con las cosas que él callaba — Puedes compartir tus penas conmigo siempre.

— Tengo demonios, Aran.

— Lo sé y quisiera comerlos por ti — ella tomó el rostro de él  en sus manos y lo acarició — Siempre quiero ser yo quien reciba tus cargas.

— No, mi amor, ya las he matado todas — respondió él esperando a que su esposa entendiera un poco más lo que decía.

Ella unió sus frentes y cerró sus ojos dispuesta a decir lo que llevaba en su pecho desde hace mucho.

— Sé que tú eres el asesino de las caras felices — dijo ella en un hilo de voz — Se que tú mataste a mi padre.

— Perdón… — se disculpó no porque sintiera pena por Choi Booksoon, era por su esposa.

— No te disculpes. Quiero saber por qué lo hiciste — pidió ella rogando que él fuera sincero por primera vez — ¿Quién es Suga? Hoy encontré la foto esa que guardas con tanto esmero.

— ¿Quieres saber la verdad? — preguntó dispuesto a hablar.

— Muero por hacerlo… — rogó ella.

— Te la diré y quiero que estés lista par escuchar la historia que hizo que me convirtiera en un maníaco y un asesino — las palabras de Namjoon salieron sofocadas de su boca — Pero no quiero que dudes ni por un momento en que te amo a ti y a nuestra hija.

— Jamás he dudado de eso — ella se sentó sobre el cuerpo de Namjoon para abrazarlo y dejar que las palabras salieran de la boca de su marido.

— Los recuerdos más tardíos que tengo son del año dos mil cuatro…

Namjoon empezó su historia, una que al fin podía decir sin dolor alguno.

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