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⁻ᴱⁱᵍʰᵗ

—ˢᵉᵃˢᵒⁿ ¹ / ᴱᵖⁱˢᵒᵈᵉ ⁸

ᶜᵒᵐᵇᵃᵗ

El traqueteo de los caballos era casi atrayente, pero mi mente estaba demasiado ocupada como para relajarme. Mis manos seguían atadas, y los ojos vendados me impedían ver hacia dónde nos dirigíamos.

El sonido del viento cambió, y pronto supe que habíamos llegado a un lugar diferente. Voces se alzaban, primero susurrantes y luego más claras.

Alguien tiró de mí, obligándome a bajar del caballo. El suelo bajo mis pies se sentía firme, pero el bullicio a mi alrededor no hacía más que aumentar mi nerviosismo. Me empujaron hacia adelante, y finalmente me quitaron la venda.

La luz del sol me cegó por un instante, pero cuando mis ojos se acostumbraron, me encontré rodeada por una gran ciudad casi destruida.

—Es impresionante verdad—Dice Lexa—Polis es la capital de los doce clanes

—Bastante impresionante—Susurre mirando todo a mí alrededor

Me llevaron a un gran edificio según Anya el consejo decidirá que hacer conmigo creen que soy algo “especial”

El Consejo estaba reunido líderes de los clanes, cada uno con su propia vestimenta distintiva, todos con expresiones severas. Me sentía como una presa en medio de un grupo de depredadores.

Uno de ellos alzó la voz en su lengua nativa, y aunque no entendía las palabras exactas, capté el tono sospecha y hostilidad.

—Están diciendo que eres una amenaza-—tradujo Lexa, su tono calmado.

Las palabras se alzaban en un crescendo, y varias veces escuché la palabra "matarla". Anya, que estaba de pie cerca de mí, interrumpió con firmeza.

Nodotaim. Jus drein jus daun.—

Lexa giró hacia mí—Sangre por sangre. Quieren que pruebes tu valía en combate.

El Consejo murmuró en aprobación mientras Anya explicaba algo más en su lengua. Finalmente, uno de los líderes señaló el centro de la ciudad, donde seria el combate

—Tendrás que luchar contra un guerrero—dijo Lexa, sus ojos fijos en los míos—Si ganas, demostrarás tu fuerza. Si pierdes... no hará falta que te explique.

Me llevaron de regreso a la celda, pero esta vez no estaba sola por mucho tiempo. Anya y Lexa entraron, acompañadas por dos guardias que llevaban un conjunto de armas. Una espada corta, un cuchillo y una lanza ligera.

Anya cruzó los brazos y me miró fijamente —¿Sabes usar alguna de estas?

—Si—respondí

—Elige—ordenó Anya.

Tomé la espada corta, sintiendo su peso en mi mano. Aunque no era la mejor luchadora, sabía lo suficiente para defenderme.

—¿Crees que puedes ganar?—preguntó Lexa mientras se acercaba con un recipiente de barro en las manos.

—¿Tengo opción?—respondí, mi voz gélida.

Lexa sonrió levemente antes de mojar los dedos en el barro negro y acercarse a mi rostro. Sus movimientos eran cuidadosos mientras trazaba líneas negras en mis mejillas, mi frente y mi nariz.

—Estas marcas son las de una guerra—explicó—Vas a hacer campeona

Anya observó en silencio antes de hablar.

—Recuerda, esto no es solo para ti. Si pierdes, debilitas a quienes han apostado por ti.

Mis dedos se apretaron alrededor de la empuñadura de la espada. No tengo intención de fallar.

Me llevaron al centro de Polis, estaba lleno de gente desde niños hasta ancianos, todos se reunieron alrededor de la arena improvisada para ser testigos del juicio. El Consejo ocupaba un lugar elevado, observando cada movimiento.

Mi oponente era un guerrero enorme, con cicatrices

que contaban historias de innumerables batallas. Llevaba una lanza, y sus ojos me observaban con una mezcla de burla y hambre de sangre.

Yu gonplei ste odon—gruñó, golpeando la lanza contra el suelo.

Lexa, parada cerca del Consejo, tradujo—Dice que tu lucha termina aquí.

El tambor resonó, marcando el inicio del combate.

El guerrero avanzó rápidamente, su lanza girando con una destreza que me obligó a retroceder. Cada golpe era más fuerte que el anterior, y pronto mi respiración se volvió errática.

Pero no me rendí. Observé sus movimientos, esperando el momento perfecto. Cuando lanzó una estocada, me agaché y giré, usando mi espada para cortar su costado.

La multitud jadeó, pero el guerrero no retrocedió. A pesar de la herida, atacó con aún más furia.

Finalmente, vi mi oportunidad. Esquivando su lanza, me acerqué lo suficiente como para dar un golpe certero a su cuello. La espada cortó limpiamente, y su cabeza cayó al suelo mientras su cuerpo colapsaba.

El silencio en la arena fue absoluto.

El tambor resonó de nuevo, esta vez anunciando mi victoria. Lexa se acercó, sus ojos evaluándome.

—Lo lograste—dijo, su tono neutral.

Anya se giró hacia el Consejo— Ha demostrado su valía. Ahora, ¿estamos de acuerdo en cumplir nuestra parte?

El Consejo asintió en silencio, aunque las miradas que me dirigían estaban lejos de ser cálidas.

Mientras me alejaban de allí, no podía evitar pensar que esta victoria era solo el comienzo de algo mucho más grande.

Estaba en la celda sentada contra la pared fría, abrazándome las rodillas mientras intentaba borrar de mi mente la imagen de hace un par de horas. Aún podía sentir el peso de la espada en mis manos, el olor metálico de la sangre, y la mirada vacía del guerrero cuando todo terminó. Había ganado, sí, pero ¿a qué costo?

Un ruido metálico rompió el silencio. Alcé la vista justo cuando la puerta de la celda se abría con un chirrido. Anya estaba ahí, erguida, con esa expresión que nunca lograba descifrar del todo.

—Es hora de irnos —dijo con su tono característicamente firme.

Me puse de pie despacio, estirando los músculos entumecidos.

—¿Eso significa que soy libre? —pregunté, aunque sabía que la respuesta no sería tan sencilla.

Anya cruzó los brazos y se apoyó contra el marco de la puerta.

—Ganaste el combate. Según nuestras leyes, eres campeona. Puedes regresar con los tuyos, pero hay otra opción.

Fruncí el ceño, intrigada y un poco molesta por el giro inesperado.

—¿Otra opción?

—Puedes quedarte aquí —dijo, como si fuera lo más lógico del mundo—. Demostraste que tienes lo necesario para ser una guerrera. Con el entrenamiento adecuado, podrías llegar a ser líder.

La idea me tomó por sorpresa, pero rápidamente la descarté.

—No puedo quedarme. Los cien no van a durar much.

Anya inclinó la cabeza, mirándome con algo que casi parecía respeto, aunque también había incredulidad en sus ojos.

—¿Por qué te importan tanto? La mayoría de ellos ni siquiera levantaría un dedo por ti.

Abrí la boca para responder, pero las palabras no salieron de inmediato. En mi mente apareció su rostro: Bellamy. Recordé su voz, su risa, su obstinación. Y, sobre todo, recordé el beso. Ese momento fugaz antes de que todo cambiara.

—No es por todos —murmuré finalmente, con la voz apenas audible.

Anya no insistió, pero vi un destello de curiosidad en su mirada.

—Como quieras. Prepárate, partimos ya.

Me di la vuelta para recoger mis cosas, pero justo en ese momento, Lexa apareció en el pasillo. Su presencia siempre llenaba el espacio, y esta vez no fue diferente.

—Demostraste tu valía, Alessia —dijo con su tono calmado, pero autoritario—. No muchos tienen lo que se necesita para sobrevivir un desafío como ese. Espero que en el futuro podamos encontrarnos nuevamente, como aliadas.

Asentí con un gesto respetuoso.

—Gracias —respondí, aunque las palabras me supieron amargas.

El viaje comenzó poco después. Me entregaron un caballo, algo que me desconcertó de inmediato. 

Subirme al caballo fue una tarea torpe y humillante, pero al final logré mantenerme en el lomo sin caerme. El trote constante era incómodo, pero poco a poco me fui acostumbrando.

El paisaje era impresionante. Bosques densos se extendían en todas direcciones, y el aire fresco me llenaba los pulmones. Pero mi mente no estaba allí.

¿Qué estará haciendo Bellamy ahora? me pregunté, mientras mis dedos se aferraban a las riendas. ¿Me estará buscando? ¿O ya habrá asumido que estoy muerta?

El sonido de los cascos de los caballos me devolvió a la realidad.

—Eres diferente, Alessia —dijo Anya de repente, rompiendo el silencio.

—¿A qué te refieres? —pregunté, girando la cabeza hacia ella.

—La mayoría de la gente no hubiera sobrevivido ese desafío. Pero tú no solo sobreviviste luchaste con convicción.

—La supervivencia no siempre es una elección —respondí, con una risa amarga—. A veces, es todo lo que tienes.

Ella asintió, como si entendiera exactamente lo que quería decir.

Seguimos avanzando, el bosque abriéndose poco a poco mientras el sol se inclinaba en el cielo. Pero mi mente seguía en otro lugar, con otra persona, en otro tiempo.

Holaaa, espero que estén bien. Cuéntenme qué les gustó o qué esperan en los comentarios. ¡No olviden votar, así me motivan a seguir escribiendo!

Hasta la próxima 🌸 🌸

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