
02

"IMPARABLE"
Veía las estrellas.
Recargado en el balcón, admiraba la infinidad de astros que invadían el cielo nocturno, en especial, de ese día.
Estando absorto mirando a la luna, pues no sintió la llegada de uno de sus hombres.
Tras él se oyó carraspeo ronco de una voz varonil, tratando de llamar su atención.
– ¿Han encontrado algo al respecto? – preguntó sin inmutarse.
– Digamos que no tiene una vida tan privada después de todo – respondió, sin importancia – Fue fácil dar con ella, debido al incidente de hace seis años. Tus hombres hacen un buen trabajo investigando.
– Tiene una vida normal fuera de los asesinatos – dijo con obviedad – ¿Ya lo has analizado?
– Aún no. Lo he resguardado todo para ti. Tu eres quien ocupa dicha información.
Le entregó un sobre que tenía muchas hojas, todas repletas de información.
En la primer página, era exclusivamente para la foto de Himawari Uzumaki, la joven de ojos llamativamente azules y unas raras marcas en las mejillas; en la fotografía, ella mostraba una sonrisa encantadora, dejando así intrigado a quien la viera, pues no pensaría que alguien así sería una asesina a sueldo.
– ¿Uzu-uzumaki... Himawari? – tartamudeó su acompañante – ¿Ella?
– ¿La conoces? – ahora se mostraba intrigado, no creía que su amigo la conociera.
– Digamos que... sí – admitió – Pero no tiene demasiada importancia. Solo era la hermana menor de un conocido mío y ya.
Kawaki volvió a revisar toda la información, sobre todo, tratando de memorizar sus facciones.
Se tomó su tiempo analizando toda la información. Y admitía que estaba intrigado de ella.
– Se llevará una subasta en Berlín, Alemania. Dentro de tres días – anunció su subordinado desde la puerta – Himawari estará ahí con la misión de asesinar a Ludwing Hummels. ¿Harás algo, Kawaki?
Kawaki se puso de pie y recorrió la acera, pensativo. En cuestión de segundos llegó a su propia conclusión y se volvió para dentro del edificio.
– Haz los arreglos y que el jet salga hoy mismo para Berlín – anunció él - También, no aumentes ninguna cifra en mi número de asesinatos. Por el momento tengo que mantenerme al margen.
El azabache asintió y siguió según lo ordenado.
Kawaki puso orden en los últimos pendientes y empacó un poco. Cuando estaba por salir, entre las sombras de lugar apareció un hombre. Un hombre que podía intimidar a cualquiera, menos a él.
– ¿Tienes algo que decir? – masculló, con un auge de molestia.
– No te fíes por su linda apariencia, Himawari tiene un temperamento bastante fuerte y podía patearte el trasero fácilmente si la haces enojar.
– Sabios consejos...
Posteriormente, Kawaki tomó el ascensor y desapareció de la oficina.

La vista que le ofrecía la habitación del hotel era espléndida. Cada vez que estaba en Berlín le gustaba disfrutarlo. Aunque esa vez no estaba ahí para hacer turismo.
Un paquete llegó a su habitación. Dentro, tenía todo lo necesario para la misión: arma, dinero, vestido y cabellera artificial.
Al verlo, solo suspiró.
Volvieron a llamar a la puerta y, antes de abrir, miró por la rejilla para ver quien era. Se trataba de Sarada, una de las personas en la que más confiaba.
- Veo que te has acomodado - dice en tono divertido.
- Ja, que graciosa. Se nota que eres su hija – rió – ¿Tu padre ha encontrado algo?.
- Aún nada. No te desesperes, aún tienes que ganar fama - acotó irónicamente.
- Tengo la suficiente.
- Hace algunos años la tenías, tienes que volver a superarlos. Ahora mismo estás en puesto número nueve, tienes que mínimo subir hasta el segundo lugar.
- Lo sé, lo sé - suspira - Estoy enterada de mi posición.
En su defensa, no sabía porqué quería llegar al primer puesto. Un día, sentada en el balcón con vista al mar, se le ocurrió. Se le ocurrió que estaba lista para volver al trabajo y Himawari era ambisiosa, así que no se conformaría con solo volver a trabajar, necesitaba algo más. Y ese extra era la posición en la lista negra.
Por fortuna, cuando se lo comentó a su jefe, él le dio el apoyo.
Su jefe siempre ha sido comprensivo con ella y la ha dejado hacer y deshacer, tanto en el trabajo como en la vida. Obviamente, que esté dentro del rango establecido y que no rompa con las normas de su política, aunque fueran muy pocas.
- ¿Ya memorizaste todo sobre tu persona?.
- Claro. Adalia Meyer, veintinueve años, primogénita de Ancel y Jenell Meyer, bla bla bla, bla bla bla...
- Hablo enserio.
- Vaya, realmente eres fría - repuso - No te preocupes, Sarada, tengo todo totalmente memorizado y mi memoria no me falla, lo haré bien.
- Realmente espero que así sea - afirmó la azabache - ¿Puedo quedarme?.
- No veo el porqué no, ¿quieres algo de beber?.
- ¿Tienes soda?.
- ¡Claro! - afirmó - ¿Hielo? - la azabache asintió.
La Uchiha tomó asiento y se tomó poco a poco la bebida que la Uzumaki le había ofrecido.
- No me molesta en absoluto tu compañía - agregó la menor - Pero no es común que te quedes a hablar.
- Bueno, es porque normalmente estoy ocupada - analizó esta - Pero papá ha estado muy ocupado y mamá también, por lo que no me han dado alguna tarea en específico.
- Y, ¿eso es malo?.
Sarada lo pensó un poco.
- No - admitió - Creo que me agrada.
Continuaron hablando, riendo e informándose de asuntos bastante triviales. Algo que, en un abrir y cerrar de ojos, hizo que el tiempo pasara.
Sarada se despidió, no sin antes recordarle que estaría al pendiente de sus acciones durante la noche.
Sin alguna mala intención de aquello, pues desde que Himawari está en la mafia, trabajando para los Uchiha, siempre ha sido así.
Tenía todo lo que necesitaba. Y, aunque otra vez iba a encontrarse con uno de esos hombres pervertidos que le desagradan, debía concluir su misión con éxito.
Y eso debía conllevar una buena interpretación de personaje.
El agua de la ducha estaba caliente. Perfecta para que dejara de sobrepensar en lo que se avecinaba.
Observó el vestido color rojo vino y dio un gran suspiro, sabiendo que era un color que le favorecía y, mucho menos, era su favorito. Estaba dispuesta a cambiarlo, pero no tenía otra opción, pues Sarada se había llevado su maleta para que ella no tuviera que regresar por ella.
Se quedó observando su reflejo en el espejo. Aborreciendo y a la vez, agradeciendo, los buenos genes que su madre le había heredado.
Recogió aquel cabello tan rebelde que tenía, con pasadores trataba de ocultar su flequillo y sostener los mechones que no se alcanzaban a sostener.
Cuando comenzó a maquillarse, se enfocó en ocultar las marcas en sus mejillas y, al finalizar, se colocó aquella peluca rubia.
"–¿Por qué a las mujeres les gua ser rubias?"
Lewding, el hombre por el que iba, le había enviado una limusina para recogerla, la cual la estaba esperando frente al hotel.
Un viaje muy corto, pues la residencia en donde la subasta se llevaría a cabo no estaba tan alejada del hotel.
Era su primera vez en Alemania, país que le estaba gustando bastante. Aunque le molestaba un poco que no podría recorrerlo ni turistear por el. Pero no descartaba unas vacaciones por el lugar.
Pudo identificar a su objetivo ni bien ingresaron a la residencia, pues el hombre, aún siendo un inversionista, tendía a llevar demasiada protección. Debía procurar ese detalle.
Se detuvieron frente a la entrada, el hombre se acercó al reconocer el auto. Era apuesto, alto, con llamativos ojos acaramelados y una cabellera rizada trigueña. Le sonrió y como suele hacer un caballero, le abrió la puerta del auto, ofreciéndole su mano para ayudarla a bajar, ella aceptó, con gusto en su actuar.
- Adalia Meyer - el hombre hizo una pequeña reverencia y beso su mano - Es un gusto por fin conocerla.
- El gusto es mío - complemento - Me habían dicho que usted era apuesto, pero no creo que lo fuera tanto - burlo, el hombre sonrió, como si estuviera acostumbrado a ese tipo de cumplidos.
- Bueno, también había escuchado cosas maravillosas de usted, señorita - comentó este - Y me agrada decir que usted cumple con todas y muchas más de mis expectativas.
Ella agradeció, posteriormente la invitó a seguir con plática dentro de la residencia, donde había bocadillos y bebidas.
Dentro estaba perfectamente iluminado, ni siquiera los rincones carecían de iluminación; había una gran mesa con esculturas de hielo y lo que suelen ofrecerle a los invitados.
Esa solo era la sala de "recreo" por así decirlo, había otra donde seguramente harían un típico baile con orquesta, era como estar en un asilo, le aburrían este tipo de interacciones.
Y más adentro, probablemente en el jardín del norte, es donde se llevara a cabo la subasta, siendo que estaban en plena primavera, normalmente buscan hacer estos eventos al aire libre.
La residencia era enorme, pero solo se usaba el primer piso para el evento principal, dejando las demás habitaciones para uso personal -de cualquier tipo-.
- Cuénteme señorita - quiso conversar - ¿Qué tal la Université Claude Bernard? - utilizó un tono francés ante la pregunta - Su padre comentó que hizo su licenciatura en bancas y finanzas ahí.
- Así es - afirmó esta - Cursé mis ocho semestres ahí, es una institución muy buena, la mejor de Francia.
- Ya imagino que si - asintió este - ¿Qué más le gusta hacer?.
- Bueno, tengo un tiempo muy limitado como para atender actividades extra. Ya sabe, de un lado para otro todo el día que solo te queda llegar a dormir.
- Te comprendo. La mayoría de mis días son así.
Rieron al compás y Ludwing se apegaba cada vez más a ella. Siguieron conversando, para fortuna de ella, no era nada relacionado con la familia a la que "pertenecia", pero había dos cosas:
1. El hombre la incomodaba demasiado.
Se ha tenido que enfrentar a una gran variedad de hombres alrededor del mundo y puede decir, con certeza, que este es el que más le ha irritado.
A primera vista puede parecer apuesto, un alemán en todo, pero la verdad es que, desde que llegó, el hombre no deja de ver su trasero y sus pechos, además de que siempre trata de poner su mano lo más cerca a ellos.
Y su mirada, esos ojos caramelo solo reflejan a un ser pervertido.
2. Extrañamente, se sentía observada.
Y no, no eran los ojos de Ludwing. Era algo más.
Desde que llegó ha tenido la extraña sensación de que alguien está al pendiente de cada movimiento que haga. Han transcurrido las horas desde eso y siempre busca disimuladamente a quien le provoque dicho sentimiento. Sin éxito. Solo se topa con hombres -en ocasiones también mujeres- que la observan de reojo, pero todo termina ahí.
Se sentía intimidada, por primera vez en su vida.

El hombre estaba mostraba una faceta feliz y deseosa al sentarse sobre la cama y comenzar a quitarse el cinturón con la necesidad de querer sexo en ese instante.
Pero las intenciones de Himawari eran otras. Se había quitado las plataformas antes de entrar a la habitación, era donde guardaba una pequeña navaja. Tan pequeña, pero demasiado letal, era su favorita para ese tipo de trabajos.
Mientras el otro se deshacía de su ropa, Himawari se dirigió a la ventana para abrirla, el hombre pensaría que sólo era para que corriera el aire y ver las estrellas, pero no era así.
Se cercioraba que el lugar en donde estaban fuera uno por el pudiera bajar fácilmente.
La residencia tenía los cuartos altos, por lo que tan solo en el segundo piso podía verse una caída que no soportarías si esta fuera por accidente, sin embargo, pudo ver entre la oscuridad que en la pared había unos pequeños ductos, que podían servir como escalera.
Ya analizada su ruta de escape, el hombre se acercó a ella y la tomó por la cintura, obligándola a darse la vuelta. Al momento que quedaron de frente, este comienza a besarle el cuello, Himawari puso una cara de asco y lo fue empujando suavemente hacia la cama. Quiso propinarle un golpe cuando este apretó sus pechos, pero tuvo que tolerarlo.
Se arriscó un poco el vestido antes de ponerse sobre el hombre que estaba sobre la cama, puso una mirada coqueta y palpó sus manos por todo su cuerpo, algo que al hombre hizo estremecer, seguidos de un alarido.
– ¿Qué fue...?.
Himawari mostró la navaja que le había clavado en el abdomen, haciéndole un ademán de que guarde silencio.
– Si gritas, tu muerte será más rápida aún.
El hombre tragó al sentir la hoja de la navaja recorrer su abdomen, el tacto frío lo hizo estremecer y sentir que la sangre salía de su cuerpo lo hacía temer.
Aún con aquella advertencia impuesta, Ludwing gritó lo más fuerte que pudo, por lo cual, su garganta fue desgarrada, solo fue cuestión de segundos para que muriera.
Los guardaespaldas de este golpeaban con fuerza la entrada, tratando de entrar. Himawari estaba dispuesta a salir rápidamente por la ventana antes de que estos ingresaran pero, apenas y tenía un pie fuera, los hombres bien armados entraron y comenzaron a dispararle.
Con movimientos rápidos logró eludir las balas, aquel que se le acercaba terminaba muerto y con las balas que quedaban en las pistolas de estos, logro matar a los cinco hombres que estaban cerca.
Habían sido muchos disparos sonoros, por lo que los guardias no tardarían en acudir al lugar. Por lo que bajo con rapidez por la ventana.
Estando abajo, oyó a muchos hombres decir que cubrieran el perímetro de la planta baja al apenas verla por la ventana por donde había huido.
Himawari se sacó la cabellera y la tiró en los arbustos del lugar, camino unos cuantos pasos con una velocidad algo rápido, mientras acomodaba su flequillo y su cabello, al igual que se quitaba el exceso de maquillaje en su cara con una toallas exclusivamente para ello.
Si vuelta en una esquina, unos metros más adelante pudo ver el corredor que llevaba a la salida, rodeado de enormes pilares de cemento.
Escucho como los guardias se acercaban rápidamente a ella, así que no le quedó de otra que acelerar el paso.
Juraba que mataría a Sarada si no se encontraba esperándola fuera.
Se escabulló entre los arbustos para que no lograran ver ni su silueta, estaba mucho más cerca del corredor que logró ver a un hombre fumando un cigarrillo recargado en un Pilar, agradecía, podía ser su salvación.
Himawari se adentró al pasillo, los hombres aún estaban un poco apartados y el lugar estaba oscuro, así que corrió hasta donde estaba el hombre y, sin decirle nada, lo tomó del saco y lo besó.
Para su sorpresa, este la tomó por la cintura y profundizó el beso, incluso se abrió paso con la lengua. Cualquiera que hubiera pasado por dicha situación la hubiera apartado de inmediato, pero él le estaba devolviendo el acto, ¡Y vaya que beso!.
Los guardias pasaron de largo al ver a la pareja en el corredor, pues era normal que los jóvenes buscaran lugares como esos para hacer cosas de esas, por lo que no sospecharon nada. Cuando no hubo ni rastro de ellos, Himawari se separó del beso.
No estaba acostumbrada a tomar atajos como esos, por lo que no alzo la vista para ver a quien había besado.
– Lo siento, no era mi intención – se disculpó, enseguida se propuso correr a su destino – ¡Por cierto! ¡Ese fue un gran beso! – le grito, sin voltear – ¡Alegró mi noche!
Antes de salir del oscuro corredor, puso poca sangre artificial en su mejilla, labio y nariz. Asegurándose de que los guardias estuvieran apenas cerrando las puertas principales y todo el ajetreo que había alrededor, fingió una respiración agitada y sollozos, posteriormente se acercó a los guardias de la puerta.
– ¡Una mujer me atacó en el jardín del oeste! – eso quedaba hasta el otro extremo.
Todos los guardias escucharon y se dirigieron al lugar, sin siquiera cerrar bien la puerta principal. Cuando nadi la vio, aprovechó para salir de la residencia, pudiendo ver a unos pocos metros adelante el SUV X6 de BMW que pertenecía a Sarada, al cual, no dudó en ingresar.

Había salido a pasear por las bonitas calles de Berlín, su jefe, Sasuke, la había permitido quedarse en el lugar por lo menos un día más después de la misión de la noche pasada.
En las noticias transmitían los acontecimientos en la subasta, donde no pudieron obtener una buena imagen de ella. Sonrió de lado ante su victoria, su número en la lista negra había aumentado y había pasado al octavo lugar, maldecir por ser tan pocos a los que había matado.
Sintió como vibró el bolsillo de su pantalón, revisó sus notificaciones y se encontró con un mensaje de texto de un número desconocido. En ella había una dirección, la busco en el navegador y cuando le mostró dicho lugar, sonrió.
El Uber se detuvo en el Holzmarkt 25, una bonita playa en Friedrichstain. Pago correctamente y se dispuso a vagar un momento por el lugar, hasta que pudo ver la cabellera plateada del hombre que la había citado ahí, sentado en la sombra de un árbol.
Sinceramente, creía que, por ser un lugar muy concurrido iba a haber gente a esa hora disfrutando del sol que había, pero sorprendentemente, no había nadie alrededor.
– ¿Te cansaste de dar clases de Anatomia en la universidad de Konoha, Kakashi? – cuestionó para llamar la atención.
El hombre se removió de su lugar y se quitó el libro que tenía sobre la cara.
– Me jubile hace poco, niña – afirmó este.
– Claro, debí suponerlo. Ya eres un viejo – burló.
– ¿Hasta cuándo vas a tenerme respeto? Te recuerdo que soy mucho mayor que tú.
– Vamos, Kakashi. Se que podrías ser mi abuelo, pero no es así – comentó con diversión – Dejemos los rodeos, ¿necesitabas mi presencia?.
– Algo así – Himawari enarcó una ceja – Quería hablarte sobre... sobre tu padre.
A Himawari no le agradó demasiado esto, pues de inmediato se tensó.
– Ya deja eso, mi padre está muerto – recalcó esto último – "Quedo envuelto en un tiroteo en un parque de Tokio, y ahí murio" – lo dijo como si lo leyera nuevamente en las noticias.
– Ha habido algo...
– Dije que dejaras eso, Kakashi – replicó – No quiero oír de un hombre que me mintió toda una vida y que con su muerte, me arrastró hasta donde estoy.
Kakashi no dijo nada más y se limitó a ver a la mujer que contemplaba el agua frente a ella, con un semblante serio y desaprovatorio.
– ¿Segura que no quieres oír más?.
– Lo dejé en claro – respondió con sequedad – Deja que mi padre se pudra bajo tierra – suspiro – Después de todo, yo fui quien terminó involucrada.
– Lo sé – espetó – Por él es que te has metido en la mafia.
Ambos guardaron silencio unos minutos.
– He escuchado que quieres llegar al primer puesto, ¿a qué se debe todo eso?.
Himawari se encogió de hombros.
– Sabes que tengo ideas muy locas – dijo divertida.
– Te deseo suerte. Se que no la necesitas, pero de igual forma.
El de pelo plateado posó su mano en el hombro de la peli-azul, la cual solo le sonrió.
Chyio67🌻
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