vi. the big secret of salazar slytherin.
ᴳᴬᵁᴺᵀ ᴴᴼᵁˢᴱ
vi. el gran secreto de salazar slytherin.
( HARRY POTTER GOBLET OF FIRE. )
"Hebreos 11:1; Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve."
El día de la primera prueba del Torneo de los Tres Magos finalmente había llegado. Lexie se preparó meticulosamente para enfrentar el desafío del dragón. Vestida con un traje completamente negro con rayas verdes, mostrando su lealtad a su casa, se sentía lista para poner en práctica todo lo que había aprendido durante sus investigaciones sobre dragones.
La entrada de Lexie en la carpa de campeones fue marcada por la presencia intrusiva de Rita Skeeter y su enorme cámara apuntando hacia Harry y Hermione. Lexie, sintiendo una oleada de molestia, se preparó para enfrentar la situación, pero antes de que Rita pudiera capturar la imagen, quedó completamente paralizada. La poción que Lexie había preparado había surtido efecto.
Rita Skeeter, desconcertada y momentáneamente incapaz de continuar con su tarea, miró con incredulidad su cámara y luego a Lexie. La joven Black, se cruzaba de brazos con una sonrisa triunfante. ¿No les había dicho? Lisbon había ayudado a Lexie vertiendo la poción Paralisis en la bebida de la periodista.
Lexie vio una oportunidad para dar un paso adicional. Con una actuación magistral, fingió un tropiezo y, en un movimiento rápido y aparentemente accidental, golpeó la cámara de la periodista, haciéndola caer al suelo y romperse en varios pedazos.
El estruendo atrajo la atención de todos en la carpa de campeones. Algunos murmuraron sorprendidos, mientras que otros mostraron cierta satisfacción al ver a Rita Skeeter enfrentando un contratiempo. Lexie mantuvo su expresión de inocencia.
—¡Tú! ¡Pequeña bruja insolente!—exclamó Rita con voz aguda, señalando acusadoramente a Lexie.—Has arruinado mi cámara, ¡es un artefacto costoso e irremplazable!
—Fue un accidente, señora Skeeter. Lamento mucho lo sucedido, pero fue un tropiezo involuntario.—respondió la serpiente, fingiendo cierta inocencia aunque aún prevalecía una sonrisa burlesca en su rostro.
—No me engañas.—replicó con sarcasmo.—No soy tan ingenua como para creer que fue solo un accidente. Esto tiene tu sello por todas partes, y no te dejaré salirte con la tuya.
—Señora Skeeter, es suficiente.—dijo Krum en voz alta, haciendo que todos en la carpa prestaran atención.—Debería retirarse ahora mismo. No es bienvenida aquí después de causar tal disturbio.
Rita Skeeter, visiblemente ofendida por la intervención de Krum, frunció el ceño y abrió la boca para protestar pero las palabras simplemente no salían. No le quedó de otra que ceder y con un gesto de desdén y contrariedad, recogió sus cosas y se marchó, lanzando miradas de rencor hacia Lexie en el proceso.
—¡Adiós señora!—gritó con burla Lexie hacia la mujer quien se detuvo momentáneamente y se giró hacia ella.
—¡Es señorita, no señora!
Hermione y Harry se acercaron a Lexie después de la partida de Rita Skeeter, mostrando una mezcla de alivio y curiosidad en sus rostros.—Gracias por lo que hiciste. Rita Skeeter puede ser un verdadero dolor de cabeza.
Harry asintió en acuerdo. Y Hermione, con su curiosidad innata, preguntó: —¿Cómo hiciste para paralizar su cámara?—Lexie sonrió ante la pregunta, se sentía orgullosa de su poción.
Lexie explicó brevemente sobre la poción que había preparado y cómo la utilizó para frustrar los planes de Rita Skeeter. Harry y Hermione escucharon con interés, impresionados por la astucia y determinación de Lexie.
—¡Eso es genial!—exclamó el de lentes con una sonrisa, sus nervios habían desaparecido.—aunque tendrías que tener cuidado, esa mujer es de lo peor.
—Créanme que me sobran bastantes pociones.—agregó Alexandra haciendo reír a los dos amigos.—¡oh! Ahí viene Dumbledore, será mejor que nos acerquemos.
El director Dumbledore entró en la carpa con su habitual aire sereno y misterioso. Se acercó a los campeones con una mirada que denotaba sabiduría y autoridad.—Campeones.—comenzó Dumbledore, su voz resonando en la carpa.
Lexie, junto con los demás competidores, se movió hacia Dumbledore, sintiendo una mezcla de anticipación y nerviosismo por lo que el director tenía que decir.
—Han esperado, han sufrió y por fin, el momento ha llegado. Un momento que solo ustedes cinco pueden valorar.—explicaba.—¿Qué hace aquí, señorita Granger?—Hermione algo avergonzada se despidió de ambos chicos mientras abandonaba la carpa.—Barty, la bolsa.
—Campeones. Formen un círculo alrededor mío. Señorita Black, aquí. Señorita Decalour y señor Krum por aquí.—los campeones obedecieron las instrucciones, formando el círculo como se les había indicado.
A medida que los campeones sacaban dragones pequeños de la bolsa que sostenía el Sr. Barty, Lexie sintió la emoción y la tensión aumentar en su interior. Sin embargo, cuando llegó su turno y sacó un dragón, se encontró con una sorpresa inesperada. Sin tiempo que perder, Lexie evaluó rápidamente al dragón desconocido, observando su tamaño, color y comportamiento. Sabía que tendría que confiar en su astucia.
—¡Oh señorita, Black! Es un Ironbelly Ucraniano.—explicó el señor Crouch, ella lo miraba desconcertada. En ninguno de los libros que había leído se nombrara a este extraño dragón.
—¡Bueno, ahí lo tenéis! —dijo Dumbledore tan sereno como siempre.—Habéis sacado cada uno el dragón con el que os tocará enfrentaros, y el número es el del orden en que saldréis, ¿comprendéis? Diggory, eres el primero. Tendrás que salir al cercado cuando oigas un sil...
El silbato fue sonado inmediatamente, sin dejar que el director terminara de explanarse.
—Nos vemos, bruja.—dijo el mayor mientras revolvía el pelo de Lexie con una sonrisa intentando darse confianza. Harry sentía que interrumpía algo, algo donde él no era incluido.
—¡Si ganas tendremos una cita!—vocifero ella para darle ánimos pero se callo al instante al ver que todas las miradas recayeron en ella. Cedric sonrió más confiado, dispuesto a ganarle al dragón.
El tiempo transcurría inexorablemente mientras los otros competidores lograban cada uno obtener el huevo dorado de sus respectivos dragones. El ambiente en la arena era tenso y lleno de expectativas, y finalmente llegó el momento crucial para Lexie y Harry.
Cuando el silbato sonó indicando el turno de Lexie, Harry se puso a su lado en un gesto de apoyo. Ambos campeones intercambiaron miradas.
—No puedo hacerlo, no puedo.—se sinceró ella, sus manos temblaban y le comenzaba a faltar el aliento. Estaba teniendo un ataque de pánico que trataba de controlar pero parecía estar saliéndosele de las manos.
—Ey, Lexie. Todo estará bien, ¿sí? Solo sal y toma el huevo de oro, eres la mejor bruja que he conocido además de Hermione.—trataba de alentar Harry aunque él sabía perfectamente que no era el mejor en eso.
—¿Puedo abrazarte?—murmuró la castaña aún algo temblorosa. Estas palabras tomaron por sorpresa a Harry quien no dudó ni dos segundos antes de aceptar. Aunque no se expresan con palabras, la complicidad de un abrazo revela un entendimiento mutuo.
Para ambos, fue una pausa reconfortante en medio de la competencia feroz, una pausa que les recordó que, a pesar de todo, estaban juntos en esta aventura y podían confiar el uno en el otro. Aunque ellos no lo supieran, eran más parecidos de lo que creían.
—Suerte...
Alexandra se encontró de frente con el dragón, quien la miraba con ojos llenos de ferocidad y desafío. Sin perder la compostura, Lexie evaluó rápidamente la situación. Recordó lo que había aprendido sobre el comportamiento de los dragones y decidió actuar con cautela. El dragón arremetía contra ella con fuerza, pero Lexie se mantuvo firme, utilizando su astucia y agilidad para esquivar los ataques. Sabía que no podía permitirse cometer errores en este momento crucial y estaba determinada a salir victoriosa.
El corazón de Alexandra latía con fuerza mientras se escondía detrás de una roca, tratando desesperadamente de encontrar una manera de enfrentar al dragón. Sus hechizos anteriores no habían surtido efecto, pero entonces recordó uno que había leído hacía poco y decidió probarlo.
Con determinación, pronunció el hechizo "Incarcerous" mientras apuntaba hacia el dragón. De repente, cuerdas mágicas surgieron de la punta de su varita y se enredaron alrededor del cuerpo del dragón, inmovilizándolo temporalmente. Lexie se lanzó hacia el huevo dorado, pero justo cuando estaba a punto de alcanzarlo, el dragón se liberó de las cuerdas mágicas y lanzó una llamarada de fuego directamente hacia ella. En un instante de reacción rápida, Lexie pronunció el hechizo "Protego" mientras saltaba de una roca a otra, evitando ser alcanzada por las llamas.
Aunque se golpeó fuertemente al aterrizar en una roca, no perdió de vista su objetivo. Con valentía, se acercó al huevo dorado y lo agarró con firmeza, sintiendo la emoción de la victoria recorriendo su cuerpo.
Mientras sostenía el huevo dorado en sus manos, sus ojos brillaban con determinación y orgullo. Había superado uno de los desafíos más peligrosos del torneo de los magos y había salido victoriosa. Mientras sostenía el huevo dorado con cuidado, Alexandra cruzó una rápida mirada con Harry, quien la observaba desde una distancia cercana. En esos fugaces instantes, sus miradas se encontraron y algo especial pareció pasar entre ellos.
Madame Pomfrey se acercó a Lexie con preocupación evidente en su rostro, sugiriéndole que fuera a la enfermería para revisar cualquier posible lesión después de la prueba. Sin embargo, Lexie se negó rotundamente, rechazando la idea de abandonar la zona de la prueba hasta asegurarse de que Harry lograra tomar el huevo dorado también.
—No, Madame Pomfrey. No puedo irme aún. —dijo Lexie con la voz temblorosa, resistiéndose a dejar el lugar mientras la competencia aún estaba en curso.
—Oh, el amor juvenil y su capacidad para ignorar cualquier cosa que no sea su objetivo. Supongo que no podré convencerte de lo contrario, ¿verdad, señorita Black?—con una sonrisa comprensiva, la enfermera comentó con un toque de humor.
—No, no tiene nada que ver con el amor juvenil. —respondió Lexie con firmeza, aunque una ligera sonrisa jugaba en sus labios—. Estoy aquí para apoyar a Harry porque es lo correcto.
—Las miradas suelen revelar más de lo que las palabras intentan ocultar, querida. —comentó Madame Pomfrey con suavidad—Las emociones no se pueden esconder fácilmente, especialmente cuando se trata de asuntos del corazón.
Lexie se sintió un tanto avergonzada ante la perspicacia de la enfermera. Madame Pomfrey le dio una sonrisa comprensiva a Lexie, indicándole que entendía la situación sin necesidad de que ella lo expresara con palabras. La chica sintió cómo su corazón se detenía por un instante cuando Harry estuvo a punto de ser golpeado por la inmensa cola del dragón. Su alma parecía abandonar su cuerpo mientras veía la escena con incredulidad.
—¡Accio Saeta de Fuego!—Un susurro colectivo recorrió las gradas, y el público se mantuvo en silencio, con los ojos fijos en la escena frente a ellos.
Finalmente, la escoba voló hacia Harry, quien con habilidad y destreza logró atraparla en el momento justo. Isabelle creía que estaba a punto de desmayarse por la tensión acumulada. Las emociones se agolpaban en el pecho de Lexie. Cuando Harry pasó una pierna por encima de la escoba, afianzándose con determinación, ella sintió un alivio abrumador. La tensión se disipó gradualmente en el aire mientras el público estallaba en aplausos y ovaciones.
El dragón, liberado de su cadena, comenzó a perseguir a Harry por todas partes, alejándose de la arena donde se encontraba el huevo de oro y dejando a todos los presentes sin poder ver lo que sucedía, un silencio tenso envolvió el lugar, roto solo por el palpitar acelerado de los corazones y el murmullo de expectación. Todos esperaban ansiosos el regreso de Harry, conscientes de que estaba en apuros. Sin embargo, cuando menos se lo esperaban, el chico apareció volando en picada de vuelta a la arena.
Antes de que el dragón pudiera alcanzarlo, Harry soltó la Saeta de Fuego y se aferró al huevo de oro, luchando por mantenerse en pie mientras el viento azotaba su rostro. El público contuvo la respiración mientras lo veía tambalearse, pero finalmente logró elevar el huevo de oro en un gesto triunfante.
—¡Bien hecho Harry, eso es!—Vocifero Alexandra, llevándose malas miradas de la casa de Slytherin pero a su vez ignorándolas.
Lexie se abrió paso entre la multitud, que estaba dividida entre los que celebraban y los que abucheaban. Al llegar donde estaba Harry, notó que estaba adolorido, con notables moretones y raspones en su rostro, pero su sonrisa de victoria era innegable. Con nerviosismo en su corazón, corrió hacia él y lo abrazó, felicitándolo efusivamente por su logro.
La oscuridad de la noche envolvía los pasillos del castillo de Hogwarts cuando Alexandra recibió una carta citándola fuera de su sala común. La carta, escrita por Sebastian y su hermano, despertó su curiosidad y preocupación. Aunque al principio dudó en ir, sintió que algo importante estaba sucediendo y finalmente decidió encaminarse hacia el lugar indicado. El susurro de las túnicas al rozar el suelo y el tenue resplandor de las antorchas creaban una atmósfera misteriosa.
El resplandor dorado de su cabello contrastaba con la oscuridad de los pasillos. Cuando llegó, se encontró con Sebastian, quien estaba apoyado en la pared con expresión seria, mientras Ominis permanecía con los brazos cruzados.
—...Vaya qué valientes sois, ¿Ya os habéis decidido a hablar conmigo?—habló con desdén mientras se cruzaba de brazos, imitando la acción de su gemelo.
—Lexie, es algo serio.—regañó Sebastian con molestia.—tenemos que hablarte sobre algo importante. Es sobre el scriptorium de Salazar Slytherin.
—No, no voy a ayudarlos con eso.—dijo con firmeza mientras negaba con la cabeza.—Ominis ya te debió haber dicho lo que sucedió cuando nuestra tía lo abrió.
Sebastian desplegó todos sus argumentos, tratando de persuadir a Lexie con razones sólidas y argumentos convincentes. Alexandra, sintiéndose presionada y estresada, finalmente aceptó colaborar, pero dejó en claro que tan pronto como surgiera cualquier complicación o situación comprometedora, abandonarían la situación de inmediato.
A medida que avanzaban por el scriptorium, el ambiente se cargaba de tensión. El sonido rítmico de sus pasos resonaba en la sala, intercalado con la respiración agitada de los tres jóvenes. Finalmente, se detuvieron frente a una puerta encantada, cerrada con firmeza. En lo alto de la puerta, las letras "CRUCIO" se destacaban en una ominosa advertencia.
—¡Aquí es donde murió mi tía Noctuna!—exclamó con voz temblorosa, Ominis, su mirada reflejaba el miedo profundo que sentía. Añadió con temor.—Y aquí moriremos nosotros también.
—Tranquilo, Ominis.—le dijo en tono calmado pero firme, Lexie.—Tenemos que mantener la cabeza fría y buscar una forma de salir de aquí.
—¡Si lanzas Crucio, todo saldrá mal! ¡Tenemos que encontrar otra forma de salir de aquí!—exclamó Ominis agobiado.
—No la hay.—interrumpió el pecoso—Ominis, Lexie, realmente siento la pérdida de su tía pero tenemos que lanzar crucio si queremos salir de aquí.
La atmósfera se carga de tensión mientras Ominis cae en un ataque de pánico. Sebastian, visiblemente molesto y estresado, toma bruscamente a Lexie del brazo y la empuja contra la pared. Sus ojos azules brillaban con determinación mientras la miraba intensamente y con una voz tensa y amenazante habló:
—Escucha, Alexandra, esta es nuestra única opción. Si no encontramos una salida, debemos usar el maleficio. Te enseñaré cómo hacerlo, pero si fallamos, podría ser catastrófico —explicó Sebastian, su tono mezcla de preocupación y urgencia.
Lexie se mantuvo firme, aunque su interior estaba lleno de temor y recuerdos dolorosos. Respiró profundamente y asintió, aceptando la responsabilidad de lanzar un hechizo tan oscuro. Sabía que era arriesgado, pero también entendía que en esa situación desesperada, debían actuar con determinación para sobrevivir.
—No lo lanzaras tu, lo haré yo.—ella sintió un nudo en la garganta mientras entraba en pánico, pero su determinación no flaqueó. Decidió que sería ella quien lanzaría el maleficio, a pesar del temor que sentía.
Ignorando el miedo en los ojos de Sebastian, se posicionó frente a él con determinación. Sus orbes azules, llenos de preocupación y confusión, buscaban entender qué estaba pasando por la mente de Lexie en ese momento tenso.
—¡Cruciatus!—Sebastian soltó un gran quejido y cayó de rodillas al suelo, lloriqueando de dolor. Ominis corrió hacia él, apartando a Lexie, cuyos ojos estaban fijos en ellos.
Sin embargo, ya no reflejaban nada; parecía como si todo su brillo se hubiera esfumado en ese momento de desesperación y angustia. La situación había llevado a Alexandra a tomar una decisión inesperada: estaba empezando a seguir los pasos de su familia. Se sentía como si estuviera asumiendo el papel de discípula de quien no debe ser nombrado, aceptando las exigencias que eso implicaba. Era un giro oscuro en su vida, pero se sentía atrapada en ese camino por las circunstancias.
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