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𝐗𝐈𝐈. 𝐄steban 𝐊ukuriczka

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amo dejarte así ; gustavo cerati

𝐄𝐒𝐓𝐄𝐁𝐀𝐍 𝐊𝐔𝐊𝐔𝐑𝐈𝐂𝐙𝐊𝐀

«Pero mirá que linda que te ves así...»

Pedido: Valentiinaaa16

Advertencia: +18. Los personajes son mayores de edad a pesar de que hay una brecha de edad notoria. Relación alumna-maestro. Explícito. Lenguaje obsceno y denigración.
Si no te agrada este contenido puedes salir :))

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LA MAYOR tentación de el ser humano es el amor. Tal vez la manzana sagrada que se menciona en la biblia no era precisamente una manzana. 

Lo prohibido siempre llama la atención, la idea de ser el primero en corromper a Valentina era lo que hacía a Esteban estremecer. 

Ni bien se dio cuenta de lo que estaba pensando, sacudió su cabeza y volvió a la realidad.

—Perdón, me perdí, ¿Qué les estaba diciendo? —preguntó Esteban mientras se recargaba en el escritorio y volvía su mirada al pizarrón. Comenzó de nuevo su explicación intentando no distraerse con la inocente mirada de Valentina al final de la clase.

Estaba mal y lo sabía. Pero, ¿Qué tan mal podía estar si ella ya era mayor de edad? ¿Qué tan mal podía estar si ella también parecía quererlo?
Terminó la clase más rápido de lo habitual y se dirigió de inmediato al baño para tirarse un poco de agua en la cara. 

Se dirigió a su casa e intentó descansar un poco, alejando a Valentina lo más posible de su mente. Era viernes, así que podía estar tranquilo, no iba a verla en todo el fin de semana.

Fantaseaba con ella, eso era cierto, Valentina era hermosa en todos los sentidos, era inteligente, divertida, amable y eso embellecía su alma. Pero físicamente era excitante, su cuerpo era detallado por las usuales faldas que solía utilizar y que se levantaban libremente en sus muslos mostrando el más grande atributo de la chica. 

Esteban era consiente de lo mal que estaba, pues de cualquier manera Valentina era su alumna, pero el saber que estaba mal le impulsaba aún más a querer hacerlo.
Soltó un suspiro pues sabía que eso no podía pasar, y se dirigió a la cocina para prepararse la comida. 

De pronto el timbre de la casa sonó, extrañando a Esteban, pues no estaba esperando a nadie. Abrió la puerta y se encontró con su mayor tentación.

—Buenas, profesor —saludó inocentemente dándole una sonrisa amable. —He venido por la asesoría que iba a darme

Lo había olvidado por completo, Valentina la había pedido ayuda con unas tareas que él mismo había dejado y que ella "no terminaba de entender".

—Pasa, Valen —accedió haciéndose a un lado para dejarla pasar. Valentina pasó por delante de él, sus ojos se desviaron inmediatamente hacia los muslos de la chica. —¿Podés darme un minuto? Voy por mis cosas y vuelvo —dijo dándole una sonrisa amable mientras la veía sentarse en la sala de su casa. 

Valentina asintió y Esteban se dirigió a su habitación para sacar unos cuadernos, algunos libros viejos y una pizarra pequeña. La presencia de su alumna preferida lo hizo estremecer, pero se armó de valor para volver a  salir de su habitación y dirigirse a la chica. Se sentó junto a ella comenzando la asesoría.

No estaba seguro de cuánto tiempo había transcurrido, pero podía notar a cada minuto que pasaba como la mirada de Valentina sobre él era cada vez más intensa. Ya ni siquiera se molestaba en disimularlo mirando de vez en cuando la pizarra. 

No tenía objeto que él le explicara eso, era un maestro de actuación, no de matemáticas, de lenguaje, ciencias ni nada que se pudiera explicar a través de palabras. El teatro es sensación, sentimiento, no solo unos cuantos números y letras en una pizarra.

—¿Podés concentrarte? —preguntó intentando mantener su superioridad ante la mirada intensa de la chica. —Mirá la pizarra, Valen, ahí está lo que vos no entendés...

Valentina soltó un suspiro bastante audible, que Esteban no tomó de la mejor manera. La miró directamente a los ojos una vez más, podía ver que su pupila estaba bastante más dilatada de lo usual.

—Vos sos el que no lo entiende —le respondió la chica, imitando la mirada seria de su profesor. Quitó la pizarra de las piernas de Esteban, asegurándose de lanzarla lo suficientemente lejos para que no pudiera recogerla. Su siguiente movimiento dejó helado al mayor, se sentó directamente sobre sus piernas, ocasionando un escalofrío por parte de Esteban. —No sé cuantas miraditas te he dado, ni cuantas faldas más vayas a necesitar, pero vos no pareces entender que me estoy muriendo por sentirte...

Sus ojos oscurecidos que irradiaban lujuria incitaron a Esteban a cometer su acto prohibido: profanar el cuerpo inocente de Valentina.
Las manos de la chica acariciaban las mejillas enrojecidas de placer de Esteban, que solo podía mirar los labios de Valentina, totalmente desquiciado por probarlos finalmente. 

—No podemos hacerlo —murmuró Esteban cerca de ella, había estado a punto de ceder. 

—¿Por qué no? —preguntó Valentina acercándose suavemente hacia él.

—Porque estaríamos en problemas

—¿Qué tipo de problemas, exactamente?

—Problemas del tipo cárcel, Valentina, sos mucho menor que yo, tocarte sería como tocar a una niña y yo no soy ese tipo de persona —dijo Esteban, tragando saliva para evitar caer en la tentación que los húmedos labios de la chica le producían. 

—Pero si soy lo suficientemente mayor, ante la ley soy legal, no tendría que haber problemas en ese caso... Y si los hubiera, es un riesgo que estoy dispuesta a cometer —murmuró Valentina sin darle tiempo a Esteban de responder. Movió su cadera con la intención de rozar sus intimidades y aprovechó su posición de ventaja para acercar el rostro de Esteban hacia el de ella, besándolo finalmente. 

El mayor estaba paralizado. La tentación lo había consumido y ya no quería parar. Sus manos que estaban en los costados de su cuerpo subieron lentamente hasta encontrarse con la cintura de Valentina. Examinó cada centímetro de su silueta memorizando incluso los pliegues de su ropa. Las manos bajaron cuidadosamente, pasando por la cadera de la chica y se abrieron paso hacia sus muslos. 

Esos muslos que lo enloquecían todos los malditos días, y que ahora sabía que eran expuestos con toda la intención de que él un día los tocara. Pellizcó durante el tiempo suficiente para dejar sus manos marcadas en la longitud de su piel, disfrutó de dejar esas marcas durante un tiempo, pero la mayor tentación de Esteban se encontraba un poco más arriba, cubierta por la falda negra que Valentina llevaba. 

El oxígeno los obligó a separarse, Esteban la miró a los ojos una vez más.

—¿Viste que no sos tan santito, Kuku? —preguntó la chica con una sonrisa traviesa. Sus labios húmedos se habían hinchado gracias a la presión que Esteban ejercía sobre estos, y de pronto sintió que perdió la poca decencia social que le quedaba al escucharla llamarlo con ese apodo tan dulce pero que mantenía cada una de sus letras cubiertas de lujuria. 

Moría por arrancarle cada una de las prendas que la cubrían, pero de pronto se escuchó la bocina de un auto. 

—Mis papás... —murmuró la chica soltando un suspiro largo. Dejó un beso sobre los labios del mayor y se levantó. —Lo siento, no sé si podemos continuar la sesión el lunes, profesor —dijo mientras le guiñaba el ojo y se acomodaba la falda. Sus movimientos eran sensuales al igual que su voz, y lograron convencer a Esteban. 

El mayor se levantó y tiró de ella por la cintura, acercándola tanto a él que sus respiraciones se mezclaron. —Sos la alumna más traviesa que he tenido, mirá como me dejaste, sos tan maldita para irte y dejarme así... No voy a tener otra opción más que castigarte y dejarte horas extra el lunes —sentenció, antes de plantar un beso sobre sus labios, encargándose de examinar cada centímetro para poder resistir hasta el lunes. 

Su mano bajó hasta su mayor tentación y ahí se encargó de apretarlo antes de darle un azote lo suficientemente fuerte para que la chica soltara un suspiro. 

Ella no era tan inocente como lo aparentaba detrás de esa mirada.

El lunes llegó muy temprano a su sesión, tenía que admitir que estaba emocionado y el corazón le latía de sobremanera. Se concentró en su clase sin atreverse a mirar a Valentina, que al fondo del salón lo miraba con una sonrisa que delataba todas las intenciones de por fin desvanecer sus deseos más humanos con su profesor de actuación. 

Despidió a sus alumnos quince minutos antes de que la hora terminase, algo harto de las preguntas sin sentido de algunos de ellos. 

—Valentina, necesito hablar con vos sobre tu calificación del ensayo, ¿Podés quedarte? —preguntó el mayor mirando a la chica por encima de los papeles.

La chica miró a su amiga y le asintió diciéndole que todo estaba bien. Sus compañeros salieron del salón y ella se levantó de su pupitre.

—Cerrá la puerta, por favor —pidió cuando estuvieron a solas. Valentina cerró la puerta y puso el seguro, acercó una silla a la perilla la cual acomodó asegurándose de que en el proceso su falda se levantara lo suficiente para que su profesor tuviera la mejor vista.

 «Esta pendeja de inocente no tiene nada...» pensó mientras la veía aproximarse lentamente hacia él, la sonrisa que tenía en los labios le hicieron recordar las mil escenas que se había creado la noche anterior, sus pupilas dilatadas hacían que Esteban se estremeciera. Valentina se acercaba mientras doblaba su falda para mostrar un poco más de su piel que se erizaba ante la mirada lujuriosa de su profesor. 

Ni bien la tuvo lo suficientemente cerca, tomó su cintura con fuerza y la subió al escritorio.

—Sos tremenda hija de puta —murmuró cerca de sus labios sin acercarse del todo a besarla. Valentina sabía que tal vez besarlo era la mejor manera de hechizarlo para que hiciera todo lo que ella deseaba, pero cuando se acercó para hacerlo él se movió. —Pará, pará —musitó con una sonrisa divertida —Pero mirá que desesperada que estás, eh... Primero vamos a poner unas reglas...

—Por favor, dejá de ser tan correcto, maldita sea —murmuró la chica exasperada ante la actitud de su profesor.

A Esteban no le gustó su comportamiento y bajó para darle un golpe en el muslo desnudo que marcó la silueta de su mano. Un gimoteo de sorpresa salió de los labios de la chica.

—Que mal hablada que sos —reprimió frunciendo el ceño mientras acariciaba la zona rojiza donde había dejado su marca. Valentina bajó la mirada y Esteban usó su mano libre para obligarla a mirarlo, apretando sus mejillas. —Si querés que pare, decí "Rojo", pero que quede claro que aquí vos estás a mi servicio, niña, no podés hacer nada a menos que yo te lo pida... ¿Estamos claros?

Valentina asintió, aunque no podía decirlo en voz alta, le encantaba lo brusco que estaba siendo el mayor. Esteban tenía un rostro dulce y amigable, en realidad solía ser así con sus alumnos, pero esta faceta algo desastrosamente ruda le gustaba bastante. 

El mayor se acercó para besarla, todo era confuso para Valentina pues aunque Esteban demostraba ser tan dominante y tan violento, sus besos en realidad eran más apacibles. Cuidadosamente las manos de Esteban comenzaron a bajar el cierre de la falda floreada que llevaba la chica, disfrutando de la imagen mental de ella desnuda y completamente sumisa ante él. Se deshizo tan rápido como pudo de esta prenda, dándose cuenta de que no llevaba short, solo una pequeño pantie rojo a que era lo único que cubría su parte inferior.

Valentina comenzó a desabotonar la camisa de Esteban, quien al darse cuenta de lo que ella estaba haciendo se separó y tomó las manos de la chica.

—Te dije que no hicieras nada de lo que yo no te pidiera —murmuró sosteniendo las muñecas de Valentina, quien solo pasó saliva y asintió. Hizo sus manos hacia los costados de la chica y las mantuvo ahí mientras se encargaba de disfrutar su cuello, aspirando el frutal aroma que su piel desprendía al mismo tiempo que dejaba besos húmedos trazando un camino hacia su clavícula. Se detuvo en un punto específico, uno que sabía ella no iba poder ocultar y succionó como si la vida se le fuera en ello. La fuerza que ejercía era placentera para Valentina, que sabía que Esteban se encargaba de marcarla tal como si fuera de su propiedad. 

Y así era.

Valentina nunca había sentido deseo hacia nadie en sus cortos veinte años, hasta que conoció a su profesor de actuación, quien despertaba en ella las sensaciones y deseos más primitivos que el humano sufría. Así que esperó pacientemente, guardando su inocente primera vez para aquel hombre que la haría sentir verdaderamente especial. No era romántico, pero a Valentina le gustaba demasiado, y estaba disfrutando sentir los toques suaves de su profesor. 

Esteban comenzó a explorar los huecos en la piel de Valentina, asegurándose de darle atención a cada célula que se encontraba al rededor de su piel, robando suspiros por parte de la menor quien comenzaba a desesperarse un poco. Bajó por su espalda, pasando por su cintura y recorriendo sus brazos, asegurándose de que sus muslos no se sintieran deseosos de su atención, hasta que finalmente sus dedos chocaron contra un pedazo de tela rojo que le impedía el paso a los lugares más ocultos en el cuerpo de la chica. 

Comenzó a acercarse lentamente levantando un poco la tela, paseando sus largas falanges a través del monte de venus que se pronunciaba notoriamente contra la tela acercándose cuidadoso hacia al centro nervioso de la chica. Cuando la joven soltó el primer suspiro al sentir la aproximación de Esteban, rápidamente el mayor sacó su mano y la dirigió al rostro de la chica.

Volvió a besarla dejando su cuello, y comenzó a desabotonar la camisa blanca favorita de la chica para lanzarla por ahí en el salón. Su brasier de encaje rojo llamó la atención del mayor, pues usualmente Valentina combinaba sus faldas con blusas lo suficientemente grandes para cubrirla por completo, y ahora que Esteban finalmente apreciaba lo que se escondía detrás de la tela se sintió aún más agradecido con la vida. Sus manos encajaban perfectamente con los pechos de Valentina, quien sonrió al ver la expresión maravillada de su profesor. 

—Parece que mis manos fueron hechas para vos —murmuró cerca de sus labios causando una risita por parte de la joven. Esteban bajó sus besos hacia los senos de la chica, disfrutando de su volumen que era perfecto para él, ni muy grandes ni muy pequeños, perfectos.

Se deshizo también del sostén y se dedicó a succionar los erectos pezones de la chica que aclamaban por ser atendidos. Los amasó a su gusto y placer, succionando para lograr encontrar las muecas de placer en el rostro de Valentina. 

Tal vez fueron sus jadeos, su cuerpo, sus expresiones, el calor que hacía en la habitación, no lo sabía pues había tantos factores posibles, pero su pantalón comenzó a molestarle sintiéndolo apretado. 

El juego previo comenzaba a cansarlo, pero disfrutaba tanto las expresiones faciales de Valentina que sus manos continuaron el camino hacia el tronco inferior de la chica. Decidió deshacerse del único obstáculo que impedía la desnudez completa de Valentina y la guardó discretamente en el bolsillo de su pantalón.

Sus dedos comenzaron a explorar la cavidad de la chica, encontrándose con su clítoris el cuál masajeó unos segundos. Un suspiro más fuerte salió de los labios de Valentina, esta vez más parecido a un gemido. 

—Calláte, pendeja —reprimió usando su mano libre para tapar la boca de la chica —, ¿O querés que todo el mundo se entere de que sos la puta del profesor? 

Valentina negó inmediatamente y se mordió los labios para evitar que los sonidos salieran de su boca. Se abrazó de los hombros de Esteban, quien movía sus dedos en busca del placer de la chica, finalmente entre la humedad provocada pudo encontrar el punto exacto, y un largo suspiro salió de los labios de Valentina retumbando justo en los oídos de Esteban, quien comenzó a mover las falanges aún dentro de ella, metiendo y sacando estas simulando las embestidas.

Sonrió ante el estado de sumisión en que la tenía. —Pero mirá como estás solo con dos dedos, no puedo imaginar como vas a estar cuando te lo meta todo —murmuró en su oído antes de comenzar a mordisquear el hombro de la chica.

—Entonces hazlo ya, no sé cuanto pueda aguantar —suspiró la chica entrecortadamente sintiendo como sus paredes se apretaban contra los dedos de Esteban, quien solo sonrió aún más por los suspiros incontrolados de Valentina. 

Su mano libre dejó la cintura de la chica y bajó hasta su propia longitud, que acarició suavemente por encima de las telas. Él también necesitaba algo de placer. Pero no se rindió hasta que los gemidos de Valentina se volvieron más entrecortados y de pronto sintió un líquido recorrer su mano. La había hecho terminar, pero no era el orgasmo que él tenía pensado.

Permitió entonces que Valentina desabotonara la camisa que él llevaba mientras dirigía sus dedos mojados hacia la boca de la chica para que se probase a sí misma. La bajó del escritorio y la puso de rodillas, ella obedecía sin rechistar sabiendo exactamente lo que el mayor quería que hiciera.

Desabotonó el pantalón de su profesor liberando su duro miembro. Y por un segundo se arrepintió, tal vez había sido demasiado avariciosa en su primera vez. Era grande y un par de venas lo adornaban, dudaba que eso pudiera entrarle.

Lo metió en su boca comenzando también a masturbarlo con la mano, un largo suspiro de Esteban se hizo presente, la humedad y calidez de su boca le producían al mayor un placer indescriptible, pero aunque Valentina lo hacía lento para hacerlo disfrutar, él buscaba más. Tomó su cabello en una coleta y le obligó a acelerar sus movimientos, haciendo con ella lo que se le antojaba. Intentó ayudarla para que entrara por completo, pero solo le causó unas cuantas arcadas. 

Disfrutó de la estrechez de su boca tanto como pudo, ella se encargaba de usar sus manos desde el inicio hasta la base de su longitud para brindarle todo el placer posible que se reflejaba en los suspiros descontrolados de Esteban. Valentina devoraba como podía ante la rapidez que exigía su profesor, quien en uno de sus tantos movimientos levantó su pene y la obligó a tomar sus testículos. Ella lo disfrutaba como si fuera una paleta de las que solía comer en clase con el objetivo de provocarlo. 

A penas podía respirar mientras se encargaba de masturbar el miembro erecto de Esteban cuando él dijo: —Seguí que voy a correrme, carajo...

Cuando se sintió lo suficientemente cerca, Esteban se separó de ella comenzando a masturbarse él mismo. 

—¿Dónde lo querés, preciosa? —preguntó acelerando sus movimientos. 

Ella no lo pensó un segundo, recordando la parte de su cuerpo que había sido elegida como la favorita, con sus manos apretó la zona.

—En las tetas —pidió mirándolo desde su posición abajo. 

—Maleducada que sos, ¿Cómo se piden las cosas? —preguntó el mayor, usando su mano libre para apretar las mejillas de la chica.

—En las tetas, por favor —pidió Valentina una vez más, corrigiendo su error y mirando al mayor con mayor súplica. 

Finalmente después de unos segundos más concentrándose en el pecho de la chica, Esteban derramó su cálido líquido sobre la zona indicada. 

—Pero mirá que linda que te ves así... —murmuró apreciando la posición tan sumisa y tan entregada a él que Valentina le regalaba. Unos segundos más tarde la levantó para ponerla sobre el escritorio.

Separó sus piernas y las puso sobre sus hombros solo para admirar que la parte más íntima de la chica estaba húmeda. Bajó para comenzar a besar sus muslos, una de las tantas partes de ella que lo incitaban a cometer dicho pecado, poco a poco se acercó para lamer a su gusto su feminidad, disfrutando del sabor y de las obscenas palabras que salían de la boca de Valentina sin su permiso. Besó su palpitante clítoris arrancándole un gemido a la chica, y su lengua simuló embestidas dentro de ella una vez más mientras él mismo se daba placer. 

Valentina tiraba su cabeza hacia atrás y suspiraba el nombre de su profesor, sosteniendo los desordenados cabellos de este para evitar que se separara.
—La puta madre, Esteban, ¡Ya cógeme, carajo! —gruñó una vez que volvió a sentirse cerca. 

—Como vos deseés —murmuró el mayor levantándose para alinearse con la entrada de la menor.

Ella se incorporó, sudorosa y excitada, dándole una de las mejores vistas a Esteban. De su pecho aún chorreaba el líquido del mayor y su rostro le pedía a gritos que hiciera con ella algo.

—Che, antes de que lo hagas —murmuró la chica, dejando caer su fachada salvaje y excitante. —No lo he hecho jamás, sos el primero y no sé cuanto vaya a doler...

La chica parecía estar apenada, y eso hizo que el Esteban brusco que había sido en un inicio decayera un poco. —¿Por qué no me lo dijiste antes, amor? Esto debió ser más lindo para vos... —murmuró el mayor sosteniéndola en sus brazos cuidadosamente. 

—Ha sido lindo para mí, Kuku, no tenés idea de cuanto lo he disfrutado, tengo un poquito de miedo tal vez, pero en cuanto me acostumbre podés ser tan rudo como eras, me ha encantado —aseguró dándole al mayor un beso en la mejilla.

Esteban la besó dulcemente antes de abrazarla mientras ella aún estaba en el escritorio, dándole aún la ventaja. Asintió ante la petición de la chica y se alineó con ella, abrazándola cariñosamente por la cintura mientras ella lo hacía por los hombros, aferrándose a lo único real que tenía en ese momento: Esteban.

—Si querés que pare, decímelo, decí la palabra —murmuró el mayor, dejándole un par de besos en el cuello como símbolo de cariño. 

Porque tal vez lo que estaban haciendo no era solo deseo sexual, tal vez era amor, el amor que mencionaba al inicio. Esteban había caído irremediablemente enamorado de aquella chica que lo miraba desde el fondo del salón, que era inteligente y divertida, jamás dejaba de reír. Eso lo convirtió más que solo sexo. 

Él comenzó a entrar lentamente en ella intentando distraerla del dolor, Valentina enterraba sus uñas en la espalda del mayor mientras él continuaba. No dolía tanto, estaba tan excitada que el dolor pasó a un tercer plano y pronto se vio acostumbrada al tamaño.

—Por favor, que apretada que estás... Dios —suspiró Esteban disfrutando de la estrechez de la chica.

Esteban le dio el soporte que necesitaba mientras se movía dentro de ella para acostumbrarla a las embestidas. Parecía como si un halo de luz los cubriera, era un acto tan humano y tan carnal, pero que simbolizaba para ellos el primer acercamiento más allá de lo académico. Y era mágico. 

Valentina le indicó que estaba lista y Esteban aceleró sus movimientos, poco a poco arrancó suspiros y gemidos descontrolados que disfrutó oír. Salió de ella para cambiar la posición, separó sus piernas una vez más, poniendo una sobre su hombro y la otra en el piso, dejándola apoyada sobre la mesa mientras él entraba, cargó con ella y comenzó sus movimientos desenfrenados. 

Fue por todas partes, contra el pizarrón, en el pupitre, en la silla del profesor, ella le entregó todo de sí al mayor que lo recibía gustoso y le otorgaba placer traducido en gemidos, eran desordenados pero no les importaba en lo absoluto.

Mientras ella estaba contra el pizarrón, sus paredes comenzaron a apretarse contra el miembro erecto de Esteban, quien comenzó a sentirse cerca también. Azotó su trasero un par de veces antes de dirigirla al escritorio, donde la recostó y volvió a entrar bruscamente subiendo las piernas de la chica a sus hombros. 

—Sos tan linda... Y también tan mía —gruñó Esteban pasando sus manos hacia la cadera de la chica apretando cada milímetro de carne que se encontraba. —Decilo, decí que sos mía —dijo mientras se acercaba a su rostro y se encargaba de besar el cuello de Valentina, bajando en un camino de besos húmedos hacia sus pechos.

—Soy tuya, Esteban, soy tuya —gimoteó la chica buscando mayor velocidad. —Pero dame más duro, carajo, rompéme en dos, no tengas piedad por favor —suplicó mirándolo a los ojos.

Esteban sonrió y se incorporó para tomar las caderas de la chica y acelerar sus movimientos, alentado por las palabras indecentes que profanaban la inocente boca de la chica. Aunque, él la había corrompido primero.
Sus testículos chocaban ferozmente contra la piel del trasero de Valentina que gemía como loca, ya sin importarle si alguien la escuchaba. Que el mundo se enterara que le pertenecía a Esteban de todas las maneras posibles. 

De pronto un gran chorro salió de ella, mojando a Esteban, quien con una sonrisa y motivado por el grito de la chica, se sintió aún más cerca. Salió de ella para terminar sobre su abdomen. Ese era el orgasmo que buscaba.

Sus respiraciones agitadas les impedían decir nada, él la ayudó a sentarse y la abrazó cariñosamente mientras se recuperaban. Disfrutó de la vista que ella le regalaba. Amaba eso, amaba verla así, amaba estar tan íntimamente con ella aunque sabía que no era del todo correcto. 

Pero qué importaba, ahí estaban.

Esteban se apresuró a buscar los pañuelos en su escritorio y limpió cada gota del desastre que habían hecho que aún reposaba en el cuerpo de Valentina. Amorosamente terminó de cuidarla y le ayudó a vestirse, olvidando que sus bragas aún se escondían en el pantalón del mayor. 

No le tomó mayor importancia cuando Esteban la sostuvo de nuevo entre sus brazos y comenzó a darle mimos en el cabello, ella estaba sentada sobre las piernas del mayor en la silla designada al docente, donde unos minutos antes había estado gritado su nombre y profanado la inocencia con la que había sido colocada. 

Unos meses más tarde, los encuentros dejaron de ser a escondidas. Ella ya no era su alumna, era su novia. La edad dejó de importarles cuando se dieron cuenta de que Valentina era un alma vieja que era sensible a la lectura, el cine, el teatro y se sentía abrumada con el ruido fuerte de las fiestas, además de sentirse insegura en un ambiente tan alocado como el de un boliche. 

Así que ambos comenzaron a disfrutar de las cosas que tenían en común, demostrando que aquello sucedido no era solo sexo. Eran dos almas que se encontraban para disfrutar de la compañía del otro eternamente.
Amaban estar así.

Holaaaa :)
Bueno, bien desaparecida andaba JAJAJAJAJA

AMÉ este shot, intenté hacerlo más como... Masoquista (?? Pero no pude, Kuku no es así JAJAJAJA

En fin, ¿qué les pareció a ustedes?
Este es un pedido de Valentiinaaa16, espero te haya gustado linda ;)

Btw, ¿Recuerdan la historia de Juani y Andy que prometí? Estén pendientes a mi insta (@fatyleydi07) esta semana porque les estaré anunciando la fecha de publicación, aún está en edición pero es bastante pronta, créanme ;)

En fin, espero que les haya gustado nos vemos el martes con... Una sorpresita qué les tengo ;)

FÁTIMA FUERA 🤍✨

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