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022; 𝐓𝐂𝐀


PERFECT CHANGE — Jaden Walton.

022; ¡TCA!



⚠️ ALERTA: Crossover con mi libro "ADOLESCENCE" (no pasa nada si alguien no lo ha leído) ⚠️








                           LO PRIMERO QUE el joven divisó fue una habitación, cuyas paredes eran totalmente blancas, al igual que el resto de sus muebles.

Dio un rápido vistazo a lo demás, aunque sus ojos todavía no terminaban de enfocar bien.

Notó como sus dedos estaban entrelazados con los de alguien, que por únicamente el suave tacto de aquellos, sabía de quién se trataba.

Giró su cabeza lentamente a la derecha, viendo cómo una joven de rulos yacía dormida en lo que parecía un escritorio pegado a la camilla de hospital.

Juzgando su postura, no debía estar muy cómoda. Su brazo izquierdo estaba apoyado completamente en la mesa y su cabeza sobre este, mirando al joven, pero con los ojos cerrados.

Aquello le hizo preguntarse cuánto tiempo llevaba en aquel hospital.

—Eh, Mads, eh —dio suaves apretones en la mano de la morena—. Mads, despierta.

—Mh... —se incorporó rápidamente aun con los ojos cerrados mientras se los frotaba con algo de ansiedad—. ¿Ya despertó?

Cuando pudo abrir los ojos, estos se agrandaron como platos al ver a su novio ya consciente.

—Oh, por Dios, Jaden —no quiso gritar, pues sabía lo aturdido que debía estar—. ¿Cómo te encuentras, amor?

Se levantó y con sumo cuidado le dio un beso en los labios, para luego colocarle mejor el cojín de la espalda, y así que estuviera más cómodo.

—No sé, es como si me acabase de levantar por la mañana al haber dormido por la noche, no estoy desorientado ni nada —explicó suspirando.

—Entiendo. ¿Recuerdas lo que te pasó? —quiso preguntar Maddie mientras le peinaba cuidadosamente el flequillo al moreno.

Él asintió—. Me mareé y me desmayé, y supongo que me choqué con algo, ¿no? Me duele la cabeza y creo que tengo varios puntos.

—Ajá, fue así, te chocaste con una piedra. Tienes tres puntos en la herida —dijo la joven apartando su vista recordando el charco de sangre que había bajo él cuando llegó a donde estaba.

—¿Cuánto llevo aquí? —preguntó él ahora.

—Tres días —él se sorprendió.

—¿Tres días? Joder.

Madeleine agarró su móvil y comenzó a marcar un número con prisa.

—¿A quién llamas? —cuestionó el moreno curioso.

—A tu madre, tengo que decirle que ya despertaste —puso su móvil en la oreja esperando a que esta contestara.

¿Mads? ¿Todo bien, cariño? —se escuchó la voz de la adulta al otro lado de la línea.

—Sí, Jaden ya despertó, Jess —anunció emocionada la pareja de este.

¡Oh, Dios mío, eso es genial! ¿Cómo se encuentra? —preguntó sintiendo como su corazón iba a mil por hora.

—Pues no está nada mal, se acuerda de todo y está perfecto, dice que no se siente aturdido ni nada de eso —explicó sentándose de nuevo en la silla junto a Jaden.

Uf, menos mal, eso es perfecto. Nosotros no llegaremos hasta mañana por la noche más o menos. DJ, Jayla y yo estamos llevando a Javon a un importante evento de boxeo —dijo la adulta.

Ajá, entendido.

La joven recordó las palabras de Jaden meses atrás, aquellas que decían que sus padres preferían los eventos de Javon antes que los de Jaden , y aquello entristeció a la joven muchísimo.

—Jaden —lo llamó captando su atención—, me gustaría hablar contigo seriamente.

—Sí, claro, ¿qué ocurre?

—¿Estás en condiciones de hablar? Podemos dejarlo para otro momento si así lo prefieres —ofreció la de rulos algo insegura.

Él negó con su cabeza—. No, hablemos ahora, ¿qué te pasa?

—¿Por qué has dejado de comer? —soltó la pregunta, haciendo que Jaden suspirara.

—Es algo complicado, Mads... —trataba de evitar el tema—, no creo que lo entiendas.

—Estás pasando por un TCA, ¿verdad?

Aquello hizo que el joven abriera sus ojos por completo.

—¿Cómo lo sabes?

—Toda la comida que pediste en Rolley's hace tiempo —empezó a decir con voz temblorosa entendiendo todo—, la vomitaste toda después ¿verdad? Era solo una tapadera de todo el trastorno.

El silencio reinó la habitación, haciendo que la morena apartara su cara con dolor.

—Oh, mierda, Jaden. ¿Por qué? —entrelazó su mano con la del moreno mirándolo.

—Deja de mirarme así, Madeleine —pidió con algo de enojo.

Ella arrugó su rostro—. ¿Así cómo?

—Con compasión, no sabes cuánto lo odio —giró su rostro algo molesto.

—Perdona —depositó varias caricias en la mano—. Pero me da mucha pena que hayas pasado por esto y que no me haya dado cuenta.

—De eso se trata, de que nadie se dé cuenta —respondió el tranquilo—. No te culpes, por favor.

Una lágrima se deslizó por la mejilla de la morena—. Claro que me culpo, Jaden.

—Pues no lo hagas.

—¿Cómo que no? Pasas por un TCA tú solo, eso es algo muy, muy, muy duro. Y créeme que se cómo te has estado sintiendo.

—¿Tú también pasaste por uno? —preguntó él ahora con cierto interés.

Asentí con mi cabeza—. Pero pude recuperarme con ayuda de los que me rodeaban, por eso no quiero ni imaginar como te sientes al haber estado pasando todo eso tú solo.

—Mads...

—No, Jaden, no me gusta verte sufrir de esa forma —comencé a llorar—. No es justo, joder.

—Lo sé, perdóname —me agarró mi mano suavemente—. Perdóname, Madeleine...

Sonreí triste y puse la otra mía encima—. No, no pidas perdón. No es tu culpa, nada de esto es tu culpa.

—Claro que lo es —dijo viéndome sollozar.

—No lo es, Jaden. Tú no has elegido tener un TCA, eso es todo psicólogo. Algo muy difícil de controlar.

Él suspiró algo agobiado frotando sus ojos un poco cansado.

—No sé, Maddie —empezó a decir—. Estoy mal, creo.

—¿A qué te refieres, cariño? —ladeé mi cabeza interesada.

—No sé, es que es muy raro y difícil de explicarte.

Lamí mis labios asintiendo—. Escúchame, Jaden. Sé que no vas a querer ir a un médico para tratar el trastorno, ¿a que no?

—No, no, ni de broma —negó con su cabeza seguro—. Yo no estoy loco.

—Nadie ha dicho que lo estés —lo paré con mi mano—. Lo que te quiero decir, es que hagamos una especie de promesa, un trato más bien.

—Te escucho.

—Bien, el trato consiste en que a partir de hoy voy a vigilar que hagas el esfuerzo de comer, y por supuesto no vomitar, para que así te alimentes bien; y si esto no se cumple, es cuando le comentaré a tu madre lo del TCA y que vayas a un especialista.

Él abrió su boca ofendido—. ¿Le piensas decir a mi madre esto? ¿Por qué eres tan chivata?

—No estoy siendo chivata, me preocupo por ti; además, te estoy dando una oportunidad —dije sería—. Lo que debería de hacer es decírselo a tu madre del tirón, pero quiero confiar en ti. Y quiero darte el placer de que donde te has metido tú solo, puedas salir tú solo también.

—Bueno —respondió después de habérselo pensado unos segundos—. Está bien, ¿cuando empieza el trato?

La joven miró el reloj de su muñeca, dando una palmada emocionada.

—¡Vaya! Justo ahora mismo, es la hora de almorzar.

—Madeleine, no me hagas esto... —empezó a decir susurrando.

—Jaden, esto es así. Lo siento. ¿Prefieres que se lo diga a tu madre?

—No, no —negó rápido.

Maddie se levantó rápido agarrando su cartera.

—Bien, entonces ahora vengo.

Sin más, salió de la habitación cerrando la puerta detrás de ella. El hospital estaba compuesto por siete plantas, y en la más séptima estaba el restaurante. Un poco raro la verdad, pues los restaurantes suelen estar en la planta baja.

Miró con respeto el ascensor, esa dichosa máquina le daba pavor desde siempre, sobre todo desde que se quedó encerrada con 10 años... no hablemos de eso mejor.

El restaurante era impresionante. Las cristaleras que yacían como paredes daban unas vistas del pueblo de Buford que te robaban la respiración. Y por no hablar de la gran variedad que había de comida y bebidas. Todo aquello te hacía olvidar en el sitio que estabas, un simple hospital.

—Siguiente, por favor —la voz de la cajera le sacó de su trance.

—Querría dos sándwiches mixtos y dos zumos de naranja sin azúcar —enunció con voz calmada—. Por favor.

Ella asintió con una sonrisa—. Perfecto, dígame el paciente y su parentesco, por favor. Así le podré hacer un descuento del 20%.

—Sí, es Jaden Walton, de la habitación 565. Y es mi pareja —lamió mis labios mientras veía como la mujer.

—Perfecto —dijo amable—. Serían 14 dólares, entonces.

Asintió y buscó en su carrera los billetes y las monedas, para entregárselos a la rubia.

—Tome, quédese con el cambio —agarrólas bolsas—. Muchas gracias, que tenga un buen día.

—Muchas gracias, igualmente —respondió ella.

La morena salió rápido del restaurante sintiendo una gran ansiedad por ver de nuevo a Jaden, le había entrado una sensación de preocupación bastante repentina.

Bajaba las escaleras con una velocidad bastante impresionante, hasta ella misma me sorprendía de aquello sabiendo lo torpe que era.

Unos carteles amarillos que advertían que el suelo estaba mojado fueron pasados de desapercibidos por la joven.

En uno de los últimos peldaños, el pie de la morena resbaló en él; haciendo que la joven cayese golpeándose la espalda con los demás escalones.

Quedó aturdida por aquello, e incluso acabó mareada. Pudo levantarse cuando unos fuertes y largos brazos se hicieron notar, agarrándola por debajo de sus hombros.

—¿Estás bien? —preguntó una voz masculina algo grave—. Te has dado un buen golpe.

—¿Eh? —levantó su cabeza.

Era un joven pelinegro, que tenía el flequillo un tanto despeinado; con unos profundos ojos azules en los que podías quedar perdido.

Ayudó a la morena a ir hasta el pasillo de las habitaciones, en una de las cuales estaba Jaden.

—¿Estás bien? —preguntó de nuevo soltando unas carcajadas.

—Yo... eh, sí. Solo me he golpeado la espalda, estoy bien —dijo algo adolorida—. Gracias.

Él sonrió—. ¿Segura?

—Sí, no te preocupes —se apartó varios mechones que caían sobre su frente.

—Bueno, si quieres te acompaño a enfermería, no me importa, y... —fue interrumpido por la joven.

—No, no, muchas gracias.

—¿Me darías tu número? —preguntó el pelinegro.

La morena negó enseguida—. ¿Qué? No, lo siento, debo llevarle la comida a mi novio, que vamos a comer juntos.

El chico hizo una leve mueca de decepción ante sus palabras—. Oh, ¿novio?

—Ajá, así que si me disculpas, debo seguir —dijo firme—. De nuevo, muchas gracias por haberme ayudado en la caída.

Maddie emprendió su camino de nuevo dejando al pelinegro atrás, quien elevó su voz de forma espeluznante.

—Por cierto, ¡mi nombre es Zack!

—¡Vale! —levantó su pulgar con indiferencia sin ni siquiera girarse para verlo.

—¿Y tú?

Lo ignoró. El chico era bastante guapo, ella no lo iba a negar. Pero sus ojos estaban en un jugador de béisbol moreno, que ahora mismo la esperaba para comer juntos. Eso era lo más importante para la joven.

Por fin llegó a la puerta de la habitación de Jaden, y entró.

—Qué chico tan raro —anunció Maddie suspirando aliviada al cerrar la puerta tras ella.

—¿Qué te ha pasado? Vienes encorvada, ¿todo bien? —preguntó el moreno señalando sus hombros.

—No es nada importante, solo fui a por nuestra comida —levantó las bolsas y le entregó la suya a su pareja—, y me resbalé por las escaleras.

El moreno arrugó su cara fingiendo que no había visto toda aquella escena—. Oh, vaya. ¿En dónde te golpeaste?

—En la espalda, pero eso no es todo —abrió el sándwich y le echó un sobre de mayonesa—, un chico me ayudó a levantarme. Y no sé, ha sido amable y eso, pero me ha dado mala espina.

—¿Mala espina? Tal vez solo quería ayudarte y ya, no tenía porqué tener malas intenciones, ¿no?

—No lo se, es una sensación de intranquilidad que me ha dado cuando he estado con el. Tal vez tengas razón, solo ha querido ayudarme y ya.

Jaden asintió suspirando mientras veía su sándwich. Tenía hambre, pero su cerebro no lo dejaba en paz.

—Vamos, poco a poco —lo animó viendo la escena—. Dale un bocado.

Él trató de ignorar sus pensamientos y le proporcionó un bocado a la comida.

—Muy bien, amor. Lo estás haciendo genial.

—Ni que estuviera dando a luz o algo de eso, Madeleine —respondió divertido desatando varias carcajadas en su novia.

Al cabo de los minutos, el joven había comido más de medio sándwich. Casi entero, más bien.

—Madeleine, no quiero más —anunció suspirando—. Estoy lleno.

—Claro, sin problema, no te preocupes —ella se sentía feliz de haber conseguido que su novio comiera—. Estoy muy orgullosa de ti, Jaden, no lo olvides.

Una mano de ambos se encontraron, siendo entrelazadas en aquel tierno momento.

—¿Te apetece un yogurt? Es natural, y sin azúcares añadidos, para comer sano —levantó su brazo tratando de que su bíceps se hiciera notar.

—La verdad es que se me antoja bastante.

—Perfecto, aquí lo tienes —se lo entregó con emoción.

—Gracias.

Después de varias horas, unos toques se hicieron presentes, para que la puerta fuese abierta. Una figura con bata blanca apareció, era un doctor.

El doctor era pelinegro, y dos tatuajes yacían bajo sus ojos, uno era un diamante y el otro decía "AT". Aunque en sus antebrazos habían otros dos que decían "Noah" y en el otro "Amirah". En su clavícula sobresalía un tatuaje que decía "Millie", estaba sobre su pecho izquierdo; y por último había uno que decía "Vittoria" en uno de sus bíceps.

—Buenas tardes. Soy el doctor O'Neill, te ayudé cuando llegaste aquí, Jaden, pero estabas inconsciente, por lo que seguramente no me recuerdes —dijo serio—. ¿Cómo te encuentras, joven?

—La verdad es que estoy bastante bien, no estoy mareado ni nada de eso. Además, antes comí y ahora me siento perfectamente —respondió asintiendo.

—¿Comiste? Entonces, eso es genial —dijo anotando varios datos.

—Ajá, aunque Madeleine me tuvo que ayudar —señaló a la joven que yacía a su lado.

—Perfecto —sonrió el adulto—. Pues me alegra comunicarte que tienes el alta, ya puedes marcharte a casa.

Él suspiró aliviado—. Oh, muchísimas gracias.

—No hay de qué —ahora miró a Madeleine—. Me gustaría hablar con usted un momento, por favor.

—Sí, claro.

Ambos se fueron afuera de la habitación, y el doctor empezó a hablar.

—Él es tu novio, ¿verdad? —preguntó señalando con la cabeza a la habitación.

—Ajá, así es.

—Bien, espero que seas consciente de los síntomas que él ha estado teniendo. Le contó a una enfermera que no quería comer, y cuando lo hacía, vomitaba...

Ella asintió con dolor, sintiendo que un gran nudo se formaba en su garganta.

—No sé si sabes que eso es un trastorno alimenticio —siguió—. Específicamente, creemos que es bulimia.

—Sí, lo sé —dijo—. He hecho una especie de trato con él hace varias horas. Él debía comer y alimentarse bien, y yo no sé lo contaría a su madre; pero de lo contrario, se lo tendría que contar. Y con ello, conseguí que cenara —explicó.

El doctor dio el visto bueno—. Eres lista, es un buen trato. Me recuerdas a mi mujer por lo astuta que eres.

—¿Mujer? —se atrevió a preguntar, la curiosidad le invadía, pues el adulto no era muy mayor que digamos.

—Ajá, su nombre es Millie. Llevamos juntos desde los 15 años —sonrió con nostalgia recordando varios momentos—. De hecho, ella pasó por un TCA cuando tenía vuestra edad, y no consiguió superarlo hasta hace poco, teniendo 30 años de edad.

—Oh, no.

—Sí, tenía problemas en casa y pues todo aquello lo desahogó así. Lo que quiero decirte es, que lo vigiles mucho, por favor. Mi mujer solía esperar a después de comer y se encerraba en el baño cuando no había nadie, y allí vomitaba.

La morena escuchaba con atención, y notaba el dolor del doctor en sus palabras.

—En una competición de gimnasia rítmica, cuando ella tenía 16 años, se desmayó, al igual que Jaden.

Ella asintió escuchándolo.

—De hecho, en el tercer embarazo, que fue hace pocos meses, casi la pierdo —siguió diciendo reflejando dolor—. Pensé que después de tantos años, ya se había olvidado totalmente de aquello, pues no había pasado nada de eso. Pero cuando se quedó embarazada de nuestra hija Victoria, volvió de nuevo el trastorno.

—Dios, lo siento mucho.

—Menos mal que tuvo la valentía de contármelo después de yo pillarla sin haber comido casi un día y medio y haber vomitado; si no, no quiero ni pensar que habría pasado —finalizó poniendo una mano en el hombro de la de rulos—. Así que por favor, cuídalo y ayúdalo. ¿Vale? Y cuando necesitéis algo alguno de los dos, no dudéis en llamar, y si queréis, preguntar por mí, aunque no esté trabajando. No me importa.

—Ajá, muchísimas gracias, doctor O'Neill —sonrió ella con algo de tristeza por lo que él le había contado.

—Puedes llamarme Ashtray, al fin y al cabo te he contado toda mi vida en cuestión de segundos —rió con gracia el mayor.

—Está bien, Ashtray. Bueno, yo soy Madeleine, aunque creo que ya lo sabes —soltó varias carcajadas—. Y espero que su mujer ya esté bien.

—Sí, ya lo está.

—De nuevo, muchísimas gracias por todo, de verdad.

El adulto sonrió—. Sin problema, espero que no tenga que veros de nuevo por aquí.

Bromeó y se retiró después de despedirse de ambos jóvenes.

—¿Qué te ha dicho? —preguntó curioso viendo como la joven comenzaba a recoger las pertenencias de Jaden.

—Te lo cuento de camino a casa, ¿sí?



















































































































Narra Maddie

SUSPIRÉ PESADAMENTE al notar como las gotas de una crema fría y espesa eran repartidas a lo largo de toda mi espalda.

Me encontraba tumbada boca abajo en el sofá de mi casa, mientras que Jaden estaba a mi lado agachado. Acabábamos de llegar del hospital y sus padres no llegaban hasta mañana por la tarde.

Sin embargo, Daelo se estaba quedando en mi casa con Max, y Lily me había permitido pasar esta noche con Jaden en su casa, a pesar de los quejidos de Matt.

Lily, no te puedo querer más.

—Joder, está congelada —me quejé.

Jaden sonrió mientras se concentraba—. Normal, estas cremas suelen ser así.

—Se supone que yo debo cuidar de ti, no tú de mí, Jdub —comenté con gracia mientras agarraba un cojín para ponerlo bajo mi cara.

—Sh, calla.

Iba a empezar a extender el producto cuando notó que algo lo incomodaba para realizar la acción.

—¿Puedo desabrocharlo? —preguntó señalando la tira de atrás de mi sujetador.

—Sí, claro —quise disimular que me había sonrojado ante aquello.

Este no tuvo ningún problema en hacerlo, sorprendiéndome por ello, y dejó ambas tiras a mis costados, para seguir esparciendo la crema con más facilidad.

—Vaya, cualquiera diría que ya tienes experiencia en eso —enseguida me di una bofetada mental por haber dicho aquello.

—¿Mh? —preguntó confundido parando para mirarme—. ¿A qué te refieres?

—No, no, a nada —respondí enseguida.

—Dímelo —ordenó juguetón jalándome un mechón de pelo.

Suspiré algo nerviosa antes de hablar—. Es solo que me ha sorprendido que pudieses desabrochar un sujetador con una mano y en cuestión de un par de segundos, yo a veces me llevo hasta minutos intentando quitármelo o ponérmelo.

—¿Y por eso dices lo de la experiencia? —carcajeó sin creérselo, haciéndome asentir—. Vaya, qué decepción entonces.

—¿Decepción?

Él se alejó de mí pareciendo algo triste—. Sí, sé que tengo mis defectos como persona, y son muchos; pero, uno de ellos no es ser un mujeriego. Quiero decir, no he estado con tantas mujeres como crees, ni nada de eso. Todo lo contrario.

—Eh, eh, Jaden —lo llamé levantándome y tapándome el pecho con el sujetador suelto.

Me acerqué a él y le agarré del brazo, llamando enseguida su atención. El moreno se giró hacia mí para hablar.

—Vamos, sabes que no lo decía así —dije calmada acariciando su brazo—. Solo era una broma.

—Ya... lo sé —contestó pensativo rascándose la nuca—. No te preocupes.

—Oh, claro que me preocupo —apoyé una mano en su mejilla tibia para que me mirase—. Sabes que no lo dije para hacerte sentir mal, amor, solo quise hacer una broma. Todo el mundo y yo sabemos que no eres así, que no eres un mujeriego. No seas tonto, anda.

Él asintió con una mirada triste haciendo que mi corazón se partiese en mil pedazos. Le había gastado una broma que le había dolido, como si fuese su punto débil.

—Ven aquí —dije abrazándolo, apoyando mi cabeza en su pecho debido a la diferencia de altura—. Lo siento.

Me sentí completamente aliviada al notar como él me correspondía el abrazo, dejando sus manos en mi espalda desnuda, y depositando varias caricias en ella.

Sin apartarme, levanté mi cabeza y le di un suave y largo beso en sus labios. Me dolía verlo de esa forma, pues no lo merecía.

Unos pasos rápidos de dos personas entraron en la casa, específicamente el salón, donde nosotros nos encontrábamos.

—Venimos a por su —no le dio tiempo a terminar la oración cuando Max se calló al vernos de esa forma—... maleta. ¡Oh, Maddie!

Daelo, quien iba a su lado, quedó igual al vernos. Puso una de sus manos en los ojos de Max y la otra en los suyos, así tapándolos.

—¡Jaden, por Dios! —gritó el menor.

Me quedé pensativa unos segundos y miré a Jaden, al darme cuenta que una simple tela separaba nuestros dos torsos desnudos entendí la situación. Aquello se podía mal entender bastante.

—¡Oh, esto no es lo que creéis! —empecé a decir nerviosamente—. Lo juro por Dios.

—¡Cierto, esto no es lo que pensáis!

El moreno me escondió detrás suya para tratar de hacerme sentir más cómoda. Puse una de mis manos en su hombro mientras miraba por encima de este.

—¿Estáis seguros? —cuestionó Daelo.

—Sí, sí, solo le estaba aplicando una crema porque hoy sufrió una fuerte caída —explicó el moreno haciendo gestos exagerados con las manos, pues él también estaba nervioso.

—Exacto, me caí ayer en el hospital cuando le dieron el alta a Jaden, y me golpeé la espalda —complementé yo—. De hecho, mirad.

Me di la vuelta enseñándoles el supuesto moretón, que yo aún no había visto, que yacía en mi espalda.

—Qué pedazo de golpe —comentó Max—. ¿Te dolió la caída?

—Bah, solo un poco, soy muy fuerte —ignoré la mirada que Jaden me echó, como si me dijera "¿en serio?"—. Además, ahí está la crema, incluso abierta.

Ambos jóvenes asintieron pareciendo creerse aquello, aunque todo lo que habíamos contado era verdad.

—Bueno, está bien —habló Max—. Acompañaba a Daelo para venir a por su maleta, que se quedará en casa esta noche, así que nos vamos ya.

—Está bien —carraspeé asintiendo—. Pasadlo bien, y tened cuidado.

—Sí, adiós.

Ambos se fueron de la casa volviendo a dejarnos solos como hacía minutos atrás.

—Vaya, eso fue... —no me salían las palabras para describirlo.

—Inesperado.

Ambos comenzamos a reír mientras procesábamos todo. En momentos como aquellos, me daba cuenta de lo afortunada que era al poder disfrutar aquella experiencia con todos ellos, realmente.

—Madeleine —salí de mi trance al escuchar como mi novio me llamaba desde el sofá—, aún no terminé de ponerte la crema, vamos.

—Pf —me quejé cansada—. ¿Todavía más?

Él asintió obvio—. Si apenas te la extendí bien, vamos.

Suspiré pesadamente y me dirigí de nuevo al sofá, en él me tumbé y el moreno no tardó en seguir poniendo la crema.

—Tampoco fue para tanto la caída —quise sacar más tema de conversación—. Eres muy exagerado, Jad.

—Oh, créeme que no lo soy —me asusté al escuchar cómo sonaba tan seguro.

—¿Por qué dices eso?

Él carraspeó antes de hablar—. Bueno, tienes un gran moretón justo aquí.

Apoyó su dedo delicadamente, para luego apoyarlo algo más fuerte.

—¿No te duele?

—Qué va, no noto nada —contesté negando con la cabeza.

—Vaya, interesante. Seguramente mañana te duela como el demonio.

—Oh, hablando de mañana. Podríamos ir a la playa los dos —propuse algo emocionada.

No lo podía ver, pero estaba segura de que había sonreído como un tonto—. Ya veremos, Mads.

—¿Qué hay de cenar? —sonreí mostrando mis dientes como si fuese una niña pequeña—. Me estás matando de hambre.

Él carcajeó mientras pensaba—. ¿Te apetece una pizza?

—Depende de lo que sea.

—De atún y bacon —respondió él a espera de su respuesta.

—¡Oh, sí, por Dios, es mi favorita! —exclamó emocionada, para luego acordarse de algo—. Tú también tratarás de comerla, ¿entendido?

—Ajá, lo intentaré —finalizó cerrando aquel bote de crema—. Listo.

Me levanté del sofá aliviada dispuesta a volver a vestirme—. Por fin, ¡gracias, Jaden!

—Espera, deberías quedarte así —me señaló—, no deberías ponerte nada que te roce con la crema, al menos hasta dentro de unos quince minutos.

El calor subió hasta mis mejillas y no tarde en sentir bastante vergüenza.

—Vaya... —logré decir.

—No seas tonta, no voy a mirarte de esa forma, Madeleine —aseguró el moreno levantándose y yendo a la cocina, conmigo detrás siguiéndolo—. De todas maneras, tengo una idea. Ven.

Me acerqué curiosa quedando frente a él. Jaden se quitó su camiseta y calculó varias medidas, poniendo esta en horizontal.

—Date la vuelta.

Hice caso sin dudarlo, y enseguida noté cómo una tela me envolvía el torso tapando el pecho y un poco de mi estómago, para finalizar en un nudo en mi espalda.

—Listo —se alejó un poco después de darme una suave palmada en los costados, para ir al frigorífico y agarrar la pizza—. Parece un top normal.

—Gracias —sonreí cómoda mientras encendía el horno.

Lo puse a máxima potencia, 200 grados; por lo que en 12 minutos aproximadamente estaría lista.

—Qué burra eres —dijo riendo—. Lo has puesto demasiado fuerte,

—Me da igual, tengo hambre y quiero comer ya —giré mi cabeza a un lado molesta—. Y tienes suerte de que no me la he comido cruda.

Él abrió sus ojos con confusión—. ¿Alguna vez has comido una pizza cruda?

—Sí, porque estaba muriendo de hambre. Justo como ahora —expliqué divertida.

—Dios, a veces me das mucho miedo —respondió serio sin creérselo.

Reí nerviosa por su reacción—. A ver, tenía 10 años.

El negó con su cabeza divertido y apoyó sus manos en la encimera en frente del horno, dejando el peso de su cuerpo sobre estas.

Me acerqué segura a él y envolví mis brazos alrededor de su cuello; él hizo lo mismo, situando sus manos en mis caderas y atrayéndome hacia él.

—Te amo —me dijo con una sonrisa de bobo que me hizo morir allí mismo.

—Yo más —respondí.

Nos fundimos en un largo beso en el que tratamos de que no quedara ningún tipo de espacio entre nosotros.

El joven me siguió agarrando suavemente y cambiamos la posición, ahora mi espalda estaba contra la encimera, y él acorralándome.

Subí mis manos a su cara, tratando de atraerlo más y más, si es que eso era posible. Sonreí nerviosa contra sus labios al notar como una de sus manos descendía de mis caderas y la otra viajaba hasta mi nuca, donde sus dedos se enredaron contra mi pelo intencionadamente, robándome varios jadeos.

Nos separábamos durante... ¿5 segundos? Para recuperar aire y seguir besándonos de esa forma hambrienta.

Así estuvimos cerca de 10 minutos, hasta que una molesta alarma proveniente de mi móvil nos interrumpió.

—No me jodas, Madeleine —se quejó el moreno apartándose.

—Lo siento, la pizza ya está —anuncié aplaudiendo.

Teníamos los labios rojos e hinchados.

—Yo ya no tengo hambre —bromeó Jaden mientras veía como sacaba la pizza del horno con sumo cuidado.

—Calla —le seguí sonriendo.

Finalmente, la pizza fue devorada, literalmente. No pude estar más feliz de que Jaden hubiese comido cuatro trozos, habíamos comido mitad y mitad ambos.

Luego, estuvimos en el sofá por casi media hora, donde nos miramos todo el rato al estar uno enfrente del otro. Pareciendo unos completos dementes.

—¿Vemos una película? —propuso él desde una punta del sofá, rompiendo por fin el hielo.

—Claro, como quieras —sonreí asintiendo—. ¿Tienes tú el mando de la televisión?

—¿Por qué no la vemos en mi habitación? —dijo mirándome.

—Vale, mejor —apoyé levantándome y estirando mis brazos—. Así cuando me entre sueño, no tendré que subir escaleras.

—Floja —me llamo Jaden haciéndome reír.

Ambos subimos corriendo literalmente las escaleras, pareciendo que competíamos en una carrera o algo de eso; hasta que el moreno frenó en seco, posicionando su mano en su cabeza.

—Eh, eh, ¿todo bien? —pregunté preocupada acercándome a él rápidamente.

—Sí, solo... me he mareado —se tambaleó varias veces y conseguí sujetarlo de forma firme.

—Vamos a tu habitación —anuncié guiándolo hasta allí.

Una vez en el cuarto, dejé al moreno en su cama acostado; a pesar de que estuviera inclinado hacia delante.

Me senté a su lado mientras lo observaba con los brazos cruzados. No quería que mi vista bajara a su torso, el cual seguía desnudo. Maddie, por favor, no es el momento.

—No deberíamos de haber corrido así, aún te encuentras débil —anuncié susurrando.

—No —se negó enseguida.

—¿Mh? —pregunte confundida.

Él lamió sus labios mirando al frente, incapaz de verme a mí—. No quiero que me trates diferente ahora.

—¿Cómo que tratarte diferente? —dije sin entender aún nada.

—No te hagas la tonta, Madeleine —soltó una sonora carcajada que parecía estar repleta de maldad—. Sabes a lo que me refiero.

—Jaden, te juro que no tengo ni idea de lo que me estás hablando —volví a decir.

—¿No? —negué con la cabeza en respuesta—. Es muy sencillo, no quiero que me vayas a tratar diferente después de esto, de la caída y todo eso.

Abrí mi boca por fin entendiendo todo, ¿por qué es tan malo explicándose?

—Oh, no, claro que no —dije segura—. Por supuesto que no.

—Bien, porque no sé qué me irritará más en ti, que me trates diferente o que me mires con esa puta compasión que tanto detesto y con la que siempre sueles estarme mirando últimamente —escupió de repente con algo de asco y odio observándome, haciéndome sentir un pequeño nudo en la garganta.

Aquellas palabras y la entonación que utilizó me habían dolido, incluso sentí como mis ojos se aguaron con facilidad.

Pareció darse cuenta de como mi estado de ánimo había bajado notoriamente y de las lágrimas que amenazaban con escaparse de mis ojos.

—¿Estás llorando? —preguntó algo más calmado.

Bajé mi vista algo avergonzada de mí misma y negué con la cabeza tratando de parecer segura.

—No.

—Oh, vamos, no llores —trató de acercar su mano a mi hombro y la aparté bruscamente—. Deja de llorar, para.

—Déjame en paz, Jaden —dije con mi voz algo entrecortada sin querer mirarlo—. Eres un mierda desagradecido.

Él guardó silencio después de haber escuchado aquello, tomándome por sorpresa, pues pensaba que me contestaría de mal humor y discutiríamos.

—Me he pasado tres noches durmiendo en el escritorio de un maldito hospital —empecé a decir bastante molesta—. Y antes de que lo digas, no, no te estoy echando las jodidas culpas. He estado contigo todo el tiempo, aunque estuvieras inconsciente y no te haya dado cuenta. No me he separado de ti en ningún momento. ¡He estado más tiempo yo contigo, que tu familia contigo, Jaden!¡Joder!

Aquello último que dije sobre su familia se que le había dolido, y bastante. Pero a veces no viene mal tocarle una fibra sensible a alguien para hacerle ver cómo son las cosas realmente.

—Así que creo que no me merezco que me trates así —finalicé acostándome a su lado dándole la espalda—. Buenas noches.

Suspiré pesadamente mientras los segundos pasaban y los nervios me recorrían todo mi cuerpo. El silencio reinaba la habitación, y cada vez se me hacía menos soportable estar allí.

Noté como Jaden se acostaba por completo en el colchón a mi lado, y me sentí mal cuando no noté su tacto en ningún lado.

Una fría lágrima recorrió mi mejilla hasta llegar a la comisura de mi boca, donde allí quedó. Luego, hubo otra lágrima mas, pero quedó a medio camino en mi mejilla.

Mi cuerpo se estremeció al notar como unos dedos se posicionaban delicadamente en mi costado desnudo.

—No, para —dije segura.

—Perdóname, Mads —suspiré notando como sus dedos trazaban especies de garabatos en aquella zona—. Vamos, no quiero pelearme contigo.

—Pues entonces no me hables así —respondí.

Su cabeza se colocó en el hueco entre mi cara y mi cuello, donde permaneció descansando con los ojos cerrados y aspirando mi aroma.

—Tienes toda la razón, perdóname, ¿vale? —depositó un beso corto en mi cuello y volvió a su posición inicial, entre sentado y tumbado en la cama.

Dios, me sentía mal ahora. Tal vez no había sido para tanto y estaba haciendo un drama bastante exagerado. De todas maneras, sé que no lo ha hecho con malas intenciones. Encima está enfermo, acaba de venir del hospital... Dios, ten piedad de nosotros y ayúdanos, por favor.

Me incorporé lentamente, bajo la atenta mirada del moreno, y me desplacé hasta estar en frente de él. El joven solo me miraba algo confundido, pero noté como se sorprendió contra mí cuando empecé aquel hambriento beso.

Me situé rápidamente con ayuda suya arriba de sus piernas, quedando sentada a horcajadas. No sé en qué momento se me cayó la camiseta de Jaden, quedando nuestros torsos completamente desnudos; pero ya me daba igual, no me importaba.

Estábamos demasiado concentrados en estar lo más cerca posible el uno del otro, llegando a estar piel contra piel.

Mis manos una en sus hombros, con la que mantenía el equilibrio; y la otra en su mejilla, acariciándola con algo de ansiedad. Las suyas estaban una acariciando mi espalda desnuda, y la otra en mi nuca, atrayéndome lo máximo posible.

—Te amo —dije yo esta vez mirando sus labios hinchados, pasando delicadamente un dedo por estos.

—Yo más, Madeleine —respondió volviendo a besarme de la misma forma que antes.

Si aquello se trataba de un sueño, no quería despertar de él. Por fin la vida me empezaba a sonreír después del infierno que estuve viviendo: tengo la mejor host family, tengo un novio increíble, la familia de él es increíble también.... no podía pedir más en aquellos momentos.

Pero como dicen, todo acaba terminando en lg un momento, independientemente de lo bueno que sea.

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