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Capítulo 10• Recuerdos.


Yibo no podía respirar, sus emociones eran un verdadero torbellino que arrazaba con toda débil ilusión todavía titilando insistente dentro de su pecho. Ríos fluyentes de espesas y cristalinas lágrimas descendían penosamente por el borde de sus firmes y sonrosadas mejillas.

Es absurdo, se dijo. Malditamente absurdo.

No poseía razones suficientes como para estar así de triste y aplastado por alguien a quien dejó de amar hace mucho. Porque Xiao Zhan indiscutiblemente acabó por matar toda chispa de ese amor puro y sincero que en el pasado le profesó sin importarle recibir nada a cambio. Quizás debió ponerle un alto, actuar con seriedad y madurez debió ser lo correcto, pero... ¿Cómo siquiera tendría ese coraje para hacerlo cuando él no era más que un estúpido e ingenuo adolescente de diesiocho años? Evidentemente nada iba a cambiar, así que se limitó a cerrar la boca y aceptar las migajas que Xiao Zhan tuvo para ofrecerle en una atapa de su vida en que creía ilusamente que el amor romántico lo era todo.

La propuesta de una aventura sin complicadas ataduras o cuestionamientos molestos le tentó lo suficiente, sin embargo. Fue su amor hacia Xiao Zhan que le dio el empujoncito que éste deseaba para aceptar meterse en un mundo donde no existía retorno.

A su lado, Xiao Zhan le maravilló con diferentes cosas, entre ellas, a sacar el máximo provecho de su cuerpo mediante el placer físico. El hombre de, en ese entonces, veintinueve años, le bajó el sol y le hizo tocar las estrellas incontables ocasiones, la perdición del placer sexual pronto le transformó en alguien débil y carente de fuerza de voluntad.

Fue allí que lo comprendió.

El amor le hacía actuar de esa forma, a tal punto que estaba dispuesto a todo —e incluso a ser menospreciado y maltratado—, con tal de recibir un atisbo de ese sentimiento de doble filo.

—Lo siento mucho, FanFan. —Hileras de lágrimas traslúcidas continuaban abriéndose paso por todo su rostro, estancándose mas tarde en el hueco de su cuello—. Te amo, pero ya no se si con la misma intensidad con la que algún día lo hice.

Yibo cerró los ojos, presionando los párpados contra sus ojos en un intento vano de olvidarse unos segundos de todo. Añorada enormemente desaparecer, o quizás, cambiar el rumbo turbulento de su complicada vida.

Debió reconocer el apellido de Xiao Zhan en el de su esposo, alejarse después hubiese sido el movimiento mas acertado y humano.

No obstante, él no lo hizo, todo lo contrario, le siguió el juego a un adolescente y sucumbió al amor y la dependencia. En su debido momento no captó la trayectoria de su vida, ahora que logra pensarlo con sensatez cae en cuenta que siempre estuvo destinado a repetir el mismo error.

Primero con el padre, y ahora con el hijo ¿Y después? ¿Qué pasaría después?

—Xiao Zhan, me juré sobre las lágrimas derramadas que iba a odiarte con todas mis fuerzas, pero... ¡¿Por qué tuviste que reaparecer después de ocho años?! —Se hizo un ovillo en la cama, tenía la nariz enrojecida y los ojos agolpados de un sentimiento de desconsuelo y aflicción— ¿Por qué hacerlo ahora cuando patéticamente creí que existía una escaza posibilidad de remendar mi corazón a lado de alguien que si me ama y nunca me esconde?

El tono de su voz resquebrajada se rompe, una larga y pesada exhalación antes de que el llanto le envuelva en un abrazo apretujado. Siente todas sus ilusiones y esperanzas irse por el borde, hacerse añiacos y desintegrarse en el polvo como signo de inexistencia.

Con el rostro escondido entre el hueco de las rodillas juntas, el corazón se le marchita a una velocidad vertiginosa ¿Para qué continuar engañándose? ¿Porqué debe ceder y aceptar su nueva vida como si no pasase la menor cosa? La solución mas viable sería precisamente esa, desenterrar el pasado y emerger el dolor no hará cambio alguno, solo revivirá el agonizante suplicio que vivió y que deseó entre cuatro paredes se detuviese.

No lo hizo, al menos, no durante los siguientes cinco años.

Un recuerdo le asaltó, y en contra de sus deseos, se reveló contra su mente y sus inexistentes fuerzas para continuar en una lucha que según él, estaba perdida.

—Zhan-Ge ¿Porqué no podemos ir a algún lugar bonito? —El Yibo de en ese entonces era un bobo de primera, el amor no pudo mas que adormecer sus sentidos y atraparlo en sus malvadas redes—. Sabes, desde hace algunos días tengo la loca idea de qué, quizás, podamos ir alguna playa no muy concurrida —sugirió acariciando con la yema de los dedos el desnudo, marcado y sudoroso pecho bronceado de su amante once años mayor.

Se expandió un incómodo y crispado silencio. Yibo se maldijo internamente, a sabiendas que había cruzado la línea que, de forma meticulosa, Xiao Zhan trazó desde el inicio.

Cuando se disponía a enmendar su error, no espero que Xiao Zhan accediera.

—¿Por que no? Tal vez debamos comenzar armando las maletas para este fin de semana —dijo Xiao Zhan entregando sutiles caricias a la espalda delgada y húmeda en sudor de Yibo producto de su reciente encuentro carnal.

Yibo asintió muy feliz, las lágrimas se asomaron por el borde de sus ojos, pero les privó a derramarse. No había cabida para lloriqueos, no cuando lo único que iba a lograr sería que Xiao Zhan retirase su tentadora y maravillosa oferta.

—Me parece excelente —Suspiró embelezado con esa idea. Estar dos día completos en los brazos de ese hombre no le dejarían dormir, no hasta finalmente llegase ese día.

—Yibo ¿Estás seguro de qué no va a pasar nada?

Su nariz se arrugó en confusión total, su entresejo se frunció y sus carnosos y gruesos labios se deformaron en una mueca. Volvió la mirada hacia Xiao Zhan, sus fosas nasales olisqueando el olor masculino y a sexo impregnado en la piel de éste.

—¿Por qué lo haría?

Xiao Zhan exhaló un suspiro cansino.

—¿Qué edad tienes? —preguntó de pronto.

Yibo se mordió los labios asimilando a donde quería llegar su amante y —secretamente— amor secreto.

—Zhan-Ge —lloriqueó, aferrándose al pecho de Xiao Zhan como una sanguijuela.

—¿Que edad tienes, Yibo? —Xiao Zhan repitió, pausando las caricias en la espalda ajena.

—Eso no importa.

—¡Claro que importa, Wang Yibo! —El enojo dominó a Xiao Zhan y le empujó a levantar la voz. Yibo tembló contra su cuerpo, aflojando el agarre de si y girarse al lado contrario de la cama, herido— ¡Oh, vamos! Yibo, sabes que no me gustan ese tipo de berrinches.

—Da igual.

Yibo se negó a dar su brazo a torcer, pero cuando percibió un brusco movimiento en la cama y se giró vio a Xiao Zhan comenzando a vestirse.

Se asustó y antes de que su Gēge alcanzase el pomo de la puerta de hotel, él sostuvo su muñeca.

—Yibo, déjalo ir —pidió Xiao Zhan sin interesarse en mirarlo, casi detrás suyo, Yibo mantenía los ojos sobre su rostro, apenado.

—Zhan-Ge. Quédate un rato más. —Xiao Zhan sacudió la cabeza frenéticamente, se volvió de forma forma lenta y arrancó ambas manos del chico de si— ¡Por favor, Zhan-Ge! 

Pero Xiao Zhan hizo oídos sordos y giró el pomo de la puerta. A esas alturas, Yibo ya era un mar de lágrimas.

—Responde a mi pregunta entonces, Yibo —habló Xiao Zhan bajo el humbral , acaparando la atención inmediata de Yibo quien creía que se había marchado ante el largo silencio que volvió a caer.

—Tengo dieciocho años —le respondió con pesar y una desagradable sensación burbujeando en su pecho.

Xiao Zhan asintió.

—Exacto, Yibo. Así que no deposites tantas expectativas en esa salida. Aún eres menor de edad.

—Eh. —Secó sus lágrimas y le dio alcance con la sábana envuelta desordenadamente en torno a su cintura—. La propuesta entonces... ¿Sigue en pie?

Xiao Zhan volvió a asentir, alargando una mano y desordenando ese cabello castaño oscuro mas de lo que ya estaba.

Yibo casi saltó, y de un sólo movimiento, se encaramó sobre el cuerpo esbelto y alto de Xiao Zhan.

—Gracias. Gracias. Gracias —repartió besos en toda la cara del hombre—. Prometo que daré lo mejor de mi para engañar a mis padres y que me den ese permiso que tanto deseo.

Una limpia y divertida carcajada escapó de la boca de Xiao Zhan, antes que le regresase a la cama y se envolvieran en una sesión de ardientes besos durante el resto de lo poco que quedaba de la tarde.

Yibo parpadeó con fuerza, pudo jurar que aquel recuerdo le transportó allí, sin embargo. Xiao Zhan no era ya nada suyo, o bueno, quizás si, pero no de la forma que muy dentro suyo, rogaba.

Se puso de pie y tras esculcar entre su maleta aún sin hacer ser, se devolvió a la comodidad de la cama con un adorable conejo de peluche entre sus manos. Olisqueó, pero no hubo lugar para decepciones, no cuando habían pasado muchos años y la fragancia de Xiao Zhan se borró.

Rió débilmente.

— Sabes por que estoy triste ¿Verdad señor Sean? —le susurró al oído a aquel amigo que siempre estaba ahí cuando mas lo necesitaba. Escuchándole en silenció sin lastimarlo o traicionarle nunca. 

«Siempre». —Le oyó decir en su mente.

Su sonrisa se hizo nostálgica, hace demasiado que no le sucedía eso, no después de que le superase y saliera adelante.

—Lo sé. Tú siempre sabes que me pasa —sus ojos se apagaron un segundo—. Sabes, creí que nunca más lo vería de nuevo, pero lamentablemente, sucedió. — Una lágrima más se deslizó por su mejilla hasta llegar a su cuello. Y finalmente, caer en el vientre de su confidente y mejor amigo—. Lo siento. Te estoy mojando con mis lágrimas nuevamente, señor Sean. —Se disculpó para después abrazarlo con efusividad.

«No te preocupes, yo siempre estaré aquí».

—Aún que lo sé, es bueno escucharlo nuevamente. Tú eres el único que me entiende —soltó un suspiro —. Seguramente ya lo sabes pero, él me beso. Me besó y no pude resistirme a corresponderle, no pude hacerlo Estás enojado conmigo, ¿cierto? —inquirió mientras acariciaba su cabeza.

«Nunca».

— Eres un gran amigo —le alagó, y pudo escucharle reír con claridad —. Que no se te suba a la cabeza —rió —. El caso es que me gustó —oyó su reprimenda —. Sí, sí. Lo sé. Me juré olvidarle, pero nunca pude hacerlo y lo sabes muy bien. Tú lo sabes ¿Verdad? Sabes si él, ¿me ama? —soltó a llorar al recordar lo ocurrido después del beso —. Oh, claro que lo sabes. Está clarísimo, ¿cierto? Pero... ¿Por qué simplemente no puedo aceptarlo? Soy un hombre casado ahora y, no es correcto. Mi corazón no puede amarlo. Al único que tengo que amar es a mi esposo, Xiao Fan Xing, curiosamente, su hijo.

«Descanza, BoBo. Solo duerme».

Sin más, se durmió, cayendo en un profundo y pesado sueño, donde el sufrimiento y el dolor no lo alcanzaban. Abrazado fuertemente al Señor Sean. Aquel hermoso y bien cuidado conejo que albergó sus lágrimas durante años, y el mismo que en la soledad de su habitación y el silencio de su alma escuchó hablar en su mente. Nunca lo dijo, no cuando era consiente que eso no era real, si no el eco de su subconsciente recordándole que estaba mal estancándose y dejándose morir cuando tenía una vida por delante que vivir.

Unos ojos negros y nadando en culpabilidad observaron el cuerpo de un Yibo dormitando. Xiao Zhan se deshizo de esas lágrimas traicioneras escapadas en un instante de debilidad. Cerró la puerta suavemente y desapareció como si nunca hubiese estado allí y presenciado todo de principio a fin.


Hola queridos lectores. Me complace traerles un capítulo más de esta historia, prometo que mas tarde publicaré el otro capítulo correspondiente a esta semana.

Besos.

Y recuerden «No a la lectura fantasma».

🌙Yessie.

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