
※Capitulo #2※
"Su única obsesión"
Habían pasado más de media hora desde que entre en aquella heredad penumbrosa y ya se me hacia un caos el vivir ahí, como cualquier otra mujer desesperada apenas desperté de mi desmayo hui con la intensión de no volver nunca más a dicho lugar, planeaba llegar como fuese a la iglesia y delatarlos a cada uno con el padre Julián, después, solo me concentraría en el cambio que he querido dar desde que comencé en esto y seguir adelante una vez sea una de las monjas del convento. Pena me da que el destino hubiese planificado otra cosa para mi persona, logre salir del caserón, mas, salir mas allá de los muros de esta fue imposible, las rosas color azul que habían plantadas en los tupidos jardines delanteros de la casa me impidieron el paso de la forma más dolorosa y cruel posible, clavaban sus afiladas espinas sin piedad en la planta de mis pies, traspasando las zapatillas y a la vez rasgando las mismas sin mostrar algún ápice de misericordia, como si ellas estuviesen vivas y a la par con los integrantes depravados de esa sucesión de vampiros chupasangre los cuales ahora eran mi peor pesadilla.
Otra vez me vi despertando, esta vez podía sentir el lecho de una cama suave y confortable, espere que mi vista se adaptase al medio donde estaba y pude observar que me encontraba dentro de una habitación muy perfectamente decorada a los gustos de una señorita rica de sociedad, un librero lleno de puros libros de amor y fantasía, una mesita con espejo echa de madera pulida y con diversos dibujos de ángeles tallados en los bordes, sin contar las tantas fragancias y polvos caros que se encontraban encima de la misma, tapiz color rosa tenue reflejando una gama de formas las cuales al unirse formaban dibujos muy elegantes ante la vista, moqueta color blanco con bordados de distintos tipos de flores, todo detalle en oro, un candelabro de plata relucía desde lo más alto con cristales bien alineados rodeándolo, toda vela era color blanco y se encontraba encendida, un armario que hacia juego con el decorado de la mesita y las otras dos mesillas de noche a ambos lados de la cama se encontraba semiabierto, por lo que podía notar la cantidad de vestidos de seda y otras telas extravagantes que solo muchachas de la alta sociedad logran colocárselo ¿Qué decir de la cama? Colchón suave y fresco, sabanas blancas y con olor a jazmín de primavera, no podía definir con exactitud el tipo de tela que era, sin embargo era muy agradable al tacto y se acoplaba a la temperatura fría del momento.
El lujo y el confort se sobraba en tan descrita habitación, eso me hacía pensar que esos chicos tal vez no desean hacerme mucho daño, sino, estuviera en cualquier otro hueco infame de la casa, aunque también tenía la posibilidad en mi cabeza de que me estuviesen comprando, no obstante, si en verdad especulan el conocerme tanto sabrán que prefiero lo sencillo antes de ser comprada, no soporto tales injurias.
—Buenas madrugadas señorita Sáenz.
Esa sencilla voz gruesa y levemente alta ya la había oído horas antes de mí huida, St. Van el mayor de los hermanos hizo acto de presencia ante la cama, otra vez hacían uso de sus poderes hasta puede compararse con su adicción a la sangre humana. Obviamente su entrada sin previo aviso me asusto, por lo que di un ligero salto en la cama aun estando sentada en la misma.
—¿Interrumpo algo? —comenzó a acercarse con suma lentitud hacia mí, mientras su rostro y expresión permanecían serios y calmados—, te noto un poco nerviosa ¿me equivoco?
El, aunque podía oírlo bastante tranquilo, no debía confiarme jamás de ninguno de los siete, en ese entonces para mi todos eran iguales, viles vampiros chupasangres abusadores.
—No, no interrumpe, solo que estoy algo cansada, es demasiado tarde y necesito dormir, tal vez esto solo es una pesadilla la cual pronto va a acabar, tengo fe en dios —afirmé seriamente sin mirarle—. Ahora, si me disculpa debo descansar, puede retirarse.
En ese instante, el mayor comenzó a reír en un tono un tanto egocéntrico y burlón, era evidente que se burlaba de mis palabras, así que eso me hizo enfadar y mucho.
—No entiendo que le causa tanta gracia, me parece que no hay ningún bufón aquí dentro ¿o sí? Seguramente es invisible y solo los vampiros lo pueden ver.
Trate de todas formas que en mis palabras no se fuera un hilo de mi voz entrecortada por los nervios y el miedo que ellos me provocaban, debía mantenerme firme ante sus ojos para no ser una presa fácil.
—Oye niña —espeto el mismo dejando bruscamente de reír pasando a una expresión seria—, cuidado con el tono que utilizas para hablarme, no soy igual que los tontos que tengo como hermanos.
Hice caso omiso a sus palabras abusivas y con ese aire de chantaje. Me levante de la cama y con el rostro inexpresivo le di la espalda y me dirigí a la gran vidriera que había a un costado de la cama, apartando acto seguido las largas cortinas rojas que la tapaban. La luna se encontraba cuarto menguante sin embargo no dejaba de brillar intensamente haciendo menos la luz de las estrellas que adornaban el cielo nocturno, de fondo solo se lograba oír el cantico de un búho y el resonar de los grillos, el viento frio y húmedo despeinaban el pasto y los arboles que habían a nuestro alrededor, escapándose unos resumidos soplos por los pequeños orificios del ventanal haciendo que me abrazara a mi misma para mantener el calor, ya que al desmayarme por segunda vez, me habían despojado de mi ropaje de novicia y solo vestía un camisón largo color blanco con vuelos en las mangas y en el terminar.
—Le diré algo que tal vez no sabe —continuo el mayor—, los vampiros dormimos de día, nuestra actividad es en las noches, esto quiere decir que usted señorita Sáenz se adaptara desde hoy a nuestra rutina de vida —espeto el chico volviendo a caminar hacia mi—. Y, para aclarar otro punto —sentí su respiración en mi hombro derecho de tan cerca que se encontraba de mi—, jamás, en lo que te queda de vida, me des la espalda, lo detesto —advirtió con su típica voz ronca y con ese aire de advertencia que le gustaba utilizar constantemente.
Trate de hacerle caso omiso, sin mirarlo, permaneciendo con mi rostro flemático ante sus ultimátum, pero el sentir de sus manos gélidas en mis antebrazos no pude evitar soltar un pequeño suspiro, ininterrumpidamente hizo con su fuerza excesiva que volteara mi cuerpo para verle a la cara, me empujo levemente pegándome a los cristales fríos de la inmensa ventana quedándome aterida ante su mirada profunda y la fría temperatura que recibía mi espalda, su cuerpo se encontraba tan unido al mío que me impedía realizar cualquier gesto de liberación, sus manos apretaban mis antebrazos de una manera dolorosa, su mirada pasaba de mis ojos a mi cuello, luego miraba hacia abajo y procedía a hacer lo mismo de antes.
Estuvimos minutos así, ninguno se atrevía a decir una sola palabra, sin embargo podía leer lo que sus ojos delataban, me deseaba, necesitaba morderme y zacear su sed maligna.
—Esto se lo diré una vez, no más —rompió el silencio con la voz un tanto agitada—, el Dios que tú conoces y tanto estimas, entre estas cuatro paredes, en esta mansión, ese Dios no existe, aquí los dioses somos nosotros, y tu, eres completamente —hizo una pausa para acercarse a mi oído izquierdo—... Nuestra.
Tome una bocanada de aire ante aquel susurro ronco en mi oído, mi piel se había erizado completamente y mi corazón palpitaba velozmente. Consecutivamente, el se aparto de mi regalándome una sonrisa ladina, luego, se marcho dando un portazo tras suyo.
Un suspiro de alivio y tranquilidad salió de mi con total naturalidad, acto seguido relaje mi cuerpo y lo despegue de la congelada ventana. Mi mente estaba en un trance incomodo, pensar en lo que había acabado de suceder me dejaba cada vez mas confundida, surgían entonces interrogantes ¿me gusto aquella frase? ¿Estoy pecando por ello? ¿Sedo ante sus atrevimientos?
Camine lentamente hacia la cama con un poco de dificultad, mi rostro podía sentir que se encontraba pálido, mi mente era un caos y lo que mi cuerpo me pedía era un tiempo de sueño. Al sentarme en el jergón confortable de la yacija, cerré mis ojos tratando de encontrar un poco más el sueño para caer rendida fácilmente en los brazos de Morfeo.
Me había preparado para dormir de una vez y por todas, cuando antes de poder acostarme unas manos tibias cubrió mis ojos.
—¿Quién soy? —un susurro en mis oídos de una voz libertina se hizo presente tras mío.
De inmediato, por el susto me levante nuevamente de la cama quitando esas manos de mis ojos y volteándome para divisar arrodillado en mi lecho al chico que antes me había envuelto con su toque en el piano, Ayno.
—Jajajajajaja debiste ver tu cara —continuo riendo acostándose de un tirón en la cama— ¿En serio te asuste tanto monjita? —volteo a mirarme con una sonrisa de oreja a oreja.
Su comportamiento tan infantil para su edad comenzaba a molestarme, y más el que no tocara la puerta antes de entrar, aunque eso es un hábito que tienen todos aquí, asustarme es su pasión, algo que en verdad me obstinaba.
—¿Cree que es gracioso? Usted está bastante grandecito como para actuar de esa manera, tan poco maduro —dije en un tono regañadientes cruzándome de brazos.
—¿Ah? —alzó una ceja— ¿Desde cuándo mis esclavos opinan o se quejan de mi trato a ellos? —se levantó con el rostro algo serio y se paro justo al frente de mi imitando mi gesto- Eres mi sumisa ahora, harás todo lo que yo quiera y a la hora que quiera, sin quejas ni opiniones, mucho menos regaños.
Solo dios sabe cuánto me tuve que contener para no explotar y echarlo a patadas de mi habitación, su conducta era muy típica de niños ricos y consentidos, de esos que piensan que los que estamos por debajo de su posición y/o nivel debemos tratarlos como reyes, eso me molesta, pero ante dicha situación es mejor tragarme todo lo que pienso para no ser su presa. Entonces solo baje la cabeza y apreté mis puños para contenerme.
-Eso es, estas actuando mucho mejor -con una de sus manos aparto el cabello que tenía en mi cuello- ... Pero, podría ser mejor.
Mi respiración se detuvo por segundos cuando sentí su tacto acariciar mi cuello con lentitud, mis nervios se descontrolaron, no deseaba que ninguno me mordiera, todo menos eso.
-Me harás un rico merengue, hace tiempo estoy muriendo por comer un poco -al decirme eso comenzó a dar vueltas por la habitación con sus manos en los bolsillos de su pantalón y con una leve sonrisa en el rostro.
-¿Por qué no te lo preparas tu mismo? -pregunte con un aire de tozudez.
El volvió a pararse frente mío y a cruzar sus brazos mirándome seriamente.
-¿No entendiste lo que te dije anteriormente?
Una de sus manos rodeo mi cuello con fuerza haciendo que la respiración me faltara casi en su totalidad, golpeaba su brazo para que me liberase pero era imposible, tal parecía que mis golpes no lo sentía.
-¡Es tu deber hacer lo que yo quiera! -exclamó con voz gruesa- Eres mi sumisa, acaso ¿¡no entendiste!?
Su mano constriño mas mi cuello haciéndome imposible respirar, mis ojos se aguaron y comenzaba a ver doble, no obstante, eso no me impidió ver como Ayno se reía a carcajadas como maniático por lo que me hacía pasar. De un momento a otro, soltó mi cuello, debido a lo mal que me sentía por la falta de aire, mis piernas no lograron estabilizarse y caí al suelo empezando a toser y exhalar aire frenéticamente.
-¿Ves lo que sucede cuando me enfrentan? -logre oír de su parte mientras me tranquilizaba- Si no quieres morir y aprecias tu vida, te aconsejo que no me encares mas.
Antes creía que Ayno era solo un chico infantil y mimado, alguien que no resultaba una amenaza tan peligrosa por decirlo de alguna manera, sin embargo había acabado de darme cuenta lo peligroso que podría resultar aquel muchacho tan malcriado y ególatra. Comenzaba a temerle, su personalidad era de esas muy cambiable e inestable, en un momento podría estar feliz y juguetón, pero en otros se comportaba molesto y enojado con todo, eso para mí ya era algo bastante angustiante ya que no sabía cómo pudiese actuar a los cinco minutos.
Me levante despaciosamente, mi respiración ya se había estabilizado y mis piernas dejaban de temblar, el cuello lo tenía adolorido y mi visión un tanto pesada.
-Te dejare a solas para que te cambies -se acerco a mi oído tomándome del brazo con poca presión- No me hagas esperar, no te conviene.
Aun con sus palabras no me digne a mirarle, como siempre miraba al piso sin deseo alguno, tener que doblegarme por ellos hacia que me sintiese sucia y me odiase a mí misma.
Cuando recupere mis sentidos nuevamente, solo alcance a oír el estrepitoso ruido de la puerta cerrarse con fuerza, el ya había salido dejándome con mis dramas e inconformidades. Mire hacia el bargueño medio abierto y me dirigí a él a paso moroso, como si ya ser su juguete me diese igual, aunque sí, me daba igual, habían acabado con mi vida, mis sueños y se interpusieron en mis decisiones, libertad era una palabra que ya para mí no tenía ningún significado, más bien estaba alejada de mi realidad.
Obligada a buscar un ajuar entre tantos que se encontraban en aquel armario se me hacia un esfuerzo verdaderamente molesto y de parte de él algo específicamente cruel, todos los vestidos eran hermosos y lujosos, colores bastantes llamativos y cortes provocadores. Me decidí por el primero que toque, me daba igual que ponerme, solo quería salir ya de una vez y por todas de Ayno y volver a encerrarme entre estas cuatro paredes. La vestimenta era color celeste, este era bastante sencillo ya que no llevaba muchos vuelos y brillo, en la parte superior del pecho se encontraba algo abierta, cosa que me ruborizaba ya que mostrar tanta piel en mi condición era pecado.
Mientras me cambiaba mi mente estaba ajena a mi cuerpo, solo pensaba en que ya ellos me habían hecho cometer dos pecados, dos manchas en mi persona, por lo tanto ya ser monja no era una opción, me envenenaban poco a poco hasta convertirme en un ser tan vulgar e inicuo como ellos.
Una vez termine de colocarme dicha pieza, me mire al espejo de la mesita y mis lagrimas salieron por si solas, le pedía a Dios alguna ayuda, que me diese al menos una salida, una opción, algo para salir del infierno donde me forzaron a quedarme.
-¡Elinor! ¡Sal de una vez!
Su grito me saco del trance en el que me encontraba, con temor a que entrase y me hiciera lo mismo de antes seque mis lágrimas con las manos y solté mi cabello peinándolo bruscamente por lo apurada que estaba. Dándome un último vistazo en el espejo, di media vuelta y camine rápidamente al portón, abriéndolo casi al instante. El, se hallaba al frente de esta, esperándome impaciente y al verme pude notar como sus ojos se iluminaron de una forma agradable, rasco levemente su cabeza sin despegar la mirada de mí. Su juego de ojeadas hizo que mis mejillas ardieran un poco, lo que significaba que estaban enrojecidas, por lo que agache la cabeza mirando al piso. Sentí sus pasos acercarse a mí, luego una de sus manos se posiciono en mi mentón alzándolo posteriormente, lo que hizo que una vez más nos observáramos.
-Eres una mujer hermosa ¿Cómo pudieron tenerte escondida tanto tiempo bajo un velo y una vestimenta de novicia? Deberías de odiarles por negarte y ocultarte de los placeres que te puede dar un hombre -con su mano libre coloco uno de los mechones de mi cabello detrás de mi oreja con suma delicadeza.
La música del piano se reprodujo en mi cabeza como si fuese obra de teatro, sus ojos y los míos se encontraban adheridos, podía apreciar su rostro impecable, sobretodo sus labios finos pero maravillosamente definidos y de un color rosa tenue. En mi interior cosas raras comenzaban a pasar, en mi estomago parecía que habitaban miles de mariposas revoloteando, mis piernas eran recorridas por unos escalofríos inexplicables, mi corazón se aceleraba y, mi mente me mandaba a unir mis labios con los de el de una.
-Vamos, antes de que se me quiten los deseos de comer merengue -advirtió separándose de mí y dándome la espalda comenzando a caminar despacio- Te perderás si no me sigues -añadió en un balbuceo que apenas logre entender.
No se cuanto camine, por donde lo hicimos o si nos detuvimos, solo recuerdo el estar pensando en el en todo momento, fijarme demasiado en su espalda delgada, en sus piernas definidas a través de la ropa, en su cabello brilloso y despeinado, evocar sus labios en mi memoria. Me sentía rara, jamás sentí tales cosas o desee tanto a alguien, ese chico tan perverso e inmaduro me hizo sentir tales emociones por primera vez ¿Sera obra del demonio? Poco me importaba, lo quería a el, y ya se transformaba en una necesidad bajo todo ese rencor y el odio.
Un huevo, luego otro, y otro, tome de la alacena de la gran cocina y los rompi con cuidado dejando que en el tazon solo callese la clara.
-Le tengo envidia a ese simple huevo, tiene la oportunidad de ser tocado por ti de una manera tan apacible, le prestas tanta atención que me vuelve loco -rompió el silencio Ayno desde la pequeña mesa de la cocina.
Sus palabras hicieron que sonriera ligeramente, comenzaba a ver la situación como una experiencia nueva que como todas me aportaría enseñanzas, mientras no me mordieran todo estaría bien.
Luego de disimiles revueltas con una cuchara de madera, mas, la azúcar refina que le adjunte, ya el merengue se encontraba en su punto y podía ser comido a plenitud.
-Señorito Ayno, ya su merengue esta listo ¿Deseáis algo mas?
Mi sorpresa fue que al voltearme Ayno estaba justo detrás de mi, tan cerca que tuve que poner ambas manos en la meseta, me miraba seriamente y al parecer no le daba la minima atención a lo que le había preparado. Entonces paso lo mismo de antes, nuestras miradas cruzadas, hasta que, de una coloco sus manos en mis muslos por encima del vestido levantándome sin ningun esfuerzo hasta sentarme en la humeda meseta. Mis mejillas volvieron a adquirir aquel color carmín, las mariposas de mi estomago volvieron a hacer de las suyas y me erizaba ante las caricias que Ayno me regalaba en el rostro.
-¿A que viene tanto cariño? -dije en un hilo de voz cerrando los ojos- Pense que no eras asi.
-Deseaba hacer esto desde que te vi delante de mi por primera vez, al lado de mi piano -susurró ajuntando su frente con la mia- No se por que pero... Te estas convirtiendo en una obsesion, en la única que tengo.
Su voz tan sexi me hacia sentir otras cosas, cosas que no podía explicar, quito su frente de encima de la mia y separo mis piernas para acomodarse entre ellas, acto seguido aparto mi cabello del cuello y comenzó a olerlo mientras acariciaba mis brazos dejándome sumisa ante el.
-Tu olor dulce hace que tenga ganas de hacer demasiadas cosas con tu cuerpo, sentirte mas de cerca -su voz se tornaba ronca.
Comenzaba a regalarme besos húmedos en el cuello, con su mano derecha rozaba mi pecho. Me tenia envuelta, asi como su toque en el piano lo hizo, mi mente estaba en blanco y solo existíamos el y yo, la sensación que me provocaba era única y por sobre todo placentera, deseaba estar asi para siempre, con el. Mis brazos se movieron solos y acabe manoseando su cabello tan suave y con un olor agradable, su espalda sudaba frio y la empujaba mas a mi cuerpo dejando escapar un gemido ahogado. Su lengua recorrió todo mi pecho y cuello, hasta que plasmo un beso en mi mejilla derecha seguidamente se acerco a mi oído.
-Creo que ya estas lista para esto -avisó con la voz agitada.
Sin mas, olio nuevamente mi cuello y fácilmente sentí como dos agujas perforaron mi piel de una forma dolorosa, tanto, que me hizo despertar de aquel extasis de fruición en el que el me había enbalado sin ningun problema, por lo que lo empuje fuertemente al instante abriendo mis ojos observando como un hilo de sangre salpicaba en el aire.
-¿¡Que me hiciste!? -le pregunte en un grito desesperado.
Toque esa zona de mi pescuezo la cual me ardia enormemente, al ver mis dedos observe como en ellos había sangre luego de quitarlos de ahí. Empece a llorar de tanto miedo, había sido mordida por un vampiro, no solo eso, había pecado a tal punto de haberme dejado manosear y besar por uno, de haber sentido cosas únicas con un asqueroso ser que el demonio coloco en la tierra.
-¿¡Que me has echo!? -le grite frenéticamente ahogada en llanto.
Su rostro solo se limitaba a sonreir, mi sangre estaba en su boca y parte de su mejilla.
Tenía mucho coraje, pero también, miedo y frustración por no ser capaz de enfrentarme a él, aunque de nada hubiese servido, mi fuerza comparada con la suya seria como si una hormiga enfrentase a un León, obviamente terminaría echa pedazos, muerta.
-¿Qué pensabas monjita? ¿Creias que todo lo anterior lo hice porque siento algún tipo de estima hacia tí? -habló por fin- Ya te lo he dicho sientos de veces -se volvió a acercar a mí tomándome algo rudo de mi cintura- Eres mi sumisa, mi presa, y yo hago contigo lo que quiera, eres mía.
Ocurrió en cuestión de segundos, tomó mis manos y empujó éstas haciendo que me acostase en la meseta, mojando el vestido con un poco de agua que se había derramado anteriormente, y con toda frialdad, volvió a clavar sus afilados colmillos en mi cuello. La sensación que me provocaba era horrible, el ruido de como succionaba mi sangre me hacía llorar, además del intenso ardor que dejaba por cada mordida. Una, tres, seis veces, todas consecutivas en las mismas zonas del cuello, el dolor se estaba volviendo una costumbre, por lo que los forcejeos y quejidos de mi parte comenzaban a cesar, entonces mi vista se fue nublando, oía muy poco las risas sádicas de Ayno y el sonido que hacían sus colmillos al chocar con mi sangre, mi cuerpo pesaba, el cansancio se volvía una cama acogedora para mis pesares, hasta que sin más, no oí, no ví y no sentí nada más.
¿Que oía? ¿Agua a mi alrededor? Olía hierba y el aire frío me hacía temblar, abrí nuevamente de a poco mis ojos, tercera vez en la noche. Me incomodaba en donde sea que estaba acostada, madera quizás, por lo que cuando mis ojos se acostumbraron al ambiente, noté que estaba en un bote de madera, en medio de un lago cuyos alrededores estaban plagados de árboles, mas, de lejos se podía distinguir la casa.

-Me alegro de que por fin abriste los ojos.
Claro, él de nuevo, Ayno. Me senté apenas oí su voz, estaba parado a mi lado, con uno de los remos en las manos, expresión ecuánime y con una ceja ligeramente alzada.
-Eres la primera mujer que me desobedece en tantas ocasiones -Miró al lago- Al parecer te gusta ser castigada -continuó para acto seguido volver a plasmar su vista gélida en mí- Pero tranquila, tu castigo no será tan fuerte, ya que tu sangre, me atrevería a decir, es la mejor que he probado en mi vida -permanecía con su rostro taciturno.
De inmediato lo recordé, sus mordidas dolorosas, el mal rato que me había echo pasar, coloque mi mano derecha en las zonas mordidas y sentí pequeños hoyos hinchados, los cuales ardían al ser tocados. Le miré con sumo enojo, me había marcado, peor, abrió el menú, ya que los demás monstruos al ver esto no se quedarán de brazos cruzados y se alimentarán de mí.
-¿¡Donde me trajiste!? ¿¡Que hacemos aquí!? -interrogue con indignación.
-¡Basta de gritarme maldita monja! -respondió el enfurecido.
Fui tomada entre sus brazos, me había cargado estilo princesa y se acercó al borde del barco, dejando que viera muy bien la oscuridad en la que se hayaba dicho lago.
-¡Con ésto aprenderás a no gritarme nunca más! -volvió a exasperar.
Me tiró al río como pescador principiante a un pez demasiado raro, solté un grito que fue callado al sentir que choque con el agua turbia y casi congelada del estero, hundiéndome posteriormente. Comence a patalear y a mover mis brazos frenéticamente tratando de manterme a flote, ya que no sabía nadar, el mangle que crecía bajo este enredaba mis pies, mas, podía sentir peces nadar a mi alrededor.
-¡Ayudame! ¡Por favor!
Solo alcanzaba a pronunciar tales súplicas, pero él miraba con una expresión sádica todo mi desespero. Una cosa que jamás se me olvidará, ese momento, su pequeña sonrisa, sus ojos radiantes de maldad, en tan pocos segundos es increíble como pudo transmitir todo sin decir una sola palabra siquiera.
Estaba, aun así, ajena a lo que Ayno también pasaba en aquellos instantes, los recuerdos de su niñez y los castigos de su madre hacían eco en su mente. Y fue en esos diminutos trances, cuando los mangles enredaron por completo mis pies y me hundí por completa.
"Morir", esa palabra se adhirió a mis pensamientos, junto a desesperación, y si no fuera por Ayno esas palabras hoy serían mi realidad. De momento se tiró al agua, y nadó hacia mi colocando sus manos en mi cara, y como tierna obra de teatro, pego sus carnosos labios a los míos formando un beso enloquecedor. Su lengua se adentro en mi boca y jugueteaba con la mía, mordía ligeramente mi labio inferior mientras que me pasaba aire para poder subsistir bajo el agua y ante aquel ardiente y desesperado beso, luego bajo a mi cuello y volvió a encajar sus colmillos en él, pero, ya no se sentía un dolor, en ese momento me hacia cosquillas, me daba "placer". Momentos después, tomó mi cadera y yo enrede mis piernas alrededor de él, posteriormente nado junto conmigo hacia la superficie.
Tocia por la falta de oxígeno mientras me acurrucaba en el pecho de Ayno, ambos estábamos fuera del agua y tenía demasiado frío, por lo que mi cuerpo temblaba a consecuencia.
-Ya deja de temblar.
Oí de su parte y con la misma me abrazó pegando mi cuerpo más al suyo, y aunque minutos u horas antes tuvimos alguna pelea, este momento se me hacía muy cómodo. El chico del piano, tan morboso e inconsecuente, pero a la vez tierno y romántico, hacía que otra vez volviera en mí ese sentir, las mariposas en mi estómago, la frialdad en mis piernas, todo por él.
Esa noche cometi millones de pegados, sin embargo, me sentía bien, Ayno para mi se estaba convirtiendo en más que un vampiro peligroso, no sé que palabra retribuirle, solo sé que para él era, su única obsesión.
**•̩̩͙✩•̩̩͙*˚Fin capítulo 2˚*•̩̩͙✩•̩̩͙*˚*
¡See You!..
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