𝐯𝐞𝐢𝐧𝐭𝐢𝐧𝐮𝐞𝐯𝐞
Gracias, Hange.
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Estaba afuera de aquella habitación. Mis brazos estaban cruzados, mientras que podía escuchar los sollozos de Falco. Esos sollozos llenos de cuestionamientos.-¿¡Qué se supone que haremos desde ahora!?-desgarradoramente preguntaba lo mismo desde hace un rato, de seguro a Gaby quien estaba ahí con él, pero yo no estaba lo suficientemente estable emocionalmente para consolarlo. Aunque sonara egoísta, no podía hacerlo. Tanto él, como los demás, estábamos heridos. Mis lágrimas estaban escasas, me dolía tanto el pecho, que no podía respirar sin sentir que me dolía la vida por completo. Estaba solitaria en este pasillo. Creían que habría al menos una esperanza de que Yelena dijera dónde estaría Eren, a donde se dirigía, cuál era el punto más débil y rápido para alcanzarlo, pero aún así, era tarde; de seguro muchas personas seguirían huyendo, pero no tendrían salida, los niños se quedarían sin aliento, no podía dejar de pensar sin deprimirme. Me deslicé por la pared, quedando sentada. Colocaba mi cabeza entre las rodillas, mientras que sentía todo el aura de tristeza a mi alrededor, como una gran bruma que me abrazaba. No podía dejar de pensar en el rostro de mi padre, en el temor y su anhelo de vernos una última vez, aunque fuera a partir de este mundo, del que él a pesar de todo, tenía esperanza.
Recordaba. Agria y felizmente podía recordar el rostro de brillo que mi padre sembraba en su semblante cuando vio a Noah por primera vez. Era tan pequeño que temía sostenerlo, como si nunca antes hubiera sostenido a un bebé. Siempre quería estar con su nieto, su único nieto varón a quien nombramos como una esperanza de trajera luz a nuestras vidas, y así fue. Mi padre fue mi mentor, mío y el de Colt para poder emprender el andar de Noah, y ahora, sus figuras paternales se desvanecieron en el abismo de la eternidad. Estaba impotente. Sabía cuánto Colt amaba a su hijo, cuánto deseaba verlo crecer, aunque tuviera la tonta idea de obtener el poder del titán bestia, amaba a su hijo. Quizás por eso me era imposible mirar a Falco a los ojos, sintiendo la culpabilidad de no haber podido hacer nada más por salvar a su hermano del destino tan desgarrador que le tocó sobrellevar, pero para mi, el acto de amor que hizo hacía su hermano, fue la muerte más digna que cualquiera pudo haber tenido hasta hoy. Levante la cabeza cuando escuché pasos, observando por el pasillo como el capitán Levi estaba sostenidos de los hombros de Pieck, mientras que Hange y Armin caminaban atrás suyos, todos pasaron delante de mi, deteniéndose para observarme fijamente, queriendo descifrar mi estado emocional. Me miraban como si hubiera algo, una luz de esperanza.
-¿Qué?-les pregunté ante verles tan misteriosos, dirigí mi mirada a los ojos de Armin, quien estaba detenido en mi.
-Sabemos a donde Eren irá.-me comunico Hange, arrodillándose donde mi.-Ira al fuerte Suratua. Podremos llegar a tiempo para salvar al resto de la humanidad.-indicó, a lo que me quede mirándola fijamente a los ojos.-No te estoy pidiendo permiso, ni siquiera preguntando. Tú deber como soldado es pelear. Es avanzar. No es momento de descartar, es momento de consagrar tu corazón y salvar al resto de la humanidad que aún no conoce a los verdaderos héroes del mundo. Porque esa, es la historia que tú hijo conocerá. Morirá con la leyenda y el legado que su madre fue parte del pequeño grupo, que detuvo el retumbar, y salvo al mundo.-expresó, estrechando su mano en cuanto se levantó para que me levantara igual que ella; podía ver a Pieck asentirme, ella iría también.-Lo sabía, ahora que te miro a los ojos, veo que Erwin tenía razón. "Es una de los soldados más valiosos que tenemos". Si, puedo escucharlo.-dijo, mirándome y me estremecí, porque recordaba ese día donde él me dijo eso.
-¿Tú irás en ese estado?-le pregunté al capitán Levi, quien yacía recostado del hombro de mi hermana, mirándome con una seria expresión; como si le hubiera ofendido.
-Puedo dar el doble de pelea que tú, si así lo quiero. Además. No puedo perderme una charla con Eren, aunque sea la última.-esclareció, a lo que miré a Hange nuevamente, quien esperaba que sostuviera su mano y me levantara.
-Hagámoslo.-afirme, apretando su mano para levantarme; y sentir como me abrazó fuertemente, un abrazo tan lleno de sensaciones extrañas, un presentimiento que me lleno de tristeza en cuanto me abrazó.-Iré por mis cosas.-indique.
-¿No te despedirás de los niños?-me preguntó Pieck, mientras que empecé andar por los pasillos.
-No.-indique, viendo como ella me miraba sigo desconcertada.-Solo se despiden los que no volverán, Pieck. Y si no vuelvo, es mejor así; porque las despedidas no son el final.-expresé, acomodándome para ayudar al capitán Levi a caminar, ante ver como Pieck se aseguraría que los niños estuvieran en buenas manos, antes de partir.
-¿Estás segura?-me preguntó Levi, recostado encima de mi, a lo que yo observando a mi hermana entrar en la habitación; asentí, continuando en caminar.
Deje que el capitán se aferrara a mi, se que él quería demostrar que a pesar de todo, podía continuar. Le estimaba y admiraba, era fuerte. Aún estaba de pie, aún creía que era por su sangre Ackerman, pero una parte de mi sabía que la determinación de sus habilidades, también provenían de su corazón y experiencias. Camino junto a mi, como quizás nunca creyó que estaría. De empezar con una leve desconfianza y enemistad, a dejar la vida del uno al otro en nuestras manos, sin excepciones o dudas. Él caminaba a un paso lento, así que me acople a su andar, como él siempre se acopló al mío años atrás. Confío en mi. No tenía razones para hacerlo, pero lo hizo. Estaba en deuda con ellos, tanto con él, como Hange y Erwin, pero la leve diferencia es que, Erwin ya no estaba aquí para poder agradecerle por todo lo que hizo por mi. Era una pena, una gran pena que me recorría, porque lo único que me pidió fue una despedida y no pude dársela, no pude ni siquiera decir adiós. Recordaba las letras marcadas en aquella carta, quizás era una de las razones por la cual estaba tan afligida en salvar mi hogar, porque en Liberio, en una de esas gavetas, aquellas cartas yacían como recuerdos gratos de mi pasado en Paradis. La iluminación del sol hizo que mirara fijamente el puerto en donde estábamos varados.
Veía a los demás bajar del barco, por aquellas largas y grandes escalares, se prepararían para lo peor próximamente. Podía ver la aeronave desde aquí, estaba cubierta por aquel gran garage, extenso solo para reguardarla. Debían estar culminando sus preparaciones, pronto era hora de partir, porque seríamos capaz de ver desde aquí alguno de los pasos del retumbar. Levemente fui dejando a Levi en una de las cajas, donde alrededor yacían todos los equipos de maniobras tridimensionales que nos pertenecían, cada uno de acuerdo a nuestro físico. Nos rodeamos de ese escuadrón, ese especial que Levi recreo por órdenes de Erwin debido a la muerte de sus subordinados, esos que Annie mato. Lo que aquel capitán nunca pensó fue que, por siempre una parte de nosotros rondaría en él. Nos miró lentamente, como si nos examinara, debía estar en sus pensamientos como yo mientras que Jean hablaba con Connie, Hange se dirigía a Mikasa y Armin, para así nosotros dos estar en silencio. Éramos más iguales de lo que creíamos, por eso, teníamos una leve conexión que nos hacía estimarnos como lo hayamos. Él me miró, a lo que yo le di una cálida sonrisa, no me la devolvió, porque era un hombre frío y serio, pero tampoco la desprecio, él solo levantó su mano y tocó mi brazo suavemente. Fue un tacto con un gesto, uno de aprecio como mi sonrisa.
-¡Hange, despegamos en una hora!-comentó altamente Onyankopon, a lo que yo amarraba fuertemente mis correas, esperando que no se desprendieran de mis caderas.
-Ya lo han oído. Todos verifiquen sus equipos una vez más.-nos pidió ella, observándonos a cada uno, pero todos parecieron dirigirse a Levi ante un gruñido proveniente de él.
-... Dos dedos son más que suficientes para mi. No hay problema.-expresó él, mientras veíamos cómo la falta de sus dedos afectaban el agarre de sus hojas, pero aún así, pareció resolverlo algo frustrado.
-¿Así que yo soy la única que huirá?-giré mi mirada, observando a Pieck y Reiner delante de Annie, a quien escuché hablarles.
-Deberías ir.-comentó Jean, mirándome detenidamente.-Ellos también son tus amigos.-expresó, sabiendo que se estaban despidiendo de Annie, a lo que asentí girándome ante el comentario tan real de Jean, a quien le asentí.
-Tú nunca has obedecido a Marley. No hay nada de lo que tengas que sentirte culpable.-fui caminando, escuchando a Pieck, llegando a su lado para ver cómo los tres extrañados me miraron; les sorprendía que estuviera aquí, junto a ellos en esta despedida.
-Reiner, quiero disculparme por lo qué pasó hace años, contigo y Berthold.-expresó ella, mirando al rubio aún lado de mi, con un semblante serio.
-Ese día, todo comenzó porque yo insistí en que debíamos continuar con la misión. Si tan solo hubiéramos regresado un momento, tanto tú como Berthold estarían con sus familias. Incluso Amaya se hubiera evitado tantas cosas. No creo que merezca disculparme con ustedes.-musitó él, apenado mientras la miraba fijamente.
-Estoy de acuerdo. No puedo ni siquiera contar todas esas veces que pensé en asesinarte.-comentó ella, como si quisiera sonreír aliviada por haberlo confesado, pero se quedó seria.
-Mereces un premio por contenerte, aunque yo también.-comente, viendo como estos dos se abrazan fuertemente, dejando atrás esos remordimientos que los persiguieron todo este tiempo.
-Cuida de Gaby y Falco.-pidió Reiner, a lo que Annie asintió, separándose de ese abrazo para mirarme fijamente, quedando frente a frente conmigo.
-... Amaya.-Annie me miró, pero pareció no tener algo que decirme, así que bajo la cabeza por un momento.-Lamento mucho no haberte apoyado cuando pude hacerlo. Cuando pudimos hacerlo.-lamento, refiriéndose a ella, Reiner y Berthold, quien ya no yacía aquí con nosotros.-Si tan solo te hubiéramos escuchado... -susurro, pero yo me acerqué para abrazarla con fuerza.
-Solo éramos unos niños.-expresé, sintiendo un suspiro aliviado provenir de ella en cuanto me sintió.-Cuídate mucho.-le pedí, separándola de mi, para mirar sus azulados ojos humedecidos.-Estaremos bien.-le dije, a lo que ella asentía, restregando sus ojos.
-No puedo perder a mis queridos camaradas.-expresó, porque a pesar de que Pieck estaba aquí, nosotros éramos quienes teníamos ese vínculo con Annie, y ella lo entendía.-Ya perdí a Berthold.-expresó, a lo que lleve mi mano a la espalda de Reiner, dándole consuelo ante ese comentario amargo de Annie.-Bien... es hora de irme.-expresó, girándose con dificultad, no sin antes despedirse con la mano a sus también, queridos camaradas del escuadrón ciento cuatro.
-¿Lo lograremos?-me preguntó Reiner, a lo que Pieck se dirigió hacia Hange, mientras que me quede observando cómo Annie subía al barco.-¿Podremos salvar al mundo?-esclareció la pregunta, frustrado.
-Si no lo hacemos, no me lo podré perdonar nunca.-respondí.-Se los debemos... -susurré.-Marcel, Porcco, Berthold, Sasha, Colt... inclusive Ymir, se los debemos, les debemos que los que dejaron aquí vivan en paz y libres, como ellos no pudieron.-expresé, mirando al cielo.-Puedo sentir que están aquí. Observándonos.-musitaba.
-Yo también puedo sentirlos.-comentó Reiner, mirando al cielo afligido igual que yo.-Quieren saber si redimiremos sus errores.-musitó, a lo que le mire.-Gracias por seguir peleando a mi lado.-agradeció, a lo que me quede detenida aún lado suyo y estreché mi mano.
-Hasta el final, Reiner.-le dije, sintiendo como él llevo su mano a la mía, estrechándola con fuerza.
Nos miramos, a lo que sonreímos de lado, ambos; dejando todo atrás. Él y yo nos quedamos ahí, juntos en el puerto. Era como si volviéramos a empezar de cero, y se sentía bien, porque si este era nuestro final, estaba bien que Reiner y yo luego de tantos años, pudiéramos mirarnos y no sentir remordimiento. Veíamos a Annie, como ella duramente nos dejaba atrás con muchos sentimientos. Ella se detuvo, la brisa removió su cabello, impidiéndome ver su rostro tan decaído en tristeza. Alce la mano y la sacudí, despidiéndome. Ella asintió, pareció susurrar algo, pero de seguro le reconfortaba más dejarlo en el aire, ante nosotros no poder escucharla. Nos dio la espalda y desapareció de nuestra vista, pero ante eso, unos disparos sonaron. Reiner y yo ni siquiera nos miramos, nos giramos con brusquedad, como si fuera una carrera de quien llegaría primero, pero ya todos estaban dentro del gran garage donde estaba la aeronave. Apreté los mangos de mis hojas, sacándolas de sus cartucheras para elevarlas en el aire, pero ante eso, pude ver cómo Mikasa de un solo movimiento, pareció desprenderle parte del cuello a ese soldado que disparaba. Se desplomó en el suelo, y yo observe cómo la aeronave estaba repleta de agujeros. Se me quería salir la vida por la boca cuando vi eso detenidamente, me quería desplomar igual que ese bastardo.
Lo veía ahí tirado. La sangre se empezaba a recrear en un bache, desvaneciendo su vida entre los suspiros que daba, mientras con dificultad respiraba. Intentaba, pero él no podía, ya se estaba yendo de su cuerpo. Era Flotch, no podía esperar menos de ese hombre que estaba afligido a su nación, más que cualquier otro. Apenada le mire, pero era como si quisiera culminar con su miseria, en cuanto avisaron esos trabajadores que tendríamos un retraso de una hora, si, una jodida hora sólo para tapar esos agujeros. Escuchaba a Hange, como clamaba en su desespero, mientras que yo lleve las manos a mi cabeza, sintiendo que todo nuevamente estaba cayendo, perdíamos. Me giré, tapé mis oídos, no quería escuchar a nadie, así que tan solo empecé a caminar nuevamente hacia afuera. Sentía mis piernas temblar, mi talón parecía sentirlo, pero ahí me percaté que no era yo, y eso, me desconcertó más. Me quede quieta, destape mis oídos mientras miraba el mar, y ahí sentí como nuevamente mi cuerpo se tambaleaba. Me giré lentamente, quedando abrumada con ese horrible ruido de estremecimiento, no podía ser cierto lo que veía, debía ser una broma, si, solo una broma. No era cierto, el retumbar no podía estar detrás de nosotros justo en este momento. Negué, esto no era una broma, ni siquiera un sueño. Era una pesadilla.
-No puede ser.-giré a mi lado, observando cómo Mikasa había llegado hasta mi, aturdida como los demás, quienes miraban el horror delante de nosotros.-¿Esto fue todo?-pregunto Mikasa, sintiendo la derrota ante ella, mientras que Armin se colocó a mi otro lado.
-Ahora... no hay otra forma. Deberé quedarme y y conseguir algo de tiempo.-me giré con brusquedad ante aquellas palabras de Armin, en negación le mire, viendo sus azulados ojos mirarme fijamente; en desacuerdo con mi pensar.
-¡No harás eso!-dijimos Reiner y yo a la vez, pero Reiner se colocó delante de él, causándole un estrecho pensamiento de encierro, para que no tuviera otra opción que dejarle ese cargo a alguien más.-¡Eres la última esperanza de detener a Eren!-indicó Reiner.-¡Yo me encargó!-afirmo, a lo que apreté mis dientes y fruncí mi mirada.
-¡Nos encargaremos!-indique, escuchando la negación de Armin en mis tímpanos junto a la de Mikasa y Pieck, mientras que mire a Reiner detenidamente.-No te dejaré solo.-dije, viendo como él se quedó desconcertado ante mi idea tan suicida como la suya.
-¡Amaya!-Armin apretó fuertemente mis brazos, quedando delante de mi.-¡No puedes hacer tal estupidez!-comentó, desesperado.
-¡Reiner no va pelear solo Armin!-exprese, soltándome de su agarre.-¡No puede ser así, no hay otra manera!-grite, era un momento tenso.
-¡No puedes dejar a tu hijo solo, no puedes dejarnos!-espabilo, a lo que vi como Reiner sumamente de acuerdo, parecía asentir.-¡No, tú tampoco lo harás Reiner! ¡Mi titán es más poderoso que el de ambos! Puedo ganar tiempo.-expresó Armin, mirándonos a ambos.
-¿Entonces yo debo perderte también?-le pregunté, mirándolo fijamente, viendo como todos realmente estábamos en una posición amarga.
-¡Ninguno de ustedes debe estar usando sus poderes titánicos!-nos giramos, observando cómo Hange nos dio una mirada fría y fulminante, estaba en desacuerdo con nosotros.-No voy a verlos morir. Yo fui quien los trajo aquí, he matado a mis compañeros para llegar lejos. Tomare la responsabilidad por todo esto.-me quede aturdida ante sus palabras, mientras que un silencio pesado nos abrumó.-Armin Arlert, te nombró 15avo comandante del cuerpo de exploración. Las tropas necesitan las habilidades que tú posees; el nunca rendirse y de comprender absolutamente todo. No hay nadie que sea más apropiado que tú, te dejaré el resto.-ella miró a Armin con convicción, mientras que él estaba igual de ido que todos, sin ni siquiera poder suspirar.
-¿Es una broma?-pregunté yo en voz alta ante ver que nadie decía nada.-Iré contigo.-dije, mirándola con la misma convicción que miró a Armin, pero Hange detuvo mi cuerpo, ese que temblaba ante su tacto.
-Lo sé.-susurro en mi oído.-Te duele, lo entiendo.-musitaba tan segura, como si conociera mis sentimientos.-Pero, no puedo dejar que lleguen hasta aquí, después del largo viaje que han recorrido.-apretó mi hombro, mientras que tenía mis ojos abiertos como platos.-No tengas miedo. Después de todo, eres fuerte y valiente, muy valiente Amaya. Esto solo será un dolor que aprenderás a sobrellevar como todos esos que algún día conociste, no tengas miedo. Solo me iré por un momento, cuando menos lo esperes, volveremos a vernos.-me decía, acariciando mis brazos, a lo que yo aún no le miraba.-Amaya, te quiero muchísimo. Eres muy especial para mi, como todos lo son. Así que por favor, déjame hacer esto. Se que Erwin así lo hubiera hecho. Él dio su vida por ustedes, déjame redimir el hecho de que yo si me estoy despidiendo, como nunca pudo hacerlo contigo.-baje mi cabeza, sintiendo como mis músculos perdían fuerza.-Dame un abrazo.-expresó, a lo que simplemente la abracé, pero sin fuerzas.-Bueno, espero que Noah sepa quien fue la tía Hange. Esto es todo, así son las cosas. Así que, adiós a todos.-comentó ella, soltándome sin mirarme a los ojos, pero yo me quede detenida, aún sin movilidad.-Ah, y ahora Levi es tu subordinado. Puedes darle todas las órdenes que quieras.-añadió, con una sonrisa mientras continuó caminando.
-¿Qué...?-musitó Armin, igual que desconcertados que todos, esto era más real de lo que estábamos creyendo que sería.
-Oye. Maldita cuatro ojos.-escuché a Levi, por lo cual levante mi mirada, dándole la espalda a mis compañeros ante estar más adelante.
-¿Sabes Levi? Yo siento que me llego la hora. Quiero actuar lo más genial que pueda, así que deja que me vaya así.-le dijo ella, como toda una heroica mujer; pero el capitán pareció aferrarse a esa idea, y apretó con fuerza su camisa, cabizbajo.
-Entrega tú corazón.-pidió él, bajando su brazo sin fuerza, a lo que ella río, para así, avanzar; Hange se elevó en el aire, frente a toda esa manada de colosales que la harían trizas.
-Hange... -susurré, mientras que el capitán se detuvo a mi lado, observando cómo ella se elevaba más y más alto, lanzando esos lanza relámpagos, todos veíamos afligidos.-Estás loca.-musité yo, caminando adelante para aguantar mis ganchos, pero un brazo me apretó con fuerza.
-Amaya... está bien.-observe fijamente a Levi, quien me miraba serio y frío, como si no sintiera nada; pero parecía sentir todo.-Es su momento.-afirmó, a lo que negué desesperada.
-¡Bombeen el combustible! ¡Enciendan el motor!-gritaban esos trabajadores que yacían dando todo para salir de aquí, para continuar, mientras que me jalaban hacia atrás, pero no podía dejar de observarla.
-Amaya.-Levi me llamaba, pero me queda aturdida, ¿como alguien podía ser tan caliente?-Amaya, vámonos.-me pedía, pero no podía moverme.-¡Vayan ayudarlos!-pidió Levi, de seguro a los chicos.-Ustedes dos, móntense, ¡ahora!-pidió, su voz estaba fría, esto le estaba doliendo igual que yo.
-Tumbó a uno... -susurré yo, observando cómo aquel gran titán colosal se empezaba a desvanecer en el suelo.-¡Lo logró!-grite, sintiendo mi corazón palpitar fuertemente en cuanto Levi, a pesar de su dificultad física, me apretó el brazo con fuerza para que empezara a caminar, básicamente me empujaba.-¡Hange, muy bien!-le gritaba, con mis ojos humedecidos.-¡Espera, aún no capitán, tengo que apoyarla!-intentaba de detenerme, pero Levi me seguía empujando, casi no podía ver a Hange, hasta que me empujó adentro de la aeronave.-¡No!-le grite, empujándolo con brusquedad.-¿Por qué permites que muera sola?-le grite a Levi, quien impedía que saliera nuevamente de la aeronave.
-Está bien... está bien.-unos brazos me sujetaron con fuerza, mientras que mi hermana me hablaba al oído, y yo observe cómo Levi se sentaba abatido y cabizbajo.-No mires, no mires.-me pedía Pieck, pero con fuerza me solté de su agarre, hasta que la puerta de salida fue tapada por los chicos, quienes se montaron; íbamos avanzar, ni siquiera me di cuenta de que habíamos logrado que fuera así.
Mire detenidamente a Armin. Sus ojos humedecidos me miraron con mucha tristeza, él se quedó parado frente a la ventana de la puerta, tapándola de mi vista. Negué con mi cabeza, pero él se quedó ahí parado, sin moverse; sin decir nada. Mi cuerpo se tambaleó como el de todos en cuanto la aeronave pareció moverse, como si empezara avanzar para coger altitud. Volaríamos lejos, muy lejos de aquí, dejándola a ella y a su sacrificio atrás. Aún no podía ver, todos ellos se pararon en la ventana, para observar, pero yo tan solo me arrodillé en el suelo sumamente frustrada, y lloré. Mis lágrimas cayeron una a una en el suelo metálico que golpee fuertemente, estaba inclinada, podría acostarme y llorar, pero me quede arrodillada. Así que mientras Armin gritó su nombre de manera desgarradora, solloce fuertemente sabiendo que, ya ella debía estar cayendo al suelo, para ser aplastada por miles de titanes colosales que no tenían conciencia para saber lo valiente que habían sido. Tape mi rostro con las manos, como si eso impidiera que todo lo que sentía, se detuviera, igual que los demás llore y deje salir cada uno de los sollozos que describían como me sentía. Estaba agradecida, pero desconcertada. Negaba, porque siempre me tocaba ver cómo esas personas que tanto estimaba, morían delante de mi con un solo propósito, para que siguiéramos avanzando.
Sentí como unos brazos me abrazaron desde la espalda, hasta mi pecho. Sabía que era Pieck, así que tan solo continué tapando mi rostro, mientras que mi pecho subía y bajaba. Ni siquiera podía respirar de la frustración, y del dolor que estaba experimentado. Hange siempre, pero siempre creyó en mi. Incluso cuando creí que todo había acabado para mi, ella dio su cara frente a grandes líderes sabios, y permitió que siguiera avanzando con ellos. Por eso me dolía, porque con ella sentí lo que había dejado de sentir hace años, un amor maternal, no solo fue así conmigo; si no con todos. Deje de taparme, para abrir mis ojos, aunque me ardieran, observando cómo no era la única que estaba sintiendo este amargo y agrio dolor, pero fue sorprendente como Levi, de todos los que estaban sufriendo, no tenía ni una lágrima, pero aún así se inclinó delante de mi, para llevar su mano a mi hombro, apretándolo con fuerza como si quisiera consolar lo que sentía, sabiendo que él debía estar más dolido. Él pareció levantar la mirada para observar a mi hermana, quien dirigió su mano al hombro de él, apretándoselo, queriendo darle el mismo consuelo que me estaba dando a mi, y así los tres nos quedamos. Mientras que baje la cabeza entre lágrimas, y suspire.-Gracias Hange.
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Próximo capítulo: En lo más alto del cielo.
Los chicos han continuado, para consagrar su corazón en la última batalla contra Eren.
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