1.6
Eran las ocho de la mañana, y toda Corea ya estaba despierta, lista para comenzar un nuevo día. El aire fresco de la mañana siempre había sido algo que SooJin disfrutaba, pero en ese momento, lo único que deseaba era desaparecer del mundo. No había dormido en toda la noche, y las profundas ojeras bajo sus ojos eran la prueba de ello.
¿La razón? Había pasado la noche entera en urgencias, cuidando de su abuela.
Pues, en su ausencia, su abuela había sufrido otro ataque y había salido de casa desorientada. Afortunadamente, algunos vecinos la encontraron y la ayudaron a regresar, pero pronto comenzó a quejarse de un dolor intenso hasta que, finalmente, se desmayó.
La llevaron de inmediato al hospital, donde SooJin permaneció a su lado sin moverse, esperando noticias.
Los médicos le informaron que la iban a hospitalizar, pero no le dieron más detalles.
Durante toda la noche, permaneció despierta, esperando noticias. Sin embargo, tanto médicos como enfermeras le insistieron en que se fuera a descansar, asegurándole que su abuela estaría bien atendida y que sería mejor que regresara cuando ella estuviera en mejores condiciones. Aunque al principio se negó, terminó aceptando de mala gana.
Y ahora, se encontraba caminando de regreso a su hogar, con el cansancio pesándole en los hombros.
Al llegar a la esquina de su casa, vio a varias personas preparándose para comenzar su jornada laboral. Entre ellas, como siempre, estaba la señora Cho.
SooJin notó a la señora Cho acomodando su local con algo de esfuerzo, luchando contra el peso de las cajas que intentaba apilar. Sin pensarlo dos veces, se acercó rápidamente para ayudarla, tomando una de las cajas con ambas manos.
—Déjeme ayudarla, señora Cho —dijo con una sonrisa cansada, pero sincera.
La mujer la miró sorprendida por un momento antes de soltar un suspiro de alivio.
—Gracias, querida. Mis brazos ya no son tan fuertes como antes.
La señora Cho se detuvo por un momento y observó detenidamente a SooJin. Notó sus ojeras marcadas, su piel algo pálida y el leve temblor de sus manos al acomodar las cajas.
—SooJin, querida... ¿estás bien? —preguntó con un tono maternal, frunciendo el ceño con preocupación.
SooJin parpadeó, sorprendida por la pregunta. No se había dado cuenta de lo evidente que era su agotamiento. Rápidamente forzó una sonrisa y sacudió la cabeza.
—Sí, estoy bien... solo no dormí muy bien anoche.
La señora Cho chasqueó la lengua y tomó su mano con suavidad.
—No me mientas, niña. Se nota que no has dormido nada.
SooJin bajó la mirada, sin saber qué responder.
Sonrió levemente, sintiendo un pequeño alivio en el cálido gesto de la señora Cho. Suspiró y decidió contarle lo sucedido.
—Mi abuela... —murmuró, jugando con sus dedos—. Ayer en la noche... la internaron.
La expresión de la señora Cho cambió por completo.
—¿Qué? ¿Está bien? —preguntó con evidente preocupación.
SooJin asintió con lentitud.
—Sí... bueno, está en el hospital ahora. Parece que salió de la casa mientras yo no estaba y los vecinos la encontraron, pero... se desmayó del dolor y tuvieron que llevarla a urgencias. Me quedé con ella toda la noche.
La señora Cho suspiró con pesar y le dio unas suaves palmaditas en la mano.
—Tu abuela es una mujer fuerte, SooJin. Pero también tú necesitas cuidarte... mírate, estás agotada.
SooJin sonrió con ternura.
—Lo sé... solo quiero que esté bien.
La señora Cho asintió con comprensión y comenzó a rebuscar entre sus cosas.
—Espera aquí un momento —dijo, sacando un pequeño bollo caliente y entregándoselo—. Come algo antes de seguir con tu día, ¿sí?
SooJin la miró con gratitud y tomó el bollo con ambas manos.
—Muchas gracias, señora Cho.
Fue entonces cuando lo sintió.
Justo cuando estaba a punto de darle un mordisco.
Esa sensación incómoda de ser observada.
Su cuerpo se tensó de inmediato, y su mirada comenzó a recorrer los alrededores con cautela. Hasta que, finalmente, sus ojos encontraron a la persona que la observaba.
A unos metros de distancia, de pie detrás de un local, estaba él.
Cho Sangwoo.
Vestía un traje oscuro, impecable como siempre, con aquellos lentes que lo hacían ver aún más enigmático y una mano en el bolsillo.
Sus ojos estaban fijos en ella.
Esa misma mirada, la que la inquietaba, la que le hacía sentir un nudo en el estómago. No parecía apresurado ni incómodo, pero... ¿qué era esa expresión en su rostro? ¿Era angustia?
¿Será que se sintió descubierto observándola? ¿O tal vez... será porque estaba viendo a su madre?
La señora Cho, ajena a todo, continuó acomodando su puesto con esfuerzo, sin darse cuenta de la intensa mirada que se posaba en SooJin... y sobre ella.
SooJin tragó saliva, apartando la vista con torpeza, fingiendo no haberlo visto. Pero su cuerpo la traicionaba. Su pecho subía y bajaba con más rapidez, y la necesidad de volver a encontrar su mirada se hacía insoportable.
Sus ojos recorrían el ambiente, buscándolo. Intentando hacerlo con sutileza, pero en el fondo deseaba llamar su atención, provocar en él alguna reacción. Como si en ese pequeño gesto pudiera encontrar respuestas.
Y qué mejor manera de mostrarse ante él que ayudando a su madre.
Se obligó a concentrarse en la conversación con la señora Cho, en el aroma del bollo caliente entre sus manos, en cualquier cosa que la distrajera de la presencia latente de Sangwoo. Pero era inútil.
Cada fibra de su ser estaba consciente de él.
Y cuando finalmente reunió el valor para levantar la mirada otra vez...
Sangwoo ya no estaba.
SooJin soltó un leve suspiro, sin saber si era de alivio o de decepción.
[...]
Tras terminar de ayudar a la señora Cho a organizar su puesto, SooJin emprendió nuevamente el camino a casa. Sostenía entre sus manos el pequeño bollo caliente que la mujer le había regalado, el único consuelo en su mañana agotadora. Dio un mordisco, disfrutando del suave dulzor, cuando de repente escuchó voces familiares llamándola.
—¡Eh, SooJin! —gritó uno de los cobradores con tono amenazante—. ¡Ven aquí, tenemos que hablar!
Otro de ellos se unió:
—Más te vale no correr, será peor para ti.
El corazón de SooJin se aceleró. Sabía perfectamente que "hablar" no era lo que harían si la atrapaban. Y sin perder un segundo, giró sobre sus talones y corrió.
Conociendo las calles como la palma de su mano, se escabulló por un pequeño callejón estrecho que la sacaría a una vía más transitada. Si lograba llegar hasta allí sin ser vista, podría mezclarse entre la gente o encontrar algún escondite donde pudieran perder su rastro.
Mientras corría los gritos detrás de ella se hicieron más fuertes, acompañados del sonido apresurado de los pasos de los cobradores acercándose peligrosamente.
—¡No corras, SooJin! ¡Solo queremos hablar! —gritó uno con un tono burlón.
—¡Si sigues huyendo, solo harás esto peor para ti! —vociferó otro con evidente molestia.
SooJin sintió su pulso acelerarse aún más. Maldición, no puedo dejar que me alcancen. En un intento desesperado por despistarlos, giró abruptamente hacia la derecha sin pensar demasiado en la dirección.
Pero no tardó en frenar de golpe.
Frente a ella, de espaldas, se encontraba un hombre sosteniendo un pequeño vaso de café mientras fumaba tranquilamente al lado de una máquina expendedora. Apenas escuchó los jadeos y pasos apresurados de SooJin, el hombre giró con el ceño fruncido, confuso por la repentina aparición de la chica.
—Oh, Soo~, ¿qué hacés aquí? —preguntó Gi-Hun, con una expresión entre sorpresa y curiosidad.
SooJin apenas pudo responder. Miró instintivamente sobre su hombro. Los pasos de los cobradores eran cada vez más cercanos, y su frustración se hizo evidente en su rostro.
Pero antes de que pudiera reaccionar, Gi-Hun habló de nuevo, esta vez con un tono algo divertido.
—Mira, Sangwoo, quién está aquí.
El corazón de SooJin dio un vuelco.
Estiró un poco su mirada y, justo detrás de Gi-Hun, vio la figura de Sangwoo.
El aire pareció escapársele de los pulmones.
— Mierda... —murmuró entre dientes, sintiendo cómo su estómago se encogía.
Sangwoo estaba allí, sentado a lado de la máquina expendedora, quien, al igual que Gi-Hun, se encontraba fumando y tomando un vaso de café con la misma indiferencia de siempre.
— ¡SooJin! —Los gritos de los cobradores volvieron a la realidad a la chica, quien miró a Gi-Hun con urgencia.
— ¡Gi-Hun, ayúdame! —pidió, sin pensarlo demasiado.
El hombre parpadeó, aún sin entender la situación del todo, pero no tuvo tiempo de preguntar.
Sin detenerse a considerar la vergüenza que podría traerle su próximo movimiento, SooJin se dirigió directamente hacia Sangwoo y, sin mirarlo, se acomodó a su lado.
—No vayan a decir nada —murmuró en voz baja, más como una súplica que como una advertencia.
Sin esperar respuesta, comenzó a moverse con rapidez.
Aprovechando la estructura del edificio detrás de ellos, usó la máquina expendedora como apoyo y, con algo de esfuerzo, comenzó a escalar. No era la primera vez que hacía algo así para escapar. Había aprendido bien los recovecos de su barrio, y sabía que ese edificio tenía un pequeño balcón accesible si sabías por dónde subir.
Sangwoo no apartó la vista de ella mientras trepaba, observando su agilidad con un aire de curiosidad.
Gi-Hun, por su parte, solo dejó escapar una ligera carcajada.
—Vaya, sí que está desesperada —murmuró divertido, dando un sorbo a su café.
Y justo entonces, los cobradores aparecieron.
Los cobradores llegaron jadeando, claramente molestos por la persecución. Sus rostros estaban tensos y sudaban por el esfuerzo. Uno de ellos, un hombre corpulento con una chaqueta negra gastada, miró alrededor con el ceño fruncido.
—¿Dónde está esa mocosa? —espetó, recorriendo con la mirada la zona.
Gi-Hun bebió un trago más de su café antes de encogerse de hombros.
—¿Quién? —respondió con fingida indiferencia.
Sangwoo, por su parte, simplemente exhaló el humo de su cigarro sin levantar la vista.
El cobrador chasqueó la lengua y miró a su compañero, un hombre más bajo pero con una expresión de fastidio igual de marcada.
—No puede haber ido muy lejos —gruñó el segundo, mirando en dirección a los callejones.
Mientras tanto, en la pequeña azotea, SooJin se presionó contra la pared, conteniendo la respiración. Su corazón latía con fuerza y podía sentir la adrenalina en cada fibra de su cuerpo. Desde arriba, tenía una vista clara de lo que ocurría abajo.
Los cobradores intercambiaron unas palabras más, frustrados por haberla perdido de vista. Fue entonces cuando Sangwoo, sin apartar la vista de su cigarro, exhaló lentamente el humo y habló con la misma indiferencia de siempre:
—Si buscan a una chica, la vi corriendo hacia allá. —Señaló con la cabeza una calle en dirección opuesta.
Los hombres se miraron entre sí, indecisos por un momento. Pero entonces, como si una idea les golpeara al mismo tiempo, uno de ellos chasqueó la lengua y dijo:
—Claro, en su casa.
Sin perder más tiempo, ambos dieron media vuelta y salieron corriendo en dirección a la casa de SooJin.
Desde la azotea, SooJin observó con los ojos muy abiertos cómo se alejaban. Soltó el aire lentamente, y esperó unos minutos antes de moverse con cuidado, asegurándose de que el peligro había pasado.
Desde abajo, la voz tranquila de Sangwoo se elevó hacia ella:
—Si ya terminaste de jugar, baja.
Ella apretó los labios. Había algo en su tono que la hizo sentir aún más avergonzada.
A regañadientes, comenzó a descender, sabiendo que iba a tener que enfrentarse a sus miradas una vez más.
Al tocar el suelo, se sacudió las manos y evitó encontrarse con los ojos de Sangwoo o Gi-Hun.
—¿Desde cuándo escalas edificios? —preguntó Gi-Hun con una ceja levantada, divertido por la escena.
—Desde que me persiguen por dinero —resopló SooJin, acomodándose junto a Sangwoo, sintiendo el frío del concreto bajo ella.
Gi-Hun soltó una carcajada mientras daba una última calada a su cigarrillo y le ofrecía un vaso de café.
—Bueno, al menos eres creativa.
SooJin aceptó la bebida y sopló un poco el líquido caliente.
—¿Y bien? —comenzó Gi-Hun, cruzándose de brazos—. ¿Por qué te perseguían esos tipos?
SooJin hizo una mueca y sopló un poco el café caliente antes de murmurar:
—Pues por dinero... — respondió en tono obvio.
Gi-Hun resopló, claramente esperando más detalles, pero SooJin evitó su mirada, enfocándose en el vapor que salía de su bebida.
Sangwoo, quien hasta ese momento había permanecido en silencio, tomó una última calada de su cigarro antes de inclinarse ligeramente hacia ella. Con movimientos pausados, lo giró entre sus dedos y lo extendió en su dirección.
El gesto la tomó por sorpresa. SooJin parpadeó, sintiendo de repente cómo su corazón se aceleraba. Miró el cigarro ofrecido y luego a Sangwoo.
—Y-yo... —balbuceó, sintiendo cómo sus manos sudaban de la nada.
No era la primera vez que fumaba, pero había algo en la forma en que él lo ofrecía, en la proximidad y la intensidad de su mirada, que hacía que los nervios brotaran sin control.
Gi-Hun, en cambio, frunció el ceño con visible confusión. Su mirada alternó entre ambos, como si intentara descifrar algo extraño en la actitud de Sangwoo.
—¿Desde cuándo eres tan generoso? —preguntó en tono burlón, arqueando una ceja.
Sangwoo no respondió. Solo mantuvo su mano extendida hacia SooJin, esperando.
Ella frunció el ceño, tratando de ocultar su vergüenza. Tomó aire y, con algo de duda, acercó los dedos para tomar el cigarro de Sangwoo, sintiendo el leve calor de sus dedos al rozarse.
Dio una calada, tratando de mantener la compostura, aunque sentía la mirada de ambos hombres sobre ella.
SooJin sostuvo el cigarro entre sus dedos y exhaló el humo con calma, tratando de ignorar el leve temblor en sus manos. No entendía por qué ese simple gesto la ponía tan nerviosa.
Gi-Hun la miró con una mezcla de incredulidad y diversión, pero aún más curioso le resultaba el comportamiento de Sangwoo. Su amigo nunca había sido del tipo que compartía cosas tan fácilmente, mucho menos un cigarro.
—Bueno... esto es raro —murmuró Gi-Hun, apoyándose contra la máquina expendedora con los brazos cruzados—. ¿Ustedes dos se conocen bien o qué?
SooJin sintió cómo el cigarro casi se le caía de los dedos.
—¡No! —exclamó demasiado rápido, antes de aclararse la garganta—. Es decir, no...
Sangwoo esbozó una ligera sonrisa, apenas perceptible, antes de llevarse su vaso de café a los labios.
—Ohh... —Gi-Hun alargó la palabra con tono sospechoso—. Entonces, ¿qué hacen aquí juntos, fumando como si fueran viejos amigos?
Soltó una risita de repente, como si un recuerdo le hubiera golpeado de improviso.
—Ja... esto me recuerda a algo... ¿No es así, Sangwoo? ¿Te acuerdas cuando éramos adolescentes y nos escapábamos a fumar junto con esta...?
Gi-Hun se calló abruptamente, dándose cuenta demasiado tarde de lo que estaba a punto de decir.
SooJin frunció el ceño y lo miró con curiosidad, inclinándose ligeramente hacia él.
—¿Con quién? —lo incitó a terminar la frase.
Gi-Hun parpadeó, incómodo. —Eh... nada, olvídalo.
SooJin arqueó una ceja, sin creerse del todo su respuesta, y entonces giró la vista hacia Sangwoo, esperando algún tipo de reacción de su parte.
Pero en lugar de mostrarse indiferente como siempre, Sangwoo le dedicó a Gi-Hun una mirada afilada, como si le advirtiera que se callara, acompañada de una leve mueca de fastidio.
El gesto no pasó desapercibido para SooJin.
Algo en su actitud la inquietó aún más.
El silencio se instaló por unos segundos hasta que Gi-Hun, intentando restarle importancia al momento, suspiró y sacó su teléfono.
—En fin, no es asunto mío —dijo, distraído mientras revisaba algo en la pantalla—. Pero en serio, SooJin, ¿qué hiciste para que esos cobradores casi te arrancaran la cabeza?
SooJin apretó los labios y desvió la mirada.
—Nada que no haya hecho antes...
Sangwoo la observó con curiosidad, como si estuviera analizando sus palabras.
—¿Siempre huyes de ellos? —preguntó con voz calmada.
SooJin soltó una risa seca, sin humor, y llevó el cigarro a sus labios de nuevo.
—Siempre.
Gi-Hun negó con la cabeza.
—Niña, un día vas a meterte en un lío del que no vas a poder salir.
—Lo sé —admitió ella, dando una última calada antes de devolverle el cigarro a Sangwoo. Pero en cuanto sus dedos rozaron los de él, sintió un leve cosquilleo que la hizo apartar la mano con rapidez, como si el contacto hubiera sido más intenso de lo que debía.
Sangwoo, sin prisa alguna, giró el cigarro entre sus dedos y notó la leve marca de labial en el filtro. Una media sonrisa apareció en su rostro, sutil pero presente, mientras lo observaba por un instante más de lo necesario.
Y entonces, sin siquiera pensarlo, lo llevó a sus labios y dio una calada profunda.
SooJin sintió su corazón saltarse un latido.
Intentó no darle importancia y bebió un poco del café que Gi-Hun le había dado, pero su mente seguía atrapada en la imagen de Sangwoo fumando de ese cigarro con su marca.
Por su parte, él no dijo nada. No tenía que hacerlo.
En su expresión se dibujaba un atisbo de diversión, como si hubiera notado su nerviosismo y disfrutara al verla reaccionar así.
SooJin carraspeó, sintiendo cómo la incomodidad se apoderaba de ella.
—Bueno... ya me voy. —Se levantó de golpe, sacudiéndose la ropa con torpeza. —Tengo que ir a bañarme, estoy hecha un asco.
Gi-Hun soltó una risa nasal.
—Sí, la verdad es que hueles a callejón y desesperación.
SooJin entrecerró los ojos, ofendida.
—Gracias, que lindo eres.
Gi-Hun, todavía riéndose, miró a SooJin, mientras está rodaba sus ojos y comenzaba a alejarse a paso rápido.
—¿Eh? ¿A dónde vas? ¿A tu casa? —preguntó, confundido. —Los matones fueron para allá, ¿tu casa no está igual por esa dirección?
Señaló la calle por donde los cobradores habían corrido con anterioridad, soltando una risa.
SooJin se detuvo por un segundo, girando lentamente la cabeza hacia él.
— De hecho, les di la dirección de tu casa, Gi-Hun.
Con una sonrisa llena de diversión, SooJin le guiñó un ojo a Gi-Hun, como si todo fuera un juego para ella, dejando a Gi-Hun estupefacto.
Gi-Hun, que había estado mirando sin comprender, de repente se tensó. —¿Qué hiciste, qué?
Antes de que pudiera reaccionar, SooJin comenzó a correr, aprovechando su agilidad. Gi-Hun, enfadado y sorprendido, empezó a correr detrás de ella, pero ella era más rápida.
A pesar de los intentos de Gi-Hun por alcanzarla, SooJin logró avanzar un gran tramo antes de que él se cansara, respirando con dificultad.
—¡Maldita chamaca, me las pagarás! —gritó, frustrado.
Desde su posición, Sangwoo observaba todo con calma, pero no pudo evitar soltar una ligera risa. Sin embargo, el humo del cigarro le hizo toser un poco, ahogándose entre risas y exhalaciones.
SooJin, sin detenerse, soltó una carcajada y caminó de espaldas, mirando a Gi-Hun con una sonrisa burlona. Le sacó levemente la lengua, como una última provocación antes de alejarse aún más.
—Nos vemos, SooJin.
La voz de Sangwoo la alcanzó, baja pero lo suficientemente clara como para hacerla detenerse.
Ella se quedó quieta un segundo antes de girar ligeramente la cabeza hacia él.
Sangwoo la miraba con la misma calma de siempre, su cigarro aún entre los dedos.
La suavidad en su tono, casi imperceptible, hizo que el estómago de SooJin se encogiera, como si su nombre tuviera un peso distinto cuando él lo decía.
SooJin tragó saliva, pero no dijo nada. En lugar de eso, dio media vuelta y comenzó a alejarse rápidamente, sintiendo cómo su piel ardía de manera incómoda, como si algo estuviera a punto de romperse.
Gi-Hun, aún molesto por la broma de SooJin, la siguió con la mirada antes de mirar a Sangwoo, frunciendo el ceño.
—¿Desde cuándo te despides de la gente? ¿Eh?
Sangwoo no respondió de inmediato. Sólo dio otra calada a su cigarro, dejando que el humo se desvaneciera lentamente en el aire, con una ligera sonrisa en sus labios que no alcanzaba a tocar sus ojos. Aún rozando la marca que SooJin había dejado en el filtro con sus labios, como si saboreara el rastro de ella, sin apresurarse a apartar la mirada.
—mel( ◜‿◝ )♡
UAKAHSKSJA no saben cómo ame escribir esto 😭😭😭. Y ya sé q es bn cortito pero quería actualizar dos días seguidos sooo...
También no saben cómo amo la relación d Gi-Hun y SooJin 😓😓😓😓
Chao 👋, creó q es lo último que leerán cómico, ps pq ya se viene 😜 😜 😜
Por cierto.... a qn creen q se refería Gi-Hun?? Y pq Sangwoo se enojó???
para pensar señores 💪 💪
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro