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Capítulo 05

Ambos animales quedaron frente a frente, con sus hocicos a milímetros de juntarse. Aullaron bajito, en sincronía. Se acercaron hasta tener sus hocicos en el cuello del otro. Apoyándose en sus cuatro patas; iniciaron una lenta danza en dónde ambos giraban creando un circulo.

El de pelaje azabache liberaba su aroma en respuesta a la fragancia que liberaba el lobo blanco. Se detuvieron para acostarse en medio de la cama. Con sus respiraciones sincronizadas, se lamían el costado de sus hocicos; reconociéndose y marcándose con su aroma.

Arriesgándome a enfadar a la Diosa Luna, me permito decirte mi bonito lobito, que la belleza y luz que irradias es aún más cautivante que la de nuestra Diosa.

El lobo blanco meneó su cola en respuesta a aquellas palabras. No sabía que responder, tampoco hallaba la manera de explicar lo que sentía en ese momento. Apenado, ocultando su hocico en el pelaje azabache; cerró sus ojos disfrutando del aroma del alfa.

Suaves lamidas por parte del lobo azabache eran recibidas en la cabeza ajena. Chillidos bajitos eran percibidos por el azabache, sus orejas se agacharon al escuchar ese aullido lastimero por parte del lobo blanco.

Su bonito lobito estaba dejando escapar todo el dolor que había estado guardando. No había podido aullarle a la Luna en una súplica por acabar con su infierno. Se había obligado a ser fuerte por su humano y por él. Guardó tanto dolor, frustración y desespero, que su mente a veces lo engañaba mostrándole escenarios en dónde eran libres, felices y hermosos; pero cuando abría sus ojos se encontraba con su triste y oscura realidad... Él haciendo guardia para no correr el peligro de morir en manos de su alfa, o luchando para no dormirse por completo a causa del medicamento que aquel hombre les administraba a la fuerza.

Estaba cansado y asustado. Tenía miedo de que el momento que estaba viviendo, fuera una ilusión. No quería dejar de percibir el aroma del azabache, no deseaba alejarse de aquel lobo que le lamia su pelaje de la cabeza tan tiernamente en ese momento. Anhelaba poder quedarse en ese cuarto junto al alfa y no salir de allí hasta recuperar su fuerza y vitalidad de antes.

­— ¿Por qué no descansas un poco?

El lobo blanco abrió sus ojos, sacó su hocico de su escondite y miró al azabache. — No puedo, tengo que cuidar de mi humano...

Yo los cuidaré. — Le lamió una oreja.

¿Nos cuidarás? ¿No eres una ilusión? No quiero que te desvanezcas.

Soy muy real. — Sus colmillos se asomaron en el momento en que le sonrió.

No me dejes solo... Por favor, no me abandones. — Sus lágrimas lobunas cayeron en el pelaje azabache.

No te dejaré.

Quiero dormir, pero tengo tanto miedo de no volver a verte. — Chilló. — Mi único deseo en este momento es que tú y tu humano no sean una ilusión, un espejismo, un hermoso escenario en donde no seré obligado a complacer los deseos de un alfa.

Me veras cada vez que lo desees. — Lamió las lágrimas que rodaban por el hocico ajeno. — No hay ilusión, aquí estamos, somos tan reales como tu belleza y la de tu humano.

¿Tu humano dejara que salgas?

Lo hará, así como lo hizo hoy. — Le aseguró. — Nosotros haremos todo lo necesario para cuidarlos y protegerlos...

El lobo blanco aulló, recostó su cabeza en el cuerpo del azabache y sin decir nada más, dejó que su cuerpo y mente se hundiera en una gratificante paz. Dormiría con tranquilidad, acobijado por aquel aroma que llegó a pensar que jamás volvería a olfatear.

El azabache lamió las lágrimas del lobito que escapaban en sueños, su corazón dolía al percatarse de que tanto humano como lobo guardaban inmensos dolores, terribles recuerdos y profundas marcas. Dormía por minutos cortos, su único y más grande objetivo en ese momento era cuidar del sueño de su bonito lobito.

Cuando percibió que el aroma del omega ya no era manchado con notas de amargura y pánico; cerró sus ojos para dormir aunque sea unas pocas horas.

La mañana llegó, abrió los ojos y admiró la gran belleza que lo acompañaba en aquella habitación. Lamió el pelaje de su bonito lobito por última vez, salió de la cama y se dirigió al baño en donde le devolvió el control de su cuerpo a JungKook.

El alfa se bañó, cubrió su desnudez con una bata y salió a pasos silenciosos del baño. Caminó hacia el armario y buscó el traje que utilizaría ese día. Se vistió, dejando el saco en el sillón, estando listo y perfumado; se acercó al gran bulto de pelaje blanco que continuaba durmiendo.

— Nos veremos más tarde, mi bonito.

Salió de aquella habitación, no sin antes esparcir su aroma como barrera de protección. Se dirigió a la cocina e inició a preparar el desayuno.

El aroma a comida inundaba la cocina y sala, el alfa se movía de un lado a otro terminando de cortar las frutas, y revisando que la tortilla de huevo no se quemara.

— Hora de dejarle la nota a nuestro bonito.

Yo no quiero salir del apartamento dejándolo dormido. — Refunfuñó el lobo.

— No lo podemos despertar, tiene que descansar. — Tomó un plato para cubrir la comida que acababa de servir. — No demoraremos nada.

Mientras el alfa tenía aquella conversación con su lobo; un adormilado TaeHyung abría los ojos.

— ¡¿Dónde estoy?!

Recuerda que estamos en el apartamento de JungKook. — Habló su lobo.

Cierto, el dulce alfita que me abraza con ternura. — Expresó sonriendo al recordar las caricias del alfa en sus maltratadas mejillas. — ¡¿Por qué estoy desnudo?! — Con una de las mantas cubrió su desnudez, y salió de aquella cama para buscar una bata.

No te asustes, es por nuestra transformación...

Pero JungKook pudo verme desnudo...

Eso no pasó, relájate...

¿Me lo juras?

Por la Diosa Luna te lo juro.

Qué alivio, no quiero imaginarme su rostro al ver mi maltratado cuerpo.

Posiblemente nos siga viendo como nos ha visto desde que nos ayudó... JungKook es un alfa único...

— Ahora que lo pienso. — Sus ojos escanearon la habitación hasta que se posaron en el sillón. — JungKook... ¿JungKook? — Llamó, y al no obtener respuesta entró en pánico al sentirse solo en el lugar. — ¿Dónde estás...? ¿Tan pronto me abandonaste? — Rascó sus ojos, y con sus temblorosos labios hizo un puchero. — ¿Podré salir a buscarte?

Desesperado caminó hacia la puerta de la habitación y allí lo golpeó el aroma del desayuno. Ajustó el nudo de la bata, con sus dedos peinó superficialmente su cabellera rubia y bajó en busca del alfa.

Ya deja de gruñir, y dejemos la nota en el comedor. — Regañó. — Unas horas, solo saldremos unas horas...

— ¿Te vas...? — Se quedó estático en medio de la sala.

— Bonito... — Dejó caer el papel de la nota y la rosa.

— ¿A dónde vas...? — Con sus manos cerradas cubría sus abultados labios.

— Bonito, ven, no llores...

— Me ibas a dejar solo, sin saber a dónde te habías marchado. — Sus ojos se encontraban llenos de lágrimas.

Tenía miedo que estando sin la compañía de JungKook, MinJoon llegara por él.

— Estabas durmiendo... — Se acercó con lentitud. — Te iba a dejar una nota...

— Llévame contigo, por favor, ni notaras que te hago estorbo.

— Tú no haces estorbo. — Sus manos se posaron en la cintura del omega.

— ¿Me llevaras contigo? — Retiró sus manos de los labios y dejó ver aquellos pucheros.

— Preciosos... — Expresó JungKook perdido en aquellos abultados labios.

— ¿Qué? ¿Preciosos qué o qué?

— Tus pucheros. — Afianzó el agarre en la cintura, lo levantó en el aire, caminó unos pasos y lo subió a la mesa.

— ¿Qué haces? — Posó sus manos en el pecho del alfa.

— Quiero admirar tus pucheritos más de cerca. — Peinó los cabellos del omega. — Quédate aquí quietito, por favor. — Se apartó del rubio, caminó hasta donde había caído la rosa, se agachó y la tomó entre sus dedos. — Ya no es necesaria la nota. — Expresó acercándose al omega, y mirándolo con ternura dejó la flor en la cabellera rubia. Con cuidado la acomodó para que no se cayera de la oreja del rubio.

— No me mires, estoy feo. — Ocultó su rostro con sus manos. — ¿Qué decía la nota? — Abrió sus dedos dejando ver parte de sus ojos.

— ¿Feo? — Negó con la cabeza. — Si eres un hermoso ángel, precioso. — Con delicadeza retiró los dedos del rostro ajeno. — Ya quisiera levantarme con esa radiante luz que te acompaña.

— Me vas hacer sonrojar. — Apartó la mirada.

— Quiero admirar ese hermoso sonrojo. — Alargó sus manos hasta las mejillas y lentamente acunó el rostro. — ¿Me permites perderme en el carmesí de tus mejillas?

— Sí. — Sonrió tímido. — Pero contéstame la pregunta.

— Hermoso... — Juntó sus frentes. — Por mi te llevaría conmigo.

— ¿Qué te detiene? — Sus manos se posaron sobre los hombros del alfa.

— Debes descansar... Recuerda lo que te dijo IU.

— No me quiero quedar solo... Te necesito... — JungKook junto a su lobo sonrieron. — Digo necesito tu compañía... Es decir no me abandones en un lugar que no conozco.

— Dejaré una barrera de mi aroma en el apartamento.

— Llévame contigo, me quedaré en tu oficina del bar.

— Bonito, no iré al bar.

— ¿A dónde irás entonces? — Entrecerró sus ojos. — Digo, si puedo saber, no estás obligado a decirme.

— ¿Puedo besarte...? — TaeHyung abrió sus ojos en grande. — En tus mejillas, allí quiero besarte. — El omega asintió. — Iré a mi otra oficina, en la empresa.

— ¿La empresa? ¿Y el bar?

— Mi trabajo real, con el que me gano la vida, es en la empresa en la cual soy socio de tres personas que me jalaran las orejas sino voy a decirles personalmente que no asistiré la jornada completa.

— ¿Te ausentaras por poco tiempo?

— Sí, iré solo unas cuantas horas y luego volveré aquí para cuidar un hermoso omega que necesita apapachos...

— ¿No tardaras? — JungKook negó. — Entonces sí me quedo aquí. — Sus ojitos brillaron.

El bar solo era una distracción para el alfa, allí escapaba de la realidad que lo atormentaba. Cuando terminó su relación con aquella omega; él no solo cambió de hogar, sino que también decidió adquirir un lugar en donde liberar sus pensamientos sin sentirse tan solo. Y aquel bar fue el recinto en donde se encerraba en la oficina y le suplicaba a la Luna para encontrarse de nuevo con su bonito omega. La música junto a las risas y conversaciones de los que asistían al lugar; callaban sus pensamientos dolorosos.

Aquel bar era su refugio de lágrimas, frustración, esperanza y anhelo.

Esperaba a que su lobo le dijera que ya era hora de marcharse. Se dirigía a su apartamento, donde después de bañarse, leía el libro que utilizaba como excusa para admirar al omega en el pasado. Pero cuando llegaba a cierta página; se perdía en la única fotografía que había logrado tomarle. Fotografía en donde el rubio brillaba como un verdadero ángel y las hojas del árbol de cerezo lo rodeaban tan delicadamente que pareciera que creaban una barrera para proteger aquella belleza.

— Dime la verdad... ¿Ya no quieres ir porque te asusta ir a un lugar desconocido?

— Sí. — Recostó su rostro en el hombro del alfa y este lo abrazó por la cintura. — Pero también quiero seguir durmiendo.

— No tardaré. — Besó la cabellera rubia. — Desayunaremos, te llevaré a la habitación, y te dejaré bien arropadito...

— No quiero desayunar... No tengo apetito.

— Necesito que comas aunque sea un poco.

— No quiero...

— Cariño... — Acunó el rostro y acarició los pómulos. — Te preparé leche de fresa. Tómala, por favor... Es tu favorita.

— ¿Cómo sabes que es mi favorita?

— Era la bebida que más tomabas en la universidad. — Le sonrió. — Ahora, por favor bebe un poquito.

— ¿Qué preparaste? — Inquirió al percatarse de la mesa servida. — ¿Vas a comerte todo eso? — Señaló los platos.

— El chef Jeon le ofrece al hermoso omega, una tortilla de huevo, dulces fresas picadas, queso fresco, tostadas, y unos besitos en su cabellera si se come aunque sea un poquito de lo mencionado. — Informó destapando cada plato. — La idea era que yo comería un poco y te dejaría tus porciones.

TaeHyung humedeció sus labios y tomó el vaso con la leche de fresa. — Acabo de cambiar de opinión. — Tomó un sorbo de leche. — Quiero las fresas.

JungKook sonrió al ver esa sonrisa tímida con un destello de alegría. — ¿Desayunaras conmigo? — El rubio asintió. — ¿Dejaras que te alimente en la boca?

— Justo te iba a pedir que repitiéramos lo de anoche. — Dejó el vaso sobre la mesa. — Es que cuando me alimentas no me duelen las heridas de los labios.

— Si deseas que te alimente, lo haré. — Ubicó una silla frente al omega. — Mientras estés aquí conmigo, tu solo pide por esos labios y te concedo lo que desees.

— Por ahora quiero que me ayudes a alimentarme.

Sin más que decirse, TaeHyung cerró sus piernas y buscó cubrir la mayor cantidad de piel con la bata. JungKook se percató de la incomodidad del omega al sentirse medio expuesto; así que tomó la manta que permanecía doblada en el sofá de la sala y cubrió aquellas piernas.

Se sentó frente al omega y sin invadir demasiado espacio personal; inició a alimentarlo. Primero le dio las fresas. Un bocado el omega y otro él. Después el queso, el rubio le había pedido en medio de pucheros que deseaba probar el queso, y así continuaron hasta dejar los platos vacíos.

— Muy bien mi bonito. — Con la servilleta limpió con delicadeza los labios del rubio. — Ahora si me puedo ir tranquilo.

— Gracias. — Se bajó de la mesa y besó el pómulo del alfa.

— ¿Gracias? — Inquirió embobado ante el roce de aquellos labios en su piel.

— Sí, gracias. — Tomó la rosa entre sus dedos y se cubrió de pies a cabeza con la manta. — Es la primera vez en tanto tiempo que disfruto un desayuno sin el miedo de ser reprendido, porque primero debe comer el alfa, y yo solo debo comer lo que a él no le gustó. — Caminó hacia la habitación. — Gracias por no golpearme porque no te preparé el desayuno.

— ¿Por qué dices eso?

— Ya te lo puedes imaginar... — Volteó a verlo por sobre su hombro. — JungKook, gracias por no tratarme como un trapo inservible.

— Bonito, espérame... — Caminó tras el omega. — ¿Por qué estás huyendo de mí?

— Tengo sueño, por favor déjame dormir. — Subió a la cama, se hizo bolita, escondió su rostro en la manta y acercó la rosa a sus labios.

— ¿Hice algo que te lastimara...? — El silencio fue la respuesta. — ¿Me propase contigo? — Observaba al omega desde los pies de la cama.

— JungKook, perdóname, sé que es tu apartamento, tu espacio y tu habitación... — El alfa no entendía que había pasado. — Pero por favor déjame solo, quiero dormir...

— Mi espacio, apartamento y habitación son tuyas. — Con tristeza se dirigió al armario; buscó unas prendas, y de camino tomó su saco de vestir. — Descansa, nos veremos más tarde. — Dejó un pijama sobre la cama. — Para que te pongas cómodo y no te sientas expuesto con la bata. — Dijo alejándose.

— Ve con cuidado, JungKook. — Susurró conteniendo sus lágrimas.

— Si me necesitas, en tu celular están mis números de contacto. — Salió de la habitación.

¿Por qué te alejaste de esa manera del alfa? — Inquirió el lobo.

— Porque no quiero acostumbrarme a los buenos tratos. — Limpió sus lágrimas.

TaeHyung...

¡No! De una vez te digo que nos iremos al finalizar la semana. — Acarició los pétalos de la rosa. — No podemos acostumbrarnos a los cuidados de ese hombre.

Pero ayer no querías separarte de su tacto...

Y hoy no quiero arrastrarlo en mi miseria. — Se levantó de la cama cuando escuchó que la puerta principal era cerrada. — No es justo para él, no deseo que cambie su estilo de vida, sus hábitos, solo para cuidar a un marchito y seco omega. — Abrió la puerta de la habitación y sus fosas nasales se inundaron del aroma del alfa. — En verdad dejó una barrera. — Se sentó en el suelo. — ¿Por qué se toma tantas molestias?

Mejor vamos a tomar una ducha. — Expresó su lobo. — Vamos a bañarnos y cambiarnos.

TaeHyung caminó hacia la cama y tomó el pijama.

— Huele a él, a su perfume, sus feromonas.

JungKook se encontraba en el estacionamiento. Golpeaba el volante con frustración, retenía sus lágrimas.

— ¿Por qué cambió de repente? — Se miró en el retrovisor. — ¿Lo lastimé? ¿Qué le hice?

Está asustado, no te culpes. — Contestó el lobo.

¿Asustado de mí?

No. Humano sentimental. — Negó con su hocico. — Está asustado de ser tratado como se merece. Solo démosle espacio.

Quiero permanecer abrazado a nuestro bonito.

El azabache inhaló profundo, arrancó el auto y se marchó del lugar. Llegó a la oficina y sin distracciones fue a hablar con sus socios. Trabajó un poco, aunque su mente estaba en otro lado, con otra persona.

TaeHyung durmió toda la mañana, recibió un mensaje de JungKook avisándole que se tardaría en llegar, que por favor no olvidara tomar sus medicinas y que en la nevera le había dejado un dulce postre para que endulzara su estadía en el apartamento.

— Vuelve pronto, no quería alejarte, JungKook... — Metió una cucharada grande del postre en su boca. — Quiero un abrazo...

— Bonito...

Fuera del apartamento, se encontraba JungKook. Recostado contra la puerta y esparciendo sus feromonas.

El alfa había enviado el mensaje cuando en realidad estaba en el estacionamiento. Decidió darle espacio al omega, así que prefirió quedarse haciendo guardia. No podía dejarlo, pero tampoco lo hostigaría con su presencia.

¿Escuchaste eso? — El omega se levantó del sofá y se dirigió a la puerta. — Lobito, escuché la voz de JungKook. — Ilusionado estiró su mano para abrir la puerta.

¿Por qué se dulcificó el aroma de Tae?

Levántate humano o caerás a los pies de...

— ¡JungKook! — Gritó cuando abrió la puerta y vio al alfa a sus pies.

— ¡Auchs! — Sonrió aun tirado en el piso. — Hola mi bonito... Acabo de comprobar que el piso tiene una muy bonita vista desde aquí abajo.

— ¿Qué haces aquí afuera? — Se cruzó de brazos. — ¿No era que demorabas?

— Demoraba en darte tu espacio. — Se levantó. — ¿Descansaste? — Le acarició el pómulo.

— Perdóname por lo de esta mañana... — Lo abrazó.

— No pasa nada, entiendo a mi bonito.

Huele a miel, ¿Por qué JungKook huele tan empalagoso? — Se separó de alfa. — ¿Cómo te fue en tu trabajo? — Decidió ignorar el aroma invasor.

— Bien, pero existen cosas que no puedo tratar desde aquí, así que tendré que asistir por horas.

Ingresaron al apartamento y se sentaron en el sofá. TaeHyung se alejó del alfa, se sentía incomodo por el aroma que no pertenecía al azabache. JungKook solo le sonreía, repitiéndose una y otra vez que debía tener paciencia ante los cambios abruptos en el comportamiento del omega.

Después de una charla en donde sobretodo el alfa se dedicaba a alagar la belleza del omega. JungKook se dirigió al baño, se duchó y llevó la ropa al cuarto de lavado. Luego se dirigió a la cocina donde preparaba la cena y TaeHyung lo ayudaba pasándole algunos ingredientes.

Había insistido en que debería dormir otro poco, pero el rubio le dijo que no deseaba dejarlo solo con la cena.

— Bonito...

— ¿Qué sucede?

— ¿Necesitas que te acompañe a tu trabajo para que avises que necesitas reposo?

— ¿Trabajo? — JungKook asintió secándose las manos. — Yo no tengo trabajo. — Bajó su mirada.

— ¿Por qué...? ¿Qué pasó?

— Mi alfa... MinJoon, me sugirió que debía renunciar al trabajo, porque para eso lo tenía a él. — Expresó casi en un susurro. — Yo me negué muchas veces. Pero hace unos días, él aprovechó que debía enviar mi incapacidad médica, y adjuntó en el correo la carta de renuncia que me hizo firmar justo después de haberme golpeado en el estacionamiento de mi apartamento. — Se recostó en la isla de la cocina. — Yo no quería renunciar, pero preferí perder mi trabajo a recibir otro golpe cuando llegaba del trabajo. Además cuando asistí a la empresa para decirles que era un error, ya era demasiado tarde, incluso él había reclamado mi liquidación.

Se creía su dueño. — El azabache lo apresó en sus brazos. — Yo te puedo ayudar a conseguir un nuevo trabajo.

— ¿En serio? — Enterró su nariz en el cuello del alfa.

— Por supuesto... Pero primero te me debes recuperar. — Lo subió a la isla de la cocina. — ¿Qué te parece si te tomas unas vacaciones aquí en mi apartamento?

— ¿Y qué haría en esas vacaciones?

— Tú deja que el galleto haga magia.

Transcurrieron los días y JungKook asistía a su trabajo por unas horas. TaeHyung lo esperaba en la sala, vistiendo con los pijamas del alfa que ya parecían más suyas que del azabache. No se sentía listo para volver a su apartamento por su ropa. Y como no salía, pues no se vestía con la ropa con la cual había llegado al apartamento.

Además se sentía bien al permanecer cubierto por el aroma y ropa del alfa.

Era increíble que con solo pasar tres días con aquel hombre, él sentía que habían pasado meses. Se sentía un poco mejor, a excepción de ciertas heridas en su espalda que no había tratado, y la saliva de su lobo no lo estaba ayudando. Se negaba a pedirle ayuda con las curaciones al alfa.

Vamos a hacerle galletas al galleto. — Se levantó de la cama decidido a tenerle una pequeña muestra de agradecimiento al alfa.

Con chispas de chocolate, como su aroma. — Expresó emocionado el lobo.

En la cocina alistó todos los ingredientes, precalentó el horno e inició con la preparación. Realizó el proceso para crear la masa para su receta, cuando probó la masa; sonrió ante el resultado, sabia rico y aun sin cocinarla. Cubierto de harina hasta las pestañas, ingresó la bandeja en el horno.

— Espero le gusten las galletas... — Se sentó en uno de los taburetes de la cocina, posicionó sus brazos cruzados sobre la isla y reposó su rostro. — Galletas para el dulce galleto. — Repetía una y otra vez, jugando con sus dedos. Poco a poco sus ojos se fueron cerrando mientras miraba el horno en espera de la finalización del tiempo.

— Tae... TaeHyung... — Llamaba su lobo. — ¡Humano! Abre los ojos.

— ¿Qué? — Se cayó del taburete. — ¿Qué pasó? — Corrió al horno y lo abrió. — ¡Nooo! Las galletas. — Abrió el horno al ver como salía humo, agradeció a la Luna por no haber activado la alarma contra incendios. — Las arruiné. — Con tristeza observaba como se habían quemado.

No sirves ni para hornear una maldita galleta. La voz de MinJoon llegó a su mente.

— Solo se quemaron un poco. — Inició a temblar. — Por favor no me golpees. — Se acurrucó contra una esquina de la cocina.

Ven aquí, omega inservible... ¡Te tragaras este maldito desastre!

Por favor, no, no me obligues... Haré unas nuevas. — Se abrazó a sí mismo y cerró los ojos.

— Tae...

— ¡No me golpees!

— Por Dios, TaeHyung...

— ¡No me golpees! Ya sé que no soy un buen omega. — Expresó al sentir unas manos en sus hombros. — Haré otras, y esas si saldrán bien, alfa. — Las cristalinas perlas mojaban la tela del pijama.

— Bonito, mírame...

TaeHyung abrió los ojos y en medio del llanto vio el rostro de JungKook.

— Yo... Yo me comeré las galletas... No me vayas a ahogar cuando me las...

— ¿Galletas? — El alfa miró hacia el horno. — Hiciste galletas... He aquí la causa del delicioso aroma.

— Sí, pero se quemaron y me vas a...

— Vamos a ver qué tan ricas quedaron. — Interrumpió al omega y alargó una mano para tomar una de las galletas. — Mmm, que rica... — Expresó después de darle un mordisco.

— No comas eso, están...

— Son galletas ahumadas, mis favoritas. — Con delicadeza tomó las manos del rubio y lo jaló para que se levantara del suelo. — Mi bonito, me hizo galletas de chocolate ahumado. — Lo subió a la isla. — ¿Todas son para mí? — Se alejó y tomó un plato para servirlas. — Necesito leche para comerme este manjar. — Buscó un vaso y se sirvió un poco del líquido.

— ¡No comas! — Expresó con asombro y sin entender el comportamiento del alfa.

— ¿Por qué? — Puchereó. — Son mías, las hiciste para mí y tengo hambre. — Mordió otra galleta.

— ¡Están quemadas! ¡Quemadas! — Con sus palmas limpió las lágrimas.

— Están ahumadas, y si las hizo mi bonito, no importa si quedaron un poco más horneadas de lo normal. — Dejó de lado las galletas y la leche.

— No comas eso. — Agachó su mirada triste. — Quería agradecerte por tu ayuda con unas ricas galletas y...

— Acepto con gusto las ricas galletas. — Acunó el rostro. — Mira como me las como todas...

— ¡No! — Detuvo el movimiento de la mano del alfa.

— Bonito, eso morenito lo retiramos con un cuchillo y quedaron. — Le sonrió.

— ¿En serio te gustan las galletas ahumadas? — Inquirió ladeando su cabeza e hipeando.

— ¡Me encantan! — Inició a raspar lo quemado de la galleta. — Están deliciosas. — Habló con su boca llena. — Si las hiciste tú, esas galletas son lo más delicioso del universo, y solo yo tendré el privilegio de comerlas.

El alfa se sentó en un taburete, y entrelazó sus dedos con los del omega, con una mano inició a comerse las galletas acompañándolas con leche. En cada bocado dejaba salir sonidos de satisfacción, y depositaba besitos en la mano del rubio.

— JungKook...

— No me vayas a quitar mi manjar. — Con su boca llena de boronas le hacía pucheros al omega. — Una última y ya.

— ¿Una última? — Sonrió. — Te comiste todas las galletas.

— Es que estaban ricas. — Apartó el plato y se bajó del taburete. — ¿Puedo abrazar a mi talentoso bonito que acaba de darme unas deliciosas galletas? — TaeHyung asintió sonriente. — Te ves más hermoso cuando sonríes. — Besó la cabellera rubia. — ¿Quién parece ratoncito de panadería todo lleno de harina?

— ¿Yo?

— Exactamente, tú, mi bonito.

— Necesito bañarme. — Sorbió su nariz.

— Próximo destino, el cuarto de baño. — Alzó por los muslos al rubio. — Disculparas mi atrevimiento, pero hoy te llevaré como mi bebé koala.

— Te disculpo solo si no me dejas caer. — Se agarró fuerte del cuello del alfa.

— Jamás te dejaré caer.

TaeHyung en ciertas ocasiones solía repeler el contacto de JungKook. Habían pasado muy pocos días junto a ese hombre y a veces sentía que podría ser lastimado. Pero una simple sonrisa y una pregunta pidiendo su aprobación para acercarse; era más que suficiente para que se dejara hacer por el alfa.

Así que se dejaba llevar por la manera tan dulce y delicada en que era mimado por aquel hombre. Iniciaba a sentir un poco más de paz en su atormentado corazón.

Hola mis Kokoros darks 🤟🖤

Hasta aquí la actualización de mi galleto y su pastelito 🤧

Capítulo dedicado a MeylingAnielka mi gatita miau 😅
Un poquito tardado pero aquí está. Con cariño para ti.

Bueno, creo que conocerán al MinJoon en el siguiente capítulo. Lleven sus armas para darle una calentadita 😅

Se les quiere, besitos púrpuras 💋💜

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