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(RECOMENDACIÓN DE CHASE: Escuchar Fiera Inquieta de fondo)

No tardamos mucho en llegar al parque de diversiones después de perder a los grifos. El aire estaba cargado de un silencio inquietante. Deo tomaba de mi mano con firmeza, sin llegar a lastimarme. Mairin lideraba el camino, Chase estaba a mi lado, noto el miedo en mis ojos, algo me decía que había estado en un lugar así antes.

— Tranquila, Ady - me susurró. — Solo piensa que somos los geniales protagonistas de una película de terror. Además, no se ve tan tenebroso.

Mentía, era el peor en eso.

Apenas entramos, se sintió por todo el lugar el olor a metal oxidado, madera húmeda y algo rancio, como si el tiempo se hubiera detenido y la naturaleza hubiera reclamado todo el sitio. Las antiguas atracciones se alzaban en la penumbra, deformadas por la oscuridad y el paso de los años. Una noria enorme dominaba el horizonte, tapando la vista perfecta de la luna llena. Los caballitos de un carrusel a medio destruirse estaban inmóviles, algunos sin cabeza y otros rotos al punto de parecer romperse con las frías brisas que abrazaban todo el lugar. En las casetas, los peluches estaban con los ojos hundidos o se los habían quitado, al igual que las viejas muñecas con sonrisas agrietadas.

El suelo estaba cubierto de hojas secas y papeles arrugados de viejos boletos de entrada. De vez en cuando, un cartel tambaleante rechinaba con el viento, balanceándose con un chirrido prolongado que perforaba el silencio. Todo estaba en una zuma oscuridad, siendo iluminado solo por la luna. La entrada al túnel de la montaña rusa podía ser una de las cosas más aterradoras que haya visto, era la imagen de un semidiós premiado con una corona de laureles... pero gritaba de dolor mientras lloraba.

— Definitivamente, no voy a entrar a ese lugar - dijo el hijo de Afrodita evitando mirar la atracción.

Lo único que resaltaba del lugar era la Casa de los Espejos, sus luces brillaban parpadeantemente con un resplandor enfermizo.

— Supongo que tendremos que entrar ahí. —Suspiró Mairin antes de ser la primera en entrar —. Entren de una vez, recuerden que están con una hija de Hecate asique si se siguen demorando, les juro que invocaré a un payaso asesino.

Ni uno lo dudó un segundo más para entrar después de ella. El frío se volvió más denso, más pegajoso, como si algo nos envolviera entre las sombras, pero si fuera así, Mairin se hubiera dado cuenta... El suelo crujía bajo nuestros pies, un eco que rebotaba en las paredes cubiertas de espejos manchados por el tiempo.

Los espejos se alzaban en pasillos angostos, deformando nuestros reflejos en formas grotescas. Algunos los hacían parecer criaturas alargadas y esqueléticas; otros los comprimían en sombras amorfas. En ciertos puntos, el vidrio parecía empañado, como si alguien hubiera respirado sobre ellos recientemente. Todo olía a humedad y óxido, era insoportable, más aún escuchándose el eco de nuestra propia respiración y una música de circo antigua que sonaba saturada y entrecortada.

El laberinto no tenía fin, era un camino confuso que parecía llevarte a lo mismo. Mairin trató de lanzar un hechizo de luz que fue demasiado fuerte. La luz rebotó en todos los espejos, cegándonos por unos segundos. Cuando pudimos abrir nuevamente los ojos, mi hermana ya no estaba.

— ¡MAIRIN! - gritó Chase buscándola por todos lados, pero no había rastro de ella más que el camino normal.

No escuchamos ni una de sus pisadas como si se hubiera ido y era un simple hechizo de iluminación, no pudo desaparecer como si nada. Odiaba no poder usar la magia.

— ¿Qué pasó?

— Desapareció... Mairin desapareció.

Deo se tensó ligeramente.

— Tenemos que seguir avanzando, Chase.

— ¡Pero, ella desapareció!

— ¡Solo avanza! - ordenó el hijo de Atenea, gritando en un tono muy alto. Nunca lo había escuchado ordenar con ese tono, ni siquiera ordenar a una persona.

— Bien, señor mandón. — aceptó Chase de la forma.

Chase avanzó más rápido que nosotros, odiaba tener que obedecer a otros, bueno, solo a los hombres. Creo que le recordaban a su padre. Amadeo se soltó de mi agarre y avanzaba delante de mí, pero tocando los espejos para guiarse en el camino. Par de idiotas.

Volteé hacia atrás, la entrada no debía de estar tan lejos... ¿O sí? Estaba hacia el otro extremo de nosotros, a pesar de que el camino solo nos llevaba hacia la izquierda, unas vueltas que confundían, pero recordaba todo el trayecto perfectamente. La entrada debería de estar a nuestro oeste, no al sur. Todo el camino lucía diferente, mi mirada se dirigió a los espejos, no eran los mismos por los que pasamos hace unos segundos... cambiaban de lugar, lo hacían silenciosamente mientras no los veíamos. Era un laberinto de espejos.

Mi mirada volvió a buscar a Chase y Deo, pero ambos ya habían desaparecido. Estábamos solos en esto. Seguí el camino hasta que los espejos me rodearon. Qué divertido.

Sin embargo, estos eran diferentes. Eran ocho espejos los que me rodeaban, cada uno dando una versión distinta de mí, un reflejo simple pero con múltiples aspectos. El primero mostraba cómo estaba hace unos meses, antes de teñir mi cabello. Cuando mi cabello era ondulado y más largo, mis ojos brillaban más. Extrañaba cómo era todo antes de la llegada de... ese chico.

El segundo espejo me mostraba con el cabello más ondulado y rojizo. Una corona de laureles de plata adornaban mi cabeza junto a un traje de armadura griega del mismo color. La desorientación brillaba en mis ojos, tenía un arco y flecha en mi espalda, yo nunca fui tan buena en eso.

El tercer espejo mostraba una degradación en mi físico, estaba pálida como si no hubiera visto la luz del día en años. Las ojeras mostraban que no dormía en años, tenía menos cabello y lo poco que me quedaba, está quemado. Mordeduras de animales y monstruos juntos con múltiples heridas adornaban mi cuerpo. Miré durante poco tiempo ese reflejo, no quería verme así.

En el cuarto espejo estaba mejor, con dolor en los ojos, caos, mi cabello rojizo, regresó y estaba cortado hasta mis hombros. En el quinto, mi cabello natural, volvió, era castaño y largo, con las ondas que había amado tanto alguna vez. Mis ojos lucían más iluminados y vivos.

Para el sexto espejo, no me reconocía. Era yo, pero al mismo tiempo no lo era. Mi cabello se tornaba rubio en ciertos mechones. Usaba una armadura negra y en mi mano portaba un espada que brillaba del color de la sangre. Mis ojos portaban el mayor odio que existe. Oscuridad. En eso se había tornado mi alma. En el séptimo espejo no había nada solo, sin un reflejo aún, sin una decisión.

El octavo espejo, era el único que quedaba. Era como me veía en ese instante, solo que mi reflejo se movía a su propia conveniencia. Daba vueltas y se divertía antes de acercarse hacia mí y darme la mano, saliendo la hoja del espejo.

Si esta era una prueba, iba a ser interesante. Tomé su mano antes de sumergirme en el espejo. Todo el resto se volvió confuso y borroso.


































✧*・゚*

Había despertado en un majestuoso campo, el cielo estaba tranquilo y el sol quemaba ligeramente mi piel y el viento movía mi cabello. ¿Castaño? Había vuelto a ser mi yo original y ahora ¿usaba un vestido?

No usaba el vestido de la tienda de disfraces, sino un vestido blanco y sencillo junto a un gorro de vaquero. ¿Qué estaba pasando aquí? Trataba de usar hechizos, pero ni uno funcionaba. Estaba más alta, de hecho, lucía de unos 17 años. No me veía nada mal.

Estaba dispuesta a lanzar otro hechizo cuando una voz me llamó detrás de mí.

— Adhara - dijo una voz muy conocida... ¿CÓMO LA DEL CHICO DEL MUSEO?

Giré para verlo, pero me tomé con una sorpresa para nada desagradable. Dos figuras masculinas avanzaban hacia mí, con la intensidad de dos rivales destinados a pelear. Ni yo estaba con esa tensión con Clarisse cuando peleábamos.

El que se llevó primero mi atención fue el chico del museo, Percy Jackson. Parecía tener 17 años, y benditos esos años que tenía. Debía entrenar mucho para ser un mortal porque se notaban sus músculos con facilidad, su piel estaba ligeramente más bronceada y sus rulos bailaban con la suave brisa que nos rodeaba. Llevaba una camisa blanca abierta hasta la mitad del pecho, con las mangas remangadas; debía de pelear mucho debido a las cicatrices que tenía en todo el cuerpo. Y cabalgaba en su caballo negro con un porte digno de un dios que capturaba toda tu atención.

Aparté mi mirada lo más rápido que pude al suelo. Adhara tienes novio. Adhara tienes novio. Adhara tienes novio. Adhara tienes novio. Adhara tienes novio. Pero, esto que solo era observar la prueba para pasarla y obtener el pergamino, no era nada malo. Para nada.

Dirigí mis bellos ojos al chico de al lado. ¿ERA DEO? Era idéntico a él solo que a los 17 y digo, mal no lucía, para nada. Usaba una camisa gris ajustada y un chaleco de cuero con un sombrero de cuero negro. En una de sus manos había una rosa. Su mirada era suave, pero intensa, si eso era posible, como si estuviera viendo directamente a través de mi alma.

Mi corazón parecía estar a punto de explotar y mi rostro estaba de un color rojo intenso.

Ambos bajaron de sus caballos y caminaron hacia mí. Percy fue el primero.

— He luchado contra dioses, monstruos y titanes durante todo este tiempo. Pero ninguna batalla ha sido tan difícil como esta... - el chico se acercó mucho hacia mí. Tomándome de la barbilla y poniendo sus labios a centímetros de los míos. DIOSES, DENME FUERZAS. —La de ganarme tu corazón.

¿Acaso estaba en una novela? Me hubiera reído si no fuera por el hecho de que sus labios estaban a centímetros de los míos y podía sentir su respiración contra mi piel.

Espera. ¿ERA SEMIDIÓS? Me empezó a doler la cabeza, recuerdos o sueños aparecían en mi mente dolorosamente, yo lo conocía. Percy, ojos bonitos, yo era su amiga. La misión del año pasado, era el hijo de Poseidón.

En eso, Amadeo me tomo de la mano, y me alejo del rubio abruptamente, sin ser tosco, poniendo una de sus manos alrededor de mi cintura. Sus ojos lucían como una tormenta de pensamiento antes los ojos de una suave marea de Percy.

— Princesa, no busco una guerra. Ni con el mar, ni con el destino. Pero cada estrella en el cielo... cada constelación que he estudiado... siempre me lleva a ti. - me dijo antes de darme la rosa.

Me tuve que separar de ambos, para mantener la paz.

— ¿Acaso crees que puedes darle lo que necesita? - dijo Percy mirando fijamente a Deo.

El hijo de Atenea ni es inmuto.

— Sé que el amor no es un premio que se gana en combate, Percy. Pero, si lo fuera... yo ya habría conquistado su corazón.

— ¿En serio? Entonces, ¿por qué ella aún no te elige? Para ser hijo de Atenea, piensas muy poco en lo que dices.

— Y tú, para ser un hijo de los tres grandes, luces muy débil.

— ¿Eso crees? Te podría derrotar en unos segundos.

— ¿Sin magia? No lo creo.

— ¿Necesitas una demostración?

— No estaría mal, Jackson.

Percy tomó un lapicero de su bolsillo que se convirtió en una espada. Se sentía como un déjà vu. Deo invocó una espada de la nada y empezaron a pelear a muerte entre los dos.

No quería ver peleas, aunque ver cómo sus músculos se tensaban... NO. PELEAR POR TONTERÍAS ESTÁ MAL. Quiron siempre decía que debíamos de solucionar los problemas hablando.

— Disculpen, ¿de qué les sirve pelear entre ustedes si soy yo la que tiene que escoger entre ustedes dos?

— Porque si lo mato, no tendrías que demorarte mucho en escogerme, brujita. —Me sonrió Percy

Lo miré, pero directamente a sus ojos, lucían vacíos y, por un momento, pude ver que, a través de toda esta ilusión, eran sombras.

Empuje de Deo con toda mi fuerza y le quité la espada, apuñalándolo. Junto a la brisa del lugar, se desintegró en un polvo negro. La sombra que lucía como Percy se dio cuenta, pero fue mi tarde antes de que lo asesinara.

Todo a mi alrededor se convirtió en sombras que me dejaron inconsciente. Qué lástima, había sido muy divertido.



























CHASE

Me desperté en una silla muy incómoda. Había caminado durante el laberinto de espejos hasta que vi que perdía a todo el resto. Quise ir para atrás, pero solo choqué con un espejo que al parecer era "mágico" y me dejó inconsciente. Odiaba esto.

El aire era cálido, impregnado con el aroma del incienso y los aceites perfumados. Rayos dorados de sol atravesaban las altísimas columnas del salón, reflejándose en las paredes de piedra cubiertas de jeroglíficos meticulosamente tallados. La luz danzaba sobre los relieves, proyectando sombras ondulantes que hacían que las antiguas historias parecieran cobrar vida.

El techo era inmenso, sostenido por pilares majestuosos, decorados con motivos de lotos y escarabajos sagrados. Láminas de oro recubrían los bordes de las columnas, reluciendo con un resplandor casi divino.

Estaba sentado en un trono colosal. Tallado en ébano y marfil, con incrustaciones de lapislázuli y turquesa, el asiento estaba adornado con plumas de halcón y símbolos del poder absoluto. Siempre quise estar en un trono.

Estaba vestido con finas túnicas de lino y bordados brillantes, usaba varias joyas y mi cabello creció, al parecer, cayendo sobre mis hombros. Una corona de oro y rubíes descansaba sobre mi cabeza. Espera. ERA UN FARAÓN. AY POR LOS DIOSES.

Frente a mí, entre sedas y perfumes exquisitos, una mujer de la corte se inclinaba con gracia. Sus ojos eran inteligentes, su porte elegante, y su rostro...

NO PUEDE SER.

ERA ANNIE. MI ANNIE. ANNABETH CHASE.

Era ella, solo que una versión superlinda de ella egipcia. Su hermoso cabello estaba adornado con detalles de oro y estaba preciosa. Tenía ropa linda, supongo. Por primera vez no me fijé en la ropa de una persona. Me quedé sin aliento al verla, lucía unos cuatro o cinco años mayor de lo que recordaba. Hermosa. Estaba hermosa.

¿Era una noble o una diosa? Si los egipcios hubieran tenido una diosa de la belleza, seguramente se vería como Annie.

Algo estaba mal. Por más que adoraba quedarme sin aliento con su belleza, no podía ignorar un pequeño detalle de cualquier dios o ser que haya hecho esta ilusión de segunda. Annabeth siempre tenía ese brillo curioso en sus ojos, planificando mil cosas en su mente y probablemente estaría admirando la arquitectura. En cambio, sus ojos en esta imitación lucían normales. Qué falta de atención a los detalles.

Mi atención se centró en un chico que caminaba desorientado. Baje de mi trono, yendo hacia él, noté cómo todas las personas, por las cuales pasaba para llegar a esa misteriosa persona, se inclinaban ante mí. ¿Acaso esto vivía la Reina Isabel? Lo amaba.

El chico lucía de unos 16 años, nada mal. Un moreno con cabello castaño ondulado despeinado, el mismo tono que Ady, solo que sus ojos eran ligeramente más oscuros. Usaba la misma ropa que el resto, solo que tenía un collar con un símbolo extraño. Tenía un brillo en los ojos, un brillo distintivo que solo lo vi en una persona antes, Adhara.

— ¿Quién eres tú? - le pregunté en modo autoritario, al final de cuentas era un faraón.

— Debería de preguntarte lo mismo. —dijo, mirándome extrañado. - Se supone que no terminará en esta burla de... ¿Eres Chase Bennet?

— ¿Amm, sí?

— ¿Bennet como el supermodelo? - dijo emocionado

— Ajam. No doy firmas. - Rodeó los ojos antes de pedir paciencia a mí mismo. - Mire, mocoso. No me has dicho quién eres.

— No soy ni un mocoso. Soy Crux.

— ¿Crux?

— No lo sabe... ¿Conoces a Adhara Abernathy?

—¿Sí? ¿DE DÓNDE CONOCES TÚ A MI SOBRINA?

— No soy de los malos. —contestó sonriente. Este niño parecía ser un tipo de golden retriver. - Y no, supuestamente no la conozco aún.

— ¿Qué eres? ¿Del futuro?

— Digamos que sí. Y soy como tú, pero no a la vez. No puedo decirlo, ya sabes, esto del plot twist en sus vidas y amo las sorpresas.

— ¿Se supone que te conozcamos pronto?

— Creo que no. Pero dile a Ady que la quiero mucho. Espera. ¿De qué color es su cabello ahora?

— ¿Rubio con mechas rosadas?

Al parecer, eso era la comedia en el futuro, porque el chico se mató de la risa al oírlo.

— No puede ser. - dijo tratando de recuperar su aire. - Ya sé qué está pasando. Bueno, dile que este es su momento más humilde, mejor dicho, humillante.

— Opino lo mismo. Le diré por ti y por mí.

— Me caes bien, Chase del pasado.

— Lo sé. ¿Tú eres qué de Ady?

— Solo puedo decir que Adhara es más poderosa de lo que piensan. Ten cuidado con la Abernathy.

— ¿No dirás "las Abernathy"?

Antes de que pudiera escuchar su respuesta, el chico misterioso desapareció. Bueno, fui entretenido. Tome la espada de uno de los guardias y apuñale a la Annabeth fake. Odiaba, cuando no hacían su trabajo bien hecho, a los dioses o monstruos. Odiaba muchas cosas ahora que me doy cuenta.

Después de eso, todo se tornó oscuro. Tenía chisme que contarle a Ady.




































AMADEO

No recuerdo el momento exacto donde caí en aquel espejo, como que a un punto dejé de sentir la presencia de Ady. Desperté en el lugar secreto que tenía con Adhara. Ella estaba a mi lado y podía ver de nuevo, de hecho estábamos viendo las estrellas.

— ¿Sabes cuál es mi constelación favorita?—me preguntó, sonriendo.

Tenía ese tipo de sonrisas que te dejaba desarmado y con vulnerabilidad absoluta de dejarte indefenso ante su merced.

Todo esto era una ilusión, habíamos entrado a una clase de prueba de Hecate. Era su magia. Tenía que ser su magia.

— No, dime.

La sabía, perfectamente. Era el Canis Major, al final de cuentas, era la constelación en donde estaba la estrella por la que fue nombrada.

— Perseus.

No me sorprendió, era la respuesta más vaga que la diosa pudo haber pensado. Se notaba que no le interesaba en lo más mínimo su hija. La detestaba. No era tonto. Cualquiera que mirara a los ojos a Mairin sabía que perdió hace mucho tiempo alguna luz o esperanza en su alma, solo regresaba cuando estaba con Adhara mientras no estuvieran entrenando o hablando de magia. Cuando entrenaban, ella se tensaba y evitaba mirar a Ady, como si supiera algo que no quisiera decirnos. Quería que Adhara descubriera más de sus poderes, para controlarlos y no dejarse manipular por su madre. Al final de cuentas, ella ya había hecho magia oscura, no quería que se corrompiera por esta. La búsqueda por la verdad le haría darse cuenta del monstruo que era su madre. No tenía un lazo tan fuerte como lo tiene con Luke, por lo que aceptaría los hechos rápidamente.

— Bonita constelación, también es una de mis preferidas.

Asteria es una de mis favoritas.

— ¿Dónde estaba esa estrella?

— En el norte, bueno, este, creo. Sabes que soy pésima con mi sentido de orientación.

— Tienes razón - le sonreí.

Maia, es una estrella muy bonita.

— Lo es, aunque la constelación de Tauro es de mis menos favoritos, Adhara.

— Nunca me dijiste cuál es tu preferida.

— Sagitario.

— Buena elección.

Ella me sonrió ante que se echase a mi lado en el pasto y colocando su cabeza en mi hombro.

— Para ser solo una sombra, no tuviste una mala interpretación.

— Hijo de Atenea, siempre son los más difíciles de engañar.

— O tal vez no eres tan buena.

— Puede ser. —respondió fríamente aún con la voz de Adhara.

— ¿Qué quiere Hecate de ella?

—Demuéstrale más respeto a mi señora, niño insolente.

— No contestaste a la pregunta.

— No va a lastimarla. De hecho, los ha estado ayudando mucho con esta pequeña aventura, semidioses.

— ¿Por qué quiere que vea a la antigua amiga de William Abernathy?

— Porque ganará mucho más con esto de lo que ustedes creen. Sabrán la verdad, de ambos lados. Todo el mundo oculta secretos, hijo de Atenea. Y hay muchos que se revelarán cuando sea el tiempo adecuado.

La Adhara falsa se mató a sí misma y la vi desintegrarse a mi lado. Todas las estrellas en el cielo empezaron a apagarse, las sombras de los árboles se juntaron entre sí y rodearon todo el ambiente hasta que me quedé inconsciente.


































MAIRIN

¿Qué quería mi madre de mí? Esto era definitivamente una de sus pruebas.

El sonido de la guitarra eléctrica y la batería me despertaron. Estaba en un escenario en el frente mientras había una multitud de gente gritando y viéndome con sus flashes encendidos grabando cada cosa que hacía. Las personas gritaban y miraban por las pantallas a los lados, estaba vestida como las imágenes que recortaba de pequeña de estrellas de rock.

Ilusiones. Solo son ilusiones.

— ¿Qué haces, Mai? - me preguntó un chico pálido, con pinta de emo y acento italiano. Que era el baterista y era muy familiar.

— Vete, Nico.

¿Cómo sabía su nombre? No tenía tiempo para distracciones. El chico me obedeció, desapareciendo en unos segundos, dejándome sola con el guitarrista y la baterista. Sombras. Clásico de mi madre.

De fondo sonaba GOSSIP de Maneskin, amaba esa canción. Mínimo, esto sería algo divertido. Ambas sombras se acercaron con sus instrumentos dispuestos a asesinarme. Fácil.

El guitarrista atacó primero, balanceando su instrumento con un golpe descendente. Salté hacia un lado y sentí el viento del impacto rozando mi brazo. El golpe hizo crujir el suelo del escenario. Lancé un rápido golpe con la base del micrófono al costado de la sombra, que gruñó y tambaleó un poco.

El bajista aprovechó arremetiéndome con un golpe lateral. Levanté la raqueta de batería para amortiguar el impacto, pero la fuerza del golpe terminó lanzándome hacia atrás. Caí rodando por el suelo, sintiendo el sabor metálico del escenario.

—Está bien —murmuré, girando la barra del micrófono en mi mano como un bastón—. Si así quieren jugar.

El guitarrista volvió a atacar, esta vez con un movimiento más brutal. Deslicé por debajo del golpe, sintiendo la guitarra pasar sobre mi cabeza y, en un movimiento rápido, enterré la punta del soporte del micrófono en su estómago. La sombra gruñó y se dobló.

Sin darme tiempo a reaccionar, giré sobre mi talón y propinándole un golpe con la raqueta de batería en la cabeza. El sonido del impacto fue sordo, pero efectivo. La sombra cayó de rodillas.

El bajista no esperó. Se lanzó hacia ella con el instrumento alzado como si fuera un martillo. Mairin apenas logró interponer la barra del micrófono para bloquear, pero la fuerza del golpe la hizo soltarlo. Maldijo entre dientes y rodó hacia atrás, justo a tiempo para evitar que el bajo se estrellara contra su cara.

Ya sin el soporte del micrófono, solo tenía la raqueta. Me lancé sobre el bajista antes de que pudiera recuperarse. Golpeé con rapidez, apuntando a su brazo, luego a su costado. La sombra intentó defenderse. Con un último movimiento, impulsé la raqueta hacia su cabeza y lo derribé.

Ambas sombras yacían en el suelo, inmóviles. Me quedé de pie entre ellas, respirando con fuerza.

Se llevó una mano a la frente, empapada en sudor, y soltó un resoplido.

— He cumplido con su prueba, mi señora.

Me incliné lentamente, flexionando una pierna, hasta que mi rodilla izquierda presionó el suelo y la otra quedaba doblada frente a mí. Agache mi cabeza al sentir la presencia de mi madre, una energía de poder sin igual que doblegaba a cualquiera que la pudiera sentir.

Ella me tomó del mentón, obligándome a verla.

— Mejoraste, Mairin. Sin embargo, tardaste mucho.

— Lo siento, mi señora.

— Bien. Levántate, no tenemos mucho tiempo.

Me levanté y todo el exterior cambió. Ahora estábamos en el salón de entrenamiento de su reino.

— Mi señora, he cumplido con sus órdenes, ella ha estado entrenando.

— Lo sé. Mucho más talentosa que tú a su edad.

— Ella es increíble con la magia, tiene tanto talento y poder. Si sigue entrenando así, pronto se volverá indestructible.

— Tus lecciones han sido muy vagas, Mairin. Simples e infantiles. No le has entrenado para combatir mayores retos.

— No le puedo sobre exigir más, además falta tiempo para que se cumpla la profecía.

— Tenemos menos tiempo del que crees. Ella tiene que estar lista en meses a más tardar.

— ¿Meses? Con lo que vamos lo haría en un año o dos como máximo.

— Por eso hiciste mal tu trabajo. —volteó a verme, fulminándome con su mirada.

Un castigo. Iba a tener un castigo.

— Hice todo lo que pude.

— No me mientas, Mairin.

— Es una niña, tiene 13 años.

— Ella no es cualquier niña. Es la reencarnación de Andrómeda, asique no la trates como si fueras a entrenar a cualquier niña, trátala como si fueras a entrenar a una guerrera.

Ella empezó a invocar escorpiones a mi alrededor que empezaban a subir por mis piernas lentamente. El miedo me invadía, pero no podía mostrarlo, no frente a ella.

— Lo hare, mi señora.

— No me decepciones esta vez. Nunca doy tres oportunidades, y lo sabes perfectamente — asentí mientras temblaba, trataba de controlarme, pero no podía, no cuando sentía las patas de ese animal sobre mi cuerpo, esperando cualquier momento para picarme—. Deja de actuar como una niña, Mairin. Eres mi hija.

— Sí, mi señora. - dije antes de morderme los labios hasta sentir el sabor metálico de mi sangre en mi boca.

— Bien. Regresa y llévala hacia esa ingrata que quiere ver. Mantenla alejada del hijo de Poseidón. Me encargaré de mantenerlo distraída yo misma, aún no podemos matarlo.

— Como usted ordene.

Volví a inclinarme ante mi madre. En un parpadeo, todo desapareció. Ahora estábamos frente a la casa del terror, el resto recién se levantaba del suelo. En mi mano apareció el pergamino faltante. Mi madre era buena haciendo tratos, ¿qué le pudo haber ofrecido a Eunomía?

— ¿Qué pasó aquí?—preguntó Chase, sosteniendo a Adhara que volvió a su figura original.

Tenías pocas en común, a excepción del color de ojos. Todos los hijos de Hecate teníamos el color de ojos de nuestra madre. Pero algo que destacaba entre Adhara y yo, era el brillo en sus ojos, un brillo que llamaba la atención de cualquiera que la viera, ya sea mortal, semidiós, monstruo o dios. Un brillo que compartía con Azami, un brillo que tendría que apagar.

— El siguiente pergamino está en la Casa del Terror.

Lo siento, Adhara Abernathy. Desde ahora, su vida se convertiría en un infierno. 



















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Holi, ¿Cómo están?

Espero que les haya gustado <33

Percy como vaquero >>>

Este es el especial de San Valentin, ya que estare actualizando otras historias alrededor de la semana. Publicare un fic con Walker el 14 asique esten atentos.

Por cierto, tengo un canal de difusión donde estare subiendo spoilers del adhercy y algunas cosas más. ÚNANSE, amo a las 9 personitas que ya se unieron <3333

No se olviden de votar y comentar que me ayudaría mucho <333

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