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𝐎𝐑𝐈𝐆𝐈𝐍𝐒 - 𝐄𝐏𝐈𝐋𝐎𝐆𝐎

La sola idea de tener que estar frente a cientos de personas en aquel altar tenían a la azabache demasiado nerviosa.

Ser una princesa nunca estuvo en sus planes, desde que T/n era una niña huérfana esta sabía que su vida no sería como la de aquellos cuentos que su nana solía contarle antes de dormir, dónde todos eran felices y obtenían lo que querían sin hacer mucho esfuerzo y cosas así. Su vida fue difícil, haber crecido sin su familia le afectó demasiado, haciendo que esta sintiera regularmente que su lugar en el mundo era estar lejos de allí, lejos de aquella nación que le había negado el derecho a ser feliz. T/n nunca pensó que un día como el de hoy llegaría.

Habían pasado cerca de cinco años desde que esta había vuelto de su auto impuesto exilio voluntario en el extranjero, habían pasado cinco años desde que había abandonado Corea y había vuelto a Norteamérica por aquella ley que la emperatriz Haseul había creado para encontrar a su hija, y aún así, dos décadas después de sufrimiento, ella volvió a casa. Desde el día que había dicho "si" al deseo de Haseul de proclamarla como su hija legítima ante el mundo -ya que lo era obviamente- su vida dió un drástico giro de ciento ochenta grados, había pasado de estar sufriendo en silencio a portar una corona en su cabeza, había pasado de ser Hwang T/n a ser Jo Wong T/n, princesa de Norteamérica, hereda al trono del Imperio Unido Norte Americano y esposa de la Princesa Minatozaki Sana, definitivamente un gran cambio. Desde entonces todo había mejorado.

Al haber vuelto a casa después de años fuera, T/n encontró lo que siempre quiso tener; amor y una familia.

De hecho encontró más que eso.

Desde que T/n asumió su rol como la hija mayor de las majestades Imperiales Haseul la fue preparando para que un día en el futuro cercano está pudiera cumplir su rol y tener su derecho como primogénita y ascender al trono de su madre y de sus ancestros. Finalmente después de cinco años el día llegó.

T/n terminó de ajustar el vestido blanco que estaba usando, acomodó la corona de diamantes que estaba usando -por el momento- y suspiró audiblemente, cerrando sus ojos por unos cuantos segundos. La azabache se encontraba en el vestíbulo principal del palacio, esperando a que la ceremonia de la relevación de cargos de su madre Kahei terminará. La azabache para poder calmar sus nervios tomó asiento en una de las sillas que estaba allí, fijando su vista en los enormes retratos que estaban colgados en la pared del frente.

—Jo Smith George l, Padre fundador y primer emperador del Imperio Unido Norte Americano -T/n leyó, viendo el retrato de aquel hombre, su trastarabuelo, el hombre que alguna vez inicio todo- ¿Cómo poder hacerlo?

—No pensarlo mucho.

T/n giro su rostro hacia la persona que se acercaba a pasos lentos, Haseul apareció poco después en su visión, luciendo un pantalón de tela y bota ancha de color negro y una camisa se satén de un color similar. El cabello corto y blanco de su madre revoloteó con cada paso que daba, quedándose quieto cuando esta se sentó junto a ella.

—Entre más lo pienses más nerviosa estarás -expresó Haseul, esta tomó su mano para dar suaves caricias de apoyo en esta- Solo... Piensa en las cosas buenas que te han pasado, en lo que has vivido hasta llegar hasta este momento -dijo- No servirá mucho, pero algo es algo.

T/n rió, dejando de mirar a su madre para nuevamente ver los otros cuatro retratos allí colgados.

—¿Cómo lo hiciste? -preguntó, Haseul enarcó una ceja- Cuando el abuelo abdicó y te dejó a cargo... ¿Cómo hiciste para no morir de un colapso mental? -esta reiteró, Haseul entendió y asintió- Sé que me has estado preparando para este momento por los últimos años, y fuiste una buena maestra mamá, pero... ¿Cómo sé que lo haré bien? Tengo miedo de cometer errores, de dañar el legado que tú y ellos han dejado para nosotros.

Los retratos de los antiguos monarcas nuevamente fueron el centro de atención, madre e hija miraban a George padre e hijo, a su respectiva abuela y bisabuela Irene, al abuelo Edward y por supuesto, el retrato de Haseul, todos ellos posando en el día de sus coronaciones. Y justamente T/n usaba el vestido que Haseul usó ese día. La mayor sonrió.


—Esto es algo con lo que aprenderás día tras día hija, nunca estarás realmente preparada -respondió Haseul- En mi momento también tuve mis dudas, y eran muchas, tus abuelos me enseñaron por años como debía de actuar, cómo debía pensar y como responder, pero si experiencia era diferente, y yo debía de forjar la mía -luego miró a su hija- Hay personas a tu alrededor que estarán dispuestas a darte su apoyo incondicional, tu madre y yo estaremos ahí para cuando nos necesites, y tu esposa estará fielmente a tu lado -dijo- Sana será de mucha ayuda, ella es una mujer sabía, sabe lo que hace, escúchala, y si te da un consejo... Síguelo -agregó- No te diré nada más, pero siempre podrás contar conmigo.

T/n agradeció las palabras de su madre con una sonrisa y con un fuerte abrazo, Haseul acepto la muestra de cariño y lo devolvió con la misma intensidad.

—¿Estás segura de que te quieres retirar ya? -T/n susurró, haciendo que Haseul riera entre dientes- Aún te puedes arrepentir.

—Anio -respondió Haseul aún riendo- Soy demasiado mayor, estoy cansada y mi cabello ya es blanco, quiero disfrutar de mi vida y pasarle la estafeta a mi relevo.

—Mamá, te tinturaste el cabello de blanco hace un mes -T/n le recordó, Haseul negó igualmente- Supongo que no tengo otra opción.

—Sinceramente no -dijo la mayor- Te aguantas.

Para dar por concluida la charla, madre e hija se pusieron de pie para caminar por el pasillo hasta llegar a la enorme puerta de roble que daba al salón del trono. T/n suspiró y con pasos firmes entró al salón en el momento que los guardias abrieron las puertas. La azabache caminó por la alfombra y por en medio de todos los invitados hasta llegar a aquel altar, en dónde había un trono en medio, revestido de un color amarillo como el oro, con piedras preciosas de colores azul, verde y morado con tintes rosas y con unas patas que se asemejaban a las de un dragón. Y a su lado, en un trono igual de majestuoso estaba sentada aquella hermosa japonesa que hacía latir con amor a su corazón.

Sana también había optado por seguir la moda que Haseul impuso semanas atrás y cambio el color de su hermoso cabello marrón oscuro a uno más grisáceo. Igualmente la japonesa de veía hermosa incluso si tuviera el cabello rosa, este gris acentuó sus facciones y le dió un toque extra de hermosura qué, combinado con el vestido blanco que llevaba la hacían lucir como toda una diosa.

T/n terminó de caminar triunfal hasta los tres escalones que habían allí, y, siguiendo la tradición, está se arrodilló frente a Haseul. La mayor se quitó la corona que tenía en su cabeza y la dejó en sus manos, está aclaro su garganta y procedió a hablar.

Grande y gloriosa ha sido la historia de nuestra nación, conformada por los actos que nuestros ancestros y héroes unieron para que, nuestro hermoso Imperio, se alcé a través de la historia y el tiempo -Haseul dijo, luego, con delicadeza, le entregó la corona que antes ella usaba a Jeongyeon, la primera ministra, la mujer de cabello rubio tomó el objeto y se hizo al lado de quién pronto sería la monarca emérita- Continuando con las tradiciones que mi padre, mi abuela y sus padres establecieron yo, Haseul, te otorgó a ti, mi hija, el medallón que George el grande alguna vez usó.

T/n recibió de manos de su madre el medallón de lo que parecía ser una especie de aleación de plata y diamantes que le pertenecieron al primer emperador, está lo tomo con ambas manos y sonrió hacía Haseul.

—El día de hoy termina una era, pero inicia otra.

Finalmente Haseul terminó de hablar y, con una reverencia perfecta de noventa grados hacia su hija está se alejó de allí, tomando asiento en las sillas de primera fila, junto a su esposa, su hija menor y por supuesto su nieta, la pequeña de cinco años llamada Jo Minatozaki Dahyun. Al Haseul tomar asiento, Jeongyeon se puso de pie frente a la arrodillada T/n, la rubia sacó el libro que contenía las leyes ancestrales y alzó su mano derecha.

Tú, Jo Wong T/n, princesa de Norteamérica, primogénita de nuestra emperatriz madre y heredera al trono del imperio, ¿Juras solemnemente desempeñar con honor y gloria tus obligaciones imperiales, de guardar y respetar las leyes, de proteger la seguridad y la paz de nuestros mares, de nuestras tierras, de nuestros cielos y territorios al igual que respetaras y harás valer los derechos de nuestros ciudadanos con tu propia vida?

Lo juro -respondió T/n firmemente.

Luego, después de la respuesta de T/n, Jeongyeon abrió el libro, comenzando a leer lo que allí había.

—¿Protegerás la santa fe de nuestros ciudadanos, sin importar cuál sea? ¿Defenderás la paz que nuestro grande y glorioso Imperio goza en sus vidas? ¿Mantendrás las leyes del Imperio?

Lo haré -y al responder, T/n agarró con fuerza al medallón.

Jeongyeon pasó de hoja en libro. —Y por último, ¿Prometes respetar, amar, cuidar y proteger sobre todas las cosas a tu legítima esposa, emperatriz consorte del Imperio y madre putativa que está nación adoptó con amor?

Y por unos segundos T/n miró a su esposa, Sana le sonrió cálidamente en el momento en que sus miradas conectaron, y con toda la confianza que está le pudo dar dió su respuesta.

—Lo juro -respondió T/n decisiva, sonriendo enormemente como nunca antes lo había hecho.

Yo, Yoo Jeongyeon, primera ministra del Imperio Unido Norte Americano te nombró a ti, Jo Wong T/n, con la sagrada autoridad que Su Majestad Real Imperial Emérita Jo Smith Jane Haseul me otorgó, además de contar con la aprobación de Dios y de nuestro pueblo, te nombro cómo la emperatriz Jo Wong T/n, emperatriz de los Estados Monarcas Unidos Imperiales de Canadá y los Estados Unidos de Norteamérica y Provincias, colocando está corona sobre tu cabeza, otorgandote el poder y conocimiento que los grandes emperadores del pasado te han dejado como herencia. Sin más, puede ponerse de pie, Majestad.

T/n, al momento que Jeongyeon finalmente puso la corona sobre su cabeza, se puso de pie y dió media vuelta en dirección al público. Entre todos lo invitados, está dió con la mirada llena orgullo que traían Haseul y Kahei.

Recordando todo lo alguna vez vivió, la azabache jamás pensó que ella estaría frente a cientos de personas, sosteniendo entre sus manos el poder de una emperatriz. Contra todo pronóstico, y pensando que nunca sería relevante en la historia, la azabache sonrió cuando la multitud la vitorearon llenos de gozo y felicidad. Luego su sonrisa incremento de tamaño cuando Sana se unió a ella, la japonesa, su princesa, ahora era su emperatriz, la dueña de su corazón y de medio planeta tomó su mano y la llevo hasta sus labios, dejando un cálido y tierno beso en la argolla que hacía siete años atrás las había unido en matrimonio, claro que aún no estaban completas, faltaba algo.

Ese algo corrió desde su asiento hasta llegar a los brazos de sus madres. Dahyun fue alzada en los brazos de T/n, la pequeña de cinco años sonreía enormemente, sintiendo la felicidad que sus abuelas y sus madres sentían. La azabache sonrió y beso la frente de su hija, Sana, sin querer quedarse atrás, abrazó a su esposa de lado y acercó su cuerpo para quedar lo más cerca de su familia.

Finalmente, un fotógrafo se acercó hasta las nuevas monarcas, y pidiendo silencio y que las nombradas posarán tomó la fotografía de la nueva familia imperial.

Cuando la ceremonia privada terminó minutos después, T/n camino tomada de la mano de Sana hasta llegar a las puertas del balcón. Los guardias que custodiaban los ventanales reverenciaron al par de mujeres y abrieron las ventanas. El ruido de la multitud amontonada afuera era ensordecedor, las puertas del palacio fueron abiertas horas atrás para que el pueblo pudiera estar presente en el momento más importante. T/n y Sana sonrieron, alzando sus manos para saludar a la gente que yacía abajo, gritando y aplaudiendo con miles de pancartas celebrando el momento.

Era simplemente magnífico.

𝐎𝐑𝐈𝐆𝐈𝐍𝐒 ©
























Heterosexual el que no comentó.

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