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CAPÍTULO 21

Las luces tenues de la habitación se reflejan en la pantalla gigante, mientras con Victoria disfrutamos de nuestra serie americana favorita. El aroma a palomitas recién hechas invade la habitación.

La voz dulce de Vicky rompe el silencio. - ¿Has vuelto a hablar con el castaño? - me mira inquisitivamente.

Niego con la cabeza, mientras siento como se forma un nudo en mi garganta.

- No - mi voz es apenas audible. - Desde la última vez, solo hemos hablado de trabajo.

Un suspiro de desaprobación escapa de sus labios. - Astrid, esto no puede seguir así - dice Severa. - Te estás torturando a ti misma y a él.

Me muerdo el labio inferior, trato de contener las lágrimas que amenazan con caer.

- Lo sé - murmuro -, pero no puedo evitarlo.

Victoria se acerca a mí y pasa su brazo sobre mis hombros, llevando mi cabeza a su pecho. - Escúchame -peina mi cabello con su mano -. Ese plan que tienes... es una locura. Vas a perder a Alessandro por algo que no sabes si vas a poder lograr.

Aprieto los puños con fuerza, lucho contra la impotencia que me invade. - No puedo dar marcha atrás - tiemblo mientras hablo-. Llegué demasiado lejos.

Vicky me mira exasperada por mi respuesta. - Por favor, As, no llegaste a ningún lado más que enamorarte de quien no debías. Y si no te importara tanto, no habrías estado llorando hasta hace una semana.

Las lágrimas finalmente se deslizan por mis mejillas.

- Lo quiero - confieso con un hilo de voz-, lo quiero con todo mi corazón.

La pelirroja me abraza con fuerza, y yo me dejo envolver por su calidez.

- Entonces tienes que luchar por él - declara-. Tienes que demostrarle que eres la mujer que necesita en su vida.

Me separo de ella y la miro a los ojos - ¿Cómo?

Me sonríe con complicidad -. Esa es la parte que tienes que descubrir por ti misma -me guiña un ojo.

Sus palabras resuenan aún en mi mente mientras me dirijo a la habitación de Alessandro. Tiene razón, no puedo perderlo por un plan que capaz no me consiga más que desgracias.

Mis pasos resuenan en el pasillo, llego a su puerta y golpeo con fuerza, impaciente por obtener algo de él.

Al cabo de unos segundos, la puerta se abre y lo veo. Su cuerpo desnudo brilla bajo la luz tenue del pasillo, y mi cuerpo se estremece con una mezcla de deseo y repugnancia.

Siempre tiene que atender la puerta desnudo, es tan arrogante.

Sus ojos se encuentran con los míos, y me sonríe arrogante. - Astrid - dice con esa voz ronca que me hace hervir la sangre. - ¿A qué debo el placer?

Trago, saliva, lucho por controlar la furia que me consume -¿Con cuál puta estás? - señalo hacia su habitación.

En este último mes, sé perfectamente que cada noche ha estado con diferentes mujeres. No lo voy a negar, me hierve la sangre al verlo entrar a su habitación con una mujer diferente todos los días, coloradas, rubias, morenas, se nota que no tiene problema con ningún tipo de mujer; pero, hay una sola mujer que no toleraría que la haya llamado, espero que no sea esa misma porque la guerra de Troya será pequeña comparada a lo que pienso desatar.

Un giro de su cabeza, me revela la escena que me hiela la sangre. Rebekah, recostada en la cama, con una sonrisa maléfica en su rostro. Su cuerpo desnudo es una afrenta a mi dignidad, una prueba irrefutable de lo que estaban haciendo.

Solo una mujer no debía cogerse, pero como el hijo de puta que es, lo hace.

La ira nubla mi juicio, y sin pensarlo dos veces, lo empujo a un lado y me adentro por la mezcla de celos, y rabia que consumen mi ser.

Rebekah me mira satisfecha y desafiante. Sabe que me hirió, que logró lo que buscaba.

Camino hacia ella, con la mirada fija en sus ojos -¡¿Cómo te atreves?! - grito con voz ronca, llena de furia -, ¡Él me pertenece!

Me tiro sobre la cama mientras ella intenta taparse para ocultarse de mí, es demasiado estúpida, de eso no hay dudas. Y sin pensarlo dos veces mi puño impacta en su rostro con fuerza, siguiendo de otro puñetazo más. Ella trata de defenderse, pero mis golpes son demasiados rápidos, demasiado feroces.

Que no estemos juntos en este momento, no significa que él no me pertenezca. Pasé meses a su lado, trabajando en su cabeza y en su corazón para convertirme en su todo. Lo soy y lo seguiré siendo hasta que se me dé la regalada gana.

Y sé, perfectamente que el culpable es él. Pero ella tiene mucho que ver, estos meses tuve que aguantar los mensajes pidiéndole que volviera con ella, denigrando mi persona por ser poca cosa o una cualquiera como me suele llamar. Así que no le tolerare más nada a ninguno de los dos.

A él por no colocar límites y a ella, por no tener dignidad, y faltarme el respeto siempre que pudo.

- ¿No te cansas de ser su juguete? - le ladro en la cara de la rubia -. No eres más que el juguete que agarra cuando no puede tenerme a mí.

Alessandro reacciona e intenta separarnos. Su voz resuena en la habitación, me ordena que me detenga, pero no se me da la gana de escucharlo. La ira nubla mi juicio, ciega mi razón.

Se abalanza sobre mí, intentando sacarme de su habitación. Sus manos me agarran con fuerza, pero me resisto.

Hasta que con un movimiento brusco, me toma por los brazos y me aleja de Rebekah, quien yace en el suelo, sollozando y con el rostro irreconocible por mis golpes.

- Astrid, basta - trata de tranquilizarme el estúpido-. No tienes ningún derecho de hacer esto a las mujeres con las que decido follar.

No quiero escucharlo. La imagen de ellos dos juntos, me hirió demasiado, lo admito.

Con un gesto de desprecio, me libero de su agarre y levanto mi puño para golpearlo también.

No me voy de aquí hasta destruir todo.

Un rodillazo certero en su entrepierna lo hace doblarse de dolor y caer al suelo alfombrado.

La ira me consume como un fuego incontrolable. Me agacho y con una mano agarro la nuca de Alessandro con fuerza, obligándolo a que me mire a los ojos mientras se retuerce de dolor en el suelo.

- Escúchame bien, hijo de perra - advierto con voz ronca. - Por cada mujer que te folles, yo voy a montarme sobre dos tipos. Y no me va a importar nada.

Sus ojos se abren con sorpresa, puedo ver miedo en su mirada. - Astrid, no digas estupideces - murmura con voz débil.

Lo miro con desprecio, siento como el odio se apodera de mi corazón.

- No son estupideces - le sonrío cruelmente-, es la verdad. Y te juro que me vas a ver chupándole la verga a otro con gusto.

Me levanto, pero no, sin antes azotar su cabeza contra el suelo. Me doy la vuelta, sin mirar atrás. Las lágrimas brotan de mis ojos, pero las seco con furia. No voy a permitir que me vea llorar, no voy a darle la satisfacción.

Salgo de la habitación con la cabeza en alto, dejándolo tirado en el suelo y escuchando insultos de Rebekah. Esa es otra a la que haré pagarle todo.

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El sol de Sakura calienta mi piel a través del tejido técnico de mi enterizo. La tela, ajustada a mi cuerpo, se ciñe a mis curvas y resalta mi figura femenina.

La carrera comienza, y mi atención se concentra en la pista. Alessandro y Erik, compiten por el primer puesto. La adrenalina corre por mis venas mientras observo cada giro, cada adelantamiento y cada maniobra.

Las vueltas se suceden, y la tensión aumenta. Escucho que John habla con los pilotos, dándoles indicaciones, al igual que los gritos del castaño.

Erik se mantiene en la cabeza, mientras Alessandro comienza a perder terreno. La razón de sus gritos.

Finalmente, la bandera a cuadros cae, y Erik es el vencedor. La euforia estalla en el box de McLaren y yo, no puedo contener mi alegría. Corro hacia el rubio, para celebrar el triunfo.

Lo abrazo con fuerza, sintiendo su cuerpo cálido contra el mío. Él me corresponde el abrazo, y en un instante inesperado, me planta un beso en los labios.

Me sorprendo, no esperaba este gesto, pero llega una sensación de satisfacción a mi cuerpo. Alzo la vista de reojo y veo a Alessandro. Sus ojos están destilando celos y odio, y una sonrisa traviesa se dibuja en mi rostro. Disfruto de la escena. Me gusta saber que aún le importo.

Erik se da cuenta de la mirada del castaño y se ríe. - Parece que alguien está celoso - se burla.

No respondo, solo me limito a sonreír. Sé que es una situación complicada, pero por ahora, quiero disfrutar del momento.

Porque la guerra comenzó.

Luego de la carrera, se lleva a cabo la entrega de premios en el podio. Karlsson, con el trofeo en la mano, me dedica un guiño cómplice. La noche comienza a asomar, y todos quedamos en salir a la mejor discoteca de Sakura: V2 TOKYO.

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La música retumba en mis oídos mientras me miro en el espejo. El vestido asimétrico bicolor combina el negro y blanco. Tiene un escote halter y su tela es un acanelado con brillos. La parte blanca es más corta y transparenta uno de mis pechos; el negro es más largo, recreando una cola corta. Está adornado con una cadena de oro en la cintura, haciéndolo más glamoroso.

Mis pies se lucen con unas sandalias Versase Gianni Ribbon en color oscuro. Para cartera opté por un bolso pirámide de cuero negro, de mi marca favorita: Saint Laurent. De joyería, elegí las elegidas por Alessandro: pendientes con logotipo de Chanel Iconic al igual que la gargantilla.

Toda combina a la perfección para lo que seré hoy.

- Estás espectacular - dice Vicky sonriendo-. ¿Estás segura de lo que quieres hacer en la discoteca?

Me giro hacia ella y la miro a los ojos - Sí, estoy segura. - afirmo -. Lo juré en su cara, y se lo cumpliré.

Ella no dice nada, pero sus ojos sí. Está preocupada por mi decisión. Sabe lo que pasó la noche anterior, pero también sabe que quiero hacer esto.

Termino de maquillarme y salimos del hotel, dirigiéndonos a la discoteca.

Al llegar, el ambiente nos envuelve de inmediato. La música electrónica es ensordecedora, las luces de colores estereoscópicas crean una atmosfera vibrante y la pista de baile está llena de personas bailando.

Erik nos ve y se acerca a nosotras con una sonrisa - Hola chicas, están guapísimas.

Vicky le sonríe y le devuelve el cumplido. Yo me limito a asentir con la cabeza, todavía sigo un poco incómoda por el beso inesperado.

La música de The Weekend retumba en mis oídos, y el ritmo contagioso, me invita a moverme.

Un trago más de tequila me da el valor que necesito. Recorro la pista con mi mirada, buscando un objetivo. Mis ojos se posan en Alessandro, sentado al otro lado del VIP junto a Rebekah. Él lleva puesto un traje Sport en color chocolate y zapatos negros, también lleva una camisa negra abierta en el pecho, luciendo sus pectorales tatuados con jeroglíficos y entre ellos, cuelga su cadena de oro con el dije de una mano. Ella, en cambio, lleva un vestido color chocolate en satén que resalta su figura, y claramente está sentada en su regazo.

Parece ser que su rostro inflamado y muy maquillado no le recuerda que no debe atender las llamadas de hombres ajenos.

Él, ni la registra, no le da importancia a la existencia de la rubia porque su mirada está clavada en mí.

Una sonrisa traviesa se dibuja en mi rostro. Sé lo que quiero hacer. Con un movimiento sensual de caderas, me dirijo hacia la pista de baile. Mi vestido se ajusta a mi cuerpo como segunda piel, y los brillos que lo recorren destellan bajo las luces.

Comienzo a bailar al ritmo de la música, moviendo mi cuerpo con una sensualidad que no puedo ocultar. Mis caderas se menean al ritmo de la bachata, y mis ojos no se apartan de Alessandro.

Él me observa con deseo y furia.

Rebekah se da cuenta de lo que está pasando y se acomoda sobre su regazo, intenta besarlo, pero él no se lo permite. Sus zafiros me fulminan con odio, pero no le doy importancia. Mi objetivo es él, y solo él.

De repente, una mano cálida se posa en mi cintura por detrás. Me giro y me encuentro con la mirada de un hombre de cabello negro y ojos verdes. Es como si mirara un espejo masculino.

Viste una camisa azul remangada hasta los codos, dejando al descubierto sus musculosos brazos, y unos pantalones negros que se ajustan a sus caderas.

Sin mediar palabra, junta nuestros cuerpos y la Safari de J Balvin se convierte en un lenguaje que solo nosotros comprendemos. Sus manos recorren mi cuerpo, erizando mi piel, deslizándose por mi espalda desnuda, bajando por mis caderas y ascendiendo por mis muslos.

Me dejo llevar por el ritmo y la pasión del momento. Sus labios rozan mi oído mientras susurra palabras seductoras que me encienden. Mi cuerpo se presiona contra el suyo, respondiendo a la llamada de su deseo.

No puedo evitar mirar a Alessandro, que nos observa furioso. La adrenalina corre por mis venas, intensificando la experiencia. Me acerco al pelinegro y lo beso con pasión, sin importarme nadie.

El beso es ardiente, lleno de necesidad que no podemos contener. Nuestras lenguas se enredan, mis manos se meten por la abertura de la camisa, tocando sus pectorales duros.

Mi mirada se cruza con el pelinegro, sus ojos verdes me atrapan en un remolino de intensidad. Sin palabras, nos entendemos. Le tomo la mano, grande y cálida, y lo guío hacia el baño.

Las luces estroboscópicas se difuminan mientras avanzamos por el pasillo. La tensión en el aire es palpable. Sé que Alessandro nos observa, su mirada rabiosa clavada en mi espalda. No me importa. Esta noche, solo quiero sentirme libre.

Entramos al baño y nos encerramos en un cubículo. La luz tenue crea una atmósfera íntima y sensual. Se sienta sobre el retrete, y yo me monto sobre su regazo. Su aroma masculino me embriaga, y sus labios rozan mi cuello con determinación, erizando mi piel.

Le quito la camisa, para recorrer su torso desnudo y él, me sube el vestido para encontrar mi coño desnudo. Sus dedos acarician mis pliegues, despertando el fuego en mi interior. Mis labios se encuentran con los suyos en un beso salvaje.

De repente, alguien me sujeta de la nuca. Me arrastra hacia afuera del cubículo con una fuerza brutal. Me encuentro cara a cara con el castaño, sus iris grises están oscurecidos por la ira.

Sin mediar palabra, me arrastra fuera del baño. La música se vuelve un ruido lejano, y solo puedo sentir la presión de su mano en mi nuca y la furia que emana de su cuerpo.

Me lleva a un lugar apartado de la pista y de todos, donde me empuja contra una pared, aprisionándome entre su cuerpo y la fría superficie. Su rostro está a pocos centímetros del mío, sus luceros clavados en los míos con una intensidad que me hace temblar.

- - ¿Qué mierda haces? - me grita con voz ronca -. ¿Te volviste loca?

No hay ni una pizca de miedo en mí. Lo miro directamente a sus fanales, sin inmutarme por su furia. Una sonrisa burlona se dibuja en mis labios.

- - ¿Celoso, Agnelli? -Lo desafío. - ¿Te molesta que monte a otro hombre?

Su rostro se contrae en una mueca de furia. Sus manos se aprietan en puños, y puedo ver sus venas palpitando en su cuello.

- - ¡No te pertenezco! - Lo empujo, pero él no se inmuta. - ¡Soy libre de follarme a quien quiera!

Su mirada se oscurece aún más. Se acerca a mí, acortando la distancia entre nuestros cuerpos. Su aliento caliente golpea mi rostro.

- - Te juré que, por cada mujer que te folles, yo me montaré sobre dos tipos. -Le susurro cerca de sus labios, sonriendo traviesamente.

Sus ojos se entrecierran, y su mirada se vuelve glacial. Sé que toque una fibra sensible. Desafío su dominio, pongo en duda su control sobre mí.

Se acerca a mi oído. - Si vuelves a hacer algo así, te juro que mato al tipo frente tuyo. - Susurra en una amenaza, con voz ronca.

Sé que no está bromeando, pero no me rindo. Lo desafío con la mirada. No le pienso dar la satisfacción de verme asustada.

- - Lo mismo digo, señor Agnelli.

Su mano se desliza por mi cuello, sujetándome con fuerza posesiva. Me escruta de arriba abajo, deseoso por caer ante mí. Sin más, me besa intensamente.

Sus labios me exigen, me dominan, marcando que soy suya. No puedo evitar responder al beso, mi cuerpo se rinde a la pasión que emana de él, a la fuerza de su voluntad.

Pero antes de que pudiera profundizar en su beso, se aleja. Sus ojos me miran por última vez, reflejando su furia, deseo y posesión por mí.

Se da la vuelta, y se marcha, dejándome tirada contra la pared.

Respiro con dificultad. Mi cuerpo tiembla, pero no sé si por miedo o por la adrenalina del momento.

Las piernas me flaquean mientras camino hacia el VIP. La adrenalina del encuentro aún me recorre, necesito encontrar a Vicky para que nos vayamos de este lugar.

De pronto, mis ojos se topan con una escena que me deja helada: dos hombres de la seguridad del Club sostienen al pelinegro, su rostro ensangrentado y magullado, mínimo la nariz rota tiene. Comprendo a la perfección lo que sucedió.

La preocupación me invade, lo quiero ayudar, pero sé que no puedo involucrarme.

Apresuro mi paso, al llegar, me encuentro con que no hay nadie más que Rebekah. Está sentada en el sofá con el rostro enrojecido y los ojos hinchados, como si hubiese llorado.

No hablo con nadie más, agarro mi bolso y me largo del lugar. La música, el ambiente festivo, todo me parece ahora insoportable. Solo quiero llegar al hotel y tirarme en mi cama a dormir.

𝐋𝐞𝐬 𝐝𝐞𝐣𝐨 𝐮𝐧𝐚 𝐢𝐦𝐚𝐠𝐞𝐧 𝐝𝐞𝐥 𝐥𝐨𝐨𝐤 𝐝𝐞 𝐧𝐮𝐞𝐬𝐭𝐫𝐚 𝐃𝐢𝐨𝐬𝐚

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