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Capítulo 24• Recordar viejos tiempos.

Aquella mañana despertó tras el fuerte y ensodecedor sonido de cristales rompiéndose contra el suelo, inevitablemente todo lo que pudo hacer fue saltar del susto en la cama y abrir los ojos de par en par, el desconcierto arraigado a ellos. Bostezó, y tras una rápida visita al baño se peinó los cabellos desordenados con las yemas de sus dedos, sintiendo su propio corazón retumbar ruidosamente dentro de su pecho conforme se acercaba mas a la sala de estar.

Contrario a lo que debió sentir, él no podía estar mas curioso por comprobar su teoría, y es que ese tremendo escándalo no podía ser resultado de nadie más, excepto claro, de la loca de esa mujer.

Ojalá y se vaya de una puta vez, pensó con ilusión.

Frente a él, mas precisamente a un metro, se hayaba una Lu En Jie con la cara toda roja de furia y clara indicación. Parpadeó aturdido sin comprender todavía que sucedia, y cual era la razón de su enloquecida exasperación, no le costó demasiado dar con la respuesta. A los pies de Lu En Jie se encontraba tendida en el suelo una mujer rubia y de aterrados ojos azules quien, a juzgar por su apariencia, eludió que su origen extranjero. Raro, ya que, según tenía entendido, los gustos amorosos de Xiao Zhan se reducían a mujeres y hombres de China.

Nunca lo comprendió, ya que incluso él alguna vez se enredó con un francés siete años mayor a él, y pese a arrepentirse por caer en sus brazos de una forma patética y humillante tras entrar en depresión cuando Xiao Zhan no le buscó más en el pasado, se llevó una dura y cruda experiencia; los hombres y mujeres jugadores y malditos los hay en todo el mundo.

—¿Qué diablos sucede aquí? —exigió saber elevando su voz y saliendo de su escondite, sin embargo, nadie pareció interesarse en decirle nada.

Su nariz fruncida, sus manos en jarra y sus ojos entrecerrados cayeron sobre el rostro lloroso y suplicante de la mujer rubia que le devolvía la mirada a duras penas desde el suelo, añorando que la auxiliara y la sacase de las garras de Lu En Jie. A este punto, Yibo comprendió que sí, sus pensamientos tenían verdad, la mujer era una loca posesiva de peor, es más, la situación se iba aclarando conforme observaba en silencio.

—¡Maldita zorra, ofrecida! ¡Rubia teñida, plástica de mierda, pagarás caro el haber posado tus sucios ojos en mi hombre! —bramó En Jie ejerciendo mucha mayor presión en los cabellos dorados de la mujer escandalizada que no paraba de llorar y suplicarle a Xiao Zhan quien se había dedicado a ser un mero espectador que quitase a su mujer de encima.

Evidentemente, Xiao Zhan no se inmutó, y para desconcierto de Yibo, éste solo se rió como si de alguna forma su ego incrementara al ver a dos mujeres pelear como tontas adolescentes por él.

—Borra a la de ya esa estúpida sonrisa de tu cara, Xiao Zhan, y separa a tus mujeres ahora mismo o aquí van a matarse bajo tu nariz —los ojos fúricos de Yibo traspasaron a Xiao Zhan con la mirada, instándolo a hacer lo que le dijo si no quiere tener serios problemas consigo.

—¿Qué de malo hay que mire un poco? Es divertido, así que ven acá y observa conmigo el espéculo —él muy cínico se atrevió a palmear el lugar vacío en el sillón de dos plazas donde se encontraba.

—Ni de broma, Xiao Zhan, no soy tu esposa ni tu perro para hacer lo que tú quieras, así qué... —Yibo le enseñó el dedo medio y se dio la vuelta, escuchando tras de él la hermosa y dulce sonrisa de Xiao Zhan por sobre el griterío de las mujeres, su risa puso a temblar sus articulaciones y tornó su espalda rígida como una pared.

—¡Āiyā, Yibo! Ere un caso perdido —extendió los brazos en el borde del sillón y negó con la cabeza, sin borrar esa sonrisa ladina de su maldito y guapo rostro.

—Mhm, puede que lo sea, pero... —en contra de su voluntad fue hasta él y le susurró al oído—, lastimosamente, no soy tu caso perdido.

Los ojos de Xiao Zhan brillaron divertidos, cómplices.

—En eso tienes razón, mi querido Bo-di —dijo y ante la expresión incrédula y ofuscada del otro, se carcajeó.

—Imbécil hijo de perra, tienes el ego muy alto.

—Ya me conoces —le guiñó un ojo y Yibo no pudo soportar seguir escuchando sus tonterías.

—Sí, lamentablemente hago.  

No obstante, cuando Yibo quizo dar media vuelta y dejar a Xiao Zhan solo con su problema se topó con la agresiva escena de En Jie rasgando la ropa de la rubia, llegando incluso a tales extremos como romperle el sostén y la falda corta que vestía. Desvió la mirada, pero supó que si él no ponía orden nadie lo haría por él.

Respiró hondo y gritó harto, completamente habiendo llegado al límite de lo extremo—: ¡Cierra la maldita boca, Lu En Jie, me tienes hasta la coronilla con tu actitud de mierda! Y tú, si tú, desconocida, si estás en ese sitio es porque tú te lo buscaste, y no me mires así porque quien es inocente no anda saliendo medio desnudo de la habitación de un hombre tomado, según lo que pude alcanzar a ír ¡Ten un poquito de dignidad por favor, levantate y deja de lloriquar como una niña que Xiao Zhan no va a hacer nada por ti, como tú misma lo estás comprobando!

Pero nadie escuchó y En Jie continuó tironenando de los cabellos a la chica que intentó usar sus largas uñas para arañarle la cara, pero la hábil En Jie la esquivó fácilmente, y como consecuencia ante tal agresión de gata que por poco le daña el rostro para siempre comenzó a propinarle duras y certeras cachetadas, ocasionando gritos y chillidos de la otra por que al paracer, ésta no estaba dispuesta a dejarle ir así de fácil. Al menos, no cuando la encontró quitándose la ropa como una vil prostituta mientras frotaba su sexo cubierto solo por su diminuta y delgada falda al igual que sus grandes pechos desnudos contra el cuerpo inmóvil y desconcertado de Xiao Zhan.

Y es que no comprende como pudo pasar esto.

En Jie se levantó de la cama temprano y tuvo que irse a casa al recibir una llamada de su hermano mayor, y aunque su relación era abierta, sin ataduras de nada, la mujer se tomaba las cosas con mas seriedad de lo que podría soportar. Xiao Zhan planeó mandarla por un tubo a su regreso pero, nadie le alertó que la misma tipa insistente que lo estuvo asechando por alrededor de quince días se metiera a su casa forzando la cerradura y se le lanzara encima como una leona en celo.

—¡Sueltame! Eres una estúpida, si él no me apartó es por algo, mis envidiables atributos lo paralizaron y si no me folló fue por culpa tuya —soltó la mujer para conmoción de todos. Que hablase un perfecto chino solo acrecentó la furia de En Jie porque la entendió muy bien.

Yibo se mordió los labios, obligándose a callar la carcajada que estaba por salir de su boca, la cubrió a duras penas con ambas manos, sonidos ahogados llegaron a los oídos de ambas féminas, quienes se giraron y le miraron con fiereza. Él iba a ayudar a calmar ese alboroto pero nadie cooperó en lo mínimo, así que no es su culpa.

—¿Qué demonios haces tú aquí? Maldito mojigato, ven y atrevete a sentir el peso de mi mano por estar disfrutando mi desgracia. —En un movimiento tan veloz que lo tomó con la guardia baja, En Jie le ancajó lis dedos en el cabello y lo jaló fuerte y brusco.

Chilló de dolor, sus puños se sacudieron pero, entonces, recordó que a las mujeres no se les levantaba la mano aunque lo pidieran a gritos algunas.

—Suelta, Lu En Jie. No quiero ser un maldito bastardo y convertirte en la primera mujer a la que le levanto la mano, no lo vales —escupió con frialdad, sus labios presionados en una línea trémula y sus ojos ardiendo de impotencia.

—¡Cállate maldito! Solo eres un estorbo en esta casa, tu inmunda presencia me tiene histérica, ¡ZhanZhan ni siquiera me ha echo suya por culpa tuya! —le echó en cara, importándole un comino la mirada de advertencia que le daba éste.

Yibo se rió.

—¿Qué él no te lo ha echo? Sabes, no te creo, mas bien, pienso que eres algún extraño tipo de ninfómana. No he podido dormir como la gente normal por tus aullidos de perra en la madrugada, además, actúas como una fácil y se vuelve imposible de creer que mi querido suegrito no te la haya metido si te la vives abriendo las piernas a cada segundo.

Cuando estaba por ensartarle una cachetada su delicada mano fue tomada con brusquedad, En Jie gimió de dolor ante la presion, y aunque Yibo no estaba siendo rudo, ella solo parecía exagerar.

—Atrevete siquiera a pegarme y verás de lo que soy capaz —insentivó en un tono mordaz que sacó una carcajada en la mujer.

—¿Así? ¿Y crees qué voy a dejarme? Una rarito y cobarde como tú no es capaz de hacerme siquiera un rasgu...¡¡Aaay!!

Yibo no pudo soportar más y pidiéndole silenciosamente perdón a sus padres por la leve agresión hacia una “dama”, cogió la muñeca de En Jie y comenzó a arrastrarla a la salida. De la medio desnuda rubia no se hayaba ni el polvo.

—¡Ya es suficiente! No puedo soportarte más, tu insoportable histeria y sinverguenzada me asquió a tal punto que te quiero fuera de aquí. Vete y si me haces un favor, ¡no regreses! —la arrojó fuera y le cerró la puerta en la cara.

—¡Ábreme mojigato! Te da envidia que ZhanZhan me folle, ¿es eso? ¡Oh, por supuesto que se trata de eso! Estás que te mueres por él, si ya me di cuenta. Tan solo abreme y ten la decencia de devolverme mis cosas ¡ratero!

Sin un ápice de caballerosidad abrió la puerta y le lanzó su maleta... Una maleta ya echa y que el mismo Xiao Zhan le pasó con una sonrisa triunfal.

—¿¡Era tan complicado de hacer!? —inquirió sin intenciones de quedarse y oír la respuesta. No obstante, cuando estaba por irse a su habitacion fue jalado y empotrado con fuerza contra la puerta. Jadeó innegablemente sorprendido por tal accion— ¿¡Pero que demonios tratas de hacer!?

Le fue inevitable ruborizarse un poco, solo un poco.

—¿Celoso? —se burló Xiao Zhan esbozando esa sonrisa de jugador que siempre le puso. Elevó una pierna y la enroscó alrededor de su cintura, atrayéndolo hacia él y sintiendo de inmediato su despierta erección cosquillar en su vientre. Se tragó un gemido y le incrustó las uñas en el trasero, haciéndolo gruñir—. Con qué te gusta lo rudo, ¿eh?

Xiao Zhan inclinó su cabeza y delineó con su lengua lo largo del blanco cuello de cisne de Yibo, éste se sacudió debido a las corrientes eléctricas que sentía, así que lo sostuvo con mayor fuerza contra la puerta y abrió sus piernas con su rodilla. Yibo gimió largo y agudo, su voz gruesa volviéndose suave.

—Tú sabes como me gusta, Xiao Zhan —ladeó la cabeza y con la mandíbula apretada dejó que éste le devorara el cuello y le ahuecara el trasero— ¡Oh, mierda, Xiao Zhan!

—Zhan-Ge. Solo Zhan-Ge —indicó Xiao Zhan provocándole un reguero de chupetones en el cuello y parte del mentón.

—Ah, de... De acuerdo, Zhan-Ge —accedió aferrándose a su espalda y recibiendo a la vez una embestida por sobre la ropa—. Aah... ¡Sí, joder sí! —gritó dejándose llevar por el deseo y las ganas—. Tomame de nuevo y como solo tú sabes hacerlo.

—Si eso quieres.... —Yibo asintió frenéticamente—. Eso tendrás.

Xiao Zhan le arrancó la ropa a una velocidad realmente abrumante y que significó un difuso borrón para el desorientado Yibo que daba paso a sus mas bajas pasiones, cayendo de nuevo en un círculo vicioso del que sabía, no existía retorno.

—Date prisa, por favor. Quiero sentirte hasta lo mas profundo de mis entrañas y que inclusive me tome años olvidarte —rogó con lágrimas en los ojos, frotando su redondo trasero contra la dura longitud ajena una vez Xiao Zhan le puso de cara a la puerta.

Todo se redujo a una especie de flashes. Y allí estaban, viejos amantes follando como verdaderos animales, inmersos en sus propias necesidades y en la bruma del sexo que no les importó hacer pedazos la delgada del remordimiento con tal de volver a unir sus cuerpos como solo ellos amaban.

—Joder, Bo-di. Me aprietas tan rico que si muero aquí mismo moriré feliz —ronroneó Xiao Zhan en su oído izquierdo, atrapando su lóbulo con la punta de su lengua y, seguidamente, atrapándolo en su boca. Una de sus manos mantenía a su amante presionado contra la puerta, plasmando a su vez la huella de sus dedos, mientras la otra envolvía un puñado de cabello rubio cenizo y lo jalaba con violencia hacia él.

Los embates eran desordenados, bestiales y agotadores.

—¡Oh por Dios, Zhan-Ge! Ahí, si, si, justo ahí por favor. No... ¡ah!, no te detengas. Haz de mi un desastre —sus ojos rodaron al interior de su cabeza cuando Xiao Zhan tocó su próstata y se empesinó a apuñalarlo por detrás, haciendo que su cuerpo entero vibrara y se estremeciera de tanto placer.

—¿Con tan poco te conformas?

—¡No! Necesito más de esto —sus palmas se plantaron sobre la madera, buscando soporte para no caerse de bruces. Empujó su trasero hacía atrás y la polla de Xiao Zhan se empaló todavía más dentro suyo— ¡Ah! Eso es... damela toda, necesito sentirte en todas partes o me volveré loco.

—No te volveré loco, Bi-di. Ambos ya estamos locos  —alcanzó su boca y los sumergió en un beso profundo, húmedo y muy apasionado.

XiaobZhan no tuvo un gramo de misericordia con él y le jodió duro y bestial, encargándose de llenarlo una y otra vez hasta que el cansancio los inundara. Pero como no lo hacía, lo hicieron de mil maneras y Yibo en ningún momento emitió queja, solo hasta que ambos se quedaron secos, agotados y saciados se derrumbaron uno sobre el otro. De alguna forma fueron a parar a la habitación y hasta ahora caen en cuenta.

La noche había caído y la luz de la luna se filtraba por la habitación de Yibo que se rió como un niño pequeño en el pecho del mayor, un niño que finalmente consiguió lo que anhelaba, y Xiao Zhan le devolvió la sonrisa al instante. Se fundieron en un nuevo beso que los hizo rodar desnudos en la cama, el calor se encendió en un parpadear pero la conocida voz afuera los alarmó y los hizo separarse de golpe con los ojos bien abiertos.

—¡Xiao Zhan, he vuelto! ¿Dónde rayos se metió Yibo? ¿¡Es qué acaso no piensa venir a recibir a su esposo como se debe!?

Besos.

Y recuerden «No a la lectura fantasma».

2/2

🌙Yessie.

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