Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

𝗂𝗂𝗂. 𝖤𝗅 𝗅𝗂𝖻𝗋𝗈 𝗊𝗎𝖾 𝗍𝗋𝖺𝗃𝗈 𝗉𝗋𝗈𝖻𝗅𝖾𝗆𝖺𝗌

Pude haber seguido adelante con mi vida, pero aquel día decidí mirarte a los ojos y posponer mi camino

LA CLASE DE TRANSFORMACIONES ESTABA SIENDO ETERNA. Ningún estudiante se había atrevido a hacer campana. Minerva McGonagall siempre se aseguraba de que nadie faltara en su clase y su mirada punzante daba entender que no era una profesora que, en estos casos, diera segundas oportunidades. Aun así, eso no significaba que, para muchos, Transformaciones fuera una clase densa e interminable. Pandora intentaba compaginar sus apuntes con las bromas de sus amigos, especialmente James Joyner. Luchaba para que sus risas no se escucharan lo suficientemente alto como para que los echaran a todos del aula.

Xenophilius estaba sentado justo al final de la sala, solo. Escribía en silencio y sin levantar la mirada del pergamino. Su presencia era prácticamente nula, como si verdaderamente no estuviera presente entre todos los demás. Como si fuera un fantasma, como... Como si no existiera.

Al verlo, Pandora le echó una sonrisa amable y esperó a que la correspondiera. Pero él parecía estar tan sumergido en su propio mundo que ni siquiera alzó la cabeza para ver cómo la jefa de la casa Gryffindor ponía su temario en práctica. Pandora arrancó un pedazo de su propio pergamino y le escribió un amable "Hey" con una carita sonriente mal dibujada. Luego agitó la varita con total discreción e hizo que la nota llegara hasta el pupitre de su compañero. 

Por un momento, Xenophilius se detuvo y Pandora enseguida se sintió satisfecha. Había empezado a fantasear con cuál iba a ser su respuesta a la contestación de Xenophilius. Pero él, actuando como si no hubiera leído su nota o siquiera haberla percibido, tragó saliva y siguió escribiendo con la misma severidad que antes. La sonrisa de Pandora se desvaneció lentamente hasta que se vio obligada a atender la clase como el resto de sus compañeros. Soltó un suspiro y empezó a escribir. Conocía muy bien el significado de ser y sentirse un marginado. Quizá por eso se había dicho a sí misma que tenía el deber de ayudarlo. O al menos, de acercarse a él.

Cuando la lección se dio por finalizada, Xenophilius fue el primero en recoger sus cosas y marcharse con la misma discreción de siempre. Ella se lo tomó con más calma, pero al verlo salir tan rápido por la puerta, desatendió a sus amigos por un momento y corrió hasta alcanzarlo. Xenophilius se volteó, confundido.

—¡Xenophilius, espera! Siempre me haces correr, ¿eh? ¿Has leído mi nota? ¡Cachis, espero no haberme equivocado de pupitre! —De repente, unos cuantos alumnos empezaron a observar el panorama. A los ojos de Xenophilius, algunos hacían muecas de disgusto, otros cuchicheaban y el resto juzgaban la situación con disconformidad. Empezó a sentirse violentado, sin saber qué decir o dónde meterse. Pandora hurgó en su mochila y sacó una vieja edición del conocido best-seller Mi vida como muggle de Daisy Hookum —.  Cuando hayas terminado el ensayo de Carlotta Pinkstone, léete este. Es un poco más extenso que el otro, pero estoy segura de que te gustará. Toma, te lo presto. ¡Ya me lo devolverás!

«¿Qué caracoles hago ahora?».

No supo qué decir. Se sentía completamente perdido. Miró a su alrededor con alteración y se aferró a sus libros para sentirse más protegido.

«¿Se está mofando de mí? ¿Por qué iba a prestarme un libro así como así? ¿Y por qué enfrente de todo el mundo?».

Pandora lo intentó apaciguar con la mirada, pero Xenophilius abandonó el pasillo con frustración y se dirigió al claustro, disgustado. Se negaba a formar parte de un círculo de futuras burlas y rumores. Al fin y al cabo era un bicho raro y los bichos raros no se relacionan con "personas de más clase". ¡Era como pedirle a una gacela que se hiciera amiga de un jaguar!

Algunos chicos empezaron a reírse por la reacción de Lovegood y Pandora frunció las cejas con compunción. Sin hacerles caso, esbozó una sonrisa apacible. Rendirse no entraba en sus planes, no tan fácilmente. Corrió (otra vez) tras él y cuando tuvo la ocasión de adelantarlo, se interpuso en su camino con decisión sin perder su compostura. Xenophilius también frenó súbitamente.

—¿Q-qué haces? —susurró, airado.

—Prestarte  Mi vida como muggle de Daisy Hookum —respondió como si fuera una obviedad—. Como vi que estabas disfrutando del libro de Carlotta Pinkstone, pensé que este también podría gustarte. Yo lo leí este verano y me entusiasmó tanto que me tomó poco más de seis horas acabarlo — Pandora abrió el libro y empezó a señalar las páginas —. Mira, aún hay huellas de aceite. ¡Cachis, lo siento! Tengo la costumbre de comer cuando leo.

—¡No quiero tu libro! —Xenophilius se apartó y se hizo silencio—. Ni me gusta el ensayo de Carlotta Pinkstone ni tampoco me interesa Daisy Hookum. Tú y yo no somos amigos ni nos conocemos de nada, así que para de perseguirme. Déjame solo.

Y sin nada más que añadir, Xenophilius huyó de nuevo. Pandora comprendió que quizá no le había dicho en el momento ni el sitio adecuado. Al fin y al cabo, él tampoco había dicho ninguna mentira: no se conocían. James Joyner corrió detrás de su amiga y le puso la mano en el hombro.

—¿Estás bien?

Ella no volteó la mirada. Tan solo observó la figura de Xenophilius desaparecer entre la gente del claustro. Se escondió las manos en los bolsillos y asintió con la cabeza.

—Creo que lo he asustado un poco...

Pero Pandora no iba a darse por vencida. Si no podía acercarse a él de esa forma, lo haría de otra mucho más prudente.

Aquella noche, Xenophilius Lovegood encontró una nota encima de su cama. Aún seguía confuso, pero aprovechando que estaba solo y con intimidad, se sentó en el colchón y la leyó con calma: Lamento lo que ha ocurrido. No pensé que mi forma de hacer las cosas te afectaría de esa manera. Te pido perdón. Xenophilius exhaló con remordimiento e inspeccionó la habitación un par de veces. ¿Cómo demonios había conseguido entrar en sus aposentos? No quiso darle vueltas. Estaba cansado y lo único que quería era tumbarse y cerrar los ojos. Dobló la nota y la guardó en el bolsillo de la túnica. Mañana hablaría con ella. No, mejor no. Pasado mañana. ¿La semana que viene, quizá? Bueno. Ya encontraría el día adecuado para hacerlo.

Cuando apoyó su cabeza sobre la almohada se dio cuenta de que estaba especialmente firme. Al levantarla, encontró el ejemplar de Daisy Hookum que Pandora le había ofrecido esta mañana. Xenophilius tragó aire y se tomó su tiempo para abrirlo y hojearlo. En la solapa había una segunda nota que decía: Cuídalo bien y guárdalo con un corcho de cerveza de mantequilla para repeler a los nargles.

Y cuando al día siguiente Pandora abrió su libro de encantamientos para hacer los deberes, encontró otro pedazito de pergamino que decía: En realidad sí que me gusta Carlotta Pinkstone, y Daisy Hookum no me parece tan espantosa. Gracias por el libro, lo cuidaré como si fuera mío. Lo prometo.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro