~Treinta y cuatro'🍬
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Quizás Olivia debería de preocuparse del hecho de que su tiempo para estar en esa fiesta clandestina se estaba agotando y no lograba encontrar a su amigo Stephen, todo porque Kenia se negaba a a dejarla sola o concentrarse en buscar a su amigo; y no es que ella se esté quejando, en absoluto, de toda la atención que tenia de parte de la otra alfa, pero realmente necesitaba encontrar a Stephen para irse de ahí.
- ¿Te estoy aburriendo? - preguntó Kenia con una sonrisa, acercándose más a su cuerpo.
- No. - negó Olivia de inmediato, sintiendose abochornada.
- Bebe un poco. - dijo la otra la alfa ofreciendole su vaso.
- No creo que sea buena idea. - respondió la chica con una risa nerviosa, sus padres definitivamente iban a matarla si se daban cuenta que había ido a esa fiesta y sobre todo que había tomado.
- Solo un poco. - insistió Kenia, pasando uno de sus brazos por los hombros de la alfa.
- No se me antoja. - murmuró Olivia comenzando a sentirse nerviosa.
Kenia sonrió en grande antes de darle un gran trago a su vaso, para después humedecer su labios y dejándolos más brillantes que antes, resaltando el color de su brillo labial.
- ¿Qué tal eso? - murmuró la otra alfa, acercándose a ella.
Y antes de que Olivia pudiera procesar lo que había dicho y responder algo a eso, los labios de la otra alfa estaban sobre suyos, sintiendo como la chica enredaba sus brazos en su cuello, no teniendo en su mente para nada que no fuera colocar sus manos en su cintura y tratar de corresponder de manera torpe e inexperta al beso.
Era sorprendente la forma en la que latía su corazón, combinado con la sensación de adrenalina subiendo por su cuerpo, llegando a su mente que sólo podía captar el sabor a cereza de los labios de la chica, dándole vueltas en su cabeza junto con el aroma de la alfa.
Una vez que el beso se rompe, Olivia puede ver los ojos brillantes de la chica mirándola, como si esperará un comentario a lo que acaba de pasar.
- Yo... tengo que irme. - dijo entrando en pánico, antes de alejarse lo más rápido que podía de ahí, tropezando con un par de personas en el camino hasta llegar a la puerta de la casa.
Y es extraño para ella sentirse así de asustada y aliviada una vez que sale del lugar, respirando algo de aire fresco, lejos del aroma que le había hecho sentirse casi flotando hace unos segundos.
No puede evitar pensar en el beso, jurando que aún puede sentir el hormigueo y presión en sus labios al besada por alguien; pero igual no evita que su mente se desvíe de eso y la haga pensar que eso no es lo que debería estar sintiendo, ella había crecido con padre omega y un padre alfa, ¿Por qué ella era diferente?, ¿Por qué se sentía como si no encajara y como si lo único que quisiera hacer en esos momentos es correr lejos de ahí y sus recientes sentimientos?
- ¿Llegué muy tarde? - una voz la hizo salir de sus pensamientos, no sabiendo cómo sentirse al ver que era Stephen comiendo una barra de caramelo.
Olivia solo pudo sentirse indefensa y abrazar al chico sin pensarlo demasiado, sin importarle que pudiera arruinar el maquillaje que le había hecho su padre Harry con tanta dedicación.
- ¿Qué pasó, Liv? - preguntó el chico preocupado al ver a su amiga así, correspondiendo el abrazo.
- No quiero estar más aquí. - murmuró la alfa, tragándose el nudo que estaba formándose en su garganta.
Stephen asiente, como si supiera exactamente lo que estaba sintiendo su amiga, antes de tomar su mano y alejarse de la fiesta unos cuantos metros, sentándose en una banca.
- Conseguí unos dulces cuando venía de camino aquí. - comentó el alfa con algo de orgullo, tratando de aligerar la sensación de incomodidad entre ellos.
- Stephen, ¿Tú crees que soy rara? - cuestionó Olivia centrando su mirada en las personas que pasaban con sus disfraces, algunas siendo parejas que llevan a sus cachorros pequeños.
- ¿Rara? - dijo el chico no comprendiendo del todo a lo que se refería su amiga.
- Si, ya sabes... - murmuró la alfa teniendo las palabras en su mente, pero no teniendo el valor de decirlas.
Stephen suspiró, notando la mirada mezclada de angustia y desesperación, buscando ayuda en él, en los ojos de la alfa
- De acuerdo. - suspiró el chico. - Creo que ya sé a lo que refieres. - dijo sacando tres tipos de dulce de su saco tejido que llevaba como bolsa. - Aquí hay tres dulces. - comenzó a hablar mirando a su amiga. - Picafresa, tamborcitos y gomitas. Tú crees que tan sólo puedes elegir uno de ellos o que hay una sola respuesta correcta a la pregunta: ¿Qué es lo que te gusta?, pero no es así. - empezó a explicar lo mejor que podía. - A ti te puede gustar solo las picafresas o los tamborcitos, incluso ambos, o quizás te gusten también las gomitas. Pueden gustarte los tres, solo dos o uno, uno más que otro, hay una infinidad de formas en las que podrían gustarte y cada una de ellas es correcta, porque es lo que a ti gusta. No porqué sí a tu papá Harry o a mi nos gusten las picafresas a ti también, no es así, pueden gustarte cualquier dulce sin importarte si son picafresas, tamborcitos o gomitas; simplemente te gustan y ya o también puede ser que no te gusten los dulces en absoluto. Y eso igual está bien, eso no te hace rara, Liv. ¿Tú crees que vas a dejar de ser la increíble chica que eres por una preferencia?, ¿O que los increíbles padres que tienes van a decepcionarse por tener las preferencias que ellos?, Claro que no. Y si alguien te hace sentir mal por eso, que se joda, cada uno es libre de elegir el dulce que le guste. - dijo sincero reprimiendose de querer llorar al ver las lágrimas en los ojos de la alfa por su palabras.
El chico no pudo decir nada más antes de que Olivia se lanzará de nuevo a sus brazos, refugiándose en él.
- Gracias. - susurró la alfa permitiéndose desahogarse y llorar.
- Liv... yo no estaba hablando de dulces precisamente. - comentó con torpeza el alfa.
Olivia soltó una risa baja, sintiéndose mucho mejor.
- Lo sé, tonto. - respondió.
- Bien. - asintió Stephen aliviado de haber podido darse a entender con la chica. - Así que... si quieres, puedes decirme qué es lo que te gusta. - murmuró mostrándole de nuevo los dulces en sus manos.
La alfa miró a su amigo un segundo antes de dirigir su mirada a los dulces, ésta vez sintiéndose capaz de elegir y decirlo lo que estaba en su mente.
- A mi papá Louis le gustan mucho los tamborcitos, igual que a mí.- murmuró tomando uno, totalmente segura. - Pero creo que también me gustan las picafresas como a mi papá Harry. - agregó tomando una con una media sonrisa.
- Yo estoy muy orgulloso de ti. - dijo Stephen dándole un beso en la frente a la chica. - En lo personal, a mi solo me gustan las picafresas. - comentó tomando una. - Y eso no afecta en nada nuestra amistad y lo mucho que vales tú. - agregó con una sonrisa.
Olivia asintió, abrazándose más a su amigo, sin dejar de llorar, no sabiendo si lloraba de felicidad, alivio o confusión.
- Estarás bien, Liv. - susurró Stephen, acariciando su espalda con cariño. - Y cualquier cosa, siempre puedes contar conmigo. Lo sabes, ¿verdad? - agregó dulcemente.
- Lo sé, Stephen. - respondió con una sonrisa floja con sus lágrimas fluyendo en sus mejillas. - Eres mi mejor amigo, el mejor de todos. - dijo agradecida de tenerlo a su lado.
- Soy el amigo que te mereces, enana. - respondió el chico con una pequeña risa, haciendo reír igual a la alfa.
- No se los digas a mis papás, por favor. No me creo lista para decirles esto. - pidió en voz baja.
- Es algo que solo tú debes decirles y en el momento que tú quieres y te sientas lista. Sin presiones ni miedos. - respondió el alfa sin problemas con eso.
- Gracias. - suspiró Olivia, alejándose de él.
- Eres un Chucky llorón, muy linda. - dijo el alfa con algo de burla, riendo al ver a su amiga limpiando sus lágrimas.
- Idiota. - gruñó, enseñándole el dedo del medio.
- Hey, esos Minions se parecen a ti. - comentó señalando a los chicos que estaban por cruzar la calle para dirigirse a ellos.
- Son mis hermanos. - dijo Olivia rodando los ojos, mirando a los chicos acercándose, antes de llevarse los dos dulces que tomado a su boca para comerlos.
- Vaya que te gustan ambos. - bromeó Stephen viéndola comer los dulces.
Olivia rió una vez más, antes de darle un pequeño golpe en el brazo.
Louis no estaba para nada sorprendido de que su alfa se quedara dormido en su hombro, aún vistiendo su disfraz, mientras esperaban que sus hijos regresaran a casa.
- Al parecer Campanita se cansó. - comentó Katie, una vez que llegaron con una hermosa sonrisa.
- ¿Se divirtieron? - preguntó el castaño, mirando con alegría a sus hijos.
- Si, muchas gracias por dejarme ir. - dijo su hija mayor, acercándose para abrazar a sus padres, dejando un beso en la frente de cada uno, antes de irse a su habitación con una enorme alegría en su rostro, despertando a su padre alfa.
Harry soltó un leve quejido escondiendo su rostro en el cuello de su omega, llenándose del aroma de su pareja.
- Vengan, chicos. - habló el omega refiriéndose a los trillizos. - Se quitan su disfraz y se van a la cama. - pidió dándole un beso a cada uno. - Cuidado, Olivia. - murmuró percibiendo un aroma a tabaco en el cabello de su hija.
Louis siguió con la mirada a la chica, presintiendo que algo andaba raro con ella.
- ¿Olivia olía a cigarro? - preguntó en voz baja, sintiendo como su alfa dejaba cortos besos en su cuello.
El rizado murmuró algo que no alcanzó a escuchar, abrazándolo por la cintura y jalandolo hacia su cuerpo.
- Dios, Hazz. - suspiró con una leve sonrisa. - ¿Podrías dejar de olerme y poner atención? - pidió en voz baja.
"Lo siento, mi amor." se disculpó su alfa apenado. "Hazle caso a nuestro omega." regañó al rizado.
- Perdón, Lou. - respondió Harry alzando su rostro del cuello de su omega. - Es que... mi celo. - habló algo torpe. - Mi celo está muy cerca. - agregó, tragando en seco.
- Tu celo. - murmuró Louis sintiéndose aliviado de oír eso, pero a la vez algo preocupado por no sentir ningún síntoma o señal de tener su celo también. - Está bien. - asintió con una floja sonrisa en su rostro. - Solo siento que Olivia nos está ocultando algo. - confesó.
- Es una adolescente, sería raro que no nos ocultara algo. - comentó Harry tratando de tranquilizar la inquietud de su omega.
- ¿Y si es algo grave? - cuestionó Louis un poco angustiado.
- De acuerdo. - suspiró el alfa sabiendo que una vez que su omega se angustiaba por sus cachorros nada ni nadie lo haría sentirse bien hasta saber que todo estaba en orden. - Hablaremos con ella mañana, te lo prometo. - aseguró antes de darle un corto beso en los labios.
Louis asintió con una leve sonrisa.
- Pero de seguro no es nada malo. Eres un excelente padre, mi amor. - comentó Harry peinando el cabello debajo de la gorra que tenía su omega.
- Si, no quisiera que uno de mis hijos o hijas se metieran en problemas o hicieran algo mal por no tenerme confianza. - confesó en un suspiro.
- Eso no va a pasar. - negó el rizado brindándole un sincera sonrisa, antes de darle un corto beso en los labios de su pareja. - ¿Quién no confiaría en ti? - murmuró contra sus labios, profundizando el beso después de eso.
- Te amo mucho. - suspiró el castaño.
Harry sonrió en grande y volvió a besarlo.
Durante la noche Edward siente un dolor extraño en la parte baja de su estómago, lo que atribuye a la cantidad de dulces que había comido horas antes, así que hace su mayor esfuerzo para intentar dormir e ignorar ese dolor y la sensación estar sintiéndose mareado y caliente, esperando que realmente fuera a causa de los dulces.
Solo que no eran solo los dulces, si no que era por fin su celo de presentación.
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