
𝗂𝗂. 𝖤𝗌𝖾 𝗍𝖺𝗅 𝘟𝘦𝘯𝘰𝘧𝘳𝘪𝘬𝘪𝘭𝘶𝘴
❝Y cuando todos los insectos la rehusaron por ser una oruga, ella devino la mariposa más bella que jamás habían presenciado.❞
•✦───────────•✧
—¡LLEGAS TARDE! ¿DÓNDE ESTABAS? —preguntó Alma Kellogg con un tono cálido.
El claustro estaba más lleno que de costumbre. Suponía que era porque era viernes. Pandora se apoyó contra una columna y atendió a sus amigos, que llevaban al menos veinte minutos esperándola.
—Xenophilius Lovegood se olvidó de recoger su ejemplar de El monstruoso libro de los monstruos y le devolví. He estado hablando con él un rato. ¡Es muy majo!
—¿Xenofrikilus Lovegood? No esperaba menos de él. Por lo del libro, digo, no por lo otro —dijo Mark Attwater refiriéndose a Xenophilius con el apodo que casi toda la escuela usaba para denominarlo. Encendió un canuto de mandrágora y lo compartió con Imogen Hambleton, que se reía a carcajadas.
—¿Este tipo sabe hablar? ¿En serio? —añadió.
Los otros dos que restaban en el grupo rieron, como si el hecho de que Pandora hubiera ido a charlar con él fuera algo de lo que hacer chiste. En cambio, James Joyner negó con la cabeza con desaprobación y se mantuvo al margen.
—Se llama XenoPHILIUS y, repito, es muy majo. Algo tímido, pero hace reflexiones interesantes.
—¿Solo "algo" tímido? Pandora, este tío solo abre la boca para comer.
Alma e Imogen se volvieron a reír y James hizo un chasquido. Pandora encogió los hombros y luego dirigió una sonrisa afable a Mark.
—Quizá deberías hablar con él. Te gustaría conocerlo.
—¡No, gracias! Por favor, todo tuyo.
—Antes preferiría casarme con una estatua de esas de la Isla de Pascua. Estoy segura de que me aportaría más interés que él —Se mofó Imogen dando una calada al porro.
—Para tu información, "esas estatuas" se llaman Mo'ai —corrigió James mientras repasaba sus apuntes—. ¡Cómo apesta! ¿Qué tal si os vais a fumar esa mierda a la otra punta del claustro?
Mark e Imogen miraron a James con impertinencia. Imogen expulsó el humo hacia un lado de forma vacilante y luego dirigió su mirada a Pandora.
—Podríamos compartirla con Xenofrikilus. Seguro que es un experto en hierbas "mágicas". Oye, ¿no le has preguntado si podría vendernos un poco de la suya?
Alma y Mark se volvieron a reír.
—¿Por qué tenéis que ser tan idiotas? ¡Sois idiotas! —intervino James de nuevo.
—Sois muy injustos. A mí Xenophilius me cae bien —concluyó Pandora—. Es un buen chico.
Alzó la mirada al cielo y recordó la conversación que tuvo con Xenophilius con una sonrisa. Ay, Carlotta Pinkstone... No conocía a muchos que la hubieran leído.
Aquella tarde, Pandora se fue al bosque, no sin antes traerse su varita, su pluma de escribir y un par de pergaminos. Su lechuza macho, Chillidos, la acompañaba. Cuando llegó se sentó en el mismo tronco en donde esa misma mañana Xenophilius se había olvidado sus cosas, y luego agitó la varita para que el pergamino y la pluma se sostuvieran en el aire. Soltó un suspiro. No sabía cómo empezar la carta. Sacudía la pierna con nerviosismo, intentando pensar las palabras adecuadas para expresarse. «Cachis, Pandora, que eso ya lo has hecho muchas veces. No es tan difícil». Sabiendo que dejando la mente en blanco o, por el contrario, recurrir a demasiados pensamientos intrusos no le iba a servir de nada, empezó a recitar la carta de la mejor forma que pudo. La pluma empezó a escribir sola.
"Hola, ¿cómo va todo? Ya he...
"¡Ya he empezado las clases! ¿Todo bien? Espero que estéis fantásticamente. Yo me encuentro muy...
"Os echo de menos. ¡Espero que nos volvamos a ver pron...
—¡Maldición! —Dio una patada contra el suelo y luego se tomó un minuto para calmarse y no perder los estribos. «Tú puedes, Pandora, no pasa nada». Durante el proceso recitó la carta unas once veces y de mil maneras distintas. Quería sacárselo de encima cuánto antes, pero algo le decía que estaba mal no querer dedicar un espacio de su vida a ello. Y eso la hacía sentir fatal. Hasta que el sol empezó a esconderse tras las montañas y dio el escrito por acabado. Se untó los labios con una crema de color zafiro, besó el papel por debajo de la estampilla, y añadió: Con amor, vuestra hija Pandora.
—Esto es para Klaus y Selquoia Skogen —Le indicó a su Chillidos, que rápidamente recogió el escrito con el pico—. Vuela raudo y ve con cuidado, pequeño. ¡Corre, vete, vete!
Pandora sostuvo la mirada en el crepúsculo hasta que lo perdió de vista. Tenía una mala sensación. O quizá no mala, pero sí de desilusión. Sabía que no era culpa suya, pero cuando algo dependía de sus padres nunca se sabía. Solo esperaba recibir buenas noticias y darles un abrazo que fuera correspondido.
—¿Crees que la he cagado, Jonella? —Se dijo aparentemente a sí misma. Empezó a hacer frío. Silencio—. Olvídalo. Seguro que todo irá bien.
Se levantó sin demora y expulsó las hojas secas de su ropa. La brisa de otoño le acarició el cabello, el rostro, las orejas y el cuerpo. Y ella, sin resistirse, la recibió como una vieja amiga. Tarareó. Rodeó sus brazos contra el pecho y empezó a balancearse. Se animó un poco más. El viento la abrazó y Pandora empezó a cantar una de sus canciones.
Cuando te fuiste, dejé de soñar
Nunca vi tu rostro y aun así no te quiero soltar
A veces me siento sola y otras veces amada
si es que querer a alguien significa hundirlo a la nada
Silbó, dio un par de vueltas, y siguió cantando. Su voz era lo único que llenaba el bosque. A esas horas, los pájaros ya no la acompañaban con su canto. Pero tampoco hacía falta. Porque a pesar de que le encantaba pasar tiempo consigo misma, a veces se sentía sola. Muy sola.
Oh, ¿aún sigo siendo tu estrella?
No sé si soy torpe o si te sigo dando pena
Oh, ¿me vas a perdonar?
Tu recuerdo sigue en la arena, enterrado sin más
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro