𝐭𝐫𝐞𝐢𝐧𝐭𝐚 𝐲 𝐝𝐨𝐬
El día de mañana.
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Mis manos terminaban de colocar aquel último punto en ese papel amarillento, deje la pluma aún lado, y me recosté de la silla. Era mi última carta. Fue difícil, así fue cuando tuve que abrir los ojos, y encontrarme en esta agria realidad. Despiertas con el anhelo de que lo qué pasó el día anterior, no sea real. Que todo esté bien, que no sientas un peso en tu corazón que no puedas soportar, pero era duro chocar con la realidad de que no era así. La fría agua cayó en mi cuerpo, el medio día había llegado, pero no tenía deseos de levantarme. Mi cuerpo estaba pesado, sentía algo que no entendía, que dolía. Las lágrimas se mezclaban con el agua que caía en mi cuerpo, quizás era porque debía sacar la tristeza, pero ni siquiera me obligaba a llorar, solo lo hacía y ya, hasta que me detuve. Seque mi cuerpo, me vestí, para luego sentarme en el borde de mi cama. De seguro, me volvería sedentaria al dolor, pues había sufrido tanto que no había otra cosa que haya experimentado más que eso. Sabía que todo acabaría en algún momento, estaba segura que hoy saldría de aquí, y jamás volvería, podría sentirlo. Recogí mi cama, como nunca antes lo había hecho cada día que despertaba desde que llegue aquí, hace tres años. Doble las sábanas, y deje aquellas cartas encima de ellas, para que pudieran ser visibles.
Camine con lentitud, portaba aquel uniforme que no era merecedora de portar, pero lo hacía con orgullo de representar a las únicas personas que luchaban por la libertad, y la verdad. Me detuve en seco delante de la puerta abierta, antes de irme. Observe el dormitorio, observe mi cama recogida, mientras que la de Mikasa estaba regada. Sería la última vez que dormiría en paz por tener la presencia de alguien preciado para mi. Apreté la manecilla con fuerza, y cerré la puerta, dejando todas esas sonrisas, charlas y noches en donde antes de dormir, ella y yo nos hacíamos compañía. Caminando por los pasillos, podía verme con todos ellos. Caminando junto a Hange o Levi, hablando sobre las próximas misiones con el comandante, todo parecía estar yéndose en un abismo que pronto olvidé que viví. Era un presentimiento que se aferraba a mi realidad, a la que vivía de manera contada, porque al final, mi vida prevalecería en el hilo de la vida, llamado muerte. No sabía cuánto viviría, pero si cuánto duraría, porque una cosa era permanecer con vida, y otra, vivirla. A pesar de todo, continué caminando con la cabeza en alto, continué porque llegaría hasta al final, aunque me costara todo.
Salí, salí afuera de ese cuartel donde los grandes lideres que confiaban en mi, me esperaban. Apreté con fuerza las correas que sostenían mis equipos, porque sería un largo camino por recorrer. Valientemente me monte en aquel caballo, porque acompañaría a la legión hasta su destino, hasta su misión más importante. Sería partícipe de donde todo se desataría, sin importar que muchos no estuvieran contentos con mi presencia, no me importó. La única mirada que me estremeció, fue la de Eren Jeager. Su mirada y la mía no se cruzaron, pese a que lo miré esperando un consuelo de parte suyo, no lo recibí. Todo mi interior se estremeció por recordar el vacío que sentí la noche anterior, y el deseo de que todo en la mañana cuando despertara, fuera mentira, pero no era así, había perdido esa parte de Eren que me hacía sentir con vida. Me mantuve cabizbaja, esperando que esas grandes puertas se abrieran. Muchos iban con la esperanza de que pudiéramos recuperar algo, de que pudiéramos volver aquí, con la noticia de que su hogar estaría a salvo. La puerta se abrió, mostrándome una gran iluminación, una que esclareció mi mente al punto que pareció hacerme recordar una vieja memoria, con un gran significado.
-Amaya.-la brisa se sentía fresca, mi cabello se removía al igual que mi traje, mis pies estaban enterrados en la arena mientras que la voz de mi padre llamándome se repetía.-Amaya.-volvió a llamarme, pero yo solo miraba el mar.-Hija mía, no te vayas sin despedirte de mi, por favor. Tampoco de tu hermana.-me pedía, sabía que estaba entristecido, pero mi interior se había consumido en tristeza, robando mi inocencia y alma genuina.-Te traje algo.-me giré, como toda pequeña curiosa, viendo la palma de su mano abierta, a lo que él enterraba sus pies en la arena.-Pude recuperarlo para ti, te pertenece.-comentaba, mientras que yo continuaba mirando.
-Es el anillo de mamá... -musité, llevando mi mano a su palma, para llevarlo a mi dedo, pero parecía aún quedarme un poco grande.
-De seguro en unos años te servirá, hasta entonces, cuídalo.-me pidió, y asentí, viendo como él se arrodillaba delante de mi, llevando sus manos a mis hombros.-La señora Braun quiere que sepas que ella cuenta contigo de que volverás a casa con Reiner, al igual que la familia Hoover y Galliard, todos ellos anhelan que vuelvas a casa junto a sus hijos que partieron en busca de la salvación que nos pertenece.-me decía, y yo, cabizbaja asentía.-El papá de Annie también expresó sus buenos deseos, al final, todos queremos que nuestros hijos regresen a casa, sanos y salvos. Tenemos la esperanza de que recuperaran todo lo que perdimos, y volverán a casa haciéndolo más seguro.-acariciaba mis brazos, pero yo, estaba triste.
-Yo no quiero irme.-le dije a él, sinceramente.-Pero tampoco quiero impedirlo, no después de lo que le hicieron a mamá.-exprese, recordando.-Ella no quería que Pieck y yo viviéramos así, ¿por qué tú lo permites?-pregunté, viendo como él se estremecía y bajaba la cabeza.-Tú permites que me envíen sin mi consentimiento a una isla de la que quizás no quiera volver, porque no podré hacerlo como mis amigos no han podido. ¡Tú no me amas como mamá lo hacía!-solloce, pero él me abrazó con fuerza.
-Hija.-me llamo, mientras que escuchaba las olas chocar, y algunas gotas de agua salada me salpicaban.-Se que tienes miedo, yo también lo tengo. Nunca espere que este día llegara, era lo menos que deseaba para alguna de mis hijas.-solloce, sintiendo como apretaba mi cuerpo.-Ya perdí a la mujer que amaba, no puedo perderlas a ninguna de ustedes así que por favor Amaya, recupera lo que perdimos, y vuelve a casa, para que nuestra familia pueda ser perdonada de los pecados ajenos que recaen en nuestros hombros por la sangre Eldiana que recorre en nuestras venas. Por favor, vive con el puro corazón que tenía Mía.-escuchaba su voz llorosa, y como mis lágrimas caían en su ropa.-No importa lo que vivas, lo que elijas, lo que hagas; prométeme que volverás a casa, pase lo que pase, tengas que abandonar a quien sea, por favor, vuelve a casa, porque este es y siempre será, tu hogar.-me pidió, abrazándome fuertemente.
Parpadeé, observando el cielo estrellado. No sabía cuánto tiempo estuve recordando mis memorias, solo se que esa, no había llegado porque si, también tenía un significado. Porque era lo mismo, y dándome cuenta, lo era. Me fui de casa, con la esperanza de recuperar algo que mi gente creyó haber perdido, pero realmente, nunca perdimos nada, nosotros fuimos quienes le arrebatamos a esta gente todo, por eso ellos si iban a buscar lo que perdieron, iban a recuperar lo que era suyo. Lleve mi vista a mis manos sujetando aquellas cuerdas, pude ver entre mis dedos, el reluciente anillo oro. Era una argolla, y para mi, era una reliquia hermosa que había basado de generación en generación, hasta caer en mi. Ahí me quede, en ese vago pensamiento que me socorrió. Todo este tiempo, creíamos que estas personas eran las malas, las pintamos como enemigos, cuando realmente los malos son aquellos que creen tener poder para liderar el mundo. En estos tres años, creíamos que no éramos capaces de contraatacar porque nos habíamos enamorado, encariñado o acostumbrado a esta gente. No era porque nuestro espíritu se había partido en dos, no era por eso que Reiner, Annie y Berthold no eran capaces de cumplir una misión junto a mi, era porque sabíamos que nosotros éramos los que estábamos equivocados.
Nos basaron e inculcaron que éramos los malos, que debíamos salvar a nuestra familia de los pecados que sobrelleva el tener sangre de Eldia, de la gente de la gran fundadora de los titanes, Ymir Fritz. Estuvimos equivocados, y por eso estábamos afligidos a no lastimarlos, porque sabíamos la verdad que nuestra nación nos había querido someter a no creer. Alguien debía volver a casa, alguien debía decir la verdad, y sabía que la única que sería capaz de hacerlo, sería yo. Reiner estaba cegado por su poder, por su deber en salvar a su familia, al igual que Annie o Berthold, porque sabíamos que éramos los únicos que estábamos sometidos a enmendar errores que no cometimos, mucho menos nuestros padres. Yo era la única que quebraría mi espíritu para transformar la guerra en paz, porque es aquí donde miro y me doy cuenta, esta gente vivió sin libertad durante cien años bajo unos muros que contienen más secretos del que ellos creen. Ellos carecen de verdad y libertad, nosotros sólo carecemos de guerra y odio. La gente de Eldia es la que merece vivir, la gente de Ymir Fritz que ha sido tratado como esclavo, justo como ella. Apreté mi mano, de manera inconsciente como si nadie me estuviera mirando, a lo que alce mi mirada, y observe pasmada como el capitán Levi me miraba con una expresión vaga, con curiosidad de saber porque había hecho esa acción.
-¿Y a ti que?-me preguntó, mirando mi puño cerrado.-Ya nadie quiere golpearte.-comentó.
-Creo que te equivocas.-le respondí, a lo que él me miró con él ceño fruncido, ambos continuamos cabalgando en medio de la noche.
-¿En qué pensabas? Te veías muy afligida a eso.-opinó en medio de su pregunta, a lo que tan solo me encogí de hombros, como si eso no importara.
-A mi papá.-respondí, cabizbaja, cabalgando más adelante que los demás, para no incomodarles en mi presencia.-Él y yo nunca tuvimos un tipo de lazo, era como si nunca estuviera. Mi hermana parecía entenderlo, pero, yo no podía hacerlo.-comentaba, viendo como el capitán Levi me escuchaba detenidamente.-Siempre creí que era un cobarde, no le importaba por lo que teníamos que pasar, era un esclavo que seguía las órdenes de los superiores, pero quizás al final, dándome cuenta, lo único que quería era que estuviéramos a salvo.-musitaba, intentando de recordar su voz, pero había pasado tanto.-Éramos lo único que tenía, había perdido a mi madre. Después de todo, no podía culparlo por ser un esclavo para que pudiéramos vivir.-expresé.
-¿Qué pasará ahora?-me preguntó él.-¿Qué decisión quieres tomar?-volvió a preguntarme, y chasqueé la lengua, todo se sentía muy pesado para mi.
-Se siente como si ahora no tuviera opciones... -respondí en cansancio, sabiendo que realmente no tenía ni mínima idea de lo que debía hacer.
-No sé qué opción deberías elegir. Nunca podría aconsejarte sobre eso... No importa qué tipo de sabiduría te dicte la opción que elijas, nadie podrá decir si es correcta o incorrecta hasta que llegues a algún tipo de resultado de tu elección.-me respondió, haciéndome quedar en silencio, procesando lo que había dicho.
-¿Eso es una lección?-le pregunté curiosa, sin tener la iluminación aún de lo que debía decidir, pero él tan solo me miró, como si fuera fácil elegir, como si las herramientas estuvieran todas en su lugar.
-La lección que necesitas aprender ahora mismo no se puede enseñar con palabras, sólo con acciones, Amaya.-su sabiduría prevalecía más que mi ignorancia, me quede cabizbaja, analizando todo.
-Nunca te había escuchado tan sabio Levi.-el comandante Erwin, quien yacía enfrente de nosotros, miró de reojo.-Ha sido un buen consejo, pese a que creíste no habérselo dado.-opinó él.-Pero debes recordar que nadie puede predecir el resultado, cada decisión que tomas tiene un significado solo para afectar tu próxima decisión, sea buena o sea mala, continua en un páutalo como un daño colateral.-continuaba diciendo, disminuyendo el paso de su cabalgata para querer llegar hasta a mi.-Ten.-extendió su mano, había sacado de su bolsillo un sobre.
-¿Qué es esto comandante?-le pregunté curiosa, recibiendo el trozo de sobre, para guardarlo en mi bolsillo de la chaqueta.
-No sé que decisión elijas, que tengas que sacrificar, pero si vives, sea aquí, o lejos, lee esa carta.-me indicó, a lo que asentí, viendo como nuevamente él avanzaba.
-Aún no lo entiendo... -musité cabizbaja.-¿Por qué me dan las herramientas? ¿Por qué quieren salvarse?-preguntaba en un tono bajo, cabizbaja.
-¿Y por qué te dejaríamos?-me pregunto Levi, aún cabalgando aún lado de mi.-Eso nos hace ser unos monstruos, nos hace ser inhumano.-explicaba.-Puedo ser negativo desde la perspectiva de cualquiera, abrumador, o estricto, pero si hay algo que valoro y estimo, es el respeto y disciplina que una persona se somete a desarrollar; tú has hecho más que eso, has aceptado tus errores, eso te hace humanas.-continuaba diciendo, mientras yo estaba cabizbaja.-No te arrepientas de la decisión que tomaste. No te arrepientas de habernos elegido, de estar aquí ahora. Solo eres tú quien puede volver a decidir, o te unes al enemigo, o vuelves con quienes te hicieron creer en el enemigo.-esclareció, y yo me quede atontada, intentando de procesar todo.
-Capitán Levi.-le llame, mirándole detenidamente, queriendo sonreír, pero no pude.-Gracias por todo.-agradecí, colocándome cabizbaja, a lo que no pude ver su expresión, solo escuché un suspiro.
-Este sitio, me suena.-pude escuchar atrás, la voz de Mikasa, con la poca iluminación, observe cómo ella se bajaba de su caballo.-Alguna vez vine aquí, recogía leña.-añadió, mientras que mi capucha tapaba mi mirada, también observe a Eren intentado de recordar esta pasadía del sonido de un río alrededor.
-¡Se ve el pie de la montaña!-más allá, aviso Moblit, quien yacía adelante con Hange.-Y los restos de un camino.-continuaba detallando para ahusarnos, parecíamos estar llegando a donde todo había empezado.
-Si. Casi hemos llegado.-escuché a Eren decir, deje de mirar, pero aún los escuchaba como si estuvieran cerca de mi.-¿Qué se escucha?-pregunto, intente de enfocarme en el ruido, era el sonido del rio que se había transmitido en mis tímpanos minutos antes.
-Oigo el agua del río.-afirmaba Armin, mientras que yo más adelante podía verlo, podía ver un hermoso río, se veía limpio, y fresco.-Estamos cerca. Casi hemos vuelto.-decía, podía escuchar una pizca de emoción en su voz.
Me giré de a poco, observando de reojo. Podía ver a Eren observar todo a su alrededor, casi amanecía, así que las luces ya no eran necesaria para nosotros en breves minutos. Por un momento, su mirada y la mía se cruzaron, reflejando un sin fin de sentimientos que prevalecían más en el orgullo, que la necesidad, pero ese fue el resultado de mi elección en decirles cuando ya era tarde. Deje de mirarle, para enfocarme en el camino adelante. A eso se referían mis lideres, no importaba que próxima decisión tome, traerá una gran consecuencia de la que nunca podré escapar, porque siempre habrá alguien que saldrá lastimado. Siempre habrá alguien que me recuerde por lo que hice, sea bueno o malo, eso dependerá de mi decisión. Solo tenía una elección, al final, no importaba si peleaba o no, debía tener la elección en mis manos, no importaba quien se quedaba atrás o quien caminaría a mi lado, no podía arrepentirme de lo que decidiría. Porque, siempre creeremos que no nos arrepentiremos de la elección que hacemos, pero siempre es así. Siempre habrá algo que deseamos cambiar, que hayamos querido decir mejor, o que hayamos querido hacer menos, siempre habrá algo. Apreté las cuerdas de mis caballos, y avancé cuando el comandante lo ordeno, podía verlo, la luz de la mañana llegaba y reflejaba lo que nunca creímos ver, después de tantos años aquí estábamos, en el muro María.
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Próximo capítulo:
Una pelea, una elección.
La legión de exploración se enfrenta a los titanes, pero Amaya tiene que elegir en qué bando estar.
Nota: SOLO FALTAN UN APROXIMADO DE TRES CAPÍTULOS PARA FINALIZAR. Estoy contenta, no puedo expresarlo. Es la segunda novela de su primera parte que estaría finalizando del área SNK. Gracias a todos ustedes por su apoyo, espero que estén contento en cómo la trama se ha ido desarrollando. A mi me ha fascinado por completo el desarrollo que la protagonista ha tenido, aunque aún falta mucho más, tendremos segunda novela para darle un final merecedor. Besos y abrazos.💗
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