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3. ★ DARK LITTLE SECRET ★

Cuando la muerte te pone frente al peor demonio, frente a ti mismo es cuando te das cuenta que la maldad no es tan mala y la bondad no es tan buena.

La lluvia caía con fuerza sobre Ahmya, cubriendo aquel lugar lleno de vegetación, tan verde y viva como todos sus habitantes. Yo corría junto con la lluvia mientras sabía que la lluvia solo era causada por la furia de mi madre. Y ahí, cerca de llegar a los brazos del amor de mi vida me sentí incapaz, incapaz de retribuirle el amor que estaba sintiendo por mí. Las lágrimas brotaron de mis ojos e hicieron carrera por mis mejillas al darme cuenta que no me sentía capaz de dejar la corona. Así que sin más di marcha atrás. Los truenos mezclados con los rayos azotaban todo el lugar, la furia de mi madre ahora estaba mezcladó con la evidente tristeza. Eso causaba su enojo, su enojo era de temer en el reino de Ahmya.

Corrí tan rápido como pude pero al llegar, el desgarrador grito de mi madre y el claro grito de los guardias del palacio, me pararon en seco.

- ¡El rey ha muerto! – gritaban los guardias pasando la voz.

Caí sobre mis rodillas, viendo la puerta principal del palacio donde el inerte cuerpo  de mi padre, estaba extendido en aquel sitio. Su sangre hacía un gran charco y como digno hijo de la tierra, su cuerpo poco a poco era cubierto por flores blancas de todo tipo. Mi madre descansabá a su lado, haciéndose una con él. Ahogue los sollozos y gritos que querían brotar de mi interior. Erza y Esmeray, mi hermana mayor y menor, hacían su aparición precedidá por un montón de guardias.

- Guardias, lleven a mis hermanas y madre a sus aposentos – ordenó Esmeray en su papel de sucesora a la corona.

- ¡No! – grito mi madre envuelta en rabia – el culpable sigue aquí – dijo poniéndose de pie - ¡Guardias! ¡Cierren las puertas, nadie entra ni sale! – mi madre intentaba verse serena pero la tormenta que nos envolvía, nos decía lo contrario– ellas también son sospechosas– mi madre nos señaló haciendo que los guardias nos tomaran con fuerza y nos hicieran caminar – llévenlas al salón de audiencias –ordenó una vez más.

En Astrophel las cosas eran así, no había lugar para el dolor solo existía lugar para el poder y la magia… solo existía lugar para pisotear al otro.

Y mientras era llevada por los guardias recordaba con mucho dolor, lo que me trajo  hasta aquí.

El reino de Astrophel está dividido por tres grandes reinos, con sus poderes y jerarquías cada uno. En primer lugar esta Aibek, aquel reino que tiene todo el poder, cada una de esas personas domina a la perfección la magia elemental, el agua, el fuego y el aire, pero también tiene algunos magos elegidos por la Diosa de la luna, ellos son capaces de dominar la oscuridad y la luz a su antojo. Después, estamos nosotros, los Ahmya, capaces de dominar la tierra, capaces de sanar. Algunos nos llaman hadas de la luna, pero solo tenemos magia y conocimiento de nuestro lado. Los Ahmya han servido por años a los Aibek y nunca en viceversa.

- Mis hombres han inspeccionado el cuerpo, es un arma Nishan la culpable pero era usada por un Ahmya, aún estamos intentando averiguar más, estamos intentando extraer los últimos momentos de su padre.

- Pero… ¿Qué no los Ahmya nos quemamos al tocar esas armas? – pregunté con cierto desconcierto. Eso se nos había dicho toda la vida y el día que estuve cerca del arma de Lorcan, me había quemado.

- Es por eso que se está investigando Elaine – dijo Aytigin mientras se acercaba para tomar mis manos, las volteó y examinó. Buscaba quién había tocado el arma.

- Por dios príncipe, si alguno de los Ahmya lo hicimos, es seguro que lo hemos curado – refunfuño Esmeray con enfado.

- Oiga príncipe Aytigin, yo creo que no sería buena idea que viera los últimos momentos de mi padre – Erza dijo con evidente burla.

- ¡Erza! – mi madre la fulminó con la mirada.

- Estoy enterado – Aytigin buscó mi mirada sin embargo yo la desvié. Era cierto, él sabía, le había enviado una carta para contarle todo – si nos permiten seguiremos con las investigaciones, también hemos ordenado apresar a todas las personas sospechosas a los alrededores. Daremos con el culpable. Por el momento les aconsejo ir a sus aposentos. Mis guardias cuidarán de ustedes. No podemos permitir una muerte más – Aytigin se acercó para besar mi frente y después marcharse. Entallado en su traje verde olivo, el traje de los generales de Aibek. Sin embargo, el suyo tenía detalles dorados con negros en algunos bordes que le daban el distintivo de príncipe de Aibek.

Los soldados Aibek nos llevaron a cada una a nuestras respectivas habitaciones. Mi mente no estaba clara. Sabía que todo estaba teniendo un trágico final y creía enteramente que esto era mi culpa, pero sabía, más bien tenía la certeza de que
ninguna de nosotras era capaz de matar a padre. Todas lo queríamos por igual.

Esmeray, la hija prodigio, la favorita, quien sucedería al trono por ser la mayor, era el mayor orgullo de mi padre y claro que ella le retribuía en cariño, un tipo de cariño que solo ellos sabían darse.

Después estaba yo, la hija de en medio, criada por una nana, desde mi nacimiento, el distintivo cabello rubio de la realeza Ahmya, no me había bendecido y en su lugar habían dejado una melena color café, su quebradiza forma la hacía imposible. Mi educación nunca fue la ideal pues aunque intenté e hice de todo, lo mío no era resaltar en ser una Ahmya. Mis poderes curativos, a veces podían lastimar y muchas veces las plantas no sobrevivían a mis cuidados pero era capaz de manejar el agua.

Algo raro para una Ahmya y por lo que se me pedía callar. Enseguida mío estaba Erza, la chica perfecta desde nacimiento, criada por mi madre para ser la princesa consorte del pueblo de Aibek, toda su vida corrió en torno a la corona, en ser el trofeo perfecto. Capaz de usar sus dones curativos con una gran belleza, capaz de hacer la tierra más infértil, fértil. Así era Erza, perfecta, con un toque de maldad dentro de ella. Pero si a mí me preguntan, nadie de nosotras es capaz de dañar a mi padre. El amor que le tenemos, el amor que sentimos lo hace imposible.

Sequé las lágrimas de mis mejillas para recordar paso a paso todo lo que había sucedido. Recordaba con exactitud que cuando salí del palacio para huir de aquí, padre descansaba en su habitación mientras que madre preparaba unas pócimas para
curar algunas de sus plantas que habían caído enfermas.

Esmeray por su parte, continuaba leyendo las leyes de Aibek ya que decidió ser la mejor en el entendimiento de esas leyes. Ella decía que era necesario ahora que
los reinos se unirían aunque dentro de mí, sabía que Esmeray lo hacía para evitar
que el reino de Aibek se hiciera con el nuestro a través de esta alianza.

Erza por su parte comenzaba su rutina de cuidado de la piel sumergiéndose en una
tina repleta de pócimas que mantenían su piel como porcelana.

¿Algún motivo para matarlo? Ninguno ¿Algún sospechoso en potencia? Nadie.
El sonido de unos nudillos contra la puerta de mi habitación me regresó de mi  ensoñación. Me puse de pie en cuanto mi puerta se abrió para dejar pasar a Aytigin.
Me quede congelada.

- Elaine – dijo Aytigin quien parecía un tanto acongojado.

- ¿Encontraron al culpable? – dije con cierto desconcierto.

- No pero la guardia capturó a Lorcan…el arma homicida era de él – dijo con cierto dolor.

Llevé mis manos a mi boca para contener un sublime grito mientras negaba con la cabeza.

- Eso es imposible, él no estaba aquí…él me estaba esperando – le confesé en un intento por defender a Lorcan.

- La piel que impregna el arma es tuya, Elaine – dijo con cierta desanimo.

Mis ojos se abrieron como platos mientras intentaba negar con la cabeza.

- Yo no lo maté – tome las manos de Aytigin para que me viera.

- Elaine, ya lo arreglé, Lorcan se culpará, tú quedarás libre y antes de que los rumores aparezcan, me casaré contigo – dijo con calma.

- Pero eso significa que matarán a Lorcan – solté sus manos mientras me encaminaba a la puerta

- ¿A dónde demonios vas? – gritó con enfado Aytigin

- Con Lorcan, él me va ayudar a encontrar al culpable – dije tomando la perilla de la puerta pero Aytigin me jaló con brusquedad hacia él.

- ¡Te has vuelto loca! – su enfado era evidente – Elaine ¡Las pruebas te ponen
como la culpable! ¡Maldita sea! Que no ves que Lorcan y yo estamos intentando ayudarte ¡Entiende que quien hizo esto lo planeó tan bien que logró dejar pruebas suficientes para demostrar que eres la culpable! – Aytigin estaba enfadado y yo sabía que tenía toda la razón…

- Pero… ¿por qué culparme a mí? – dije regresando – no Aytigin, no puedo permitir que maten a Lorcan.

- Lo harás – la tranquila voz de Lorcan me sorprendió.

Voltee para verlo. Su cabello oscuro tapaba su cara. Su pecho musculoso aguardaba desnudo, dejando ver sangre en su rostro. Sus ojos azules brillaban como zafiros en la noche. Sus manos estaban sujetas en un aro de fuego. Corrí hacia él para abrazarle y con mi magia elemental detuve el fuego en sus manos. Llevé mi otra mano hacia su labio para detener la sangre.

- No lo haré – dije entre sollozos.

- Aytigin y yo no te dejaremos morir – agregó.

- Debes dejar de usar la magia elemental Elaine – pidió con una nota de enfado, la voz Aytigin. Lo sabía, tenía prohibido usarla ya que eso era un enigma. Ningún Ahmya podría tener poderes de un Aibek o viceversa…pero sobre todo, nadie podía tener los oscuros dones que tienen los Nishan.

- Demostremos quien lo hizo – pedí – tengo un plan.

La verdad es que no tenía un plan pero no podía permitir que Lorcan muriera, suficiente con saber que a mi lado él nunca estaría. Suficiente con saber que el destino que me esperaba era la muerte o ser la reina consorte de un reino que ama la guerra y que tiene sometido a nuestro pueblo y busca eliminar tantos Nishan como sea posible. Y entonces, lo comprendí, comprendí que el balance que los ancianos defendían entre los Ahmya, los Aibek y los Nishan estaba por desaparecer. Y dolorosamente… había dado con el asesino de mi padre.

Aytigin soltó un suspiro mientras colocaba las esposas de fuego en mis manos, lo hizo con tal cuidado para evitar dañarme. Solté un suspiro mientras una lágrima escapaba de mi rostro. Lorcan se puso frente a mí para regalarme un beso en la frente para terminar apretando sus labios contra los míos. Esto era el final para ambos.

- Que sepas que con esto estoy arriesgando el futuro de los Aibek – agregó mientras nos separaba – es hora de que te vayas – volteó a ver a Lorcan.

Lorcan inclinó la cabeza mientras soltaba un gruñido. Noté cómo unas lágrimas escaparon de sus ojos y brillaron ante la luz del fuego de las esposas.

Terminó convirtiéndose frente a nosotros en un cuervo para dejar el lugar.

- Vámonos – agregué por lo bajo.

Los guardias me tomaron de ambos brazos para llevarme con rapidez a la sala de juicio. Los pasillos estaban vacíos debido a la orden del príncipe Aytigin quien había ordenado que todos se mantuvieran en sus aposentos. Tanto servidumbre como realeza.

Al llegar a la puerta de audiencias, estas se abrieron de par en par dejando ver a mi madre y hermanas en compañía de la reina Likia, madre de Aytigin, seguido de la reina de los Nishan, Bortoné, una mujer de carácter fuerte, capaz de dominar a los Nishan. Tomé aire cuando vi la mueca de sorpresa en el rostro de mi madre y hermanas.

- ¿Qué sucede? – preguntó Esmeray intentando acercarse pero siendo jalada por mi madre.

- Se ha determinado que Elaine fue quien mató a su padre – Aytigin dijo pasando frente a todos.

- No es verdad – Erza dijo con gran confusión.

- Elaine ¿De qué hablan? – preguntó Esmeray con evidente desesperación en su tono.

- Así es – dije por lo bajo – yo lo maté.

Mi madre con una evidente furia caminó hacia mí para darme una gran bofetada. Todos callaron.

- ¡Déjate de idioteces, Elaine! – dijo por fin.
Solté con magia elemental el agarre de las esposas.

- ¡¿Cómo?! – dijo la reina Likia al ver usarme un poder elemental.

Sonreí a medias mientras veía a mi madre.
- Le explicas a la reina, madre… - dije con evidente enojo.

- ¿Qué está pasando aquí? – Esmeray parecía realmente enfadada.

- Te lo explicaré, hermana, por mucho tiempo me creí diferente a ustedes, tú eras tan astuta y hábil con la magia de tierra, por otro lado Erza era tan buena en todo lo que a curaciones y plantas hermosas se puede hablar pero yo… yo solo tenía un poder elemental, un maldito poder elemental que no podía usar… no era como ustedes. No entendía por qué podía hacer cosas de un Aibek y un Ahmya, pero eso no fue todo.
Cuando conocí a Lorcan – voltee a ver a la reina Bortoné con cierto dolor – cuando lo conocí, comencé a ser embustera, a mentir, a engañar…y entonces lo entendí, entendí que aunque somos “razas diferentes” dentro de nosotros se encuentran las tres casas, Los Ahmya, los Nishan y los Aibek y depende de nosotros si las sacamos o no… y eso lo sabía muy bien mi padre pero sobre todo – hice una pausa para ir hacia Aytigin – sobre todo…mamá lo sabía – se me quebró la voz al decir eso ultimo – mi madre no podía permitir que me fuera con Lorcan pues tarde o temprano descubriría quien soy… pero tampoco quería que me fuera con Aytigin… ese era el futuro de Erza – las lágrimas comenzaron a brotar – pero la reina Likia se dio cuenta que era un comodín, justo lo que ellos necesitaban y entonces, cuando mi padre estaba dispuesto a romper el compromiso y aceptar a los Nishan, mi madre lo mato con la daga de Lorcan que le había quitado tras convertirse en un reflejo de mí y pedírsela. – dije por fin mientras veía con gran dolor a mi madre.

- Madre – dijo Erza con la voz quebrada y con evidente sorpresa.

- Es verdad – mi madre aceptó mostrando una sonrisa en su rostro – no iba perder lo que había construido – dijo entre sollozos.

- ¡Arréstenla! – pidió la reina Likia.

- ¡Basta! – gritó Esmeray haciendo crecer un montón de ramas que hicieron caer a los guardias que iban por mi madre – esta es tierra Ahmya, no es su tierra reina, nosotros sabremos qué hacer con mi madre.

- Ustedes no tienen injerencia aquí. Así que les agradezco su ayuda pero es momento de que se vayan – Esmeray con gran calma comenzó a tomar el control de la situación.

Y entonces me di cuenta… Esmeray siempre lo supo todo. Caí sobre mis rodillas mientras entendía que no era la única capaz de ser embustera, mi madre, mis hermanas, dentro de nosotros había sangre Nishan, sangre Ahmya y sangre Aibek.

La muerte de mi padre no fue un asesinato al azar. Esmeray lo había orquestado, Esmeray quería que vieran quién realmente tenía el poder. Este siempre fue un juego y Esmeray lo había ganado.

- Lo hiciste tú – dije por lo bajo.

- Lo hicimos todas – dijo Erza mientras me levantaba – es nuestro pequeño y oscuro secreto – soltó una risita por lo bajo – y tú nos ayudaste a la perfección – se jactó mientras dedicaba una mirada de suficiencia a la reina Likia.

Y entonces lo entendí, los Nishan no tenían nada de malo y nosotros nada de buenos. Dentro de nosotros descansaba una bestia tan capaz de hacer daño como de curar. Eso eran los Ahmya, lo malo dentro de lo bueno y lo bueno dentro de lo malo. Dentro de nosotros estaba nuestra parte guerrera, nuestra parte embustera y nuestra parte sanadora… ¿A quién le tocaría jugar?

~By: AnaCalder11

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