La Batalla de la Torre de Astronomía.

Desde que Draco y yo nos vimos las cosas han estado bien, dentro de lo que se puede. Hemos vuelto a hablar con normalidad, pero sé e intuyo que Draco está cada vez más cerca de tratar de matar a Dumbledore. Es un sentimiento dividido. Por unos momentos, me escribo con ese Draco divertido y que me hace sentir que le importo, pero durante otros momentos, es ese Draco distinta, frío y asustado.

Sólo espero que las cosas se solucionen pronto.

¿Cómo estás hoy?

Mucho mejor ahora que me escribes

¿Qué ha pasado?

Estoy nervioso.

¿Por?

Ya sabes t/n

No puedo tardarme más

Él me está esperando.

Debo terminar con esto de una vez por todas

Era algo que tarde o temprano iba a pasar

¿Me odiarás después de esto?

Jamás podría

Yo sé lo que pasará, y aún así te prometo que seguiré aquí

Me queda poco tiempo.
Te escribiré luego, supongo

Te quiero Draco

Yo también te quiero t/n

Perdóname por tener que hacer esto

Esa noche, el Armario dió entrada a decenas de mortífagos al castillo de Hogwarts, en la Torre de Astronomía, desarmó a Albus Dumbledore. Draco tembló, lloró, gruñó. Su frustración y deseo por no decepcionar a sus padres, por salvarlos, de ser bien visto por Voldemort y demostrar que podía hacerlo, no fueron suficiente. Ganó el miedo, ganó el temor y por más que lo intentó, Draco no fue capaz de conjurar la maldición asesina.

Su profesor de pociones Severus Snape lo hizo. No pudo decir ni hacer nada, sólo observar. Quedó paralizado y sudoroso por el miedo y antes de poder darse cuenta, él y otros mortífagos estaban escapando del castillo.

Pero por suerte, el pergamino estaba guardado en sus pertenencias, y no se quedó en Hogwarts.

Draco llegó de regreso a la Mansión Malfoy. El que se suponía que debía ser su hogar, estaría a punto de transformarse en un centro de reunión de magos tenebrosos, tortura, y oscuridad.