
✧ 01. Wonderful news
❝¡¿QUE?!, IR A AURADON PARA ESTAR CON ESAS ODIOSAS PRINCESAS❞
┏━━━━━━━━━━━━━━━┓
CAPÍTULO UNO
MARAVILLOSAS NOTICIAS
┗━━━━━━━━━━━━━━━┛
Los cuentos de hadas siempre fueron historias en donde las personas que luchan por el bien tenían armonía y encontraban a su amor para tener su final feliz esperado. Esa seria la descripción del reino de Auradon, en donde los villanos de sus cuentos de hadas viven alejados y encerrados en una Isla, llenos de miseria como de pobreza. Sus descendientes tuvieron que vivír algo similar a los destinos de sus padres vivieron.
Auradon era el perfecto lugar para vivir de manera tranquila sin tener que preocuparse por alguna persona que pudiera dar alguna manzana envendada o que logrará convertirte en un maravilloso abrigo. Aquél reino que alguna vez estuvo lleno por una inmensa oscuridad, se había vuelto en un lugar lleno de luz y esperanza siendo libre de maldiciones. Este cambio no ocurrió por casualidad. Dos gobernantes, decididos a terminar con el gobierno de la oscuridad, unieron sus reinos en un solo territorio de esperanza. Hace dos décadas, Bella y Bestia se casaron en una celebración que asistieron todos los príncipes y princesas de cuentos de hada. En lugar de gastar sus riquezas en lujos personales, invirtieron en la unión de sus tierras, dando nacimiento a la Federación de Auradon.
Sin embargo, no todos fueron invitados a este nuevo reino. Aquellos considerados demasiado peligrosos, demasiado rebeldes o simplemente "indeseables" fueron exiliados a una isla lejana, sellada por mares imposibles de cruzar. "La Isla de los perdidos" se convirtió en su prisión, un lugar sin color, sin magia, sin oportunidad de escape. Durante los años, sus habitantes fueron privados de todo aquello que hacía la vida maravillosa de Auradon, condenados a un exilió con personas como ellos.
Oh eso se creía....
Desde la torre más alta del palacio de la Bella y la Bestia, el joven heredero de Auradon, el príncipe Benjamin se encontraba en su habitación. La suave brisa del aire entraba por la ventana del cuarto del príncipe Ben, que daba directamente a unos hermosos jardines del castillo. Sin embargo, lo que mas le llamaba su atención era la Isla de los perdidos que se veía desde su ventana. El se encontraba de pie sobre un taburete, a un lado suyo estaba el sastre real que trabajaba ajustando las medidas de su traje para la coronación que se acercaba. Pese que intentaba mantenerse quieto, solo podía mirar por su ventana aquella Isla en donde sin saberlo los villanos y sus hijos vivían llenos de desgracias y en abandono por parte de su reino, una inquietud crecía en su mente.
—Por favor, mantenga los brazos extendidos, su Alteza —dijo el sastre, con una sonrisa.
Ben obedeció, sin apartar sus ojos del mismo lugar. Su primera proclama oficial seria traer a ocho chicos de la isla de los perdidos a Auradon, pese que sabia que todos estarían en su contra, aun así estaba decidido seguir. Las enormes puertas de madera de su habitación estaban abiertas, sus padres entraron caminando juntos, la reina Bella llevaba un vestido dorado, algo característico de ella. A su lado, el rey Bestia lucía un traje azul oscuro con detalles dorados que reflejaba elegancia, Bella sujetaba el brazo de su esposo en dirección hacia su hijo.
—¿Como es posible que vayas a ser coronado rey en un mes? —Exclamó Bestia entrando a la habitación. A su lado venia su esposa Bella, la cual sujetaba su brazo.— ¡Eres un bebé!
—Cumplirá dieciséis, querido. —le recordó Bella, dándole una suave palmada en el brazo.
—Hola, papá —saludó Ben con una sonrisa.
—¿Dieciséis? —pregunto Bestia confundido, mientras se quitaba sus anteojos.—Es demasiado joven para ser rey.....Yo no tomé una buena decisión hasta que... tuve cuarenta y dos.
—Decidiste que nos casáramos a los veintiocho. —recordó Bella, mirando a su esposo confundida.
—Eras tú o una tetera, amor —bromeó Bestia, guiñándole un ojo a su hijo, quien no pudo evitar reír. Al ver el rostro de su esposa no tardo en volver a hablar. —No es cierto.
Bestia miro a su hijo levantando las cejas por la expresión de su esposa, su hijo dejo de reír para cambiar su expresión a una mas seria antes de hablar, dudando en si debería de hacerlo. Hasta que sintió un poco de valor para poder hablar con sus padres acerca de su proclamación como futuro rey.
—Mamá, papá —Comenzó a hablar Ben, llamando la atención. Este quiso avanzar hacia sus padres, pero el sastre se lo prohibió, quedando nuevamente de pie sobre la tarima. —Ya elegí mi primera proclama oficial.
Sus padres se miraron sorprendidos ante las palabras de su hijo, no esperaban que tan pronto tuviera una idea de la cual seria su proclama oficial. Aun así, decidieron seguir escuchando lo que podría decir, manteniendo unas sonrisas en su rostro.
—Decidí que los hijos de la Isla de los Perdidos ahora podrán...—Hizo una pausa para prepararse para cualquier reacción que pudieran tener. —Vivir aquí en Auradon.
Bella dejó caer el saco que tenía en las manos al suelo, mientras Bestia fruncía el ceño, ambos permanecieron inmóviles en sus lugares al percatarse por la petición de su hijo. Definitivamente por la expresion de sus padres, supo que no estaban de acuerdo con su decisión, pese a eso decidio continuar.
—Cuando miro hacia la isla, siento que fueron abandonados.—Dijo Ben mientras bajaba del tarima, sin tomar importancia a los reclamos del sastre. Camino unos pasos hacia sus padres.
—¿Los hijos de nuestros enemigos? —Preguntó Bestia, con un tono de incredulidad señalando a la Isla que se veia por la ventana. —¿Entre nosotros?
—Solo serán unos al principio. —Aclaro. —Los que necesitan que los ayudemos. —Ben con un leve brillo de esperanza en sus ojos, claramente emocionado por la idea siguio hablando.—Ya fueron elegidos
—¿Eso piensas?—Bestia se acerco a el, con una expresión endurecida por la molestia.
—Yo te di otra oportunidad —Hablo Bella, colocando una mano sobre el brazo de su esposo en un intento de calmarlo. Luego cambio su mirada a su hijo. —¿Quienes son sus padres?
—Cruella de Vil —Comenzó a pronunciarlos. —,Jafar, la Reina Malvada, el Cisne Negro, la Reina de Corazones, el Caballero Rojo, Madre Gothel y...—hizo una pausa antes de pronunciar el siguiente nombre, sabia que sus padres empezarían a dar explicaciones del porque no debería de venir. Pero aun asi, corriendo el riesgo a lo inevitable prosiguio a seguir.—Y Maléfica.
El sastre que estaba esperando sentado a que terminaran la conversacion para proseguir con las medidas y arreglos, pego un grito en el cielo cuando el nmbre de Malefica sono. Mientras que Bella permanecio sin palabras en su lugar, su esposo enfrento a su hijo rapidamente.
—¡Malefica! —Exclamo Bestia explotando, su voz retumbando en las paredes de la habitacion.—¡Ella es la peor villana que existe!
—Papa, escúchame... —intentó hablar Ben, tratando de razonar con él. Pero la potente voz de su padre lo interrumpio.
—¡No quiero escucharlo! —rugió Bestia, señalando hacia la ventana en donde la Isla de los Perdidos se podía ver desde allí.—Son culpables de crímenes horribles, es por eso la razón de su encierro.
El sastre con miedo a escuchar mas sobre el tema hizo una reverencia, antes de abandonar la habitación, dejando a la familia tener un momento de privacidad y discutir sobre la proclama que deseaba hacer el príncipe.
—Papá, sus hijos son inocentes. —Ben avanzó un paso, su mirada firme, pero llena de súplica.—¿No crees que merecen una mejor vida?.... ¿en serio?
Bestia permaneció quieto mirando un momento a su hijo sin responder a la pregunta que le hizo. Intercambio miradas entre Ben y su esposa, observo de reojo en dirección a la Isla. La razón de crear la isla era mantener seguro a su reino, protegiéndolo de todo el daño como mal que alguna vez los villanos pudieron causar años atrás. Aunque no estaba del todo convencido de que los hijos pudieran ser diferentes, miro a su esposa en busca de alguna aprobación, Bella asintió ligeramente esperanzada a que confiara en la decisión que estaba haciendo su hijo. Finalmente, Bestia dejó escapar un suspiro y se llevó una mano al rostro tratando de contener su frustración.
—Supongo que los hijos son inocentes. —admitió Bestia dándose la vuelta son mirar a su hijo, quedándose quieto para esperar a su esposa.
Bella por su parte, se acerco a su hijo con una sonrisa en su rostro que mostraba con dulzura, le acomodo el saco cuidado.
—Bueno, bien hecho —Felicito su madre, dándole un breve caricia en el brazo antes de girarse y caminar hacia su esposo.—Nos vamos.
Bella salió de la habitación de su hijo sujeto del brazo de su esposo, quien dejo de mantener un semblante neutral a uno de molestia. Ben sin notar eso, observo a la Isla por ultima vez sin dejar de sonreír al cambio que se vendría con la llegada de los descendientes de villanos. Desde el fondo de su corazón deseaba ser un muy buen rey como lo era su padre, para lograrlo debía primero empezar con sus subditos, incluyendo a los de la Isla que eran su mayor importancia en este momento.
Astrea estaba en el techo del castillo en donde vivía junto con sus amigos más cercanos y sus padres. No tardó mucho en conseguir la atención de los hijos de villanos y antagonistas, que la observaban desde sus ventanas como danzaba al ritmo de la música proveniente de aquella vieja radio que Chase consiguió junto con Jay en uno de sus tantos robos por la isla. Sus movimientos eran delicados, pero también eran sensuales atrayendo consigo miradas de envidia de varias chicas que pasaban, pues la mayoría estaban llenas de lujuria de los chicos que deseaban tenerla, y ¿cómo no desearla? si era la chica mas hermosa junto con Evie y Scarlet de la Isla de los Perdidos. Los chicos quedaron hipnotizados con cada uno de los movimientos de la pelinegra, quedando embobados cada vez que danzaba y llegaron a creer que algo malo pasaría si esta dejara de bailar.
Ella era plenamente consciente de las miradas que recibía con cada paso que daba, pero no le importaba la manera en que la veían en lo más mínimo mientras pudiera captar la atención de los chicos en ella todo estaría bien, de esa manera no recibiría un castigo de su madre. En ese momento, el mundo que conocía se desvanecía quedando solo ella junto a la dulce música en el aire, danzando en perfecta armonía. Se enorgullecía de esforzarse para perfeccionar su baile con cada giro y balanceo. El único lenguaje de amor que sabía era a través del lenguaje de la danza, que su querida madre Odile mejor conocida como "El cisne negro" símbolo de toda oscuridad y misterio, le enseñó a ser elegante y bella al mismo tiempo desde el momento en que supo caminar, con el paso de los años pudo perfeccionar su danza obteniendo una sensualidad peligrosa en cada movimiento, como para seducir y atrapar al espectador en su hechizo.
Sus zapatillas negras de ballet pese a estar desgastadas aún le servían, logrando resaltar su forma delgada pero sutilmente musculosa, sin un gramo de exceso de grasa o indulgencia. Con unas piernas pálidas como la misma nieve, eso lograba resaltar el color negro como el cielo nocturno de su largo cabello. Era digna de ser la hija de su madre, heredando sus ojos oscuros y penetrantes en los que se podía perder cualquier persona que los mirara, pero lo que más atraía eran esos labios carnosos pintados de un color vino, que cualquiera deseaba besar. La sensación de unas manos que tomaban su cintura ayudándola a poder girar en un solo pie, cada vez que bailaba, ya sea en un sueño o despierta no lograba reconocer de quién pudiera ser esas manos que la sujetaba con firmeza, tenía una vaga imagen del chico que fuera lo que fuese «aquello»; era alto, con el cabello de color rubio y despeinado, sus ojos brillaban cual intenso era el mar, con una la clásica sonrisa que conquistaba los corazones de todas las chicas.
Pero Astrea no era como ninguna de esas chicas, era todo lo contrario a aquellas, algo de lo cuál se alegraba mucho. La música terminó sacando la de su mundo con un raro sentimiento y demasiadas preguntas que le invadía en su cabeza, ¿Qué demonios hacía ella soñando con chico, al cuál no conocía ni su rostro? Solo sus ojos azules que recordaba con claridad, antes de que pudiera seguir preguntándose más los aplausos de emoción se escucharon con fuerza al momento de su reverencia de despedida. Bajó las escaleras con una sonrisa de satisfacción en sus labios, sacudiendo su cabeza en un intento de borrar la horrible visión de aquellos azules ojos. Dentro de ella disfrutaba de la adulación y de las demás emociones que lograban ponerla orgullosa. Sabía que había cautivado a los chicos de la isla con su baile, dejándolos en un estado de asombro y admiración como todos los días.
Mientras descendía con gracia las escaleras que conducían a la cocina dónde sus "amigos" y los padres de estos, junto a su madre, estaban. Sus movimientos conservaban la lánguida gracia que había mostrado en la azotea. Podía escuchar las voces de sus amigos y sus padres, antes de recargarse en el marco de la puerta, la atmósfera cambió sutilmente ante su presencia y sus amigos y padres hicieron una pausa en la conversación, con los ojos fijos en ella cuando notaron su presencia. Una sonrisa orgullosa apareció en sus labios, disfrutando del poder que tenía sobre su atención. En medio del silencio, los ojos de su querida madre se encontraron con los de ella, y una sonrisa de satisfacción emanaba de sus labios rojizos. Astrea sintió orgullo cuando se acercó a su madre, la admiración que tenía ante la mujer que le había dado la vida era demasiado grande.
—Pero si mi pequeño cisne, al fin viene de su magnífico baile —hablo una mujer de cabellos oscuros. Las palabras contenían una mezcla de orgullo y afecto, resonando profundamente dentro de Astrea. —¿Cuántos chicos admiraron tu danza, mi pequeña?
La pregunta sobre el número de admiradores provocó una sonrisa traviesa en Astrea. Ella inclinó ligeramente la cabeza.
—Como siempre madre, fueron todos. —sonrió con orgullo. La pelinegra se tiró a un lado de Gareth en el viejo sofá de cuero dañado, empezando a desatar los listones de sus zapatillas desgastadas. — Ya sabes cómo es, todos quedaron encantados con mi baile.
—Esa es mi Astrea —declaró con una sonrisa de satisfacción que apareció en los labios rojo sangre de la mujer.
La atmósfera cambió instantáneamente cuando el par de mellizos pelirrojos entró a la cocina, la mano de Scarlet agarrando con fuerza los cabellos de una cabeza de la que goteaba sangre fresca, junto con ella su mellizo Red cargaba una hacha ensangrentada con orgullo que aun escurría la sangre por el piso de madera viejo, provocando un grito ahogado colectivo entre los presentes. La espantosa escena envió oleadas de disgusto y repugnancia entre los presentes que miraban la cabeza que ahora estaba colocada en la mesa de madera, la reina roja se había levantado de su asiento con una mezcla de emoción y deleite evidente en sus ojos al ver sus mellizos. Era como si la grotesca exhibición albergará una belleza retorcida que la fascinaba y emocionaba, parecía ser la única que no se inmutaba ante la vista.
Mientras la reina roja se acercaba a la mesa, una sonrisa tiraba de las comisuras de sus labios rojo sangre, está extendió la mano hacia la cabeza que descansaba sobre la mesa de madera, sus dedos rozaron ligeramente el cabello enmarañado y la piel aún cálida. Scarlet tronó los dedos y Chase entró a la habitación en donde todos estaban con una caja de madera oscura en sus manos, parándose junto a la reina roja Chase abrió lentamente la caja, en donde una figura de madera estaba a punto de cortar una cabeza a otra figura.
—Estoy muy orgullosa de ustedes dos, mis corazones envenenados. —respondió tomando la figura, para darle cuerda.
Fue cuando está alzó sus brazos de madera dejando caer el hacha, cortando la cabeza de la otra figura, provocando una risa por parte de la reina roja que sonó con un tono siniestro.
—Es para qué para que tengas algo lindo, querida madre —comentó Red dejando su hacha en la mesa.
—Junto con la cabeza que te hemos traído, hoy madre —añadió la melliza de este, tomando asiento junto a Astrea en el viejo sofá de cuero dañado.
Maléfica, cansada de ver la cabeza cortada, puso los ojos en blanco y se llevó una mano a la frente en un intento de calmarse.
—Roja, si pudieras... sacar esa asquerosa cabeza de aquí. — pidió Maléfica con un pequeño estremecimiento.
— El olor no es algo que repugna, pero tener que verla —comentó Madre Gothel. —, provoca que me den ganas de sacarme los ojos.
La reina roja, por otro lado, puso los ojos en blanco mientras tomaba el regalo por los cabellos, y salía de la habitación con su enorme cabeza que pondría arriba de su cama junto con la de su esposo el "El rey de corazones", perfectamente embalsamada desde hace 16 años atrás. Odile rodó los ojos acercándose a Maléfica para susurrarle, recordando sobre aquella noticia de la que estaban hablando con los cinco jóvenes minutos antes.
—Si, sí les diré —Le respondió molesta Maléfica tomando asiento en su
trono. —¡Irán a Auradon!
—¡¿Qué!? —respondieron los cuatro jóvenes al unísono, dirigieron sus miradas de una mezcla de asombro e incredulidad hacia sus padres esperando una respuesta.
—Debe ser esto una estúpida mentira. — Heart apretando sus puños por enojo, los cuales estaban pálidos provocando que sus venas resaltaran.
Su melliza se levantó acercándose a su hermano, su mano se posó en el pecho de este para tranquilizarlo.
—Concuerdo con Heart — dijo Chase molesto sujetando en la empuñadura de su espada que colgaba de su cintura. —, estar rodeado de príncipes idiotas, no es algo que esté en mi lista y menos cuando ni siquiera saben defenderse correctamente con una espada.
—Si, la verdad ninguno de nosotros quiere ir. — afirmó con firmeza Astrea cruzando sus brazos y piernas al mismo tiempo.— para ir y estar rodeados de esas odiosas princesas y príncipes de buenos "modales"
—Tienen que ir, tienen que hallar a la hada madrina y tienen que traerme su varita mágica —explicó Maléfica limándose sus uñas. —, será fácil.
—Que ganaremos — habló Mal sentándose en el viejo sillón.
—Pues algún trono, heredarán coronas —divago poniendo los ojos en blanco.
—Creo que se refería a nosotros —habló Carlos.
La reina roja se acercó a sus mellizos que la miraban molestos, Heart estaba más tranquilo gracias a su melliza, pero la idea de cortar la cabeza de su madre no sonaba tan mal después de todo. Mientras que Mal y Maléfica tenían una guerra de miradas, Chase hablaba a susurros con su querido padre "El caballero rojo", Astrea se acercó a su madre, quien le sujetó ligeramente la barbilla para mirarla bien.
—Mi pequeña...—susurró lanzándole aquella mirada fría que transmitía cuando sabía que había hecho algo que llegara a molestarla, lo cual Astrea odiaba con toda su alma esa mirada.
El cisne negro apretó ligeramente su agarre aún sujetando la barbilla de su hija, Astrea noto como ojos marrones de su madre eran rodeados de un rojo intenso. Esa mirada hacía tensar todo su cuerpo, provocando que se mordiera ligeramente su labio. Si intentaba evitar su mirada eso le aseguraba muchas horas de reprimenda, pero así demostraba su madre que la amaba y que debía de demostrar un perfecto papel sin esfuerzo.
—Eres mi gran orgullo y como tal, debes saber que esto es por el bien de ambas. Y si te niegas, bueno, haré de tus plumas una nueva almohada. —explicó con una sonrisa en sus labios. En ese momento sus ojos volvieron a ser normales. —Y es por eso que, debemos aprovechar que los reyes van a darle su título a su querido y único hijo. Y su primera proclamación fue llevar a los hijos de los villanos y empezaron con tus amigos y contigo, mi pequeño cisne.
Astrea intentó decir algo pero su madre le dirigió una mirada para que se callara, soltó su agarre alejándose unos centímetros. Lo único que podía
hacer era asentir con su cabeza, manteniéndola elevada como su mamá siempre quería sin dejar que sus sentimientos la dominarán por completo. No era la única en aceptar ir a Auradon, los mellizos pelirrojos eran apretados por sus mejillas por su madre que amenazaba en cortarles la cabeza y tirarla por cualquier parte de la isla, en cambio Chase recibía un par de maldiciones y amenazas de su padre que lo sujetaba del cuello. El que peor pasaba de los cuatro era Gareth pasaba con dificultad saliva al tener cerca el cuchillo en su garganta que tenía su madre Gothel. Ser hijo de un villano parecía simplemente que tal vez su
padres podían demostrar un poco de amor, pero la verdad, era todo lo contrario en las diferentes muestras de amor que recibían sus cada uno de
ellos. Usados sólo como otro peón en el tablero de mesa que debían ser al plan de sus padres. Los villanos volvieron a tomar su postura cuando Cruella habló, dejando a un lado las amenazas que le decían a sus hijos.
—No se llevarán a mi Carlos —dijo pasando su mano por el cabello de su hijo. —Porque lo extrañaría demasiado.
—¿En serio, mamá? —preguntó Carlos con ligera ternura al ver el mínimo afecto por parte de su madre.
—Si. ¿Quién me pintará el cabello, arreglará mi piel y me quitará la dureza de los pies? —Colgó una pierna sobre él, Carlos suspiró perdiendo su casi felicidad. Scarlet río ante la idea de ver a Carlos limpiar los pies apestosos de Cruella.
—Sin duda pagaría por ver eso. —confesó Heart a su melliza en coz baja.—Tendría pesadillas con solo ver eso. — Scarlet hizo caras de asco.
—Si, tal vez la escuela no sea tan mala —Se quitó a su madre de encima.
—Carlos, tienen perros en Auradon —añadió en un intento de hacerlo quedarse, acariciando su mejilla.
—No, no ¡No pienso ir! —exclamó ocultándose detrás de Chase, quien lo miró confundido.
Astrea puso los ojos en blanco al escuchar a los demás tratar de evitar que sus hijos vayan a Auradon, sin entender el porqué ahora evitaban que fueran, cuando hace un minuto atrás amenazaban sus padres en que debían ir.
—¿Que ocurre con todos ustedes? — recriminó molesta, caminando en dirección a los demás. En el camino tomó a su hija para que la siguiera provocando que se sentara en la silla del comedor. —sabemos que la
gente se asustaba cuando mencionan nuestros ¡nombres! — gritó más fuerte la última palabra. —Veinte años intentando escapar de esta isla, veinte años sin que nos permitan tener nuestra venganza, vengarnos de Blancanieves y esos hombrecitos —Señaló a la reina malvada
—Vengarnos de Aladdin y su patético genio —Está vez señaló a Jafar que iba a hablar pero Jay lo evitó —¡Vengarte de la reina cisne!
El cisne negro se levantó furiosa sujetando lo más cercano que tenía para lanzarlo, pero Astrea lo evitó poniéndose frente a su madre.
—¡La mataré! —amenazó furiosa. —¡Por ella, mi padre está muerto y yo aquí en esta estúpida isla!
—¡Y vengarnos de Rapunzel y de Flynn! — se giró a ver a Madre Gothel. La mujer pelinegra tiró un cuchillo a una foto de los nombrados pegada a la pared, todos jadearon algo asustados, pero fingieron, su hijo se acercó entregando otro cuchillo a su madre.
—Esa rapunzel y ese ladrón —respondió con frialdad. — ¡Por su culpa, no tengo ese cabello mágico para poder seguir manteniéndome más joven!
—Y ¿tu, reina? ¡Vengarte de tu hermana!
El rostro de la reina roja se puso igual de rojo que su cabello, Scarlet apretó ligeramente sus labios mientras que su mellizo observó de reojo a su madre ponerse roja, miró a melliza quien igualmente su rostro notaba lo enojada que estaba. El tomó a su hermana por los hombros antes de que pudiera
cortar la cabeza más cercana.
—¡Perderán la cabeza! —gritó respirando agitada, sus manos poniéndose a ambos costados del vestido. —¡Ella y esos estúpidos traidores, farsantes mataron a mi bebé Jabberwocky!
Maléfica rodeo los ojos fastidiada por escuchar a hablar a roja sobre su pobre bebé jabberwocky, camino poniendose detrás del caballero rojo y tomarlo de los hombros antes de hablar.
—¡Verganos del caballero blanco... de Alicia!
—¡Esa Alicia! —Se quejó el caballero rojo intentando sacar su espada pero su hijo lo detuvo antes de poder siquiera sacarla.
—y vengarnos de cada escurridizo dálmata que se escapó de tus manos. —continuó Maléfica caminando hasta Cruella.
—¡oh, pero yo tengo al bebé, tengo al bebé! —río como maniática tomando el peluche de su hombro —¡Yo tengo al bebé!
—Y yo, Maléfica, la más malvada de todos, lograre empezar a vengarme de la Bella durmiente y su inalcanzable príncipe —decía caminando para
sentarse encima de la reina malvada, arrebatándo le, el espejo de sus manos para mirarse antes de volver a tomar su sonrisa —¡Villanos!
—¿Si? — preguntaron los padres al mismo tiempo.
—Nuestro día llegó. Reina, dale el espejo mágico —Pidió a la nombrada levantándose, no antes de guiñar le un ojo a Evie.
—¿Este es tú espejo mágico? —Evie preguntó sin creer pero admirando su reflejo en él.
—Ya no es lo que era antes pero tampoco nosotros —Se río junto a Maléfica.
—Habla por ti misma —interrumpió el cisne negro antes de aplicarse más labial rojo en sus labios.
—Te ayudará a encontrar cosas —siguió la reina malvada, sin tomarle caso a las palabras de la pelinegra.
—¿Un príncipe quizás? —preguntó Evie emocionándose.
—Quizá mi cintura —comentó su madre graciosa.
—quizás mi corona —la reina roja dijo triste, tomando asiento en un trono
viejo.
—quizás una flor mágica. —continuó madre Gothel.
—Quizá la varita mágica ¡Hola! —Maléfica resaltó obvia.
—Hola — Saludo la reina malvada.
—Mi cisne... —La llamó su madre, observando cómo se retiraba un anillo del dedo anular para entregárselo en la mano. Lo miro por un momento antes de ponérselo en su dedo de la mano izquierda, el anillo era de color negro con una joya de color verde intenso.
—Le pertenecía a mi padre — dijo con tristeza. — Ya no es lo que era antes, pero te servirá por lo mágico que es en Auradon, mi pequeña.
Mientras su madre le contaba el origen del anillo y sus propiedades mágicas, el significado del anillo se hizo más profundo y su mirada pasó de estar en el anillo al rostro de su madre, que la veía con una sonrisa despiadada que demostraba que no debía de decepcionarla, o perfectamente podía verse para toda la vida en un castigó que solo el mismo cisne negro podía hacerlo.
—Corazones míos —los llamó su madre, sus ojos están puestos en ambos mellizos.— Recuerden que el amor no sirve y tampoco existe en Auradon. —asintieron pensando que le diría algo como los demás, pero no.
Ambos mellizos se preguntaban que era exactamente el amor, acaso el amor era cortar cabezas a petición de su querida madre o limpiar sus vestidos ensangrentados, de eso era lo que estaba hablando la Reina de corazones. Maléfica le entrego su libro de magia a Mal con una ligera sonrisa llena de algo de tristeza combinada con diversión por su caja fuerte que solo era la heladera. La bocina llamándolos sonaba a fuera haciéndoles saber que era hora en la que deberían partir a directo a Auradon.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro