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𝐄-𝟐𝟎┆𝖉𝖔 𝖎 𝖑𝖔𝖔𝖐 𝖑𝖎𝖐𝖊 𝖍𝖎𝖒?

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Hay momentos en la vida en los que nos miramos al espejo y nos hacemos una pregunta sencilla: ¿Cuánto me parezco a mis padres? Para algunos, la respuesta es un consuelo. Si creciste con padres amorosos, dispuestos a darlo todo por ti, ese reflejo es un recordatorio de cariño, de enseñanzas, de un hogar seguro.

Pero para otros, mortales o semidioses, el parecido es una sombra que se cierne sobre nosotros. Porque a veces, el verdadero miedo no es ser diferente, sino descubrir que nos estamos convirtiendo en aquello que más tememos, en lo que juramos que nunca seríamos.

Al cruzar la puerta, mi reflejo me recibió en un espejo de bordes dorados, reluciente en la penumbra de la sala. Me detuve. Supongo que me parezco a él. Pero entre tantas mentiras y medias verdades que han tejido mi historia, aún no sé si eso es algo bueno... o mi peor condena.

— ¿Me veo cómo él? - le pregunté a Halsey quien llegaba de la cocina con chocolate caliente para todos.

— Tienes sus ojos, los ojos de un Abernathy. — Chase se tensó al oírlo, raro. — Tu sonrisa se parece a la de él y la forma en la que caminas y frunces ligeramente la nariz al pensar... te pareces demasiado a él.

— ¿Cómo me reconoció?

— Te reconocería donde fuese, te pareces más a tu padre de lo que crees y por eso debes tener cuidado. Los Abernathy son poderosos, pero tienen finales trágicos.

— ¿Se refiere a mi abuelo? ¿Tengo?

— Esa es una historia para otra ocasión, Adhara. Respondamos tus preguntas más importantes, no puedes permanecer en un lugar durante mucho tiempo.

— ¿Por qué no podría? —le cuestionó Amadeo, que la analizaba.

— De Atenea, supongo. Y son muy niños, pero la experiencia te enseña que, mientras más rápido te muevas, menos atraes a los monstruos. Les es más difícil detectarte de esa forma.

— Soy Chase, Chase Bennet.

— ¿El hijo del modelo?

— Ese mismo.

— Amadeo Russo. —Se presentó Deo fríamente.

— Definitivamente, eres hija de tu padre. Amiga del hijo de un supermodelo y del hijo de un multimillonario de Italia.

— ¿ERES UN MULTIMILLONARIO? —exclamé al ver a Deo

— No es algo que me guste mencionar y hubiera preferido que omitas ese hecho, mi familia es un desastre. —suspiró el multimillonario que podría pagarme una casa.

— Bueno, mi padre. ¿Él era amigo de multimillonarios?

— Algo así. Podría decirse, pero él mantenía su vida anterior del campamento muy privada.

— Esperé. Cuénteme todo lo que sabe desde el principio.

La pelirroja me sonrió, indicándome que tomara asiento con el resto mientras sacaba de una habitación una pequeña caja, como la de mi padre, pero con un montón de fotos.

— Todo empezó el verano del 2005.

Entonces nos mostró una fotografía. En ella, ambos aparecían en el campamento, pero algo era distinto. No vestían la clásica camiseta naranja de los semidioses, sino ropa casual que les daba un aire más despreocupado, como si aquel momento existiera fuera del deber y las batallas.

Parecían tener unos 16 años, justo como en mi visión. Él, con su cabello rubio revuelto por la brisa, sonreía con esa naturalidad despreocupada que hacía parecer que nada en el mundo podía perturbarlo, una confianza que en algún momento tuve. Sus ojos reflejaban una calidez sincera, y su brazo descansaba con familiaridad sobre los hombros de ella.

Ella, de una belleza vibrante, era muy linda de joven, capaz, el año y la vida como semidiosa hicieron que su brillo se apagara. Tenía una melena de rizos cobrizos que enmarcaba su rostro. Sus ojos celestes brillaban con una intensidad que parecía atrapar la luz del sol, como el cielo cuando está perfectamente despejado. Unos ojos que me recordaban a mis ojos en mi vida pasada. Su expresión, serena, pero segura, transmitía una sensación de complicidad con él, como si aquel instante fuera un reflejo de algo más profundo, algo que las palabras no podían describir.

La imagen tenía algo especial. No solo era una fotografía, era un fragmento de un pasado que quizás no debía existir... y, sin embargo, ahí estaba.

— Tres años después, William desapareció del campamento.


























































































































































































































LAS MEMORIAS DE WILLIAM

"── William Abernathy no era como cualquier otro campista. No. Él era especial si quisieras verlo de esa forma. Era el chico que llamaba la atención naturalmente, como si él fuera el sol y todos los demás vieran su resplandor, hipnotizados. Llegó al campamento en el 2005, a los 13 años. Nadie sabía nada de su pasado, era una mancha que él prefería evitar y, desde que ingresó al campamento, solo había salido para las misiones y vuelto victorioso."

El Campamento Mestizo tenía el mismo aire atemporal de siempre, con la brisa cálida del mediodía meciendo las hojas de los árboles y el sonido de espadas chocando en la arena de entrenamiento. En la cabaña de Apolo, un grupo de campistas discutía sobre cuál era la mejor canción de Fall Out Boy, mientras de fondo sonaba Girlfriend de Avril Lavigne en un iPod Nano conectado a un altavoz maltrecho.

El ambiente en el campamento era animado y caótico. En la arena de combate, un hijo de Ares y una hija de Atenea se enfrentaban con espadas de bronce celestial, sus golpes resonando con fuerza.

El chico Abernathy estaba junto al lago con una chica de hermosos rizos rubios y ojos azules, tan delicada como una rosa blanca.

"── Conocí a tu padre apenas llegó al campamento, yo había entrado un par de meses antes que él asique nos hicimos amigos rápidamente. Éramos tres, tu padre, yo... y Ariadne. Una hija sin reclamar. Una chica que no te daba ni un indicio de quién pueda ser su madre o padre divino, pues solo sabía que era huérfana y era buena en todo lo que quería. Arte, armas, deportes, en arquería, en el mar, con las plantas, era una diosa entre los semidioses. Eso le fascinaba a tu padre, pues nunca terminabas de conocer a Ariadne."

— Ojos bonitos, ¿no crees que el día es increíble? —le dijo el joven William a Ariadne.

— Cualquier día en el que pueda ver el atardecer frente al lago es hermoso, Willy. —le sonrió la rubia.

— Se supone que digas: Oh, Willy, es maravilloso porque tú estás conmigo — dramatizó el Abernathy

— También, pero solo hará crecer tu ego, que tienes de sobra.

— ¿Y? Soy magnífico.

— Claro, un Abernathy. Tan brillante como las estrellas y con un legado tan duradero como la de ellas.

— ¿Te aprendiste tan rápido el lema de mi familia?

— Algo. Tu padre te manda la misma carta cada año.

—Pidiéndome que regrese, algo que no hare y gracias por responder sus cartas con la amabilidad que no podría.

— Es tu padre, Willy.

— Es un monstruo. Definitivamente, no seré así con nuestros hijos.

— ¿Hijos? Tenemos 15 y empezamos a salir hace tres meses.

— Y fueron los mejores 3 meses de toda mi vida, ojos bonitos. Además, siempre es mejor pensar en el futuro.

"── Tu padre la amaba, como si ella fuera el aire que necesitara para respirar. Ella desapareció a los pocos meses desde que empezaron a salir. Tu padre la buscó junto a mí durante un año, los últimos meses ya no pude acompañarlo. Me rendí. Él no lo hizo, hasta que encontró el cadáver de Ari... regresó unos días después de descubrirlo y trató de lucir normal, pero el brillo de sus ojos se apagó."

— Bueno, sí piensas que si algún día tenemos hijos. Me gustaría que la llames como una de las estrellas de nuestra constelación favorita.

— ¿Sirius? Me gusta.

— Si es niña, me gustaría que sea Adhara. Además, ese nombre también significa flor del azahar.

— ¿Las que usaban las novias? —la miró divertido el chico—. Y era yo el que no quería pensar en matrimonio.

— Cállate, Willy.

— Cállame para toda la eternidad, mi Ari.

— Sonrían para la cámara, tortolos - dijo Halsey, interrumpiendo la escena con el flash de su cámara.

— Sabes que amo ser el fotografiado de los tres, Halsey, pero no cuando mi hermosa Ari estaba a punto de darme un beso.

— Ella no te lo iba a dar.

— No te lo iba a dar, Willy.

— Claro, perfecto. TODAS CONTRA MÍ. Yo, un pobre semidiós humillado por dos chicas.

— De pobre no tienes nada, William.

— Cierto, pero el dinero es de mi padre.

— Y tú eres el heredero.

— Lo era. Pero, como dije, ignoremos ese lado de mi vida y hagamos como si nada. Ahora, ¿quién quiere robarle dulces a Quiron?

— ¿No te castigará el señor D?

— Para eso tenemos a la hermosa de Ari. Es la única chica que el dios soporta.

— Se aprovechan del pobre hombre, no les ha hecho nada. Solo estuvo obligado a este lugar que es un infierno para él.

La pelirroja y el rubio se miraron dudosos.

— Sí, definitivamente por eso te quiere. Ahora distráelo. Entramos nosotros en 10.

"── A tu padre le gustaba entrenar. Amaba hacer sentir orgullosa a Afrodita. Era la única familia que tenía, aparte de Quiron. Era el mejor héroe de nuestra generación, parecía bendecido por el mismo Ares, probablemente a regañadientes, pues cada batalla en la que se enfrentaba, ganaba y obtenía pocas heridas. Hubiera sido el mejor héroe de nuestros tiempos si hubiera entrenado desde antes y seguido en el campamento."

"── ¿Sabe qué hizo con mi madre cuando desapareció del campamento?"

"──Hecate. Esa diosa. Llevo a William a su perdición, traté de advertirle, de convencerlo, de regresar conmigo y Quiron, pero se mantuvo terco en su decisión. Decía que lograría hacer un cambio en los dioses, que traería una era de oro. Que él haría que los semidioses tengan una vida más justa, que haría que reconocieran a todos, que tratarían a todos como debieron tratar a Ariadne."

— Willy, estás hecho un desastre. —le sonrió la pelirroja al joven al llegar a su cabaña.

La misma cabaña en la que la niña Abernathy y sus amigos estaban.

— ¿Qué me regalaste en mi primer cumpleaños en el campamento? - la amenazó el joven de 17 con la daga que ella le dio.

— ¿Qué te pasa, Willy? Te di una bufanda roja.

La expresión del rubio cambió drásticamente. No dudó dos veces en saltar hasta los brazos de su amiga y abrazarla, aferrarse al abrazo.

— Eres tú. Estoy tan feliz de que seas tú. Ahora entra.

En la sala de estar, una enorme mesa solía dominar el espacio, cubierta por un desorden caótico de pergaminos ajados y libros antiguos, todos escritos en antiguo griego. Algunos textos estaban abiertos, con sus páginas amarillentas desbordando anotaciones apresuradas en los márgenes, mientras que otros se apilaban en torres inestables, al borde del colapso.

— ¿Qué has estado haciendo?

— Encontré. Yo lo encontré.

— ¿Qué encontraste?

— Lo encontré. El terror de los dioses. Su muerte. Eso los matará y-

— William, estás empezando a hablar con un loco, detente. Por favor, solo sigues lastimándote.

— No lo entiendes. Yo lo logré. Lo tengo todo anotado en mi diario. Yo lo lograré. Yo tengo que hacerlo y-

— Ya basta. — La pelirroja tomó su rostro entre sus manos y lo obligó a mirarla. — Ari no hubiera querido verte así, ni a Quiron. ¿Lo que hizo está mal? Sí, pero te ama como a su hijo, asique compórtate de una maldita vez y deja esto.

— No puedo. No estando tan cerca y no recibiré perdón por mi traición.

— Lo harás. Si te entregas y acusas a Hecate tal vez que sentencien en menos tiempo o algo muy leve. Por favor.

— No. No puedo hacerle eso.

— ¿Por qué? Ella solo es una egoísta que busca aprovecharse del resto.

— Está embarazada.

— ¿Y? Será de algún tonto mortal.

— Es mío. El bebe es mío, Halsey.

La expresión de Halsey cambió drásticamente. Su característica sonrisa confiada se desvaneció en un instante, como si le hubieran arrancado la seguridad de golpe. En su lugar, una angustia indescriptible se apoderó de su rostro, tensando sus rasgos y oscureciendo su mirada. Sus labios se entreabrieron, pero ninguna palabra salió de ellos, como si el aire se hubiera vuelto demasiado pesado para respirar.

— William...

— Sé que fue tonto. Pero la amo, Halsey. Ella me quiere proteger, me abrió los ojos. No me mintió.

— Willy...

— Sé que podré cuidarla. Tengo 17, pero para cuando nazca, tendré 18 y conseguiré un trabajo como mortal. Me sigo viendo bien, puedo ser modelo.

— Will... — La pelirroja abrazó a su amigo, quien se derrumbó en sus brazos.

— Soy un maldito monstruo. Yo... no sé qué hacer. Pero no puedo salir y tengo que hacerlo. Mi bebe... ella tiene que estar en un mundo donde no sufra a mano de los dioses, tengo que hacerlo.

— Tranquilo, todo estará bien. Te ayudaré.

— Necesito que te quedes con mi diario, ahí está todo. Si yo no logró cumplir con esto. Mi hija lo hará.

— ¿Hija? ¿Ya sabes que es niña?

— Tengo un buen presentimiento.

—Así que, señor planificador. ¿Cómo piensas llamarla?

— Adhara. Era el nombre que Ari le iba a poner a nuestra hija. Ella siempre quiso ser madre de una niña. Todo esto empezó por ella. Y terminará por mi hija. Suena poético llamarla así.

— Me parece el nombre perfecto.

— Lo es. —le sonrió el rubio antes de volver a su tono serio—. Por favor, protege con tu vida el diario. Tengo una copia. El original tiene la ubicación de la espada. Solo asegúrate de guardarlo. Ella aún no lo sabe. No estoy seguro de que ahí sea, pero es una posibilidad. La ubicación real está en la Isla Prohibida.

— ¿La de los documentos perdidos? ¿La de esas ancianas que nos contó Quiron?

— Esa. Nadie puede entrar y volver a salir. Solo me falta averiguar la manera de salir.

— No te arriesgues demasiado.

— Tranquila, ¿alguna vez me viste fallar? Soy un Abernathy. Los Abernathy sobrevivimos, no importa que tan rotos terminemos.

— Si algo te llega a pasar, yo...

— No harás nada. Trataré de escribirte siempre. Solo no te acerques a mí. Si lo haces, estarás maldita.

— No me importa. No eres el único que corre riesgos de los dos.

— Halsey...

— No. William, lo haré si lo veo necesario.

En eso el reloj empezó a sonar, eran las 6 de la noche.

— Tienes que irte, llegará ella en una hora. No le caes bien.

— ¿No le caigo bien? - se burló la pelirroja

— Muy Apolo para su gusto.

— Qué especial es tu nueva novia. Pasamos de la mejor chica a una diosa.

— Te lo dije, soy irresistible. — le sonrió William antes de cerrar la puerta y ver por última vez a su amiga, mínimo en su estado normal.

"── Después de recibir la maldición de Dionisio, de locura. Él me escribía cada día, diciendo lo hermosa que eras, lo mucho que te amaba, lo mucho que lo aterraba a hacerte daño. Él quería escribir todo lo que pudiera, eran seis hojas o más por carta. Quería que las guardara para dártelas en un futuro, pues, tenía miedo de convertirse en un monstruo y que la luz de sus ojos lo odiara."

"──Te contó... cómo fue que Azami..."

"──Tu padre siempre me dijo algo, Hecate era un lobo vestido de oveja. Cuando tenía que convencerte de algo, lo hacía. Si no accedías, te obligaba a hacerlo. Así tuvieron a Azami, aunque después del control mental de esa vez, su locura llegó más rápido de lo que se suponía. Dejo de escribir cartas, dejo de mandarlas. Desapareció. Nunca me dijo su ubicación, así que no tuve forma de verlo. Supuse que la locura ya lo consumió y esperaba que lograran estar con vida tu hermana y tú, o llegar al campamento."

"──Si mi padre terminó odiando tanto a mi madre. ¿Por qué la llamaba cada noche?"

"──Tu padre nunca llamó a tu madre, Adhara. Buscaba la protección de Asteria."
































































✧*・゚*

Esta cabaña lucía muy familiar, como en una de mis visiones. Miré a Deo quien inspeccionaba todo mientras Halsey se fue a traer algunas galletas junto a Chase, Mairin se había quedado callada durante toda la historia. Aunque sabía que solo se mordía la lengua para no insultar a la pelirroja.

Miraba las viejas fotos de mi papá. Era feliz y Ariadne, ella era una versión femenina de Percy, si eso era posible. Los mismos rizos rubios, aunque sus ojos eran hermosos, no lo eran tanto como los de Percy. Los ojos de Deo también eran hermosos, aunque en comparación de ojos azules, el de Percy ganaba por mucho a Ariadne.

— Ella tiene razón, si te pareces mucho a él - dijo Deo, poniéndose a mi lado.

— No se veía mal. Y él me amaba. Creo.

— Yo creo que lo hacía. Solo que el destino tenía otros planes para él.

— Necesito ese diario, Deo.

— Ese diario llevó a tu padre a su muerte, Ady.

— Él lo dejó para mí. Además, es lo único que puedo tener de él.

— Pídele, y nos vamos. Tengo una mala intuición y Mairin también.

Halsey no tardó mucho en llegar con un montón de galletas y gomitas. Debían de gustarle mucho los dulces.

— ¿Sabe dónde está mi padre?

— Quisiera saberlo, linda. Sin embargo, ni sé dónde vivía tu padre.

— ¿Y su diario?

— Cuando lo descubrieron los dioses, me obligaron a entregarles el diario y no tuve más opción.

Mentira.

— No creo poder comer todo eso, estoy repleta. —le sonreí a la pelirroja. — De hecho, ¿dónde está el baño?

— Segunda puerta a la izquierda, por el primer pasadizo.

— Gracias.

Me incorporé de un salto y me dirigí al pasadizo, sintiendo cómo la adrenalina me quemaba las venas. La penumbra hacía que cada sombra pareciera moverse con vida propia, pero tuve suerte: una pared bloqueaba la vista de cualquiera que intentara seguirme con la mirada. Me aferré a esa ventaja y giré sin dudar hacia el segundo pasadizo, con el pulso martilleando en mis oídos.

A simple vista, el corredor era corto, estrecho, con solo dos puertas a la derecha. Pero algo no encajaba. No sentía el eco usual de un pasillo cerrado. No había corrientes de aire filtrándose bajo las puertas. La distancia no se sentía real.

Entonces lo entendí.

El final del pasadizo era una trampa visual. Una ilusión creada para engañar a los sentidos, para hacerte creer que todo terminaba ahí. Mi piel se erizó, pero no dudé. Avancé con cautela, extendiendo la mano. Mis dedos atravesaron la superficie como si fuera niebla. Sin perder un segundo, traspasé la pared falsa y me encontré en otro corredor, más largo, más oscuro... más real.

El aire aquí era diferente, más denso, cargado con una sensación extraña. Como si este lugar no perteneciera del todo a la realidad. Como si algo esperara al otro lado de la puerta que ahora tenía enfrente.

Cada parte de mi cuerpo me decía que tuviera cuidado. Que respirara. Qué pensará antes de actuar. Pero no lo hice. Apreté la mandíbula, extendí la mano y giré el picaporte. La puerta se abrió con un leve chirrido. Y entonces lo vi.

El aire me abandonó de golpe. Mi corazón dejó de latir por un segundo eterno, y un frío helado me recorrió la espalda.

Él estaba ahí. Mi padre.

Sentado con una calma perturbadora, como si todo estuviera en orden, como si mi presencia no fuera más que un detalle insignificante.

Pero no estaba solo.

A su lado, con un leve vaivén, descansaba una cuna.

Pequeña. Delicada. Su madera clara reflejaba la escasa luz de la habitación, pero lo que realmente me dejó sin aliento fue el nombre grabado en su estructura.

Asteria.

Un latido tardío me golpeó el pecho. Era el nombre que mi padre escribió detrás de una de las fotos que tomó. El nombre que planeó ponerle a su segunda hija si llegaba a tener.

Mierda.


































































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Holi, ¿Cómo están?

Espero que les haya gustado <33

Primera parte del maratón. Comenten y voten, por favor. No sean lectores fantasma.

Por cierto, tengo un canal de difusión donde estaré subiendo spoilers del Adhercy y algunas cosas más. ÚNANSE, amo a las 12 personitas que ya se unieron <3333

No se olviden de votar y comentar que me ayudaría mucho <333


El papá de Ady cuando tenía 16:

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