𝐭𝐫𝐞𝐢𝐧𝐭𝐚 𝐲 𝐭𝐫𝐞𝐬
A un paso de la verdad.
Estaba oscuro, toda la habitación ya estaba oscura. No veía nada, solo una poca iluminación reflejarse por el marco bajo de la puerta, fuera de eso, solo estaba la vacía tristeza abrazándome. Las sábanas se apegaban a mi cuerpo, no tenía frío, solo quería ocultarme del mundo exterior. Con el paso de los días, me fui deteriorando y esta noche más que otra, me estaba comiendo. Era el día antes de que partiéramos nuevamente al muro María. Debido a las restricciones de suministros, seremos capaces de llegar tan rápido como Armin lo había sugerido meses atrás. Ahora, estábamos a un paso más cerca de la verdad y tenía que admitirlo, no estaba preparada para pisar la muralla María. No era por el hecho de que fue en ese lugar donde vi el caos por primera ves, si no que una fuerte presión no me dejaba descansar estos últimos días. Era un presentimiento, un mal presagio que me estaba siguiendo entre las sombras. Me seguía acomodando entre las sábanas. ¿A que le temía? ¿A descubrir lo que había dentro del sótano? ¿O a que la verdad que buscáramos aún no estaba ni siquiera cerca de hallarla? Escuché el sonido de la puerta, con eso unos pasos huecos y cuando abrí los ojos, se veía iluminación en la extensa habitación. Suspire.
—¿Ainara?—me destape, escuchando la voz de la capitana Laia, a quien vi aún lado del margen de la puerta junto a Mikasa, ambas estaban vestidas de una manera casual y femenina.
—¿Sucedió algo?—les pregunté curiosa, sentándome en la cama, viéndolas curiosa.
—No. Todo está bien, tranquila.—afirmó Mikasa, con una voz sutil, ella me miraba detenidamente.
—¿No irás a comer?—me preguntó la capitana, cruzándose de brazos para recostarse de la pared, justo como el capitán Levi.
—No tengo ánimos. Puedo comer carne en otra ocasión, en fin, no importa.—respondí, acostándome nuevamente, con vagues.
—¿Todavía estás enojada con tu padre?—me preguntó, quede sorprendida de que lo supiese, pero realmente era muy obvio.
—Me parece que estás actuando muy egoísta. No está pensando en nada más, solo en él mismo.—expresé fríamente, analizando la situación en la que nos encontrábamos.
—¿Qué lo diferencia de ti?—cuestiono ella.—No quieres que vaya, porque tienes miedo a perderlo y quedarte sola. Pero, igualmente eres como él, porque Erwin no quieres que vaya, teme a perderte.—esclarecía.—Al final, ambos son igual de egoístas entonces.—me dijo, pero me quede mirando el techo, evadiéndola.
—Solo lo defiendes porque una parte de ti siente algo por él.—articule, cortante, notando un gran silencio luego de eso.—Lo lamento.—musité.
—Deberías ir a comer. Todos están ahí, creo que, te están esperando.—volvió a incitarme, sutil.
—Ya nada es lo que era antes.—musité, sabiendo que aunque me esperaran, la mesa seguía teniendo sillas vacías, era difícil asimilarlo.
—Crees que no te entiendo, y déjame decirte que te equivocas Ainara.—comentó Laia.—Durante estos años, he tenido que sentarme en la cafetería y darme cuenta que cada lapso de tiempo, dejo de ver los rostros que conocían. Yo también extraño a mis camaradas, pero si no avanzamos, todo lo que hicieron habrá sido en vano.—decía, sentida.—Peleábamos contra los titanes, a pesar de que nunca avanzábamos. Ahora, todo es diferente, es como si la verdad estuviera ahí, al tope de nuestra mano.—expresaba, me quede en silencio, escuchándola.—Bueno, creo que lo intentamos. Vayamos a comer.—le pidió ella a Mikasa, para así salir por el margen de la puerta.
—Lo siento, Mikasa.—dije, ella denegó, girándose para irse, su semblante estaba sereno, aunque parecía estar preocupada por mi.
—Te deje un atuendo, por si quieres ir con nosotros.—señaló el borde de la cama, donde note una ropa doblada, asentí agradecida. —Por favor, debes comer. Estoy... —ella hizo una pausa, apenada.—Estoy preocupada por mi mejor amiga.—artículo, por lo cual le avergoncé, sabiendo que realmente querían compartir conmigo.
—Bajaré en un momento, Mikasa.—dije, entrando en razón, para ver cómo ella pareció reflejar una calma en su semblante.
—Muchas gracias.—musitó, dándose la vuelta, para salir por el margen de la puerta la cual cerró de lado; me tape con las sábanas, suspirando frustrada hasta que volví a escuchar la puerta ampliarse en su abertura, haciendo un ruido chillante.
—Si, ya voy... —murmure, despegándome para quedarme en silencio cuando vi a Armin acercarse a mi, por lo cual me senté en el borde restregando mis ojos.—¿Qué haces aquí?—pregunte, él estaba vestido de manera casual.
—Lo lamento. Sé que quieres estar sola, pero me preocupabas y eso, no lo voy a cambiar.—decía.
—¿Cambiarías por mi?—le pregunté, viéndolo sonreír cabizbajo, tímidamente asintió.—Nunca lo hagas, por favor.—le pedí, llevando mi mano a su rubio cabello, acariciándolo.—Así como eres, me encantas.—indique.
—Hay algo que quiero decirte.—expresó.—Mañana, recuperaremos el muro María. Tengo mucha esperanza de que sea así, honestamente estoy aterrado de lo que pueda pasar, pero cuando todo termine, quiero quedarme contigo.—decía, mirando al suelo apenado.—Estoy enamorado de ti, desde hace tres años y ya no me avergüenza decirlo. Aún, se siente que estoy viviendo un sueño, así que por favor, quiero que tú y yo, estemos juntos, ahora en este momento.—lo miré aturdida, abalízanos sus palabras, él levantó sus azulados ojos, estaba teniendo el valor de pedirme lo que tanto quería.
—Estamos juntos en esto.—expresé, sosteniendo sus manos fuertemente.—Hoy, mañana y para siempre, Armin.—murmuré, trascendiendo en las palabras que el primer hombre a quien ame, me dijo alguna ves cuando era niña; mi padre.
—Entonces, vístete. Vamos a comer, disfrutemos.—me pidió, sintiéndome para darme un beso en la mejilla fuertemente.—Aunque para mi, ya eres hermosa de cualquier manera, no lo olvides.—asentí, cabizbaja en medio de un sonrojo.—Hagámoslo... antes de mañana... —murmuró en mi oído, haciéndome sentir un largo escalofrío.
Armin cerró la puerta, lo cual no tarde en sentir su mirada pegada en mi. Otra ves me miraba de esa manera. Me destapé, suavemente quite mis prendas, quedando desnuda para él. El rubor en su rostro, la lujuria en sus ojos era algo que me atraía a estas locuras de ambos. Él se acercó a mi, esto era algo atrevido que él no haría, pero parecía ser que las ganas sobrepasaban cualquier otro límite. Le dejo un espacio hueco en mis piernas, sus labios robaron los míos de una forma hambrienta que anhelaba cada noche de lejanía. Mis manos se enredaron en su caballo, mientras que su boca se mantenía abierta en leves suspiros cuando nuestras pieles rozaban en los choques de nuestros cuerpos. Era sensacional, un placer que no podía explicar. Armin besaba mis labios con tal de evadir mis gemidos, acaricie toda su espalda flexionada para dejar que él se tumbara encima mío, hasta que ambos llegamos a un punto máximo de la lujuria. Beso mis labios suavemente. Armin y yo, sin duda alguna éramos un complemento del uno al otro. Organizamos la habitación, limpiamos el desastre para vestirnos. Abrió la puerta, estirando su mano para atrapar la mía, entrelazándolas, Armin y yo nos asomamos en el comedor, donde varios rostros conocidos nos miraron.
—Todos nos están mirando.—expresó Armin, y es que, inclusive los mayores superiores de la legión nos miraba de forma detenida, como lo estaba haciendo la capitana Laia y la teniente Hange.
—Porque somos los únicos que han tenido el valor para presentarse formalmente de esta manera.—esclarecí, hasta que observe algo sumamente extraño y gracioso.—¿Por qué Sasha está amarrada?—me pregunté principalmente, visualizando cómo ella estaba realmente atada a un poste de madera.
—Iré a la mesa.—dijo Armin, por lo cual asentí, viendo a Mikasa y Eren sentados uno al lado del otro, ella me miró asintiéndome; se que ahora estaba despreocupada ante verme aquí.
—¿No pudiste controlarte?—le pregunté a Sasha, parándome en su lado para ver cómo denegaba frustrada, sonreí.—Yo, prometo traerte comida. ¿Si, chica patata?—asintió, sus ojos brillaron fuertemente.
—¿Por qué chica patata?—me giré, viendo a Jana también de una manera casual, mirándonos a mi y a Sasha; como yo, tenía el cabello suelto.—Oye, me alegra que estés aquí.—indicó, y fue la primera ves que la vi sonreír.
—A mi también me alegra que estés aquí.—expresé, viendo como ella suspiro, estrechando su mano, confundida la miré.
—Oficialmente, somos amigas.—sonreí de lado, estrechando mi mano para apretar la de Jana.—Pero, no muy alto, Mikasa estaría celosa.—bromeó, por lo cual miré a la mesa cómo Mikasa yacía sentada aún lado de Eren, cabizbaja.
—Ella, es una buena persona.—comente, mirándola detenidamente, Mikasa había pasado por cosas horrible, podía entender el apego tan fuerte que tenía con Eren.
—No olvides que tú también lo eres. Parece ser que a veces se te olvida.—indicó.—Así que, ¿chica patata?—Jana se inclinó junto a Sasha, sentándose a su lado, mientras que me removí, por un momento, pude ver la figura de mi padre en este extenso comedor, pero se había ido, junto a la capitana Laia.
—¿Dónde estás?—me pregunté en un tono bajo, notando que el capitán Levi no estaba aquí.
—Ven, come.—pidió Mikasa en cuanto llegue a su lado, no tarde en sentarme, quedando frente a Armin, quien me miró detenidamente.
—Vaya tórtolos.—esbozó Eren, mirándonos.—Venga come, mañana es el día más importante para toda la legión. Necesito a mi amiga sana.—decía, animándome a comer, por lo cual veía el exquisito plato frente a mi.
—A ver, todos hemos sido novatos alguna vez.—viendo la comida, levante la mirada para ver cómo Jean se dirigía a uno de los nuevos reclutas, su nombre era Marlo; de hecho, había estudiado con nosotros, pero jamás fuimos cercanos al joven de cabello negro en forma de bohío.—Si sacrificaran a los novatos nada más al empezar, no habría un relevo generacional, así que el trabajo de los novatos es quedarse en la retaguardia y observar para aprender.—detallaba Jean, le miraba curiosa, escuchándole.—El soldado más inútil es el que solo consigue atacar un par de veces porque parece tener prisa para morir.—tomando un bocado de mi comida, pude ver como se estiró hasta llegar a Eren.—¿O no?—pregunto de una manera sarcástica, que sin duda había cambiado la expresión de Eren, quien había estado comiendo plácidamente.
—Oye. ¿A que te refieres con eso?—le preguntó Eren de una manera fría, estaba ofendido.
—¿Tú ves a algún otro idiota suicida aquí?—cuestionó Jean, en ese tono sarcástico, lleno de burla hacia Eren, quien era de mecha corta.
—Jean, ya déjalo.—giré mi cabeza, viendo como Jana se levantó del suelo aún lado de Sasha, mirando a Jean detenidamente.—Solo, come.—pidió, pero aquel joven hizo caso anuló a eso.
—Escucha, ¿sabes lo que he descubierto últimamente? Que soy bastante normalito, así que, si me ves así, será porque eres una gallina, Jean.—expresó Eren.
Suspire. Tan solo baje la cabeza, tapando mi rostro con el cabello para comer en cuanto la mesa tambaleó. Se removieron bruscamente de mi lado, pero no hice nada en lo absoluto para detener la pelea que empezaba delante de mi. Comí, saboreaba la comida de manera amarga, con el bullicio de jóvenes en el fondo. Se sentía bien, porque hace tres años, en un comedor similar, Eren y Jean solían tener la manía de pelear, pero en aquel entonces todo era diferente. La comida estaba fría, haciéndome recordar como yo solía estar sentada lejos de todos, hasta que Reiner tomaba la iniciativa de sentarse. Veíamos juntos como los demás disfrutaban de lo que Eren y Jean hacían en aquel entonces. Me castigaba a mi misma por extrañarlo, pero era humana y desearía que a veces nada hubiera sido como fue. Mis ojos se humedecieron, las gotas cayeron en el plato, así que deje de comer. Cerré los ojos, respirando hondo para abrirlos y encontrarme en ese comedor. Reiner estaba junto a mi, al igual que Berthold. Frente a nosotros, Eren, Mikasa y Armin comían. Sonreía viendo a Marco, pasaba por adelante junto a Jean, charlando para ver cómo Ymir e Historia se sentaban aparte como Annie, burlándose de como Sasha y Connie se comportaban. De un momento a otro, toda la imagen se fue al vacío.
—Se emocionan demasiado.—levante mi vista, viendo como Jean y Eren estaban abatidos en el suelo, entre medio del sombrío rostro del capitán Levi.— Váyanse a dormir.—ordenó con una fuerte actitud, digna de un hombre tan determinado como él, se veía decaído, estaba exhausto.—Y limpien todo esto.—pidió, distanciándose, hasta que estreche mi brazo, para con mi mano apretar el suyo.
—Capitán Levi.—le llame, sus grisáceos ojos decayeron en los míos, mientras que visualicé como atrás suyo, Armin y Mikasa sostenían a Eren.
—Mocosa, ¿ya decidiste levantarte?—me preguntó, acercándose a mi, para estrujar mi suelto cabello con su mano.—Limpia todo esto.—me pidió, sutilmente se fue, así que me quede cabizbaja, entristecida.—Oye.—levante la mirada, encontrándome con la suya nuevamente.—Yo también te estaba buscando. Me siento más tranquilo de verte merodear por aquí.—comentó fríamente, para darse la vuelta, por lo cual sonreí.
—No sabes cuánto le quiero, capitán Levi... —murmure, él se iba, por donde mismo se había ido Armin y Mikasa, quienes sostenían a Eren.—Oye, Sasha.—la llame levantándome, para acercar mi plato hasta ella, soltándole las sogas y sentir como sus brazos me apretaron fuertemente en un abrazo.
—¡Eres la mejor! ¡Me moría de hambre!—exclamo, comiéndose rápidamente la comida que había dejado, sonreí viéndola, levantándome de su lado en cuanto Connie llego para burlarse.
—No hay de que.—articule, aislándome de ellos, caminando hacia la puerta, pero me detuve en seco antes de salir, viendo a Jean y Jana sentados en la mesa.—Jean, ¿estás bien?—le pregunté, su fría mirada cayó en mi, parece ser que él aún no olvida lo que sucedió con Marco, pero no lo culpaba.
—Si, estoy bien.—musitó cabizbajo, evadió mi mirada así que dolida por la lejanía que tenía conmigo, me giré.—Espero que tú lo estés.—suspire aliviada cuando se dirigió a mi, así que asentí, abriendo la puerta para salir y recibir la fría ventisca de la noche.
—Cuando recuperemos la muralla María, y derrotemos a todos los enemigos, podremos regresar a aquellos días.—escuché la voz de Mikasa, mientras caminaba vagamente hasta que levante la mirada, viéndoles a esos tres niños sentados uno al lado del otro, me detuve, quería escuchar.
—Lo vamos a conseguir, pero no todo será como antes. Por eso, los haremos pagar.—escuché a Eren, respondiéndole a Mikasa, quien estaba sentada junto a él como Armin.
—Pero eso no es todo.—expreso la voz de Armin.—Un lago salado, tan grande que un comerciante no podría conocer, aunque pasará toda su vida entera navegando. Fuera de las murallas no solo existen titanes, también hay agua de fuego, un continente de hielo, y planicies de arena. Nos unimos a la legión de exploración para ver todo eso.—detallaba fuertemente, con el anhelo de su corazón.
—Si, eso es verdad. Casi lo olvido.—expresó Eren, con un tono bastante bajo y desilusionado.
—¡Primero, tenemos que ir a ver el mar! ¡Toda esa agua salada en el horizonte, existe, es real!—sonreí, escuchando a Armin, tan animado.—¡Ya lo verás Eren!—le decía.
—No tienes remedio.—le decía Eren, hasta que vi a Armin levantando, él aún no me miraba, así que me recosté de un leve muro de madera, hasta que extrañamente vi por unos agujeros, una taza.
—¡Es una promesa! ¡Iremos!—exclamaba Armin, mientras que veía como la taza era levantada.
—Primero habrá que comprobarlo, Armin.—recalaba Eren; camine sutilmente, adentrándome por el callejón, viendo así como el capitán Levi quien yacía solitario levantaba la cabeza, viéndome.
—¡Pero existe, es real, yo se que si! ¡Es lo más grande que tiene el mundo exterior!—decía Armin, quien se escuchaba de fondo.
—Ve a dormir.—me pidió el capitán, bebiendo de aquella taza la cual tenía un fuerte olor; me senté, en medio de esa noche donde todos hablaban de sus sueños, me senté junto al capitán Levi.—Vas ensuciar tu ropa.—indicó.
—No importa.—musité, mirando la misma pared que él, transmitiéndome su extenso vacío.—Capitán Levi.—le llame, viéndole absorber de la taza, hasta que la dejó en el suelo, sus grisáceos ojos aún estaban decaídos.
—Dime, Ainara.—accedió, pero yo tan solo lleve mi cabeza hasta su hombro, dejando toda mi pesadez encima suyo, como si la seguridad que él me causara, me hiciera despejarme de todo.
—Tengo miedo de lo que pueda pasar mañana.—expresé, para así sentir como el capitán Levi dejaba la taza aún lado, él no me mostraba afecto de cariño, pero permitía mi cercanía.
—No sé que vaya a suceder mañana, solo se que, no permitiré que algo malo te suceda.—fue lo que me dijo ese día antes del desastre y se que, después de ese día, yo también rompí el corazón del capitán Levi cuando no pudo cumplir con su palabra, porque él ni nadie, pudo protegerme de lo que venía después de ese día.
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