
𝗏. 𝖤𝗅 𝗂𝗇𝗂𝖼𝗂𝗈 𝖽𝖾 𝗎𝗇𝖺 𝗉𝗈𝗌𝗂𝖻𝗅𝖾 𝖾 𝗂𝗇𝖾𝗌𝗉𝖾𝗋𝖺𝖽𝖺 𝖺𝗆𝗂𝗌𝗍𝖺𝖽
❝¿Por qué esperar cuando lo que puedes hacer mañana también lo puedes hacer hoy? ❞
—ENTONCES LE DIJE "NO, MADAME ROSMERTA, NO HE PEDIDO UNA CERVEZA DE MANTEQUILLA". ¡Y me la hizo pagar de todos modos! Suerte que al menos tenía buen sabor porque si no, le habría reclamado mis dos sickles —comentó Alma Kellogg mientras se dirigía con Pandora y sus amigos en el Gran Comedor para merendar.
—Rosmerta es un poco despistada y a veces parece que tenga la cabeza en otro universo, pero no tiene mal fondo. Una vez me invitó a una infusión de gurdirraíz.
—¡Puaj! No entiendo cómo te puede gustar una bebida con sabor a moco, Pandora. A veces pienso que estás chiflada, sinceramente. Amas el zumo de calabaza y al mismo tiempo eres capaz de consumir esta porquería. ¿Qué no ves que no tiene ningún sentido? ¡Por favor!
—¿Y quién ha dicho que no lo tenga? Tú amas las varitas de regaliz y te pasas el día comiendo tarros de cucarachas afrutadas.
Alma se encogió de hombros a regañadientes y no quiso responder a su comentario. Cuando entraron al Gran Salón, Pandora se dio cuenta de que Xenophilius estaba leyendo en una esquina de la mesa de Ravenclaw, alejado de la entrada principal.
—Disculpadme, chicos —dispensó la rubia con una sonrisa, y con ello dirigiéndose hacia su compañero.
Todos se quedaron perplejos. ¿Los había dejado para irse con... Él?
—¿A dónde vas? ¿Lo dices en serio? —cuestionó Alma desde la lejanía. Hizo un chasquido con los labios y los demás caminaron junto a ella sin desviar la mirada hacia su amiga, como si estuvieran pendientes de todos sus movimientos—. Hay que cagarse...
James fue el único que no acató las palabras de Alma; ni los comentarios de Imogen; ni las bromas idiotas de Mark. Sus ojos se aferraron a la única cosa que hasta ahora había dado calor a su corazón: su mejor amiga, que se dirigía a Xenophilius con un convencimiento que no había visto antes en ella.
—James, espabila —mandó Mark, que rodeaba a Imogen con su brazo—. Necesito que me ayudes a preparar las É.X.T.A.S.I.S. o suspenderé.
Tardó unos minutos en responder, pero cuando se dio cuenta de que ella no iba a detenerse en su cometido, James se fue junto a Mark con desánimo y se sentó con los demás.
Por su parte, Pandora llegó hasta el banco delantero de Xenophilius y se sentó frente a él con disposición. No estaba segura de que se hubiera dado cuenta de su presencia, pero en todo caso, se había prometido que esta tarde no iba a dejarlo solo.
—¿Qué estás leyendo? —dijo con interés mientras se servía comida al plato. Se inclinó hacia él y comprobó que, sin duda, estaba leyendo el ejemplar de Daisy Hookum que le prestó en su momento. Pandora regresó a su sitio y se le escapó una risa divertida. Se cubrió la boca con ilusión.
Xenophilius cerró el libro con sobresalto y se echó hacia atrás. Miró a su alrededor con nerviosismo.
—¿Pero qué haces?
—¡Estás leyendo el libro que te presté!
—¡Shh no grites, por favor!—postuló con un murmuro a penas audible.
Pandora se tranquilizó y arqueó una ceja con diversión.
—Xenophilius, no somos tan importantes como para que todo el mundo quiera escuchar nuestra conversación. Además, los que están aquí están pendientes de sus cosas, no de nosotros. Pero si así lo prefieres, de acuerdo, no gritaré.
—No me llames así... —Agachó la cabeza con vergüenza.
—¿Así cómo?
—Pues... "Xenophilius".
—¿Por qué? ¿No te gusta tu nombre?
—N-no, no es eso... Solo no me llames así. Es extraño.
«¿En qué momento mis padres decidieron llamarme así? Es horrible».
Xenophilius fingió estar leyendo con incomodidad. Pandora agarró una tostada y se encogió de hombros sin darle importancia.
—Vale, pues te llamaré "Xeno". ¿Te parece bien, Xeno?
Xenophilius no supo dónde caer muerto.
—¿Perdón?
—¡Xeno, te llamaré "Xeno"! A mí me gusta.
—¿Pero qué dices?
—¡Cachis! De acuerdo, como quieras. ¿Prefieres que te llame por el apellido? "Lovegood" no me parece tan mala opción —Agarró un cuchillo de untar.
«¡Ni que fuera su alumno! Esa chica era más terca que una mula».
—No, no, no, no, por favor, no —Bufó y agitó levemente la cabeza—. Vale. ¡Por Merlín! X-Xeno está bien...
Se dio cuenta de que no había rastro de burla en sus palabras. Parecía tan segura de lo que decía que por mucho que aún le costará creer que no tenía ninguna intención de mofarse, algo le decía que tenía que confiar en ella.
Estuvo en alerta pocos segundos, como si quisiera asegurarse de que Pandora en realidad no buscaba reírse de él y sacarlo de sus casillas. Pero en vez de eso, corroboró que su teoría era errónea: iba a su aire, cauta y encantada con su compañía. Estaba recolectando todos los ingredientes necesarios para hacerse la merienda y tarareaba Life on Mars de David Bowie como si le quitara importancia al hecho de que él era ese supuesto bicho raro que Hogwarts tanto aseguraba.
Empezó a entrar en confianza y lo demostró reabriendo el libro con detenimiento, sin dejar de observarla y esperando una última vez a que finalmente ella reaccionara como hacían todos los demás. Y, por supuesto, Pandora Skogen no lo hizo. Cuando Xenophilius agachó la cabeza para retomar la lectura, no pudo evitar orientar la mirada hacia el singular bocadillo que su compañera estaba preparando.
Lo primero que hizo fue embarrar mermelada de berenjena a la rebanada blanda y a continuación le esparció mantequilla de nueces; después azúcar turbinado; luego crema de chocolate blanco; y por último una loncha de queso brie para darle el toque final. Cuando estuvo a punto de dar su primer mordisco, se dio cuenta de que Xenophilius la había estado contemplando desde el principio. A juzgar por su expresión, no era difícil deducir que toda esta combinación le parecía una locura.
Pandora le devolvió la mirada y el muchacho regresó a su postura inicial como un gato asustado. Ella sonrió con dulzura y le acercó el bocadillo.
—¿Quieres probarlo? —Xenophilius le echó un ojo y negó educadamente con la cabeza—. ¡Anda, inténtalo! He visto cómo lo mirabas. Seguro que quieres catar un mordisco. Tranquilo, yo aún no lo he mordido, Xeno.
"Xeno" le seguía pareciendo un diminutivo extraño. De hecho, nunca había pensado que su estrambótico nombre podía llegar a tener uno. Nunca nadie lo había denominado así y aun así reconocía que no era tan horrible cómo pensaba en un inicio. Tenía incluso una musicalidad agradable, hasta familiar. Finalmente, acató y dio un mordisco pequeño al sándwich. Degustó todos y cada uno de los ingredientes, pensativo. Ese bocadillo era una clara batalla entre los sabores dulces y los salados, en donde este último quedaba en desventaja con el primero. Tenía una sapidez curiosa. Pandora esperaba una respuesta y el albino no tardó en confirmarle que este invento culinario suyo no era del todo malo, sino más bien todo lo contrario. Asintió con la cabeza ante la aprobación y después siguió con la lectura.
Pandora quedó satisfecha ante sus habilidades gastronómicas poco convencionales y, siguiendo los pasos de Xenophilius, sacó de la mochila Encuentros Encantados de Fifi LaFolle al inaugurar el segundo bocado. Hasta que de repente, él, que en el fondo no había estado leyendo, habló primero.
—¿Por qué te acercas a mí?
Pandora no apartó la mirada de su libro.
—Porque me caes bien.
—Pero... No me conoces.
—¿Acaso tengo que hacerlo?
—Tienes muchos amigos. ¿Por qué no te vas con ellos?
—¿Me estás echando de tu mesa? Xeno, Xeno...
—¡N-no! Perdona. No quería decir eso —Quedó asombrado ante la falta de inmutación de la rubia—. ¿Y si soy un lunático? Tú no lo sabes.
—¿Puedes dejar de insistir en que cierre el libro y me convierta en una patana que se ríe de ti y te dice que eres ese bicho raro que tanto dices ser? —Negó con la cabeza, sonriente—. Aprecio a Fifi LaFolle, ¿sabes? Creo que este libro es un sendero de locuras mágicas. Es precioso. —Pasó página, embobada ante la elegante prosa de su autora.
Xenophilius no hizo más hincapié en el asunto y se tranquilizó ante el dulce y pueril tono de la susodicha. Él era un chico muy inteligente, otra razón por la cual destacaba (a pesar de que sus compañeros no lo valoraran), y por eso llegó a la conclusión de que no era necesario añadir nada más, ya que esto parecía ser el inicio de una posible e inesperada amistad.
Y así fue como Pandora Skogen y Xenophilius "Xeno" Lovegood permanecieron juntos en el Gran Comedor hasta que la luz de la luna se asomó por los cristales. Ambos concentrados cada uno con su lectura y gozando en silencio de lo que había sido una tarde encantadora y verdaderamente agradecida para los dos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro