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Capítulo 08• Cruel pesadilla.

El sudor brillaba como escamas plateadas en ambas espaldas desnudas, exudando hormonas por cada minúsculo poro de piel. El sol se marchó hace mucho, dando paso a una oscuridad reinante y que les incitó a lo prohibido una vez más. Ambos estaban unidos por la misma pasión desbocada, y que fluía entre sus venas como lava hirviente, incapaz de mantenerse a raya.

Ciertamente, y con la mentalidad de que sus actos eran poco decorosos nada podían hacer para evitar cambiar la trayectoria de su lujuria y deseo irreprimible.

Un trémulo rayo de luna se coló por entre la delgada cortina semi abierta, a su vez, el bullicioso eco de la torrencial lluvia desatándose allá afuera lograba amortiguar los sonidos obscenos que escapaban fácilmente de su boca, cortando toda posibilidad de ser encontrados en pleno acto sexual.

Él jamás hubo experimentado tal placer intenso y desmedido, a su —muy— corta edad no debería estar inmiscuido en una situación como aquella, pero lo claro era que él no se parecía en nada a cualquier chico o chica corriente de su edad. Tener sexo debió ser la idea mas estúpida y remotamente lejana asaltando su mente, meses atrás, tal vez no sintiese un poco de curiosidad por tal tema. No obstante, eso cambió cuando le conoció, cuando le miró a los ojos con un brillo enamoradizo y su propio corazón le dio un vuelco en reacción a tal enigmático espécimen.

Xiao Zhan le deslumbró a la distancia, y no fue siquiera necesario entablar una charla, porque sin darse cuenta, él se enamoró a primera vista.

Lástima que se tratase de un amor unilateral producto de una fantasía de cuento formada por su cabeza, aunque su falta de malicia y su exorbitante ingenuidad le instaron a prácticamente aceptar cada pequeña cláusula con tal de tenerle para él.

—Zhan-Ge. —Yibo lloriqueó, su rostro infantil con algunos signos de la adolescencia se vio sofocado por una potente ola de placer. Su boca se abrió todo lo que pudo, y encajó las uñas a los costados de la almohada presionando debajo de su mejilla—. Por favor.

Necesitaba mas de eso, solo un poco mas.

Pero Xiao Zhan hizo oídos sordos a cada súplica entrecortada, las extremidades no le respondían, como tampoco, la voluntad del autocontrol.

Debatió consigo mismo sobre la penosa imagen de si mismo estando en su propia cama, desnudo, y vergonzosamente entregado hasta la médula a un hombre que se metió en su corazón y a su vida como un demonio sediento de absorber todo de él. Dejarlo seco y vacío una vez la entrega culminase y el deseo se viese extinguido como humo negro.

Mechones humedecidos se adherían molestosamente a su frente, negándole toda posibilidad de ver a través de la bruma de deseo, sus ojos café claro competían contra la borrosidad de una ventana cubierta de gotas de agua.

—Olvida reprimirte. —Se inclinó detrás suyo, aferrándose vigorosamente a sus caderas mientras le montaba como un poseso. Y con una voz encantadoramente sexi susurró a su oído—: No es un secreto entre nosotros lo bien que me complace escucharte gemir en mi nombre, Bo-Di.

Xiao Zhan le otorgó un sucio lengüetazo en la oreja, arremolinando la lengua con gran maestría y rodeándola en los bordes, tocando en el actos los puntos adecuados.

Yibo gritó y se retorció entre las sábanas de su cama, arqueando la espalda tanto como pudo, entregado completamente a un hombre que le llevaba por delante sus buenos once años.

Algo dentro de su cabeza hizo corto circuito, la mente se le nubló y las fuerzas comenzaron a abandonarle de a poco. Jadeó de dolor ante el impacto sordo de su cuerpo desvaneciéndose hasta chocar contra el colchón.

—Zhan-Ge. —Era ciertamente un reclamo, y el aludido era muy capaz de percibirlo.

Xiao Zhan se limitó a carcajearse como si le divirtiera la situación. Y es que colarse como un vil ladrón por la ventana de ese niño hormonal y descarado a poco mas de las dos de la mañana y en medio de un aguacero en verdad había valido la pena.

¡Carajo! Valió cada minúsculo minuto en que permaneció en las sombras, empapado de la raíz del cabello hasta la punta de los pies, aguardando el momento indicado en que pudiese treparse a su habitación y hacerle un montón de cosas sucias.

—Si, Bo-Di. Eso es —instó a continuar, a no detenerse y empujar muy lejos la inhibición.

La vergüenza nunca estuvo en medio de ellos, es más, pareció no existir salvo por contadas situaciones.

Yibo no tenía motivos para decidir que quería ser un poco modesto y educado esta vez ¡Claro que no! O al menos, esa era la respuesta mas viable debido a su alta actividad sexual desde hace mes y medio, cuando la curiosidad de Yibo le ganó a la razón y antepuso el corazón por encima de todo, sin embargo.

Dadas las circunstancias, Xiao Zhan podía quizás comprender un poco sus limitaciones y la falta de interés esa madrugada; el chico tenía prácticamente a los padres durmiendo a lado, era evidente su reacción decorosa y tímida.

Bufó, deteniéndose un par de segundos en los que Yibo creyó que había perdido el interés en él.

—¡Continúa, por favor! —demandó un histérico y temeroso Yibo.

La posibilidad de que Xiao Zhan se detuviera sólo significaba una cosa; estaba aburriéndose de él. Y no podía permitirlo, por supuesto que no. Luchó demasiado y sacrificó cosas para estar hoy allí, yaciendo junto a él en la cama, simplemente revolcándose como dos animales en cada encuentro.  

Terror se dibujó en su expresión facial, oculta por la almohada destinada a ahogar cada ruido que abandonasen sus labios.

—¿Porqué debería escucharte? Me pareció sentir lo distante y poco cooperativo que estás hoy, además, sabes que no me excitan los chicos que se callan a la hora del sexo —comentó molesto, separándose y saliendo de él.

Yibo asintió con la boca floja, sus maltratados labios (por estar mordiéndolos) temblaron, el llanto se avecinaba, lo presentía retumbar en el pecho.

Sacudió la cabeza, disipando esas inseguridades arremolinándose en su ser.

—Prometo ser más cooperativo y menos cohibido. Solo, por favor. Quédate y continúa haciéndome el amor —dijo Yibo, incorporándose y arrodillándose sobre las desordenadas sábanas, yendo al encuentro de su amate y besándole aquel precioso lunar bajo el labio inferior izquierdo.

Xiao Zhan le sostuvo de la mandíbula mucho antes que llegase a apoderarse de sus labios, observándole con la boca apretada y un hielo que le sorprendió en los ojos.

—Olvidaste el trato, ¿no es así? Porque si lo hiciste es evidente que las cosas entre nosotros no... —Yibo reaccionó rápido y cubrió con una de sus manos la boca de Xiao Zhan.

Respiró irregularmente, negándose a escuchar algo como aquello.

Xiao Zhan amplió los ojos, pero aún que pudo liberarse, no lo hizo.

—No puedes hacerme eso —acercó su propio rostro al de Xiao Zhan, había amor en su mirada, como también, miedo de perderlo. Xiao Zhan quiso apartarse, no lo dejó. Yibo le sostuvo de la nuca y juntó sus frentes—. Porque a ti a mí únicamente nos une el sexo.

Yibo retiró su mano de la boca de Xiao Zhan y se apoderó apasionadamente de sus labios, sosteniéndose de su cabeza y perdiéndose en la exquisita sensación de besarlo.

Instintivamente, Yibo devolvió a su amante a la calidez del lecho, y una vez mas, dieron rienda suelta a la pasión.

—¡Oh! —exclamó Yibo, su dulce e hinchada boca se abrió en una perfecta y desastrosa circunferencia

Saliva corriendo por entre una de las comisuras de su boca.

Xiao Zhan tocó un punto mágico dentro de él... un punto que le hizo ver auténticas estrellas detrás de sus llorosos ojos cegados por la neblina del sexo. 

—Así que lo he encontrado, ¡vaya! —Xiao Zhan rió contra su cuello, la piel le cosquilló y su aliento caliente le incineró en verdaderas llamas ardientes.

Aunado a ello, el tono de voz deliciosamente enronquecida derivada del sexo le prendió como a nadie, arqueó de nuevo la espalda, pero esta vez, casi sintió que se doblaba a la mitad.

—Zh... ¡Zhan-Ge! Sí ¡Así! —Gimió larga y necesitamente, aferrándose a Xiao Zhan tanto como le fue posible.

Una seductora sonrisa se formó en los delgados y sensuales labios de Xiao Zhan.

—Eso es. Gime. Llora. Grita si te es posible. Hazlo para que tu familia te escuche y la venda de sus ojos sea arrancada. Ellos necesitan realmente ver con sus propios ojos que el bebé dulce y buen portado que ellos creen tener no es mas que un chiquillo que le encanta que le metan la polla por culo. —Miles de corrientes eléctricas comenzaron a pasar por su frágil y joven cuerpo—. Vamos, cariño ¡Grita! Hazlo y muestrale a todos lo putita que eres.

Como si Xiao Zhan hubiese activado un botón en su sistema valiéndose de un juego de palabras sucias, no dudó y estuvo dispuesto a complacerlo.

—¡Maldita sea, Zhan-Ge! —gritó mientras enterraba las uñas en la espalda sudorosa y delgada de Xiao Zhan—. Lo haces tan bien.

El alago solo pareció inflar el ego de Xiao Zhan todavía mas.

Aferró sus manos bajo los tobillos de Yibo, abriéndolo de piernas hasta que arrebazó el límite y éste comenzó a llorar por la sobreestimulación.

—Oh, bebé. Aprietas... agh... tan rico —gruñó con satisfacción al sentir la humedad del menor rodearlo, asfixiarlo. Su larga y goteante polla entraba y salía sin cuidado o delicadeza del cuerpo bajo suyo.

Yibo se convulcionó.

—Mi amor. Más ¡Ah! ¡Más duro por favor! —suplicó Yibo levantando las caderas y encontrándose en cada frenético embate.

Xiao Zhan se presionó con más fuerza contra él, sacudiéndolos como si fuesen uno solo.

Y lo eran.

Horas después, habiendo tenido tres fogosas y ardientes rondas de sexo, ellos continuaban con las mejores ganas de alcanzar su cuarto orgasmo.

El delgado cuerpo de Yibo ardía y quemaba. Anhelaba su toque en todas las partes de su desnudo cuerpo. Entre mas placer le brindaba, más quería. Sí, así de codicioso era cuando se trataba de Xiao Zhan y una cama.

Nunca se le cruzó por la cabeza que amaría y, al mismo tiempo, desearía a alguien como a Xiao Zhan. Sobre todo, cuando ellos no eran mas que dos personas en una relación abierta.

Era su primer y último hombre en su vida. De eso estaba seguro. Lástima que en aquellos tiempos fuera tan crédulo y creyese todo lo que Xiao Zhan le profesara. Incluyendo aquellas palabras de amor que siempre le susurraba en el lecho, pese a que Xiao Zhan decía no sentir mas que lujuria por su cuerpo.

—Oh bebé, te amo tanto. —Besó sus rojos y esponjosos labios, introduciendo su traviesa lengua en ella. Gustoso respondió—. Te amo. Te amo. Te amo. —Xiao Zhan repitió cual mantra, una y otra vez mientras besaba cada pedazo de piel de su blanco cuello—. Y eres mío. Solo mío. Mío.

Los innumerables chupetones plasmados en su piel eran la prueba viviente de ello. Le fascinaba lo malditamente posesivo que podía llegar hacer con él.

Y le amaba. Amaba eso.

—¡A-ah! Zhan-Ge. —Estaba a un paso de terminar. El conocido cosquilleo en su vientre se lo dictaba.

—Vamos, Bo-Di. Correte para mí.

La mano traviesa que se coló en su entrepierna para acariciar su miembro lo hizo explotar.

—¡Zhan-Ge! —enterró la cabeza en la almohada, sus ojos rodando al interior de su cerebro.

Se corrió duro y fuerte, manchando las sábanas y ambos pechos con su esperma. Xiao Zhan no tardó en seguirle, dejando su huella en su interior como prueba viviente de lo que habían echo.

Sufriendo todavía la sensibilidad y aturdimiento de su orgasmo, fue incapaz de mover un dedo. Así que permaneció inmóvil, la mente en blanco.

Eres mío, Bo-Di. Mío. Siempre debes recordarlo —biscibeó Xiao Zhan debajo de su boca antes de alcanzarla y devorarlo otra vez.

El recuerdo de ese encuentro le golpeó de una ruda bofetada, su pecho subía y bajaba, incrédulo.

No habían siquiera transcurrido veinticuatro horas después de que Fan Xing se marchase y ahí estaba él. El primer día en la casa de Xiao Zhan y tuvo que soñar presisamnete con eso. O más bien, rememorar lo que sucedió ocho años atrás.

Gotas de sudor descendieron por su torso cubierto por su fina camiseta.

—¿Qué demonios ha sido eso? —Se cuestionó lo suficientemente cabreado. No existía una sola razón para revivir en su sueño, o mejor dicho, pesadilla, una de las tantas veces en que se entregó a él en su pasado—¡Maldito seas, Xiao Zhan!

Su puño golpeó el prominente bulto formándose en su entrepierna, siseó de dolor.

Nunca lo perdonaría.

No lo haría.

Xiao Zhan no había sido solo el hombre que le robó su inocencia y redujo sus ilusiones a simple polvo. También agujereó su corazón, encargándose mas tarde de dejarlo hecho polvo sin interesarle nada más.

—Te odio —profesó con la vista empañada, odiándose por sentirse cachondo con algo que revivió una herida sin cicatrizar.

Buenas noches queridos lectores. Aquí está el último capítulo de la semana. Espero les haya gustado el ZhanYi haciendo obscenidades, aunque sea en el pasado 😂

Besos.

Y recueda «No a la lectura fantasma».

🌙Yessie.

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