𝗑. 𝖤𝗌𝗉𝖾𝗋𝖺𝗇𝗓𝖺𝗌
*❝La vida consiste en ajustarse a las condiciones reales y tomar las cosas como realmente son, no como uno desearía que fueran.❞
UN DÍA, PANDORA LE PREGUNTÓ A XENOPHILIUS: ¿TE GUSTARÍA CONOCER A MI AMIGO JAMES? Al principio, se negó rotundamente. ¡Era una idea descabellada! Para él, la amistad que compartía con Pandora era lo más valioso de su vida, y temía que la introducción de un tercero pudiera romper ese vínculo. "¿Y si se burla de mí?", decía Xenophilius. Pandora no cejaba su empeño. "Nunca se ha metido con nadie". Y tras horas y horas de conversación, al fin logró convencerlo.
Tiraba de su mano con entusiasmo mientras él intentaba seguirla, planteándose si seguía siendo una buena idea o algo de lo que se arrepentiría después. Pandora conocía a James y sabía que los martes por las tardes los pasaba en Las Tres Escobas, tomando un té Earl Grey mientras estudiaba. A pesar de que su mejor amiga solía contagiarle su fervor, esta vez Xenophilius estaba demasiado nervioso para sentirlo. Pero Pandora no iba a permitir que retrocediera en su decisión de conocer a James, así que juntos se adentraron en la acogedora taberna, mientras Xenophilius probaba de calmar una hilera de pensamientos nublados por la ansiedad.
Esa última semana, James se había mantenido más ocupado de lo habitual, alejándose de sus amigos y tratando de distraer su mente para evitar caer en pensamientos negativos. Estudiaba más horas de las que podía soportar, dormía poco o, por contrario, demasiado. Se sentía culpable por no haberle confesado sus sentimientos a Pandora cuando tuvo la oportunidad, culpable por querer alejarla de su amistad con Xenophilius, culpable por no haber sabido gestionar las cosas, culpable por haberla soltado a pesar de amarla. Sabía que Xenophilius era un buen chico y que Pandora era feliz a su lado, pero no podía evitar desear que él mismo fuera quien estuviera con ella. Y eso lo quebraba por dentro.
Así que cuando Pandora y Xenophilius se asomaron por la puerta y se acercaron a su mesa, James, que se encontraba escribiendo en su pergamino mientras disfrutaba en silencio de su té, se quedó paralizado.
—¡James!
Sintió una presión en el pecho, como si su corazón se hubiera detenido por un momento. Su mente divagaba, tratando de encontrar las palabras adecuadas para dirigirse a ella. Pero cada vez que intentaba formular una frase coherente, sus pensamientos se enredaban en su cabeza. Al mismo tiempo, trataba de sostener la mirada a Pandora para evitar mirar a Xenophilius porque percibía su presencia como una amenaza, a pesar de que no tenía intenciones de interponerse en su relación, por mucho que, en el fondo, lo deseara.
—Pandora, es un gusto tenerte aquí. Xenophilius, es un placer conocerte. Soy James.
Como siempre, James mantuvo una actitud cordial y amistosa en presencia de la chica que le gustaba, sin mostrar ni una pizca de desagrado o de incomodidad. Es más, le tendió la mano a Xenophilius en cuanto lo vio, y este le correspondió con timidez, intercambiando un breve apretón de manos, y luego les ofreció una silla para que se sentaran con él.
A veces se preguntaba cómo era capaz de ocultar tan bien sus emociones en presencia de los demás. Podía estar roto por dentro, pero si se lo proponía, la gente jamás lo sabría. Era un don que había aprendido a perfeccionar a lo largo de los años, como un mecanismo de defensa para protegerse de aquellos que pudieran aprovecharse de sus debilidades. Porque, aunque a simple vista James parecía un chico tranquilo, educado y respetable, era el pequeño de una familia muy numerosa. Y el único en ser, a ojos de ellos, el más vulnerable. Un niño al que había que proteger y, asimismo, seguir los pasos de sus hermanas mayores: adultas, responsables, cultas y con grandes dotes mágicos. Por lo que crecer más rápido que los demás, en cierta forma, siempre había sido una ventaja, pero muchas otras veces deseaba haber sido un niño. El niño sensible que nunca dejó salir.
—Estudiando, ¿verdad? Cachis, si te molestamos, nos vamos en seguida, James.
James inspiró profundamente. Se sentía atrapado y sin salida, y su mente gritaba impotente que así fuera. Pero, con tal de ocultar el caos emocional que lo consumía por dentro, dibujó una sonrisa afable y forzada y guardó sus apuntes de clase.
—En realidad, estaba terminado. Quedaros, insisto.
Xenophilius escondió las manos entre sus rodillas y se mantuvo en silencio, sin saber muy bien qué decir. James, por su parte, parecía seguro de sí mismo, pero tampoco se atrevió a iniciar la conversación. Pandora los observó a ambos y arrancó una carcajada.
—¿Desde cuándo sois tan poco habladores?
Entonces, James cayó en la cuenta. ¡Claro, cómo no se le había ocurrido antes! Xenophilius no parecía cómodo del todo y su cortedad le impedía romper el hielo. En cambio, él era el que conocía a Pandora desde hacía años. Era su mejor amiga. Entonces, para conseguir su atención, mantuvo contacto visual con ambos, enderezó su postura y se preparó para hablar primero, como si nunca hubiera temido hacerlo.
—¿Habéis oído a hablar del famoso cas...? —James comenzó a decir, pero fue interrumpido por una voz familiar.
—¿Chicos? —Era Alma, que había entrado a la taberna con Mark e Imogen. Los tres fijaron la mirada en Xenophilius, que en seguida se ruborizó—. Eh... ¡Qué sorpresa! Eso... B-bueno, ¿qué hacéis aquí?
James sintió como si le hubieran arrancado una oportunidad de oro de entre los dedos. La tristeza lo invadió y se le hizo un nudo en la garganta, pero como un hábil titiritero, movió los hilos de sus inquietudes para que, una vez más, nadie pudiera notar su desazón. Detrás de su sonrisa, sin embargo, se escondía una frustración que le hacía hervir la sangre. ¿Por qué siempre tenía que haber alguien más para interponerse en su camino?
Pandora se levantó y dirigió una expresión amable a todos. Apoyó su mano en el hombro de Xenophilius y sonrió.
—Él es Xenophilius Lovegood, ya lo conocéis. Xeno, ellos son Alma Kellogg, Imogen Hambleton y Mark Attwater: mis... mis amigos. Son mis amigos.
Cuando Pandora posó su mano en el hombro de Xenophilius, él sintió una oleada de tranquilidad que recorrió todo su cuerpo. Y, de repente, le vino una pregunta en mente: ¿por qué temer a los demás, cuando los demás no te temen a ti? Pero Alma, Mark e Imogen parecían desconcertados, lo que aumentó su sorpresa cuando él también se levantó y se mostró amable con los tres. Porque, en el fondo, sabía que lo que temían no era su presencia en sí, sino el hecho de que "el bicho raro de Hogwarts" había venido para quedarse y no huir.
—Es un placer conoceros a todos.
Imogen levantó tímidamente la mano para saludar, sintiendo cierta vergüenza al no conocerlo.
—Un placer...
Mark, por su parte, asintió con la cabeza y le dio un golpecito amistoso en el brazo, aunque su tono denotaba cierta incomodidad al no saber cómo dirigirse a él.
—¿Qué hay, tío?
Y Alma, que era la única que estaba irritada, finamente cedió.
—Hola.
Pandora no era una necia y estaba acostumbrada a ser siempre la que más se esforzaba para llevar a cabo cualquier tarea, así que este supuesto embrollo no le supuso ningún problema. En cambio, Xenophilius, a pesar de haberse presentado con naturalidad, no tenía claro de qué podía hablar con ellos.
—Y bien, ¿os vais a quedar? —preguntó Pandora con simpatía.
Hubo algunas respuestas indecisas como "Bueno", "No lo sé" y "Ya veremos", hasta que Mark intentó poner las cosas en mar y tomar la iniciativa.
—C-claro.
—Vale. Pues... Sentémonos. James, hagámosles un sitio.
Por su parte, James se sentía frustrado al ver que su oportunidad de hablar con Pandora se había desvanecido en cuestión de segundos. Se apartó para dar paso a los recién llegados y se sentó en silencio, deseando estar en cualquier otro lugar, menos en este.
Los seis permanecieron callados. De vez en cuando se escuchaba a Mark sorber la cerveza de mantequilla, Alma picoteando con el pie, Xenophilius sin saber qué hacer, James mirando hacia un lado y rezando para que se fueran, e Imogen contando los ladrillos de piedra del suelo para aliviar su incomodidad. Pandora empezó a sentir que había fracasado en su intento de hacer que todos se sintieran cómodos. Era un pensamiento recurrente en ella cuando quería satisfacer a los demás, pero esa intención no daba frutos. Se dio cuenta de que los había metido en un aprieto por su culpa. Quería que hicieran migas, pero la cosa no estaba yendo de la forma en que quería. Hasta que Xenophilius se percató de ello y se dijo a sí mismo "Ya es suficiente".
—¿Qué tal os fue el examen de Herbología? —preguntó con seguridad—. He oído que fue bien a la mayoría.
Todos reaccionaron en seguida, perplejos. ¡Xenofrikilus sabía hablar! Pandora levantó la cabeza y su rostro se iluminó de pura felicidad.
—Yo saqué un Supera las Expectativas —presumió Alma con un tono vanidoso.
—Yo un Aceptable —dijo Imogen.
Las miradas se posaron en Mark, que parecía estar completamente desinteresado, tumbado en su silla. Lentamente, alzó la vista y se encontró con las de los demás. Rodó los ojos con indiferencia y luego sonrió con un poco de vergüenza.
—Yo unTroll.
Todos rieron, incluso Xenophilius. Este fue el punto de partida para iniciar la conversación, que se prolongó hasta que cerraron la taberna. A partir de ese día, algo cambió. Aunque Alma seguía desaprobando la situación, Mark e Imogen se volvieron más receptivos con él. Incluso cuando terminaron y se reunieron en la sala común de Hufflepuff, ambos se disculparon con Pandora y reconocieron que se lo habían pasado genial. Alma no dijo nada, pero a diferencia de todas las veces anteriores, tampoco soltó ningún comentario fuera de lugar. Pandora estaba encantada, por fin estaba consiguiendo que superaran sus prejuicios.
—¿Podemos hablar?
Pandora estaba tumbada en la cama mientras escribía su canción «Jonella» cuando James entró tras llamar un par de veces a la puerta. Parecía un poco desanimada, algo que, a vista de los demás, no era común en ella.
—Adelante.
James frunció el ceño y se sentó en el borde de la cama.
—¿Todo bien?
Pandora volvió a fijar los ojos en «Jonella» y, haciendo un esfuerzo para no hundirse en sus pensamientos, fingió que todo estaba bien. Como cada día de su vida.
—¡Claro! Perdón, ¿decías?
Podía ser un experto en Alquimia, Defensa Contra las Artes Oscuras, Encantamientos, Transformaciones, Astronomía, Historia de la Magia e incluso Herbología, pero acercarse a Pandora y confesarle sus sentimientos era el reto más difícil que había enfrentado jamás en la vida. Temía que ella lo rechazara y, al mismo tiempo, temía mostrar su vulnerabilidad. Porque de todas las cosas que sabía manejar, Pandora era la única que se le escapaba de las manos. James se pasó la mano por el cuello y tensó los músculos de la cara al mismo tiempo que se esforzaba por mantener el contacto visual con ella. Vamos, James, vamos.
—Solo quería decirte que... —James tragó saliva y se sintió intimidado por la mirada de Pandora, que parecía muy atenta. Quería decirle que le gustaba, pero las palabras se le atascaban en la garganta cada vez que probaba de pronunciarlas—. Que hoy me lo he pasado muy bien contigo.
Había volcado todos sus esfuerzos en que la cosa saliera bien, y parecía que a todos les había encantado conocer a Xenophilius y pasar la tarde con él.
—¡Oh, James! ¡Qué guay!
Pandora lo abrazó por el cuello en señal de alegría y James, aunque se mantenía sereno y sosegado como siempre, se enrojeció. Correspondió al abrazo con ternura y sintió el calor del cuerpo de Pandora en sus brazos. Acarició su espalda y apoyó su mentón en el hombro de su mejor amiga.
—¿De verdad?
—¡Pues claro! Y me alegra tanto de que estés feliz. Tu opinión siempre ha sido la que más me ha importado.
En ese instante, algo despertó en su interior. El hecho de que desde un inicio ella hubiera considerado que su punto de vista y a sus necesidades eran más importantes que las de los otros tres, le dio la sensación de que aún había esperanzas. Y la oscuridad que acechaba sus pensamientos se desvaneció como si nunca hubiera existido, dando paso a una luz que albergaba más energía y determinación.
—¿Puedo hacerte una pregunta?
Ambos se separaron y Pandora asintió con ilusión.
—Dispara.
—¿Te gusta Xenophilius?
Nunca antes se había planteado la posibilidad de iniciar una relación con Xenophilius. Pero, al mismo tiempo, estar con él era tan especial, tan difícil de describir con palabras. Había llegado a ser alguien muy querido e importante en su vida, alguien con quien podía compartirlo todo sin temor a ser juzgada. Pandora se dio cuenta de que nunca se había sentido así con nadie más, ni siquiera con James, a quien miró a los ojos y supo que jamás podría darle la luz que su corazón necesitaba. No cómo James lo deseaba. Y aunque parecía ilusionado y emocionado, Pandora se quedó muda, incapaz de expresarse, porque él era, ante todo, su mejor amigo, y nada más.
—Mañana... La... El sábado estaré en la Tienda de té de Madame Tudipié. Pásate y charlemos un rato. Será divertido, ¿quieres?
Pandora se sintió acorralada, sin saber cómo responder a su pregunta, y pensó que quizá lo que él necesitaba era su compañía. ¿Por qué debería decirle que no? Después de todo, era James. En cambio, él sentía que la euforia lo consumía. No quería exagerar la situación, pero Pandora a veces era imprevisible y que, por lo tanto, le estaría pidiendo una cita. ¡O a lo mejor decir "cita" era decir demasiado! Pero el caso es que lo que James había querido creer era que ella no sentía nada por Xenophilius.
Y, por desgracia, cuando uno se miente a sí mismo, entonces las mentiras se convierten en verdades.
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