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05

"CÓDIGO BLANCO"

Una enorme cantidad de árboles se extendían por sus alrededores. Enormes, coloridos, frescos; una gran variedad de plantas y animales merodeando por el bello bosque que rodeaba a la ciudad de Konoha.

Todo era tranquilo a cuestas del ajetreo provocado por lo trenes cada cierta hora del día.

En el vagón habían pocos pasajeros a parte de ellos dos, quienes iban en completo silencio.
Himawari estaba ensimismada en la vista que aportaba la ventanilla de su asiento, mientras que Kawaki estaba, probablemente, en su quinto sueño.

El tiempo pasó en un abrir y cerrar de ojos. Pues, los árboles y vegetación comenzaron a aminorar y volverse menos espesa, dejando ver más cerca edificios y casas situadas en las orillas de la ciudad.

Como iba despierta, Himawari movió ligeramente a su acompañante para despertarlo, algo que funcionó al instante; Kawaki se movió en su asiento y abrió poco a poco los ojos, su vista era algo borrosa pero pronto enfocó a la chica que tenía a su lado y al paisaje que esta observaba a través del cristal.

– ¿Llegamos? – preguntó al momento de divisar un edificio de no más de diez pisos.

– Falta poco, te desperté antes para que pudieras estar atento y que no te vuelvas lento – le reprochó con una ladina sonrisa.

Era extraño, más bien era que comenzaba a sentirse extraña.
Estaba acostumbrada a viajar sola. Había echo una bella amistad con la soledad.
Pero ahora... en ese momento tenía a cargo a un hombre mayor que ella, donde su trabajo prácticamente es no perderlo de vista.

Y ese no era el problema.
El problema tampoco era que él estuviera jodidamente bueno.
El verdadero problema es que se sentía bien, le sentaba bien la compañía que este le proporcionaba.

Hasta hace unos segundos inspiraba profundo ante el hecho de tener que volver a estar con su familia. No era que le desagradara ni nada por el estilo, simplemente, hacia tiempo que ya no se sentía en paz en su presencia.

Las puertas de los vagones se abrieron tan solo el tren paró en la estación, en unos segundos tomaron sus pertenencias y salieron.
La estación estaba parcialmente vacía, era una temporada del año en la que no había muchos visitantes y casi nadie visitaba Tokio. Así que muy pocas personas llegaban o se iban del lugar.

A pesar de ser una ciudad, Konoha está llena de vegetación por todas partes, y no solo por el simple hecho de estar rodeada de un bosque el cual tienes que atravesar necesariamente si quieres llegar ahí; conforme fue creciendo lo que comenzó siendo un pequeño pueblo, se buscó mantener ese ambiente rural mientras que a su vez, el ambiente urbano se expandía.

Pasaron por varias calles que no parecían estar muy concurridas, el hotel en el que se hospedaban estaba a unas cuadras de la estación de tren, por lo que no quedaba tan al centro de la ciudad.
Ese era el hotel donde antes ella se había quedado y, al no ser una chica que se establece en los lugares, ese es el lugar al que pretende llegar cuando vaya de visita.

Cruzaron por la puerta principal, cuidándose de llevar bien su equipaje. No había prestado atención a su entorno, pero cuando Himawari levantó la vista, pudo ver como su madre estaba en el lobby del hotel.
La ex-Hyūga de inmediato se percató de la presencia de su hija y fue directo a donde ella.

– ¡Hima!, ¡que bueno que ya has llegado, cariño! – tras darle un abrazo, Hinata esbozó una sonrisa.

– Mamá, ¿cómo supiste que llegaba hoy? – era curioso, pues se había ido y apenas le comentó que lo haría – Además, supongo que ya te dieron de alta en el hospital como para que estes aquí.

– Me dieron de alta al día siguiente que te fuiste –  confesó la mayor – Y he venido aquí por lo menos una vez al día desde eso.

– ¿Por qué harías eso? – lo sabía, su madre nunca la buscaba tanto a menos de ser algo de suma importancia.

Hinata sabía muy bien lo que había pasado y por eso fingió una sonrisa, mientras le daba un pequeño sobre a la menor.
Himawari lo tomó y de inmediato lo abrió, curiosa de lo que contenía. Dentro, una invitación de tonalidad blanca y lila.

Leyó con detenimiento y soltó un profundo suspiro.

– Realmente no creí que fueras a llegar con un acompañante – era un comentario astuto, un coqueteo demasiado sutil dirigido para el rubio/azabache que había permanecido en silencio la mayor parte del tiempo.

– Cierto, lo olvidaba – se lamentó a sí misma – Mamá, él es Kawaki. Kawaki, ella es mi madre, Hinata Uzumaki.

– Un placer – ambos sonrieron e intercambiaron un apretón de manos.

– Bueno, supongo que podrá ocupar el lugar de Boruto en la mesa – se dirigió a ella, con una naturalidad nata.

– ¿Boruto no vendrá?.

Hinata negó con un ligero movimiento de cabeza.

– Al haber adelantado la ceremonia, Boruto no pudo librar su agenda y sabes que tiene las semanas muy ocupadas con cirugías y todo eso – agregó.

– Ya veo – Himawari volvió a revisar la invitación – La ceremonia será en unas horas, ahí estaré mamá, no te preocupes.

La aludida sonrió de felicidad.

– Será mejor que prepares un vestido rosa pastel, ya que acordamos que de ese color iremos las personas cercanas a la familia de los novios – sugirió ésta – Espero que tengas uno.

– Creo tener uno, lo usaré sin duda – confirmo la menor.

Hinata salió del lugar y solo quedaron ellos dos en el lobby.
Era un ambiente incómodo, Himawari veía la invitación con una expresión incierta, difícil de descifrarla.

Desde que había vuelto a Konoha para ver a su familia sentía que nada salía como ella quería, que todo estaba en contra de ella y que, cada vez que creía tener algo bajo control, todo se volvía a salir de sus manos y se esparcía, dejando estragos.

– Oye, ¿segura estás bien? Has estado actuando muy extraña desde que llegamos – Kawaki se asomó desde su habitación, buscando entre el apartamento a la Uzumaki.

Como respuesta solo obtuvo un profundo silencio, como si fuera el único que estuviera en aquel lugar.

– ¿Himawari? – era extraño que ella no dijera nada; normalmente suele ser reservada pero no a tal extremo de evitar contestarle.

– ¿Pasa algo? – ella salió del cuarto de baño, vistiendo un largo y pegado vestido rosa pastel, con una abertura en su pierna derecha que comenzaba desde su muslo – ¿Te gusta?.

Ella dio una vuelta ligera, con la intención de mostrar más de aquel vestido. Dejando a simple vista el escote en pico que tenía en la parte de la espalda.

– Te ves... – él no tenía palabras para describirla – Hermosa.

Himawari esbozó una sonrisa sincera, se sintió extraña al recibir aquel halago.

Normalmente, quien fuera su pareja en los eventos le solían decir lo hermosa que lucía; pero cada uno de ellos terminaba muerto, además de que a la persona que elogiaban solo era una representación que ella hacía. No era ella quien recibía el cumplido.

Pero Kawaki, ese hombre no dejaba de verla con la boca abierta del asombro.
Y esa era ella, con su cabello corto bien acomodado y un maquillaje que no ocultará los rasgos naturales de su rostro.
Desde hace tiempo, esa era la primera vez que sentía ser ella misma.

– Cuéntame, Sumire es tu hermana, pero no de sangre – mientras se acomodaba el moño trataba de buscar un tema de conversación – Deberías estar muy feliz por ella.

– ¡Y estoy feliz!, ¡realmente feliz! – fingió una sonrisa – Es solo que, Inojin...

– ¿El novio? – volteo a verla, esperando algo más – ¿Tiene algo de malo que se casé con él?.

– No, para nada.

Kawaki enarcó una ceja, confundido.

– No te estoy entendiendo.

– No es nada, de verdad – evadió – Casi es la hora, ¿estás listo?.

– ¿Estas tú lista?.

Himawari sonrió al saber que él estaba atento a ella.
Tomó un bolso de mano y se acercó a la puerta. Kawaki camino hasta donde ella permanecía y ofreció su brazo para que ésta lo tomara. Algo que la Uzumaki hizo con una sonrisa.

– Y que quede claro que no quiero llevarte – agregó con picardía – Solo que tengo el estúpido trabajo de vigilarte, solo eso.

– Claro, claro. Lo que tú digas.

Himawari tomó otra copa de vino y la bebió como si de agua se tratara.
En su mente pasaban los momentos en que dejó aquel anillo de compromiso sobre la mesa de noche, tomó su maleta y salió de aquella bonita habitación. Para después tomar un vuelo directo a los Países Bajos.

Estaba a punto de tomar otra copa y beberla de golpe, pero antes de poder tomarla de la vasija del mesero, Kawaki la detuvo y la regresó a su lugar.

– Ey, ¿cuál es la insistencia de tomar? No quiero que te embriagues rápido y termines como aquella vez en Ohio – se río a lo bajo – Realmente has estado rara. Dime que te pasa y tal vez te pueda ayudar.

– No hay como ayudar – se recargo entre la pared y un adorno floral en el pasillo de la entrada al salón de fiesta – Es solo que, aún me resulta extraño ver al hombre con que una vez estuve a punto de casarme, llegar al altar no con otra, si no con quien es prácticamente mi hermana.

Se quedó callado. Su cara simplemente podía mostrar sorpresa.
Paso su mano por su cara y cabello, asimilando lo que su contraria le había dicho.

– Eso es duro – fue lo único que pudo articular.

– No, eso no es lo que me preocupa – ella tomó a Kawaki del brazo y lo jaló hasta un lugar más alejado – ¿Conoces a Ava?.

Lo dejo un poco desconcertado, pero pensó en todas las Ava que puede haber conocido que probablemente ella también.

– ¿Ava Stan? – ella asintió – ¿La del club de apuestas más grande de Japón?.

Himawari asintió por segunda vez.

– No se como, pero Inojin la conoce. A él le gusta apostar desde que lo conozco – relató ella – Hace una semana estuve  aquí y Sumire me dijo que lo buscara, ya que no había llegado a dormir. Lo primero que se me ocurrió fue ir con ella, y era justo donde estaba. ¡Y eso no es nada!, lo que pasa es el muy idiota quedo empeñado con 35 mil dólares.

– ¿Y eso que tiene que ver?.

– Le conseguí dos semanas para que pudiera pagarle a Ava y no aceptó algo de dinero que le ofrecí para cubrir los gastos.

– Entonces, lo que te preocupa a ti es el dinero.

– No explícitamente – aseguro ella – Las bodas son eventos caros, y mi familia no tiene mucho dinero y la de Inojin tampoco. Solo quiero tener claro que lo que están invirtiendo en este evento sea algo con lo que pueden manejar su vida.

– Tranquila, seguro ese tal Inojin ya pagó su deuda y el dinero le sobró para adelantar la boda.

– Espero que sea así.

Se quedaron unos momentos en silencio, procesando toda aquella información dada. 
Ambos soltaron un suspiro ahogado, algo que sin pensar tenían retenido desde hace algo de tiempo.

– ¡Himawari! – ambos voltearon hacia donde se oía la voz de una mujer.

Se acercaba a ellos una mujer de vestido verde esmeralda y un cabello rojo sostenido en un moño elegante. Junto a ella venía un hombre de cabello rubio.
Tan solo estuvieron cerca, la mujer le dio un fuerte abrazo a la menor.

– Hace mucho tiempo que no te veía y apenas puedo saludarte, pequeña – su voz era nostálgica, ella realmente extrañaba a la menor.

– Abuela Kushina, abuelo Minato. Los he extrañado bastante – el hombre también se acercó a abrazarla, mientras que la mujer miraba curiosa al azabache/rubio – El es Kawaki, es mi acompañante.

A Kushina parecía que los ojos se le iluminaban al escuchar aquello de parte de su nieta.

Los cuatro entraron a la recepción, sus lugares habían quedado juntos; en una mesa junto a la de los novios. En esa misma estaba Hinata junto a su hermana menor, Hanabi; también se encontraba ahí el padre de ambas, Hiashi.

La comida transcurrió de lo más normal, la comida no era tan incómoda al estar toda la familia unida y tal parecía que todos comenzaban a adorar a Kawaki, aún con la sentencia de que solo era un simple amigo y que no podía dejarlo solo —excusas que tapan a la realidad—.

En un momento de la tarde, donde todos conversaban en paz, al teléfono de Himawari le llegó una notificación.
Solo ella se percató de eso, así que por debajo de la mesa lo revisó, no pudiendo ignorar le hecho de que era su jefe quien le contactaba.

Al ver de qué se trataba, hizo un ademán de reproche.
Le dio un ligero codazo a su compañero y  cuando este le prestó atención, le mostró la foto que su mayor le había enviado.

Un hombre al que tenían que matar en un plazo de tres días, que eventualmente, residía en Konoha.

Lo dejaron de lado y siguieron con la conversación de  sus mayores.
El tiempo transcurría rápido. La fiesta no era muy lujosa y casi se llegaba el momento en el que los recién casados debían irse a su luna de miel.

Himawari tomó una copa de cualquier tipo de alcohol que estuvieran ofreciendo, en ese momento ya no le importaba tomar nada de calidad, solo aquello que le garantizara un efecto de borrachera después.
Lo tomo de un solo trago, para así poder armarse de valor e ir hasta donde se encontraba un solitario Inojin.

– Debería felicitarte – comento mientras se acercaba – Por fin logras casarte.

Inojin no la volteó a ver y solo mantuvo su vista en el punto donde las personas estaban reunidas.

– Sumire es una buena chica, seguro también una buena esposa y, si tienen suerte, también será una grandiosa madre – agregó.

– Ve directo al grano – no le quedaba ser rudo, no era su estilo.

– Ava...

– Descuida, ya le he pagado – confesó – Tenía dinero ahorrado, más de lo que esperaba.

– ¿Con eso llegaste a pagar la boda?.

– La habíamos pospuesto varias veces – comentó – Además, muchas personas nos ayudaron. No lo hicimos solos.

– Entiendo. Me alegro por ustedes – ella le sonrió.

Inojin por fin volteo a verla.

– No se lo que pasa contigo, Himawari. Pero siento que no te conozco – tras decirlo, simplemente se alejó del lugar en donde ambos estaban.

La menor suspiró con resignación. Había salido mejor de lo que esperaba.

– Adivina lo que averigüé – la sorprendió Kawaki con entusiasmo.

Ella se sobresaltó un poco, se había descuidado y el chico la había tomado por sorpresa.
Kawaki señaló hacia un lugar con su dedo índice. Al observar en la dirección se pudo percatar.

Ambos se miraron.

– ¿Es él? – su contrario asintió – ¿Qué hace aquí?.

– No lo sé, pero es una oportunidad única.

Ambos volvieron a mirarse con una sonrisa. Parecía que podía comunicarse sin necesidad de palabras o acciones, solo con los mismos pensamientos, como si se leyeran la mente.


Ella soltó una encantadora sonrisa, algo que dejó encantado a su contrario.
Él la veía como una mujer salvaje, con un instinto de caza nato; además de audaz y sumamente atractiva, sexi.

Le costaba creer que aquello estuviera sucediendo. No pensaría nunca que alguien como ella quisiera relacionarse con él, aunque sea solo una aventura de una noche.

– Ven, conozco un lugar solitario y perfecto – sugirió ella, con una voz seductora que lo hacía moverse sin pensarlo dos veces.

Habían salido del lugar en donde se llevaba a cabo la fiesta. Estaban en un callejón oscuro y sin salida.

– Me estaba comenzando a aburrir – una tercera voz se oyó – Tardaste demasiado.

– ¿Qué pasa?, ¿quién es él? – apesar de estar a oscuras, podía apreciar la sonrisa ladina que la chica tenía en su rostro – Mejor me iré.

Trató de salir por un lado de la chica pero esta lo detuvo, haciéndolo retroceder. Sintió una navaja rozando su pecho, ella lo amenazaba.

– ¿Qué planean hacer? – casi rogando logró cuestionar.

– Seguir órdenes.


















★彡Chyio67🌻

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