03.
Por el día del amor y la amistad. Tarde, pero seguro.
Meliodas pudo ver a King y a Helbram a lo lejos, tal vez ellos había visto a Ban y a Gowther, así que se acercó a ellos a paso rápido.
Ambos amigos le vieron aproximarse.
― ¡Oigan, chicos! ¿Han visto a Gowther o a Ban?
― Ah, sí. Los acabamos de ver hace unos minutos, mira, están por allá.
King señaló hacia una ventana que daba al patio, donde se veía a Gowther corriendo sólo como él sabía hacerlo, y detrás tenía a Ban pisándole los talones, gritándole maldiciones.
Y pensar que había disfrutado besar esa boca tan grosera.
― Pues bueno.
Metió ambas manos a sus bolsillos y empezó a caminar hacia la salida que daba al patio, creía que ya había sido suficiente castigo para el tonto de Gowther, así que le tocaba interceder antes de que su amor secreto diera a parar a la cárcel.
Al llegar hasta ellos, vio a Ban saltar sobre la cámara con furia, destrozándola en varios pedazos, mientras Gowther lo miraba con curiosidad. Era muy inocente como para percibir que después de acabar con la cámara, Ban intentaría aplastarle la cabeza de la misma manera.
― Gowther, Merlin te necesita en la biblioteca para buscar los libros que usaremos cuando vayamos a estudiar todos juntos.
Le dijo Meliodas, captando la atención de Gowther. Éste asintió y comenzó a caminar en dirección a la biblioteca para buscar a su compañera.
Meliodas dirigió su atención hacia Ban, quién ya había dejado de saltar sobre la cámara, sintió los ojos de Ban sobre él. Se miraron un buen rato, hasta que Meliodas se decidió por comenzar a hablar, no iba a hacerse viejo esperando a que Ban reaccionara.
― Ban… hablemos del beso.
Comenzó a hablar, pero Ban le dio la espalda y comenzó a alejarse.
― Tranquilo, Capitán, nadie lo sabrá, así que hay que olvidarlo.
Se despidió con un gesto de mano. Meliodas rechinó los dientes, ¿era en serio? ¿Se iría así nada más?
Ban era aún más idiota de lo que había creído, al parecer.
Y unos días más tarde se dio cuenta de que ese había sido el pensamiento que más se encontraba presente en su cabeza, porque Ban no había dejado de evitar estar a solas con él, hasta parecía que se escondía.
Llegaba más tarde que de costumbre, desaparecía por horas con Diane o Elaine, apenas le dirigía la mirada, ni siquiera le saludaba, y cuando estaban en el dormitorio, siempre salía o se metía al baño.
Quebró el lápiz que estaba sosteniendo con tanta furia a mitad de la clase, viendo la espaldota del imbécil que lo había enamorado. Elizabeth, quién siempre se sentaba a su lado, le ofreció otro lápiz.
Al parecer las cosas entre Ban y Meliodas no se solucionarían de una manera fácil, y se veía que ambos ya estaban hartos de la absurda situación, tal vez ella no podía hacer mucho, pero no perdía nada con intentar.
En cuánto la clase terminó, Elizabeth se apresuró a alcanzar a Ban, a quién poco le había faltado para arrojarse hacia la puerta para salir. Tocó el hombro del chico y éste volteó a verla, para después sonreír.
― Ah, Elizabeth, ¿qué sucede?
Preguntó con algo de curiosidad, la chica extraña vez buscaba hablarle a solas.
― Quería preguntarle si nada ha mejorado con Meliodas desde el beso.
Ban abrió grande los ojos. ¿Acaso Meliodas le había dicho a su novia que se habían besado? ¿Y qué clase de pregunta le estaba haciendo?
¿Acaso no le molestaba un poco? ¿O Meliodas lo planteó de un modo extraño en el que él resultaba la víctima o algo así?
― Eh... pues...
Se rascó la nuca con nerviosismo. Consideraba que correr lejos de la chica era una muy buena opción, pero... ¿por cuánto tiempo podría evitarla? Lo mejor era enfrentar las cosas, iniciando por preguntar que le había dicho Melio...
― ¿Meliodas no le dijo que terminamos?
Volvió a escuchar a la chica, interrumpiendo sus pensamientos y logrando calmarlo un poco, para después negar con la cabeza.
― Oh... entiendo, bueno, es que Meliodas está algo enojado porque lo ha estado evitando, yo no soy nadie para meterme en sus asuntos, pero si me permite ofrecerle un consejo... creo que sería bueno que hablaran de eso.
¿Acaso Elizabeth estaba intentando ayudarlos a que quedaran juntos o algo por el estilo? ¿Pero qué mundo es este?
"La tierra. Sitúate" escuchó la voz regañona de King en su cabeza y suspiró.
― ¿A ti no te molesta esto? Era tu novio...
Dijo Ban, callándose. Elizabeth lo miró algo sorprendida, pero después sonrió dulcemente.
― Yo sólo quiero que Meliodas sea feliz, aunque no sea conmigo, y yo sé que usted lo cuidará muy bien... ¿Lo harás, Ban? ¿Lo cuidarás por mí?
Ban se sintió conmovido, aunque jamás iba a admitirlo, así que sonrió con alivio y asintió.
Comenzó a caminar hacia el dormitorio, donde esperaría a Meliodas para hablar por fin de todo.
Estaba algo nervioso, pero al mismo tiempo emocionado, porque al fin iba a declarársele al rubio, su adorado rubio. Esas emociones, ya no serían su tormento, nunca más.
Tomó aire varias veces, intentando tranquilizarse un poco, estaba ansioso, hasta tenía miedo de que esto fuera un sueño y despertar en su cama.
Si era un sueño y llegaba a despertar, definitivamente se lanzaría de cabeza por la ventana del dormitorio.
Llegó a la puerta y sacó la llave, pero cuando se dio cuenta, la puerta se abrió y una mano lo jaló hacia adentro, para después estamparlo contra la pared con fuerza y cerrando de un portazo que alertó a algunos de los estudiantes que pasaban por ese pasillo.
Ban bajó la mirada y lo primero que vio fueron los ojos llenos de ira de Meliodas, atravesando sus pupilas, tenía la mandíbula tensa, el rostro muy serio, andaba con una camisa sin mangas, mostrando sus músculos... joder, qué bueno estaba.
Más que miedo, llegaba a excitarlo esa imagen. Una que otra vez soñó con el rubio, y no precisamente cosas puras.
Una de esas veces, soñó con una imagen parecida a la que tenía en ese momento, sólo que las circunstancias eran un poco diferentes, porque ahora Meliodas estaba preparando su puño, para después golpearlo en el estómago con fuerza, arrancándole un jadeo.
― No vas a burlarte de mí, zorro avaricioso.
Ante eso, Ban sólo pudo alzar una ceja y responder...
― ¿De qué estás hablando, Capitán?
Sí, Ban no era de lo más intuitivo, y Meliodas lo haría pagar por eso.
― ¿Tú crees que es divertido besarme de esa manera y luego decirme que debemos olvidarlo?
Ban se sintió un tonto por no imaginarlo. Así que al rubio le molestaba que tomara el beso como si no hubiera tenido importancia.
Saber eso, aumentó su deseo de poseerlo, su cuerpo, su corazón, su piel, su alma.
Lamento haber tardado tanto en actualizar, acabo de entrar hace un mes a la uni, pero les prometo que haré lo posible por escribir la cuarta parte.
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