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Capitulo XI

El hospital central de Musutafu se había vuelto famoso en los últimos años, sobre todo por las terapias de recuperación rápida y la presencia de cierta doctora.

Cada vez que ella entraba al quirofano era como si se estuvieran realizando milagros.

Aquel, raramente, había sido un día tranquilo en el hospital. No había muchos pacientes y la mayoría de los internos se encargaban del trabajo de administración. Uno de estos internos, un buen amigo que la "diosa de ortopedia" se encontraba atendiendo tranquilamente la recepción aquel día.

—Buenas tardes, estoy buscando a la doctora Eri Aizawa. —El hombre levantó la vista e, inmediatamente, su rostro se distorsionó, mostrando una mueca de terror.

¿Como no sentir miedo? Uno de los tres villanos más temidos del continente se encontraba frente a él.

Antes de que pudiera gesticular o gritar, una bala atravesó el cráneo del hombre. El villano suspiró, mirando a su acompañante con pesar fingido.

—Supongo que tendré que buscarla yo mismo —dijo, con molestia—. Necesito tener mi cuerpo al cien por ciento si quiero matar a mi tu tío esta vez, a demas, Kotaro la necesita.

Shaoran, quien se encontraba a la diestra de Dabi, miró a su padre con molestia.

—¿Por qué no puedo estar con él señor Kotaro?

—Kotaro prefiere trabajar solo y no quiere ver a nadie por un tiempo —dijo Dabi, caminando tranquilamente mientras los Nomu que había llevado asesinaban a todo ser vivo a su paso en busca de Eri.

—...entonces, ¿eso significa que...?

—Seh, después de escapar se fue por su cuenta, por lo que tengo entendido ni siquiera ha hablado con su esposo —Dabi desvió la mirada, revisando cada cuarto—. Por cierto, Akane me habló sobre Ryu y tú.

—Esa maldita soplona...

—Realmente no me interesa, solo quiero saber si estás consciente de la situación de Ryu, sabes que es...—Un chillido interrumpió a Dabi.

Los Nomu había encontrado a Eri.

Ryu vomitó en el baño, abrazando los lados fríos, tratando de contener los sonidos de sus arcadas.

La luz de la luna se filtraba sobre el enorme ventanal de la sala común, proporcionando la única iluminación a esta mientras Ryu vomitaba en silencio en el baño del primer piso.

Ninguno de sus compañeros se había movido cuando se levantó de golpe, cuando el sudor frío que le cubría el cuerpo se sintió como agua hirviendo siendo lanzada a su cuerpo, salió corriendo hacia el baño.

Había estado ahí unos quince minutos, esperando que las arcadas disminuyeran, que los temblores persistentes se hicieran menos frecuentes y desaparecieran, como olas en una piscina.

Jadeante, se agarró de la taza, contando cada respiración.

Mientras sus compañeros susurraban en la sala común, presas del pánico, Ryu se concentró en su respiración, en inspirar por la nariz, expirar por la boca. Una y otra vez.

Cuando parecía que había terminado con las arcadas, se separó del retrete despacio, pero no fue muy lejos. Sólo hasta la pared adyacente, cerca de la
ventana, donde podía ver el cielo nocturno, donde la brisa podía acariciar su rostro pegajoso. Inclinó la cabeza contra la pared, apoyó sus manos contra el frío suelo de mármol.

—¡Tenemos que sacarlo de aquí! —exclamó uno de los estudiantes de la clase.

—¿De qué estás hablando? —preguntó Azula.

—¡Él seguramente vendrá por su hijo! —exclamó otra persona.

Ryu curvó sus rodillas contra su pecho. Era real.

—No, esto es mentira, él tiene que quedarse en prisión —articuló, cuando escucharon aquello, todos los estudiantes de su clase lo miraron.

Ryu continuó articulándo esas palabras  hasta que pudo aflojar su agarre en sus piernas y levantar la cabeza. El dolor le atravesó las manos. De alguna manera, las tenía tan apretadas que sus uñas estuvieron cerca de perforar su piel.

Suspirando por la nariz, desdobló sus dedos, Izumi aprovechó ese momento para tomar sus manos. Quería ayudarlo a tranquilizarse.

Ryu la miró, con lágrimas en sus ojos, el corazón de la pecosa se rompió al ver tan profunda tristeza reflejada en aquellos bellos ojos azules que tanto adoraba admirar a diario.

—Por favor, dejen que me quede —rogó.

Todos se miraron entre sí. Muchos no estuvieron de acuerdo.

—¡No puedo creer esto! —gritó Izumi—. Él ha sido su compañero por todo el año y aún así lo rechazan con tanta frialdad auk viendo el estado en el que se encuentra, ¡No tienen derecho a querer llamarse héroes!

—Todo va a estar bien, Ryu —Natsume abrazó al albino—. Nosotros te protegeremos.

Ryu sollozó, escondiendo su rostro en el cuello de Natsume luego de leer sus labios.

—Podemos quedarnos en mi casa, después de la batalla de hace unos años mi abuelo la convirtió en una fortaleza —sugirió Azula, acercándose a Ryu—, papá no se opondrá.

Izumi asintió:—Llamaré a mi papá para qué venga por nosotros, de esta manera será más seguro movilizarnos, todos los que estaban encerrados escaparon así que no es seguro estar solos. Le diré que venga con mi el tío Katsuki. —La pecosa rápidamente tomó su teléfono, dispuesta a hacer lo que había dicho.

—Llamaré a Akane para avisarle, Dios, necesito saber como se encuentra —dijo Azula, preocupada—. Ella amaba mucho a su padre.

Ryu apretó el agarre de Natsume mientras sus labios temblaban, rápidamente apretó los labios, evitando mostrar alguna expresión con estos.

No diré mucho.

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Gracias por leer <3



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