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━━━Capítulo 001

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La mansión Choi era un espectáculo de opulencia. Sus paredes, adornadas con obras de arte valiosas, resonaban con las risas infantiles de Iroha y Leehan. En el jardín, Beomgyu jugaba con ellos, su sonrisa era perfecta, un reflejo del padre amoroso que todos admiraban.

—¡Mira, papá! ¡Soy una superheroína! —exclamó Iroha, mientras corría con una capa improvisada.

—Eres la mejor superheroína del mundo, cariño —Beomgyu se agachó para aplaudirla, sus ojos brillando de orgullo.

Mientras los niños continuaban jugando, SukYhin observaba desde la terraza sentado en uno de los sofás, sintiendo la mezcla de amor y miedo que siempre lo acompañaba.

Sabía que Beomgyu podía ser un padre ejemplar, pero esa no era la única cara que tenía.

Un nuevo guardia alfa, Seojin, apareció en la escena, con una sonrisa nerviosa.

—Omega Choi, ¿puedo preguntarle algo sobre la seguridad de la mansión? En específico sobre la protección a los niños

SukYhin sintió un escalofrío recorrer su espalda.

—Claro, adelante —SukYhin sonrió, tratando de ser amable, pero la tensión era palpable. No tenía permitido hablar con otros alfas, a menos que fuera Ryujin la jefa de seguridad y esposa de Daejun quien era un omega encargado de ser el mayordomo de la casa Choi.

—Dice que cuando el joven amo Leehan está en clases debe ser cuidado hasta dentro de los salones, ¿por qué?

—Bueno, es que mi esposo se toma con mucho cuidado la protección de nuestro cachorro mayor —explicó el omega mirando de reojo a su alfa y sus cachorros. Volvió a mirar al guardia—. Además mi esposo tiene muchos enemigos.

—Comprendo, pero es exagerado.

—¡No lo es! —dijo el omega levantándose—. Que mis cachorros estén a salvo y seguros es para lo que vivo, y si le parece exagerado, entonces debería renunciar.

Seojin se alarmó ante la expresión furiosa del omega e hizo una reverencia ante él.

—Disculpe, no debí decir eso. Lo lamento.

—Ya no importa —murmuró SukYhin mirando al alfa.

Beomgyu se detuvo de repente al no sentir la mirada de su esposo, su sonrisa se desvaneció apenas vio a su esposo hablar con el alfa guardaespaldas.

—Leehan, sigue jugando con tu hermana —ordenó a su hijo antes de caminar hacía la terraza. Se acercó y se puso al lado de su omega tomándolo por la cintura. SukYhin chilló alarmado al sentirlo.

—¡Beomgyu! —el omega vio a su esposo que mostraba serenidad, pero no la sentía, no cuando la mano de Beomgyu se aferró a su cintura de forma dolorosa.

—¿Qué estás haciendo con mi esposo, Seojin? —su voz era suave, pero cargada de una amenaza apenas contenida.

—Solo… hablaba con el omega Choi sobre la seguridad del joven amo Leehan —el guardia tragó saliva, notando la mirada helada de Beomgyu.

—¿Crees que eres lo suficientemente importante como para hablar con él? —Beomgyu se acercó, su tono ahora sádico—. Toda la puta información estaba en el archivo que te di.

SukYhin sintió un nudo en el estómago.

—Beomgyu, alfa todo está bien. Solo está siendo profesional al preguntar más para cuidar a nuestro cachorro —intentó interceder, pero la mirada de Beomgyu lo detuvo.

—¿Profesional? —Beomgyu se burló, acercándose más a Seojin y clavando sus uñas en la cintura del omega sacándole una mueca de dolor. La presencia del alfa era imponente—. Eres un simple guardia, Kim Seojin, y no tienes idea de lo que estás provocando. ¿Me crees estúpido? Sé como veías a mi omega. ¿Crees que tienes oportunidad con él?

—Yo… ,—Seojin empezó, pero Beomgyu no le dio oportunidad de continuar.

—¡Basta! —Beomgyu lo interrumpió—. No vuelvas a hablar con mi esposo. Si quiero que hable con alguien será conmigo —su mirada se tornó oscura, como si ya estuviese pensando en las consecuencias.

Sin previo aviso, Beomgyu tomó a SukYhin del brazo, jalándolo con fuerza hacia él.

—Vamos a hablar —su voz era un susurro helado.

—Beomgyu, los niños... —SukYhin intentó protestar, pero el tono de su esposo lo hizo callar.

—Ellos no tienen que escuchar cómo te enseño a ser un buen omega —Beomgyu lo arrastró hacia dentro de la casa, ignorando las miradas curiosas de Iroha y Leehan quienes creían que sus padres iban a jugar.

—Beomgyu me duele —se quejó el omega cuando el agarre de su alfa se volvió más fuerte.

—Cállate.

Seojin se acercó tras de ellos.

—Señor Choi no creo que sea correcto que lleve a su esposo así, le está haciendo daño.

Beomgyu se hartó.

El cuerpo de Seojin cayó al suelo con un hoyo en la fuente. El disparo nunca se escuchó gracias al silenciador. Los ojos desorbitados y sin vida de Seojin fueron vistos por el omega que contuvo un grito de terror y se cubrió la boca incrédulo. Beomgyu lo había vuelto a realizar.

—¡Ryujin! —la alfa apareció de forma silenciosa e hizo una reverencia—. Limpia toda está mierda, y encárgate del cuerpo. Que mis hijos no vean esto, ¿comprendes?

—Sí señor —Beomgyu asintió y jaló a su esposo hacía las escaleras y en dirección a su habitación compartida.

Una vez en la habitación, Beomgyu cerró la puerta con un golpe sordo.

—¿Te crees mejor que puedes hablar con cualquier alfa ? —su voz se llenó de ira—. ¡Eres mío, y no permitiré que nadie te toque o mire! ¡Mierda! ¡Tantas veces te he dicho lo mismo! ¿Eres tan estúpido que no lo recuerdas acaso?

SukYhin, sintiendo la presión del aire, apenas pudo responder.

—No quise… no estaba haciendo nada malo.

—¿No hacías nada malo? ¡Ja! Omega estúpido, no puedes hablar con nadie. No tienes que hacer nada. Solo debes estar aquí para mí —Beomgyu se acercó, la intensidad de su mirada lo atravesó—. No olvides quién eres y quién te eligió —exclamó sujetando al omega por el cuello, quien lo observó con ojos aterrados.

SukYhin sintió que el mundo se encogía a su alrededor.

—Por favor... no hagas... esto —su voz temblaba, pero Beomgyu solo sonrió, un destello de cruel diversión en sus ojos.

—No te preocupes. No te haré daño, no mientras los niños estén cerca. Pero si vuelves a olvidarte de tu lugar, las consecuencias serán... —el alfa no terminó, dejando la frase a medias.

La presión en el pecho de SukYhin aumentó, y en ese instante, supo que el verdadero horror apenas comenzaba.

El alfa se inclinó y besó los labios del omega con posesividad y luego se inclinó para lamer el blanquecino cuello y besar la marca de lazo, provocando un estremecimiento en el omega.

—Tu celo es en una semana, deberíamos seguir agrandando la manada —el omega quiso negarse—. ¿Verdad cariño?

—Sí alfa.

Porque siempre era así, era un buen omega que siempre complacía a su alfa. A su esposo, a su dueño.

—Buen omega, ahora ponte bonito y prepárate para la cena.

—Sí alfa

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