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"i'm a girl with a new face, and a life that's been changed. you know, you know, you know?"

the cure | little mix

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EL ROSTRO DE ASTRID cambió por completo al oír aquellas palabras. Se quedó sin aire e inmediatamente comenzó a temblar.

La mujer la observaba con una media sonrisa; admirando cada facción de la joven en frente suyo.

La castaña miró hacia atrás un segundo y vio como sus compañeros también se encontraban sorprendidos ante las situación.

Ella giró su cuerpo otra vez para encarar a la reina luego de aquella revelación.

—Usted..— le susurró a la rubia— Es mi madre— la mayor sonrió y posteriormente Astrid— Por favor dígame que no es una broma— rogó.

—No, no, no— se adelantó ella y volvió a tomar el rostro de la chica en sus manos. Esta vez no ocurrió nada— No estoy bromeando, lo sentí al momento de tocar tu rostro...Eres mi hija.

Los ojos de la chica se llenaron de lágrimas y su voz comenzó a titubear.

Todo lo que estuvo buscando...Por fin lo había encontrado.

Y se sentía muy bien.

—Mi madre...— Eir asintió— Encontré a mi madre— sonrieron— Encontré mi hogar y a mi familia— dijo con emoción.

Inmediatamente ambas se sumieron en un feroz y necesitado abrazo, el primero que ellas realmente habían tenido y gozado.

Tanta fue la euforia que cayeron de rodillas al suelo, pero sin soltarse, seguían unidas. Ambas lloraron en el hombro de la otra, llenas de emoción y regocijo.

Astrid no podía creer lo que estaba sucediendo, seguía pareciéndole imposible; que sólo era un simple sueño. Pero ahí estaba, en Erathor, abrazando a su madre biológica.

El corazón de Eir iba a explotar de alegría. Había pasado años sin su hija, sin el fruto de su amor, la razón de su existencia; y ahora ella había encontrado el camino a casa, tal y como debía ser.

Luego de estar un rato así— y bajo la atenta mirada de todos— se separaron para seguir observándose la una a la otra.

—Por los dioses...Eres tan hermosa— secó sus lágrimas— Siempre deseé admirarte, observar tu crecimiento; tu desarrollo...Y ahora lo que veo es toda una mujer— sonrieron.

—Han pasado años y muchas cosas de por medio— sorbió su nariz— Y desde que supe la verdad anhelaba saber...Quién yo era, de dónde venía y quién era mi familia— puso sus manos en los hombros de Eir— Y lo hice...Lo descubrí.

Se volvieron a abrazar, pero ahora con un poco menos de efusividad, solamente disfrutando la cercanía de la otra.

El momento ya se estaba alargando así que ambas se pusieron de pie mientras todos les observaban.

—Lamento esta bienvenida, no teníamos idea de quienes eran— habló la regente— Pero...— soltó un largo suspiro— Hoy...Es un día de regocijo para todo Erathor— sonrió a su hija.

Las mujeres erats a su alrededor hicieron una seña llevando su antebrazo al pecho.

—Pueden retirarse— ordenó a su guardia— Tenemos mucho de que hablar— dijo sonriendo a la castaña.

Ellas repitieron la seña anterior pero ahora con una corta reverencia, luego comenzaron a retirarse.

Eir y Astrid se voltearon para comenzar a caminar por el palacio. Pero la mayor se detuvo y miró a los Vengadores.

—Son de confianza— dijo la chica y una sonrisa se formó en su boca— Son mis amigos.

Eir meditó en aquellas palabras y asintió.

—Pueden acompañarnos— dijo y siguieron la caminata con el equipo detrás.

El lugar iba siendo más impresionante a cada paso que daban. Todo era dorado y brillante, con estatuas al centro y pinturas en las paredes.

Caminaron cerca de aquellas pinturas que reflejaban batallas, hitos históricos y algunos regentes antiguos.

—Ahora...Es tiempo de que conozcas nuestra historia— habló la diosa de la guerra.

Estiró su mano y un cetro apareció en ella, cosa que asustó un poco a la castaña a su lado. Con él tocó una de las doradas paredes y las imágenes allí comenzaron a moverse como una película.

Toda la magia que había visto en las últimas horas estaba siendo demasiado maravillosa para ella.

—Erathor es una ciudad fulgurante nacida del corazón de Magnfor, el sol más grande que el universo ha conocido. Cuando este sol concibió nuestro mundo se apagó, dejando parte de su esencia aquí.

La pared se movía mostrando figuras que representaban la historia contada.

—Por milenios hemos sido una potencia global, liderando a los mundos en compañía de nuestro aliado Asgard— miró a Thor— Éramos imparables.

Ilustraciones de batallas y victorias fueron apreciadas por los presentes.

—Sin embargo, algo siempre nos faltó y eso era la energía y escencia pura de aquel sol que debía sustentarnos— miró a Astrid— Entonces naciste tú.

La aludida levantó su rostro y miró a la rubia con ansias.

—Tu nacimiento fue uno de los acontecimientos más grandes de Erathor...Incluso para el Yggdrasil.

En la pared ahora se podía observar una bebé siendo cargada por una mujer y a su lado un hombre.

—Todo cambió cuando naciste. Erathor prosperó e iluminó como nunca antes lo había hecho...El poder que fluía dentro de ti trascendía mucho más allá de ti misma.

—Debió ser un parto doloroso...¿No?

La pregunta de Astrid la hizo voltear. La chica pensó que recibiría un regaño, pero lo que recibió fue una corta risa de la mujer.

—Como no tienes idea— respondió y sonrieron— La energía de aquel sol fluye dentro de ti; ese era tu destino. Alguien iba a llegar a este mundo para equilibrar lo todo...Y esa eres tú— sonrió— Magna...Debía ser tu nombre.

La castaña observó sus manos y brazos al oír aquello. Todo parecía tan fantástico, pero era real.

—Pero...Una tragedia debía suceder— las imágenes cambiaron y una guerra se apreció— Para arrebatarte de nosotros.

Esa imágenes de desastre ya se les hacían conocidas.

—La Ultra Conquista— susurró Astrid.

—¿La conoces?— preguntó su madre confundida.

—Estuve investigando mucho— sonrió.

Alzó su mano y las pinturas se movieron, como cobrando vida.

—Esta guerra quería acabar con todos nosotros. Erathor fue la primera defensa de los diez mundos...Y al serlo, nos vimos obligados a hacer un sacrificio.

Ilustraciones del palacio aparecieron, con gente corriendo adentro.

—Tú.

Una bebé en brazos de su madre lloraba, tratando de ser protegida.

—Tenías a penas un día de nacida cuando la guerra inició— la voz de Eir sonó débil— Tratamos de defendernos pero parecía imposible impedir el ataque del más grande conquistador: Kurse.

La imagen de la horrible bestia de su pasado apareció, arrasando con todo a su paso.

—Luego nos dimos cuenta...Que realmente te querían a ti— miró a la chica Stark— La luz fulgurante de un sol desvanecido irradiaba en ti...Y eso era peligroso; te volvía una heredera peligrosa...Y muy poderosa.

Astrid ya estaba harta de oír la palabra peligrosa referida a su persona.

—Yo no quería hacerlo...— negó con la cabeza— Pero sabía que si lo hacía estaría asegurando tu futuro, el de Erathor...Y el de todo el universo.

Una imagen de la Tierra apareció, la batalla entre la reina y Kurse que ya conocían.

—Estaba desesperada, sin saber donde darte refugio...— una casa apareció— Hasta que hallé a una familia.

La mirada de Astrid se fue levemente hacia atrás y le sonrió a su hermano que la observaba.

—Estaban aterrados de ver a una mujer del espacio irrumpir en su casa—sonrió— Y mucho más cuando les pedí cuidar a una bebé.

Las pinturas reflejaron las figuras de la familia y Eir con la bebé.

—Pero les estaré eternamente agradecida por haber cuidado tan bien de ti...Y al final lograr impulsarte a buscar tu destino.

Aquellas pinturas dejaron de moverse y el grupo siguió con su caminata por el palacio. Pero se detuvieron al oír a Tony decir:

—Fue un placer.

Eir se volteó a verlo confundida.

—¿Disculpa?

Él tosió— Que fue un placer.

La diosa seguía confundida así que la castaña a su lado intervino.

—Tony y su familia fueron los que me aceptaron ese día— explicó— Crecí con ellos y se convirtieron en mi familia.

La reina suspiró y asintió.

—Entonces es un placer— dijo.

—Yo era joven cuando todo sucedió, no lo entendía y al principio me negaba— contó el millonario— Pero con el paso de los años Astrid se volvió mi hermana.

Una amplia sonrisa se formó en el rostro de la chica, pero Eir seguía com expresión de confusión.

—¿Astrid?

La aludida rió— Oh, lo siento. Es el nombre que ellos me pusieron, ya que el mío era totalmente prohibido.

Eir hizo una expresión dando a entender que le había quedado claro y sonrió.

—Ya veo...Astrid.

—Honestamente aún no me acostumbro...Al otro— reconoció ella— Sigo usando este.

—Comprendo— retomaron la caminata— Pero no es un nombre lo poderoso aquí, eso es sólo un complemento...El poder está en ti— la apuntó.

Ella se sintió nerviosa una vez más. Cada vez que le recordaban el poder que había en ella se tensaba.

—Y cuando oímos que una mujer en Midgard venció a Kurse acabando con su maldición...— la miró— Sabía que eras tú, debías serlo. Y pronto iniciarías tu regreso a casa.

—Y ha sido toda una travesía— dijo la joven Stark.

—Ahora me doy cuenta porqué el cielo estaba diferente esta mañana— suspiró— Porque todo cambió cuando llegaste...Al igual que el día en que naciste.

Volvieron a detenerse, pero ahora en frente de un balcón gigantesco que daba vista a toda la ciudad.

—Es muy hermoso— susurró Astrid mirando todo.

—Todo esto es tu hogar, el lugar donde perteneces— le dijo la reina con emoción— Y estoy muy emocionada por enseñártelo. Conocerte más, saber de qué eres capaz.

Tomó las manos de la chica en las suyas y las admiró.

—Dime ¿Cómo está fluyendo la energía en ti? ¿Qué te permite hacer?

La castaña entendió que le estaba pidiendo mostrar sus poderes.

Eir estaba emocionada, era como si estuviera viendo a su pequeña hija dar sus primeros pasos.

Astrid extendió sus manos levemente y en una apareció una llama de fuego, luego la apagó y creó una bola de hielo que luego convirtió en agua. Posteriormente hizo que una ventisca los redeara y finalmente extendió uno de sus dedos en donde hizo que una pequeña flor apareciera. Y ahí la demostración terminó.

La reina se llevó una de sus manos a la boca con asombro, sin creer lo que veía. Se sentía feliz y orgullosa.

—Hija mía— sonrió— Eres mucho más maravillosa de lo que imaginé que serías— acarició su mejilla— Eres nuestra profecía cumplida.

Ella sonrió de lado, aunque no entendiera con mucha claridad lo que aquello significaba.

Luego la regente miró al grupo detrás de ella y comenzó a caminar; al parecer con la intención de salir del palacio.

—Espera— la detuvo Astrid— Tengo una pregunta.

Ella se volteó y asintió— Adelante.

La joven se detuvo un poco para tomar valor y hablar, ya que su pregunta era un poco delicada y la ponía nerviosa.

—Yo...Quiero decir, eh...¿Qué...?— tragó saliva— ¿Qué hay...Sobre mi padre?

La pregunta tensó inmediatamente a Eir; aquello no pudo pasar desapercibido, y eso puso mucho más nerviosa a Astrid.

Se adelantó un poco para así tratar de insistir en obtener aquella respuesta que tanto esperaba.

—Porque...Debió haber alguien...Ya sabes— comentó nerviosa.

La reina agachó su cabeza y se acercó a su hija.

—Sí, Magna— ésta sonrió— Por su puesto que hubo alguien.

La sonrisa de la chica desapareció al oír el hubo.

—¿Y dónde está?— se atrevió a preguntar.

El rostro de la rubia cambió por completo, se podía notar la angustia que llevaba dentro y aquello no estaba ayudando a Astrid a calmarse.

—Un par de años después de que...Te entregamos— la chica aguantó la respiración cuando notó que una historia iba a comenzar— Tu padre; Borg, dios del océano, partió a una batalla junto a un grupo de erats a un planeta lejano.

—¿Pero no que al entregar a Astrid ustedes desaparecieron?— preguntó Thor y la reina asintió.

—Desaparecimos, pero eso no impidió que de vez en cuando saliéramos. En silencio, seguimos ayudando y peleando batallas que algunos no podían— suspiró— Hasta ese día, donde soldados erats guiados por Borg...No volvieron.

El corazón de la castaña latió con frenesí al oírla y las sospechas de cual era el desenlace la comían por dentro.

—¿Qué sucedió?— preguntó la joven Stark en un susurro.

—Nadie lo sabe...Sólo dos soldados volvieron de la batalla casi moribundos, y ellos informan que el resto...Murió.

La sala permaneció en silencio.

—¿Incluido...Él?— murmuró Astrid.

—No supieron de él, sólo de los soldados— respondió— Borg peleó por defender a sus hombres en la sangrienta batalla...Y no supieron más de él...Pero...Afirman que murió allí también, por tratar de proteger a su batallón.

Un débil y tembloroso suspiro salió de los labios de Astrid. Aquello le había dolido, no se lo había esperado para nada.

Pensó encontrar a toda su familia, pero no fue así.

—Ay no— cerró los ojos.

—Pero él te amaba como no tienes idea— se adelantó Eir— Eras su hija...Su adoración— una silenciosa lágrima cayó por la mejilla de la chica y rápidamente la limpió— Y ahora que te veo...Puedo decir que eres igual a él.

Ambas sonrieron con nostalgia.

—Me gustaría que hubieras alcanzado a conocerlo...Era el amor de mi vida y quien te amó a pesar de tenerte en sus brazos por sólo unos minutos.

—A mí también me hubiera gustado— dijo Astrid soltando un suspiro.

—Pero ahora que estas aquí...— tomó su mano— Siento que he recuperado una parte de mí, y estoy muy emocionada por que empieces a conocer quién eres, Magna.

Eir estaba inmensamente feliz de aquella profecía se cumpliera al fin, y así tener a su hija de vuelta. Todos estos años ella estuvo en conflicto, cambiada, e incluso un poco débil, debido a las pérdidas de su hija y esposo. Pero ahora comenzaba a reconstruirse.

Astrid asintió y agachó la cabeza con nerviosismo, no sabía que cosas abarcaba el conocerse a sí misma, y la asustaba un poco.

La reina se giró y comenzó a caminar hacia unas escaleras que bajaban a la salida del palacio.

—No se queden ahí— se giró a verlos—Vamos a conocer Erathor.

El grupo se observó ansioso y empezaron a seguir a la erat a las afueras del lugar.

Todo era hermoso y podían admirar más de cerca aquello que vieron sobrevolando la nave.

Los hombres en las puertas del castillo llevaron su brazo al pecho y se inclinaron cuando vieron a la reina pasar.

Pensaron que los haría recorrer el castillo— ya que era enorme— pero los estaba sacando para caminar por la ciudad.

—Todo el centro de Erathor lleva por nombre Alintheos; lo que bordea el castillo, las plazas, los mercados y todo lo demás. Más allá de eso se dividen en otras ciudades y poblados con nombres diferentes.

Caminaron por lo que parecía ser una plaza, llena de árboles altos, fuentes doradas y gente transitando allí.


Cada vez que se daban cuenta de la presencia de su reina hacían la misma reverencia que los guardias anteriores.

Luego de pasar aquella plaza caminaron hasta llegar a un gran gentío y gente vendiendo diversas cosas.

—Este es el mercado de Erathor, dónde le damos la posibilidad a los erats de vender y promocionar sus productos y trabajos.

La gente transitaba aquel lugar con bolsas en sus manos, los vendedores gritando sus productos para que fueran a comprarles. Y cuando vieron a Eir también hicieron reverencias.

Cuando pasaron el mercado otros edificios aparecieron frente a ellos.

—¿Escuelas?— dedujo Astrid.

—Por su puesto, nuestro pueblo debe saber nuestra historia, nuestras costumbres y valores.

Mientras caminaban la castaña vio jugar a unos niños debajo de un árbol de ramas muy largas. Una sonrisa se formó en sus labios al ver la felicidad que ellos tenían. Y disimuladamente movió su mano para crear una pequeña brisa, la cual sacudió las ramas, haciendo que aquel grupo infantil tuviera mucha más diversión.

El gesto— a pesar de tratar de cubrirlo—No pasó desapercibido por Eir, la cual sonrió al ver como su hija había alegrado a esos niños.

—Más allá está el puerto. Barcos que recorren los rincones de Erathor para pescar y transportar personas— apuntó la reina.

Su caminata se extendió un poco más hasta que llegaron a lo que parecía un campo muy extenso. La entrada era una alta muralla de piedra y se podía ver gente adentro.

—Somos famosos por muchas cosas, y una de esas es un producto original de Erathor.

Caminaron al interior de aquel campo, entre altas ramas verdosas que cargaban a su alrededor capullos de tonos rojizos muy oscuro.

Eir se acercó a una de las mujeres que allí trabaja y le pidió algo que ella cargaba en un cesto. Ella asintió e hizo una reverencia.

La reina enseñó al grupo uno de los capullos ya extraídos y lo abrió para dejar al descubierto un vegetal ovalado y color ocre.

—Esto es Gerf— señaló— Nuestro más adorado y famoso producto.

Lo extendió al equipo y Astrid fue la primera en tomarlo. Tomó un pedazo rompiendolo y se lo llevó a la boca.

—Es muy rico— dijo con la boca llena—Sabe parecido al maíz.

Eir rió y comenzó a caminar a la salida, siendo seguida por el equipo.

—El Gerf nos ha sido muy útil, tanto como para utilizarlo en miles de comidas, como para alzar nuestra economía— los chicos también tuvieron la oportunidad de probarlo—Incluso tenemos una fiesta por la cosecha de él, y está cerca.

Todos quedaron maravillados con el delicioso sabor de aquel vegetal y pudieron seguir su trayecto.

Y toda su aventura recorriendo Erathor terminó a los pies de una montaña, en la cuál una gran estatua dorada de una mujer se erguía con autoridad.

—El dominio erat se ha extendido por generaciones en prosperidad y poder. Mi madre...— miró a Astrid— Tu abuela; Torfa, erigió los cimientos de nuestro mundo cuando el sol nos concibió...— apuntó la estatua— Ella es la madre de Erathor.

Eir llevó su brazo a su pecho e hizo una reverencia ante la estatua.

—Que los dioses sigan cuidando su alma.

Al oír eso les dio a entender que ella ya no estaba viva.

—Entonces...— habló Astrid cuando su madre se volteó— ¿Sólo reinas mujeres?— aquello la emocionó un poco y la rubia sonrió.

—Así es. El legado real inició con mi madre, la única hija de la única familia de dioses æsir nacidas de Magnfor. Era una líder innata, única y fuerte, portando en sus venas ser la diosa de la unidad y el poder.

Astrid agachó su cabeza pensando en aquellas palabras. Su abuela era una diosa poderosa, con un tremendo título, su padre también y su madre aún más. Y ella...No. O no lo sabía aún.

Se sentía pequeña en un mundo de gigantes.

—Cuando ella murió yo me casé y ascendí al trono por ser su primogénita— continuó la reina— El legado femenino continuó en nosotros.

Miro a Astrid y sonrió, ya que el legado iba a seguir, por ser ella su hija.

—Sin embargo, existen otras costumbres machistas que aún no hemos podido derrocar...Pero bueno, más adelante las descubrirás.

Se alejó de la estatua mirándola con nostalgia y se volteó para quedar en frente de su hija.

—Es muy importante que entiendas algo— le habló viéndola a los ojos— Ahora tú eres de la realeza, eres una autoridad y princesa de Erathor...

—Wow, esa es mucha información.

—Hay rituales que debiste hacer a los días de nacer, pero cómo no fue posible los realizaremos ahora.

—¿A-Ahora?— tartamudeó ella.

—Sí, hoy. No podemos esperar más...No podemos jugar con una profecía.

Eir se adelantó a ella pero la chica se quedó ahí estática, aún no era capaz de procesar lo que le habían dicho.

Princesa, hija de una diosa, energía de un sol extinto, rituales de iniciación.

Pánico— fue lo único que logró pensar y lo único que abordó su cabeza.

Luego salió de su trance al darse cuenta que la reina hablaba con el grupo, al parecer hablando sobre que debían irse.

—Espera— llegó la joven a su lado— ¿Podrían quedarse? Tendríamos serios problemas si ellos vuelven así nada más a la Tierra.

Eir pareció meditar las palabras.

—Además...—siguió Astrid mirándoles— Estamos juntos en esto.

La reina soltó un suspiro y terminó asintiendo.

—De acuerdo. Lo hago porque creo que le debo mucho a este grupo— los apuntó y caminó— Pero deben cambiarse, les daremos a todos ropa más adecuada.

Iniciaron su regreso al palacio para poder alistar todos los preparativos para los rituales por el regreso de Magna.

Una profecía era muy importante para un reino como este, y mucho más lo era una cumplida.

—Vinimos aquí con un objetivo de averiguar sobre esas criaturas— murmuró Thor mientras avanzaban— No podemos desviarnos.

—Lo sé, pero están apunto de someterme a unos rituales ancestrales ¿Podríamos preguntar más tarde? Estamos bien ¿no? no ha pasado nada.

—Eso es cierto— apoyó Natasha.

El asgardiano pareció meditar un poco molesto aquello, pero terminó asintiendo.

—De acuerdo.

Al llegar al castillo la guardia real ya estaba aguardando por su regente, pero no estaban solas; una mujer de cabellos blancos estaba junto a ellas, al parecer ansiosa.

—Eir— habló aquella mujer a la reina que se adelantó hacia ella— La guardia dijo que el día había llegado ¿Es cierto? ¿La profecía se cumplió?— hizo una pausa mirando ansiosa— ¿Ella logró regresar?

La regente sonrió de lado. Miró hacia atrás y le hizo una seña con la cabeza a Astrid indicándole que se acercara, lo cual ella obedeció.

Inmediatamente el rostro de aquella mujer comenzó a iluminar esperanza.

—Por supuesto que lo hizo— dijo la diosa.

La figura en frente se llevó las manos al pecho y soltó un suspiro. No podía creer lo escuchado.

—¿Magna?— la miró— ¿Realmente es ella?

Eir asintió y la sonrisa en el rostro de la mujer se hizo más grande.

—Hola...— murmuró la chica con confusión.

—Oh, gracias a los dioses— y sin decir más la mujer se acercó para abrazar a Astrid, la cual correspondió pasados unos cortos y confusos segundos— Después de tantos años por fin todo se cumple.

Astrid miró a su madre sobre el hombre de aquella mujer tratando de buscar alguna explicación y ella sólo soltó una risa nasal.

—Es tan hermosa— se separó de ella y la observó— Se ve fuerte e inteligente; igual a...— calló en seco y se llevó las manos a la boca, asombrada e incluso nostálgica.

—Magna— se acercó la reina— Ella es Ordea, mi consejera Real y...— miró a la mujer mayor— Tu abuela, la madre de Borg.

Los ojos de la chica se abrieron como platos oír aquello. Estaba asombrada pero también había alegría en ella.

—¿En serio?— preguntó y ambas mujeres asintieron— Qué alegría, es un gusto— sonrió.

Ordea miró a la reina— Es muy bella...E idéntica a su padre— habló con nostalgia.

—Le conté lo sucedido— habló Eir con una pequeña mueca— Ya lo sabe.

La mujer de cabellos canosos se acercó y tomó las manos de la joven con una de las suyas; y con la otra su mejilla.

—A él le hubiera encantado presenciar esto...Ver a su hija regresar y cumplir la profecía salvadora de nuestro mundo— suspiró.

—A mí también me hubiera encantado conocerlo— dijo la chica y Ordea volvió a su posición anterior.

—Alistaremos todos los preparativos para los primeros rituales— dijo la reina a su suegra— Hoy será el de presentación. Anunciaremos a todo Erathor que ella ha vuelto, que la profecía se cumplió y daremos a conocer a quien es una más de la casa Real.

La mayor asintió— Coordinaré con los encargados y le contaré al Consejo Real sobre esta maravillosa noticia.

—Adelante— le dijo Eir y ella se retiró sonriente de ahí.

—Tiene mucho vigor— habló Astrid a su madre una vez que la mujer se fue.

—Al igual que yo su alma también ha estado en conflicto todos estos años. Pero al verte a ti cambió por completo.

La joven no hizo más que sonreír.

—De acuerdo, es momento de prepararnos. Esta noche habrá celebración por tu llegada y anunciaremos esta noticia a todos.

—Qué lindo— murmuró la castaña con nerviosismo.

Se volteó a su guardia— Que preparen los aposentos de la princesa y llamen a Fidina para que nos espere ahí— ellas hicieron la típica reverencia y se fueron.

—Espera ¿Apocentos? ¿Acaso tenías todo preparado para mi regreso?

Eir sonrió— Algo así. Ahora vámonos...Que comiencen los preparativos.

Magna y Eir caminaron a lo largo del palacio para poder llegar a la habitación de la primera, mientras que el resto del grupo era guiado a otra parte para proporcionarles la ropa adecuada para el evento.

Al llegar a los aposentos la reina empujó ambas puertas color dorado con grabados allí para ingresar junto a su hija. La cual observaba maravillada toda la estructura.

Era algo bellísimo.

—Wow— silbó— He estado en hoteles y lugares alrededor de toda la Tierra, pero nunca había visto algo así.

Eir sonrió— Esto es Erathor, hija.

Ella caminó hacia el gran balcón que había allí y pudo observar la majestuosidad de la ciudad. Luego se fijó en el cielo y frunció el ceño levemente.

—¿Por qué el cielo se ve así?— preguntó.

Ella se acercó y sonrió cortamente.

—Por ti— dijo y la castaña se sorprendió— El cumplimiento de la profecía ya está aquí. Y pronto...Volveremos a la normalidad, recuperaremos nuestro lugar visible en el Yggdrasil...Y lograremos estar a salvo.

Ambas se dedicaron a mirar los pequeños tonos dorados que el cielo tenía, mezclados con los colores de la tarde; un pronto atardecer.

—Poco a poco la visibilidad de Erathor irá volviendo...Es sólo el comienzo.

La charla se vio interrumpida ya que una figura entró estrepitosamente a la habitación, alertando a ambas ya adentro.

Se trataba de una mujer de baja estatura, cabello algo rizado y en ese momento un poco desordenado. Traía consigo varios bultos.

—Majestad...— la guardia entró de inmediato al notar aquello.

—No, no— les detuvo la reina— Sólo es Fidina, déjennos, estaremos bien.

Las mujeres se miraron pero terminaron asintiendo y haciendo la reverencia para luego retirarse.

La recién llegada sacudió su ropa y trató de arreglarse la ropa lo mejor posible. Luego soltó un quejido de asombró al olvidarse de algo.

—Oh, alteza— hizo una reverencia. Ese era el algo— Lamento la tardanza, me avisaron de improviso y tuve que juntar todo lo más rápido que pude.

—No te preocupes— dijo ella restándole importancia— Era de urgencia pero ya estas aquí, y eso es lo que importa.

—Algo fue lo que me contó Ordea...— hizo una pausa y sus ojos cayeron sobre Astrid— Por Torfa...— se llevó una mano a la boca— ¿Es...Es ella?

Eir asintió y rápidamente la mujer hizo una reverencia ante la chica.

—Es un gran honor majestad.

Astrid se sintió un poco incómoda. Era la primera vez que alguien se reverenciaba ante ella y la llamaba majestad. Sabía que era algo que iba a empezar a escuchar seguido, pero la primera vez fue bastante impresionante para ella.

Sonrió un poco nerviosa— Mucho gusto.

—Ella es Fidina, nuestra sastre y diseñadora Real por muchos años ya—comentó la reina.

—Mis dos placeres favoritos son la confección de ropa y servir a la realeza— dijo sonriente— Y puedo hacer ambos juntos.

—Te preparará para la celebración de esta noche. Debes estar acorde a la situación— su hija asintió.

—De acuerdo...— dijo ella observando como la mujer preparaba sus utensilios— Esto es como El Diario de la Princesa— susurró para sí misma.

—¿Qué?— habló Eir.

—Nada— respondió con rapidez.

Fidina se acercó a Astrid y la rodeó; observándola, analizando su figura.

—Es muy linda— susurró a Eir y ambas sonrieron. Pero la castaña alcanzó a oír y sonrió también.

Ella estiró una especie de cinta métrica y comenzó a medir la cintura de la chica, sus brazos y espalda.

Luego se separó para observarla de lejos nuevamente y se volteó en busca de unas telas.

—Yo digo que ésta ¿Qué opina usted?

—Oh...¿Yo?— se apuntó Astrid y ella asintió— Yo digo que está perfecta.

—Entonces ese será— dejó las telas a un lado y volvió a acercarse a la castaña pero frunció el ceño—Qué atuendo tan raro— murmuró observando el traje gris de la chica.

—Cosas de la Tierra— respondió.

—Bueno...— tomó otro de sus bultos que traía— Aquí traigo cosas de Erathor...A vestir a la princesa.

La hora no tardó en llegar y todo estuvo listo para la presentación ante el reino. Se haría con la luz de la tarde, junto con el atardecer. Y al caer la noche sería el banquete.

Los Vengadores también fueron preparados, usando atuendos similares a los que Thor usaba en un día común, no su armadura. Y se quedaron en un lugar específico que se les había asignado.

Astrid estaba nerviosa, caminaba de un lado a otro en su habitación en compañía de Fidina.

—Alteza, si sigue moviéndose así el vestido puede romperse— le dijo ella desde la puerta y con sus brazos en su espalda.

—Lo siento— dijo ella parando— Es que nunca había estado así de nerviosa en mi vida.

—No es nada extraño, no se prepcupe—se le acercó— No lo he hecho antes pero imagino que sí— eso se sacó una corta risa a la menor.

—Nunca imaginé ser algo así— miró a su alrededor— Siempre fui sólo una celebridad en la Tierra...El dinero, la fama, el trabajo, el poder...— suspiró—Pero esto es muy diferente...Me convertiré en una princesa.

Al oírlo salir de sus propios labios sonó muy potente para ella.

—Pero eso es lo que usted siempre fue...Sólo que no lo sabía. Ahora todo se vuelve realidad.

—Realidad— cerró los ojos— Temo no ser lo que ustedes realmente quieren...O necesitan.

—Lo es— interrumpió Fidina— Por eso está aquí.

Astrid suspiró y la mujer se acercó para arreglarle un poco el peinado y el vestido.

—Gracias por volver...Y encontrar el camino a casa— le dijo— Erathor la necesitaba.

La castaña sólo se limitó a asentir y luego se observó a sí misma.

—¿Cómo me veo?— preguntó a Fidina girando en su lugar.

La mujer sonrió con admiración y dijo:

Como una diosa.

No pasó mucho tiempo más cuando un guardia llegó a golpear la puerta, indicando que era momento de salir.
Astrid tembló en su lugar y Fidina le sonrió en símbolo de apoyo. Así que con mucho valor ella comenzó su salida por el largo pasillo.

Ella debía caminar por ese largo pasillo; sola, hasta llegar a unas escaleras del exterior y descender hasta un gran balcón que daba a toda la ciudad, en donde todo el reino la esperaba.

Mientras ella caminaba sentía el latido frenético de su corazón, como si fuera a explotar. Y al mismo tiempo, las potentes y autoritarias palabras de la reina de Erathor eran escuchadas por todo su pueblo:

—Por años hemos vivido escondidos, fuera de toda otra comunicación con los otros mundos...Para poder protegernos, estar a salvo. Y todo esto terminaría cuando una profecía lograra cumplirse.

Cada paso comenzó a transcurrir como en cámara lenta. Su vestido ondeaba y ella trataba de mantenerse firme.

—Todos la conocemos, hemos enseñado esta profecía a nuestros niños, prometiéndoles que un día se cumpliría...— sonrió— Y hoy...Es ese día.

Una vez que la chica cruzara aquel marco de piedra y bajara las escaleras ya no sería sólo Astrid Stark, comenzaría a ser Magna.

—Esta profecía se cumpliría con alguien...Con alguien a quien tuvimos que renunciar con un dolor en nuestro corazón, sabiendo que ella algún día volvería a salvarnos, a sacarnos de nuestro exilio...Y a cumplir la profecía.

Cuando la luz del exterior comenzó a dar en su rostro tomó aire y valor para no detenerse y continuar la caminata.

—Y hoy ella está aquí, ha regresado— miró hacia atrás— Querido pueblo de Erathor, tengo el honor de por fin presentarles...A mi hija...La princesa Magna.

Todas las miradas— incluidas las de los Vengadores— se fueron hacia las escaleras de piedra, admirando como la castaña bajaba con gracia y majestad por las escaleras.

Todos estaban asombrados, como si nunca hubieran visto a una mujer así.

Agradezco haber estudiado un poco de modelaje— pensó la joven, debido a que lograba mantenerse al bajar, sin caer.

Cuando llegó junto a su madre ella se volteó para tomar algo que estaba sobre un pedestal a su lado. Al reincorporarse Astrid vio que se trataba de una tiara, plateada, con forma de hojas a su alrededor.

Ella se sorprendió al verla, y sus piernas temblaron al arrodillarse para que ella la pusiera en su cabeza.

Todos miraban la escena expectantes, aguantando el aire en sus pulmones.
Hasta que Eir puso la tiara en su lugar, el lugar donde siempre debió estar: la cabeza de Magna.

Cuando todo estuvo hecho Astrid tomó aire para volver a ponerse de pie.

Tenía miedo de voltearse pero con mucho valor lo logró, enfrentando a los millones de erats que la observaban. Algunos con emoción, y anhelo y otros con seriedad y cuestionamiento. Por suerte los primeros eran la mayoría.

—Porque hoy una profecía se cumple, y nuestro camino a la libertad comienza— habló la reina.

Se puso junto a su hija y volvió a mirar al pueblo.

—Larga vida a Magna de Erathor.

—¡Larga vida a Magna de Erathor!— gritaron todos haciendo una reverencia.

Astrid no podía creer lo que veía. Su corazón latía con frenesí y estaba emocionada; conmovida, por ver el giro que su vida había tomado.

Y esperaba que ese algo fuera bueno, y no malo, como ella temía.

La ceremonia de presentación terminó con aplausos y vitoreos hacia la princesa. Luego, ella, su madre, los Vengadores y los otros dignatarios invitados hicieron ingreso al palacio para gozar de la celebración más interna, donde Astrid debía conocer a las otras autoridades de Erathor.

Las dos mujeres del reino demoraron en llegar al gran salón— como era costumbre eran las últimas en llegar— mientras todos los otros invitados aguardaban ansiosamente para por fin conocer a la gran heredera.

Los Vengadores también estaban ahí, aguardando nerviosos y un tanto incómodos por las miradas que los erats les lanzaban.

Era obvio, eran extranjeros.

—Astrid lucía hermosa— dijo Natasha al grupo.

—Como nunca antes la había visto— siguió su hermano— Se veía distinta...

—Pero lo logró— habló Thor— Descubrió quién es y ahora debe enfrentarlo.

—Y nosotros apoyarla— dijo Steve y todos estuvieron de acuerdo.

Su charla no siguió más allá ya que las puertas doradas del salón se abrieron, dejando ver a la reina y a la princesa.

Inmediatamente todos los erats llevaron su brazo al pecho e hicieron una reverencia.

Luego todos guardaron silencio para poder oír las palabras de su regente.

—Muchísimas gracias a cada uno de ustedes...Representantes del pueblo, autoridades, consejeros, líderes y todos los presentes— extendió sus manos— Hemos esperado este día por décadas, anhelando el inicio de nuestra reincorporación al Yggdrasil y todo el universo. Por eso es un honor y una gran alegría tener a mi hija por fin aquí con nosotros.

Eir la observó sonriente cosa que hizo a la chica sentirse un poco más cómoda.

—Su tiempo y su incorporación aquí ya dará inicio, debe ocupar el lugar que le pertenece aquí en Erathor, y sé que estará lista para eso.

Luego la reina le hizo una seña a Astrid para que dijera unas palabras, y en ese momento toda comodidad se fue y el nerviosismo apareció.

No, no, no, no, no eso por favor— pensaba la joven.

Pero al ver que la situación era delicada y no podía quedar en vergüenza se dispuso a hablar.

—Es un placer estar aquí— trató de mantener su voz lo más firme posible—Y lo único que espero es poder cumplir aquel rol para el que nací, ser lo que ustedes desean y necesitan.

Ella asintió con la cabeza, dando a entender que había finalizado sus palabras, ganándose el respeto de los que la escucharon.

Entonces el banquete comenzó.

Eir y Astrid recorrieron todos los grupos de personas que allí estaban, conociendo a todos los dignatarios erats.

Eran bastantes así que sí se trataron un poco más de lo esperado.

Tony observaba a la chica desde la distancia, con un vaso de vino en su mano que le habían ofrecido.

Estaba feliz porque ella estaba feliz, pero de todos modos había algo que lo tenía bastante preocupado.

—Cambia la cara antes que Astrid te vea— una femenina voz a sus espaldas lo distrajo.

—Estoy bien, Nat.

Ella se apoyó en una columna de mármol, tratando de acomodar el vestido extraño que llevaba.

—¿Acaso no estás contento por tu hermana?

—Lo estoy— respondió con rapidez—Esto es lo que estuvo buscando...Sólo—suspiró pesadamente—...Tengo miedo que este mundo sea demasiado bueno y ella...— cerró los ojos—Decida olvidar el otro...A nosotros.

Nat se acercó—Eso no sucederá...Lo sabes.

Stark se mantuvo en silencio y guardó su respuesta para sí.

Conocía a la chica demasiado, conocía su buen corazón y que ella no sería capaz de abandonarlos...A él.

Pero también le preocupaba que este mundo la absorbiera más de la cuenta.

—Magna, por aquí— la guió su madre a otro grupo.

—Ah ¿Cuánto nos falta?— se quejó ella.

—Ya menos, ya menos.

Cuando el nuevo grupo de personas las vio, se abrieron para poder recibirles.

—Majestades— hicieron una reverencia.

—Magna, te presento a Herjolf, cónsul y líder del honorable Consejo Real.

Se trataba de un hombre delgado, con algunas canas y calvo, pero no se veía tan viejo.

Se inclinó ante la chica y luego se levantó.

—Qué gran honor, princesa— dijo cortésmente— Su grandeza es inigualable, mucho más de lo que pensamos.

—Gracias— contestó la chica un tanto confundida.

Luego la reina se dirigió al otro hombre que le acompañaba.

—Y él es Alrek, comandante de nuestro ejército.

El hombre se acercó a Astrid e hizo también una reverencia.

Era de muy buena apariencia, cabellos castaño muy claro, ojos claros y una mirada suave pero a la vez firme.

—Alteza— la miró directamente— Agradezco a los dioses por guiar su camino de vuelta a casa. Es un honor.

—Igualmente— sonrió la joven.

—Alrek tomó el lugar de tu padre cuando él murió— explicó Eir y la chica hizo una expresión de asombro.

—Sigo lamentando mucho lo sucedido—habló el chico— Borg era mi mentor, mi ejemplo a seguir. Su pérdida fue uno de los acontecimientos más dolorosos que he vivido...Pero fue un honor y una responsabilidad tomar su cargo.

—Gracias por tus palabras...Y espero que estés llevando ese cargo con mucha seguridad.

Él asintió y se sonrieron mutuamente.

Una animada charla comenzó entre ellos dos mientras que Eir discutía con Herjolf algunas cosas del gobierno.

La escena del comandante del ejército y la princesa de Erathor no pasó desapercibida por algunos presentes, incluyendo a los Vengadores. Y se podría decir que alguien se sintió un poco incómodo al ver aquello.

Pero no era nada extraño, nada malo o de otro mundo, sólo se llevaban bien.

—Pido disculpas majestades— habló el director del Consejo a ambas— Pero ya debo retirarme, hay unos asuntos que debo resolver junto a mis compañeros de trabajo.

—Adelante, Herjolf, cumple fielmente con tu deber— habló la rubia.

—Mi reina...— hizo una reverencia— Princesa...— hizo otra y con eso pareció estar listo para irse. Sin embargo, se detuvo— Oh, y será un honor verla mañana en el Firb para el ritual.

El rostro de Astrid se desfiguró en confusión al darse cuenta que aquello iba dirigido a ella.

—¿Disculpe? ¿El qué?

Eir se adelantó rápidamente— Magna.

—¿Qué sucede? ¿Qué es el Firb y de qué ritual habla?

La reina tomó delicadamente a su hija del brazo para alejarla de ahí y poder hablar.

—Es el primer ritual público luego del cumplimiento de la profecía. La heredera se enfrenta al mejor guerrero o guerrera de Erathor.

—¿¡Qué!?— exclamó llamando la atención y su madre le rogó guardar silencio.

—Iba a contártelo esta noche.

—¿Esta noche? ¿No crees que debió ser un poquito antes para prepararme?— murmuró sarcásticamente.

—Ese es el objetivo. Debes demostrarle a todos que realmente eres quién eres.

—Eso podría hacerlo en cinco segundos— mostró sus manos— Sólo sería una demostración de lo que hago.

Ella negó— Debes demostrarlo con lo que eres...Sin poderes, sin magia...Sólo tú— Astrid pasó sus manos por su cara— Es un enfrentamiento cuerpo a cuerpo en el Frib; nuestro centro de lucha.

—No puedo creerlo— susurró— Creí que los rituales sólo serían cosas con...Aguas mágicas, coronas, palabras raras...No un enfrentamiento con un erat— exclamó en un susurro.

—Lamento no haberlo dicho con anterioridad como querías, en serio. Pero no tuvimos tiempo y el ritual debe ejercerse mañana sin excepción.

La castaña guardó silencio unos segundos mientras meditaba en su nueva y actual situación.

—¿Y si no gano?— se atrevió a preguntar.

Eir soltó un largo y pesado suspiro.

—Te declararían mentirosa y te exiliarían de inmediato...— la chica quedó sin aire— Un heredero debe ser capaz de defenderse así mismo...Sin la necesidad de tener magia.

Astrid miró a su alrededor. Estaba asustada y dentro de sí sentía que no tenía esperanza de vencer aquel ritual. Y sus consecuencias eran horribles.

—Hija...Debes ganar esa pelea sí o sí...Erathor depende de eso.

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✦ • ° *.  INTRODUCING! ✦ • ° *. 

HELEN MIRREN
IS ORDEA
the counselor granma

HELENA BONHAM CARTER
IS FIDINA

the royal designer

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HOLIIIIIS

buenas gente bella, estamos de vueltaaaaa!

espero les haya gustado este capítulo y como hoy pudimos conocer Erathor uwu <3

uh y también habrán otros personajes que iré presentando a medida que avancemos, tal y como con Ordea y Fidina.

les gustó? me esmeré mucho en crear un ambiente perfecto, su historia y todo lo relacionado y me emociona mucho.

AAA LA ASTRID ES PRINCESAAAAA

AAA Y TIENE QUE PELEAR PA SOBREVIVIR

30 votos para nuevo capítulo.

les dejo un spoiler para motivarlos dsbjb: se viene una gran revelación.

CHAN CHAN CHAAAAAAAN

nos estaremos leyendo bbs, les amo mil <333

nat

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