Capítulo Único
Cuando Beomgyu vislumbró la inmensa edificación que se alzaba a lo lejos, a través del portón metálico cubierto de óxido, su cerebro reaccionó de inmediato y lo hizo desear dar media vuelta, encender la camioneta e irse lo más lejos posible en dirección contraria. Entonces, supo que su sospecha había sido confirmada; Soobin no estaba bien de la cabeza.
—¡Es perfecto!
Para su desdicha, Hueningkai, quien fue la persona que gritó lo anterior con la emoción de un niño, tampoco disfrutaba de un sentido común destacable, por lo que Beomgyu era el único consciente de lo mal que estaba todo esto. Es decir, ¿quién en su sano juicio decide visitar un monasterio abandonado a mitad de la noche? Aún si el propósito de la visita era más inocente de lo que cabría esperar, nada justifica llevar a cabo semejante idea. Claro, eso según el raciocinio de Beomgyu.
—Lo sé. Es el mejor lugar que he encontrado hasta la fecha, y eso que todos mis descubrimientos han sido deslumbrantes.
Beomgyu y Hueningkai se resistieron con todas sus fuerzas a no rodar los ojos hacia atrás y expresar su desagrado por el engreído comportamiento de Soobin, quien era el mayor del grupo y, por supuesto, el más acomodado. Fue debido a dicha posición que ambos jóvenes tuvieron que tragarse su fastidio, de lo contrario, los dos se quedarían sin ingresos económicos y, seguramente, sin techo. No importaba si era Hueningkai quien se había encontrado con el lugar años atrás en una excursión escolar y, al recordarlo, se lo había comentado a sus dos compañeros.
—¿Están seguros de esto? ¿Quién dice que no hay un culto satánico o alguna secta extraña ahí metida, esperando por nosotros para hacernos Dios sabe qué?
Esta vez, fue Soobin quien quiso rodar los ojos en señal de fastidio, y así lo hizo. Beomgyu ni siquiera se inmutó por el gesto, puesto que, tratándose de cualquier comentario que saliera de su boca, por más lógico que fuese, sería tratado con desprecio por el más viejo.
—Beomgyu, ¿por qué sigues siendo tan aburrido? ¿No te dije de camino aquí que dejaras tu paranoia? —Esta vez quiso protestar, pero fue interrumpido por la mano de Soobin sobre su hombro—. Este lugar es perfecto. ¡El video tendrá millones de visualizaciones! Tan sólo míralo, es justo lo que necesito.
Beomgyu lo hizo, por eso quería seguir lo que su instinto común le estaba gritando y salir corriendo de inmediato. No hacía falta inspeccionar más a fondo para saber que la idea de pisar un sólo centímetro cuadrado de esa edificación era no apreciar mucho tu salud mental. Aún si no creía en lo paranormal, su temor hacia las personas era excesivo, porque podría terminar involucrado en alguna dolorosa locura que, definitivamente, no quería experimentar. Es decir, Beomgyu ve una construcción antigua abandonada cualquiera, pero otra persona podría ver el centro de operaciones ideal para una secta dedicada a los sacrificios humanos.
—Lo que necesitamos... —corrigió Hueningkai con suavidad.
—Sí, sí. Eso.
La sonrisa que Hueningkai le ofreció a Soobin fue tan incómoda como la expresión de falsa aceptación que hizo este último, pero ninguno de los tres lo mencionó. Soobin por desinterés, los otros dos por resignación.
En ocasiones era más complicado de lo normal soportar el comportamiento prepotente del más viejo, pero los otros dos no tenían otra opción. Después de todo, fue Beomgyu quien creó el canal y fue Hueningkai quien se encargó de la publicidad. Por otro lado, eran ellos quienes editaban y preparaban lo necesario para las grabaciones, mientras que Soobin sólo se mostraba en cámara como si fuese el protagonista de un programa de variedades.
Era una pena que ninguno tuviese dinero suficiente para costearse una cámara medianamente decente a menos que quisieran terminar en la calle, mucho menos un computador o un celular con buena capacidad. Así que, aún si eran ellos quienes hacían todo el trabajo, era Soobin quien proveía todos los elementos costosos y, desafortunadamente, necesarios, incluido el transporte. Además, nadie en Seúl les cobraría tan poco por dos habitaciones individuales con el nivel justo de dignidad humana que, a parte, estuviese cerca del centro.
Beomgyu seguía creyendo que entrar era una pésima idea, pero la expresión de ilusión en los rostros de sus compañeros le dio a entender que, bajo ningún concepto, iban a dejar pasar la oportunidad de entrar a un monasterio abandonado en medio de la nada. Entonces, no le quedó más que suspirar con resignación, dar media vuelta, abrir las puertas traseras del vehículo y sacar los elementos necesarios para la dichosa aventura. Sin embargo, aún quiso intentarlo por última vez.
—Si vamos a hacer esto, ¿no sería mejor venir de día? Es seguro que no hay buena iluminación. Será difícil para nosotros movernos y preparar todo.
—¡Hyung, siempre habrá más emoción cuando es de noche!
—Querrás decir terror. Créeme, Kai, un lugar así asusta a cualquier hora del día.
—Ya deja de ser tan quejumbroso y ponte a trabajar, Beomgyu. Ahí tienes linternas.
El mencionado tuvo que mermar a la fuerza su deseo de agarrar la primera piedra en su camino y lanzarla directamente al cretino que tenía por "compañero". En cambio, se resignó a murmurar para sí mismo—: ¿Nunca han visto "La Monja" o qué?
Para su fortuna, Hueningkai era una compañía mil veces más agradable, por lo que, mientras el viejo cretino se encontraba apreciando la entrada del lugar, él se acercó a Beomgyu para ayudarle a descargar la mochila llena de objetos que, usualmente, eran utilizados para crear ilusiones visuales y auditivas terroríficas, de este modo, sus videos resultaban en algo más entretenido que sólo allanar lugares abandonados al azar.
—Todo estará bien, hyung. Sólo aguanta un poco más hasta que hayamos ahorrado lo suficiente. —Las palmaditas sobre su espalda fueron reconfortantes hasta cierto punto. Aun así, el fastidio era algo que Beomgyu no podía ocultar siempre, y su expresión era prueba de ello—. Vamos a entrar, preparar algo, grabar e irnos. No va a ser diferente de otros días. Estaremos en casa antes de que te des cuenta, ¿está bien?
Beomgyu giró su rostro lo suficiente para observar a Hueningkai, después a Soobin y nuevamente a Hueningkai. Entonces, se limitó a asentir con la cabeza, además de tratar todo lo posible por ofrecerle una sonrisa medianamente decente a su dongsaeng. Después de todo, él no tenía la culpa de la mierda que Beomgyu siempre había tenido que cargar.
Una vez los más jóvenes se las arreglaron para cargar las mochilas llenas de micrófonos, cámaras, linternas y otras cosas, los tres se pararon frente a la entrada y, por primera vez en semanas, Soobin se apiadó de ambos muchachos, sacando una cizalla de una de las mochilas para golpear el gran candado que imposibilita la apertura de la reja hasta romperlo. Después, apartó las cadenas metálicas, arrojando todo a una esquina cualquiera del suelo.
En el momento que Beomgyu aplastó la hierba del terreno con uno de sus pies, más allá de la entrada principal, su cuerpo se estremeció a causa de un largo escalofrío que le recorrió de pies a cabeza, entonces, se detuvo en seco. Pero antes de decir cualquier cosa, fue empujado por el cuerpo de Soobin, quien rápidamente tomó la delantera.
—No te quedes ahí parado.
De no ser por todo lo que estaba cargando, es seguro que Beomgyu le hubiese lanzado al mayor lo primero que hubiese atrapado en el suelo. En cualquier caso, Hueningkai sí se detuvo para inspeccionar a Beomgyu, quien tenía una expresión extraña dibujada en su rostro. Pero no tuvo tiempo de preguntar, porque Beomgyu habló antes.
—No lo sé, Kai... Este lugar no me agrada. Realmente no quiero estar aquí.
—Hyung, piensa en él como un simple edificio que alguna vez se utilizó. Hemos estado en hospitales mentales abandonados, no creo que esto sea peor.
—Prefiero el hospital...
—Hyung, el miedo es mental. Si piensas que hay fantasmas o personas con sierras eléctricas esperando por nosotros, es seguro que verás a más de uno entre las sombras. En cambio, trata de mantener tu cabeza fría y verás que esto pasará más pronto que tarde.
Al menos, si hubiésemos venido de día...
Una vez cruzaron el camino de tierra situado más allá de la reja, llegaron a lo que, seguramente, en su momento se consideraba un patio. Después, rodearon una especie de decoración de forma ovalada conformada por maleza alta, árboles de reducido tamaño y una gran roca en medio que creyeron fue una tumba o algún monumento destrozado por el tiempo. Entonces, Soobin subió los únicos escalones de piedra en la zona e inspeccionó la entrada frente a él mientras los otros dos se quedaron abajo.
Al parecer, quien sea que haya abandonado el lugar, primero decidió bloquear todas las posibles entradas con grandes y pesadas tablas de madera que cubrían más de la mitad de las puertas y ventanas situadas en la primera planta.
Los tres chicos miraron a su alrededor en busca de otra posible solución que no fuese destruir la gigantesca tabla de madera, sin embargo, ninguno de los tres edificios parecía mostrar algo útil, y escalar por las paredes hasta la segunda planta no era una opción a barajar. Por lo que, sin más opción, Hueningkai y Beomgyu se vieron obligados a descargar su equipaje, buscar algún tipo de herramienta pesada y golpear con todas sus fuerzas la tabla que cubría una de las entradas principales hasta destrozarla.
Beomgyu sabía que eran los únicos en el lugar, sin embargo, todavía le inquietaba la cantidad de ruido que estaban haciendo al destrozar el tablón. En realidad, estaba deseando terminar lo más pronto posible antes de llamar la atención de un animal o cualquier otra cosa. Una vez hecho, los tres cubrieron sus narices por el polvo levantado y se quedaron en silencio, atentos a cualquier sonido extraño. Afortunadamente, nada sucedió. Pero antes de que Beomgyu hubiese podido exhalar su último suspiro de alivio, un inquietante sonido llegó hasta sus oídos.
Cariño.
Beomgyu detuvo cada movimiento de su cuerpo de inmediato, casi imitando la apariencia de una estatua. Los otros dos chicos se alertaron por el brusco parón e, inconscientemente, imitaron la postura congelada de Beomgyu. Fue hasta que Soobin reaccionó, segundos después, que la sangre volvió a circular dentro de sus cuerpos.
—¡¿Qué te pasa, Beomgyu?! —Fue su grito el que logró sacar a Beomgyu de su estado—. ¡Casi me matas del susto!
En lugar de lanzarle una mirada de odio a Soobin, Beomgyu ni siquiera se inmutó. Simplemente se quedó en silencio, todavía sin moverse. Su expresión era confusa, como si no pudiese entender lo que estaba sucediendo. ¿Había sido su imaginación? De lo contrario, ¿cómo es que los otros dos no pudieron escucharlo?
—¿Hyung?
Cuando Hueningkai lo tomó por los hombros y sacudió su cuerpo con ligereza, Beomgyu parpadeó confundido. Finalmente, había regresado en sí. Entonces, su mirada vagó de un lado a otro entre los dos chicos por un rato antes de hablar.
—Lo siento... sentí algo raro en el pantalón. Pensé que era una araña.
Fue el viento, sí. Aunque Beomgyu estaba desesperado por creer que así era, algo tan claro como eso no pudo ser causado por el viento.
—Como sea. No vuelvas a hacer eso, idiota.
Soobin fue el primero en cruzar la puerta momentos después de que Hueningkai terminara de apartar los trozos de madera restantes, ya que Beomgyu seguía quieto en su lugar, atento a los sonidos del viento. Cuando el mayor estuvo dentro del lugar con una gran linterna en mano, Hueningkai miró momentáneamente a su hyung sin decir nada. Finalmente, Beomgyu se movió, recogiendo su correspondiente equipaje y cruzando el umbral con forma de arco, seguido por Hueningkai.
Fue en ese momento que Beomgyu quiso salir corriendo sin mirar atrás.
A través de la ventana frente a él, ubicada al lado contrario de la entrada, una extraña silueta de robustas proporciones se abrió paso entre la maleza. Hueningkai tuvo que darse cuenta, porque no tardó en mirar a Beomgyu para saber en dónde estaba la mirada de su hyung y así poder observar en la misma dirección.
—¿Hyung?
—¿No ves eso? —Su voz tembló al hablar, pero más que eso, su rostro palideció hasta lo insano. No obstante, lo que más sorprendió a Hueningkai fue la rapidez de Beomgyu en hablar—. A-ahí fuera...
—Claro que lo veo, hyung. Es una estatua de piedra o algo así. —Entonces, Beomgyu giró su rostro para observar a Hueningkai tan rápido que su cuello dolió, aun así, no tuvo tiempo para pensar en eso, porque de inmediato volvió su mirada a la extraña silueta del exterior—. Seguramente sea la Virgen María o alguna monja.
Es verdad. La figura humanoide parece estar colocada sobre un gran cubo de piedra, pero se mantiene inmóvil. En realidad, parece tener un par de brazos y, quizás, una cabeza. Más allá de eso no hay más. Aunque, Beomgyu podría jurar que la vio moverse.
Rápidamente, agitó la cabeza en negación mientras se repetía en silencio que debió ser culpa de la poca iluminación y la gran distancia. Tenía que ser eso; una ilusión provocada por su propio miedo.
—¿Acaso viste algo más?
—No, no... sólo me sorprendió ver de repente esa estatua.
Hueningkai no parecía muy satisfecho con su respuesta; su rostro evidenciaba genuina preocupación. Pero se vio impotente cuando Soobin los llamó para romper otro tablón que impedía el paso hacia el siguiente espacio abierto, después del edificio principal. Beomgyu seguía sin estar cómodo con todo esto. Estaba tratando de evitar mirar a cualquier otro lugar que no fuese la gran tabla de madera en proceso de destrucción; no quería que su mente le formulara otra mala jugada.
Una vez más, Hueningkai se encargó de apartar los restos de madera hacia un lado mientras Soobin iluminaba y Beomgyu sostenía el equipo.
—¡Esto es perfecto! —El viejo cretino gritó sin decir a qué se refería con exactitud, por lo que, Beomgyu y Hueningkai, siguieron el ángulo de su mirada hasta ver lo mismo que él; había una gran capilla situada justo al lado izquierdo de la segunda entrada que habían abierto—. Esto ha de tener más lugares interesantes iguales a este, como un cementerio, dormitorios, ¡hasta una enfermería!
—¿Y?...
—Hyung, los lugares más escalofriantes suelen ser esos, porque tienen buenas historias a sus espaldas. Aunque hagamos un simple recorrido, será más creíble que algo raro suceda en un cementerio, por ejemplo.
Beomgyu no lo entiende, no puede, pero trata de hacerlo. Si la intención de ese par de lunáticos era visitar un lugar así, ¿por qué no ir a una simple iglesia abandonada o a cualquier lugar pequeño? Este monasterio era ridículamente grande y escalofriante. Tardarían demasiado en recorrerlo por completo, además, parece ser el lugar ideal para crear un laberinto.
—Este será nuestro punto de encuentro. —Frente a la mirada confusa de los más jóvenes, Soobin continuó—: Nos vamos a separar para darle un recorrido más profundo a este lugar. Cuando encontremos las habitaciones más interesantes, las marcaremos con una linterna, después, regresaremos aquí y decidiremos la ruta para iniciar la grabación.
Esta vez fue el turno de Beomgyu y Hueningkai para reclamar al unísono—: ¿Nunca has visto películas de terror?
Soobin rodó los ojos por segunda vez.
—Aún si son más jóvenes que yo, no deberían actuar como un par de niños asustadizos a su edad. ¿Realmente creen que hay alguna secta satánica esperando o algún asesino loco? Con todo el ruido que hemos hecho hasta ahora, ¿no deberíamos haber tenido una pequeña señal o algo? Y si lo que hay aquí es algún fantasma, ya se hubiese hecho presente.
En parte, tenía razón, por otro lado, su lógica era estúpida. Pero ninguno de los dos podía hacer otra cosa que obedecer.
—Beomgyu, ve preparando la capilla. Hueningkai y yo empezaremos el recorrido.
Los otros dos cargaron una mochila pequeña para cada uno llena de linternas baratas que cumplirían con la función de "marcadores" junto a dos palancas que podrían necesitar para abrirse paso. Soobin fue el primero en marcharse, entrando al edificio principal y girando hacia la izquierda. Por otro lado, Hueningkai le dio un par de palmaditas en la espalda a Beomgyu junto a un par de reconfortantes palabras antes de irse en dirección contraria.
—Hyung, todo estará bien. La señal no es mala, así que puedes llamarme si pasa algo. Tendré mi teléfono encima todo el tiempo.
Cuando Beomgyu se quedó solo, con la fea estatua como única compañía, quiso llorar. Su mente le gritaba que debía seguir a Hueningkai o regresar a la camioneta, pero fue incapaz de mover un sólo músculo. No quería dormir en la calle, y su madre necesitaba quién la pudiese ayudar para soportar todos los gastos que implicaba cuidar a su hermano menor.
Espero te cortes y tu herida se infecte, bastardo mimado. Si te atragantas con la cuchara de oro en tu boca, mejor.
Beomgyu volvió a suspirar, esta vez más cansado, pero profundamente resignado. Una vez levantó su mirada para observar la delgada cruz situada al final de la edificación, justo en la punta de la alargada pirámide, que parecía más una gigantesca lanza, un poco de alivio se instaló en su corazón. Entonces, dio una gran bocanada de aire y se motivó lo suficiente para empezar con su tarea, o eso trató de hacer.
Lo primero era ingresar a la capilla sin forzar la puerta hasta el extremo, afortunadamente, ésta parecía tener menos restricciones que la entrada principal, puesto que ni siquiera estaba bloqueada por un tablón de madera. De este modo, Beomgyu extrajo cualquier herramienta pesada dentro de su mochila junto a una linterna tipo reflector que dejó en el suelo para iluminar directamente en el interior de la capilla en el momento que las puertas se abrieran. Se acercó a la entrada para inspeccionar más a fondo con la esperanza de averiguar qué debería hacer.
Grande fue su sorpresa al descubrir que, a parte de una simple cerradura de madera, no había otra cosa que imposibilitara la apertura de las puertas. Entonces, arrojó la herramienta entre sus manos a cualquier parte de la maleza. En realidad, el hecho de no tener restricciones en la entrada de la capilla era incómodo para Beomgyu, pero trató de decirse a sí mismo que, por algún motivo, habían decidido que este lugar no tendría porqué ser bloqueado de la misma forma que el resto del lugar.
Beomgyu no quería seguir vacilando; fuese lo que fuese a suceder, pasaría tarde o temprano. Por lo que, cegado por su efímero impulso de valentía, desbloqueó la cerradura y empujó su cuerpo justo donde conectaban ambas puertas, cayendo al suelo poco después. No tardó mucho en dar un brinco para erguirse sobre el suelo y observar el interior de la capilla, entonces, pudo respirar aliviado.
Contrario a sus temores, el lugar estaba vacío; si bien contenía lo que cabría esperar de una capilla, estaba libre de cualquier espectro.
Mientras la tensión acumulada dentro de su cuerpo se dispersaba, Beomgyu dio media vuelta con rumbo al exterior; lo siguiente era preparar algunas trampas pequeñas.
Bien hecho, cariño.
Sin tener idea de cómo lo había hecho, Beomgyu ya estaba fuera de la capilla, sentado en el suelo por la caída mientras sus ojos se enfocaron en el interior de dicho recinto y el desenfrenado latir de su corazón, que parecía arremeter contra su pecho como si tuviese la intención de huir, lo golpeaba.
Por la mierda fue el viento esta vez.
Sin despegar su mirada de la capilla, Beomgyu buscó desesperadamente alguna cámara pequeña dentro de la mochila a su lado que pudiese encender de inmediato. Si iba a morir, al menos debía tener algún registro de lo sucedido.
Como pudo, activó la cámara sin cambiar su foco de atención. Pero antes de darse cuenta, estaba siendo oprimido por un silencio sepulcral. A parte de su agitada respiración, no había otro sonido presente. La capilla seguía igual, la estatua también.
¿Realmente estaba tan sugestionado que empezó a alucinar? Si ese era el caso, ¿qué mierda con esas palabras? Aún después de varios segundos, nada más sucedió. Beomgyu estaba llegando a su límite, pero aún no tenía motivos suficientes para huir.
De alguna manera se levantó del suelo, pero jamás apartó el foco de la cámara; en todo momento estuvo filmando el interior de la capilla. Fue en ese instante que Beomgyu se felicitó por haber pensado en poner aquella linterna en la entrada, antes de ingresar. Al menos así podía estar pendiente de cualquier alteración que pudiese ocurrir dentro del lugar.
Al final, dejó pasar un par de segundos más antes de relajar un poco la tensión acumulada sobre sus hombros.
—Voy a enloquecer. —Se quejó con fastidio.
—Joven atractivo, ¿quién dice que no lo está ya?
Beomgyu saltó en su lugar y su cuerpo se movió con tal rapidez que cayó al suelo.
¡La jodida estatua había hablado! ¡Y no sólo eso!
¡Estaba sonriendo!
Sin tiempo para interrogar a la mujer, o lo que fuese eso, Beomgyu se irguió en menos de un segundo, dispuesto a salir corriendo en dirección contraria. Lamentablemente, no pudo hacerlo; frente a él, en el mismo lugar que había cruzado para ingresar al segundo "patio", había dos figuras de proporciones similares obstruyendo el paso.
—Tenemos visitas. ¡Visitas! —Gritó una de las formas, pero Beomgyu no pudo descifrar cuál de ellas fue. Seguidamente, ambas siluetas empezaron a reír con desquicio, erizando su piel.
—Hu-Hu-Hueningkai, ¡Hueningkai! —Beomgyu gritaba una y otra vez, pero no hubo respuesta. Por otro lado, ambas formas emprendieron un recorrido lento que pretendía acercarlos a Beomgyu, en cambio, la mujer de la estatua adquirió una forma independiente que le permitió imitar las acciones de las otras dos siluetas—. ¡¡Hueningkai!! ¡¡Soobin, bastardo!!
Nada.
Mientras Beomgyu era consumido por el pánico, las tres formas estaban cada vez más cerca de su posición. Sin tiempo para pensar y sin otra salida, de alguna forma logró levantarse del suelo e impulsar todo su cuerpo hacia el interior de la capilla. Al entrar, cerró ambas puertas con la velocidad de una bala y se apoyó sobre ellas para bloquearlas.
Mala idea.
El desespero de Beomgyu evitó que pudiese encontrar su teléfono celular con rapidez, y cuando lo hizo, el temblor de sus manos junto a la torpeza de sus dedos casi logra hacer que Beomgyu deje caer el dispositivo al suelo. Al final, de alguna manera pudo sostenerlo con firmeza y encender la linterna para apuntar directamente al interior del lugar.
Aún estaba vacío.
La poca luz que la linterna exterior le proporcionaba a través de las pequeñas aperturas se apagó, entonces, supuso que fue culpa de los espectros detrás de la puerta. En todo caso, Beomgyu estaba tratando de encontrar alguna manera de bloquear la puerta sin utilizar su cuerpo, para ello movió su mano libre, la cual empezó a palpar la superficie de madera tras él, porque claramente no pensaba darle la espalda al interior de la capilla.
El destino era cruel, Beomgyu era testigo de eso; él atravesó la puerta por la fuerza, aunque hubiese un pasador interior, seguramente había sido destrozado. En cualquier caso, su mayor preocupación no era el repentino silencio ni la falta de seguro en la entrada, sino la textura palpada bajo las yemas de sus dedos. Contrario a lo que esperaba, la sensación de tocar madera jamás llegó, de hecho, sintió que estaba tocando papel arrugado, seguramente pegado a una superficie dura. Entonces, Beomgyu supuso lo peor.
Realmente no tenía ganas de dar media vuelta para saber qué estaba sucediendo con la maldita puerta, pero su curiosidad lo estaba consumiendo. Su única alternativa fue respirar profundo, afianzar el agarre de su celular, dar una rápida media vuelta para iluminar y observar la puerta antes de regresar su vista al frente, pero no fue así.
Cuando la linterna de su teléfono celular iluminó la puerta, el corazón de Beomgyu se detuvo; sobre la gran puerta de madera oscura había un sinfín de páginas pegadas que, por las palabras escritas en ellas, pertenecían a la biblia o algún texto sagrado desconocido para Beomgyu. Entonces, todo tuvo sentido.
Estaba condenado.
—Es lo que supones, cariño.
Si Beomgyu no hubiese estado tan preocupado por todo lo que estaba pasando, se hubiese puesto a llorar de inmediato. Era demasiado para su cabeza; en el momento que su cuerpo dio media vuelta para enfrentar a lo que sea que haya hablado, sus piernas perdieron estabilidad, quizá por miedo o debido a la increíble profundidad de aquella voz.
Frente a él, en el lado contrario del altar ubicado al final de la capilla, la silueta de un hombre cubierto de ropas negras era iluminada por el débil brillo de la linterna. De no ser por la piel enfermizamente pálida del hombre, Beomgyu hubiese pensado que se trataba de otra persona, de otro ser humano. Fue gracias a la buena resistencia de sus dedos que el teléfono no cayó al suelo por el constante temblor de sus manos.
—Lo-los pasajes de la-la biblia...
—Amuletos de protección.
—Los ta-tablones de madera...
—Cadena de confinamiento bañadas en agua bendita.
Mierda.
No sólo habían roto el eslabón de una cadena que funcionaba como carcelera de los entes atrapados en el monasterio, destruyendo los tablones de madera sin medir consecuencias, sino que, también, él mismo había destruido las páginas de la biblia pegadas en la entrada de lo que, seguramente, era la jaula de la criatura.
—Nosotros no queríamos...
Su voz sonaba quebrada, cubierta por el terror. Su cuerpo amenazaba con desplomarse en cualquier momento, pero la agitación en su respiración era lo más llamativo de todo el asunto. Ni qué decir del afanoso ritmo que habían adquirido los latidos de su corazón. Beomgyu sentía que podría desmayarse en cualquier momento.
—Pero lo hicieron. Lo hiciste, cariño. Me liberaste.
Consumido por la desesperación, Beomgyu se impulsó hacia adelante mientras sostenía una de las puertas con su mano libre, pero no hubo resultados. Las puertas no se movieron. Al darse cuenta de sus intenciones, una sonrisa cargada de sorna se dibujó en el ceniciento rostro de la criatura, entonces, ésta inclinó ligeramente su cabeza hacia un lado antes de hablar, aún con esa estúpida sonrisa encima.
—Ellos no pueden entrar ni tú puedes salir.
Ya sea por mala suerte u otra cosa, los nervios le jugaron una mala pasada a Beomgyu, puesto que, debido al miedo, oprimió el botón de su teléfono celular que desactivaba la linterna.
La oscuridad se lo tragó en segundos.
Trató de activarla, pero algo alrededor de su muñeca lo hizo soltar el dispositivo. Quiso gritar, mas fue incapaz de emitir cualquier sonido.
—Cariño, si tan desesperado estás por ver mi rostro, yo puedo ayudarte con eso —murmuró la criatura, peligrosamente cerca de su cuello.
Poco después de finalizar la frase, Beomgyu fue golpeado por un cegador destello de luz blanca que invadió cada centímetro de la capilla. A parte de cerrar ambos ojos, instintivamente utilizó su antebrazo como protección. Dolía enfrentar aquel destello. Segundos después, la blanca intensidad pareció disminuir con lentitud, como si se estuviera alejando. Alarmado, Beomgyu descubrió su vista. Entonces, lo vio.
La marcada definición en los rasgos de David no se comparaban con la imagen que Beomgyu estaba presenciando; cual escultura de marmol blanco, la apariencia de un hombre de apolíneos rasgos se abrió paso dentro de su foco de visión, confundiendo a Beomgyu por el filo de la mandíbula junto a la perfección de la piel que cubría un digno ejemplar de escultura griega. Sin embargo, hubo un detalle por sobre todo lo demás que cautivó a Beomgyu.
Una inusual tonalidad escarlata se abrió paso en los iris del hombre.
Decidido a enfrentar sus sospechas, Beomgyu descendió su foco de atención hacia la boca del hombre. Al verlo, éste volvió a sonreír, y Beomgyu se sintió igual que un indefenso ratón en las garras de un tigre hambriento.
Un exquisito juego de colmillos afilados que sobresalían por su tamaño se descubrió bajo los belfos ajenos con orgullo.
—¿Te gustan? —preguntó la encantadora criatura, pero Beomgyu no respondió. El impacto lo había dejado mudo—. Te ves incrédulo, cariño. Permíteme despejar todas tus dudas.
El cuerpo de Beomgyu finalmente respondió a los estímulos de su cerebro; antes de permitir que la boca del hombre se acercara a su cuello, Beomgyu presionó contra el pecho contrario hasta empujarlo. Sin tiempo para pensar, sus piernas se movieron y lo impulsaron hacia adelante. Gracias a la nueva iluminación, extrañamente concentrada sobre el altar de piedra, Beomgyu pudo ver dos posibles salidas ubicadas a los laterales de éste.
Sólo debía correr hacia cualquiera de ellas.
Tristemente, Beomgyu nunca había sido tratado con dulzura por el destino. Así que, cuando estuvo frente al altar, a pocos metros de su salvación, algo lo encerró contra el material de piedra, entonces, perdió el equilibrio y casi cayó hacia atrás, pero su trasero impactó contra el duro borde mientras las palmas de sus manos cayeron sobre la superficie plana del dichoso altar, no permitiendo que eso sucediera.
—No, no, cariño. No hay que ser maleducados.
Sin ser capaz de predecirlo, Beomgyu se vio presionado por la imponente figura de la criatura. No obstante, lo que más aceleró el latir de su corazón fue sentir una gélida mano rodear su cuello con firmeza. Llegó a pensar que moriría a causa de ese agarre, pero rápidamente notó la poca presión que se estaba ejerciendo.
La criatura sólo pretendía mantenerlo controlado, no matarlo. Al menos, no todavía.
Fue debido a dicho agarre que Beomgyu se vio obligado a levantar su rostro, encontrándose por segunda vez con la penetrante mirada escarlata de la criatura. Y pese a saber lo peligroso que era, no pudo apartar sus ojos.
—No hay porqué temer, cariño. Se siente mejor de lo que crees.
Sin permitirle procesar el significado de sus palabras, el hombre utilizó el agarre en el cuello de Beomgyu para obligarlo a girar su rostro y exponer la zona. Entonces, se sumergió, y en lugar de gritar, Beomgyu gimió.
Toda su anatomía fue golpeada por una ola eléctrica de sensaciones sin nombre, provocando temblores de pies a cabeza que estremecieron sus extremidades. Por la cercanía de ambos cuerpos, este incidente incitó a sus caderas a moverse como parte de la resistencia, lo que ocasionó que el muslo de la criatura bajo la entrepierna de Beomgyu hiciera contacto directo con la zona más sensible del cuerpo humano. De este modo, se sumó un nuevo estímulo a la lista.
El condenado de buena apariencia no había mentido; rápidamente, Beomgyu fue consumido por la satisfacción absoluta. Podía percebir cómo la criatura succionaba su sangre, pero no parecía importarle. Una vez más, el meneo involuntario de sus caderas siguió provocando el dichoso roce de su entrepierna contra el firme muslo ajeno.
Cuando se creyó satisfecho, el hombre liberó el cuello de Beomgyu y se alejó un par de centímetros, lo suficiente para permitir que su adorable presa se perdiera en su mirada, pero no para perder el contacto directo. Fue ahí que Beomgyu agradeció estar vagamente sentado sobre el altar, de lo contrario, sus piernas hubiesen cedido. Sólo cuando supo que su presa había regresado en sí, se permitió sonreír satisfecho; un poco de carmín se encontraba decorando la comisura de sus labios, brillantes por el líquido ajeno.
Por otro lado, Beomgyu fue incapaz de recuperar la noción espacio-tiempo. La única que pudo tener fue lo encantadores que resultaban ser las gemas escarlatas en el apolíneo rostro de la criatura. Sin embargo, el jadeo emitido por su garganta fue fruto de las emociones nacientes de la imagen frente a él, mas no de aquella mirada.
—Tan dulce como lo imaginé. Mm, cargado de vitalidad y deseo.
La criatura hizo el amago de intentar apartarse, a lo que Beomgyu reaccionó de inmediato; sus manos ascendieron hasta los hombros ajenos y sus dedos se enredaron entre la oscura tela que los cubría. Y antes de permitirse ser consciente de lo que había hecho, un par de suaves labios se presionaron contra los suyos, poco después, algo húmedo se deslizó dentro de su boca. Beomgyu no opuso resistencia a la invasión, porque no pudo hacerlo.
Su cuerpo no quería responderle.
Dicho invasor no tardó mucho en moverse dentro de la cavidad ajena mientras ambos pares de labios se movían salvajemente en busca de mayor contacto, aunque fuese imposible para ese punto. En cambio, la lengua de Beomgyu estaba siendo arremetida en el interior de su boca sin piedad alguna. Por más que trataba de corresponder el afanoso ritmo contrario, siempre resultaba derrotado. Entonces, el metálico sabor de su propia sangre se hizo presente, y Beomgyu no supo qué sentir, pero en el momento que las manos ajenas se ubicaron sobre su pecho, fue consciente de la situación.
La criatura había roto sus prendas superiores por la mitad sin mayor esfuerzo para después arrojarlas despreocupadamente a cualquier lugar de la capilla, todo sin abandonar la boca de Beomgyu, a lo que éste reaccionó con un segundo gemido.
—Oh, cariño, deberías escucharte —murmuró la criatura contra el lóbulo derecho de Beomgyu poco después de, finalmente, haberse alejado de sus labios—. Estoy ansioso por descubrir qué otros exquisitos sonidos puedes hacer.
Sin saber cómo, Beomgyu ya se encontraba completamente desnudo, y bajo la hambrienta mirada contraria, su cuerpo se encogió.
—No te escondas, amor mío. Te ves tan delicioso que quisiera devorarte sin más ceremonias. —Doblando su dedo índice bajo la barbilla de Beomgyu, hizo que éste elevara su cabeza y lo obligó a mirarle—. Sin embargo, manjares como tú merecen ser degustados adecuadamente.
La criatura tenía manos grandes y fuertes, Beomgyu lo supo en el momento que éstas apretaron su trasero para sostenerlo y dejarlo completamente sentado sobre la superficie plana de aquel altar. Pero nunca pudo predecir lo que sucedería a continuación.
Su cuello fue atacado por besos salpicados sobre toda su piel que enviaban cortas y potentes descargas de satisfacción hacia su cerebro. La mano del hombre se apoyó contra su pecho, aún sin apartar su lengua del cuello contrario, y ejerció un poco de presión, la suficiente para que Beomgyu entendiera que debía recostarse. Cuando lo hizo, su cuerpo se estremeció, esta vez por la contrastante sensación entre su febril cuerpo y el gélido material bajo su espalda.
Una vez hecho, los belfos manchados de rojo descendieron hasta su abdomen, no sin antes detenerse sobre sus pezones y lamer por un breve período de tiempo, lo suficiente para erguirlos y sonrojar a Beomgyu. Las manos contrarias se habían encargado de sostener sus muslos, separando ambas piernas y abriéndose paso en medio de ellas. Aunque Beomgyu trató de cerrarlas, el agarre era demasiado fuerte.
Esa condenada lengua primero se deslizó por sobre su abdomen sin pudor alguno, en ocasiones succionaba la carne a su disposición, pero cuando sus colmillos atravesaban su piel, fue imposible para Beomgyu cerrar la boca. Cuando los besos se movieron hasta sus caderas, ya estaba retorciéndose sobre el altar. El hombre a veces mordía y se permitía degustar el sabor de su sangre, por momentos sólo dejaba algunos besos ligeros que pronto se convertirían en marcas violáceas, en todo caso, la sensibilidad de Beomgyu se había disparado.
—Que delicioso postre pareces tener entre las piernas, cariño. Dime, ¿aquí también sabes tan bien?
Antes de permitirle a Beomgyu responder, sus labios se deslizaron contra la zona interna de aquellos jugosos muslos y sin vacilación alguna, se perdió entre el sabor dulzón de la sangre allí resguardada. En realidad, no parecía pretender beber como tal, sólo estaba jugando con Beomgyu, dejando varias marcas en la zona y succionando aquel líquido por simple gula.
Beomgyu ni siquiera sabía qué estaba pasando cuando sintió una inusual calidez rodear su despierta erección, entonces, se estremeció de pies a cabeza y su espalda se arqueó hacia arriba, dejando que su cabeza se apoyara sobre el altar. En algún momento desconocido, sus manos se habían enredado entre los oscuros mechones de cabello ajenos y sus desvergonzadas caderas habían cobrado vida propia, sin embargo, el hombre las había sujetado con firmeza, sólo permitiendo que se movieran cuando y como él lo quería.
De alguna manera que Beomgyu no comprendía, toda su extensión estaba dentro de la cavidad bucal contraria, a veces humedecida y torturada por esa habilidosa lengua. Lo que más lo tenía delirando era la exquisita presión sobre su glande, aunque los obscenos sonidos mojados producidos por la degustación habían entrado a la competencia. Al final, Beomgyu fue derrotado con prontitud, terminando dentro de aquella cálida boca.
Llegó a pensar que se le permitiría descansar, pero la criatura le demostró lo equivocado que estaba. Algo húmedo, ligeramente rugoso, se deslizó alrededor de su anillo exterior, un poco más allá del perineo, de tal manera que Beomgyu estuvo a nada de gritar. En poco tiempo, la zona yacía empapada, y él sabía el vergonzoso movimiento que su anillo exterior le estaba mostrando a la criatura al contraerse extasiado, expectante por lo que seguiría.
El hombre apartó algunos mechones de cabello rebelde sobre su frente y se irguió, aún entre las piernas de Beomgyu. Sinuosamente, deslizó sus dedos por sobre la extensión humedecida del mencionado, llegando a su pelvis, descansando sobre sus pezones y finalizando sobre sus exquisitos labios.
Beomgyu entendió. Sus labios se separaron para darle la bienvenida al par de alargados nuevos invasores, mientras su lengua se deleitó al palpar los distales ajenos. Se enrolló a su alrededor, jugando con las texturas. A veces sus labios se unían a la danza, succionando el trío de distales. Finalmente, la criatura pareció satisfecha con el maravilloso espectáculo frente a sus ojos escarlata. Así que, más pronto que tarde, las paredes internas de Beomgyu se vieron vulneradas por un rígido invitado que no tardó en doblarse hacia toda la superficie disponible. Fue así como Beomgyu pudo ver las estrellas por primera vez.
A pesar de su poca preparación mental, la criatura le negó a Beomgyu la oportunidad de pensar adecuadamente, porque en su interior ya danzaban un par de alargados dedos que, cuando querían joder la cordura de su víctima, se abrían como si fuesen simples tijeras escolares. En todo caso, había algo en su interior que desconocía, pero que jugaba muy bien en su contra; cuando era presionado, Beomgyu gemía audiblemente, ni qué decir de cómo su cuerpo se retorcía debido a la sobrecarga de estímulos. Entonces, Beomgyu fue consciente de la nueva erección que había surgido.
—Sólo he metido mis dedos, pero ya estás así. —Al pronunciar aquello, el tercer invasor llegó con la firme intención de alcanzar el fondo, y así lo hizo—. Oh, tu culo se ve tan ansioso. ¿Así de bien vas a apretar mi polla, cariño?
Sus anillos internos aún estaban siendo torturados, lo que conducía a Beomgyu fuera de su raciocinio, pero sentir que su aréola derecha era succionada mientras su pezón izquierdo estaba siendo manipulado por las yemas ajenas sin previo aviso provocó en él un profundo gemido audible; fue conducido a lo profundo de la niebla oscura, a través del frondoso bosque que llevaba por nombre "tentación" y se hundió en el profundo mar del placer humano.
Aún entre toda su dicha, Beomgyu tuvo un momento para pensar con la poca cordura que aún conservaba, por lo que, de alguna manera, llevó sus manos hacia el dobladillo inferior de la prenda que cubría el torso del hombre e hizo el amago de querer levantarla, afortunadamente, se le permitió hacerlo. Fue así cómo descubrió que el rostro de ese hombre no era lo único escultural que tenía.
Éste debió ser consciente de la fascinación plasmada sobre el rostro de Beomgyu, porque de inmediato una encantadora risa audible cubrió las paredes. Fue corta, pero intensa para la confundida mente de Beomgyu. Es seguro que eso agradó, ya que sus prendas inferiores desaparecieron más rápido de lo que Jong-woo pudo procesar. De este modo, ambos se encontraron desnudos, piel contra piel, pegados al altar de piedra.
—Muéstrame lo que puedes hacer con esa boca, cariño —ordenó el hombre después de apartarse un poco de Beomgyu, todavía erguido sobre sus pies.
En verdad, Beomgyu nunca había estado con un hombre, pero tenía experiencia suficiente para saber cómo atender la cenicienta erección ajena, a parte de buena motivación. Como resultado, al bajarse del altar y arrodillarse ansiosamente frente al hombre, su lengua inició un largo recorrido que nació desde la base hasta la punta. Al verse incapaz de engullir por completo la dura extensión, una de sus manos le sirvió de apoyo al enrollarse en la base. Por tanto, su boca se encargó de cubrir el resto de carne.
Decidido a compensar el placer recibido, Beomgyu ahuecó ambas mejillas y presionó su lengua contra el frenillo, todo esto causó una gran presión sobre la dureza contraria, además, su cabeza había iniciado un vaivén que iba de arriba a abajo con su mano imitando sus movimientos, sólo que ella, de vez en cuando, también descendía hasta los testículos del hombre y masajeaba durante cortos períodos de tiempo. Y por supuesto, sus ojos se enfocaron en la expresión del hombre en el momento que todo eso se llevó a cabo.
—Manténlo en tu boca, cariño —le ordenó el hombre poco antes de terminar con un ronco gemido, y así lo hizo—. Ahora, déjame ver.
Obediente como nunca había sido, Beomgyu separó sus labios con cuidado, pues no quería que el líquido blanquecino huyera fuera de su boca. El hombre hizo uso de su oportunidad, y presionó uno de sus pulgares sobre la lengua de Beomgyu, acarició brevemente y lo movió hacia el interior de la mejilla con el resto de su mano sujetando el rostro de su presa, de este modo, el interior de su boca fue mucho más visible.
—Te ves jodidamente delicioso —dijo en un gruñido que evidenció su excitación e, inmediatamente, utilizó esa misma mano para sostener la mandíbula de Beomgyu, invitarlo a levantarse y así poder devorar su boca.
El mencionado jadeó por el encuentro de fluidos, tan lascivo como sonaba y exquisito como parecía.
—Siéntate y abre bien esas piernas —ordenó de nuevo, a lo que Beomgyu obedeció como un demente bajo los efectos de alguna droga. Posteriormente, se le hizo recostarse sobre el altar una vez estuvo en él—. Que obediente.
Su cuerpo entero reaccionó a la alineación de la nueva erección del hombre sobre los pliegues de su entrada. Aún sin entrar, Beomgyu se encontró a sí mismo inquieto, porque su perineo estaba siendo acariciado por el glande ajeno, después su entrada hasta los bordes. El hombre estaba jugando con él.
—Por favor... —lloriqueó.
—Sé más específico, cariño —contraatacó el hombre con una irritante sonrisa de satisfacción—. Aprende a decir claramente lo que piensas.
—Mierda. ¡Entierra tu polla en mi culo de un-! ¡Aah!
Su deseo fue concedido. Su interior pronto se encontró completamente lleno; cada pulgada del hombre se había zambullido hasta el fondo. Sólo se detuvo al verse limitado por el final de su propia base, en consecuencia, los ojos de Beomgyu rodaron hacia atrás y sus labios se curvaron hacia arriba.
Con algo en mente, el hombre deslizó sus manos sobre las caderas de Beomgyu, con parte de sus glúteos siendo amasados por los dedos, y levantó esa zona de su cuerpo, todavía dentro de Beomgyu. Este simple movimiento le arrebató a su presa un sonoro gemido que resonó dentro de la capilla. Ya que lo tenía donde quería, empezó a moverse.
No fue lento, por el contrario, su inicio fue rudo; salía por completo y entraba hasta el fondo, era el sonido de sus testículos que chocaban contra el trasero de Beomgyu lo que le indicaba el límite de entrada. Entonces, lo repetía. Tal como había imaginado, el interior del chico era alucinante. Al contraerse por los espasmos que resultaban de presionar directamente el punto exacto, lo apretaban demasiado bien.
En el caso de Beomgyu no había mucho que comentar, en realidad. Es decir, el joven había estado gritando con cada embestida, tan certeras y exquisitas que hizo un gran esfuerzo para no terminar tan pronto. Ni siquiera sabía en dónde estaba ni porqué. Su única certeza era la sensación de sus paredes internas abiertas, llenas, húmedas y calientes siendo arremetidas sin ningún tipo de piedad por un demonio con apariencia divina.
—¡Así, así! ¡Justo ahí! ¡Más, por favor, más!
—Pero que presa tan sucia he capturado —gruñó su adversario en respuesta a sus desvergonzadas demandas dichas entre gritos y sollozos de placer—. Vamos a ver cuánta resistencia tienes, cariño.
Beomgyu quiso protestar, porque el hombre había salido de su interior sin previo aviso. No obstante, dentro de su garganta se instaló un nudo indescifrable en el momento que fue arrastrado fuera del altar y obligado a pararse frente al hombre. Rápidamente, las manos en su cintura lo obligaron a dar media vuelta. Ahora, sus manos se apoyaban contra la superficie del altar mientras el hombre estaba a sus espaldas.
Su voz se quebró, su cuerpo tembló y la fuerza de sus piernas desapareció; el hombre había vuelto a morder un lateral de su cuello, pero no satisfecho con eso, se zambulló dentro de él en el mismo momento que sus colmillos atravesaron la tierna piel de Beomgyu. Aun así, no cayó; el hombre nunca abandonó el agarre de sus propias manos en su cintura.
Un nuevo vaivén había comenzado, y Beomgyu estaba haciendo lo posible para no ceder, pero cada penetración recibida era una nueva condena para su cuerpo.
—¡Oh, Dios!
Hubo un repentino parón que jodió la cordura de Beomgyu, aunque, al menos, le permitió recuperar parte de su desordenada respiración.
—Incorrecto.
El hombre había atrapado la mandíbula de Beomgyu entre sus manos, por consiguiente, dos de sus propios dedos se abrieron paso dentro de su boca. Esto hizo que la saliva de Beomgyu se empezara a derramar fuera de sus comisuras, empapando un poco aquellos distales. Además, había pegado el cuerpo de su presa contra su propio pecho y rodeado esa pequeña cintura con su brazo libre.
—Soy Yeonjun, cariño.
—¡Yeonjun! —gritó Beomgyu.
El hombre había arremetido contra su culo sin avisar, pero esta vez, nunca se detuvo, tampoco apartó su mano de la mandíbula de Beomgyu ni sus dedos de la boca, menos quiso alejar el brazo que lo sostenía por la cintura. De algún modo, Beomgyu tenía que descubrir lo jodido que era follar de pie, aunque se sintiera muy bien.
Si no fuese tan malo en el deporte, hubiese podido ser más llevadero. Sus piernas estaban pidiendo auxilio.
Después de Dios sabe cuánto tiempo, Yeonjun arremetió por última vez contra Beomgyu y terminó dentro de ese cálido interior que se contrajo por el orgasmo de su dueño, quien luchaba por mantener ambos ojos abiertos. Finalmente, apartó sus colmillos del maltratado cuello y permitió que el cuerpo contrario utilizara su cuerpo de apoyo. Claro, su brazo nunca dejó de sostenerlo.
Por iniciativa propia, vencido por el cansancio, Beomgyu giró su rostro. Yeonjun entendió, se inclinó y aceptó gustoso el beso. Mientras sus labios se movían como si estuviesen en medio de una danza, el cuerpo de Beomgyu se rindió.
...
Las primeras luces de la mañana finalmente habían llegado. Beomgyu arrugó su entrecejo, pues los potentes rayos de sol estaban golpeando directamente sus párpados cerrados, a lo que los músculos de sus ojos respondieron con dolorosas contracciones.
Su antebrazo bloqueó los rayos para que Beomgyu pudiese abrir los ojos y ser consciente de su entorno. Al principio no entendía porqué su cama estaba tan dura, pero al casi sufrir un infarto por la primera figura que vio, que resultó ser una gigantesca cruz pegada a la pared, los recuerdos golpearon su cerebro a gran velocidad. Pero no hubo tiempo para lamentos, porque su cuerpo no le permitió pensar en algo que no fuese el intenso dolor naciente de cualquier movimiento que hiciera.
—¡Beomgyu! ¡Beomgyu!
Escuchar su nombre significó un alivio que llegó tarde, así que, cuando sus pupilas se adaptaron a la nueva iluminación, Beomgyu abandonó el altar con gran esfuerzo. Cada paso era un infierno.
Al abrir la puerta, vio a dos chicos con linternas en mano y expresiones diferentes; por un lado, Hueningkai parecía estar envuelto por la desesperación, por otro lado, Soobin expresaba fastidio puro, y cuando ambos chicos se giraron por el ruido de las puertas, se quedaron pasmados.
—¡Hy-hy-hyung! —gritó Hueningkai al salir de su asombro.
Según Beomgyu, su dongsaeng quiso acercarse corriendo a él, pero se detuvo antes de llegar.
—¿Qué traes puesto? —interrogó Soobin.
Sólo entonces Beomgyu se dio cuenta de que su ropa se sentía diferente, más grande de lo habitual.
Claro, ¿cómo no iba a sentirse diferente si lo que estaba vistiendo era un gran buzo de color negro que cubría sus manos y cuello, a parte de hacer juego con el pantalón holgado que cubría sus piernas. ¿Y sus pies? Descalzos. Aun así, no tuvo mente para inventar cualquier explicación. Lo mejor era cambiar de tema.
—¿Qué estaban haciendo?
—¿Tú qué mierda estabas haciendo?
Después de tranquilizar a Soobin, Hueningkai le explicó que habían iniciado una búsqueda alrededor de todo el monasterio, porque Beomgyu había abandonado todo el equipo, pero no contestaba su teléfono y la camioneta seguía en el mismo lugar, sin rastros de él. También le explicó que habían intentado entrar a la capilla, incluso golpearon la puerta varias veces, gritaron por todas partes, pero Beomgyu nunca apareció.
En algún punto, llegaron a pensar que Beomgyu había sido secuestrado por algún delincuente que se escondía dentro del monasterio.
—Yo... no sé qué pasó. Sólo sé que estaba preparando las trampas, después de eso... no recuerdo nada.
Al final, entre los tres acordaron pensar que, por algún extraño motivo, alguien había golpeado a Beomgyu hasta dejarlo inconsciente, lo había encerrado dentro de la capilla, no se había robado el equipo de grabación, pero sí su ropa. Claro, no sin antes verificar que Beomgyu no había sido violentado de alguna otra manera. Para esto, Beomgyu aseguró que su cuerpo estaba completamente bien y que él mismo no se sentía diferente.
—Como sea, es mejor que nos vayamos. Nunca se sabe si hay algún otro loco por aquí.
El esfuerzo sobrehumano que hizo Beomgyu para moverse sin hacer muecas ni delatar el dolor que sentía debió ser premiado. En todo caso, cuando sus pies abandonaron la última maleza del terreno, Beomgyu se sintió incompleto, pero prefirió ignorar aquel sentimiento, así como ignoró la sombra humanoide que parecía sonreír parada en la entrada.
—Ahora, tú y yo estaremos juntos por siempre, cariño.
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