𝐜𝐮𝐚𝐭𝐫𝐨
Locura.
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Caminaba por aquella acera, intentando de evadir a la multitud de gente que celebraba en este festival, fuera de la zona de internamiento. Pese a tener mi permiso, junto a un brazalete que describía mi personalidad como una Eldiana honorable por mi trabajo de Guerrera, mucha gente se incomodaba por mi presencia entre ellos, pero se mantenían en silencio, por respeto al trabajo que ellos no son capaces de hacer. Había música, mucha, donde se veían a las parejas bailar animadamente, siendo vistas por otras. Sonreí, observando cómo Falco a mi lado observaba con detenimiento, y se removía un poco al ritmo de la música. Su mano y la mía estaban entrelazados, él junto a su madre, el mío, y la señora Braun, decidimos salir de la zona de internamiento, junto a un líder de nuestra milicia con sangre Marleyano, en caso de que hubiera algún tipo de conflicto. Aunque todo pareciera tranquilo, podía ver lo ansioso y alertas que estaba mi padre y la señora Braun junto a su sobrina Gaby, temían al mundo exterior, pero desde que yo supe lo que era, ya no temía por absolutamente nada de lo que me encontraría. Vivíamos en un mundo cruel, pero para aquel niño que bailaba a mi lado, solo vivíamos en un mundo corriente, era tan inocente, que le bastaba con vivir en la zona de internamiento.
Mi padre saboreaba un delicioso helado, mientras que yo apreté ambas manos de Falco, y le hacía bailar al ritmo de la música que escuchábamos. Tenía que inclinarme un poco ante su baja estatura, pero no había dudas de que cuando se convirtiera en un adolescente, sería algo y apuesto como su hermano Colt. Desearía que estuviera aquí, junto a mi hermana. Habían pasado meses, la víspera de mi cumpleaños se acercaba, y sería solitario sin ellos, pese a que tenía gente alrededor, necesitaba de sus vibras en mi diario vivir. Dirigí mi mirada a la señora Grice, ella me miraba tan contenta, disfrutaba que valorara su familia, como ella lo hace con la mía. A veces no podía dejar de preguntarme qué sintió cuando perdió a mi madre, eran mejores amigas desde niñas. Quería saber si se sintió como yo, cuando determine que Armin había muerto, sin más remedio alguno. Ante ese amargo recuerdo, me refugié en Falco, haciéndolo girar a nuestros pasos. Muchas personas nos miraban y sonreían, pero otras tan solo parecían disgustadas. Intente de que Falco tan solo se enfocara en mi, para que nadie le robara esta libertad, no deseaba que lo hicieran sentir rechazado, así que disfrute cómo sonreía, hasta que sus mejillas estaban coloradas.
-Okey, ya me canse.-le dije, actuando como si estuviera fatigada.-¿Por qué no vas con Gaby a comprarte un helado?-le pregunté, inclinándome a su altura para revolcarle el cabello, viendo como asentía rápidamente.-Ten.-le dije, dándole de mi dinero.
-Gracias... -musitó, dándome un beso en la mejilla.-¡Ven Gaby!-llamo a la pequeña de cabello castaño, quien se acercó rápidamente a él, a diferencia de Falco, Gaby era más atrevida y arisca, nació con una malicia que no podía describir.
-¿No vas a comprarte un helado?-me preguntó mi padre cuando me recosté de la baranda donde él estaba, lambiendo su helado con mucho gusto.-Este está delicioso.-comentó.
-No tengo tanta calor, el invierno ya está cerca.-respondí, observando entre la gente a Falco y Gaby en el puesto de helado, mientras que sus parientes yacían alrededor observando algunos quioscos de ropa.-Se cumplirán dos años desde que llegue aquí, mientras que tres meses desde que Colt se fue.-decía.
-Se acerca tu cumpleaños.-comentó mi padre, mirándome, de una forma nostálgico.-No dejas de crecer, y no puedo detenerlo... -susurro, entristecido.-Un año más para mi, un año menos para ti.-continuaba diciendo, abatido en tristeza.
-Deja de contarlos, papá.-le pedí, cabizbaja.-Yo deje de hacerlo hace mucho.-añadí, suspirando gruesamente, mientras que él continuaba saboreando el sabor de aquel helado que sostenía.
-Al menos se que de alguna tendré un nieto que podría cuidar, y criar.-decía, sonriendo.-Galliard durará algún tiempo después de que Pieck se vaya, y Colt aún está en decisión para ser el sucesor del titán bestia en unos años, así que, él también duraría algo más después de ti.-comentaba, mirándome.-Unos nietos no estarían mal.-volvió a mencionar, a lo que sonreí denegando.
-No es algo en lo que estemos pensando, papá.-interferí con su pensamiento.-Pero, quizás si convenza a Colt de no ser el sucesor del titán bestia, podríamos traer un niño a este mundo, a este cruel y frío mundo... -musitaba.
-¿O no deseas que sea un Eldiano como nosotros?-pregunto, limpiando su boca ante finalizar con su helado.
-No desearía que lo priven de su libertad, que lo traten cómo está gente nos trata. Con desprecio, pero de manera honrada por ser nosotros quienes peleamos para salvarlos. ¿Qué lógica tan hipócrita usan?-le pregunté a mi padre.-Este brazalete describe que somos monstruos temidos, que salvan y luchan por la misma nación que nos juzgan.-dije, fulminante por ver cómo algunas personas nos observaban pasando delante de nosotros.-No quisiera traer al mundo a una persona que no pueda ser libre, no quiero que sufra lo mismo que nosotros.-finalice en decir, viendo como él me miraba detenidamente.
-No hay nada más hermoso que vivir en este cruel mundo con personas que amamos, más que nuestra propia vida.-expresó mi padre, mirándome detenidamente, mientras que palmeo mi hombro.-Iré por otro helado, ¿quieres?-me preguntó.-A ver si te endulzas la vida.-comentó, sonriendo.
-Se va enfriar más.-le arregle, sonriéndole, para ver cómo él se iba de mi lado, directo al carro de helados que defalcarían.
Era amante de los helados, pero en Liberio no habían muchos carritos de heladeros. Falco y Gaby aún yacían delante de él, saboreando sus helados. Mientras que me quede detenida observándoles, me afligí a las palabras de mi querido padre. "No hay nada más hermoso que vivir en este cruel mundo con personas que amamos, más que nuestra propia vida". Sonreí cabizbaja, habían muchas personas que amaba más que a mi vida, y ya no los tenía cerca. Era hermoso vivir de esa manera, aunque solo fuera un cuento que tuvo un final amargo, o quizás, una pagina en blanco sin final. La brisa removía mi cabello, el cual se había alargado en estos últimos meses. Quizás me lo cortaría dentro de un tiempo, pero me encontraba con este nuevo estilo. Lo acaricie y acomode con mis manos, sintiendo su lisa y suave textura. La gente pasaba, y yo estaba recostada de la baranda, de una manera cómoda, aislada de todos, por respeto y seguridad, no solo mía, si no por las personas quienes me acompañaban. Reí, observando a mi padre bailar junto a un payaso, quien le regalaba unos globos a los niños a su alrededor, incluyendo a Gaby y Falco, quienes se quedaban aún lado de ellos. No era fanática de los payasos, así que preferí quedarme aquí, observándoles de lejos.
Un sombrero se elevó en el aire, de seguro se le había caído a alguien, así que continué siguiendo con la mirada el negro sombrero que flotaba en el aire. Muchas personas se movían, parecía ser que la persona que había perdido aquel sombrero estaba desesperado buscándolo. Lo observe con aquel gabán, estaba de espalda pero alzaba su mano para atrapar el sombrero y tapar su corto cabello rubio. Se veía gracioso, hasta que logró alcanzar su sombrero. Se quedó allí, cerca del final de la baranda, la cual intervenía el paso, ya que solo había mar. Su vestimenta me pareció curiosa, viéndolo, pude observar cómo se giró, y todo para mi, pareció detenerse. Abrí mis ojos grandemente, sintiendo como un suspiro se me escapó en el viento cuando vi sus azulados ojos. Debía estar yéndome en una terrible locura, pero podía jurar que estaba viéndolo. Sacudía aquel sombrero, mientras que mi corazón iba rápido, pero mi cuerpo se había inmovilizado, no podía sentir mis músculos, ni siquiera intentar de moverlos. Había entrado en un estado de shock, creyendo que ese joven que había agarrado el sombrero, era nada más y nada menos que, Armin Arlert. Las imágenes de su cuerpo calcinado me abrumaron tanto, que lleve mi mano a mi rostro, tapando mis ojos.
-Me estoy volviendo loca, maldita sea.-afirmaba, intentando de esclarecer la imagen, pero cuando volví a levantarla, él estaba en el mismo lugar, colocándose su sombrero, y mirando alrededor, mientras que mis manos temblaban.
-¡Amaya! ¡Amaya!-la voz agitada de Falco me hizo elevar la mirada, buscándolo entre medio de la gente, mi nombre se escuchó fuerte y alto, por alguna razón, no sé porque decidí mirar hasta donde estaba aquella figura que mi mente imaginaba, o eso quería creer.
-Imposible... -susurré, observando sus azulados ojos detenidos en mi, como si me reconociera, como si él fuera real, pero tan solo con brusquedad me moví entre la multitud, intentando de escapar, queriendo encontrar a Falco.
-¡Amaya!-me apretó con fuerza cuando me encontró, aquel pequeño parecía estar asustado, pero no más que yo, que sentía como el aire se me estaba desvaneciendo.
-¿Qué pasa?-pregunte agitada, por lo que mi interior estaba sintiendo, quería escapar de aquí, porque cuando dirigí mi mirada al fondo de la baranda, ya ese espejismo no estaba, pero era muy real para ser mentira.
-Me empujaron unos niños.... -musitó él, entristecido, mientras que observe su ropa algo arrugada, por lo cual tan solo eleve a Falco encima de mi, para abrazarlo, y pasar entre la gente.
-¡Sal de en medio, Eldiana!-grito uno en cuanto me empujó, mientras que muchos mas empezaron a observarnos, nos empujaban, era sumamente intencional, y solo quería sacar a Falco de ahí.-¿Por qué siguen pariendo más demonios de esos?-seguían preguntando entre otros murmullos.
-No los escuches.-le pedía a Falco, intentando de sobresalir por aquel festival, mientras que Falco se aferraba a mi.-Temen que seamos salvadores, cuando todo esté tiempo ellos han sido unos bastardos estafadores, mentirosos y manipuladores.-le comentaba a Falco, acariciando su espalda.-No creas que eres un demonio, cree y hazlos carecer de madurez cuando crezcas, porque eres un salvador, nuestra sangre es la esperanza de un mundo libre, no creas otra cosa, Falco.-le decía, sintiendo como él asentía.
-¡Amaya!-la voz de mi padre me alertó en cuanto salí de la multitud, observándole pasar cabizbajo por respeto injustificable que esta gente no merecía.-¿Qué pasó?-me preguntó, llegando a mi lado algo fatigado.
-Me voy. No aguanto más.-le dije a él, con mi voz temblorosa por lo que había visto.-Me estoy volviendo loca, papá... -musité, mientras que Falco no me soltaba.
-¿Pero, qué tienes?-me preguntaba preocupado, mirándome a mi, y a Falco.-¿Qué le pasó?-volvió a preguntar, mientras que yo intentaba de suspirar, pero lo hacía de manera gruesa.
-¡No lo sé!-le dije en un tono alto, sabiendo que lo habían agredido, pero no quería alterarlo o asustarlo, quería que disfrutara.
-Amaya.-mi padre me llamo en un tono suave, mirándome con preocupación.-Entiendo que aún sientas que no perteneces aquí, pero aquella Isla no era tu hogar, este si. Tu familia está aquí, no allá. Estás así por ellos, debes dejarlos ir, debes intentar hacerlo. Seguirás dañando tu mente, Amaya.-me decía, a lo que yo abrí los ojos grandemente, ante ese balde de agua fría.
-Papá... -le llame, intentando de calmar como me sentía.-No pertenecemos aquí, nunca lo haremos.-le dije, dándome cuenta de todo lo que había analizado desde que llegamos.-Pueden quedarse con el soldado de Marley y los demás, él los traerá a Liberio sanos y salvos, pero, me adelantaré con Falco.-le decían viendo como él se quedaba parado sin expresión.-Lo llevaré a su casa, con su padre. Intenta de no preocupar a la señora Grice, solo diles que me sentía mal y Falco quiso acompañarme, por favor.-le pedí, viendo como él asentía, para así, darme la vuelta, y continuar caminando fuera del festival.
Mis ojos se humedecieron, aunque hace mucho no me entristecía al punto de llorar, hoy era mi día de quiebre después de mucho tiempo, pero con todo y eso, decidí aguantar, para continuar con Falco, sin tener que preocuparle o asustarle por mi estado emocional. Acaricie su espalda, camine mucho rato con él en mi, lo sostenía, con tal de darle un refugio de calma. Decidió bajarse por cuenta propia, para así, caminar a mi lado, en un silencio preocupante para mi. Se veía entristecido, mientras que veía su ropita arrugada. Eso me estrujaba el corazón, pasó tiempo planchándola con enseñanza mía y de mi padre para que pudiera impresionar a Gaby, para que al final, se la dañaran unos niños guiados por la ignorancia de los adultos que los rodeaban. Acaricié el cabello de Falco, caminando en aquel silencio, juntos, hasta que se sintió cómodo nuevamente de entrelazar su mano con la mía. Se sentía refugiado en mi, al igual que yo en él, a pesar de sólo ser un simple niño. Era su aura junto a su inocencia que me hacían sentir así, quería cuidarlo. Observándole mientras que caminábamos por aquella acera de camino a Liberio, podía afirmar que era muy parecido a Colt. Tímido y callado, pero en el fondo, con un corazón valiente y gigante.
Mientras caminábamos, no podía dejar de cuestionarme lo que había visto hoy, lo que mi mente fue capaz de recrear. Era Armin quien yacía en el borde de aquella baranda, era estremecedor pensarlo nuevamente. Todo mi interior se sacudía en una gran ansiedad, al nivel de que me impedía respirar bien, pero solo era la locura de haber presenciado su fría y amarga muerte, no podía ser más. Suspire, observando a Falco mirarme preocupado por mi repentino detenimiento, a lo que continué caminando. Ambos, luego de mucho rato llegamos a Liberio, siendo recibidos de una manera bondadosa por los soldados que vigilaban la entrada. La noche había caído, y de seguro nuestros familiares ya debían estar de regreso, pero mientras tanto, Falco y yo, nos sentamos en los escalones de mi hogar, con el que compartía con su ausente el hermano, él cual echaba de menos, y de seguro, Falco también. Él estaba sentado a mi lado, en silencio, ya le había avisado al soldado de la entrada que nos acompañó hasta aquí, que avisara al señor Grice que estaríamos aquí, esperando que buscara a Falco, pues realmente yo estaba cansada de caminar, y Falco merecía un descanso. Le compartía agua que había traído de la cocina de mi hogar, viendo como él la absorbía, pasándome un poco, pero preferí dejársela, viendo como continuaba bebiendo.
-¿Crees que nos seguirán tratando así?-me preguntó él, cabizbajo, mientras que yo miraba el cielo nocturno, decidí mirarlo.-Como si fuéramos ratas... -añadió.
-Solo nos temen.-le aclare, arreglando su despeinado cabello.-No hay nada malo que nos teman, lo malo es la razón por la cual lo hacen. Es erróneo su pensar, no somos demonios. Somos de sangre y hueso como ellos.-continuaba diciéndole.
-Esos niños me dijeron que de la única manera en la que me respetarían era convirtiéndome en un guerrero honorable.-me dijo, a lo que miré su rostro iluminado, observando el cielo nocturno.-Me convertiré en uno, cuando crezca. Cómo Colt, o como tú. O la señorita Pieck, o el señorito Galliard.-continuaba diciendo, emocionado, pero a la vez decidido.
-No lo hagas para hacerles ver que ya no eres quienes ellos creían que eras, si te convertirás en un guerrero hazlo porque quieres liberar nuestros derechos como Eldianos residentes de Marley.-le pedía, intentando de no quitarle ese sueño momentáneo que anhelo obtener.
-¿Tú por qué decidiste ser una guerrera?-me preguntó, a lo que me quede helada por su pregunta, viendo como sonreía.
-Yo no tuve opción. Tú la tienes, considéralo.-le indique, serena, viendo como no entendió mi respuesta, pero no podría entenderla, y tampoco haría que lo hiciera.
-Falco.-levante mi vista, observando cómo el señor Grice apareció frente a nosotros.-Amaya, gracias por traerlo. De seguro su madre viene en camino.-expresaba este, mientras que Falco se levantaba del escalón, al igual que yo, para saludarlo formalmente.
-Gracias a él por acompañarme hasta acá.-le agradecí a Falco, viendo como sonreía.-No me deja sola, estoy agradecida.-le dije, viéndolo bajar la cabeza sonrojado.
-Bien al parecer ha cumplido con la orden de su hermano, estará contento cuando regrese; pero ahora, despídete Falco.-le pidió su padre, a lo que esté se acercó a mi, para hacer que me inclinara, y me abrazara fuertemente.
-Amaya, gracias... -me susurró Falco en medio de aquel abrazo.-Ya quiero que Colt vuelta para la boda, quiero que seas de nuestra familia para siempre... -sonreí en medio del abrazo, viendo al señor Grice sonreír.
-Buenas noches.-les dije a ambos en cuanto Falco se levantó de mi lado para acercarse a su padre, quien le sacudió el cabello, luego de yo habérselo peinado.
-Buenas noches Amaya.-me deseó el señor Grice, quien se aisló de mi junto a Falco.-¿Qué te pasó en la ropa?-escuché como le preguntó, mientras que Falco cabizbajo murmuraba, parece que le contaba avergonzado, pero solo vi al señor Grice aferrarlo a él, mientras reían.
-Creí que no podría reconocerte en medio de tanta multitud, pero estaba equivocado.-me helé en cuanto escuché aquella voz, no podía ser cierto, esa voz... -No has cambiado nada.-afirmó, mientras que yo me giré lentamente, no podía estar imaginando esto, no podía.
-¿Eren?-mi corazón se detuvo en cuanto me giré, y observe sus apagados verdosos azulados ojos mirarme con detenimiento.
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Próximo capítulo: Estoy aquí.
Amaya y Eren se reencuentran por primera vez en Marley luego de un año y medio de ella haberles abandonado.
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