CAPÍTULO 16
Máximo Agnelli
El rugido del jet es un eco del infierno que crece en mi interior. Bahréin se aproxima, escenario de la primera carrera de la temporada, pero mi mente está en otra parte.
La imagen de Astrid, radiante y desafiante la noche anterior, se burla de mí. Su presencia es un fantasma que me persigue, un recordatorio de mi fracaso y de la herida más profunda que recibí en mi vida.
Esa pelinegra es la viva imagen de la mujer que amé con locura y que me abandonó sin compasión. Su traición me dejó una cicatriz imborrable, una herida en el ego que jamás sanará.
La ira y el deseo de venganza se apoderó de mí, convirtiéndome en el hombre cruel y despiadado que soy hoy.
Cuando Marianne huyó con el padre de esa bastarda, juré que lo pagarían. Los busqué por años, hasta que finalmente los encontré. En ese momento, mi furia no tuvo límites. Usé todo mi poder para que no saliera viva de la sala de parto al parir otro clon de ella. Su muerte era la única forma de acallar el dolor que me corroía por dentro.
Años después, mi sed de venganza no había sucumbido. Ordené la muerte de Astrid con una tortura que nadie podría haber sobrevivido.
Su muerte iba a ser la ofrenda final en el altar de mi dolor. Sin embargo, nunca me enteré de que los imbéciles a quien se las encargue, fallaron.
Astrid está viva, y ahora se encuentra frente a mí, desafiando mi poder y amenazando con destruir todo lo que construí.
Un escalofrío recorre mi espalda. La idea de que ella use al estúpido de Alessandro para destruirme me llena de temor.
Siempre supe que él sería peor que yo, por eso siempre lo quise tener bajo mi control porque a la primera me acabaría; pero perdí el control y escapo de mí.
Todos huyen de mí.
- Gabriele – llamo con voz ronca a mi mano derecha –. Necesito que averigües todo de ella. Lo que hizo después de esa noche, otras relaciones, debilidades. Todo.
Gabriele asiente con su gesto sombrío –. Lo haré, señor. No quedará piedra sin remover.
- Y asegúrate de que nadie sepa que la estoy investigando – masajeo mis sienes –, todo tiene que ser un secreto.
- Su palabra es ley – responde Gabriele, evitando mirarme.
Un silencio tenso se apodera del avión. Ambos sabemos lo que está en juego. Astrid es una amenaza, una que debe ser exterminada.
- No me importa lo que cueste – mi mandíbula duele de tanto apretarla –, ella es la moneda de cambio, así tiene que pagar.
Astrid
Sé que debo explicaciones, así que las daré hasta, pero no toda la historia.
¿Qué fingí ser una dulce niña? ¿Qué fingí no querer estar cerca de Alessandro? Sí, y muchas cosas más. ¿Qué finjo el disfrutar de Alessandro? No, me gusta estar con él, pero lo nuestro jamás podrá ser.
Él es solo mi caballo en el tablero. Su meta es que me ubique como La Reina y él solo un fiel servidor. ¿Es cruel? Capaz, pero no me importa. Lo que nos hicieron por años y años a mi familia, a mi madre y a mí; es más que suficiente para aumentar mi dolor y furia.
Tengo una sola meta: destruir a los Agnelli. Aunque impliqué al hombre del que me estoy enamorando.
El siguiente paso es encontrar a mi familia materna. Sé que mi madre tiene un hermano menor llamado Stefano, él sería de gran ayuda para mi cometido.
Esa es una nueva tarea que tengo.
Hoy nos dieron el día libre, mañana arrancamos con la preparación, en dos días es la primera carrera. En donde tiene que ganar Alessandro.
Me aseguré de que gané, porque mientras más premios posea, más respeto gana. Y, La Mano Negra se maneja de esa manera. Si quiero destronar a Máximo, tiene que destronarlo su único hijo, nadie más.
Una vez que Alessandro se alcé como el Rey de la Pirámide, lo destronaré por mi cuenta. Colocando a mi familia en la cima. Los De Lorenzi serán los nuevos reyes y los demás nuestros súbditos.
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El sol de Bahréin baña mi cuerpo con un calor reconfortante. Me encuentro en la piscina del mejor hotel de lujo, un oasis de paz en medio del bullicio. Mi bikini blanco se ajusta a mis curvas como una segunda piel, resaltando mi esbelto cuerpo.
Alessandro no está a mi lado, él está inmerso en las practicas implacables, sin descanso alguno. La Fórmula Uno es una amante celosa que demanda toda su atención. Yo, en cambio, disfruto de la soledad momentánea, absorbiendo la energía del sol y el sonido del agua cristalina.
Sin embargo, la paz no es completa. Murmullos masculinos llegan a mis oídos, comentarios cargados de deseo y admiración. Algunos hombres se atreven a lanzarme miradas descaradas, incluso a acercarse con estúpidos intentos de conversaciones.
Los ignoro, finjo no escuchar sus palabras. No les daré la satisfacción de saber que me afectan. Mi objetivo es otro: Alessandro.
Sé que él está practicando, inmerso en su mundo de carreras. Sus guardias le van a informar que me están coqueteando, las miradas, de la atención que despierto en otros hombres. Y eso, lo sé, lo volverá loco de celos.
Los celos son un arma poderosa, una que uso a mi favor. No es una cuestión de molestar, sino de control. Quiero que me desee con una intensidad feroz, que me necesite como el aire que respira.
Me sumerjo en las aguas cristalinas de la piscina y una sonrisa se dibuja en mis labios.
La partida comenzó y tengo todas las de ganar.
Hace una hora y media que me encuentro en la piscina, disfrutando el sol y la sensación de libertad.
De repente, un movimiento en la terraza, llama mi atención.
Allí está Alessandro, emergiendo del sol como un dios griego. Su torso desnudo brillando bajo la luz del mediodía, dejando al descubierto la [perfección de sus músculos tatuados. Sus hombros anchos y poderosos, sus pectorales duros y definidos, y una V pronunciada que se marca en su abdomen.
Me quedo sin aliento, hipnotizada por su belleza. Es un Adonis moderno, un Apolo que descendió del Olimpo para cautivarme. Sus ojos grises brillan bajo la luz del sol, y una sonrisa sensual se dibuja en sus labios.
Camina hacía a mí con paso firme, su mirada fija en mis ojos. Su short de baño negro deja al descubierto sus piernas largas y musculosas, que se mueven con gracia felina.
Al llegar a mi lado, se inclina ligeramente y me susurra en italiano:
- Cara mía ¿estás feliz por tu pequeña victoria? – su voz ronca y sensual, es una caricia que recorre mi cuerpo de pies a cabeza. Una sonrisa traviesa se dibuja en mis labios.
- Sí, estoy muy feliz – sonrío como idiota, hipnotizada por su rostro masculino y diabólico.
Sin mediar palabra, lo tomo por la cintura y lo tiro con fuerza a la piscina. El chapoteo del agua resuena en el aire, seguido por la risa contagiosa de Alessandro.
La tarde se deslizó entre risas y juegos en la piscina. El castaño se convirtió en sombra, ahuyentó con su mirada fulminante a cualquier hombre que osara de mirarme con descaro.
Ahora, la cena con el equipo es un escenario completamente distinto. Erik, mi amada Vicky y los otros miembros, me rodean con una camarería que me sorprende.
Erik, con su mirada penetrante y sonrisa traviesa, es el maestro de la conversación. Sus preguntas, aparentemente inocentes, esconden un doble sentido que me incomoda.
Si piensan que no me he dado cuenta de cómo es Erik, se equivocaron. Sé perfectamente el ser despreciable que es, pero lo necesito para mi plan y no lo puedo matar como quisiera.
- Astrid, tu llegada coincidió con la notable mejora de carácter de Alessandro. ¿Casualidad o casualidad? – dispara con precisión.
La pregunta es directa, un dardo envenenado. Siento las miradas del equipo clavadas en mí, esperan una respuesta.
Siempre supe que al confirmar mi relación el castaño, Karlsson mostraría sus dientes, pero es otro a quien domare.
- Su éxito es producto de su talento y trabajo duro. Mi presencia es un apoyo, una fuente de motivación. – respondo firmemente, controlando el temblor que amenaza con delatarme.
- Un apoyo... ¿o una distracción? – insiste, acentuando la última palabra con ironía.
El silencio se apodera de la sala. La tensión se puede cortar con cuchillo. Y comprendí muchas cosas, Erik no es cualquier tipo así que si quiere jugar, jugaré sus mismas cartas.
– ¿Envidia, Karlsson? – finjo una sonrisa, llevando la copa de vino a la boca, bebiendo un sorbo.
Su mirada se clava en su plato y veo como traga grueso, lo acabo de humillar ante todo el quipo y me siento victoriosa.
– Sabes jugar bien tus cartas – suelta una sonrisa ronca – , cuidado a quién te enfrentas.
– Tú tambien y ahora si me disculpan, tengo asuntos personales que resolver – me levanto de la silla, me despido de mi amiga y me retiro.
Ya veo porqué Alessandro le dice bastardo, si lo es. Se esconde detrás de su rostro angelical, cuando es un hijo de puta, pero al enemigo hay que tenerlo cerca.
Foto de los muñequitos en la alberca *–*
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