𝐯𝐞𝐢𝐧𝐭𝐢𝐨𝐜𝐡𝐨
Un escuadrón especial.
Abría mis ojos, se sentían pesados, como todo mi cuerpo. Mi cabeza daba vueltas, mientras que mis ojos estaban borrosos. Respire hondo, tomando la conciencia que había perdido. Todo parecía oscuro, debía ser de noche. Mis manos estaban atrás de mi espalda baja, aún amarradas. Empezaba a sentir la molestia del apretón, estaban rozando mi piel, era incómodo y algo doloroso. Moví mis piernas, ya no estaban atadas. Levante la mirada vagamente, topándome en una pequeña habitación abierta. Las ventanas reflejaban el anochecer, la ausente puerta permitía que la ventisca entrara. Había una pequeña antorcha encendida, alumbrando todo el lugar. Fuera de eso, escuchaba voces a lo lejos. No sabía dónde estaba, solo se que este lugar nunca se me había hecho conocido. Empecé a removerme, incómoda y algo desesperada. Mirando mi camisa, estaba toda ensangrentada. Me apenaba, el hecho de que le perteneciera a Armin me hacía sentir con él, pero que tuviera sangre de otra persona, me amortizaba. Mi cabello estaba suelto, aunque sentía una parte pegada en mi cien, debía ser con la sangre seca del golpe que me provocaron.
—Definitivamente es como si viera a esa mujer. Me da escalofríos.—levante la mirada, visualizando cómo aquel hombre ajeno se adentraba junto al que me había capturado, Kenny Ackerman.
—Te lo dije. Son dos gotas de agua, pero no has visto a la otra. Esta mujer parece que las talló con un pincel.—musitó este, aún lado de un hombre con estatura baja y bigote, no lo había visto nunca, pero me miraba fijamente.
—Ainara, mucho gusto. Mi nombre es Rod Reiss.—se presentó, caminando hasta a mi.—No nos conocemos, lamento que sea en estás circunstancias, pero no tenía mucho opción que digamos.—decía.
—¿Qué quieren de mi?—pregunte, con una voz ronca y baja, estaba exhausta, y confusa.
—Tengo entendido que no conoces a tu madre, incluso, no tienes idea de donde podría estar. Además, supe que tu hermana Annie Leonhart fue capturada y está en custodia de la policía militar. No tengo acceso a ella, como tú tampoco. Así que, estamos en círculos sin saber nada de tu madre, lo cual, es una pena.—abrí mis ojos grandemente, la manera tan fluida con la que hablo, me había dejado sumamente helada.
—¿Dijiste... —no pude ni siquiera culminar, todo retumbaba en mi oído, con muchas imágenes de Annie en mi mente, era como si un rompecabezas se encajara y me hiciera ver una realidad que nunca fui capaz de entender.
—Lo lamento, se que es mucho para digerir. No quiero ser insensible, pero tú madre sin duda fue una zorra tramposa. Por su culpa, toda mi familia murió y me robaron algo que me pertenecen. Se que no tienes culpa de nada, pero para redimirme, debo ser el monstruo que fue tu madre y el doctor, Grisha Jaeger cuando decidieron arruinarme aquel día, hace cinco años.—articulaba, de una manera detallada.
—¿Dónde estan Historia y Eren?—pregunte, evadiendo el balde de agua fría que me había lanzado.—Por favor, si mi madre es la desgracia de tu miseria, arruíname a mi, ¡pero no toques a mis amigos!—exclame con impotencia en mi voz.
—Vaya, si es igual que el enano. Preservan mucho la vida de sus camaradas, ¿no es así?—me preguntó Kenny Ackerman, con burla, era tanta mi rabia que escupí su zapato.—Asquerosa.—musitó, viéndome disgustado.
—Estamos aquí, por lo que sucedió hace cinco años. El mismo año donde cayó el muro María.—decía Rod Reiss.—Tenía cinco hijos, una esposa y familia espléndida. Nosotros, somos el linaje real de las murallas. Los únicos legítimos del trono, somos nosotros, pero ante poseer un distinguido poder, por generaciones nos mantuvimos en cautiverio de la humanidad ignorante con la que conviven. Ese poder, traspaso a mi hija mayor, su nombre era Frieda Reiss. Ella, era invencible con tal poder, pero no tenía la experiencia suficiente para combatir contra Grisha Jaeger, quien era también dueño de un poder titánico.—solté una bocanada de aire, analizando todo.
—¿De qué estás hablando?—le pregunté, aún desconcertada por todo lo ajeno que decía.
—Déjalo terminar.—me pidió Kenny Ackerman, mientras que veía como estaba al lado de una contrapuerta del suelo que abrió, ¿allá abajo debían estar mis amigos?
—Él logró encontrarnos hace cinco años, con el propósito de arrebatarnos el poder que poseíamos para una misión egoísta que llevaba. No supe cómo había llegado aquí, hasta que recordé tiempo atrás de esos sucesos, como conocí a una hermosa mujer. Su piel era pálida, sus ojos azules. Su cabello castaño y corto. Delgada, de estatura baja, pero muy hermosa.—detallaba, con brillo en sus ojos redondos y claros.—Ella era Averly Smith, un soldado élite de la legión exploración. Que había venido hasta aquí, para obtener el mismo poder.—artículo.—Ese día, Grisha admitió estar solo, pero no denegó ser aliado de dicha mujer. Por razones que desconozco, Averly desapareció del mapa, como si la tierra de la hubiese tragado. Amargamente, vi como ese horrible hombre mató a mi familia. Mato a mis hijos menores como si fueran cucarachas, concluyendo con robarle el poder que mi hija poseía. Me dejo vivo, por eso, estoy redimiendo el daño que hizo, encontrando a su hijo, a quien le pasó no solo el poder que poseía mi hija, si no, el suyo propio.—culminó en decir, dejándome anonadada.
—¿Usted quiere traspasarle el poder a su hija Historia para poder seguir con la tradición?—le pregunté, intentando de entenderlo todo.
—Entiendes más rápido de lo que ese niño entendió. Es, estupendo.—me indicó, en una sonrisa corta.—De hecho, para que eso suceda, Historia debe inyectarse un suero que está en mi posición. Al hacerlo, se convertirá en un titán puro y así, podrá devorar a Eren y obtener sus poderes. Es así como funciona.—indicó, haciéndome nuevamente soltar una bocanada de aire, no, no podía perder a Eren.—Ahora, ¿por qué tu madre tiene que ver en esto? Es fácil. Ella también tenía un poder titánico. Quiero encontrarla para arrebatárselo, pero curiosamente desapareció tiempo antes que la muralla María cayera y Grisha Jaeger lograra encontrarme gracias a ella.—denegué, rápidamente denegué ante eso.
—¡Imposible!—exclame.—¡Ella desapareció desde que nací!—esclarecía, desesperadamente.
—Tú madre merodeó por aquí, antes de que la muralla María cayera.—volvía a inferir, pero no era cierto, no podía ser cierto, ella se fue desde que era una bebé, me había dejado.
—No, no. Eso no es verdad, ¡no lo es!—gritaba con impotencia, con miedo de que eso fuese así, pero de la compuerta, un hombre sobresalió susurrándole algo a Kenny Ackerman.
—Señor, el niño despertó.—aviso este, mirando a Rod Reiss quien se distanciaba de mi.
—Kenny, asegúrate de movilizar a tu gente. Quizás, esas personas vengan a buscarnos pronto. Debemos hacer la insurrección ahora.—le pedía.
—¿Qué harás con ella?—le preguntó Kenny, mirándome por encima del hombro, mientras que yo respiraba entrecortadamente, agitada.
—Déjala ahí. Quién sabe, ¿y si su madre decide tener algo de empatía y la busca? Me encantaría verla.—musitó Rod, quien junto a Kenny, se adentraron por un leve sótano, y cerraron la contrapuerta, dejándome sola.
—Todo este tiempo, he vivido engañada. Ni siquiera se, quien soy en realidad.—murmure apenada, con mis labios temblorosos.
Estaba llorando, pero no era de tristeza. Era de impotencia, rabia, ira. Tengo dieciséis años, soy una niña. Aunque sea fuerte y entienda cosas que los adultos también, sigo siendo una niña. Necesito amor, comprensión. Necesito sensibilidad para poder entender el mundo, pero aún así, lo único que recibo es lo contrario. Dolor, traición, mentiras. Todo azotándome en el mismo balde de agua fría, una y otra vez. Maldecía, en medio de aquel grito maldije. ¿Como podía ser cierto que Annie Leonhart era mi hermana? Lo peor de todo, ¿como era eso posible? De pensarlo, mi cabeza quería estallar, aunque ahora podía entender la razón por su desprecio. Le era irreal saber que quizás yo, tuve algo de lo que ella no tuvo, una familia. No cabía duda que era esa la fuerte razón por la cual querían llevarme con ellos. ¡La verdad siempre estuvo ahí, pero era muy ingenua para saberlo! Me coloqué cabizbaja, las lágrimas caían en el suelo. Quería que todo se detuviera, quería que alguien me dijera realmente lo que sucedía. Yo no merecía esto. No merecí que mi madre me dejara, que Marco muriera frente a mi, que Annie me lastimara o que Reiner y Berthold me traicionaran. Pero, ahora que lo pienso...
Annie le había robado el equipo de maniobras tridimensionales a Marco, ahora que analizó... ¡maldita sea! Ellos eran los culpables, ¡Marco me lo dijo y nunca hice caso! Los señaló en sus palabras, me lo dijo. Llore, sollozando altamente sin importar que me escucharan. En medio de su agonía me pedía que me fuera, Marco me quería salvar de ellos, porque él sabía que eran ellos. ¡Mataron a Marco! Mordí mis labios, fui una estúpida. Estaba tan molesta, tan impotente por no poder haber hecho algo, que me levante. Aún sentada en esa silla, me impulsé fuertemente hacia atrás, quebrándola. Mis lágrimas se deslizaban por las mejillas, no quería sentir esto, nunca más. Empecé a remover mis muñecas, me las lastimaría, las estaba intentando traspasar por ese pequeño agujero de sogas donde estaba el amarre, pero estaba tan molesta que quería culparme, quería sentir dolor, así que despedace mi piel hasta que logre liberarme, cayendo al suelo arrodillada para ver mi mano rojiza, e incluso, sangre. Golpee el suelo, una y otra ves con mis nudillos. No tenía un equipo de maniobras tridimensionales, no tenía armas. No podía esperar. Eren moriría y maldita sea, no es que Historia no me importe, pero Eren es especial, él siempre ha necesitado a alguien y no quiero dejar de estar ahí para él, porque sé que ahora más que nunca, Eren debe estar herido mentalmente.
—¡¡Maldita sea!!—exclame, tan enojada y molesta, tan impaciente, perdía el control, hasta que levante mi mirada por unos pasos huecos que llegaron rápido.—¡¡Capitán Levi!!—entre lágrimas me levante, abalizándome hacía ese hombre que me apretó con fuerza contra su cuerpo.
—Con calma, con calma, que me ensucias la ropa.—me pedía, notando mi emoción por su presencia, él suspiro, como si se sintiera aliviado, mientras que me distanció de él para examinarme, pude ver el enojo en su semblante.
—¡Ainara!—giré mi mirada, visualizando cómo Laia soltaba sus hojas, corriendo hacia mi, abrazándome con fuerza contra su cuerpo.—No sabes cuánto lamento no haber reaccionado cuando esos idiotas te llevaron.—me dijo.
—¡Hange, avísale a los demás mocosos que esta a salvo!—exclamaba el capitán Levi, saliendo de la puerta, a la distancia, escuché una fuerte exclamación de parte de Hange.
—Dime, ¿qué te hicieron?—Laia se inclinó frente a mi, llevando sus manos a mi mandíbula, la removía mientras apretaba sus dientes.—Los vamos a matar.—articulo, con impotencia.
—Lo dices, y no lo sabes.—masculló Levi, aún lado del margen de la puerta, mirando algún punto, era como si le doliera verme así.
—Pero, estoy bien.—indique, viéndoles.—Aunque, no sé si Eren e Historia lo estén. Me han dicho lo que harán. Historia, devorará a Eren.—le dije rápidamente al capitán Levi, quien abrió sus ojos grandemente sorprendido.
—Entonces... la maldita cuatro ojos tenía razón.—musitó, Laia se levantó del suelo, mirando hacia la horda de chicos que venía hacia nosotros corriendo, emocionada por verlos, me distancié para ir con ellos.
—¡¡Ainara!!—gritaron todos a la ves, pero, fue la primera ves que Mikasa se adelantó con su semblante preocupado para abrazarme fuertemente.
—Estás bien... —murmuró en mi oído, no pude evitarlo, así que la abracé fuertemente, viendo como los demás se detuvieron en verme, pero mis ojos solo veían a Armin, solo a él.
—Pero... ¿tus muñecas... —Jean se acercó a mi con recelo, examinándome junto a Connie y Sasha en cuanto Mikasa me soltó, para ver también el golpe abierto en mi cien.
—Chicos, estoy bien. Por favor, no se preocupen por mi. Debemos rescatar a Eren e Historia.—les decía, pero, ellos realmente me estaban examinando, se veían conmocionados por verme en ese estado tan malo.
—Tú también importas.—artículo Jana, abriéndose paso con los demás.—Te pudieron dislocar la mandíbula.—indicó, así que me coloqué cabizbaja por verlos tan preocupados.
—No eres solo la hija del comandante. Eres nuestra amiga... mi familia.—estaba mirando al suelo, a pesar de escuchar a Mikasa, me sentí agradecida por esas hermosas palabras.
—¡Si, así es! ¡No creas que solo eras amiga de Reiner y Berthold!—Connie se sujeto de mi, dejándome con ganas de llorar nuevamente, ellos, eran mis amigos.—Aunque, Armin te enamoro primero, créeme, yo estaba dispuesto a conquistarte si este feo no lo hacía.... —sonreí, escuchando el susurro de Connie en mi oído.
—Basta, déjala.—le pidió Jean, quien continuaba mirando mis muñecas.—Hay que vendarlas.—decía, por lo cual asentí.
—Yo lo haré, buscaré unos vendajes.—indicó Sasha, distanciándose rápidamente, mientras que unos pasos vagaron hasta mi.
—Bien, estás a salvo.—ellos hicieron espacio, mostrándome a Hange quien también suspiro aliviada, llevando su mano a mi cien, examinándome.
—Armin.—lo llame, él estaba apenado, cabizbajo, no se atrevía a mirarme, así que camine hacia él con cansancio, para buscar su mirada.
—Lo lamento. Fui un cobarde, dejé que te llevaran.—decía, levantando la vista para verme con impresión, de seguro por mis golpes.—Mira todo lo que te hicieron. Lo lamento, de verdad.—ante eso, tan solo lo abracé, él era sensible, su corazón era puro.—No quiero que te hagan daño. Tampoco que te lleven lejos de mi. No puedo resistirlo.—me decía, llevando sus manos a mi espalda, para abrazarme junto a él.
—No digas nunca más que eres un cobarde... —murmure, él acariciaba mi cabello, mientras que bese suavemente su mejilla.—Y por favor, no me hagas repetírtelo, no estaré en un lugar donde tú no.—indique, distanciándome de él, para sonreírle, viendo cómo llevo su mano a mi rostro, examinándome igual que todos.
—Es que, le prometí a tu padre que... te iba cuidar cuando él no estuviera.—me sorprendí ante eso, sintiéndome avergonzada.
—¿Tú hablaste con mi padre?—le pregunté, él asintió, haciéndome abrir los ojos grandemente.—¿Le dijiste todo?—volvió asentir, haciéndome sonrojar.
—Hablando de eso. Tu padre está bien.—miré atrás, viendo al capitán Levi mirarnos cruzado de brazos.—Lo más probable este en camino hacia acá. Así que, lamento ser siempre quien interrumpa sus momentos tan apasionados, pero vengan, encontramos una entrada.—indicó, por lo cual Armin y yo nos distanciamos.
—Toma Ainara, lo encontramos de camino aquí.—me giré, viendo a Jana sostener el equipo de maniobras tridimensionales, Armin lo sostuvo, acercándose a mi para ayudarme a ponerlo.
—Muchas gracias.—les dije a ambos, también, Sasha se acercó a mi con Mikasa con los vendajes.—De verdad... —decía.
—Siempre, estaremos aquí para ti.—indicó Mikasa, viendo como Sasha envolvía mis muñecas mientras que Armin apretaba mis correas.—Siempre.—volvió a decir, era extraño verla mostrando afecto.
—Ya está. Andando.—musitó Armin, quien estiró su brazo para mostrarme su mano, la cual acogí para ver cómo la entrelazaba con la mía fuertemente y recordé, recordé...
—Yo también te amo.—se detuvo en seco ante mi momentánea confusión, viendo como sus azulados ojos brillaron ante mi.—Y, no puedo esperar para que estemos juntos.—añadí, viendo sus mejillas sonrojarse.
—Eren e Historia deben estar acá abajo, con los enemigos. Solo espero que la zona sea como predije.—Armin se distanció de mi, queríamos hablar, pero este no era el momento y lo sabíamos.—¿Te llevaron con ellos?—me preguntó Hange, mirándome en cuanto me adentré, viéndola inclinada frente a la compuerta abierta.
—No, pero la gente de Kenny Ackerman está ahí.—indique, mirando al capitán Levi.
—Espero que los regalos que nos tomamos la molestia de coger nos sirvan de algo.—comentó él, mientras que veía a Jana junto a Laia sostener unos barriles, no sabía lo que contenían.
—Ya está listo.—afirmaron ambas, mirando al capitán Levi, quien asintió.
—¿Están listos para ensuciarse las manos?—preguntó el capitán, mirándonos.—Recreemos el plan ya que Ainara está aquí. Lo primero, debemos ser precavidos, estas personas están preparadas, sabían que vendríamos. Por ende, lo primordial será lanzar las pólvoras. Si la estructura es como Hange predijo, tendremos ventaja para utilizar los equipos de maniobras tridimensionales, con eso nos camuflaremos con la pólvora. La cual Sasha encenderá a través de sus lanzamientos con las flechas. Con eso, Mikasa, Laia, Ainara y yo nos adentraremos entre medio de la pólvora para así lanzar las señales de bengalas. Las mezclaremos con la pólvora, estarán confundidos.—nos detallaba, haciéndonos asentir.—Antes de eso, primero les dejaré saber la cantidad exacta de los contrincantes, así podemos hacernos una idea mental de cómo derrotarles.—culminó en decir.
—Hagámoslo.—indique, todos me miraron ante mi alentada, parecían no tener fe en mi.—¿O piensan quedarse aquí?—les pregunté.
—De ninguna manera te llevarás todo el crédito.—esbozo Jean, distanciándome para adentrarse por la contrapuerta, donde nos empujamos con Connie.
—Es bueno saber que tienen mucho interés en morir.—masculló el capitán Levi, apretando mi camiseta y la de Jean.—Pero, ninguno de nosotros tienen esos pensamientos, compórtense, idiotas.—nos pidió, empujándonos con fuerza, Jean y yo jadeamos, enredándonos en las escaleras que bajábamos.—¡Avancen!—nos pidió el capitán Levi, la tensión se esclarecía ante nosotros, porque había una puerta donde se reflejaba en sus espacios la luz.—¡Ahora!—nos alertó, abrí la puerta bruscamente junto al capitán Levi y Mikasa, quien iba atrás de mí con la capitana Laia; estábamos en una especie de subterráneo cristalizado, con columnas.
—¡Sasha, ahora!—alertó Laia, mi corazón palpitaba con rapidez, sabía que no estábamos solos, pero cometí la misma acción del capitán Levi cuando se impulsó con sus equipos de maniobras tridimensionales en el aire, las bengalas se mezclaban con la pólvora que Sasha había detonado con una puntería perfecta.
—¡¡Hay treinta y cinco en las columnas!—nos aviso el capitán en un fuerte grito, no sentía miedo, tenía adrenalina y quería pelear.
Impulsada en el aire, mezclándome entre la pólvora y bengala que cegaba el enemigo, saque de mis equipos las hojas. Apreté mis labios, bajando de altitud cuando uno de ellos apareció entre el humo. No lo pensé, no lo dudé. Lance mi gancho para que se enterrara en su costado, me impulsé hasta él y con mi hoja, roce toda su estómago. Perdió el balance, mientras que la sangre flotó en todo el aire con lentitud. No podía tener misericordia, estaba tan impotente, que no estaba pensando en lo que haría, porque lo único en que quería pensar, era en no dudar. Si lo hacía, mis amigos morirían. Si dudaba, perdería, y si pierdo, no podré saber la verdad. Gruñí, me perseguían. Mi cabello suelto cubría mi rostro, pero pude visualizar a Mikasa combatiendo. Tome impulso, viendo la palma de su mano abierta, la cual apreté para que ella girara con rapidez, impulsándome hasta el hombre que se acercaba a ella. Lo patee fuertemente en el pecho, para ver cómo Jana enterraba su hoja en la espalda de este, dejándolo caer al suelo. El ruido fue morboso, como también la sangre que manchó mi mejilla cuando Jana estrujó su hoja. Las tres en el aire, veíamos como una masacre se derivaba frente a nosotras. Los disparos se hicieron presentes, baje de altitud inmediatamente, queriendo impedir un ataque.
Me impulsé hasta otra columna. El capitán también estaba peleando, nada más y nada menos que con Kenny Ackerman. Un disparo fragmentó la columna donde estaba parada, levante la vista, visualizando a la rubia mujer con coleta mirarme de una forma burlona. Lo pensé demasiado, así que pudo disparar, me volteé en la columna, pero me perseguía. Subí de altitud, traspasé varias columnas para dar la vuelta e intentar atacarle de espalda, no pude hacerlo, había logrado captar la atención de otro hombre, así que ambos me rodearon. Cuando intentaron apegarse a mi de ambos lados, baje de altitud, haciendo que se chocaran fuertemente. Di la vuelta en una columna de una manera rápida, estirando mi brazo para poder atacar, pero solo lo ataque a él. Ella logró escapar, viendo como mi hoja se enterraba en el cuello de aquel hombre, quien quedó atascado en mi cable. La sangre empezó a manchar mi mano y de un momento a otro, solo estaba escuchando mi corazón. Jean me gritaba, Connie también lo hacía. Pero, el capitán Levi fue el único que se impulsó hasta mi cuerpo en la sonora de disparos que se abalanzó hasta mi. Cerré los ojos, chocando fuertemente con una columna. Me inmovilice, aferrándome al capitán Levi, quien tenía sus ojos abiertos grandemente.
—¡¡No cierres los ojos!!—me pidió rápidamente, un terrible calentón azoto mi cuerpo, justamente en mi brazo derecho.—¡Hange!—grito también, en mi oído, bajo de altitud, sosteniéndome contra su cuerpo, hasta que me cargo en brazos.
—¡No estorbes más, enano!—escuche, viendo como los secuaces de Kenny se adentraban a otro lado, bloqueando la entrada con mallas, mientras que en si, todo se oscureció para mostrar una iluminación y leve temblor que empezó a sacudir el lugar.
—¡¡Eren!!—grito Mikasa fuertemente, mientras que el capitán Levi caminaba conmigo en brazos.
—Esto se derrumbará, ¿no?—se preguntó Sasha, intente de sacarme del agarre del capitán, pero él negó.
—Te dispararon, te vas a desangrar. ¡Tenemos que irnos de aquí, Ainara y Hange están heridas!—decía, para así ver cómo Mikasa y Armin llegaban delante de mi, viéndome, pero aún no sentía nada.
—¡Capitán el agujero!—exclamó Armin, señalando alguna parte de la estructura que decidí no ver, empezando a sentir molestia en mi brazo, incluso, escuchaba las gotas de sangre caer al suelo.
—¡Armin, Moblit! ¡Lleven a Hange y Ainara al exterior!—pidió, sentí como paso de sus brazos a los de Armin mi cuerpo, el joven de azulados ojos me aferró a él como si su vida dependiera de eso.
—Capitán.—sostuve su camisa fuertemente, apretándolo con fuerza.—No mueran.—le pedí.
—No te dejaría sola por nada del mundo. Tampoco a estos mocosos.—indicó, llevando su mano a mi cabeza.—¡Tú no mueras, es una orden!—expreso, distanciándose de mi, para ver cómo los demás se iban.
—Ainara, no cierres los ojos.—me pidió Armin, veía sus ojos, él caminaba conmigo en brazos.—Por favor.—pedia, desesperado, veía su camiseta manchada de sangre y tan solo negué.
—Resiste. No puedes morir.—susurro una voz en mi oído, una voz que conocía, lo escalofriante fue que antes de cerrar los ojos supe que, Eren no estaba a mi lado, pero alucinaba con que él me pedía que resistiera.
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