ℭ𝔞𝔭𝔦́𝔱𝔲𝔩𝔬 IV
"Sumergidos en el infierno"
—Tú alabas a Dios, pero fue él quien creó el mal, fue él quien me creó.
Esas palabras, dichas por una voz grave, se sumergieron en mi subconsciente. Aunque estaba dormida mi piel se erizó completamente, y no se sentía nada bien. Mi corazón palpitó muy fuerte, mas no podía moverme, ni siquiera abrir los ojos.
—Elinor.
Oí mi nombre, entonces comencé a sentir mi cuerpo nuevamente. Abrí mis ojos con lentitud, cuando comenzaba a divisar delante de mí a Lou. Me levanté poco a poco, sentándome en la cama de antes, en su habitación. Tenía hambre y la verdad estaba algo débil.
—¿Estás bien? —preguntó él, y se acercó más a mí.
Le sonreí tiernamente, y solo lo abracé. Estar entre sus brazos me reconfortaba. Su calor me transmitía seguridad.
—Si, lo estoy —le contesté, permaneciendo entre sus brazos.
—Dormimos juntos, todo el día —continuó, acariciando mi cabello.
Era ya le segunda vez que dormía con un hombre, o vampiro. La verdad era muy cómodo, y acurrucarme en su regazo lo era aún más.
—Elinor, tengo sed —confesó Lou, separándose algo de mí, y mirándome a los ojos.
Entendía a lo que se refería y lo que necesitaba. Había transcurrido un largo tiempo desde que se alimentó, y seguramente al igual que yo, estaba hambriento.
Lo miré con una sonrisa y me senté encima de él. Me dio un poco de vergüenza haber echo eso, sin embargo con él la perdía rápidamente. Acaricié su hermoso y perfecto rostro, notando como mis mejillas se enrojecían.
Él, me observó con una sonrisa ladina, y de un momento a otro, posó sus grandes manos sobre mis senos, acariciandolos consecutivamente. No me pude resistir a soltar varios suspiros, además de notables gemidos.
Lou acercó su rostro al mío y unió nuestros labios en un ardiente beso.
Segundos después, dejó mis senos y rodeó mi espalda con sus brazos, apegándome más a su cuerpo. Con su lengua recorría todo mi cuello, hasta clavar sus colmillos en este.
Gemí, esta vez lo hice en alta voz, era demasiado bueno lo que me hacía. Acaricié lentamente sus cabellos y cerré los ojos para sentirlo todo mucho mejor.
—Te amo, Elinor —soltó Lou, mientras me tenía cautiva en un completo misticismo.
—Yo te amo más —contesté en un gemido.
Pero en verdad, ¿amaba a Lou?
Pasó bastante tiempo luego de lo acontecido. Yacía en mi habitación terminando de arreglarme. Estaba sentada frente a la mesita de noche, mirándome al espejo mientras me aplicaba un poco de labial carmesí en mis labios, aprovechando el intenso color rojo del vestido que había elegido.
Observé por un momento mi cuello, viendo las marcas de Ayno y Lou. Entonces pensé un poco, ¿de verdad ellos podrían enamorarse? Se supone que son seres sin ningún tipo de sentimientos afectivos, no obstante, ¿eso sería cierto?
—Elinor.
Me sobresalté un poco por un llamado detrás mío, puesto que en el espejo solo se podía divisar mi reflejo. Voltee rápidamente, encontrándome con la presencia de BaRon, junto con su oso de peluche entre sus manos, me observaba con una sonrisa cálida, de las pocas que me han regalado.
—BaRon —dije, para después levantarme e ir frente a él—. ¿Necesitas algo? —le pregunté imitando su gesto, él no me parecía mala persona.
—La verdad —apretó un poco su oso de peluche y volteó su vista a otro lado—...se me antoja beber algo.
Con suma Alegría, me dirigí casi corriendo a la cocina dejándolo solo en la habitación, para comenzar a hacerle un poco de café. De inmediato, al terminarlo, volví a la habitación con una taza de café. BaRon seguía en el mismo lugar, por lo que me acerqué.
—Ten, lo hice para ti —le extendí la vajilla, sin embargo, la tumbó de un empujón con una de sus manos, consecuentemente salpicándome café muy caliente en las manos y rompiéndose la taza en el piso—. ¡Ah! —me quejé por las gotas calientes en mis manos y dedos.
—¡¿Cómo te atreves a traernos café?! —exasperó con enojo—. ¡Teddy solo toma y come cosas dulces! ¡¿Te cuesta tanto trabajo entenderlo?!
Sus gritos retumbaban en la habitación, se estaba comportando tal cual Ayno, nuevamente me había equivocado.
—Perdón, no lo sabía —lo miré, tratando de disimular el dolor de las quemaduras, luego bajé mi vista hacia Teddy—. Lo siento Teddy —sonreí un poco, para calmar el ambiente.
—¡No le hables con esa confianza a Teddy! —volvió a gritar, yo miré a otro lado, ya me estaba cansando.
Hubo un silencio incómodo, hasta que mi contrario tomó una de mis manos para observarla, volviendo a tener un gesto calmado en su rostro.
—Pobrecita, ¿te quemó mucho? —hablaba con preocupación tras observar las pequeñas quemaduras que me había dejado el café. Mi vista se posó en él nuevamente, me era increíble como había cambiado de ánimo tan rápido—. Te disculpamos —acercó su boca a mi mano y consecutivamente pasó su lengua por mis dedos.
La acción me había dado tan mala espina que al momento quité mi mano de encima de la suya y me separé más de él, mirándolo con miedo.
—No tengas miedo, ya me vengué de ti —señaló con su dedo índice a mi mesita de noche—. Tu cepillo está en la azotea —rió un poco y se fue sin más.
Solté un suspiro de pesar, puesto que debía subir varias escaleras para llegar al último piso, de verdad me había jugado una muy mala pasada.
Media hora había demorado para terminar de subir de una vez y por todas. La vista del cielo nocturno era hermosa, las estrellas formaban constelaciones variadas y la brisa fresca te invitaba a quedarte un rato. Caminé hasta el muro para divisar todo mejor, viendo los alrededores de la casona, los cuales daban miedo por tan penumbrosos que se veían sin luz. Voltee a la derecha, viendo no tan lejos mi cepillo tirado en el suelo algo disparejo por tantos años. Fui donde él y lo recogí, notando una voz no tan lejana.
Seguí los susurros, encontrándome a Jacob con una rosa azul en la mano, pegada a su pecho mientras que con los ojos cerrados parecía hablarle a la Luna llena.
—Te extraño tanto, amada mía, sin ti me siento solo y desbordado de lujuria —suspiró, enrojecido, sabría Dios en lo que estaba pensando—. Oye, ¿quién anda ahí? —soltó con un tono de voz más grave, abriendo los ojos.
Asustada, me escondí detrás de la torre, de espaldas, con esperanza que no se diera cuenta de mi presencia.
—Con que eras tú, monjita zorra —sentí su voz descarada atrás mío, luego sus gélidas manos se posaron en mis hombros volteándome bruscamente y acorralándome—. ¿Me espías ahora? —sonrió ladino, acercando su rostro al mío.
—No, solo que BaRon tomó mi cepillo y lo colocó aquí, no llegué a oír nada de lo que susurrabas —mentí para salvar mi pellejo.
Jacob rió.
—¿Sabes? Creo que BaRon hizo esto a propósito, él sabe los deseos que tengo por ti —colocó su rostro en mi cuello comenzando a olerlo.
No sé cómo, pero me llené de valentía y lo empujé con todas mis fuerzas, logrando que se despegara de mí, huyendo acto seguido.
Veloz, baje el millón de escaleras que antes había subido con pesar, y al ver una habitación cerca, abrí la puerta y entré, cerrándola. Mi corazón palpitaba rápido, mi respiración se encontraba agitada y tenía la boca seca. Me volteé para observar donde me había metido, mas todo estaba oscuro, solo había un hilo de luz que se escapaba por el filo de una ventana rota. Me dirigí al ventanal para abrirlo y así dejar que entrara toda la luz de la Luna.
Cuando volví mi vista a la habitación, mis ojos se abrieron como platos al observar lo que contenía dicha pieza. Dos ataúdes se encontraban de pie, con tapas de cristal transparente, dejando ver los cuerpos sin vida de dos mujeres hermosas. Una tenía el cabello blanco con un peinado a la época y largo, con vestido negro bordado, ojos verdes intensos, piel pálida y labios finos negros, verla me daba escalofríos pero me hacía recordar a Lou en físico. La otra, tenía un semblante triste, ojos azules, cabello amarillo suelto y largo hasta el piso del ataúd y rizo, facciones perfectas y vestido azul.
Los cuerpos de las mujeres que se veían como maniquíes espeluznantes, me dejó totalmente en shock. Sentía tanto pánico que mis manos y piernas temblaban, y de mis ojos brotaban lágrimas. Caí al suelo, y por casi un reflejo volteé a la pared del ventanal, viendo alrededor de este muchísimas pinturas de las fallecidas, incluso hasta desnudas. Lo que llamó mi atención fue el ver otra mujer que no estaba ahí, cabello negro tan lacio como los de un cuerpo sin vida, ojos rojos los cuales reflejaban maldad, facción dura, mayormente salía con una guadaña, como si la muerte fuera representada en ella.
Mi mente no podía procesar todo eso, y ya el llanto no lo podía contener, ¿dónde me había metido? Me intenté levantar, y miré al frente, viendo un escritorio antiguo, con el cuadro más grande que había visto. Un hombre de cabello blanco largo, ojos negros y ropa de la época era representado en este.
—¿Cómo entraste aquí? —oí detrás de mí, pero no podía dejar de mirar ese hombre, estaba dentro de una especie de hipnosis— ¡Elinor!
Todo a mi alrededor desaparecía, solo podía verlo a él, y sentirlo, sentir sus susurros en mis oídos, quería estar con él.
—¿Qué te sucede? —Jacob fue donde estaba, agachándose para poderme levantar—. Elinor reacciona.
No quería irme, quería estar con «él».
—«Karl Heinz» —fue lo único que alcancé a decir antes de perder el conocimiento en los brazos de Jacob.
—¿Cómo —me cargó estilo princesa—...cómo sabes el nombre de mi padre?
Gotas caían dentro de un recipiente vacío, el sonido hacía eco en donde me encontraba, mas todo estaba en penumbras. Abrí los ojos para ver, sin embargo veía lo mismo.
Me levanté y caminé a ciegas, sobre lo que parecía ser un piso de tierra, hasta que ví una luz, el final de un túnel.
Corrí desesperadamente, hasta llegar al final, presenciando una habitación llena de instrumentos, la cual me parecía conocida, y dentro, se encontraba un Niño de cabellos rubios, ojos color verde y vestido elegantemente, viendo un violín el cual colgaba de la pared.
Caminé al rededor del cuarto para poder observar mejor al pequeño, sin embargo, mientras más lo veía, más se me parecía a Lou.
—Lou, cariño, te he estado buscando por todos lados —una suave voz lo llamó desde la puerta, haciendo que volteara, y al hacerlo yo también, mi sangre se heló cuando reconocí a la mujer de cabello blanco que había visto en el retrato.
—Mamá, quisiera tocar ese violín para mi amigo Gabriel —pidió, una vez llegó hasta frente de esta—. Por favor mamá, estoy lo bastante preparado como para impresionarle.
La mujer, sonrió satisfecha por los sentimientos de su hijo, y se agachó para estar a su altura.
—Mi niño, sabes que Gabriel no puede estar aquí, y ningún instrumento debe salir más allá de aquí —explicó, no obstante, me resultaba extraña la forma en que lo decía, como si tuviera miedo o estuviese bajo una amenaza.
Lou avizoró a su madre tristemente, cristalizándose sus ojos debido a las lágrimas, y abrazó consecutivamente a la mujer, quien también tenía una mirada lánguida.
—¿Es por él, verdad? —cuestionó el chiquillo, permaneciendo aún aterido a su madre.
La mujer abrió un tanto los ojos, parecía haberle sorprendido las repentinas palabras de su hijo.
—Mi niño, mejor, haz caso omiso a todo lo que pase —rápidamente, su vista se fijó en mí, como si supiera que estaba con ellos—. Haz caso omiso, Elinor.
¡Se había dirigido a mí!
Todo comenzó a palidecer, como pintura de un cuadro viejo. Llevé mis manos a los ojos y los froté para poder ver con claridad, sin embargo, ya no me encontraba con Lou y su madre, sino, en una biblioteca inmensa. Supuse que era la de la mansión, por lo que comencé a caminar por los largos pasillos que dejaban las enormes estanterías todas llenas de libros de todo tipo.
Un escalofrío recorrió mi columna, dándome la sensación de ser perseguida. Me volví hacia atrás, y vaya que no estaba equivocada. La niña que había visto cuando llegué a la casa, me observaba asomada detrás de un estante. Me asustó un poco el hecho de que no sonreía, y su piel era tan pálida como la de un muerto.
—¿Quién eres tú? —le pregunté, sin exasperar demasiado.
Salió corriendo, y no me quedó otra alternativa que correr detrás de ella.
Se volvía agobiante, la biblioteca se podía comparar con un laberinto, y lo más cerca que estuve de ella fue el poder verle con exactitud que sus pies estaban húmedos y su vestido parecía tener moho.
Paré cuando dejé de oír sus pisadas. Ya era tarde, estaba totalmente perdida, y honestamente, tenía miedo.
Miré a todos lados, ¡nada más habían libros! Hasta que, logré divisar no tan lejos una sombra, como si alguien hubiese pasado. Me dirigí hacia el lugar con un poco de miedo, puesto que no sabía con qué me iba a encontrar al doblar.
Para mi sorpresa y alivio, solo se trataba de StVan cuando pequeño. Reposaba sentado ante una de las mesas, leyendo muy a gusto. Como en la primera vez que lo vi, su rostro reflejaba paz.
Me había quedado mirándolo, pues embobaba toda La Paz que desprendía. No obstante, unas manos gélidas se posaron en mis hombros, haciendo que volteara.
—Haz caso omiso, Elinor —nuevamente la madre de Lou y StVan, pero esta vez, tenía un aspecto demasiado perturbador. Estaba llena de arañazos profundos, su ropa y cabello no reflejaban que había pasado por un buen momento, y sus ojos ¡sus ojos! Estaban en blanco— ¡Haz caso omiso! ¡Haz caso omiso! ¡Él, él te quiere matar!
La mujer, o lo que quedaba de ella, me tomó por el cuello a la vez que gritaba aquellas horribles oraciones, las cuales me hicieron llorar.
—¿¡Quién es «él»!? —fue lo único que pude exasperar frenéticamente mientras lloraba, mas todo se volvió blanco.
Comencé a despertar lentamente, me dolía la cabeza y me sentía sumamente cansada. Observé a mi alrededor antes de poder sentarme, notando que dormí en el sofá del salón principal. Me senté por fin, a la vez, se oía un fuerte ruido provenir desde el recibidor, como si hubieran tirado algo muy pesado.
Mi curiosidad fue mayor, por lo que me levanté y me dirigí hacia allá, encontrándome con la puerta principal y el oscuro pasillo que se hallaba a la izquierda si entrabas a la casona, pero esta vez estaba frente a él.
—Ese es el ala norte —sentí la voz de una niña detrás mío, por lo que me volví para ver.
Efectivamente, era la niña que tanto veía alejarse de mí, por fin nos encontrábamos tan de cerca y encima me dirigió la palabra.
—¿Ala Norte? —pregunté, girando mi cabeza para volver a ver el pasillo— ¿Qué hay ahí?
—No lo sé, simplemente, no me gusta ir hacia allá.
Volví a mirarla, era muy bonita y mantenía una sonrisa inocente digna de ternura, pero no me quedaba claro su presencia ahí, o si era un espíritu, igualmente, ¿era familiar de alguno de los hermanos? Me preguntaba.
—¿Cómo te llamas? —le sonreí.
—Me llamo Amy.
—¿Eres familiar de alguno de los hermanos?
—No puedo decirte —su sonrisa desapareció—. Estoy muerta y «él» no me deja hablar con nadie, ni siquiera me ha dejado en libertad.
Mi sonrisa desapareció al oír sus palabras, de verdad estaba muerta. Otra vez volvían a hablar de ese tal «él». Estaba confundida de nuevo, ¿quién era ese hombre? Debía de tener un poder extraordinario como para encarcelar el alma de alguien.
—¿Quién es él? Si me dices tal vez pueda ayudar a liberarte.
—Mi cuerpo está en lo profundo del lago, debes de sacarlo para poder liberarme, no obstante —se volteó a la puerta y la abrió—. He dejado la reja abierta, si te pones de suerte, podrás irte. Todos las mañanas pasa por aquí el rústico carruaje de un vaquero que no vive muy lejos, va hacia la ciudad para llevar su mercancía para ser vendida. Corre sin detenerte, no pares hasta llegar a su granja.
Quería ayudar a Amy, no obstante, si me iba en ese momento y lograba llegar a la ciudad, pondría al descubierto esa cede de vampiros funestos y podría guiar a varios hombres para encontrar su cuerpo en el lago.
Le agradecí y corrí a toda la velocidad que podía, esta vez las rosas no me lo impidieron, saliendo por fin de aquella siniestra casa. La niebla era espesa, pero nada me impedía correr, y mientras más corría y veía como me alejaba de la mansión y sus rejas, más feliz me ponía. La esperanza crecía dentro de mí, sería libre por fin.
Estaba lejos, al menos no se veía nada atrás de mí, por lo que decidí parar un momento para poder tomar aire. Coloque mis manos en mis rodillas por encima del vestido mientras exhalaba aire apresuradamente.
—Llegaste lejos, monjita zorra.
Me quedé en shock y juraría que pálida cuando escuché aquellas palabras y esa voz. Lentamente me fui incorporando, mientras veía sus piernas y elegante ropa. Frente a frente, Jacob me veía con una sonrisa ladina, y yo solo abrí los ojos como platos.
—Tal vez si no te hubieras detenido, hubieras escapado.
Mis ojos se llenaron de lágrimas, por un momento, por unos instantes, me había visto en la ciudad de nuevo, en la iglesia, con mis compañeras y por fin siendo una monja, pero no.
—Déjame ir, te lo pido —le imploré como nunca antes lo había echo, derramando un mar de lágrimas.
Él, esbozó una sonrisa amplia dejando ver sus afilados colmillos. Sin previo aviso y rápidamente, me tomó de la cintura con una mano, y la otra la colocó detrás de mi nuca, empujándome hacia él y uniendo sus labios con los míos en un ardiente beso. Sus labios me transmitían una especie de lujuria y adicción que nunca antes lo había sentido, ni siquiera con Lou y Ayno. Profundizó aún más el beso, sintiendo como su lengua hacía maravillas dentro de mi boca, ¡espera! Su lengua tenía espinas, como si fuera un gato, pero no se sentía nada mal, más bien era embriagante.
Nuevamente arrepentida de lo que había echo. Jacob me llevó hasta la mansión y me mostró una pequeña iglesia que había dentro de este para poder rezar y pedir perdón por los deseos morbosos que me había llevado a pedir.
Tres padres nuestros y cuatro ave María no fueron suficientes para sentirme bien conmigo misma.
—Dios, ¿qué he echo? He cedido ante el pecado y el mal hábito, solo quisiera que esto terminara y poder regresar al convento, con las demás aprendices y la madre superiora...
—Tú amada iglesia te mintió —Jacob me interrumpió, llegando de imprevisto.
Lo miré, estaba vestido bastante liviano, camisa de vuelos blanca abotonada hasta el pecho, pantalón negro no ajustado y no llevaba zapatos.
—No entendí a qué te refieres —contesté con voz decidida.
Él, rió brevemente, y como el viento de tan rápido, se desplazó hasta llegar a mí. Noté que estaba sumamente extraño, como si gozara de más poder sobrenatural.
—Tú amada iglesia fue quien te trajo para nosotros.
—Madre superiora fue engañada...
—¡Calumnias! —me interrumpió de nuevo, gesticulando dramáticamente— La madre superiora es consciente de esto. Sabe que somos vampiros por lo que está obligada a mantenernos contentos, ¿por qué crees que no vamos a la ciudad? Si hiciéramos eso entonces la iglesia perdería credibilidad ante los devotos en lo que se refiere a nuestros casos, por eso, «él» va todos los años para buscar jovencitas huérfanas o aprendices de moja y así tener nuestro juguetito, es solo un negocio. La iglesia nos proporciona doncellas, y nosotros no vamos a los pueblos a matar personas.
Conmocionada, no podía decir una sola palabra, trataba de creer que no era cierto lo que decía, mas todo cuadraba.
—Pero, ¿por qué yo? —inquirí comenzando a llorar.
—Deseábamos una aprendiz a la cual corromper este año, quien te eligió para eso fue la madre superiora, ahí si no tuvimos nada que ver.
Me sentía cruelmente engañada. El lugar, las personas que amaba, me habían jugado una muy mala pasada, de las peores que podían haberme echo. Desde pequeña, mi vida giró ante aquella religión, tan hermosa y pura, y ahora, ni siquiera ellos la respetaban, ni siquiera a Dios, puesto que elegían sacrificar pobres damas a tener que lidiar con los vampiros, e increíblemente, yo era una sacrificada más.
—Elinor, no llores. Trata de verle el lado positivo a esto —me tomó suavemente de la cintura y me jaló a su pecho, el cual abracé para poder llorar—. Nosotros no queremos hacerte daño, al contrario, queremos que experimentes la libertad con nosotros, lo que es sentir placer a todo costo —comenzó a dejar besos por todo mi rostro, por lo que paré de llorar y atendí más a fondo sus palabras—. Sucumbe totalmente al veneno, y vivirás ardientemente cada minuto de tu vida.
Todo en lo que creía se iba desmoronando dentro de mi corazón poco a poco. Me importaba lo mismo que le importé a la madre superiora el caer en los siete pecados capitales, de todos modos, ya nunca más pisaría el convento. Entonces, me di cuenta de todos los placeres que me había privado; comer como quisiera y lo que quisiera, beber vino, incluso, hasta deleitarme de la belleza de los hombres hasta caer en la inmoralidad deliciosa con uno.
Me cansé, en ese momento decidí vivir como yo quería, sin reglas ni ataduras. Miré al hermoso Jacob, quién no ocultaba sus oscuros anhelos a través de su mirada.
—Jacob, envenéname.
Tras soltar aquella oración, recibí un desesperado beso de su parte, profundizándolo tanto, que en mi estómago sentía cosquillas.
Lujurioso, y bajando sus besos a mi cuello, rompió mi vestido dejándome en interiores conservando el corcel. Aprovechando la libertad de mis piernas, las enredé en su cadera y este me cargó, para trasladarme a la mesita de rezos y acostándonos ahí, él encima de mí.
Volvimos a besarnos en los labios, haciendo ruidos excitantes y jugando un poco con ellos. Su espinosa lengua recorrió me barbilla seguido por mi cuello haciéndome cosquillas placenteras. Envuelta en total frenesí, clavó sus colmillos en mi cuello. Cerré mis ojos para sentir aún mejor cada sensación, mi sangre siendo extraída por él de una manera increíble. Sabía cómo lamer la zona y chupar a la misma vez.
Dejé salir todo gemido que podía emitir, y juré sentir una especie de bulto en mi entrepierna el cual me hizo cosquillas. Abrí los ojos, mis mejillas me ardían y no solo era por la agitación. Él, dejó mi cuello y me miró a los ojos con una expresión demasiado seria, con sus mejillas llenas de mi propia sangre. Me fijé más, ¡no podía creer lo que mis ojos veían en su pecho y parte del cuello! Le había brotado de su piel una especie de tatuaje representando una serpiente negra.
—La Luna Llena nos da un poder inexplicable a los vampiros que no somos de sangre pura, y aunque puedo matarte en el acto, no podré dejarlo todo aquí, eres demasiado hermosa Elinor, necesito hacerte mía completamente —mencionó entre toda la agitación, dejándome algo confundida, pero no le presté importancia.
Él se quitó su camisa blanca, luego, rompió fácilmente mi corcel además de mi ropa interior, dejándome desnuda a su merced y observando cada detalle de mi cuerpo. Juré haberme sonrojado por tal acción, no obstante, no podía despegar mi mirada de sus azules ojos.
Levantó mi muslo derecho solo un poco, puesto que estaba entre ambos, y comenzó a dejar un camino de besos húmedos por él, hasta llegar muy cerca de mi intimidad, dejándome un mordisco.
—Jacob —gemí echando mi cabeza ligeramente hacia atrás.
Su lengua rasposa subió nuevamente por todo mi muslo, dejándome más mordidas por él.
—Esto no terminará aquí Elinor —me dijo al oído.
Se terminó de desabrochar el pantalón, y al quitarlo, cerré los ojos al instante, pues su miembro estaba erecto y su tamaño era fascinante.
Sentí como se introducía dentro de mí, tibio. Ya no lograba sentir placer, sino dolor, me lastimaba.
—No, ¡duele! —exasperé dirigiéndole la mirada.
Jacob sonrió, esta vez un poco más tierno. Me tomó por debajo de mis hombros, y me sentó casi encima de él.
—Déjate llevar.
Al decir esas palabras, me besó con tal energía, que casi no podía seguirle. Poco a poco se iba moviendo, y el placer comenzó a brotar nuevamente, sin embargo un poco de dolor seguía presente.
Noté en él como si se estuviera conteniendo, puesto que en ocasiones temblaba, dejaba lanzar un grito ahogado y clavaba sus uñas filosas en mi espalda, arañándome.
No sé cuánto tiempo estuvimos así, solo recuerdo que cuando terminamos, dejé caer mi dolorido cuerpo en aquella mesita. Intentaba tomar aire, pero me era difícil, ya que había perdido mucha sangre. Mi cuerpo estaba lleno de esta, con arañazos, mordidas, y sin virginidad.
Lo vi casi doble por la falta de energía, se colocaba su ropa. Hasta que, perdí la conciencia.
—Así estaremos siempre Elinor, "Sumergidos en el Infierno".
Fue lo último que oí.
Continuará
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Notas del autor.
En la parte de la iglesia, no se dejen guiar por la ropa de Jacob en la foto. Imagínenselo con la ropa descrita en el texto, pues no encontré una foto parecida a lo que pensaba :(
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