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𝑶𝑶. chapter : zero


ゼロ
𝐙𝐄𝐑𝐎 : 𝐏𝐈𝐋𝐎𝐓 !
𝗐𝗋𝗂𝗍𝗍𝖾𝗇 𝖻𝗒 mick.

MANCHAS CARMÍN EN LA MEDIA NOCHE

En el mundo shinobi, la vida individual es insignificante. El pasar de prevenir muertes, a que estas sean parte del diario vivir, le deja un mal sabor de boca a cualquiera que no esté acostumbrado al entorno fúnebre que nos rodea. En contra de mi voluntad, y desde temprana edad, he saboreado la pena y la desolación. En un abrir y cerrar de ojos, perdí a todos los que eran importantes para mi. Caminé por las calles, no hubo atisbo alguno de sus almas. Las manchas carmín adornaban el pavimento, los cuerpos yacían unos detrás de otros, entrando en rigor. Siempre recordaré la expresión de horror que porté, corriendo frenéticamente hacia mi antiguo hogar. El señor panadero, la pareja de ancianos que vivía cerca de la entrada al barrio, los amigos de mis padres... todos se habían ido. Grité en desesperación, rezándole a los dioses que mis padres estuviesen bien. Todavía no había visto a mi hermano, cosa que no me sorprendió. Él siempre estaba ocupado.

Por mi cabeza nunca había pasado un escenario como el que presencié ese día. Abrí el portón que daba a una de las habitaciones. Fue cuando mi peor pesadilla se cumplió. Mamá se veía pálida. Su sonrisa brillante había desaparecido por completo. Papá estaba sobre ella. Era la primera vez que veía su rostro relajado después de tanto tiempo. Parecía estar dormido en un sueño profundo. Sin embargo, a mis siete años me costaba ver dicha escena con la misma calma con la que les narro a ustedes. Me gustaría decir que ya lo olvidé. Pero lo recuerdo, clara y nítidamente. No solo la imágen. Mis gritos de angustia, la respiración agitada, la sudoración excesiva.

Y por encima de todo lo anterior, la sensación de que algo estaba mal me inundaba.
¿Dónde estaba mi hermano?

Entonces fue cuando hizo acto de presencia. No había estado atento a lo intimidante que su mirada podía llegar a ser. Diría que la heredó de papá. El estupor frenó mis músculos. Mis tobillos flaquearon. Me derrumbé sobre mis rodillas al instante. Prefiero no entrar en detalles sobre cuántas veces los vi dejarme frente a mis ojos. En ese efímero trance, lo único que pude preguntarme fue: ¿Por qué no lucharon? Ahora, en mi adultez, puedo ver el panorama completo.

El resplandor de sus ojos me cegó. Lo perseguí hasta las afueras del barrio. Y en mi mente quedó marcado el desprecio con el que esos ojos me señalaban.

Eso es lo último que recuerdo de ese fatídico día. Mi vida había cambiado para siempre. Desde entonces, el universo se ha encargado de darme lección tras lección. La enseñanza que aprendí esa vez, fue exactamente lo que les decía al inicio de este monólogo lastimero.

En medio de una guerra, y a manos de un hombre corrupto por sus ideales, la vida humana es un factor de poco valor.

Después de eso, me aislé. No precisamente; las personas tenían miedo de acercarse a mi. Me observaban con lástima. Lo último que deseaba escuchar eran sus palabras repletas de pesadumbre. No quería su compasión. En realidad, quería alguien que me entendiera. Y me había hecho la idea de que no sucedería. No conmigo.

Solo tenía una cosa en mente: iba a matar a mi hermano mayor. En nombre de mi clan, y de mis padres.

Mientras me hundía, él trató de distraerme. Sus cabellos azules y sus ojos tan negros como los míos acaparaban todo mi espectro de atención. Estaba absorto en su figura. Era, sin duda, más alto que yo, y hablaba demasiado fuerte para mi gusto. Pero había algo en él que hacía que me agradara.

En la Academia, siempre fui el mejor de la clase. No sudé ni una gota; mi talento era innato a mi ser. Las chicas siempre me hostigaban, halagos exhaustivos de su parte me llovían por doquier. No era de mi agrado en lo absoluto, y se los hacía saber cada que podía. No hay fuerza sobrenatural que pueda en contra de una persona "enamorada".

Podía contar a las personas que vieron a través de mi farsa con una mano. Entre ellas, estaba él. Ese chico de mi edad, que estudiaba en mi clase, y que poco podía importarle los rumores sobre mí. Era el espíritu más despreocupado y trabajador que había conocido. Mi cerebro me indicaba que hiciera caso omiso de su presencia. Mi corazón reprochaba mi frialdad, y me impulsaba a dejarlo entrar. Y en esa debilidad de niño inocente que añoraba poder quedarse un tiempo más, acepté.

Mucho tiempo después, me consumió el odio. Ni siquiera mi mejor amigo pudo detenerme. Sentí que un pedazo de mi alma me fue arrebatado cuando decidí dejar Konoha, sin decir adiós. Una parte de mi se quedó en el Valle del Fin, con mi viejo protector de frente... la otra, con ese chico desvergonzado de cabellos azules.

Así fue como lo perdí. Su expresión de aflicción adornaba disimuladamente las comisuras de sus labios. Tuve que mantener la compostura frente a él. No podía. No podía dejarle ver mi debilidad. Lo último que le escuché decir, a la vez que le daba la espalda, fue un dulce: —Nos volveremos a encontrar.

Ni en el cielo, ni en el infierno, habrá alguien que me perdone por la idiotez que fue el haberte abandonado.

Me paré en frente de las puertas del infierno. Me volví el mejor amigo de la maldad misma. Permití que el rencor me consumiera. Solo así, podría lograr mi único propósito: Debía acabar con él. Y a fin de cuentas, logré hacerlo. Ambos, recostados boca arriba bajo la lluvia, en direcciones opuestas. Uno ensangrentado y carente de vida. El otro, vacío y sin propósito. Me encontré con mi antiguo equipo más de una vez. Ellos tratando de cambiar mi parecer,  y yo rechazando sus esfuerzos por salvarme. Traté de destruir Konoha, luego intenté crear una revolución. Me uní a una organización que sembró el terror durante mi adolescencia, y me había convertido en un criminal internacional.

Todo para que mi mejor amigo estuviese dispuesto a pelear a muerte conmigo, y me hiciese entender a la fuerza el mensaje que mi hermano trató de darme.

En fin, nada de eso importa ahora. Atravesé muchos obstáculos para alcanzar el lugar donde estoy actualmente. Aprendí mi lección: No estoy solo. Y la vida individual puede parecer insignificante a simple vista. Pero son las experiencias, las relaciones y el deseo de salir adelante lo que le da valor.

Ahora, estaba reposando mi espalda en el grueso tronco de un árbol. Cerré mi diario, y comencé a sacudir mi capa. Debían estar esperándome. Me habían asignado una misión en conjunto con una de las pocas personas que tiene la fortuna de llamarse mi amiga. He trabajado con ella antes, y a pesar de diferir con ella respecto a su excesivo pavoneo humillante hacia el enemigo, parece que estamos constantemente en la misma vibra.

No me encontraba muy lejos de la aldea. Tuve que caminar poco para alcanzar la imponente entrada a mi aldea natal. Fui recibido por una mujer vestida con el chaleco táctico de jōnin, cabello blanco como la nieve con mechones completos de destellos oscuros, ojos dorados, una máscara de ANBU adornando su cabeza y un tatuaje de rosas en el antebrazo.

—Ya te estabas demorando, Doctor Serpientes. —dijo, mascando una pastilla de chicle.

—Cállate, no me llames así. Y tú siempre llegas tarde, Naoki. ¿Salimos ya? —.

—Cuando la princesa Uchiha diga.

—Ja ja, qué graciosa —respondí, ignorando el ademán de burla que Naoki me estaba haciendo. Tomó sus manos y las apoyó sobre la mitad de mi espalda. Así mismo, fui empujado fuera de la aldea a la que acababa de llegar.

—Más nos vale apurarnos, o Naruto nos va a regañar a ambos. Y sinceramente, —pausó ella, demostrando horror —ver a Nanu enojado no es divertido en lo absoluto.

Rechisté. He tenido que verlo realmente enojado más de una vez. Y no, para nada es divertido de ver. Su furia me costó mi brazo izquierdo.

Asintiendo, me dejé llevar por ella. Caminamos un poco más afuera de la aldea, cuando ella soltó un comentario al aire.

—Faltan pocos días para nuestro aniversario. ¿Me quieres ayudar despistando a Nanu?

Inicialmente, no supe qué responder.

—¿Cómo te las arreglas para siempre ponerme en situaciones difíciles, las cuales obviamente prefiero evitar?

—Ya me conoces. Es simple, se me da bien molestarte.

Me pregunto cómo soy amigo de esta chica bromista de poca monta.

Ah, casi me olvido de esto. Como ya debieron de suponer, mi nombre es Sasuke Uchiha. Y esta es la historia de alguien que alguna vez fue mi amigo. No, fue mucho más que eso. Su nombre es Kokichi Kurosaki. Y él  –me da un poco de vergüenza admitirlo– fue el único que me amó, con todos mis defectos, e incluso en mis peores momentos.

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people you know | sasuke uchiha
© masashi kishimoto ( 𝗺𝗮𝗿𝗶𝗽𝗼𝘀𝗲𝗮𝗱𝗼𝘀 )

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