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𝐭𝐫𝐞𝐢𝐧𝐭𝐚 𝐲 𝐬𝐞𝐢𝐬

El día del desastre.

Le ventisca era calurosa, aquí arriba en este muro. A pesar de que el sol estuviera en todo su resplandecer, yo no veía nada más que una nube gris encima de mi. Mis manos temblaban, viendo la sangre manchada en mis manos. Aposté, pero lo perdí todo. Papá, te he perdido. Te he perdido. Maldita sea, te he perdido, te he perdido. Caí arrodillada, bajando la cabeza. ¿En qué momento llegue hasta aquí? Me pregunté, para cerrar los ojos y parpadear varias veces. Con pesadez abrí mis ojos, estaba tirada en el suelo. La capitana Laia me estaba gritando, mi mente estaba deteriorada en tantas imágenes, que no podía entender lo que estaba sucediendo. Sus gritos estaban lejos, muy lejos como para entender la razón por la cual me intentaba de someter a la realidad donde ella estaba. En su espalda, podía ver la detonante arma, que una de las mujeres más inteligentes que he conocido, recreó con la poca tecnología que le brindó la policía militar. Ahí, yacía un lanza relámpago, él mismo que la sargento Hange nos enseñó a usar. Parpadeé, levantándome con su ayuda. Lo último que recordaba, era haberme bajado del muro María, con la intención de ayudar a mis amigos para combatir el titán acorazado. Pero, no comprendo porque salte de tiempo, de un momento a otro.

Toque mi cabeza, mareada la capitana me sostuvo. Esto se sentía como cuando creí que Eren había muerto, en la primera batalla que tuvimos como cadetes recién graduados. De un momento a otro, no recordaba que había hecho, como si hubiera perdido la conciencia, pero si no hubiese sido por Ymir esa ves, no habría despertado. Ahora, fue por la capitana que he vuelto a la normalidad, para entender el desastre en el que estábamos ahora mismo. Oía gritos, gritos de conmoción y felicidad. Camine vagamente, ignorando el hecho de que la capitana intentaba retenerme a su lado para mi estabilidad emocional y física, pero no pude cuando las imágenes llegaron a mi en un bombardeo. Estaba tan afligida, que yo misma quería bloquear lo que había hecho. Me recordé. Sosteniendo aquellos lanza relámpagos con mis ojos humedecidos, fui inhumana, no me importo lanzarlas a Reiner con la intención de que muriera. Lo habíamos destruido, pero, ¿por qué hice eso? Me quede parada, viéndolo ahí, fuera de su titán acorazado. Ignoraba el hecho de que el titán de Eren se encontrara allí arrodillado e inmóvil, como también el hecho de que Armin estuviera junto a la sargento Hange y Mikasa encima de un tejado.

—¿Qué hice?—me pregunté a mi misma, yo estaba tan dañada mentalmente, que ni siquiera estaba recordando las cosas que había hecho.—Parece ser que, al final somos más iguales de lo que creí, Reiner.—mascullé, soltando mis hojas, las cuales cayeron al suelo.

—Hiciste lo que tenías que hacer para proteger a tus amigos.—la mano de la capitana sostuvo mi hombro fuertemente.

—Lo único que se en este momento, es que me estoy volviendo completamente loca.—comente, para soltar una bocanada de aire en cuanto el titán acorazado lanzó un estallido de grito.

—¡Hijo de puta!—me giré tapándome los oídos, visualizando a Jana bajar de un tejado, ella sostenía un lanza relámpago, pero yo era la única que no tenía ninguno, parecía ser que los acabe.

—Eso ha sido un llamado.—comente, levantando mi vista al cielo y abriendo mis ojos grandemente.

—¡¡Soldados, aléjense del titán acorazado, se aproxima el titán colosal se nos viene encima!!—ante la horda de soldados que se aproximaba junto a la sargento Hange, me eleve en el cielo con el equipo de maniobras tridimensionales.

—¡¡Reiner!!—mientras estaba en altitud, mire de reojo como aquel alto chico salía del barril, dando un leve estruendo que me erizo la piel y me hizo, detenerme en seco, a mitad de un tejado.

—Quizás, podamos hablar, una última ves.—articule para mi misma, yendo en la dirección contraria a mis superiores e incluso, amigos.—¡Berthold!—llame, viéndole estar encima de Reiner, sus ojos no tardaron en buscarme, quedando anonadado en cuanto me vio.—Espera.—le pedí, levantando mi mano, para colocarme firmemente encima del tejado, a distancia de él.

—Permitiste que le hicieran esto a Reiner.—artículo con molestia, sosteniendo sus hojas.—Nosotros también éramos tus amigos.—me dijo, causándome una presión fuerte en el pecho, por lo cual trague saliva e intente de concentrarme.

—Yo, ya se la verdad, Berthold. Se la razón por la cual querían llevarme, pero aún así, no es justo que quieran victimizar sus acciones. ¡Nosotros confiamos en ustedes primero! ¡Tal ves, podíamos hablar!—exprese.

—Eso fue lo último que dijo Marco antes de morir.—me tense, abriendo mis ojos grandemente, empezando a sentir la agonía de sus palabras clavarse en mi espalda como un filó de hierro frío.—Pero, no es momento de hablar. Ya no lo es.—admitió.

—Tú... lo dejaste morir.—masculle, recordando que por eso, fue que arremetí contra Reiner minutos atrás con los lanza relámpagos, ahora entendía que bloquee el recuerdo para no atormentarme por el hecho de que Reiner también había sido mi amigo.

—Tú también lo dejaste morir.—me dijo fríamente, por lo cual fue un balde de agua fría.—Y lo lamento, pero si ya sabes toda la verdad, entonces debes venir con nosotros sin tener que obligarte.—comentó, elevándose del tejado, venía hacia mi, no tarde en sacar mis hojas.

—¡¡Berthold!! ¡¡Detente ahí!!—me giré, mirando detenidamente cómo Armin yacía en otro tejado, no tan lejos del mío, yo estaba entre medio de ambos.—¡¡Vamos a negociar!!—le grito.

—¡¡Les dire lo que quieran, pero a cambio todos deben morir!! ¡¡Nosotros tenemos dos peticiones, queremos a Eren e Ainara y que muera la gente de las murallas!! ¡¡Esta es la cruda y triste realidad, entiende, ya se tomó la decisión!!—esclareció Reiner, dejándonos fríos a todos por su manera tan hostil de dirigirse a nosotros.

—¿Qué? ¿Quién fue el que decidió eso?—le preguntó Armin, yo tenía mis hojas afuera, desconcertada por la actitud de Berthold, continué en mirarle con detenimiento.

—Yo. ¡¡Fui yo quien lo decidió, acabaré con sus vidas aquí mismo!!—grito Berthold, removiéndose, por lo cual alerta, me aísle.

—¡¡Qué lastima que quieras luchar! ¡Porque en ese caso no dejare de escuchar los gritos de dolor provenir de Annie!! ¡¡El único que puede salvarla de la maldad de la policía militar eres tú Berthold!! ¡¡A este ritmo ella será comida para los cerdos!!—continuó diciéndole Armin, queriendo persuadirlo.

—¡¡Háganlo si realmente lograron capturarla!!—me eche para atrás en cuanto Armin se detuvo frente a mi, visualizando como Berthold se acercó

—No permitiré que se la lleven. Tendrás que matarme.—expresó Armin, de una manera fría.

—¿Qué pasa Armin? ¿No dijiste que querías negociar?—le preguntó Berthold, sacando su hola para apuntarle directamente a Armin, por lo cual yo estreche la mía, defendiendo la postura de mi niño.—¿Creíste que si mencionabas a Annie me ibas hacer perder la compostura de nuevo? ¿Qué como se trataba del indeciso y tímido Berthold podrías hacerme bajar la guardia tan fácilmente? Se lo que planeas, intentas ganar algo de tiempo, así empezarán a rodearme poco a poco. Haces esta farsa mientras que el resto de los exploradores van a eliminar a Reiner. Entiendo la situación, por eso estás parado frente a mi y no dejas de temblar.—detallaba Berthold, mirando a Armin.

—Si ya sabías eso, ¿por qué aceptaste hablar conmigo?—le preguntó Armin, aún delante de mi, mostrándole frente.

—Para poder comprobar algo. Quería saber si al verlos a todos ustedes volvería a llorar como aquella vez, volviendo a suplicarles su perdón, pero, estoy muy tranquilo.—respondió.—Aunque para mi son amigos importantes esta vez no dudaré en matarlos.—expresó, sin vacilar.

—Entonces, ¿vas a matarnos porque somos engendros del demonio?—le preguntó Armin.

—No, ninguno de ustedes ha hecho nada malo. Ni tampoco son demonios. Pero aún así, todos deben morir, no tenemos otra opción.—le respondió, fríamente, para así ver cómo Mikasa se elevaba en el cielo y traspasaba su espada contra Berthold.

—¡No!—grite cuando Berthold pateo a Mikasa fuertemente, haciéndola perder el equilibrio por el tejado.—¡Espera!—le pedí a Berthold, poniéndome frente a Armin para bloquear el golpe, por lo cual la espalda de Berthold rozó con mi labio, cortándolo.

—¡Ainara!—grito Armin, apretándome contra su cuerpo para distanciarme del de Berthold en cuanto la espada de Mikasa chocó en su rostro, pero no pude aguantar, no podía quedarme con la duda de que esto fuera así, de que fuéramos enemigos.

—¡¡Suéltame, no lo entiendes!!—le grite a Armin, por primera ves de una manera hostil, empujándome de su agarre para ir tras Berthold.

—¡Hazme entender entonces! ¿Quieres morir? Se puede transformar en cualquier momento.—me decía, desesperado. 

—¿Acaso no lo ves? Estamos perdiendo, ¡Armin ¡Quizás si hablo con él, pueda demorarlo un poco para que Hange y los demás ataquen a... —mordí mis labios, sabiendo que lo menos que quería, era hacerles daño.—A Reiner.—culmine en decir.

—Quédate, por favor.—me pidió, pero solté su mano de la mía, apenada, no podía.

—¡¡Espera!!—Mikasa apretó fuertemente mi brazo, pero impotente y desesperada por cambiar las cosas, me abalancé, gastando demasiado gas con tal de alcanzar a Berthold.—¡¡Ainara!!—me gritaron ambos, aún así, continué.

—¡¡Berthold!! ¡¡Aún no hemos podido hablar!!—le grite, intentando de alcanzarle, pero él subía más de altitud.—¡¡Por favor, solo dime la verdad que no pudieron decirle a Marco!!—dije en un grito más fuerte, sosteniendo mis hojas.

—¡¡Aléjense todos!!—giré mi mirada, levantando de altitud, podía ver al escuadrón de Hange avanzar.—¡¡Aléjense!!—volvió a gritar.

Abrí mis ojos grandemente para visualizar el destello de luz fuertemente en el cielo. Iba bajar de altitud, pero fue como si alguien jalara mi verdosa capa. La bruma, como la ventisca, me azoto fuertemente de una manera brusca. Los fragmentos de las casas se exploraron, tanto las ventanas, como incluso los tejados, todo se mezcló en un mismo viento en contra de todos los que rodeábamos el lugar. Mi cuerpo cayó en medio de la detonación, arrastrándome por todo el suelo frondoso, raspando mi rostro de una manera brusca. Perdí el aliento, como también la conciencia por un momento. Juraba que alguien me llamaba, de una manera estruendosa alguien estaba clamando mi presencia, pero no me podía levantar sin sentirme adolorida. Todo mi cuerpo temblaba, en medio de la desolación del calor que sentí, mi cuerpo temblaba. De seguro era Armin, era él quien me llamaba de una manera desesperada. Lo único que quería, era hablar. Lo único que quería, era evitar una pelea como lo había hecho con Reiner. Después de todo en algún punto, habíamos sido amigos. Todos lo fuimos. Hace tres años, habíamos sido amigos. ¿Debíamos maternos entre sí? Me fui levantando, de una manera vaga y pesada.

—Despierta, Ainara.—esa voz retumbaba en mi oído nuevamente, esa voz que me pedía que despertara.

Tenía escombros encima mío, eran frágiles de madera, así que me los quite de encima, a pesar de ver cómo una amplia astilla estaba fragmentada en mi muslo. Jadee, arrastrándome en el suelo. Mordí mis labios para llevar mis manos temblorosa a la astilla de madera. Gemí en cuanto la saque, viendo la sangre sobresalir. Lleve mi mano a mi manga larga, arrancándola y envolviéndola en mi muslo. No tenía tiempo. Después de mi acción tan imprudente, no tenía tiempo de desistir, debía levantarme. Cojeando, camine, visualizando el desastre caluroso que estaba encima de nosotros. Me caí al suelo, más fragmentos en llamas sobrevolaban en el cielo, caerían encima, bloquearían las calles. Maldije, arrastrándome del suelo para levantarme y correr, mordiendo mis labios para persuadir la incomodidad de mi muslo. Hasta que, deteniéndome en un callejón, pude ver aquel cuerpo tirado. Una bocanada de aire se me escapó. Ella estaba ahí, su cabello cobrizo y suelto, mientras que de su boca salía sangre. Mi corazón empezó a palpitar fuertemente, no, esto no puede estar pasando. Denegué, ella había sido quien me protegió del azote de la detonación.

—¡Capitana!—corrí hasta ella, lanzándome en el suelo para verla.—Por favor, por favor no... —murmure, en medio del desespero mientras que de su costado, sobresalía sangre.—Otra vez.—articule, mirando mis manos llenas de sangre.

Cerré mis ojos, presionando su herida. Otra vez estaba pasando, como hace cinco años. Cerré los ojos, viendo el caos, el pánico y la gente gritando. Aquella mujer de cabello rubio sostenía mi mano fuertemente, a pesar de que todo estuviera cayendo sobre nosotras ella mostraba una fuerte valentía mientras corríamos por las calles. La imagen se repetía, una y otra vez, ella empujando mi cuerpo cuando las piedras cayeron hacia nosotras. Su sangre salpicó en mi rostro, mancho mi traje, y también, mi inocencia. Retome una bocanada de aire, no volvería a pasar, yo no dejaría que esta mujer muriera, estoy segura que el capitán Levi jamás me lo perdonaría. Presione su herida aún más, ella retomaba conciencia, pero hice lo que tenía que hacer para mantenerla respirando. Rompí su verdosa capa, como también desabotone su camiseta negra manga larga, no había sido una abertura, pero ella también tenía una astilla fragmentada. Lo hice, sabiendo que podía infectar su herida, le saque la astilla, para envolver la verdosa capa alrededor de ella y tapar la sangre, no me daría mucho tiempo, al menos hasta que pudiera conseguir ayuda. Mis manos llenas de sangre mancharon su ropa, pero intenté recogerla, aunque no podía, por la presión que estaba poniendo en mi muslo.

—Ainara... —ella abría sus ojos, me acerqué a ella, socorriéndola, se veía confundida.

—¿¡Por qué hiciste eso!?—le pregunté alterada, levantándola en mis brazos.—¡Eres una idiota!—grite, impotente por lo mal herida que lucía.

—Levi y yo, le prometimos a Erwin que te cuidaríamos aunque nos cueste la vida.—dijo, abrí mis ojos grandemente, denegando para abalanzarme a ella y abrazarla fuertemente.

—Por favor, no vuelvas hacer eso. Eres lo más cercano de una madre que he tenido.—dije en su oído, sintiendo como sus manos acariciaron mi espalda.

—No sabes cuanto te adoro.—esbozo, me aleje de ella, presenciando aún la bruma de fuego.

—Deben estar peleando.—expresé, quedándome sentada a su lado.—La sargento Hange estaba también muy cerca de la explosión.—musité.

—Levántate.—me pidió.—Debes ir hacia tu padre y informarle nuestras desventajas. Hay que sacar a Eren de aquí, si es necesario, huye con él.—decía, denegué.

—Buscaré ayuda. Tú quédate aquí. ¿Entendido?—le pregunté, levantándome del suelo.—Si no atendemos la abertura de la astilla, se te podrá infectar y eso, sería muy grave. Te necesitamos.—detalle, levantando la vista, intentando de ver al muro.

—Nosotros también te necesitamos aquí.—indicó, intentando de sentarse, pero está tosió, con falta de aire.—Apresúrate, porque si no, me levantaré e iré a pelear con esa maldita bestia.—musitó.—Me jode que Erwin haya enviado a Levi, yo... maldita sea, no quiero perderlo.—expresó.

—Estoy segura que él tampoco.—articule, pero ella levantó su abierta vista, confundida para señalar con su mano algún punto del muro.

—¿Eren?—se preguntó, me giré para ver cómo encima de la muralla, yacía el cuerpo del titán de Eren acostado en esta, inmóvil.—Ese idiota. ¿Qué cree que hace?—se preguntó ella, intentando de levantarse.

—Espera, quédate aquí.—le pedí, ella intento levantarse pero se cayó.—Están haciendo algo. Ahí está el titán colosal.—detalle, mirando como caminaba de una manera lenta en medio de su bruma.

—Si esos idiotas no pueden proteger a mi hermana, ¿quién lo hará?—se preguntó, abatida.

—Jean lo hará.—añadí, ella se quedó desconcertada, levantando su ceja izquierda.

—¿El cara de caballo?—se preguntó, baje la cabeza riendo, denegando.—Olvídalo, solo espero que Hange no haya muerto.—expresó, apenada.

—Iré a buscar ayuda.—expresé, caminando.—Quédate aquí. Si me tardo mucho, entonces es la única orden de que puedes levantarte.—le dije.

—Claro, comandante.—asintió, en una burla, me distancié de ella, dejándole ahí, aunque no quería, no quería dejarla ahí tirada.

Empecé a caminar, cojeando. Tenía que tener la fuerza y valentía para continuar. No estaba peleando, desde que entré a este campo de batalla, yo no estaba peleando. No era fuerte, no era valiente, de hecho, nunca lo he sido. Me impulsé en el aire, trepándome por la muralla. Ignoré el hecho de que el titán colosal estuviera ahí, también el titán de Eren. Me quede detenida en el muro, enganchada en mi gancho contra el fragmento. ¿Qué tramaba este idiota? Me preguntaba. Subí encima de la muralla, necesitábamos ayuda, teníamos que buscar una nueva ventaja para poder salir de aquí con vida. Pero, fue ahí que sentí desesperanza. Sin suspiros, pude ver el vacío que había afuera del interior del muro María. Esto, era un completo desastre. Lleve la mano a mi corazón, el cual empezaba a presionarse fuertemente. ¿Por qué no veía nada? ¿Por qué solo veía escombros y piedras? Me enfurecí, realmente me estaba enfureciendo. ¿De verdad perdimos? ¿De verdad más allá ya no había nada? ¿Solo muertos? Era imposible. Nada de esto podía ser en vano. Me giré bruscamente, escuchando un leve estruendo. Podía ver cómo el titán de Eren se empezaba a evaporar, él ya no estaba ahí. Empecé a correr, cojeando.

—¡¡Oye, Eren!!—llame en un grito, llegando al caluroso ambiente donde yacía el titán de Eren, pero no había nada, no había nadie.—¿Qué?—aturdida, veía como algo se desprendió del titán colosal, causándome una fuerte presión.—¿Eren?—me pregunté, si no estaba en su titán, debía haber sido él.—Berthold, ¿realmente quieres matarnos?—le pregunté, viéndole desde aquí.

Frente a mi. Estaba postrado el titán colosal, su ventisca azotaba mi suelto cabello, el cual flotaba con el viento. No podía bajar del muro y buscar a alguien, tenía que bajar nuevamente. Debió haber sido Eren. Tenía que ser él. Rápidamente me lance al vacío, él era el único imprudente e impulsivo que sería capaz de irse contra el titán colosal, a pesar de su gran capacidad para derivarlo. Caí en el tejado, aquel mismo tejado donde el cuerpo cayó. Un cuerpo calcinado, abrumado de las cenizas que sobresalían de su piel en pequeños fragmentos. Era una imagen horrible. Mis rodillas empezaron a flaquear, temblaban como mis manos, en fuertes escalofríos que recorrían mi espalda. Me reía. Continué riéndome, cayendo arrodillada en el suelo, para llevar las manos a mis oídos. Para darme cuenta, que de un momento a otro, estaba gritando. Cerré mis ojos. Estaba enloqueciendo, necesitaba salir de aquí, necesitaba que esto fuese una maldita mentira. Mis ojos se humedecieron rápidamente, desbordando lágrimas. Por favor, que horrible imagen, necesitaba eliminarla. Armin, mi amor. ¿De verdad eras tú? No, no eres tú. Yo solo me estaba volviendo loca. Solo era eso, me estaba enloqueciendo de una manera muy morbosa.

—¿¡Qué hiciste!? ¿¡Qué hiciste!?—pregunté altaneramente.—¡¡Esto es mentira!! ¡¡Por favor, despiértame de este sueño, despiértame!!—gritaba al aire, con mi pecho subiendo y bajando, me estaba faltando el aire.—¡¡Ya se que eras tú mamá, quien quería siempre despertarme!! ¡¡Ya estoy lista, despiértame, despiértame!! ¡¡Por favor, por favor!!—lleve la mano a mi pecho, buscando aire.—¡¡Armin!!—esbocé un desgarrador sollozo.—No me dejes, Armin. ¡¡Despierta!!—gritaba al vacío de un lejano sueño.—¡¡Ah!!—seguía gritando desesperada por salir de este momento, mi corazón se fragmentaba tanto, que lo único que mi mente veía, eran los azulados ojos de Armin.—Idiota, idiota, idiota... —me decía a mi misma.

—Lo sabía. Tú nunca has escapado. Eres un verdadero héroe.—levante la mirada humedecida, viendo a Eren arrodillarse frente al calcinado cuerpo de Armin, conmocionado y aturdido, sostenía a un Berthold sin extremidades.—Armin, ¿por qué?—se preguntó, mientras que yo denegaba, mientras que él le miraba.—Sabía que esto podía terminar así, pero, lo único que me quedó fue depender de ti, Armin, ¿por qué nunca escapas del peligro?—se preguntó lloroso, mis manos se cerraban fuertemente, hasta sentir como mis uñas se enterraban en mi piel; abrí mis ojos, entonces era real.

—¿Por qué dejaste que esto pasara?—pregunté con mi voz entrecortada, mirando a Berthold recostado en el tejado donde estábamos; él fragmento de rotos tejados se escucharon, alertándome junto a Eren.

—¿Un titán?—se preguntó, me levante de aún lado de Armin, sacando mis hojas del equipo de maniobras tridimensionales para ponerme detrás de Eren, quien sostuvo a Berthold como rehén; era el titán cuádruple.—¡Ni se te ocurra acercarte! ¡Si intentas llevártelo, entonces voy a matarlo!—exclamó Eren, mientras que veía a un hombre barbudo de cabello rubio mirarnos afligido, él tenía marcas de transformación en su mejilla, ¿era el titán bestia?

—Ustedes dos muchachos, ¿son Ainara Finger y Eren Jaeger verdad?—mi piel se erizo ante esa pregunta, aquel hombre nos miraba detenido.

—No creo que tenga opción. Tendré que matarlo.—exclamó Eren, apretando su hoja contra el cuello de Berthold, haciéndole una leve abertura.

—Vaya, no te pareces en nada a papá, sin embargo, Ainara es idéntica a Averly.—expresó, lo cual me helé más en confusión cuando hizo esa primera mención hacia Eren.—Eren, confía en mi. Yo sé por todo lo qué pasaste. Ambos somos víctimas de ese hombre. Escucha, papá te lavo el cerebro. Como lo hizo con Averly.—explicaba.

—¿Dijiste papá?—se preguntó Eren, pero aquel hombre de una manera temeraria levantó la vista hasta encima de la muralla, donde un alivio me recorrió hasta hacerme sentir en calma.

—Capitán Levi... —murmure, con mis lágrimas deslizándose por las mejillas, viéndole envuelto de un vapor caluroso alrededor de su aura demoníaca.

—No puede ser, ese enano me siguió hasta acá.—masculló aquel hombre barbudo, mientras que el capitán Levi se deslizó por la muralla, cayendo al vacío.—Bien, de acuerdo Levi, vamos a dejarlo como un empate. Berthold, lo siento compañero, hasta aquí llegaste.—dijo, girándose encima de aquel titán.—Eren, algún día regresare para poder rescatarte.—expresó yéndose, dejando a Eren aturdido.—¿Escapó?—se preguntó, mientras que me giré bruscamente para ver cómo el capitán Levi caía en el tejado, lleno de sangre y sudor.—¡Capitán!—le llamo Eren, viéndole quítese todo su gas y hojas alrededor, me quede parada, viéndole.

—¡Use todo lo que me quedaba de gas, iré tras él! ¡Rápido, denme sus cuchillas y gas! ¡De prisa!—nos pedía, pero no me movía a diferencia de Eren.

—Pero... ¿donde está mi papá?—pregunté en un tono bajo en cuanto lo vi luciendo así, intentando de bloquear el hecho de lo que vi arriba de la muralla, hasta que mi piel se erizo cuando escuché como una bocanada de aire se detonó atrás de mi.—Armin.—me giré con mis ojos humedecidos, una sonrisa se esclareció en mi rostro cuando Eren se abalanzó encima de él.

—¡Armin!—le gritaba, desesperado, el capitán Levi nos miraba aturdido, analizando la situación hasta que una Mikasa desconcertada llegó hasta nosotros.

—¿Qué?—se preguntó encima del tejado, llevando su mano a la cabeza, mientras que vi como sus ojos se humedecieron.

—¡Perfecto, sigue vivo!—grito en victoria, arrodillándose para visualizar que aún estaba vivo.—¡Armin, solo sigue respirando! ¡Resiste, vamos, respira!—le pedía desesperado.—¡Capitán, dele el suero ya!—Eren se dirigió al capitán Levi, quien me miró en desesperanza, dándome una punzada en el corazón; él buscaba la jeringuilla, la misma que Kenny Ackerman le dio, y Erwin Smith le autorizó en usar bajo su decisión.

—¿Por qué me miras así?—le pregunté al capitán, quien tenía la cabeza baja, no entendía, porque se tardaba tanto en sacar ese maldito estuche.

—¡Convierta a Armin en titán, así podrá devorar a Berthold!—le decía Eren al capitán Levi.—¡Por favor, dele el suero!—seguía insistiendo Eren.

—Capitán Levi.—le llame, estaba tardándose demasiado, parecía no querer hacerlo, pero él asintió sacando el suero desanimado, para ver cómo Mikasa lanzaba al aire una bengala roja.

—Ten.—el capitán Levi estrechó su mano hasta Eren, pero solté una bocanada de aire cuando observe aquel nuevo recluta de cabello rojizo oscuro trepar hasta el tejado, la vida se me quería ir con el aire.

—Capitán Levi, por fin lo encontré, ¡el comandante Erwin está muy herido, tiene abierto el estómago, todos sus órganos están desechos, no deja de sangrar! Creo que usted, podría utilizar el suero con él. ¿Qué opina señor?—caí arrodillada, sintiendo mis labios temblar mientras que mis dientes chocaban, nuevamente quería reírme de la impotencia, esto era un chiste, mi vida era un maldito chiste; era mi padre quien ese joven sostenía en su espalda.

—No puede ser... —murmure, visualizando algún punto donde no fuera el cuerpo calcinado de Armin, o el cuerpo desecho de mi padre, solo se que el capitán Levi se alejó de Eren, para acercarse a Flotch Foster y ayudarle, recostando a mi padre aún lado de mi.—Mierda.—lleve las manos a mi rostro, restregándolo, no podía bloquear esto, no podía.

—Él aún sigue respirando. Todavía sigue con vida.—detalló el capitán Levi aún lado de mi, pero aún no podía mirarlo, lo sabía, mi padre se había despedido y no pude, no pude decirle que lo amaba, como tampoco pude quedarme con Armin, soy una mierda.—A quien voy inyectar será el comandante Erwin.—reí, mientras que Eren se levantó quedando frente a frente con el capitán Levi, desafiando su autoridad, pero, ¿por qué nadie estaba pensando en cómo yo me sentía en este momento?

—Usted dijo que Armin iba ser el elegido.—expresó Eren entre dientes, él me daba la espalda, yo intentaba de levantarme, pero con el dolor en mi muslo, en el pecho y en mi corazón, se me hizo imposible en cuanto miré a Armin.

—Está jeringa, será para quien pueda salvar a la humanidad.—artículo el capitán Levi, mientras que las hojas de Mikasa sonaron cuando las sacó de sus equipos, no, no podía permitir esto; me levante, con una vaga expresión para sacar mis hojas y mirarla detenidamente, ambas tan frías.

—Espera un momento, por favor. Podemos, podemos hablar esto.—le expresé a ella con mis manos temblorosas, igual que las suyas, mientras que sus ojos humedecidos me miraban fríamente.

—Lo lamento. Si no es Armin, no será nadie.—esbozo, de una fría manera, fue un balde de una agua muy helada para mi verla en esa posición.—Él es mi amigo.—afirmó, y mis lágrimas sobresalieron de mis ojos cuando vi a mi padre tirado, cuando pude tener el valor de verle.

—Yo también soy tu amiga.—expresé fríamente, notando el egoísmo, notando que nadie, ni siquiera el capitán Levi estaba pensando en mi, pero aún así, no permitiré que lo lastimen.

—Ustedes, ¿acaso tienen idea de lo que están haciendo? Erwin es el comandante de la legión, ¿de verdad quieren que lo deje morir?—les preguntó el capitán Levi, Eren aún no se iba de su lado, lo desafiaba en su mirada y autoridad.—Ya no tenemos tiempo, así que ya no se entrometan.—pidió moviéndose, hasta que Eren apretó el estuche contra su mano.—Haz aún lado tus sentimientos, Eren.—le dijo, sutilmente con su rostro empalado de sangre.

—¿Hacer aún lado mis sentimientos?—se preguntó lloroso.—Entonces, ¿dígame porque no me dio el suero cuando se lo pedimos?—le preguntó Eren, intenso.

—Considere la posibilidad de que el comandante Erwin siguiera con vida.—respondió, fríamente.

—Eso no es cierto, nadie podía esclarecer que Flotch traería al comandante medio muerto.—difería Eren de él, aún en cercanía con Levi, Mikasa y yo no soltábamos nuestras hojas.

—Aunque eso sea cierto, el comandante Erwin está aquí, por lo tanto será él.—recalcó.

El momento fue frío, bastante tenso u turbio, en cómo lentamente Eren apretó el estuche más fuerte contra su mano, para así el capitán Levi levantar su puño, golpeando a Eren de una manera brusca e insólita, tumbándolo. Apreté el mango de mis hojas, corriendo hasta la posición de Mikasa. Gruñí, chocando con sus hojas antes de que ella pudiera lanzarlas contra el capitán. Sus ojos eran grandes, jamás los había visto tan cerca, tanto que podía ver sus irises de su tono natural, un grisáceo oscuro, casi negro que demostraba la frialdad de su vida. Ella apretaba sus dientes contra mi, la sangre debía estar derramándose de su oreja cuando la hoja hizo un contacto brusco contra mi piel. Fue tan fuerte, que debió haberme penetrado hasta darme una abertura. Lo sabía, porque se sentía cálido por la adrenalina que estaba sintiendo en este terrible momento. Se me fue encima, mientras que el capitán Levi buscaba el estuche que Mikasa tumbó en su corto ataque hacia él. Se veía desesperado, como si todo dependiera de eso y aunque doliera admitirlo, era así, dependíamos de eso en este momento. Mikasa me miraba con sus ojos humedecidos, donde las lágrimas caían en mi rostro. Impotente jadeaba, quería sacar su hoja de mi rostro, pero la bloqueaba con mi hoja, aunque su fuerza era superior a la mía, no me rendía.

—¡¡Por favor, no te entrometas!!—me pidió, mientras que negaba mientras mis lágrimas se deslizaban, giré mi rostro para ver a Armin.—¡¡Él te hubiese escogido a ti, lo hubiera hecho!!—me decía llorosa, rompiéndome el corazón con eso.

—¡¡Solo déjenos pensar una solución!!—le grite, temblorosa, para girarme y ver también a mi padre.—¡¡No me hagan esto, somos amigos, yo también soy su amiga!!—le gritaba.

—¡¡Lo siento mucho Ainara!!—expreso, así que entre la rabia, impotencia y confusión, golpee fuertemente su cabeza contra la mía, donde entremedio yacían las hojas que rasparon mi frente, Mikasa cayó, siendo sostenida por el capitán Levi, para ella intentar quitarle el estuche, pero yo tan solo lleve mi mano a mi frente, viendo la sangre en las yemas de mis dedos.

—¡¡Tú también lo sabes perfectamente, sin el comandante Erwin, la humanidad está perdida!!—exclamó el capitán Levi, mirando a Mikasa.

—¡Es cierto Mikasa, es suficiente, déjate de tonterías! ¡Acabas de arrancarle la oreja a tu amiga, eres un ser despreciable e egoísta!—ante lo que dijo, me giré bruscamente, abriendo mis ojos cuando vi el borde de mi oreja tendido en el tejado de manera morbosa, toque esa parte, la sangre sobresalía y dolía, dolía tanto que me sentía mareada.

—Papá, despierta. No me hagas esto, por favor.—me giré, arrastrándome hacia él, para acostarme en su pecho, llenándolo de sangre por el arranque de mi oreja.—Papá, por favor, por favor... —pedía en murmuro, abrazándolo fuerte.

—Si Armin muere, será el fin.—comentó Eren, mientras que Mikasa le gritó, clamando por su ayuda, yo me quede recostada encima de mi padre.—Y usted lo sabe capitán. ¿Quién sugirió proteger a Trost colocando una roca en la abertura de la puerta, quién descubrió la verdadera identidad de Annie, quién dijo que era mejor viajar de noche? ¡Fue Armin! El escondite de Reiner fue descubierto por él. ¡Berthold fue derrotado gracias a él! ¡Quien salvará a la humanidad, no será el comandante ni yo, será Armin! ¿¡Si o no, Ainara, Mikasa!?—grito, estremecida, sollozaba fuertemente encima del pecho de mi papá, ellos no entendían, nadie podía entender lo que estaba sintiendo ahora.

—Quien salvará a la humanidad, es el comandante Erwin.—comentó Flotch, levantándose del suelo, pero Mikasa, no tardó en mandarle a callar.—¿Quieres que me calle? ¡Ustedes no son los únicos que sufren idiotas! ¿¡Por qué no están pensando en su supuesta amiga!?—se preguntó, señalándome.—Se que aún no lo saben, pero al otro lado del muro no queda nadie. El titán bestia mato a todos con sus proyectiles. Creí que nadie se había salvado, pero, el comandante Erwin fue la excepción. A pesar de la situación, él pensó en un plan para derrotar al titán bestia. Y lo puso en marcha. Todo el mundo acabó hecho pedazos como lo planeo, estoy seguro de que al final sintieron terror. Cuando encontré al comandante y vi que seguía con vida, pensé en acabar con él. Pero, sería tenerle demasiada compasión. Este hombre merece seguir viviendo en este maldito infierno. Fue entonces que lo entendí.—piso fuertemente el tejado, mientras los miraba.—El único que puede derrotar a los titanes, ¡es un demonio! ¡Y revivir a este monstruo es la misión que tengo en esta vida, es por eso que un cobarde como yo logro sobrevivir! ¡Revivirlo es mi destino!—grito.

—¡Detente!—pidió el capitán Levi, impulsivamente me levante, para ver cómo la sargento Hange, se abalanzó sobre Mikasa antes de que esta pudiera atacar a Flotch; todos estaban aquí, todos habían llegado, e inclusive la capitana Laia era socorrida por Jana, quien miraba aturdida la escena como todos.

—Erwin... —murmuró ella, mirando a mi padre pálido tendido en el tejado, aún lado de mi.

—Oigan, no puede ser. ¿Qué pasó?—se preguntaban ellos, Jean miraba, sin creer lo que veía, mientras que Connie sostenía a Sasha en su espalda, con la misma mirada aturdida que su compañero.—Imposible.—decían, mirándonos.

—Esto, no es verdad.—musitaba Hange, reteniendo a Mikasa en sus brazos fuertemente, tenía vendado su ojo, estaba malherida.—¡Mikasa!—la sargento le llamó, viéndola sollozar y gritar fuertemente, tanto que tape mis oídos, no quería aceptar esta situación, ¿por qué debía perder a uno? Quería morir, quería ser yo.—¡Mikasa, al igual que nosotros sabes lo mucho que necesitamos a Erwin!—le decía.

—¡Si, pero, Armin también puede ser esa esperanza!—gritaba Mikasa.

—¡Es verdad, que Armin tiene talento, pero necesitamos el liderazgo y la experiencia de... —Hange gruñó, sintiendo como Mikasa apretaba su brazo, intentando de que la soltara.—Yo también quiero revivir a muchos de mis compañeros, y créeme, son más de cien. Desde que me uní a la legión, de exploración, no he dejado de despedirme. Pero, tú sabes cómo es esto. Sin importar que, tarde o temprano tienes que despedirte de tus amigos. Se que es muy difícil, pero tienen que aceptarlo. Habrán momentos en que sientas que pierdes la cordura, y eso duele. Demasiado. Te entiendo, sin embargo, todos debemos seguir avanzando.—decía, mientras que el capitán Levi preparaba la jeringuilla.

—Capitán.—Eren apretó fuertemente el tobillo del capitán.—¿Usted conoce el mar?—le preguntó.—No importa, desde donde lo miré, siempre llega hasta el horizonte. Es un lago muy enorme. Armin dijo... Dijo que más allá de las murallas, está el mar.—continuaba diciendo Eren.—Y que, algún día iríamos. Pero, hace mucho que olvide ese pequeño suelo infantil. Vengar a mi madre, sanar el corazón de mi hermana, eliminar a los titanes... todos mis pensamientos han estado repletos de odio. ¡Pero él, él es alguien muy diferente! Armin no solo piensa en pelear, ¡él tiene un gran sueño!—exclamo, sostenido por Flotch, pero aún así, arrodillada con la cabeza baja, golpee fuertemente el tejado, creando un silencio.

—¡¡Cállate!!—le pedí, levantando mi mirada para ver sus verdosos y azulados ojos mirarme.—Solo, cállate... —susurré entre medio del llanto ahogado que estaba guardando, no podía evitar escuchar eso, no podía.

—¡Ahora retírense! ¡Quiero que todos se vayan de aquí!—pidió el capitán Levi.—¡Porque en este instante, haré que Erwin devore a Berthold!—afirmo.

—Armin, adiós amigo.—musitó Connie, con Sasha en su espalda, para avanzar en irse. 

¿Adiós? Que difícil era oír esa palabra. Decirle adiós a alguien que amabas, era el sentimiento más amargo que podía saborear. Para mi, había sido pero el estar entre medio de dos hombres que tanto amaba y anhelaba que vivieran a su ves. Me mantuve cabizbaja, sin poder levantarme. Era Armin, pero era mi padre. Que dolor tan inexplicable, me estaba ahogando tanto que no podía respirar sin sentir que me dolía. Ambos de azulados ojos, rubios y de un corazón gigante. Parecían ser el complemento perfecto del uno al otro, sin pensar que eran a mi a quienes complementaban al cien. Tendida en el suelo, me dirigí al oído de mi padre, en la desesperanza de la situación. Y es que, no tenía valor de ver a Armin de esa manera en la que estaba, como tampoco ni siquiera miraba a Berthold sin sentir repugnó hacia él. Esto, había sido su culpa, la marca de este día, se la achacaba a quien alguna ves me quiso como amiga y protegió como hermana, pero esos sentimientos murieron en un instante, murieron en cuanto vi  como me arrebató la luz del soleado día. Mire al cielo, a ese mismo cielo grisáceo encima de mi. Suplique, suplique y suplique, pero mis ojos solo clamaban el dolor de mi corazón. Entre lágrimas, veía como el capitán Levi levantó la manga de mi padre.

—Espera.—le pedí, mis ojos le miraron agobiada en mi llanto, viendo como se detuvo; él estaba sufriendo también, lo veía en su mirada.—Papá, si aún estás escuchando, decide por ti mismo.—expresé con mis labios temblorosos, pero aún así el capitán Levi avanzó, guiándome en la desesperanza hasta que...

—Erwin, ¿qué sucede?—le preguntó el capitán Levi, en cuanto mi padre levantó el brazo, mi corazón se detuvo en seco.

—Profesor, ¿como sabe que allá afuera no hay humanos?—aturdida me levante, adolorida.—¿Como sabe que somos los únicos?—decía, con dificultad, por lo cual esbocé un sollozo.

—Adiós, papá.—me incliné, besando su mejilla, notando como el capitán Levi bajo la mirada.—Está bien. No estoy molesta, esta bien... —expresé en su oído.—Ya puedes irte. Yo, buscaré la verdad.—articule, levantándome del suelo.

—Ainara.—el capitán Levi me llamo en una sutil voz que desconocía de él, pero estaba bien, estaba bien, todo iba estar bien.

Me giré, mirándole. Entre lágrimas y nariz tapada, sonreía asintiéndole. Mi padre la había confiado eso a él, porque creía en su juicio. Baje la mirada para ver a Armin, para ver al amor de mi corazón estar tendido en el suelo, aún viviendo. Salte al vacío del tejado, alejándome. Caminando, mientras me abrazaba a mi misma. Todas esas veces que creí no necesitarlo, estuve equivocada. Yo te necesito papá, te necesitaré hoy, mañana y para siempre. ¡Papá, te necesitaré el resto de mi vida! Solloce fuertemente, porque ahora lo recuerdo. Siempre estuviste ahí, estuve equivocada también cuando creí que no era así. Estuviste ahí cada ves que despertaba y quería buscarte, estuviste ahí de regreso de tu expedición para buscarme, tú siempre estuviste ahí y ahora, ahora lo recuerdo. ¡Fuiste tú quien siempre quería levantarme de las pesadillas! Nunca fue ella, nunca fue la persona que jamás estuvo durante toda mi vida, siempre fuiste tú. Tenía que buscar aire, tenía que respirar, pero no podía. Alguien viviría, a un costo muy alto y aunque intentará, era como si me arrancara una parte de mi. Armin, te amaba. Que me sintiera así, no significaba que no te amara, lo que me dolía era lo despreciable que era, porque a pesar de cuanto amaba a mi padre, estaba dispuesta a escogerte a ti, por eso, soy una escoria.

Me trepé encima del muro, donde yacía la puerta externa. Le ventisca era calurosa, aquí arriba en este muro. A pesar de que el sol estuviera en todo su resplandecer, yo no veía nada más que una nube gris encima de mi. Mis manos temblaban, viendo la sangre manchada en mis manos. Aposté, pero lo perdí todo. Papá, te he perdido. Te he perdido. Maldita sea, te he perdido, te he perdido para siempre, y eso, se oye horrible. Grite fuertemente, mirando al cielo impotente. No quería sufrir. No quería sufrir, nunca más.—¡¡Nunca más!!—grite, levantándome para llevar las manos a mi rostro, tapando mi agonía y dolor. Nadie me entendió, nadie se puso en mi lugar. Era una vida contra la otra, ¿pero que pasaba con mi vida? Mikasa me atacó a muerte, intentó manipular con Eren y el capitán Levi tan solo tenía la obsesión de salvar la vida de un camarada. Destape mi rostro, viendo la realidad de esta cruel mundo, mientras que abajo del muro, habían titanes, no lo dudé, tampoco lo pensé. Todo era una agonía y no podía vivir en este mundo, sabiendo lo despreciable que una chica como yo, podía ser. Armin, lo lamento. No tienes idea de cuanto lamento no poder acompañarte a ver el mar. Para mi chico, de azulados ojos como el cielo que me alumbra. Adiós. Fue lo último que pensé, cuando me lance al vacío de los titanes para morir, de la manera más cruel y dolorosa posible.

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