ℭ𝔞𝔭𝔦́𝔱𝔲𝔩𝔬 3
"Eres mi lado Oscuro"
—¡Ayno, Jacob y Xiao! —el llamado de una mujer hizo que me despertase.
Al abrir mis ojos, me encontraba con el vestido que horas antes me había colocado para salir con Ayno, que por suerte, no estaba mojado. Había cobrado la conciencia debajo de un árbol de cerezos, justo detrás de la gran casona. Mire a mi alrededor, el Sol se terminaba de ocultar, al parecer había dormido por mucho tiempo. Me levanté con un poco de dolor de cabeza, oyendo risas de varios niños al doblar de la casa. Atraída por dichas risas las seguí, encontrándome a una pequeña distancia de tres niños, dos de ellos se parecían muchísimo a Ayno y Jacob, el otro no lograba compararlo con ninguno de los hermanos, pero se parecía a Jacob en varias facciones.
Los tres niños jugaban con un cachorro de perro, estos estaban todos sucios.
Mi confusión aumentaba, ¿desde cuando hay niños en la casa? ¿Viaje en el tiempo? Me preguntaba una y otra vez.
—¡Jacob, Ayno y Xiao! —exasperaba nuevamente la mujer que había echo que despertase.
Me escondí rápidamente detrás de uno de los muros de la heredad al notar como la que antes gritaba se acercaba a los infantes. Una mujer de cabello muy largo color negro, ojos azules intensos, labios gruesos muy hermosos pintados de un color carmín intenso, alta y delgada, vestía con ropa violeta y muy elegante, la cual contrastaba con su tono de piel tan pálido. Ella era quien gritaba una y otra vez sus nombres, dándome cuenta que ellos eran tres de los hermanos, sin embargo, ¿Xiao? Creo que no estuvo el día que llegué.
—¡¿Cuántas veces les debo decir que no jueguen más con ese perro asqueroso?! —oía atentamente como la elegante mujer los regañaba.
Los hermanos pararon de jugar, y Ayno, escondió detrás suyo al indefenso cachorro.
—Lo siento mamá, no lo haremos de nuevo —Xiao se disculpó por los tres, mirando hacia abajo.
Comenzaba a entender un poco mejor la situación, la que tanto los regañaba era su madre.
—¡Ayno! —volvía a gritar— Dame al cachorro.
Su madre lo miró con odio, como nunca antes había visto de parte de una mujer a su hijo, el de cabellos azulados la miró de la misma forma.
—Primero me mato antes de dártelo —salió del niño.
Sus hermanos lo miraron con asombro, hasta yo lo hice desde mi escondite por la forma que le había contestado a su madre. La misma lo miraba de igual manera que antes.
—Debía haberte matado cuando naciste, pedazo de escoria —le dijo ella, tomándolo posteriormente del brazo.
Su madre se lo llevó de ahí a rastras, sin hacer caso a las barbaridades que le gritaba su propio hijo.
Me había quedado congelada por tanto odio entre ellos, nunca creía que entre una madre y un hijo podría habitar tanta antipatía. Tal vez por ello él es tan malvado ahora.
—Cordelia —un hombre habló a mis espaldas.
Voltee con un poco de miedo, viendo a un hombre alto, de cabello largo y piel pálida muy pegado a mí.
—¿¡Quién es usted?! —interrogué casi a gritos.
—¿Qué esperas para despertar? Cordelia.
Mi corazón palpitó fuertemente dos veces, haciendo que me tirara al suelo y posteriormente perdiera el conocimiento.
Volvía a la realidad, esta vez estaba en mi cómoda cama, siendo tapada por colchas las cuales preservaban el calor. Trate de moverme pero sentí una mano muy pesada en mi abdomen, por lo que miré a mi lado y estaba Ayno durmiendo tranquilamente.
Pensé en lo que había vivido por varios minutos, todo fue producto de un sueño bastante extraño, no obstante, hacía que me cuestionara si tal vez fue una especie de revelación del pasado. No era la primera que soñaba con algo que fuera a pasar o ya pasó, las hermanas de la iglesia lo consideraban un don.
—¿Ya has despertado? —oí la sensual voz ronca de mi pianista favorito.
Lo miré, su cabello despeinado le tapaba un poco los ojos, sus ojos azules se encontraban muy expectantes, y su boca, ¡su boca!
—Si, tu también —un beso de su parte me interrumpió.
Sus carnosos labios chocaron nuevamente con los míos como si no hubiera sido suficiente el que me había regalado horas antes en aquel lago. Su lengua recorría mi boca y se entrelazaba con la mía, mas, recibía pequeñas mordidas en mis labios, cosa que me resultaba verdaderamente excitante.
El beso se hizo más profundo, nuestros labios se separaban y luego volvían a unirse haciendo diminutos ruidos. Entonces sentí como sus manos se posaron en mis pechos, agarrándolos como si fuesen dos frutas listas para comerse, por lo que solté un ligero gemido. Se separó del beso y su lengua recorrió todo mi cuello, mientras mi piel se estremecía por sus acciones y me pasaba una especie de calor por mi entrepierna. Ayno se acomodó entre mis piernas, y paseó sus manos por mis muslos a la vez que me subía el camisón que usaba para dormir.
Nos miramos unos segundos, hasta que pasó su lengua por mis labios y barbilla. Tomó nuevamente mis senos y no controlé el impulso de gemir su nombre. Él sonrió, y mordió bruscamente mi cuello.
—Ayno —gemía de nuevo.
Me mordía un millón de veces y yo solo pedía más y más.
—Te deseo demasiado —dijo él antes de separarse de mí.
Mi respiración estaba un poco agitada, ese momento había sido el más intenso que había vivido en mi vida, y lo peor de todo es que me había gustado. Me senté en la cama al igual que él, omitiendo el contacto visual, miles de cochinadas habían pasado por mi cabeza en solo un minuto.
—Eres una pervertida —rió el de una manera descarada.
Lo miré un poco molesta, ya que es él quien me provoca para luego insultarme.
—No me mires así —nuestras vistas chocaron—, no niegues que estás excitada y no te basta con que solo utilice tu sensibilidad para extraer tu sangre.
Era verdad, caí de nuevo en su trampa de placer.
Solo opté por no responderle y quité mi vista de él. Ayno, acto seguido se colocó su camisa y se retiró de mi habitación.
Suspiré luego de que lo hizo, sin embargo, debía admitir que lo que me había echo hizo que tocara el cielo sin morir. Me levanté de la cama y observé mi reflejo en el espejo. Me senté ante la mesita que lo contenía y tome el cepillo para peinarme.
Mientras lo hacía, recordé una vez más lo que había soñado, de todos, solo me faltaba conocer a un hermano, el tal Xiao que había visto de pequeño, y eso me hacía pensar en lo que pudiera estar haciendo si es que no está con ellos.
—En esta familia hay un montón de misterios —pensé en alta voz.
Unos minutos me bastaron para terminar de peinarme. Escogí una ropa para colocármela luego de darme un baño. Con ella en la mano, salí de mi habitación y al frente de esta quedaba el baño. Toque, nadie me contestó, así que pasé.
Al entrar, mis ojos quedaron maravillados por tanto lujo. La tina era muy grande, además de estar rodeada por tantas fragancias. Los azulejos eran color gris, llenos de brillos, sin contar el espejo enorme de un costado.
Me quité el camisón, quedando completamente desnuda, ya que no llevaba ropa interior, pero como me hallaba de espaldas a la tina, solo oí como si otra persona se sumergía en ella. De inmediato volteé tapando mi cuerpo con lo que me había quitado, divisando a Lou metido en aquella bañadera, al menos traía su ropa y estaba como dormido.
—¿Señorito Lou? —me acerqué a él— ¿Está bien?
Su actitud era bastante extraña, ¿quién se mete a bañarse con ropa?
—Cállate, tu voz me es irritante —soltó el.
Me enojé con lo que había dicho, sin embargo, lo omití.
—Disculpe pero, yo vine antes que usted —reclame mi turno.
Él siguió con los ojos cerrados, sin moverse.
—Estaba antes que tú, acéptalo —habló nuevamente.
Respire para controlar mi mal genio.
—Bueno, si es así, deberías de quitarte la ropa al menos —comenté notándose mi enojo.
Oí como reía, pero miré a otro lado.
—¿Acaso quieres verme desnudo? —volvió a reír sin abrir sus ojos— Cada día las mujeres humanas me sorprenden más.
Le iba a contestar, no obstante, su cuerpo resbaló sumergiéndose en la tina y mi instinto de ayuda hizo que lo tomara de las manos para que no se ahogase, haciendo que soltara consecuentemente la bata que me cubría quedando desnuda ante él.
Lou se sorprendió por mi acción, su vista se giró hacia a mí y apretó mis manos con una fuerza superior, muy doloroso.
—Señorito —hablé entre quejidos—, me está apretando demasiado las manos.
El chico me hacía caso omiso, su mente vivía una vez más lo que le había pasado a su único amigo años atrás por ayudarlo, y de alguna manera eso le impactó.
En milésimas de segundos, jaló mi cuerpo cayendo encima de él, dentro de la tina. Nuestros ojos se encontraron, y mis mejillas se enrojecieron porque estaba desnuda sobre él, en una pose muy comprometedora, omitiendo lo hermoso que se veía su cabello rubio y sus ojos verdes intensos al estar húmedos.
—¿Por qué hiciste eso? —me cuestionó con una voz ronca.
Mis nervios me invadían, su vista era demasiado frívola, y su rostro inexpresivo me ponía la piel de gallina.
—No lo sé, solo fue un —pensé en mi respuesta—...reflejo —fue lo único que se me ocurrió.
Él siguió con un una expresión flemática, hasta que, tomó mis caderas por debajo del agua haciendo que me sentara aún más arriba, pegándome más a su cuerpo, quedándonos cara a cara.
—¿Reflejo? —inquirio.
Olió mi mejilla y sus manos apretaron mis muslos. Yo solo trataba de controlar mis ganas de gemir. Su lengua paseó por mi barbilla mientras bajaba por mi cuello, comenzando a dejar pequeños besos en él.
—Estos son reflejos, niña —me dijo al oído con su voz tan grave.
Yo trataba de mantener la compostura, sin embargo se me hacía demasiado difícil si él me envolvía de esa manera.
Lou volvió a mi cuello, oliéndolo al momento y pasando su lengua por él. Fue imposible el que no dejara escapar un gemido.
—Vaya, Ayno dejó toda su obsesión plasmada en cada mordida —mencionó al notar las marcas de su hermano—, aunque, es entendible, el olor que desprende tu sangre es fascinante, es tan dulce que hasta pudiera embriagarme.
No sabía que responderle, ni siquiera podía pensar con claridad algún modo de escaparme. En mi interior existía algo que quería quedarse, sentía satisfacción por el que me mordieran y me tocaran, pero por otro lado, me repugnaba el estar en sus brazos.
—Quiero dejar mi propia huella en ti.
Al decir eso, sentí como clavaba sus colmillos como dos aguijones. Grité unos segundos debido al dolor. Su mordida no era como la de Ayno, era algo así como una mezcla de lujuria y maldad, no podría explicarlo con palabras.
—Lou, duele —mi voz estaba quebrada.
El oír cómo extraía y tragaba mi sangre era perturbador, hasta que paró y me miró, yo hice lo mismo con una expresión de dolor.
—Que hermosa te ves con esos gestos, me encanta verte sufrir y como te quejas —confesó con una sonrisa la cual daba miedo.
Volvió a mi cuello y me clavó nuevamente sus colmillos en otra zona, no obstante, el dolor comenzaba a gustarme, además de sus caricias en mi espalda y glúteos. Enredé mis brazos en su cabello tan sedoso y gemía por sus mordiscos.
—Rayos, que tibia está brotando tu sangre, que mujer tan perversa —argumentó Lou soltando una carcajada.
Me tomó del mentón y mordió mi labio inferior.
—¡Ah! —lo empuje por esa acción, eso sí me había dolido— Por un momento, pensé que tú eras diferente —confesé inocentemente.
La verdad el no me daba la impresión de ser tal como Ayno, o StVan, pero sí, tal vez era peor.
Este me tomó del cuello y lo constriñó dejándome poco a poco sin aire, su rostro reflejaba enojo.
—No te confundas, soy un vampiro —me contestó, para luego soltarme bruscamente y levantarse de la tina, consecuentemente salpicándome—. Eres muy hermosa, demasiado.
Al soltar esas palabras, se fue del lugar, dejándome con un ataque de tos por su agarre en mi cuello.
No podía entenderlo, él, era más bipolar que su hermano, pero a pesar de todo, me gustó. Me es increíble como pudo gustarme sus acciones, ¿me volvía sádica?
Luego de un relajante baño, sin que, por suerte, no me interrumpiera nadie más, salí de él con un vestido color esmeralda, muy parecido al azul que por primera vez me había colocado.
Entre a mi habitación, observando los detalles de esta una vez más, y sentándome en mi cama, comencé a pensar.
Tal vez ya no saldría nunca más de la casona, y me quedaría por siempre allí, entonces, debía conocer donde me encontraba. Primeramente, comenzaría buscando el significado de aquel sueño u/o revelación que tuve, también, encontraría la razón de tanto odio entre todos ellos, y por último y diría que más importante sería; comprender a cada uno de ellos, saber sus debilidades y sus gustos, descubrir lo bueno de cada uno. Son vampiros, de eso no quepa duda, no obstante, mis superiores siempre me enseñaron que en cada persona hay algo bueno, y esto no será diferente con estas criaturas.
Me levanté con una sonrisa, primera que sinceramente había logrado acabar desde que llegué aquí. Caminé hasta llegar a la puerta y suspirando la abrí para así dirigirme a encontrar todo lo que necesitaba.
Recorría con suma curiosidad el interior de la mansión. Había comenzado por el mismo pasillo de las habitaciones. En él podía admirar todos las pinturas referentes a personas que adornaban el lugar. Alumbraban mi camino una fila de candelabros de oro, los cuales, al igual que el tan no espacioso pasillo, parecían no tener fin.
Comenzaba a darme por vencida, había andado por casi media hora y ni rastro de alguna escalera o alguna habitación que llamara la atención.
El cansancio me venció y opté por regresar. Mi asombro fue que al voltearme, todo el trayecto que segundos antes había andado se encontraba completamente en penumbras, tal parecía una cueva profunda, y eso me dio muchísimo miedo.
(Obvien la lamparita xd)
Tragué en seco y solo me quedaba seguir adelante, pero cuando me volví al otro lado, estaba igual que el anterior. Los únicos candelabros que habían prendidos eran los que estaban a mis lados. No sabía que hacer, el terror corría por mis venas y muchos escalofríos me invadían por completa. Tenía tres opciones; tomar un candelabro y seguir adelante, virar para mis aposentos o simplemente quedarme en el mismo sitio rogando por ayuda.
Efectivamente, escogí la primera. No podía estar de floja esperando que cayera las soluciones de mis preguntas ante mí, o esperar la muerte.
Me harté de valor y tomé un candelabro entre mis manos. Un paso tras otro volví a caminar, observando atentamente las puertas de mis lados. Entonces, me fijé en una mancha que había en la pared, de lo que parecía ser sangre, la forma se asemejaba a una mano, como si se hubieran aguantado de la pared para estabilizarse. Noté como el rastro seguía, por lo que me fui guiando por él hasta llegar a una habitación en la punta del pasillo.
Extendí mi mano para abrirla, pero, un escalofrío demasiado incómodo recorrió mi espalda. Juraba sentir la presencia de alguien detrás de mí, el pánico me invadía. Volteé lentamente, y con la ayuda del candelabro, llegué al rostro de la persona, suspirando al ver de quién se trataba, Ace.
—Que susto —dije en casi un susurro, se notaba mi alivio.
El muchacho no se veía feliz por haberme visto, su mirada no se despegaba de mis ojos.
—¿Pasa algo? —pregunté.
—No puedes estar aquí —añadió el de cabellos negros.
Del bolsillo de su saco de seda, apareció una mariposa de intenso color amarillo, la cual revoloteó hasta mi nariz. Quedé maravillada por la acción, sin embargo, un extraño sueño se apoderó de mis ojos, y como en las demás ocasiones, perdí la razón.
Varias caricias regalaban en mi frente, algo que me hizo recordar a la madre superiora cuando me daba ese cariño de madre que nunca recibí. Abrí los ojos lentamente y mi vista se enfocó hacia la persona que lo hacía, me levanté de su regazo casi dando un salto, Jacob me miró con una sonrisa extraña.
—¿Qué haces aquí? —interrogué totalmente confundida, mirando mis alrededores, al menos estaba en mi cuarto.
—Tranquila dulzura, solo he venido a consolarte, ya que debes estar muy triste por no poder regresar más a tu amada iglesia —lo último, fue mencionado con un tipo de voz que reflejaba asco, comenzando a reír.
Me entristecía oír de la forma en que se referían a la iglesia, a cómo trataban mis sentimientos, como se aprovechaban de mi cuerpo. Por más que intenté oprimir mis lágrimas y las ganas de llorar que me consumían, no pude hacerlo más. Me tiré al suelo mientras lloraba, jamás lo había echo tan desesperadamente.
—Oye... —Jacob trató de llamar mi atención.
Ignore su presencia, debía desahogarme, me sentía presa, cohibida, había echo cosas de las que no puedo perdonarme.
—Tengo deseos de morir —hablé con dificultad en el medio Del Mar de lágrimas que corría por mi rostro.
Mi contrario solo escuchaba, se mantenía sentado en mi cama sin hacer nada mas que mirarme y oír.
—¿Qué pasó? —Ayno llegó de la nada, lo miré— ¿Le hiciste algo? —le cuestionó a Jacob, el cual solo negó con la cabeza para así irse del recinto.
Me levanté como pude, no quería que me volviera a tomar por el cuello, mucho menos que me insultara, ya tenía suficiente.
Ayno se acercó a mí, con su típica expresión seria. Al tenerme muy cerca de él, tomó mi barbilla y giró suavemente mi cara para observar el cuello. Cerré los ojos acto seguido, suponiendo que me mordería, no obstante, solo tocó las mordidas que me había dejado horas antes Lou.
—Ese maldito vago, ¡me las pagará! —gritó enfurecido.
Tomó mi brazo y me jaló para que lo siguiera. Salimos de mis aposentos desviando nuestro camino hacia el salón principal, el cual estaba igual a cómo lo había visto al principio. Subió por la escalera izquierda con muchísima rapidez y dobló por el pasillo del lado derecho, encontrándonos con una puerta un poco estrecha.
Este, abrió la portería y me volvió a jalar hacia dentro. Observé cada detalle, había un villar, además de juegos de mesa y un tiro al blanco, suponía ser un cuarto de juegos.
En uno de los sofás de piel, se hallaba descansando Lou, su antebrazo estaba tendido sobre su frente. Su expresión facial solo demostraba tranquilidad, puesto que al parecer, yacía en un sueño profundo.
Con nervios observé a Ayno, quien no disimulaba cólera ante lo que me había echo. No podía entender con claridad la razón de su enfado, ya que, según el mayor de todos, yo sería quien los saciara.
—¡Lou! —clamó Ayno, frente a su hermano— ¡Despierta, maldito holgazan!
Al no recibir respuesta alguna de parte del mayor, el de cabellos casi azules apretó sus puños por el coraje que le inundaba al ser ignorado.
Quería calmar la situación de alguna manera, pero temía que cualquier palabra u oración que recite, sea tomada como una falta grave de respeto o algo peor —en estos momentos no se sabe que pasa por sus cabezas—.
Agache la mirada, el tapiz de diversas espirales dibujadas era lo único interesante para mí en ese instante. Jugaba con mis dedos sin darme cuenta, las manos me sudaban, mi cuerpo era un gran manojo de nervios. Me sentía tal cual como mujer que había acabado de ser descubierta por su marido en pleno acto de infidelidad.
—No te pongas demasiado sensible, hermano Ayno.
De inmediato que sentí aquella voz tan agradable al oído supe quien era y no dudé ni una vez en prestarle toda mi atención. St. Van, caminaba tan lento como tortuga, detrás de la mesa del billar, con ambos brazos detrás del cuerpo y su típico semblante de mandamás.
Ayno siguió mirando con furia a Lou, quien seguía haciéndose el ajeno del asunto.
—Lou, siempre ha sido un gandul, deberías de saberlo —continuó—. ¿Cómo esperar más de alguien que fue criado a puros mimos?
Mi vista se postró en el más alto, notando rápidamente como se enfadaba y al tiro abría los ojos.
—Hago lo que me da la gana con ella, por algo está aquí —declaró y posteriormente se levantó quedando sentado en el cómodo sofá.
—Te reto —verbalizó Ayno, manteniendo su mirada penetrate en el de cabellos rubios—, tiro al blanco.
Sus miradas se encontraron y podía notar la tensión de ambos.
Unas manos frías agarraron mis brazos por detrás, a consecuencia, dejé salir un leve y corto grito. Jacob me estaba aguantando y su mirada se resumiría en "deseo".
—Quien gane, tendrá a Elinor por el resto de la noche —expuso él, sonriéndome de modo retorcido e infame.
Tuve miedo, de pronto parecía que ganaría Lou, lo mismo pasaba con respecto a Ayno, sin embargo, el tiro final fue acertado por el mayor.
—¡No puede ser! —se quejó el perdedor.
Ayno golpeó una armadura que había en una esquina, derribándola. Mientras que Lou, solo cerró los ojos una décima de segundos y se dirigió con paso moroso a la puerta con intensiones de irse, mas fue detenido por su otro hermano, Jacob. St. Van había desaparecido.
—¡Lou! Ten —avisó Jacob antes de aventarme no tan fuerte hacia la espalda del mencionado.
Miré hacia abajo, notando que mis mejillas estaban enrojecidas.
—No necesito a esta humana, ella no es más que solo un recipiente de sangre.
Sus frías y cortantes palabras me hirieron en lo más profundo de mi ser. Aunque no tuvimos una relación estrecha me había roto por dentro refiriéndose a mí como solo eso. Deseaba ayudarlos a todos de alguna forma, volverlo mejores personas aunque en su totalidad no lo sean. No obstante, si me consideraban así, no podía hacer más.
No tenía otra opción más que seguir la caminata de Lou. Detrás suyo, llorando en silencio. El pasillo que recorríamos no parecía tener fin, y curiosamente en esa zona notaba más frialdad que en las demás.
El mismo paró frente a una puerta, la cual tenía tallados distintos tipos de instrumentos, uno de ellos el violín y el que más se repetía.
Entre detrás de él y cerré la puerta. Al voltearme, era una habitación bastante inusual, solo tenía una cama con estructura metálica bastante gastada y sábanas regadas por doquier, piso de madera, con una capa de polvo sobre él, y diversos ventanales a los costados, dejando que entrara con fulgor la luz intensa de la luna llena.
—Antes, este cuarto estaba lleno de instrumentos —habló Lou por fin, por lo que le dirigí mi atención de inmediato—. Pianos, tambores, bajos, flautas, guitarras —caminaba alrededor de la cama, hasta detenerse al igual que sus palabras—...violines —el nombre del artilugio lo había pronunciado con cierta nostalgia, acto seguido, se sentó en la cama y rodó los ojos.
Comenzaba a sentir pena por él, algo grave le había sucedido que ese instrumento se lo recordaba cada cierto tiempo. Caminé hacia él con mis brazos hacia atrás en señal de respeto, sentándome a su lado y colocando mi mano derecha sobre su muslo.
—Si lo deseas, puedes desahogarte conmigo, dime todo lo que lleves por dentro y ya verás como te sentirás mejor —él, me miró, y yo le regalé una cálida sonrisa—. Puedo ser más que solo un recipiente de sangre.
Lou me observó sorprendido, sin embargo, notaba en sus ojos lo lúgubre que era.
En segundos, y sin casi darme cuenta, tomó mis mejillas con suavidad y me besó. Al contrario de los besos desesperados de Ayno, este, había sido lento y calmado, disfrutábamos cada minuto como si fuera el último de nuestras vidas. No deseaba que acabara, pero nos faltaba el aire. Nos miramos casi sin distanciarnos, nuestras respiraciones las notábamos.
—Yo soy un monstruo —dijo él.
Me rompió el alma oír eso de su parte, aún más sabiendo que tenía razón, pero hay muchos tipos de monstruos, y los peores son algunos seres humanos, crueles y abusivos.
—Hay varios tipos de monstruos, y sí, supuestamente eres uno, sin embargo, eres demasiado sensible, tu corazón necesita amor, y eso te convierte en una bonita persona —le expliqué con ternura.
Sus ojos reflejaban una profunda soledad, sus manos delgadas y grandes acariciaron mis mejillas tan delicadamente como si fuesen pétalos de flores. Entonces, volvió a besarme, de la misma manera, y apenas terminó, me abrazó tan fuerte, que me faltaba el aire.
—¿Serías capaz de amarme? —me preguntó aún temiéndome en sus brazos.
Pensé varios minutos, no estaba segura, la verdad, ¿podría amar a un vampiro?
—Lo supuse —bufó—, eres una mentirosa.
Al parecer había entendido mal mi silencio, le iba a responder, claro, no obstante, lo estaba pensando demasiado.
Me separó de él y me tiró completamente al colchón, posicionándose encima de mí mientras me aguantaba las manos.
(Tipo así jsjs)
—Primero hablas tan bonito, ¡ilusionándome! Y ahora, ¡ahora te retractas! —me gritaba con lágrimas en los ojos— ¡Eres igual que los demás!
No sé de donde pude adquirir tanto valor, quizás ya se había sobrepasado tanto que no tuve otra alternativa.
Me solté con furia de su fortísimo agarre, y lo empujé para que fuese él quien quedase debajo de mí. Lo miré y sequé sus lágrimas.
—Si no fuera capaz de amar a un vampiro no me hubiera dejado besar por ti, mucho menos estuviera aguantándote tus berrinches —le dije seriamente.
—Deja que me apropie de tu sangre, ¡quiero que seas solo mía Elinor! —exclamó deseoso de tenerme de nuevo.
No me opuse a sus intereses, esta vez fui yo quien lo besó, y segundos después, volví a sentir su tacto en mi cuello, hasta que sus afilados colmillos perforaban aquellas zonas.
Él se había saciado como nunca antes, me tocaba completamente, me hacía sentir mujer con solo sentir sus toques, además de sus mordidas tan delicadas. Me observó por unos segundos, caían pequeñas gotas de mi sangre sobre su rostro y ropa, mientras que él, lamía sus manos como niño al comer un dulce muy delicioso.
Estaba un poco mareada, a tal punto, que no resistí más y me acosté sobre su pecho, abrazándolo posteriormente.
La experiencia con Lou fue algo que seguramente recordaré hasta que muera. Su mirada tan dolorida, su personalidad tan sentimental y arrojada. Él es alguien del que estaré eternamente enamorada, así como de mi pianista favorito. Ellos, en ese momento, ocupaban mi corazón.
—Jamás pensé que le diría esto a una mujer humana, pero —hizo una breve pausa para acariciarme el cabello—...eres mi lado oscuro.
Continuará...
Breve nota del autor: La ropa utilizada por Lou en el Capítulo es la que aparece en la fotografía en que está sentado en la cama.
Gandul: Se utiliza al referirse a un sujeto vago y flojo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro