1.5
El impacto contra el suelo fue brutal. La frialdad de la acera se coló a través de su piel como un golpe de realidad. SooJin yacía inmóvil en lo que parecía ser un callejón oscuro en alguna parte de Corea.
Su boca estaba sellada con cinta adhesiva, sus ojos cubiertos por una venda, y sus manos y pies atados con una cuerda gruesa que raspaba su piel con cada movimiento. Emitió un quejido sofocado al impactar contra el pavimento, pero no tuvo tiempo para reflexionar sobre el dolor antes de que un grito desgarrador resonara justo a su lado.
—¡AYUDA! ¿ALGUIEN ME ESCUCHA? ¡NECESITO AYUDA!
El sonido retumbó en su cabeza, haciéndola estremecer. Era una voz masculina, joven, con un leve acento.
SooJin intentó recordar dónde lo había escuchado antes. Ese sujeto... Era el mismo que había estado a su lado en aquella habitación antes de que los trajeran hasta allí. SooJin quiso gritarle, hacerle saber que no estaba solo, que ella también estaba ahí. Pero la cinta sobre su boca se lo impedía.
¿Por qué solo ella tenía la boca tapada?
No tardó en recordar la razón: durante todo el trayecto no paró de quejarse y lanzar insultos contra quienes los habían llevado hasta allí. Al final, parecían haberse cansado y optaron por silenciarla.
Apenas tuvo tiempo de recomponerse cuando una segunda voz resonó en la oscuridad, grave y serena.
—Cállate. Desátame primero y asi podré ayudarte.
El tono era más bajo, más firme. Sin embargo, lo que realmente la sobresaltó no fueron las palabras, sino el timbre de aquella voz.
Esa voz...
Un escalofrío helado le recorrió la espalda. Se escuchaba cerca, demasiado cerca.
Y entonces lo percibió.
Una respiración cálida, pausada, rozándole el pecho con cada exhalación.
Su corazón latió con fuerza cuando lo reconoció al instante.
Soojin solo podía escuchar los sonidos a su alrededor: jadeos, el roce de las sogas al desatarse, el crujido de las fibras cediendo bajo la presión. No tenía claro qué estaba sucediendo hasta que sintió unas manos firmes que la sostenían por los hombros, ayudándola a sentarse.
Un escalofrío la recorrió por completo cuando la venda que cubría sus ojos fue retirada, obligándola a parpadear varias veces antes de que su visión se acostumbrara a la luz tenue del callejón. Lo primero que captó fue un par de ojos oscuros que la observaban, intensamente
Cho SangWoo.
La expresión en su rostro era inescrutable, pero su mirada se mantenía fija en la de ella. Soojin sintió el corazón golpear contra su pecho, no por emoción, sino por el miedo latente que aún no desaparecía del todo. Se apresuró a apartar la vista, solo para encontrarse con una imagen aún más inquietante: el torso desnudo de Sangwoo a pocos centímetros de ella. Su respiración se cortó.
Un calor repentino le subió a la cara, y rápidamente desvió la mirada a cualquier otro punto que no fuera su piel expuesta. Sangwoo, sin inmutarse, continuó desatando las sogas que apresaban sus muñecas, trabajando con la misma precisión meticulosa de siempre.
Tan pronto como sintió sus manos libres, Soojin intentó exhalar un suspiro de alivio, pero la cinta que le cubría los labios se lo impidió. Con dedos torpes e impacientes, tiró de ella, arrancándola de un solo movimiento.
El aire llenó sus pulmones de golpe, y por un momento, se quedó quieta, tratando de recuperar el aliento.
Luego, un detalle cruzó su mente como un rayo.
Al mirarse, se percató de que un escalofrío la recorría. Desde el momento en que despertó en aquel lugar, había estado solo en ropa interior.
Una oleada de vergüenza la invadió; su piel se erizó al darse cuenta de su desnudez parcial en medio del callejón, con la brisa nocturna rozando su piel desprotegida. Instintivamente, se abrazó, cruzando los brazos sobre su cuerpo en un intento de cubrirse.
Rápidamente, se inclinó para desatar las sogas de sus pies, sus dedos torpes debido a la prisa y los nervios. Tan pronto como se liberó, sus ojos recorrieron el suelo hasta encontrar una bolsa negra que yacía a unos cinco pasos de ella. Su corazón latió con fuerza al reconocerla.
Sin perder un segundo, caminó apresurada hacia ella, ignorando la sensación áspera del concreto contra sus pies descalzos. Se agachó y abrió la bolsa con manos temblorosas. Sus ropas estaban ahí. Un alivio momentáneo la invadió mientras sacaba la tela y comenzaba a vestirse lo más rápido posible.
Su pecho aún subía y bajaba con rapidez por la tensión del momento. Buscó a Sangwoo con la mirada, pero él ya estaba ocupado desatando al otro hombre que estaba con ellos.
Agradeció internamente que aquel hombre no la haya visto en aquel estado tan vulnerable. No necesitaba más incomodidad en una situación que de por sí ya era demasiado extraña y angustiante.
El sonido de las sogas deshaciéndose y el resuello entrecortado del hombre liberado rompieron el breve silencio. SooJin tragó saliva, abrazándose a sí misma por un momento antes de intentar ordenar sus pensamientos. ¿Dónde estaban exactamente?
Pronto, ella terminó de ajustarse los tenis, pero su curiosidad pudo más. Disimuladamente, alzó la mirada hacia Sangwoo, justo en el momento en que este deslizaba sus brazos dentro de una camisa blanca.
Por algún motivo, no pudo evitar fijarse en lo bien que le quedaba, cómo la tela caía sobre su torso, cubriendo lentamente su piel. Sus ojos se deslizaron, casi sin que ella lo notara, a lo largo de las líneas marcadas de sus músculos, la forma en que su clavícula se asomaba sutilmente antes de quedar oculta. Se veía... increíblemente atractivo, y eso la hizo sentirse estúpida de inmediato.
Negó con la cabeza y desvió la mirada, mordiéndose el interior de la mejilla. ¿En qué demonios estaba pensando? No era momento de fijarse en esas cosas.
El otro hombre, ahora también vestido, se sacudió la ropa con impaciencia antes de mirar a su alrededor con evidente frustración.
—Oiga, señor —preguntó, observándolo con atención—. ¿Sabe dónde estamos?
Sangwoo barrió el lugar con la mirada, buscando algún punto de referencia. Sus ojos se fijaron en un imponente edificio frente a ellos. SooJin también se puso de pie, intentando reconocer la zona, mientras el otro hombre se acercaba para hacer lo mismo.
Finalmente, Sangwoo murmuró:
—Yeouido.
El hombre de piel morena frunció el ceño.
—¿Dónde está exactamente Yeouido?
—En el centro de Seúl —respondió SooJin sin apartar la vista de Sangwoo, quien en ese momento se acomodaba su saco con calma.
Por alguna razón, no podía dejar de mirarlo. Había algo en la forma en que el traje se ajustaba perfectamente a su cuerpo y en la naturalidad con que se arreglaba la vestimenta que la tenía completamente hipnotizada. Se veía tan elegante, tan guapo....
Su absurda contemplación se rompió de golpe cuando el otro hombre habló con urgencia:
—Disculpen, ¿tienen un teléfono? ¿Puedo usar su teléfono, por favor? Solo necesito hacer una llamada.
De manera instintiva, SooJin introdujo la mano en el bolsillo de su pantalón para buscar su teléfono. El hombre parecía ser alguien amable, una buena persona; ¿por qué negarle una simple llamada?
Sin embargo, al intentar encender el dispositivo, se dio cuenta de que estaba apagado. Se había quedado sin batería.
Observó a Sangwoo hacer lo mismo, pero su expresión neutral le dejó claro que su celular estaba en la misma condición.
Soojin le sonrió con amabilidad al moreno.
—Lo siento, no tengo pila. Pero vamos, tengo algo de hambre —dijo con ligereza antes de guiñarle un ojo y empezar a caminar.
El hombre parpadeó, sorprendido por su actitud después de todo lo que acababan de vivir. Sangwoo, por su parte, la observó con una mezcla de incredulidad y algo que no terminaba de reconocer en sí mismo. Frunció el ceño al verla guiñarle un ojo al otro hombre, y un molesto cosquilleo se instaló en su pecho. ¿De verdad estaba coqueteando después de todo lo que habían pasado?
Suspiró pesadamente, intentando ignorar esa sensación absurda que lo invadía. No era de su incumbencia cómo ella actuara ni con quién, pero aun así, la manera en que sonreía con tanta naturalidad, su habilidad para hacer bromas y atraer miradas, le resultaba irritante.
—¿En serio lo primero que piensas es en comida? —preguntó, caminando tras ella con las manos en los bolsillos.
Soojin se encogió de hombros sin dejar de avanzar.
—¿Y qué otra cosa se supone que haga? Morirme de hambre no es opción —respondió con un tono despreocupado—. Además, después de todo lo que pasó, creo que nos merecemos algo de comida decente, ¿no?
El moreno rió entre dientes.
—Bueno, tiene un punto —murmuró antes de seguirla.
Sangwoo apretó los labios. No sabía el porque, pero tampoco le gustaba verla tan animada con alguien más.
Mientras caminaban por las calles de Yeouido, el ambiente se sentía irreal. A pesar de estar de vuelta en la ciudad, todo parecía diferente. La gente iba y venía, los autos pasaban sin pausa, el mundo seguía como si nada hubiera ocurrido. Como si ellos no hubieran estado al borde de la muerte.
—¿Tienes dinero siquiera? —preguntó de pronto Sangwoo, con ese tono neutral que no dejaba ver si hablaba en serio o con sarcasmo.
SooJin giró la cabeza para verlo, sonriendo con confianza.
—No, pero algo encontraremos —respondió encogiéndose de hombros.
Después de unos minutos, sus pasos los llevaron hasta una pequeña tienda de conveniencia en una esquina. SooJin entró primero, seguida por los dos hombres.
—Bueno, esto es lo más cerca que estaremos de una comida gratuita —dijo con una sonrisa burlona mientras tomaba un paquete de ramyeon y lo observaba con interés—. Ahora, la pregunta es... ¿cómo pagamos esto?
Sangwoo la miró en silencio por un momento antes de suspirar y sacar algo de dinero doblado de su bolsillo.
—Parece que no gasté todo lo que tenía antes de... —se detuvo, sin necesidad de terminar la frase.
SooJin lo miró con los ojos abiertos, sorprendida.
—¿En serio tienes dinero? ¿Por qué no lo dijiste antes?
Sangwoo simplemente la ignoró y se dirigió a la caja registradora, dejando el dinero sobre el mostrador.
—Solo cómanse lo que quieran y terminemos con esto.
SooJin sonrió para sí misma mientras tomaba una botella de agua y lo seguía. Por un momento, la sensación de normalidad la reconfortó. Como si todo lo que había sucedido no fuera más que un mal sueño.
[...]
SooJin se adelantó para preparar los fideos junto con el hombre que anteriormente se había presentado ante ella, como Ali. Mientras tanto, Sangwoo terminaba de pagar en la caja. La calidez del vapor de la comida subía lentamente, envolviéndolos en una sensación momentánea de tranquilidad.
Ambos estaban completamente concentrados en el aroma y la promesa de aquella deliciosa comida caliente cuando SooJin sintió de nuevo ese característico perfume que ya había notado antes en Sangwoo. Un olor sofisticado, elegante, que de alguna manera hacía que su presencia se sintiera más imponente.
De pronto, frente a ellos apareció un celular extendido en dirección a Ali. SooJin parpadeó, confundida, y miró a su compañero, quien también tenía la misma expresión. Luego, ambos voltearon a ver a Sangwoo, quien simplemente se sentó a su lado, despreocupado, abriendo su propio paquete de comida con indiferencia.
Ali, sorprendido y algo tímido, tomó el celular con cuidado, como si no pudiera creer que se lo estaban ofreciendo. Se levantó rápidamente y realizó una profunda reverencia hacia Sangwoo.
—Muchas gracias... En serio, muchas gracias —dijo con sincera gratitud antes de alejarse para marcar el número que necesitaba.
SooJin observó toda la escena con una sonrisa leve, aunque no pudo ocultar su sorpresa. Hasta ese momento, había visto a Sangwoo como una persona fría, distante e incluso un tanto indiferente hacia los problemas de los demás. Sin embargo, ese pequeño gesto la llevó a preguntarse si realmente era tan inaccesible como aparentaba.
—¿Sueles siempre mirar a las personas mientras comen?
La voz de Sangwoo la sacó de sus pensamientos de golpe. SooJin parpadeó y se dio cuenta de que, efectivamente, lo estaba mirando fijamente otra vez. Se aclaró la garganta, avergonzada, y desvió la mirada hacía su comida, removiendo sus fideos, tratando de disimular.
—No, es solo que no imaginé que fueras del tipo que presta su teléfono sin dudarlo —comentó con un tono casual, pero con cierta curiosidad.
Sangwoo no levantó la mirada de su comida.
—No lo soy.
—¿Entonces?
Él suspiró con desgano antes de responder.
—Él lo necesitaba más que yo.
SooJin sonrió levemente ante su respuesta, apoyando el mentón en su mano mientras lo observaba.
—¿Sabes? Creo que en el fondo eres más amable de lo que quieres admitir.
Sangwoo hizo una pausa y la miró de reojo, con una expresión entre aburrida y divertida.
—Y yo creo que hablas demasiado.
SooJin rió suavemente y sacudió la cabeza.
—Tal vez. Pero alguien tiene que hacerlo, ¿no?
Sangwoo no respondió de inmediato, solo volvió a concentrarse en su comida. Sin embargo, SooJin notó la ligera curvatura en la comisura de sus labios, casi imperceptible.
Tal vez, solo tal vez, no era tan imposible de descifrar como parecía.
[...]
Ambos habían terminado de comer cuando Sangwoo se adelantó a salir del local, encendiendo un cigarrillo tan pronto como estuvo en la calle. SooJin lo observó desde la puerta, soltando un pequeño quejido para sí misma.
"¿Hay algo que no lo haga ver tan atractivo?" pensó, algo frustrada.
Suspiró y, sin pensarlo demasiado, caminó hasta quedar a su lado. Metió la mano en el bolsillo de su chaqueta, sacando una pequeña caja de cigarrillos. Colocó uno entre sus labios con naturalidad, mientras con la otra mano rebuscaba su encendedor. Sin embargo, tras unos segundos de búsqueda, su expresión cambió a una mueca de frustración.
Sangwoo exhaló una fina nube de humo, observándola con una mezcla de curiosidad y diversión. Había algo intrigante en la escena frente a él: la forma en que SooJin fruncía levemente el ceño, la impaciencia reflejada en su mirada mientras buscaba su encendedor sin éxito. Sus mejillas, acariciadas por el frío nocturno, tenían un leve tono rosado, y el cigarrillo descansando en sus labios color carmesí, lo tenían hipnotizado.
Sin pronunciar palabra, levantó su propia mano y extendió su cigarro encendido hacia ella, ofreciéndole fuego en un gesto silencioso. SooJin parpadeó, sorprendida, antes de alzar la vista y encontrarse con sus ojos oscuros, que la observaban con un brillo indescifrable.
Por alguna razón, sintió su corazón latir un poco más rápido.
Esbozó una pequeña sonrisa y, sin apartar la mirada de él, se inclinó lentamente. Su rostro se acercó al de Sangwoo, sus labios apenas a centímetros del cigarro que él sostenía con firmeza. El leve calor de su piel contrastó con el aire frío de la noche, y por un breve instante, la distancia entre ellos se volvió casi inexistente.
El humo flotó entre ambos, envolviéndolos en un aura etérea, suspendiendo el momento en un segundo de intimidad sutil. SooJin sintió el roce del fuego en la punta de su cigarrillo y aspiró con suavidad, sin despegar su mirada de la de él.
El sonido del papel ardiendo se mezcló con la quietud de la noche.
Cuando finalmente se alejó, soltó el humo en una exhalación pausada, sin poder evitar una ligera sonrisa.
—Gracias —murmuró, con la voz más suave de lo que esperaba.
Sangwoo no respondió de inmediato. Solo la observó por un segundo más, antes de llevarse su cigarrillo a los labios de nuevo, con la misma expresión tranquila de siempre.
—No hay de qué.
Pero en su mirada había algo distinto. Algo que la hizo desviar la vista antes de que pudiera descifrarlo.
El ambiente cargado de tensión se desvaneció de golpe cuando una voz interrumpió el momento.
—Señor, muchas gracias.
Ali apareció detrás de SooJin, extendiéndole el celular a Sangwoo con una ligera reverencia. SooJin parpadeó, volviendo a la realidad, mientras observaba cómo Sangwoo tomaba el dispositivo sin expresión alguna y lo guardaba en el bolsillo de su saco. La diferencia era notable; hacía apenas unos segundos, su mirada hacia ella parecía completamente distinta.
—Hasta luego —se despidió Ali con otra reverencia—. Adiós, SooJin.
Le dedicó un gesto amable con la mano antes de girarse para irse.
Sangwoo, que hasta ahora no había dicho una palabra, dio una última calada a su cigarrillo antes de exhalar el humo lentamente. Su voz ronca quebró el silencio:
—Espera. ¿Tienes dinero?
Ali se detuvo y lo miró con desconcierto.
—¿Qué?
—Dijiste que vives en Ansan —explicó Sangwoo con calma—. Ni siquiera pudiste pagar el ramyeon. ¿Tienes dinero para viajar?
Ali, confundido, buscó la mirada de SooJin, como si esperara que ella lo ayudara a entender la repentina pregunta. SooJin simplemente sonrió con ternura y reformuló la pregunta con un tono más suave.
—Dinero. ¿Tienes dinero?
Ali parpadeó antes de negar con la cabeza.
—Ah... no. No tengo dinero. Caminaré.
SooJin se atragantó con el humo de su cigarrillo.
—¿Caminarás hasta Ansan desde aquí? —repitió incrédula—. Eso está como a... ¿cuatro horas a pie?
Ali asintió con timidez, como si no viera nada extraño en ello.
Sangwoo chasqueó la lengua, llamando la atención de ambos. SooJin lo observó con curiosidad cuando lo vio buscar algo dentro de su saco. Luego, sin decir nada más, sacó su billetera, extrajo un billete y lo extendió hacia Ali.
—Ten esto, es para el autobús.
El joven negó rápidamente con la cabeza, levantando las manos con torpeza.
—No puedo aceptarlo. No tengo cómo pagárselo.
Por primera vez en toda la conversación, Sangwoo sonrió. No una sonrisa amplia, pero sí lo suficiente para notarse.
—No te lo voy a cobrar, tranquilo. Solo tómalo.
Ali lo miró sorprendido, con cierta duda reflejada en sus ojos. Finalmente, con manos temblorosas, tomó el billete y se inclinó en una reverencia profunda.
SooJin observaba la escena en silencio, con atención. No podía evitar sentirse sorprendida por el gesto de Sangwoo. Hasta ahora, solo había demostrado un lado completamente diferente. Un lado que, sin darse cuenta, la hacía mirarlo con nuevos ojos.
—Gracias, muchas gracias, señor. — Ali continuó agradeciendo con sinceridad.
Sangwoo lo miró con expresión neutra antes de responder:
—No soy "señor". Por favor, no vuelvas a decir eso.
Exhaló el humo de su cigarro con calma y, con la mano libre, acomodó sus lentes con un movimiento elegante y despreocupado. SooJin observó el gesto con más atención de la que debería. Una sonrisa involuntaria apareció en su rostro mientras se preguntaba si era racional sentirse atraída por alguien tan rápido. Pero, ¿cómo evitarlo? Frente a ella tenía la mejor imagen posible de un hombre que, sin siquiera intentarlo, acaparaba toda su atención.
—Lo siento... Muchas gracias —repitió Ali con otra reverencia.
Sangwoo no respondió, solo dio una última calada a su cigarro mientras Ali finalmente se retiraba, alejándose con pequeñas inclinaciones de cabeza hasta desaparecer.
Ahora estaban solos otra vez.
El ambiente, que ya de por sí se sentía tenso entre ellos, parecía haberse vuelto aún más denso con la ausencia de Ali. El leve murmullo de la ciudad a su alrededor contrastaba con el silencio que se había instalado entre ambos. SooJin sintió cómo su corazón latía con más fuerza, aunque no entendía del todo por qué.
Bajó la mirada, dándole una última calada a su cigarrillo, pero la sensación de la mirada de Sangwoo sobre ella la obligó a alzar la vista.
Esa mirada, la que aún seguía sin descifrar, la que la ponía nerviosa sin siquiera intentarlo...
SooJin sintió un leve calor en su rostro y rápidamente trató de evitar la situación. Tiró su cigarro al suelo y lo apagó con la suela de su zapato antes de levantar la vista y forzar una sonrisa.
—Bueno... Nos vemos, señor —dijo con una sonrisa tímida, dando un pequeño paso hacia atrás, lista para marcharse.
Sangwoo la observó en silencio por unos segundos, su expresión difícil de leer. Parecía que algo pasaba por su mente, pero, como siempre, no dejó que se reflejara en su rostro. En cambio, solo asintió levemente, llevando las manos a los bolsillos de su saco.
Después de un breve instante, sacó algo y lo extendió hacia ella. SooJin parpadeó, sorprendida al ver el objeto en su mano. Era su encendedor.
—Tómalo —dijo con voz tranquila, sin darle mayor importancia.
SooJin dudó por un momento antes de recibirlo, sus dedos rozando los de él por un instante fugaz. Miró el encendedor en su palma y luego volvió a mirarlo a él, sintiendo una extraña calidez en el pecho.
—¿Por qué me lo das? —preguntó, sin poder ocultar su curiosidad.
Sangwoo apartó la mirada, encogiéndose de hombros.
—Pareces necesitarlo más que yo.
Ella sonrió, divertida ante su aparente indiferencia, aunque algo en su interior le decía que no era solo eso. Sujetó el encendedor con cuidado, como si fuera un pequeño tesoro.
—Gracias.
—Nos vemos, SooJin —respondió con voz tranquila.
Ella sintió un pequeño estremecimiento al escucharlo decir su nombre con esa naturalidad. No podía negar que había algo en él que la hacía sentir extrañamente inquieta.
Se giró y comenzó a caminar en dirección contraria, sin mirar atrás. Sin embargo, no pudo evitar preguntarse si él seguía observándola mientras se alejaba.
Y, aunque intentó ignorarlo, su corazón latía más rápido de lo que debería.
¿Por qué él la hacía sentir así? Como si su corazón estuviera a punto de explotar en cualquier momento, como si cada minuto a su lado la hiciera sonrojarse sin remedio, sintiéndose más frágil de lo que jamás se había permitido ser.
SooJin dejó escapar un leve quejido de frustración mientras movía los hombros, intentando sacudirse aquellas sensaciones. Pero era inútil. Definitivamente, nunca olvidaría la intensidad de la mirada de Sangwoo sobre ella, ni mucho menos aquel momento en el que estuvieron tan cerca.
Y su aroma... ese perfume embriagante que había notado de inmediato, mezclado con el sutil rastro a cigarrillo. Para cualquiera podría haber sido un detalle insignificante, pero para ella, era la combinación perfecta.
Involuntariamente, dejó escapar un leve suspiro al recordar su esencia, sintiendo cómo un escalofrío recorría su piel.
Ajena a todo, SooJin continuó su camino, aún perdida en sus pensamientos, con su corazón latiendo con fuerza al recordar cada detalle de aquel encuentro. No tenía idea de que, detrás de ella, en la penumbra de la noche, el hombre que la había hecho sentir de esa manera había decidido seguirla.
Sangwoo caminaba unos pasos detrás, su expresión inescrutable, sus manos en los bolsillos mientras su mirada se mantenía fija en ella. No era casualidad, ni tampoco un impulso pasajero. Había tomado la decisión de seguirla, de asegurarse de que llegara sana y salva a su destino.
Ella podía estar sumida en sus emociones, luchando con lo que él despertaba en su interior, pero lo que no sabía era que él, en silencio, también había sido arrastrado a su propio dilema. Y ahora, sin decir una sola palabra, la seguía en la oscuridad, con un único propósito: protegerla.
Porque claro... ella era una muy buena amiga de su madre. ¿Por qué no cuidarla? Era lo correcto, ¿no? Al menos, eso se repetía a sí mismo. Eso justificaba por qué estaba allí, vigilando cada uno de sus pasos, asegurándose de que nada le sucediera. No tenía nada que ver con lo que sentía cuando la veía sonreír o con la forma en que su aroma seguía impregnado en su mente. No, no tenía nada que ver con eso.
Solo estaba cuidando de ella. Nada más.
[...]
SooJin siguió caminando por las calles oscuras de Seúl, con el encendedor de Sangwoo aún aferrado en su mano. Su mente divagaba en todo lo sucedido, pero cada paso que daba hacia su hogar hacía que su preocupación creciera. Había estado fuera más de un día, y su abuela estaba sola... ¿habría estado bien en su ausencia?
Al girar en la última calle, su corazón dio un vuelco. Su puerta estaba entreabierta.
Se detuvo en seco, sintiendo cómo el miedo se apoderaba de su cuerpo. Su abuela nunca dejaba la puerta abierta, ni siquiera cuando ella estaba en casa. Un escalofrío recorrió su espalda mientras tragaba saliva y se apresuraba a entrar.
—¡Abuela! —gritó, con desesperación, recorriendo con la mirada la pequeña sala. Todo parecía estar en su lugar, pero el silencio era abrumador.
Corrió hacia la habitación de su abuela y la encontró vacía. La cama seguía deshecha, tal como la había dejado esa mañana. Sus manos comenzaron a temblar mientras revisaba la cocina, el baño, incluso el pequeño patio trasero. Pero no había rastro de ella.
—¡Abuela, por favor! —su voz se quebró.
En su desesperación, comenzó a buscar algo, cualquier pista que le indicara dónde estaba su abuela. Su única familia, la persona más importante en su vida... tenía que encontrarla.
La angustia la ahogaba, y cuando sus piernas comenzaron a fallarle, cayó de rodillas en medio de la sala. Lágrimas gruesas rodaban por sus mejillas mientras cubría su boca con las manos, tratando de contener un sollozo.
Con la respiración entrecortada y el corazón latiendo desbocado, se llevó las manos a la cabeza, girando su mirada frenética por toda la casa, hasta que algo llamó su atención.
Pegada a la alacena, una pequeña nota amarilla resaltaba contra la madera oscura. Sus ojos se abrieron de par en par y, sin pensarlo dos veces, corrió hacia ella, arrancándola con manos temblorosas.
"La llevamos al centro de urgencias médicas."
El papel resbaló de sus dedos y cayó al suelo mientras SooJin, sin perder un segundo, tomó su chaqueta y salió corriendo de la casa, sin siquiera cerrar la puerta tras de sí.
—mel ( ◜‿◝ )♡
Owww q opinan??? Realmente no fue SooJin quién describo todo eso, era yo. Me estoy viendo d nuevo la serie y 😭😭😭😭 me volví a enamorar de SangWoo. Y aunque me quieran meter ideas malas a la cabeza, quiero decirles que yo lo conozco y él no es así 💪💪.
Les gustó??? Realmente quería extenderlo un poco más pero ya hacía falta una actualización.
Gracias x tanto, xdon x tan poco 😭😭😭. Lxs amo mucho, mil gracias x todo, d verdad lxs amoo🤍🤍🤍
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro