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N.M.

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Querida Alexandra, 

Me he debatido durante días sobre si debía escribirte esta carta, pero mi conciencia no me permite guardar silencio. Sé que lo que estoy a punto de decirte podría cambiarlo todo, pero siento que mereces saberlo antes de que sea demasiado tarde. 

Tus padres están planeando algo peligroso. Su escape de Azkaban no es un rumor, es una realidad. Surgirá pronto Han encontrado aliados entre las filas vivientes de los seguidores del Señor Tenebroso, y su propósito no se limita a su libertad. Tú eres parte central de sus planes. Quieren usarte, Alexandra, quieren moldearte a su imagen y arrastrarte de nuevo a una vida que sé que no deseas. 

Sé que estas palabras te llenarán de temor, pero también de fuerza. Y no me agradas, no cuando robaste una parte de mi, pero sé que harás lo necesario para proteger a los que amas. 

Confía en tus instintos, pero mantente alerta. Ellos no se detendrán. 

Cuídate, Avery. 

N.M. 

El Gran Comedor estaba lleno del bullicio habitual de estudiantes charlando, riendo y disfrutando de la cena. Las velas flotaban sobre las mesas, iluminando los rostros de cientos de jóvenes. Para Lexy, todo eso era ruido de fondo. Sus manos temblaban ligeramente mientras terminaba de leer la carta. 

La caligrafía, tan pulcra y elegante, le gritaba una verdad que no quería aceptar. Narcissa Malfoy. Podría haberlo adivinado sin leer las iniciales. Solo alguien como Narcissa escribiría algo tan frío y, al mismo tiempo, tan directo. Y alguien tan desvergonzada para seguir pensando que fue una buena madre para Draco, cuando claramente nunca podría serlo si no miraba más allá del patético de Lucius Malfoy.

Lexy dobló la carta con cuidado, pero sus pensamientos eran un torbellino. El miedo era un peso en su pecho que apenas le dejaba respirar. Están planeando escapar de Azkaban. Esas palabras giraban en su mente como un eco que no podía acallar. 

Levantó la mirada, pero el mundo a su alrededor seguía igual, como si nada hubiera cambiado. Sin embargo, para ella, todo estaba a punto de desmoronarse. 

Cuando era niña, Lexy no entendía por qué sus padres siempre la miraban con tanta dureza. No entendía por qué su madre se apartaba de ella como si tuviera algo sucio en las manos, o por qué su padre la corregía con palabras que dolían más que nada. 

No llores, Alexandra. Las lágrimas son para los débiles. La voz de su padre resonaba en su memoria, fría y cruel. ¿Quieres ser un estorbo toda tu vida? Porque es lo único que eres ahora.

Apretó los labios, sintiendo que la comida que había frente a ella se volvía insoportable. No era solo lo que sus padres le habían dicho lo que le dolía. Eran las palabras de Lucius Malfoy, pronunciadas con un desdén que aún podía escuchar claramente en su mente.

Nosotros no te queríamos, Alexandra. Pero no había otra opción. No esperes que te tratemos como algo más que una carga.

Lexy había intentado olvidar esas palabras durante años, pero ahora parecían frescas, como si las acabara de escuchar. Sabía que Lucius ni Narcissa, nunca la habían querido en la mansión Malfoy. Para ellos, solo era una responsabilidad que había caído en sus manos cuando sus padres fueron enviados a Azkaban. 

El sonido de una carcajada la sacó de sus pensamientos. Miró hacia la mesa de Gryffindor, donde Harry, Hermione, Ron y Draco, que había sido llevado hasta ahí, sin importar que fuera de Slytherin, estaban hablando animadamente. Los nuevos merodeadores, como a veces les llamaba Cygnus. Sus amigos. Su familia. 

Pero ahora, Lexy sentía que su mundo era una amenaza. Si sus padres escapaban de Azkaban, ¿qué harían? ¿Volverían a buscarla? ¿Intentarían controlarla como lo habían hecho antes? Porque ciertamente, dudaba mucho que regresarán para ser mejores y buscar enmendar su relación como padres e hija.

Un peso cayó en su pecho cuando recordó una noche, mucho antes de que todo se complicara, cuando su madre le había dicho: Algún día, Alexandra, entenderás lo que significa ser una Avery. Y tendrás que hacer lo que sea necesario para proteger el honor de nuestra familia.

¿Proteger?; Lexy pensó con amargura. Lo único que habían protegido sus padres era a ellos mismos.

Cygnus estaba sentado a su lado, con un libro abierto frente a él, aunque estaba claro que no lo estaba leyendo. Había algo en la forma en que su mirada se deslizaba hacia ella de vez en cuando, como si supiera que algo estaba mal. 

—Lexy, ¿estás bien? —preguntó finalmente, su voz baja para que nadie más pudiera escuchar. 

Ella tardó unos segundos en responder. Su mente estaba llena de preguntas, pero ninguna tenía respuestas. 

—No lo sé, Cyg —admitió, dejando la carta sobre la mesa, cubierta parcialmente por su mano. 

Él frunció el ceño al notar su tono. Cygnus era alguien que podía leerla como un libro abierto. Siempre lo había sido.

—¿Es por esa carta? —insistió. 

Lexy asintió, sin atreverse a mirarlo a los ojos. La vergüenza y el miedo se mezclaban en su interior. No quería que Cygnus la viera débil. No él, que siempre había sido su refugio. 

—Es de Narcissa —murmuró finalmente. 

El nombre fue suficiente para que Cygnus cerrara el libro de golpe. 

—¿Qué quiere ahora? 

Lexy se mordió el labio. Su mirada vagó por la sala antes de volver a la carta. 

—No es lo que quiere ella... Es sobre ellos. —Su voz tembló al decirlo. El peso de esas palabras era demasiado grande para llevarlo sola. 

Cygnus no dijo nada de inmediato. En cambio, tomó la carta con cuidado y la leyó. A medida que sus ojos recorrían las líneas escritas, su expresión se volvió cada vez más seria. 

—¿Crees que es cierto? —preguntó cuando terminó, dejando la carta sobre la mesa. 

Lexy asintió. 

—Es Narcissa. Nunca haría algo así si no fuera cierto. No sería demasiado desvergonzada para mentir.

El silencio que siguió era pesado, lleno de preguntas sin respuesta. Lexy quería decir algo, cualquier cosa, pero las palabras se le atascaban en la garganta. 

Finalmente, Cygnus rompió el silencio. 

—Lexy, no estás sola en esto. No voy a dejar que te hagan daño. 

Sus palabras, aunque reconfortantes, no podían borrar el miedo que sentía. Porque Lexy sabía que, cuando se trataba de sus padres, no habría límites para lo que serían capaces de hacer. 

El silencio entre Lexy y Cygnus fue interrumpido de golpe cuando un estruendo de risas se escuchó desde la mesa de Gryffindor. Al girarse, Lexy vio a Harry, Hermione, Ron y Draco acercándose a la mesa de Ravenclaw. Por sus caras, era obvio que estaban tramando algo. 

—Oye, Lexy —habló Harry, ganándose la atención de varias personas en el Gran Comedor. Cygnus rodó los ojos, pero había una pequeña sonrisa en su rostro. 

—¿Qué están haciendo? —preguntó Lexy, intentando sonar seria, aunque ya podía sentir la calidez de los chicos aligerando su ánimo. 

—Venimos a rescatarte de tu aburrida conversación con el "señor seriedad" —dijo Ron, señalando a Cygnus con el pulgar mientras tomaba asiento junto a Lexy. 

Cygnus alzó una ceja, claramente fingiendo molestia. 

—Lo siento, ¿yo soy el aburrido? No fui yo quien pasó quince minutos en la clase de Encantamientos porque no podía pronunciar "Wingardium Leviosa" correctamente.

Hermione dejó escapar una carcajada mientras Draco trataba de disimular la suya. 

—Eso fue un error —se defendió Ron, poniéndose rojo. 

—Un error que Hermione arreglo.  —dijo Draco con una sonrisa mientras tomaba asiento frente a Lexy. 

—Déjenlo en paz —intervino Harry, aunque estaba claramente disfrutando del momento. Luego, miró a Lexy—. Te veías muy seria desde allá. ¿Qué está pasando? 

Lexy abrió la boca para responder, pero antes de que pudiera decir algo, Hermione tomó la palabra. 

—Tal vez estaba pensando en lo mucho que te equivocas en Pociones, Harry. Honestamente, ¿cómo confundiste ajenjo con valeriana? 

—Fue un accidente —protestó Harry. 

—Un accidente que casi explota el caldero —añadió Draco con una sonrisa burlona. 

Lexy no pudo evitar reír. Era imposible no hacerlo cuando estos cuatro estaban juntos. Cada uno tenía su propia forma de ser, pero juntos eran una tormenta perfecta de caos y diversión. 

—Está bien, está bien, basta de molestar a Harry —dijo Lexy, levantando las manos en un gesto de rendición. Luego, sonrió—. ¿Qué es lo que quieren? 

—¿Nosotros? Nada. Solo vinimos a asegurarnos de que no te olvides de quiénes son tus favoritos —dijo Draco, guiñándole un ojo. 

Lexy alzó una ceja, confundida. 

—¿Mis favoritos? 

—Sí —exclamó Ron—. Obviamente, de todos nosotros, ¿quién es tu favorito? 

Lexy soltó una risa nerviosa. 

—Eso no es justo. No puedo elegir. 

—¿Por qué no? —insistió Harry, cruzando los brazos—. Vamos, Lexy. Solo di mi nombre, y todos sabremos la verdad. 

—Ni lo pienses, Potter —dijo Draco, lanzándole una mirada desafiante—. Todos sabemos que soy yo. 

—¿Tú? —Hermione se inclinó hacia adelante—. En realidad, es obvio que soy yo. Soy la única que tiene algo de sentido común en este grupo. 

—¿Sentido común? —Ron se echó a reír—. Si alguien tiene que ser el favorito, soy yo. Nadie puede resistirse a mi encanto natural. 

Lexy se llevó una mano a la frente, tratando de contener la risa. 

—No voy a elegir. Los quiero a todos por igual. 

—Cobarde —dijo Draco, fingiendo estar ofendido. 

Cygnus, que había estado observando la escena en silencio con una sonrisa en el rostro, finalmente intervino. 

—Está claro que ninguno de ustedes es el favorito de Lexy. 

Todos se giraron hacia él, sorprendidos. 

—¿Ah, sí? ¿Y quién es entonces? —preguntó Hermione, cruzando los brazos. 

Cygnus miró a Lexy con una sonrisa tranquila. 

—Yo. 

El silencio que siguió fue roto por las risas de Harry, Ron, Hermione y Draco. Lexy se sonrojó ligeramente, pero no pudo evitar reír también. 

—Eso no cuenta —dijo Draco, apuntando a Cygnus con el dedo—. Es trampa. Tú eres su novio.

—Y también su favorito —respondió Cygnus con calma, ganándose otra ronda de risas. 

Momentos como esos, eran los que Lexy más adoraba, aunque ya tuvieran el tiempo contado.

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