𝗏𝗂. 𝖥𝗋𝗂𝗄𝗂, 𝖿𝗋𝗂𝗄𝗂, 𝖿𝗋𝗂𝗄𝗂
❝ La ignorancia no reside en los que no saben, sino en los que no quieren saber.❞
NO CABÍA DUDA QUE, PARA LA MAYORÍA, HERBOLOGÍA NO ERA LA CLASE MÁS DINÁMICA DEL MUNDO. Pandora adoraba las plantas y todas sus propiedades, pero estudiarlas no era su mayor afán en el mundo. Mientras Pomona Sprout hablaba y hablaba, ella tomaba notas y de vez en cuando se quedaba embobada mirando a un punto fijo. En un momento dado, echó la mirada hacia atrás y se dio cuenta de que Xenophilius estaba mucho más metido en la materia que la mayoría. Apuntaba sin parar y solo se tomaba una pausa cada vez que Sprout cogía aire antes de seguir con el temario.
Ella sonrió con ternura y arrancó un pedazo de pergamino para escribirle una nota: Escribes tan rápido como vuela una Nimbus 1000. Sin hacer ruido, logró hacerle llegar el papelito hasta su pupitre, esperando, como la última vez, una respuesta por su parte. Y Xenophilius, que estaba tan concentrado en tomar apuntes que parecía imposible que no le doliera la mano, dejó lo que estaba haciendo y prestó atención a la nota. Pandora extendió su sonrisa. Xenophilius se tomó unos segundos para responder el papel y cuando acabó, lo regresó a su dueña original. Después volvió a retomar los apuntes como si no hubiera un mañana para recuperar los posibles veinte segundos que había perdido.
Pandora leyó su respuesta con exaltación y se le escapó una risa tonta: Escribo con esa velocidad sobrehumana porque me paso el día bebiendo Crecehuesos, por eso no se me cae la mano a pedazos. Pero no se lo cuentes a nadie o dejará de ser un secreto. Cuando Pandora estuvo a punto de seguirle la broma, Sprout preguntó:
—¿Alguien podría decirme qué uso se les da a las hojas de Alihotsy?
Nadie levantó la mano. Nadie a excepción de Xenophilius, que parecía tener muy clara su contestación. Cuando Sprout le cedió la palabra, la mayoría de sus compañeros lo miraron con incredulidad. No sabía por qué había levantado la mano, pero el caso es que era la primera vez en años que se atrevía a hacerlo. A lo mejor era porque la atmósfera de bromas que había creado con ella lo había animado. Xenophilius se sintió muy intimidado, pero la mirada reconfortante de Pandora lo apaciguó.
—P-pues... Se usan como ingrediente secundario para la poción de la risa. Sus propiedades excitan la serotonina, que es... Es la hormona de la felicidad, de aquí las carcajadas.
—¡Excelente! ¿Y qué más, señorito Lovegood?
—Que si agitamos la poción con brusquedad, las hojas pierden su efecto porque, b-bueno, quedan dañadas. Y, por consiguiente, la poción también se castra. Asimismo, las hojas de Alihotsy son vitales para lograr el filtro Alihotsy y también para elaborar la poción de la memoria, ya que estudios recientes demuestran que tiene efectos sobre la adrenalina, que es uno de los principales moduladores endógenos de la memoria.
Pomona Sprout asintió con la cabeza y lo congratuló por su aportación. Hacía mucho que no escuchaba la voz de su alumno favorito, y a juzgar por su sonrisa de satisfacción, no solo estaba más que conforme con su respuesta, sino también con su aportación. Acto seguido, empezó a repartir una montaña de exámenes corregidos que se distribuyeron solos al pupitre de cada alumno.
—La próxima vez quiero calificaciones más altas, muchachos. Las É.X.T.A.S.I.S. se acercan y no quiero que ninguno de ustedes me deje en mal lugar. Tomen ejemplo de su compañero, Lovegood, que es el que ha sacado la nota más alta. ¡Felicidades! El resto, tendrán que estudiar más si no quieren quedarse atrás. Sé que la botánica no despierta interés en algunos de ustedes, pero recuerden que una nota alta siempre abre una puerta más en el mundo.
Pandora revisó su examen y se conformó con su A (Aceptable), que por poco no rozaba el Insatisfactorio. En cambio, Xenophilius intentó disimular su Extraordinario, a pesar de que sabía que celebrar su logro era sinónimo de algunas miradas punzantes hacia él. O eso le parecía.
Cuando terminó la clase y Pandora se tomó su tiempo para recoger sus cosas, ir al baño y despejarse un poco, encontró a Xenophilius leyendo en un rincón del Patio de la Torre Oeste. Se sentó a su lado, y aunque él aún no estuviera acostumbrado a esa clase de gestos, no se mostró molesto ni alarmado.
Ella removió los bolsillos de su túnica y sacó dos bocadillos envueltos. Cómo vi que ayer te gustó mi invento culinario, le dijo, hoy te he preparado uno. Xenophilius se mostró dudoso y luego aceptó el regalo, sin aún comprender del todo el por qué de este interés repentino que ella había desarrollado hacia él.
—¿Xeno, puedo pedirte un favor? — Lovegood se escandalizó. ¿Un favor? ¡Nadie nunca le había pedido uno!—. ¿Crees que podrías prestarme los apuntes de Herbología de hoy? Sé que esta asignatura se te da muy bien y la verdad es que yo no he entendido la mitad de las cosas que ha explicado Sprout, así que me vendría bien un poco de ayuda. Sé que son tus apuntes, y entenderé perfectamente si no quieres compartirlos conmigo, pero es que he sacado un A y me gustaría llegar al notable y no sé si mis notas de clase van a ser suficientes para lograrlo.
«¡De ninguna forma! Mi caligrafía es horrible y no quiero que se pase toda la tarde entera intentando comprender lo que sea que haya escrito. Mi vocabulario es enrevesado, anticuado y si va a parar en manos de otros y... Que no. No, no, no».
—Creo que no es una buena idea. —Se escondió la libreta entre sus brazos—. Mejor pídeselo a otro.
Pandora no era tonta. Y a pesar de que era cierto que Herbología no era su fuerte, no era una casualidad que de todas las personas que también se les daba bien esta asignatura se lo estuviera pidiendo precisamente a él.
—Si son los nargles los que te preocupan, oye, puedo darte más corchos de cerveza de mantequilla para ahuyentarlos. Así tus apuntes estarán a salvo.
—No es eso.
—No estarás pensando que quiero enseñar tus apuntes a mis amigos para burlarme de ti, ¿verdad?
Negó con la cabeza con inseguridad hasta que al cabo de unos minutos se sintió más aliviado. Deslizó unos cuantos pergaminos de la libreta y se los dio.
—No se los muestres a nadie, por favor.
Pandora sonrió con afabilidad y los guardó con delicadeza. Apoyó su cabeza en el hombro de su compañero y empezó a comerse el bocadillo. Xenophilius se tensó por un momento. Luego se acomodó y relajó los músculos. No entendía nada, pero le permitió a la rubia reposar su cabeza en su hombro como si de una almohada se tratara.
—¿Y qué tal te está pareciendo el libro de Daisy Hookum, Xeno?
—Está... Está bien.
—¿Sí?
—En realidad, es mejor de lo que creía.
Desde ese día, los encuentros en el Gran Comedor con Xenophilius devinieron una costumbre. No porque lo planearan juntos, sino porque Pandora sabía que estaría allí, esperando, en el fondo, a que ella se reuniera con él. A veces solo leían; en otras ocasiones Xenophilius hacía los deberes y ella escribía canciones en un silencio acogedor; y de cuando en cuando charlaban un poco sobre las cosas del día a día. Pero el caso era que las tardes de merienda se habían convertido una tradición para ambos. Incluso había días que cuando salían de clase, Pandora paseaba con él y luego regresaba con sus amigos. No hablaban demasiado, y siempre era ella la que sacaba los temas de conversación, pero la realidad era que tampoco necesitaban palabras para ilustrar que cada uno gozaba de la compañía del otro.
Pero para el resto de la gente, nada de eso tenía sentido. ¡Ambos eran tan diferentes! No pegaban para nada, eran como aceite y agua. ¿Por qué Pandora perdía el tiempo con alguien como él? Esa desaprobación empezó a recaer sobre sus amigos, que percibían a Xenophilius como un lobo feroz que pretendía robarles la oveja pequeña del rebaño.
—¿Por qué sigues yendo con él? Ya no pasas tanto tiempo con nosotros —preguntó Alma con desagrado en una mañana de otoño.
—Eso, Pandora. Es un rarito —añadió Mark.
—Pero si cada día también paso tiempo con vosotros, bobos. Y, por cierto, él no es ningún "rarito", como decís vosotros. ¡Qué palabra más fea! Tenemos gustos parecidos. Además, Herbología se le da maravillosamente bien y sus aportaciones me ayudan mucho a entender mejor las clases.
—A mí no me parecen importantes. De todos modos, esta asignatura me importa una mierda —Rio Mark.
—A lo mejor es porque todo te importa una mierda —replicó Imogen con vacile.
—Paso tiempo con él porque es bueno, amable y más inteligente que cualquiera de los que estamos aquí. Ayer me explicó que si quisiera mezclar una hoja de un árbol antigravedad con un poco de pimiento podría volar hasta veinte metros de altura. Esto no sale en ningún libro de pociones, sino en un artículo que leyó en el periódico. El caso es que un día, en vez de meterle pimiento, Xeno le puso sal. ¿Y sabéis que consiguió? Hacer saltos de hasta cuatro metros durante dos horas.
La mayoría se miraron entre ellos y empezaron a carcajear, como si hubiera dicho una chorrada. James no levantó la vista de sus apuntes y procuró ignorarlos. Apretó los puños.
—¿"Xeno"? ¿Es que ahora sois amigos o qué? —dijo Alma.
—Oye, si me como un kilo de judías y llevo seis horas sin tirarme un pedo, ¿sacaría todo el gas por el culo y saldría disparado hacia el cielo como una escoba si me tomara una poción de esas? Porque es una duda que me remueve las tripas y a lo mejor "Xeno" podría ayudarme a resolverla —vaciló Mark sin ningún tipo de tacto mientras se reía de nuevo e Imogen alimentaba su burla.
—¿Eres idiota? —recriminó James—. ¡Te está contando algo importante y te ríes!
—Pandora —interrumpió Alma, aun riéndose un poco—, el año pasado este tipo se pasaba las horas libres leyendo el periódico, recolectando hojas del jardín con un costal y durante los banquetes separaba la comida por los colores.
—Ah, y siempre hablaba de criaturas superraras de no sé qué países que ni siquiera existen. Joder, tía, este tío es un friki de cojones —dijo Imogen.
Pandora, que no era la única que no ponía buena cara, la miró con indiferencia.
—¿Por qué?
La fulminó con la mirada e Imogen se quedó en blanco. Los demás callaron de repente. James entrecerró su libreta y prestó oídos.
—Bueno, Pandora, no... No lo sé... Quiero decir que... Bueno, nadie hace esas cosas, ¿no? Ósea, que no hay nada de malo, pero... En fin, es raro, reconócelo.
—Xeno es diferente, ¿y qué? Tú tienes casi dieciocho años y sigues durmiendo con la luz encendida porque no te gusta la oscuridad. Y del mismo modo, yo puedo vestirme con una pieza de ropa llamativa sin que nadie me haga el vacío. Os burláis de él porque no habéis querido conocerlo. —Pandora recogió sus cosas—. Creo que es hora de ir a clase.
—Pero, a ver, Pandora—dijo Mark por última vez y con ello James renegó en voz baja. Ella se volteó—, es un friki.
Clavó la mirada al suelo sin osar mirarlos a los ojos y reflexionó acerca de los comentarios hirientes de sus... Amigos. Antes no eran así, pensó. Intentó ignorar las risas de Mark y se sorbió la nariz.
—Y yo soy una chiflada que se pasa el día hablando de nargles.
Pandora apretó la mandíbula y se preparó para marcharse. Y justo cuando estuvo a punto de abalanzarse hacia los pasadizos del claustro, vio a su lechuza, Chillidos, llegar desde la lejanía. Esperaba que volviera con una carta de sus padres, pero en vez de eso, el ave no traía nada con ella. Y como muchas otras veces, había regresado sola. Sus ojos se humedecieron y le dio la espalda al grupo. Antes de notar esa detestable y solitaria lágrima resbalar por sus mejillas enrojecidas, se deshizo de ella con una rabia contenida. Pero no por ellos, sino por la dichosa carta que no había llegado y que seguramente no iba a llegar nunca.
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