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Capítulo 04• Personalidad desconocida.


La feliz y recién casada pareja se encontraba viajando y, tras un —muy— reñido enfrentamiento, habían acordado viajar a tierra Ateniense, sitio mágico ideal para el disfrute absoluto de una luna de miel maravillosa e inolvidable.

Yibo mantenía la cabeza apoyada en el hombro de su esposo, manteniendo los ojos cerrados, simplemente pensando en todo lo que había ocurrido la noche anterior. Le inquietaba y extrañaba esa sensación de vacío implantado en su pecho, saberse incompleto y unido a alguien que amaba, pero a la vez, no le satisfacía sexualmente, le tenía al borde del abrumo.

Amaba con todas sus fuerzas a Fan Xing, de eso estaba más que seguro, apenas ayer era la primera vez que estaban juntos, es decir, de manera carnal. Éste había sido muy respetuoso consigo desde el primer instante en que se planteó la loca idea de conquistarle, haciendo oídos sordos a los rechazos hirientes que no tardaba en darle una y otra vez ¿Cómo había podido caer ante un adolescente que la primera vez le habló de una forma tan obscena? No podía responder eso, porque él mismo desconocía la respuesta.

Habían llevado poco menos de un año de noviazgo, y durante aquel tiempo no pasaron mas allá de besos subidos de tono y de una que otra caricia lujuriosa, Fan Xing fue muy respetuoso en ese punto, y aunque en un par de veces él perdió el control allí estuvo el menor para recordarle que debían darle tiempo al tiempo. Cuanto le agradeció después, aún que en el momento no niega haberse comportado como una fiera, despotricando groserías y lamentos por saberse rechazado.

El día en que Fan Xing le propuso matrimonio en un lujoso restaurante fue el día más feliz de su existencia, ya que en este mismo se encontraba toda su familia reunida para su maravilla y sorpresa; su madre, quien se hallaba sentada a su par, le observó con los ojos repletos de cargantes lágrimas de júbilo, dichosa de saber  que su único hijo había encontrado a la persona ideal para si, un complemento en su vida, por otro lado, el señor Wang permaneció en un silencio tenso y que puso nervioso a su pareja, hasta que se colocó de pie y le abrazó sonrientemente, felicitándole.

El «sí» había había sido dado, y no pudo evitar pensar en nada mas que en el futuro próspero que aguardaba por ellos. Quizás esa era su oportunidad de ser enteramente feliz, reparar su corazón agrietado producto del pasado y comenzar a trazar su propio camino como un adulto. Ya no era un niño pequeño, pero ello no garantizaba nada, él podía equivocarse de nuevo y acabar con las ilusiones rotas, por que a fin de cuentas era de humanos equivocarse.

Ahora que lo meditaba, la familia de su esposo jamás se había presentado ¡Vaya!, ni siquiera en la boda. Era raro, y siempre que le preguntaba a Fan Xing por ésta simplemente le decía que luego habría una ocasión.... Ocasión que nunca llegaba para su desgracia. No le quedaba de otra más que dejar de lado el tema, tal vez era un punto sensible para su pareja.

Tan inmiscuido estaba en sus pensamientos contradictorios que ni cuenta se dio que el avión había aterrizado ya en territorio ateniense.

Fan Xing le sacudió de los hombros.

—Amor. Ya llegamos —le informó con una nota de curiosidad en su voz, él tal vez deseaba saber el porque de su actitud distraída justo en estos momentos.

No iba a decirle una palabra de sus miedos ocultos, así que solo asintió bostezando.

Una vez sus pies pisaron «la tierra de los dioses», les entregaron su equipaje inmediatamente, un automóvil negro aguardaba por ellos. Su destino era Milo, era el lugar perfecto para una ocasión tan especial como esta, estarían tres largos meses solos, sin que nadie les molestara o interrumpiera, disfrutarían este viaje, lo sentía.

Finalmente, y tras un largo y cansado recorrido habían llegado a su destino, la cabeza le estaba matando y el cuerpo lo tenía molido (y no era por el sexo de anoche), pero él no era de quejarse de la más mínima cosa —al menos, cuando su paciencia no había sido arrebasada—, así que se obligó a permanecer lo mas sereno y fresco posible.

No deseaba arruinar las cosas.  

El aire fresco del oleaje le golpeó de una certera bofetada la cara, acrecentando su malestar, pero únicamente atinó a cerrar los ojos y sonreír dichoso. Hace mucho que no visitaba el mar, y que precisamente este sea uno extranjero aunado a la ocasión especial pone mas interesante las circunstancias. Son pasada las cuatro de la tarde y los turistas todavía permanecen al pie de las olas, aguardando seguramente la caída del atardecer.

Debe ser una vista espléndida, sopesó con grandes expectativas.

La casa en la playa en la que se quedarían era realmente grande, dos pisos, balcones en lo alto y una verja que impedía a otros acercarse e invadir la propiedad. Estaba situada a unos metros de distancia del mar, alzándose majestuosamente y acaparando la atensión de los turistas.

Una vez se vieron cerca de esta Fan Xing se detuvo de golpe, como si recién recordase algo o haya percibido algo anormal.

La confusión adornó su gesto—. Amor —llamó al ver como el ceño de éste se fruncía, al mismo tiempo que tensaba la mandíbula con tanta fuerza que le preocupaba y le hacía querer saber que estaba sucediendo. No tenía que ser un genio para notar que estaba enojado— ¿Qué pasa? —preguntó dándole alcance.

—Está aquí... —bisbiceó con los ojos llameantes de cólera e incredulidad, aferrándose al raciocinio, porque lo que menos quería ahora era perder el control.

Nunca lo hizo, al menos, no estando Yibo presente.

—¿Qué? —A decir verdad, no alcanzó a escuchar su respuesta.

—Maldita sea ¡¿Qué demonios está haciendo él aquí?! —Fan Xing gruñó, gritándole sin darse remotamente cuenta, asustándolo.

Pegó un brinco, pero se reusó a volver a abrir la boca. El aura que desprendía su esposo le decía que en estos momentos era mejor no hablar.

Se quedó muy quieto, incapaz de parpadear.

Fan Xing comenzó a avanzar a firmes y grandes zancadas, y al notar la ausencia de su esposo a su lado se detuvo y giró abruptamente. Una mirada repleta de fastidio le fue dada, Yibo tragó grueso.

—¡¿Qué estás esperando, imbécil?! ¡No tengo todo tu maldito tiempo, así que más te vale que muevas el culo si no quieres verme de verdad furioso! —Fue lo último que dijo a modo de amenaza antes de entrar a la casa dando un ruidoso portazo que le hizo temblar ligeramente.

Yibo se quedó tieso en su sitio, Fan Xing nunca le había hablado de ese modo, jamás, es más, nunca le alzó la voz aún si poseía suficientes motivos para hacerlo. Estaba verdaderamente consternado con aquella actitud recientemente vista.

Sin más, entró.

No quería enojarlo —o mejor dicho—,  no más de lo que ya estaba.


Recuerda «No a la lectura fantasma».

2/3

🌙Yessie.

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