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𝗏𝗂𝗂. 𝖤𝗅 𝗉𝗋𝗂𝗆𝖾𝗋 𝗉𝖺𝗌𝗈

La verdad solo da forma y color a aquello que carece de ello.

XENOPHILIUS LOVEGOOD, UN EXTRAÑO ENTRE EXTRAÑOS. Una persona que no encajaba en ninguna parte, pero, sin embargo, sabía quién era. Un chico que era conocido por su afición hacia plantas y criaturas extrañas y prácticamente desconocidas, pero que ese mismo interés lo llevaba a ser más inteligente que la mayoría. Una persona callada y reservada que observaba todo lo que tenía lugar a su alrededor y luego lo convertía en una crónica literaria.

Sentado en un rincón de la biblioteca y con el libro de Daisy Hookum a su lado, Xenophilius escribía en su diario personal. Escuchaba cómo las gotas de la lluvia caían del tejado e impactaban contra los cristales. Era un sonido muy relajante, una danza ajena que no tenía ni principio ni fin. Le gustaba, era como si intentaran reclamar su atención. Pero caían tantas que era imposible centrarse solo en una. Por eso Xeno sumergió la pluma en el tintero y dejó que siguieran bailando.

26 de octubre de 1979

Amado diario mío, hoy no te hablaré ni de hierbas ni de seres mágicos.

Hace poco más de un mes ocurrió un milagro. Se llama Pandora y gracias a ella he vuelto a escribir, no sobre aquello de lo que hablo siempre, sino sobre mí. Como si todos mis pensamientos cobraran vida nuevamente. ¡Pandora es tan auténtica, tan trasparente, tan risueña! Está llena de vida, algo de lo que algunos hemos carecido durante un largo tiempo. Es esa clase de personas que desprenden amor hacia los demás de forma innata. Es como si te hechizara... ¡Bueno, es una bruja, así que supongo que de eso se trata!

Xenophilius rio. Después miró a su alrededor para comprobar que nadie le estuviera juzgando con la mirada y siguió escribiendo.

Poco a poco he empezado a sentirme más unido a ella. Al principio estaba confundido, no sabía por qué hacía lo que hacía y por qué conmigo. Hasta que llegó un momento en donde tuve que plantearme si nuestra relación era realmente un reflejo de lo que se supone que es la amistad. Ahora me doy cuenta. Porque no solo he vuelto a escribir, sino que ahora no temo a hablar. O al menos, no cómo solía hacerlo.

Me siento diferente. ¡Más nuevo! Creo que eso de levantar el brazo en clase no es tan horrible cómo pensaba. Solo lo hago pocas veces porque sigo trabajando en ello, pero siento que estoy mejorando. La sensación de querer esperar a ese alguien después de clase, que hay una persona que está encantada de hablar contigo, es algo que nunca antes había experimentado. Debería ser más recíproco e intercambiar más palabras con ella. Se lo merece. No sé cómo, pero por algún lugar se empieza.

Amado diario mío, Pandora se ha convertido en mi primera y única amiga. Y creo que ya es hora de dar el paso.

Cerró su diario y luego contempló el ejemplar de Hookum con ternura. Por primera vez en mucho tiempo, volvía a sonreír. A sonreír de verdad. Y cuando aquella mañana de sábado Pandora se hallaba en el Gran Salón apuntando partituras en un viejo pergamino, Xenophilius apareció de la nada y se sentó enfrente de ella con Mi vida como muggle de Daisy Hookum en la mano.

—¡Daisy Hookum no vivió como una muggle! Esta mujer cuenta que pasó un año viviendo como una muggle, pero usó el Scourgify en dos ocasiones para limpiar su vivienda. Estadísticamente, el 98% del tiempo no usó magia, pero existe un 2% en donde sí lo hizo. ¡Eso no es vivir como una muggle! Creo que debería reconsiderarlo y hacer justicia al título de su historia. ¡Uf! ¿No le han dicho nunca que el lector no es un tonto que acata ciegamente todo lo que lee?

Pandora despegó su nariz del pergamino y abrió los ojos como dos platos en cuanto él empezó a hablar. Fue tal su felicidad que tuvo la sensación que jamás borraría esa expresividad de su rostro.

—¡Por Merlín, Xeno!

—¿Qué? —Él dibujó una sonrisa nerviosa.

—¡Ven aquí!

Pandora se inclinó y tras abrazarlo le dio un fuerte beso en la mejilla. Al principio se quedó en blanco, pero sin borrar su expresión ahora risueña, Xenophilius rio con nerviosismo y correspondió a su abrazo con una calidez un poco entrecortada.

—¿T-Tan ingenioso ha sido lo que dicho?

Ella se separó y negó con la cabeza. Rio repetidas veces, intentando encontrar las palabras adecuadas para expresar que lo orgullosa que se sentía. Que Xenophilius había depositado su confianza en ella, que se había atrevido a hablar y a abrirse, que ya no tenía miedo de sentirse juzgado, que... Que lo veía tan feliz.

—No, no es eso... Solo que... ¡Me alegro tanto de verte! —Sonrió, conmovida—. Venga, ¿quieres debatir?

—Vale. Pueees... El reto de Daisy Hookum consistía en no usar recursos mágicos y acomodarse al cien por cien a la vida muggle para empatizar con su estilo de vida, ¿no? ¿Pues entonces por qué carquiñoles usó un encantamiento para limpiar su vivienda? Un muggle la hubiera limpiado desde cero, con su sudor y su esfuerzo. Por eso Daisy Hookum no vivió como una muggle. De haber sido así, nunca habría usado la varita para facilitarse la vida.

—Pero tú tienes que pensar que la naturaleza de los magos es la magia. Y renunciar completamente a ella es como negar nuestra propia identidad.

—Pero, ¿por qué?

—Nosotros crecemos con la magia, convivimos con ella, está presente en nuestro día a día. Es imposible rehusarla de forma radical porque forma parte de nosotros. Es como pedirle a un japonés que vive en Occidente que cuando vaya a comer en un restaurante asiático siga usando el cuchillo y el tenedor solo porque aquí no usamos los palillos hashi. Por eso creo que ella sí que estuvo viviendo como una muggle.

—Oh, Pandora, no, no, no. Si Hookum hubiera querido, habría guardado la varita en su baúl, ¿eh?, y no la hubiera sacado hasta el fin del reto. El problema es que la vida de muggle requiere "demasiado sacrificio" para ella.

—¡Que no, Xeno! —Carcajeó Pandora—. Bueno... ¿Y al final te ha gustado el libro?

Xenophilius suspiró con placidez y la miró con cariño.

—Me ha encantado. Gracias por haberme hecho compañía, Pandora. Creo que si no fuera por ti probablemente seguiría ahogándome en un pozo sin fin.

—No me des las gracias. La gente es cruel y prejuiciosa. Si te conocieran, les encantarías.

—¡Venga ya! Ni siquiera me atrevo a dirigirle la palabra a nadie. Pero contigo es diferente. Me siento algo más seguro de mí mismo. Pero, aun así, no puedo dejar de preguntarme, ¿por qué te acercaste a mí? ¿Por qué yo? De todos los chicos y chicas que estudian en esa escuela, ¿por qué te empeñaste conmigo?

—¡Cachis! Xeno, no regreses a esta pregunta —atacó amistosamente.

—De acuerdo, de acuerdo, lo pillo.

Pandora suspiró.

—Me caes bien. Empatizo con la gente. Es como un superpoder, ¿me entiendes? Y aunque puede que haya llegado un poco tarde, cuando hablé contigo por primera vez supe en seguida que lo que los demás dicen de ti no era verdad. A ti te gusta leer periódicos, a otros jugar al Quidditch y a mí pasarme el día escondiendo mis cosas para que los nargles no me las roben. Aunque tampoco me ha servido de mucho porque me han mangado mi tintero...

—Puedo... Puedo prestarte el mío, si quieres.

Ella levantó la mirada y sonrió.

—No, gracias. Ya me lo devolverán algún día. Tal vez, pero, no cómo cabría esperar. —Se inclinó hacia él y susurró—. Porque esta vez no me he guardado ninguna idea para mí, por eso serán generosos conmigo.

Xenophilius volvió a reír en bajo y luego le regresó el mismo pensamiento.

—Pero ahora, en serio, ¿por qué haces todo eso por alguien como yo?

—¿Otra vez?

—No, perdona. Aún me sigo acostumbrando. Es que... Eres siempre tan amable con todo el mundo.

—¿Acaso me espías? ¿Tengo que preocuparme? —bromeó —. Lo hago porque, mira, creo que es importante luchar por aquello que nos hace felices y apreciar lo bueno de la vida. Me gusta vivir sabiendo que puedo hacer feliz a los demás, ¿sabes? Y me llena estar rodeada de gente que lo estima.

—¿Eso ha sido un cumplido? —bromeó de vuelta—. Ojalá fuera como tú: libre de cualquier problema.

Pandora agachó la mirada y con ello meditando esta última frase con una sonrisa que borraba cualquier sospecha de malestar. «Ya...», pensó, «"Libre de cualquier problema"».


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