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Capítulo 12. Balam, el caprino de la lobreguez.

"Respiré en el infierno para inhalar el poder que tengo ahora, despedacé a los paganos con el veneno de mi ego."

Al salir del castillo no pude quitar la mirada del mismo, su arquitectura era una perfecta obra neorromántica siendo una fantasía construida como un castillo medieval, apenas lograba mirar la torre del patíbulo entre la subyacente bruma. Mientras escudriñaba con atención el entorno supe que el castillo estaba situado en una montaña bastante enaltecida, sin embargo, se podía observar los collados desde ese punto de altura; la nieve era blanca y grácil como el algodón, cubría las colinas más altas abrazándolas de ventarrones helados que levantaban la escarcha, los árboles abrían un empinado camino entre la tiniebla anublada.

Decidí elegir ese camino como atajo de escapatoria, mientras bajaba despacio por el barranco me dirigía a un camino más fácil de recorrer, así que comencé a correr lo más rápido posible. Era importante aprender a sobrevivir en esas condiciones arriesgadas, al comenzar desde cero sabía que nada sería fácil a partir de ese momento, me detuve luego de tener el presentimiento que había perdido algo, no captaba la idea de lo que había extraviado hasta que recordé el abrigo de piel que llevaba puesto.

El momento que desperté en el patíbulo no lo tenía puesto y tampoco recordaba habérmelo quitado o dejarlo en el castillo. Era inservible revisar el recorrido para buscarlo, entonces, comencé a correr mucho más rápido hasta que me iba alejando del castillo. Cubría la herida de mi hombro derecho con mi mano izquierda, procuraba llegar a algún sitio que no pudiera ser reconocido por nadie, con el tiempo decidiría en construir un pequeño hogar cálido, buscar mi propia comida, diseñar un mapa ideal y proteger mi salud.

El eclipse había terminado cuando la Luna quedó roja como la sangre que quedaba por derramar, no quería mirar a ningún lado que no fuese el frente de mi camino, era una noche perfecta para que las criaturas nocturnas salieran de sus cuevas, esas a las que muchos Pleyadianos temían.

En el camino me topé con criaturas malignas, esas que se ocultaban en los matorrales de aquella espantosa penumbra, aparte de luciérnagas y ojos brillantes que me rodeaban por todos lados, podía escuchar rugidos y gruñidos estruendosos me atormentaban en cada paso, tapaba mis oídos con ambas manos al escuchar los murmullos de almas en pena, clamaban con llanto de odio y dolor en aquella negrura que me perdía.

Los despojos putrefactos de humanos y animales yacían en el suelo del bosque, por lo que generaba un maloliente olor a muerte en todo el camino, de pronto, se sugestioné al encontrar bajo la niebla una fila de huellas en la arena, tuve la curiosidad de seguir las hasta donde podían llegar. Las huellas eran de un rumiante, cada vez que las seguía me generaba una atracción portentosa, me sentía hechizado en continuar el largo camino que llevaban huellas.

Nunca supe en qué momento me aleje más de lo que había visto, me concentré tanto en las huellas que pasaron más de 40 minutos de camino, hasta que había salido de la montaña sin darme cuenta. Fue asombroso cuando logré salir de Núremberg, había llegado a una larga carretera desolada en medio de la nada, estaba un cartel enorme que decía:

¡Bienvenido sea a Memphis!

Entonces, decidí continuar mi trayecto en dirección norte hasta que la niebla iba desapareciendo.

La carretera era un lugar abandonado y caliente, el cambio de temperatura era frenético como para comenzar a sudar, Núremberg se caracterizaba por ser una región de temperaturas bajas. El calor de Memphis era abrasador, rompí la tela de la túnica y preferí dejar mi torso desnudo, me detuve un momento para enmendar la perforación del aguijón, si no me apresuraba en sanarla tarde o temprano comenzaría a infectarse.

Amoldé la figura de la tela para hacerla concordar con la herida, hice un nudo apretado que partía desde el dorso hasta que logré envolver mi brazo, así mismo, impedía el sangrado con la presión de la tela o me protegía de cualquier tipo de infecciones. La asiduidad del sudor goteando, humedecía mi frente como el caer de la lluvia ácida sobre mi cabello, eliminaba la transpiración que goteaba en mi cutis con un pedazo de tela que reserve en el bolsillo de mi túnica.

De pronto, experimente un ardor agudo que se generaba en la herida de mi hombro derecho, bajo la tela se retorcía algo con furia provocando una sacudida en la herida, de inmediato, arranqué la tela de mi piel y toqué la zona de donde venía el ardor. Introduje el meñique dentro de la herida, revolvía los tejidos de mi piel para poder encontrar una razón de lo que se removía adentro, el ardor se hacía más colérico y comencé a sangrar de nuevo, la sangre tenía un olor a putrefacción que me recordaba al patíbulo, poseía un color blanquecino con el espesor de una gota de almíbar.

Cuando saqué mi dedo del agujero extraje un gusano que medía más de 6 centímetros de largo, todavía se movía con lentitud cuando lo sostuve en la palma de mi mano izquierda. Rápidamente, lo aplasté con fuerza al apretar mi mano hasta destriparlo, sacudí mi mano izquierda por 5 segundos y la limpié cuando la froté encima de la túnica; otra vez, volví a introducir mi dedo dentro de la herida y ese momento no encontré nada, removía la lesión abierta en movimientos circulares con mi pulgar izquierdo, pude extraer toda la sangre infectada hasta que torné a cubrí la herida.

En el momento que curaba la herida escuché el sonido de un animal de corral venir desde el sur de la carretera, tuve un presentimiento confuso que me apartaba de los planes que tenía, presenté una extraña confusión que me detuvo en medio de la carretera. Había algo que me impedía continuar al norte, entonces, reapareció el sonido que escuche venir del sur.

Sin importar mis hipotéticos presentimientos marché al norte sin dudarlo, había un fuerte olor a azufre que me contenía a seguir el camino, de nuevo escuché el sonido del animal venir detrás de mí con más estridencia, sin mirar atrás caminaba paso a paso hasta que me tropecé. Por poco caía encima de una roca afilada que se atravesaba en el camino, una vez más el berrido de la cabra se escuchó en ecos por todas partes, giré en dirección contraria para observar si el animal venía detrás de mí, no hallé nada que pudiese captar mi atención, cuando continué la dirección norte vi a lo lejos un hombre cruzar la vía, en esos segundos pensé que se trataba de los verdugos de alguna secta cercana, lo que alcancé ver fue como caminaba con una túnica negra que arrastraba en el pavimento, estaba completamente encapuchado hasta que se detuvo y me miró fijamente bajando su capucha, sólo pude fijarme en que era calvo y alto.

Sentí como mi estómago se revolvía igual que un océano enfurecido, el calor se desapareció hasta que sentí el frío congelando mi sudor. Tuve una clavada en mi corazón, a la vez sentía que me quemaba por dentro con latentes taquicardias, cuando coloqué la mano derecha en mi pecho sentía como se desnivelaban los latidos cardiacos, decidí cambiar de ruta hasta que me dirigí al lejano sur.

Caminaba despacio bajo la dominancia de la deflagración interna, miré detrás de mí otra vez y vi como el hombre se acercaba, sentía que mis uñas estaban por caerse, había una fuerza que parecía intentar arrancarlas. Por un momento no pude respirar, sentía la garganta inflamada y creciente, después del frío hubo un ardor en mi piel que me hacía sentir satisfacción.

Escuchaba la risa de un hombre que venía desde la dirección sur, instantáneamente, del bosque salió una hermosa cabra de color negro con una perfecta cornamenta. Estaba delante de mí, supe que era ella quien había dejado todas las huellas en el bosque hasta guiarme a la salida, sus berridos se hacían escuchar desde la lejanía conquistando mi dulce atención con fascinación.

Volví a mirar detrás de mí y ya el hombre había desaparecido, cuando puse mi vista en frente la cabra no estaba donde la había visto antes. Me sorprendí al pensar que la cabra había huido con rapidez, misteriosamente, escuche la cabra chirriar más cerca de mí, cuando volteé la mirada ella había aparecido simultáneamente a mi lado; el impacto fue grande cuando vi que la cabra había llegado con prontitud a mi lado izquierdo, sus ojos brillaban cada vez que emitía ese sonido en su boca al masticar y traquetear sus dientes, había dejado de hacer los berridos que me atraían, y tan pronto, se levantó en dos patas y se lanzó encima de mí hasta que me abatió al suelo.

El caprino parecía estar enojado, mientras yo estaba en suelo observando su comportamiento él movía sus patas traseras en posición de ataque, se levantaba con mucha fuerza hasta caminar a mi alrededor. Sigilosamente, intenté levantarme con cuidado y silencio para evitar que se sintiera amenazado, cuando pude levantarme el caprino se iba alejando en reversa alzando y bajando sus patas traseras, expulsaba su respiración con fuerza hasta hacer sonar su nariz como un motor; lánguidamente, comencé a marcharme en dirección sureña y la cabra me acompañó mientras caminaba en la oscura carretera.

Me sentía incómodo al ver que había llegado un animal en medio de la noche para seguirme, el caprino me observaba con una mirada fría llena de misterio y sumisión, fue allí cuando olvide el miedo y la inseguridad. Siempre había tenido un sentimiento muy grande hacia los animales, el cabrío me recordaba a una vieja mascota que rescaté de las calles de Frankfurt, desde muy joven aprendí a relacionarme con los animales sin importar que ellos no pudieran responder con palabras; quise hacer lo mismo con la cabra, lo veía tierno e indefenso a pesar de que sentía un poco de miedo al tocarlo, el cabrío sentía el afecto que le tenía por acompañarme, había algo que me generaba mucha simpatía al ver que ya no estaba solo en la carretera.

Pude encontrar una buena distracción en mimar al caprino, después de todo lo sucedido era un buen momento para olvidar las cosas malas e intentar sonreír de las cosas buenas.

– ¿Así que eres mi nuevo amigo? – Le dije, tiernamente–.

Acaricié la cabra cariñosamente con una sonrisa de ternura.

– ¡Creo que te pondré un nombre! –Bramé de alegría–, hmmm, a ver... pensaré en ello mientras decidas acompañarme por todo el camino.

– ¡Oye! ¿Qué te parece si te llamo Saturno? –Le pregunté–, es mi planeta favorito, es misterioso y maravilloso como tú, amiguito.

Inesperadamente, un relámpago cayó desde el horizonte hasta que la niebla desapareció por completo.

– ¡Oh Jesús! –Exclamé–, creo que se acerca una tormenta, ¿Saturno, me ayudas a buscar una casita?

Cayó otro relámpago más grande y potente.

– No quisiera pasar la noche bajo la lluvia, –le hablé, mimoso–, ¡Tengo tanta hambre! Me imagino que tú ya cenaste algo...

El olor de azufre estaba en el oxígeno, me constipé al respirar el aire caliente. De repente, una voz estentórea y gutural parecida a la de un hombre mayor habló detrás de mí.

– ¿Te gustaría ir a mi casa? –Preguntó la voz–.

Sentí un escalofrío en mi cuerpo y me sobrecogí.

– ¿Quién está ahí? –Exclamé, mirando el contorno–.

Tuve una extraña sensación de que alguien más estaba conmigo, aparte del cabrío.

– ¡Sal de donde estés! –Prorrumpí con la voz temblorosa–, ¿Quién es?

– No tengas miedo, –murmuró la voz en mi oreja–, no estás solo.

Era una voz amenazante.

– ¿Por qué me sigues? –Grazné, despavorido–. ¿Qué es lo que quieres de mí?

Levanté la mirada a los árboles y no veía nada.

– Soy Saturno, –tronó la voz áspera–, estoy parado detrás de ti. ¿O ya no quieres verme?

La voz resonaba con maldad y amenaza, me di la vuelta lentamente y miré que la cabra no estaba conmigo. Estaba tan confundido que me dificultaba creer en la realidad que vivía.

– ¡Basta! ¡Ya deja de molestarme! –Bramé aterrado, cubriendo mis orejas–.

– ¡Estoy aquí! –Gritó con su voz desapacible–.

Cuando giré de nuevo al frente de mi camino, me paralicé al ver que era el caprino quien me estaba hablando con mucha prepotencia. Si anteriormente había quedado sorprendido con lo que sucedía ante mi vista, fue eso lo que me arrebató las palabras de mi boca, pasmado e impactado no procesaba lo que sucedía hasta que el caprino volvió hablarme.

– ¿Por qué me tienes miedo? –Preguntó la voz diabólica–, dijiste que podíamos ser amigos

Continué caminando sin mirar a los lados y pretendí no escuchar, comencé a orar con fe aunque el miedo seguía creciendo.

– Padre nuestro que estás en el cielo... Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo... No nos dejes caer en la tentación y líbranos de todo mal, amén.

La cabra retumbó una carcajada diabólica y ahogada.

– Eso aquí no existe, –habló el caprino–, no estás en el planeta Tierra.

El animal se alzó en dos patas y me dio un empujón que me tiró al suelo.

– ¡Aléjate, demonio! –Le grité, tembloroso–, ¡A-a-apártate de mí!

Intenté levantarme y no podía hacerlo, no tenía fuerzas para moverme. Los ojos de la cabra se colorearon de rojo y se acercó a mí, lentamente.

– Todos los mortales son iguales, –susurró el caprino–, en el infierno estarían mejor que en este mundo.

– ¿De qué hablas? ¿Qué mortal? –Continué gritando–, ¡Fuera! ¡Quítate! ¡No me toques!

La cabra se carcajeó protervamente.

– ¡Esto me gusta! –Bramó, irónico–, ¿Recuerdas que a los demonios nos encantan los mentirosos?

El caprino comenzó a silbar como una serpiente.

– ¡No te me acerques! –Le grité, horrorizado–, en el nombre de Jesús te ordeno que te alejes de mí, el enemigo no podrá tener poder sobre mí espíritu. Padre todopoderoso, apártame del príncipe de los asesinos y del creador de las obesidades...O-o-obscenidades.

Mi lengua se enredó y torpemente me equivoqué en la plegaria.

– ¡Hahahaha! –Estalló en una carcajada diabólica–, mejor cállate porque ya no sabes lo que dices.

– Estoy viendo a un nazi rezar porque tiene miedo, –habló en voz baja–, ¿Qué sentido tiene eso?

– ¡Noooo! –Bramé, colérico–, ¡Nunca fui uno de ellos, no soy un maldito nazi!

– ¿Sabías que en Pléyades Jesucristo no fue tan bueno como lo fue en tu mundo? –Preguntó, sarcásticamente–.

Apreté mis puños sobre mis oídos.

– ¡Blasfemias e infamias! –Grité–, ¡Tú y tu legión se conocen por ser unos viles farsantes!

– ¿Igualmente como tú lo hiciste con Orión? –Preguntó socarronamente– tú le mentiste a un Monarca que confió en ti.

– No le he mentido a nadie. –Musité desviando la mirada–.

– ¡Amo a todos los mentirosos! –Profirió, fascinado–, me encantaría que Barrabas y Caifás estuvieran aquí para escucharte, a ellos les encantaría conocerte.

– ¿Barrabas? –Pregunté, estupefacto–.

– El hombre que Judea prefirió liberar en lugar de Jesucristo, –contestó, vulgarmente–, como olvidar ese día... Poncio Pilato se asombró cuando el pueblo prefirió a Barrabas, yo estaba ahí con Caifás cuando apoyábamos el valor que Barrabas tuvo, sentía que estaba en un concierto de Rock. El Rey de los Judíos se llevó todo el crédito, pero, te agradezco a ti por haber exterminado una gran parte de los judíos en Europa.

– ¿Le llamas valiente a un asesino como Barrabas? –Le pregunté, encolerizado–.

– ¡Él simplemente hizo lo correcto! –Gritó el cabrío, tirante–.

– ¿Si eres un demonio dime que sabes de Andrómeda? –Le pregunté–.

– ¡Oh, esa perra, es muy amiga mía! –Replicó, mordaz–, digamos que hay cosas de las que no puedo hablarte, no tengo el permiso y tampoco quiero hacerlo. Pronto sabrás más cosas, puedo predecirte el futuro si eso quieres, aunque, tú más que nadie no necesitas predicciones porque vienes de un tiempo futuro.

– Así que no me quieres de Andrómeda porque no lo sabes, –le dije, retándolo–.

– Nunca desafíes a un demonio, –dijo él–, es una norma principal en la Ouija.

– Pero yo no estoy jugando a la Ouija, –repliqué–, quizás no eres tan poderoso como para hablarme de Andrómeda.

– ¡Andrómeda no es lo que parece ser! –Retumbó su voz, furiosa–, ella está sufriendo por culpa de su sangre.

– ¿Por qué de su sangre? –Le pregunté, vacilado–, creo que hay algo que no quieres decirme.

– En Pléyades nada es lo que parece, –insistió–, mucho cuidado te estrellas con una pared de chocolate.

– ¿Qué es lo que quieres de mí? –Le pregunté–, no entiendo porque me has estado siguiendo desde que llegué a Memphis.

– Sólo quiero llevarte a un sitio que seguro te gustará bastante, –respondió–, te conviene mucho más que a mí ¡Vamos!

– ¿A dónde? –Le pregunté, confuso–.

– ¡Sólo sígueme que yo te llevaré! –Exclamó, animoso–, será mejor que cuentes cada paso con los ojos cerrados,

Me levanté y comencé a seguir a la cabra.

– ¿Por qué estoy siguiendo a una cabra que me habla en una carreta abandonada? –Satiricé–.

– No soy cualquier cabra, –añadió–, sólo sígueme,

Pensé con arrepentimientos si estaba haciendo lo correcto, la necesidad de poder huir y desaparecer era más grande que mis esperanzas, no esperaba regresar a mi mundo ya que era lo menos que quería hacer. En cada paso que contaba era una metamorfosis oscura dentro de mí, sentía del fuego bajo mi piel que estaba por estallar como un volcán, todo lo bueno que algún día tuve dentro de mí terminó convirtiéndose en algo revertido y brusco que dio vida a lo que soy en día.

Todo lo retorcido e inhumano que viví me ayudó a crecer en esa noche cuando cambiaba el rumbo a la nueva vida, el rencor, el odio, la aversión y la repulsión se juntaron como nunca antes para hacerme brillar. Finalmente, cuando abrí los ojos había llegado a la entrada de una catacumba, era altamente similar a las cavernas de Núremberg; su diferencia era esplendida, ésta tenía algo que la hacía verse mucho más tétrica y sombría, ya que estaba rodeada de velas encendidas por lo que se percibía sugestivo, iluminaban un viejo camino relativo que me llevo hasta adentro.

Pasaron 6 minutos cuando recorrí 66 pasos, cuando abrí mis ojos el caprino había desaparecido como un fantasma, las velas cubrían toda la entrada variando en 3 colores, el negro, el purpura y rojo. Era una larga fila recta que iluminaba mi camino, la arena del suelo era ambarina y suave como la de un desierto, la textura era tan fina que la esparcía desde mi cuello hasta el torso.

La curvatura de la cubierta en la entrada era asombrosa, colgaban raíces y ramas que crecían por la acción de las filtraciones de aguas fluviales, se formaban concreciones adheridas en el techado con estalactitas de materia. A la catacumba que había llegado, era un inmenso laberinto de galerías subterráneas que ocultaban las salidas de las travesías, mientras exploraba la catacumba observaba diversas entradas que hormigueaban el corredor.

Estaba perdido en los pasajes que meramente tenían velas encendidas, el suelo se colmaba de aguas estancadas que se filtraban en la tierra, al separar ambos brazos podía tocar las paredes estrechas que me apretaban. Cogí una vela negra que yacía en el suelo y seguí el camino, me acercaba a un lúgubre pasillo que no tenía velas encendidas, la oscuridad era masiva y hostil.

De alguna manera estaba descendiendo a las profundidades de la catacumba, cuando me adentre al túnel más oscuro levanté mi mano izquierda hasta iluminar el pasillo con la vela, el techo regaba indetenibles gotas que hacían sonarse al caer encima del sedimento de un suelo flácido, la arena parecía haberse convertido en una sustancia viscosa, los aluviones eran lo suficientemente arcillosos como para enterrar los pies al caminar, el cambio de volumen era altamente notable, al humedecerse y secarse lo hacían expansibles. Lo primero que atrapó mi mirada, fue la sombra de los insectos subterráneos que vivían de la oscuridad, se escabullían entre las paredes agrietadas que goteaban agua salada.

Había llegado a la frontera entre el horizonte B y C, era un laberinto infinito que probablemente llegaba a la capa más profunda del subsuelo, o mejor conocida como la roca madre. El calor se sentía más ígneo, cada zona estaba ocupada por salones colosales cubiertos de cruces, y, las hierbas que se usaban mayormente para la hechicería, como también había 10 cálices de sangre humana y de animal, de repente, vi pasar la sombra del caprino con la luz de la llama que iluminaba el final del pasillo.

– ¡Oye! ¡Espérame! –Le grite generando ecos–.

– Sígueme. –Murmuró el caprino en la distancia–.

Corrí rápido para seguirlo.

– ¡Espérame! –Exclamé–, no quiero perderme aquí.

– No te perderás, –sonó su voz–, quiero que veas algo muy importante.

– ¿Por qué es tan importante? –Pregunte con la voz entrecortada–.

– ¡Más de lo que crees! –Replicó–, ya es hora de irme, no te dejaré solo.

– ¡No te vayas! –Bramé, desesperado–, ¿Ahora como salgo de este lugar?

¡No puede ser! ×Exclamé con asombroØ, no creía lo que estaba viendo hasta que todas las velas se encendieron solas, aparentemente, había llegado a un templo en donde antiguamente sepultaban los personajes más importantes de Pléyades, millonarias fraternidades de la realeza, tetrarcas y monarcas que descansaban en aquel lóbrego sepelio. Era un santuario esotérico y exotérico en que realizaban ceremonias del ocultismo, tal cual como la hechicería, artes ocultas, la nigromancia y la alquimia, ahí residían los monjes de la oscuridad que dedicaban su vida a la oscuridad.

Cuando entraba al santuario observaba a cada uno de los cuerpos embalsamados que yacían en sus féretros, de algunos quedaban sólo sus esqueletos, mientras que en otros ataúdes quedaban restos de huesos y prendas. Era allí donde guardaban los secretos más grandes de Pléyades cifrados en manuscrito, los profetas que había visto anteriormente solían irrumpir otra zona de la catacumba, exclusivamente, para ellos resguardar los cadáveres de algunos profetas y sacerdotes, con sus técnicas secretas realizaban conjuros y pactos nocturnos, era en esas catacumbas donde el profeta mayor Hounsfield ejercía sus conocimientos en la Alquimia Tradicional.

Protegían una mina de plomo de la cual servía para ser extraído y transmutado en oro puro, fue en esas catacumbas donde alguna vez consiguieron el disolvente universal, erróneamente dicho el elixir de la vida, o mejor conocida como la piedra filosofal de Nicolás Flamel, la ciencia apenas aparecía con el uso de pocos elementos químicos que se descubrían, la alquimia favorecía los avances metalúrgicos de Pléyades; aunque no existía la ciencias como tal, muchos rabinos se encargaban de observar la naturaleza con detalles, fue el seno de los primeros oficios de la investigación práctica.

Algunos monjes realizaban sacrificios en modo de ofrendas, en que ofrecían sus almas a los ángeles que cayeron del cielo como relámpagos. Era exactamente igual al bosque negro donde me apresaron, llevaban inocentes y pecadores para ser castigados por el caudillo, sin embargo, eran paganos en admirar a alguien proveniente de lo pernicioso.

El área subterránea a la que había llegado, era una lujosa necrópolis donde se protegían las riquezas de aquellos reyes titánicos, a lado de su cuerpo se colocaban las multitudes de joyas que no pudieron llevarse al más allá. Cada lapida llevaba escrita la filosofía hermética que se representaba en jeroglíficos, era un dato adicional que detallaba un legado autentico de cualquier rabino sepultado.

Cuando me acercaba al final del templo solté la vela que llevaba en mi mano y caminé hasta lo profundo, habían 18 velas encendidas de color negro iluminando la última lapida, llevaba la imagen de un Rey súper poderoso, era el mismo hombre calvo con él que me encontré en medio de la carretera, en la pintura estaba reflejado tal cual como vestía esa noche de túnica negra, al parecer existió algún momento en Pléyades hasta que marcó la historia. Tuvo el imperio más potente que alguna vez llegó a existir, su dominio era tan fuerte que muchos le temían por el carácter y su poder, cuando me acerque a leer su larga historia se detallaba paso a paso los crímenes que cometió en Pléyades, empleaba los conocimientos adquiridos de la universidad para lograr traducir lo que estaba escrito en aquella lapida.

Aparte de que su tumba estaba rodeada por los minerales más lujosos del templo, su tumba estaba bloqueada y sellada. El mausoleo parecía ser el lugar más maldito de Pléyades, indicaba una advertencia que exponía:

"Manténgase alejado lo más posible de este panteón, evite tocar el sepelio y salga de inmediato de la catacumba''.

Sin embargo, no le presté mucha atención a lo que me advertían de esa lapida, me parecía muy sugestivo conocer un poco más al Monarca que estaba sepultado frente a mí. En todos los manuscritos lo trataban como un sanguinario asesino, nigromante y hechicero, según la escritura tuvo la capacidad de ser elogiado después de la muerte como a un Dios, afirmaban que su poder era sangriento, torturador y vengador con sus enemigos.

Un dato extraordinario era que se representaba como un caprino de color negro por las noches de octubre, además, tenía la capacidad de poseerse en los animales hasta hacerlos hablar, parecía que anteriormente lo había conocido luego de sacarme del bosque de Núremberg. El Duque llevaba como nombre Balam, algunos todavía lo glorificaban durante los meses de octubre, se decía que Balam salía hambriento por las noches en busca de víctimas.

Me sentía confundido en saber que lo había conocido esa noche, después de todo, fue él quien me obligó a llegar a las catacumbas luego de aparecerse en mi camino. A pesar de que fue destronado por Andrómeda el día de su muerte, su memoria persistió hasta ocupar un lugar importante en la vida de algunos Pleyadianos, hubo un tiempo en que se hizo temible por los terratenientes y cosmopolitas, era totalmente claro que éste tenía su propio tabernáculo en el infierno.

Fue enviado allí por sus mismos esclavos, en el destierro sus cautivos lo abandonaron en maldiciones y traiciones, Balam tuvo una muerte muy trágica que ocasionó baños de sangre para su misma familia. En los mejores tiempos de su vida su reputación se enalteció con éxitos, en sus doctrinas fue el líder supremo del ocultismo en que logró superar a cualquier alquimista de la época, no obstante, era una de las figuras más influyentes y prestigiosas de su siglo, para Pléyades era el año en el que se estimaba el nacimiento del Salvador.

Se reveló que él era un monstruoso criminal en el mismo día de su ejecución, durante ese año se reportaron más de mil casos de niños extraviados, años más tarde se encontraron los mismos en el castillo de Balam, lamentablemente, sólo los restos cadavéricos de los inocentes. Descubrieron que secuestraba niños para luego arrancarles el corazón, pero, ya era muy tarde como para darse a conocer que Balam se alimentaba de su anatomía interna.

Según los manuscritos muchas brujas salían embarazadas para después entregarse a Balam, durante el proceso de gestación esperaban que llegase el mes 6, en el día 6 y la hora 6. Las mujeres se entregaban al sacrificio con amor y pasión, Balam las desmembraba después del ritual para enriquecer su espíritu con cada embrión, se alimentaba de los fetos que crecían en las entrañas de las brujas, esto ayudaba a que su alma furiosa y retorcida ardiera en las flamas de la lujuria; después de sepultar las personas en el jardín de su castillo esperaba un tiempo determinado para practicar la nigromancia con los cuerpos de sus víctimas.

La nigromancia es un culto negro muy antiguo que surgió desde la antigua Grecia y Roma, sin embargo, de aquí nacieron las teorías conspirativas de lo que sucedía después de la muerte, o acerca de cómo contactarse con los muertos a través de la hechicería, no obstante, muchos nigromantes fueron acusados de practicar magia negra, el problema no era tan grave cuando se trataba de comunicarse con los muertos, el problema era por los sacrificios y profanaciones de tumbas.

Balam encarceló a cientos de ortodoxos para castigarlos y condenarlos a muerte, la mayoría de los hombres fueron sentenciados en la rueda de despedazar, primero que nada, los desnudaba para después situarlos sobre una mesa de reo, en que eran atados de los tobillos y de las manos. Balam disfrutaba de esa tortura, hacía llamar a los infelices como títeres aullantes cuando se retorcían sobre la madera, mientras se les cortaba profundamente las costillas hasta hacerlas parecer alas; al perforar la pleura se encargaba de remover los pulmones de los hombres espolvoreando sal dentro de la caja torácica, por lo que al momento de respirar la víctima se sometía a una escena aterradora y luctuosa.

Invocaba deidades en su imperio, aunque Balam mantenía su propia supremacía de brujas y magos que ganaron poder al profanar las reglas consagradas, eran estos los sirvientes divinos de la Rebelión Oscura. Bajo ese movimiento herético Balam dio la orden de captura a 118 recién nacidos de Memphis, fueron arrebatados de los brazos de sus madres para ser llevados al castillo de Balam.

Se consagró un nuevo rito supremo de la elite oscura en que participaron los infantes, fue ahí cuando se estimaba la llegada del hijo de David al mundo. Una vez con su encargo en el castillo le ordenó a sus sirvientes que asesinaran a los niños que recluyeron, fueron predestinados a morir en el bestiario, un método arcaico que se empleaba para asesinar a los prisioneros con el uso de animales feroces, sus mascotas exóticas les servían como refuerzo significativo, pumas, leones y tigres que eran encerrados hambrientos dentro de una celda; después amarraban los recién nacidos del cuello para luego colgarlos en la celda, fue un proceso largo para deshacerse de los 118 que aprisionó.

Balam sintió mucho miedo de ser destronado por alguien que estaba por llegar, lo que nunca supo en vida fue que Andrómeda llegaría años más tarde a ocupar su lugar. Había una leyenda escrita en pergamino que me confundía, existía una intensa rivalidad entre la duda y la verdad que me emboscaban, no sabía si era falso o verdadero todo lo que leía de la lápida.

Cuenta la historia que asesinó a su propia madre después de encontrarla robando de su oro, no dudó en emplearle un fuerte ataque hasta arrebatarle la vida, la encadenó por una semana sin darle de comer y agua. Ordenó a sus esclavos que construyeran una alberca en el patio del castillo, cuando la construcción estaba terminada la llenó con miles de tarántulas, escorpiones, alacranes y víboras agresivas.

Bañó a su madre en sangre de ratas ya que suele ser atractivo para las serpientes, luego le quitó las cadenas y la obligó a sumergirse en la piscina con las bestias. Su madre le rogaba para que no la asesinara de esa manera, ella prefería la guillotina, pero la malevolencia de Balam crecía tanto que ignoró sus lamentos.

Le dio una fuerte patada hasta que la lanzó en la alberga, habían cobras, cascabeles, mambas negras y buscó a las tarántulas más venenosas al igual que con los escorpiones. La mujer fue devorada en un instante, no le dieron tiempo de morir intoxicada cuando ya estaba siendo masticada por las serpientes, su cuerpo estaba picado y punzado por las tarántulas y los escorpiones, los alacranes penetraron los orificios de su cuerpo aún con vida, las arañas salían y entraban por su boca mientras ella gritaba.

El ego de Balam siguió creciendo mucho más, su régimen se mantuvo firme llenándose como un vaso de agua, goteando vanidad, sangre de sus víctimas, soledad y venganza. Sin embargo, cada uno de sus pecados lo hicieron ser más grande e inalcanzable, las escrituras explicaban como el cultivo se derretía cuando estaba furioso, las cosechas se descomponían al envenenarse desde sus propias raíces; mantenía la producción de sus tierras gracias a las artes oscuras.

Se descubrió su aspecto necrófilo cuando el castillo fue invadido por los nativos de Memphis, Balam tenía una cabra como mascota con la que mantenía relaciones sexuales. En su cabeza martillaron 20 clavos de acero, le cortaron las extremidades y lo arrojaron como carnada a los buitres. 

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