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Capítulo 11• Remordimientos y una peligrosa confusión.


Los finos, suaves y curvados labios de Xiao Zhan degustaban los suyos con desbordante cariño y delicadeza, aunado a ello, pizcas de lo que parecía ser dulzura y amor se impregnaban rápidamente en su boca. Eludió aquel pensamiento erróneo y precipitado como una ilusión truncada... ilusión que siempre albergó con incontables esperanzas en el pasado y pareció que nunca fue suficiente.

Xiao Zhan siempre fue atento, caballeroso, amable y generoso, sin embargo. Cada que se salía de la línea permitida adoptaba un semblante distante y poco animado, fueron verdaderamente escasas las ocasiones en las que le gritó e hirió con sus palabras. Mismas palabras que le devolvieron a la cruda realidad de la que no debió salir y volar hasta las nubes.

¿Amor? ¿Realmente Xiao Zhan pudo llegar a amarlo de esa forma, tal vez un poco? No lo sabía a ciencia cierta, es mas, jamás puede que conozca esa valiosa información.

Xiao Zhan no es alguien que se exprese abiertamente en cuanto a sentimientos del corazón se refiere. 

Pero él podía sentir esa crispa cálida y protectora mediante sus besos. Le estaba transmitiendo ese tipo de amor, pero él todavía podía ser demasiado crédulo y Xiao Zhan lo suficiente listo como para manipularle y hacerle doblar las rodillas.

Y lo estaba logrando.

El agarre en su cintura comenzó a debilitarse de a poco, y unas fuertes manos comenzaron a empujarle con suavidad pero firmeza por los hombros, intentando separarle y romper la delicia de ese beso que sabía a añoranza y, a la vez, a una esperanza desconcertante. Yibo se sintió muy confundido ante el accionar del mayor, pero se negó a complacerle. Lo único que quería en esos momentos era besar esos sensuales, húmedos y muy expertos labios. Una y otra, y otra vez.

Detenerse no estaba en su mente abarrotada de espesa nubosidad.

Tenía la intensión de separar los labios y capturar su labio inferior, chuparlo e impregnarlo de saliva, como también, de sacar a la superficie su traviesa lengua y rodear el contorno de ese atractivo lunar bajo la boca de Xiao Zhan que le tentaba siempre. No obstente, sus morbosas fantasías fueron hecha añicos tras se apartado de golpe por las manos de Xiao Zhan.

Con la respiración desestabilizada y los labios hinchados de tanto besarlo le miró directo a los ojos, encontrándole en igual condición ¿Desde cuando aquel inocente beso se había tornado apasionado? No poseía respuestas, pero su cuerpo quemando y su piel cosquillando le dictaron lo obvio.

Estaba exitado. Muy.

—Zhan-Ge  —habló una vez normalizado su respiración y los latidos de su propio corazón entusiasmado con ese beso incorrecto.

El frío silencio que Xiao Zhan impuso en el ambiente debido a su falta de motivación para hablar o decir algo pusieron sobre ellos una responsabilidad que pesó demasiado.

—Lo siento. —Logró formular Xiao Zhan una vez despaviló y cayó en cuenta de las consecuencias inéditas de sus actos. O más bien, de un arranque de deseo que le quemó las venas y nubló su juicio.

Evidentemente, la culpa le embargó de pies a cabeza.

Rompió la promesa que le hizo a Fan Xing, su hijo. Un hijo que estaba ausente en plena luna de miel, y lo peor, él se aprovechó de la situación cuando no deseaba hacerlo, pese a que sus intensiones no eran nada buenas. Pero hasta allí.

Yibo le observó anonado con aquella disculpa imprevista, y que pesaba tanto que un pinchazo en el pecho le hizo morderse los labios y tragarse el jadeo de dolor.

Temor, asombro y un leve —muy leve— rendimiento le decoró el semblante ¿Es qué acaso Xiao Zhan se arrepentía? Quería irse ya de ahí, encerrase en su cuarto y llorar... llorar hasta que se le secasen los ojos por que creyó que todo estaba arreglado, que podían ser felices esta vez. Y que nada los separaría, no otra vez.

Estúpido, sopesó con ironía.

—¿Acaso... Zhan-Ge, tú...? —Las palabras se le atoraron en la garganta, desordenándose y trabándole la lengua en el proceso. 

Reusándose a ser siquiera pronunciadas. Los ojos se le escocieron.

—Me arrepiento. —Era precisamente lo que quería preguntar, y su mayor temor, pero escucharlo de su boca, afirmándole ello, dolió, y mucho. El dolor del rechazo se hizo tan grande que le costaba respirar— ¿Estás bien? —Su tono lleno de preocupación le hizo soltar una ahogada carcajada llena de falsedad e incredulidad— ¿Me oyes? ¿Dime que estás bien, Bo-Di? —

Xiao Zhan le tocó el rostro, definió el contorno de sus mejillas y acunó su rostro con una palpable preocupación. Deseaba reírse en su cara otra vez, escupirla y retorcerle el cuello por lo que le había dicho anteriormente.

Atisbó desesperación en su mirada, sus ojos negros rodando a todas direcciones de su cuerpo como si buscase un punto de dolor. Yibo comenzó a reír sarcásticamente, para después, borrar todo signo de diversión falsa y suplantarla por un llanto puro y despedazado que el propio corazón de Xiao Zhan se encogió.

Aún así, no se alejó.

Yibo tiró manotazos con el único fin de apartarle y retirar el toque de su piel, quería solo hacerse pequeño y desaparecer. Protegerse así mismo y a su —todavía— agrietado corazón era lo primordial.

Xiao Zhan solo impuso mayor presión en su cintura, sus dedos regalaron caricias suaves con el propósito de tranquilizarle y estabilizar su mente. Su tacto, lejos de brindarle confort y serenidad, lograron todo lo contrario.

Sintió dolor, decepción y coraje.

Mucho coraje.

— No me toques —susurró con la cabeza en medio de sus rodillas, intentando no verle a la cara. En algún instante debió irse a esconder y buscar soledad bajo la isla de la cocina, su espalda apoyada sobre algo duro se lo recordó—. No vuelvas a hacerlo, o te pesará. —Sus ojos se incendiaron en advertencia una vez levantó la cabeza e hizo contacto visual con Xiao Zhan.

Aquella débil amenaza pareció surgir el efecto adecuado, pero inimaginable para Yibo. Su boca decía una cosa, pero su corazón gritaba otra.

—Ten por seguro que no lo haré. Puedes estar tranquilo. —Xiao Zhan le aseguró dando un incómodo asentimiento de cabeza. Le soltó y se alejó como si buscase comenzar a imponer la distancia que Yibo le pedía.

Yibo se quedó estático, sus pestañas revolotearon como alas de una mariposa y sus labios se abrieron casi imperceptiblemente, sin embargo.

Nada fue capaz de decir.

Xiao Zhan indiscutiblemente dio media vuelta y desapareció en la oscuridad, dejándole solo. La luna se había visto interceptada por gruesas nubes oscuras, privándole de la luz anterior. Se quedó solo, hecho un mar de lágrimas y con sentimientos encontrados.

—¿Por qué duele tanto? ¡¿Por qué lo hace, maldita sea?! Dejó de doler el día en qué decidiste por ti solo irte y dejarme sin importarte nada ¿Por qué me ilusionas nuevamente? ¡¿Por qué vuelves a hacerlo?! Te odié, te odio y lo seguiré haciendo hasta que me muera —bisbiceó por lo bajo con el pecho oprimido y el corazón abriéndosele, reviviendo el pasado, aquel que debió quedarse en lo mas profundo y hoy emerge con la misma fuerza—. Pero a pesar de todo, creo que aún te amo.

Los recuerdos de lo ocurrido le atormentaron, pero a pesar de todo pudo conciliar el sueño, eso si, gracias a su amado oso de peluche. El señor Sean.

La luz de los rayos solares le despertaron una vez que los sintió dar de lleno en su rostro.

Sonrió ante la cálida sensación, pero tan pronto como su sonrisa apareció, se apagó.

—Zhan-Ge.

Era pasado el medio día y no le había visto. Al levantarse e ir a la cocina no lo encontró, supuso que estaba aún dormido. Se preparó el desayuno y decidió ver un poco la televisión, procurando tener un volumen bajo. Al cabo de dos horas se aburrió así que decidió salir un rato, tomó el control remoto y la apagó, apático y decepcionado de no verlo pese a lo sucedido en la madrugada.

Masoquista, se dijo girando los ojos.

Su mente estaba atrofiada de vestigios pasados. De un primer amor que le hirió y le acuchilló el corazón por primera vez.

La herida aún sangra, punza y lacera.

Al salir, el aire fresco junto al mar y su oleaje le dieron la bienvenida. Sus cabellos tintados de rubio cenizo se esparcieron en el aire, danzando y jugueteando con el viento. De pronto, sus ánimos subieron un poco.

Solo un poco.

Recordó que su luna de miel estaba arruinada, pero que sería pospuesta para más adelante, no le alegró en nada recordarlo. A pesar de todo, tenía que compartir la casa en la playa con Xiao Zhan, uno de sus ex, de los tres que tuvo (nada serio, mas bien, aventuras cortas de tres o dos noches). Y las cosas aunque estaban mal, no le arruinarían esas vacaciones, por que lo eran gracias a su esposo. Le guardó resentimiento un poco por ello en un inicio, pero ahora estaba agradecido.

Necesitaba pensar, despejar su turbada y preocupada mente y esclarecer sus dudas, pero sobre todo, sus confusos sentimientos.

Se acercó hasta la orilla, y cuando el agua salada tocó sus pies soltó a reír.

Qué perra era la vida, poniéndole esa absurda y tendiosa prueba, y no era cualquiera. No entendía como es que pudo traerle de vuelta a su lado, cuando ya estaba casado y, sin saber, con su primogénito.

—Te odio y a la vez te amo, Xiao Zhan. Y ahora soy un inseguro y estúpido infeliz por tu culpa —suspiró.

¡Hola otra vez! Aquí está el último capítulo de la semana.

Como leyeron, Xiao Zhan está arrepentido por haber besado al esposo de su hijo, romper su promesa y traspasar esa fina línea entre ellos. Solo tengan en cuenta que no es tan malo como creen, aunque su conducta diga todo lo contrario. Por otro lado, Yibo está muy confundido, dice odiar y amar a Xiao Zhan a la vez, su matrimonio pende de un hilo cuando recién está iniciando y no sabe que realmente hacer a continuación con su vida.

Besos.

Y recuerden «No a la lectura fantasma».

🌙Yessie

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