𝗧𝗛𝗘 𝗧𝗥𝗨𝗧𝗛 𝗨𝗡𝗧𝗢𝗟𝗗
song ; the truth untold
by ; bts
ship ; irene + blackpink' Jennie, jenrene
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Las noches cada vez eran más y más frías y el pequeño cuerpo de la pálida chica ya no podía resistirlo. Pero no se trataba del frío que había estado congelando las ramas de ese viejo sauce que se encontraba en la entrada de su castillo, se trataba de ese temible, y algunas veces mortal, frío del corazón.
Poco a poco se iba quedando sin una razón ajena por la cual latir, los recuerdos de vidas pasadas se habían estado borrando de su memoria dejando fantasmas de sentimientos. La profundidad de un hoyuelo era suficiente para ahogarla en su vacío.
Habían pasado ya siglos desde que Irene se adentró en el bosque buscando una vida, una vida que le fue arrebatada en una noche como esa.
Si, siglos.
Lo que consiguió fue un enorme y desolado castillo, y aunque se notaba que llevaba algo de tiempo abandonado, tenía todas las comodidades que la pequeña pelinegra podría necesitar. Pero no había lujo alguno dentro de ese castillo que acomodara a su corazón.
Entre sus altos muros escondió ese bradi latente corazón y su existencia completa. No quería volver con los de su clase, ni tener que ver cómo ese camino de gardenias ya no tendrían quien las cuidara.
Justo por eso se dedicó a aquello que su amada solía hacer con la misma cantidad de amor que le tenía a Irene.
De esta forma el jardín externo del castillo tomó toda la vida que su habitante había dejado ir. Gardenias, amapolas, margaritas y hasta lirios de agua; toda flor que Irene conseguía en sus muy raros paseos por el sendero, ella arrancaba un pequeño ejemplar para poderlo hacer crecer en su propio jardín.
Cada nueva flor que crecía era una lágrima para la solitaria mujer.
Su eterna soledad solo parecía envejecer su dolor y su furia ante las vueltas que dió su propia vida. Cada noche fría recordaba como solo sostener la mano de aquella otra mujer podía hacer que ese invierno cambiará a un fresco verano.
Las cuatro estaciones se podían encontrar en esa antigua amante. El calor del verano en su cuerpo, el dulce aroma de la primavera en su piel, la acertante familiaridad del otoño en su pensar, el calante frío del invierno en su manera de defender a la mayor de cualquiera que se atreviera a lastimarla.
Los siglos solo eran horas y los años minutos para Irene.
Sin embargo... Todo cambió sin previo aviso, el cual le hubiese gustado a la pelinegra tener para estar lista a lo que le esperaba.
En un absoluto silencio en ese florecido jardín, unas manos expertas comenzaron a cortar las flores. Solo se podía escuchar la brisa moviendo las hojas de los grandes árboles y el distintivo sonido de unas tijeras.
Una ladrona se atrevió a robar las lágrimas de Irene, sacándolas de la raíz de su caudal.
De cabello platinado, rasgos marcados pero al mismo tiempo tan delicados, y una piel pálida como la nieve misma. Una hermosa chica era quien se atrevía a perturbar la paz de Irene.
Ese ajeno sonido en su disfrute silencioso fue suficiente para llamar la atención de la pelinegra quien se encontraba en el salón superior. Al asomarse solo pudo ver una melena oscura alejarse con rapidez mientras llevaba en su mano unas cuantas rosas rojas.
Parecía un pequeño zorro moviéndose con agilidad entre ese abandonado bosque. Sin dudarlo, Irene bajó a su jardín y logró fácilmente encontrar cuál rosal fue el que sufrió tal asalto.
Por primera vez en esos centenares de años sintió una furia distinta a la que su dolor causaba, sentía ira porque no solo esa chica fue irrespetuosa ante ella, sino también le faltó el respeto a ese regalo que por tanto tiempo le ha hecho a su amada perdida.
ㅡJennie, perdóname. ㅡsus dedos se apretaron alrededor del tallo que más daño había sufrido.
Sin embargo, un nuevo sentimiento se inoculó en ella, el miedo. Miedo a que su castillo ya no fuera la misma fortaleza de antes.
Sacudió un poco esos pensamientos e ideó un plan para poder atrapar a aquella quien se atrevió a cortar sus preciadas rosas.
Y así fue, Irene pasó toda la noche en vela intentando descubrir la identidad de, quien ella supone es, un ser despreciable. Bueno, casi toda la noche.
Poco sabía la solitaria mujer que aquella quién le robó ya conocía de su existencia. Sabía la leyenda de la apodada "diosa solitaria", de niña fue su fascinación que una mujer viviera en el medio del bosque y siempre estuvo dispuesta a encontrarla.
Ahora un par de décadas después, la "ladrona" ya había pasado por ese castillo muchas veces en sus caminatas en busca de flores, consiguiendo ese hermoso jardín ostentosas flores, pero, cada que cruzaba por ese lugar veía una delgada figura pasearse por los ventanales. Siempre con esa duda de quién sería esa andante imagen. En las noches se acercaba un poco más de lo normal para ver quién habitaba tan oscuro castillo, hasta que un día lo supo.
Era la diosa de esa antigua leyenda.
En la enorme biblioteca se encontraba Irene, leyendo alguno de esos antiguos libros que le recordaban a épocas pasadas, cuando sin saberlo un par de ojos la miraban con sorpresa y admiración. Aunque su rostro siempre estuvo escondido entre las páginas de ese libro, aquella que la espiaba no necesitaba ver más para estar segura de quién era.
Con eso ahora en su conocimiento, la chica sabía cómo y cuándo podría conseguir algunas de esas hermosas flores que, para ella, no harían falta en el jardín. No pensaba que significarán tanto para la solitaria mujer, además, tenía muchas y de todo tipo.
Y justo por eso decidió atacar nuevamente ese mismo día, consiguiéndose con la sorpresa de que el salón superior estuviera iluminado.
ㅡ¿Qué hace despierta tan tarde?
La centinela Irene, quien pasó casi toda la noche despierta no pudo aguantar mucho más, quedándose dormida sin siquiera cabecear. Sabía que debía estar alerta, pero los brazos de Morfeo fueron más fuertes que su voluntad.
Al ver cómo un fuego se consumía sin quien lo avivará, la hermosa mujer decidió tomar unas cuantas flores más.
Se había prometido que dejaría de robar las flores así como así, que haría algo a cambio por el enorme botánico. Con cuidado escondió una pequeña flor entre las rosas, tardaría mucho en dar frutos así que las espinas de las coloradas flores serían su protección.
ㅡEspero que le guste.
La fría mañana llegó y consigo un grito de frustración por parte de Irene. Habían vuelto a su jardín y esta vez se llevaron algunas margaritas, no podía perdonarse haberse quedado dormida.
Esperaría nuevamente por esa persona que se había burlado de ella.
Irene pasó un par de días y noches pegada al ventanal desde donde podía ver toda la extensión del bosque y principalmente, a su preciado floral. Sin embargo, la criminal en cuestión no apareció durante esos días y en un inconsciente pensamiento, la pelinegra se encontraba preocupada por la ausencia de aquella quien interrumpió su tranquilidad.
No había visto a otra persona desde hace un par de año cuando se vió obligada a regresar a la sociedad y ahora que había cruzado camino con una los sentidos de su soledad comenzaron a reaccionar.
Pero llegó la noche en que habría el primer verdadero encuentro.
Cómo lo había estado haciendo, Irene apagaba la lámpara de su habitación, pensó en que ese fue su primer error la primera vez. Todos deben creer que ese castillo sigue desolado.
Esperando en la oscuridad por la llegada de su némesis, vio a esa cabellera cual estrella fugaz llegar a la entrada del castillo, para cruzar con delicadeza el pequeño cerco que protegía a las flores para cortar algunas y guardarlas en su bolso.
Irene fue incapaz de levantarse y comenzar a gritar reclamos, se quedó en su profundo silencio a ver a la chica, Irene reconoció la forma en que cortaba cada flor, lo hacía con la gracia de no dañar a las demás y que una nueva floreciera en el lugar donde ella arrancaba otra. No pudo reaccionar porque sabía que había visto tal agilidad en otras manos, unas manos que ella conocía.
ㅡLo hace justo cómo...
Más días y noches pasaron, más flores eran cortadas por la desconocida mujer y más curiosidad crecía en Irene.
Esta reconoció un patrón en las visitas de la platinada. Jueves y viernes sin falta ella llegaría al castillo y se llevaría algunas flores y nunca las mismas, esos días Irene la esperaría desde el ventanal para verla con curiosidad y dedicación, ella sabía que había algo más en esa chica.
De esta forma durante los otros días de la semana, la pelinegra se encontraba plantando flores nuevas y creando ejemplares nuevos, solo para descubrir cuál se llevaría la chica cuando estas florecieran.
En su mente no cabía el pensamiento de que sinceramente disfrutaba ver sus nuevas flores crecer solo para que alguien más las tomara, pero así era.
Luego de unas cuantas semanas de ver cómo está chica volvía como si de religión se tratara, Irene decidió hacer algo que no había hecho desde hace mucho tiempo ya.
El sol se había ocultado ya e Irene estaba decidida a actuar, solo debía esperar a la llegada de la protagonista de su curiosidad. Podía sentir esa sensación de arrepentimiento construirse como altos muros alrededor de su decisión, pero tenía que hacerlo.
ㅡEs la única oportunidad que tengo, después de esto no hay más que buscar allá afuera.
Horas más tarde ese resplandeciente cabello cruza el bosque y hace lo mismo de cada ocasión que regresa. Vestida con lo más contemporáneo que pudo conseguir en su armario, Irene sale con sigilo por una de las ventanas del piso de abajo, acercándose a la chica a través de los pequeños pasajes que ella misma ideó en su jardín, la oscuridad de la noche, el alto cercado para las flores trepadoras y sus ropas, le permitió que su presencia fuera inexistente para la platinada, quien terminaba su trabajo para volver al sendero de donde salió.
Su rostro no lograba verse desde el lugar de Irene pero eso era lo de menos, un aroma lo suficientemente fuerte para superar al festival de perfumes que el jardín ofrece llamó por completo la atención de la pelinegra. Sin embargo, el deleite terminó rápido, la castaña chica ya se encontraba saltando la valla.
Con el corazón latiendo con fuerza, la pelinegra decidió seguirla a una distancia considerada.
No entendía porque lo hacía pero algo la atraía a esa mujer, un llamado a mudas que solo la jalaba con más fuerza en cada paso. El recuerdo de haber vivido ese palpito con fuerza en su memoria, pero era un recuerdo demasiado lejano como para retomarlo otra vez.
Sin notarlo, había vuelto a la civilización de la cual ella misma se exilió. Asombrada de cómo todo era diferente de aquellas raras veces que volvía a la sociedad, por poco perdió de vista a quien seguía, pero siempre volvía a caminar por dónde pisará la ladrona de flores.
Siguiendo su paso, Irene entró a un pequeño local desbordado de flores de todo tipo, desde las que ella conocía hasta aquellas que por primera vez veía. Analizando el lugar con detalle consiguió un cartel que con una hermosa letra anunciaba el nombre del lugar.
"Ruby Jane Flower Shop"
ㅡSeul, aquí están las flores para el pedido de Taeyeon, pretende que quede lo más hermoso posible. ㅡla castaña quien totalmente ajena a la presencia de aquella quien le seguía le entregó las flores recién cortadas, y robadas a los ojos de Irene, a una chica de redonda cara y ojos rasgados.
ㅡ¡Oh!, Bienvenida a Ruby Jane Flower Shop, ¿Qué podemos ofrecerle? ㅡla otra chica quien tenía mechones de un verde oliva en su pelo, habla al notar que había alguien más con ellas.
En ese momento la platinada volteo a ver con quien hablaba. Los siglos que Irene pasó encerrada en ese castillo, plantando flor tras flor parecieron ser solo segundos cuando el rostro de su némesis por meses por fin era descubierto.
Los latidos disminuidos de su corazón encontraron un nuevo ritmo acelerado, el inicio de un concierto de ciento de emociones y recuerdos que parecieron haberse esfumado con el tiempo y ahora regresaban.
Irene había dejado de sentir dolor por un segundo que se sintió como una eternidad para ella, pero la tristeza volvió cuando sus ojos se pasearon sin vergüenza alguna por las extensiones del rostro de su ladrona personal.
Los mismos ojos redondos y rasgados en sus extremos externos, los mismos labios en donde el superior contaba con forma de corazón y el inferior ligeramente grueso, la misma nariz alargada que parecía ser perfecta. Para Irene lo era, Jennie era lo más perfecto que Irene pudo haber visto en su eternidad.
ㅡ¿Señorita?, ¿Todo bien?
Irene tomó compostura antes de que las lágrimas comenzaran a rodar por su porcelanada piel.
ㅡSi, solo pasaba para ver, desde afuera logré ver estas hermosas flores y quería apreciarlas de cerca. ㅡdisimuladamente la pelinegra pasaba por cada cesta y jarrón que contenía alguna flor.
ㅡSon las mejores que podrá conseguir en Corea, señorita, algunas son plantadas en nuestro propio invernadero, mientras que otras han sido regalos de la naturaleza misma a través del bosque que tenemos detrás de nosotras. ㅡla chica que por tanto tiempo Irene ha estado observando habló. ㅡMucho gusto, soy Ruby Jane Kim, creo que con eso es muy obvio que soy la dueña de la floristería.
La ahora conocida como Ruby Jane, prolongó su mano hacia Irene, quien sin dudarlo la estrechó.
ㅡBae, mi nombre es Irene Bae. Un placer conocerle.
Y así ambas lograron iniciar una conversación acerca de cada flor que había en el lugar, poco sabía Ruby Jane que Irene ya sabía todo sobre aquellas que le robaba, pero esta igual actuaba de forma interesada y sorprendida.
Las he plantado para ti, incluso desde antes que tomarás el nombre de Ruby Jane.
Todo acabó cuando Ruby Jane le anunció que ya era hora de cerrar la tienda. No quería dejarla otra vez, así que le prometió regresar por otra lección de floristería, a lo cual extrañada pero emocionadamente Ruby Jane aceptó.
Esa noche Irene volvió a su castillo con las lágrimas corriendo sin parar por sus mejillas. Aquel rostro que en sus viejas fotos ya estaba desvanecido, lo había encontrado hoy más vivo que nunca.
Kim Jennie, una mujer dedicada a la plantación y cuidado de flores y cualquier otra planta, esposa de Bae Joohyun, mujer cuya dedicación era la de cantar para entretener a otros y nutrir su propia alma.
ㅡJoohyunnie, mira lo que he logrado crear. ㅡentre sus manos cargaba un pequeño capullo de una flor de raros colores nacidos de la unión del rosado y el azul. ㅡEn esta flor viviremos tú y yo.
Su amor era tan puro y limpio como el aire que las abrazaba en las noches de vela por querer conocer un nuevo rincón de la otra.
Años de unión que no parecían tener final, hasta que la tragedia no tardó en aparecer en sus vidas.
Jennie murió inesperadamente por una extraña enfermedad, dejando a Joohyun sola. En ese momento fue que la vida de esta tomó un giro que la llevó a lo que muchos en ese tiempo llamaron locura.
Bae Joohyun, la reconocida cantante local se había perdido en el bosque de Seúl, nunca volvieron a saber de ella. Poco sabían que Joohyun se había instalado en un abandonado castillo para sufrir la pérdida del amor de su vida y para aún más mala suerte, a estar condenada por los antiguos dioses a sufrir una eternidad por ello.
Se le fue dada la eternidad pero nunca le dieron la razón porque. Los dioses desde arriba habían visto cómo su alma se despedazaba al perder a su nada, así que quisieron darle una oportunidad más de conseguirla.
Joohyun decidió tomar el nombre de Irene gracias a uno de esos viejos libros que no se cansaba de leer, regresando a la sociedad contadas veces solo en casos extremos de donde necesitaba la ayuda de otra persona.
Las semanas siguieron pasando, Irene seguía plantando más y más flores solo para que Ruby Jane volviera al castillo por ellas. Lo que antes era un disgusto para Irene, se había convertido en un placer.
Algunas veces salía del bosque para ir a la floristería sólo para escuchar como Ruby Jane le explicaba con tanta pasión sobre cada flor que poseía, además había creado una pequeña amistad con Seulgi, la trabajadora de Ruby.
ㅡVerás unnie, cada flor debe ser tratada como si fueran personas, cada una es distinta y con necesidades distintas. ㅡlas pequeñas pero fuertes manos de Ruby Jane se paseaban entre los tallos de cada flor.
Joohyun asintió como si no supiera ya lo que Ruby Jane le explicaba, en realidad, sabía más que la rubia pero escucharla hablar fue un placer que sobrepasaba sus conocimientos.
Además, la flor que Ruby Jane sostenía ahora era una que Joohyun misma plantó y vio crecer durante el invierno hasta la primavera.
ㅡ¿Y cómo debería tratar a una flor como tú, Ruby?
La pregunta solo hizo sonrojar brillantemente a su menor. La pelinegra la traía por las nubes, algo que no podía negar.
Esperaba cada tarde por esa mujer de misterioso origen solo para hablar de flores y cosas de la nueva era que se suponía ya debería saber, sin embargo, Ruby Jane disfrutaba cada momento junto a ella. Sentía pertenecer a donde fuera que estuviera Irene.
Entre toda la construcción de esta relación Irene solo podía ver a la mujer que había perdido siglos atrás. Sin embargo, Ruby Jane tenía características que Jennie no. Eso era algo que solo hacía más curiosa a Irene. En su mente solo rondaba la idea de que fueran la misma persona.
Ruby Jane comenzó a interesarse más y más en la pelinegra, pero había un muro muy alto que escalar para poder llegar a Irene, un muro que la misma mayor misma construyó.
Ese muro hizo que Irene se alejara de Ruby Jane. Joohyun estaba tan enfrascada en la idea de que Jennie y Ruby Jane eran la misma que comenzó a cometer errores, confundía su nombre, recordaba cosas que nunca sucedieron entre Ruby Jane y ella y poco a poco fue olvidando que la chica que acababa de conocer era una muy distinta a la que perdió.
ㅡLo siento, Jen-... Disculpa, Ruby Jane. ㅡera la tercera vez que se disculpaba en la breve conversación.
No podía dejar de pensar en su esposa. Pero en el fondo, Irene quería a Ruby Jane, cosa que no pudo aceptar tan fácilmente.
Una tarde Joohyun no fue a la floristería, esa tarde se convirtió en dos y así hasta llegar a ser semanas. Los pocos meses que había disfrutado de la compañía de esa chica que lucía como un zorro habían ido por la borda en esas cortas semanas.
No quería fallarle a su voto de amor eterno a Jennie, entendía que no eran la misma mujer pero su parecido superaba la cordura y la estabilidad del corazón roto de Irene. Extrañaba a Jennie y estaba cayendo por Ruby Jane.
Pero aún así, la pelinegra seguía esperando por ese rayo de luz en mitad de la noche.
Todas las madrugadas que Ruby Jane regresaba por las flores, Irene volvía a sufrir en silencio.
Había notado como la agilidad de Ruby Jane para cortar las flores había cambiado, ahora lo hacía más descuidado y se llevaba muchas más que antes, como si lo hiciera para no volver al día siguiente. En la razón de Irene, ella sabía que la había lastimado al irse sin despedirse.
Ella también había salido lastimada de esa decisión. Ruby Jane no era culpable de lo que pasó hace más de quinientos años, pero la condenaba a una ausencia que ni en todos esos años de exilio logró sentir por alguien más.
Ruby Jane no era Jennie, Ruby Jane era una persona completamente distinta. Una cara conocida en un alma que a través de los siglos encontró otros intereses, otras manías y costumbres.
Unos a los que Irene ya quería conocer. Así que decidió hacerle un regalo a Ruby Jane, uno que ella sabía que le iba a encantar.
Le tomó tiempo pero logró crear la flor más hermosa y única del mundo, una que reflejará a Ruby Jane y a ella en una misma. Una pequeña flor azul había nacido entre uno de sus rosales. La flor desconocida para la pelinegra de color fuerte y aroma dulce fue un ejemplar perfecto para lo que Irene lo necesitaba.
Un pequeño capullo que floreció para mostrar esa mezcla del azul con el rojo más ese brillo natural de la misma era todo lo que Irene pensó sería necesario. La plantó en el jardín, con sus conocimientos lo hizo de forma que solo pudiera florecer una. Solo una porque Ruby Jane era única para ella.
En esa flor vivirían ellas.
ㅡMuchas cosas han pasado desde la última vez que viniste. ㅡla peliverde intentó sacar las palabras de su boca pero no tuvo éxito alguno. Se había preparado por si este día llegaba pero Irene se lo está haciendo difícil.
El silencio de Irene solo fue un incentivo a que Seulgi prosiguiera con lo que tenía que decir.
ㅡDesde la última vez que viniste, días después Ruby Jane había estado triste porque no volvías, ella se había acostumbrado a ti y aunque yo sabía que el dolor era profundo, no quise tocarle el tema. ㅡJoohyun no puede evitar hundirse más en su puesto al escuchar lo que había causado. ㅡSin embargo, esa tristeza duró poco, la tienda había estado teniendo grandes pérdidas y la vida personal de ella no era la mejor, Ruby Jane solía ocultarme muchas cosas para no preocuparme. ㅡSeulgi examinaba la expresión de Irene en busca de algo que le hiciera detener.
Sin que ambas lo notaran, la flor que se encontraba en medio de ellas comenzó a perder ese fuerte brillo.
ㅡSigue, por favor. O dime dónde está Ruby ahora mismo. ㅡel desespero de Irene poco a poco le nublaba su mirada y le formaba un nudo en la garganta.
Ya había pasado por esto una vez y no quería que se repitiera, no podía dejar que pasara, mucho menos ahora que por fin había logrado salir de su impenetrable fortaleza, tanto la que resguardaba su cuerpo como aquella que construyó alrededor de su corazón.
ㅡHabía algo que Ruby Jane te ocultó, Irene. Incluso me lo ocultó a mi ㅡla menor soltó la mano de Irene y la escondió en los bolsillos de su chaqueta, no sería un apoyo si no siquiera ella misma puede mantenerse. ㅡTodo el estrés y ansiedad del declive de la tienda comenzó a afectar su estado de salud y fuera empeorando pero lo que no sabíamos era que ella ya estaba enferma desde antes. Ruby Jane había ocultado todo para no preocuparnos. Ella...
Y como si de una película se tratase todo regresa a los sentidos de Joohyun.
ㅡ¡Por todos los cielo, Taemin, ¿Qué es lo que ocurre?!
La famosa cantante Bae Joohyun estaba lista para salir al escenario, había pasado un par de meses lejos de su hogar, finalmente había logrado llevar su talento fuera de Seúl. Este sería su último concierto antes de regresar a casa con su esposa.
Sin embargo, la llegada repentina de su amigo le había puesto los nervios de punta, además la cara del castaño hacía todo peor.
ㅡHyun... ¿Cuándo fue la última vez que recibiste una carta de Jennie? ㅡla pregunta cae plana en el silencio que se había formado.
ㅡHoy recibí una que había escrito hace dos días, decía que no podía seguir esperando por mi llegada. ㅡsu siempre segura y estable voz comenzaba a traicionar a Joohyun, un mal presentimiento la abarcó. ㅡ¿Pasó algo con Nini?
En ese momento decidió voltear se para enfrentar al hombre que con un sobre pegado a su pecho comenzaba a llorar. La molestia que se estancó entre su pecho y abdomen, se regó por todo su ser.
ㅡMin...
ㅡElla tenía un par de meses enferma, solo Jisoo lo sabía porque ella era quien la estaba cuidando y la obligó a guardar silencio al respecto. ㅡTaemin le tiende el sobre a Joohyun a la par que deja salir un sollozo. ㅡJennie había ocultado todo para no preocuparnos, pero ella... Ella murió.
Seulgi no pudo siquiera terminar la oración para que Irene pudiera entender todo.
ㅡRuby Jane murió, ¿No es así? ㅡIrene hizo todo en su voluntad para no quebrarse ahí mismo.
Con la poca fuerza que le quedaba tomó la maceta con la opaca flor y se la tendió a Seulgi. Es la persona más cercana a Ruby Jane que conoció, ella sería la persona perfecta en hacerse cargo de la única planta.
ㅡElla solía ir al castillo dónde vivo todos los fin de semanas para llevarse algunas flores de mi jardín, allí fue que la conocí en realidad. Decidí alejarme de ella porque me recordaba a alguien que perdí hace años y quise hacerle un regalo para disculparme ㅡexplicó todo con una paz que podría ser perturbadora, pero era su razón intentado evitar el rompimiento de la máscara que Irene llevaba usando desde hace años.
Pero por dentro era una situación completamente contraria.
ㅡEsta flor la cree yo para ella. Representa a Ruby e indirectamente a mi también. ㅡsonrió al ver ese púrpura que nacía en las uniones del rojo y el azul. ㅡAhora es tuya, Seulgi, has lo que desees con ella; vendela, guárdala o puedes plantarla de nuevo para que crezca. Realmente yo no puedo tenerla.
Se levantó y tomó las manos de Seulgi para ponerlas alrededor de la maceta, quería que la peliverde se la llevase, sabía que era lo mejor que podía hacer.
ㅡRen, yo no puedo recibirla...
ㅡHazlo, piensa que es Ruby Jane, haz que tenga una mejor vida.
Con eso Irene se alejó del lugar, su mente ahora solo se ocupaba en pensar cómo perdió dos veces a la persona que más quiso.
En su camino de regreso al castillo podía sentir la mirada de todos sobre ella, pero ninguna podía ver a través. Un corazón doblegando a las vueltas del destino.
Ella adoró a Ruby Jane , un sentimiento completamente ajeno a Jennie. Joohyun amaba como Ruby Jane le enseñaba todo de lo que se perdió estos años, cómo le hablaba de sus flores, en como era ahora quien cambiaba el frío de su ser por una cálida brisa de verano.
ㅡUnnie, ¿Realmente no sabes cómo utilizar un teléfono? ㅡla menor veía divertida a la mayor examinar su teléfono, sorprendiendose con cada luz y sonido que éste ejecutaba.
ㅡNunca he necesitado uno. ¿Me podrías explicar?
Y se arrepintió. De haberse interesado en saber quién robó sus rosas, de quedarse despierta solo para descubrirlo, de seguirla, de volver a la floristería, de volver a caer por ese rostro que nunca cambió. Se arrepintió de alejarse, de no volver a la tienda, de esperar tanto para ir por ella.
Un corazón solo puede romperse una sola vez, a la segunda lo que se rompe es el alma.
ㅡTal vez si hubiera tenido el coraje suficiente para pararme al frente de ti y decirte lo que fuiste y eres para mí, como Jennie y como Ruby Jane, todo sería diferente ahora. Duele que hayas desaparecido de mi vida otra vez, supongo que volveré a estar sola en este castillo, de este lado del muro que yo misma construí.
Entre una de sus manos se estruja una foto de Jennie mientras que en la otra los restos de la flor azul que Ruby Jane había plantado para ella. Aunque las reconocía como dos personas distintas, en el fondo sabia que era la nueva oportunidad que los dioses le habían dado para pasar su vida junto al amor de su vida, pero la dejó pasar.
ㅡYo todavía te amaré...
ㅡNadie sabe qué pasó con esa mujer. El castillo en el bosque en estos momentos está desolado, pero supuestamente hay pruebas de que alguien estuvo allí durante los últimos años.
Una abuela le cuenta la popular historia a su dos nietas.
ㅡNo te creo nada, abuela Jennie. ¿Una mujer inmortal y otra que reencarnó?, Eso es mucha fantasía. ㅡla pequeña Yeri se cruza de brazos al terminar de escuchar a su abuela.
ㅡ¡Cállate, Yerim! ㅡla un poco mayor, Joy, responde. ㅡYo si le creo a la abuela Jen, todo es tan romántico y hermoso.
Una escandalosa risa se escucha viniendo hacia el lugar donde las tres se consiguen.
ㅡCreanle a la abuela, esa historia es real. Es como una verdad nunca antes dicha de esa forma ㅡuna por fin envejecida Irene se une a su nuevamente esposa y nietas.
ㅡ¿Cómo sabes que es real, abuela Joo?
ㅡPorqué la historia habla de nosotras. Y créanme, tuve que esperar algunas vidas más para volver a encontrar al amor de mi existencia.
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